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jueves, 25 de junio de 2020

Capítulo 18


Zac pensó en inventarse una urgencia, pero sería una cobardía. Y se quedaría sin salsa de caramelo.

Además, tenía que admitir que Vanessa le había manipulado y le resultaba inevitable admirar su estrategia. Es más, la ejecución del plan lo mantuvo estimulado durante todo el día.

Terminó de trabajar en el jeep, recompuso un carburador, comprobó algunas revisiones de rutina y atendió un par de llamadas de asistencia en carretera, ya que cambiaría el turno de noche con Bill.

Revisó por encima el papeleo, que tenía la intención de pasar a su madre, y terminó una lista de piezas de recambio que necesitaba que ella le localizara para restaurar un Mustang del 67.

Echó un vistazo al balance general. Siempre le embargaba una extraña sensación cuando constataba que andaba bien de dinero.

Lo bastante bien para invertir un poco en el negocio, dar un aumento sustancioso a su madre y al resto del personal y quizá tomarse unos días de descanso en invierno, después de las fiestas.

Una semana fuera, en alguna playa de aguas azules. En enero el ritmo de Votos era más tranquilo, según Vanessa. Ella ya sabría cómo organizarse para tomarse una semana de descanso. Nadie como Vanessa sabría hacer eso.

Le enseñaría a practicar surf.

A lo mejor ella ya sabía. Tenía que preguntárselo.

Y entonces se dio cuenta de que estaba planificando unas vacaciones con Vanessa. ¿Cuándo había sucedido eso?

Se quedó inmóvil durante unos instantes, escuchando los sonidos que provenían del taller, intentando asimilar esa idea. Cuando se le calmaron los nervios dejó escapar un «ah».

¡Qué más daba cuándo o cómo había sucedido! Había sucedido y le parecía bien.

Mejor que bien, admitió, porque podía verse con ella en esa playa de aguas azules, bebiendo algún combinado de ron de la región y aparcando el trabajo durante unos días.

O bien... podrían tomarse ese descanso en su casa de los Hamptons. Las playas en invierno tenían un no sé qué especial: soledad, sexo junto a la chimenea...

Le propondría el plan, a ver qué le parecía a ella.

Recogió los documentos y cruzó el taller para entrar en la oficina.

Zac: Tengo unas cuantas cosas -dijo repasando las listas y los pedidos mientras su madre, con sus gafas de montura verde, revisaba los documentos-.

Kay: ¿Te marchas?

Zac: Eso iba a hacer, tengo un asunto pendiente. Si no pueden con todo, lo terminaré yo el lunes.

Kay: No he dicho que no pueda hacerlo. Ven aquí.

Zachary se inclinó sobre el mostrador. Y ella le acarició el pelo.

Zac: Eh.

Kay: ¿Por qué no me dijiste que los Hudgens nos habían invitado a la cena de Acción de Gracias?

Zac: Porque salió así... -Dolido como solo su madre podía hacer que se sintiera, se rascó la cabeza-. Además, Vanessa dijo que ya te llamaría ella, cosa que supongo que ya ha hecho, ¿Qué problema hay?

Kay: Si me lo hubieras dicho, no me habría sorprendido. Y si ella no me hubiera llamado, yo habría comprado un maldito pavo al volver a casa del trabajo. Y entonces tendría un pavo que no necesito.

Zac: Bueno, ella te llamó, tú no has comprado el pavo y ya no lo comprarás.

Kay: Has tenido suerte -le dedicó esa mueca suya que a él le hacía desear encogerse-. Irás con traje.

Lo sabía.

Zac: Vanessa me ha dicho que no es necesario.

Kay: Me da igual lo que haya dicho Vanessa. Yo te digo que irás con traje. Tendrías que comprarte uno nuevo. ¿Cuándo fue la última vez que te compraste uno?

Estuvo a punto de encogerse físicamente. Por suerte sus operarios estaban demasiado lejos para oír la conversación.

Zac: Yo qué sé. Buf...

Kay: No me hables en ese tono -lo apuntó con un dedo como si fuera una navaja-. Te comprarás un traje nuevo, una corbata y unos zapatos decentes.

Zac: Jo...

Kay: Si estás saliendo con una mujer como Vanessa Hudgens vas a necesitar un traje, porque otras cosas harás aparte de ir a bodas y entierros. Y eres un empresario de éxito, no lo olvides. Un empresario de éxito tiene más de un traje en su armario. También te iría bien cortarte el pelo.

Zac: ¿Algo más? A lo mejor tendría que aprender francés.

Su madre le hizo un signo de advertencia con el dedo, aunque con una sonrisa en los labios.

Kay: Podrías parler si quisieras. Eres muy inteligente, lo heredaste de mi familia. La constitución, de tu padre. Por eso tienes estilo para llevar un traje. Anda, márchate para que pueda sacarme de encima el trabajo que me acabas de dar.

Zac: Si hubiera sabido que me tenías preparada una emboscada, te habría dado más -se dirigió a la puerta y se volvió para mirarla. Y notó que él también esbozaba la mueca que ambos compartían-. Como tendré que gastarme mucha pasta en ropa, supongo que no podré darte el aumento que planeaba. Qué pena...

La mirada furiosa que su madre le dirigió quitó hierro a la idea de tener que salir de compras.


Cuando llegó a casa de Vanessa, la finca estaba en plena vorágine preparando la boda. Ashley y su equipo de floristas ya habían decorado la entrada con numerosos maceteros enormes color paja llenos de flores. Habían intercalado alguna que otra calabaza diminuta y lo que parecían varias calabazas grandes.

No recordaba haber visto nunca calabazas en una boda, pero tuvo que admitir que quedaban bien.

En el interior habían forrado la escalera con metros y más metros de la tela blanca y translúcida que solían utilizar, flores y lucecitas. Y más flores aún en macetas, cestos y jarrones.

Era como pasear por un paisaje otoñal de cuento de hadas. Y ese, imaginó, debía de ser el objetivo.

Oyó que había alguien trabajando en la sala de estar y en lo que ellas llamaban el salón principal, pero no se dejó vencer por la curiosidad y no se asomó. Podrían obligarlo a presentarse de voluntario.

Estaba valorando hacer una entrada tranquila, ir a ver a la señora Grady y comer un bocadillo antes de dedicarse a lo que tuviera que hacer arriba cuando, en el momento en que torcía hacia la cocina, Vanessa apareció ante su vista en lo alto de la escalera.

Esa mujer, pensó, tiene un radar más potente que los de la NASA.

Ness: En el momento oportuno -le lanzó una sonrisa asesina mientras bajaba-. El cortejo del novio ha empezado a arreglarse. Ni te imaginas el peso que les has quitado de encima, a ellos y a mí. -Se pegó a él como una lapa y lo condujo hacia arriba-. Todo va según lo previsto.

Zac: He estado preocupado todo el día.

Vanessa le dio un codazo afectuoso.

Ness: Sé que te he pedido más de lo que debía, pero esto te ha convertido en un héroe. La madre de Justin ha salido de la operación con éxito y todos estamos celebrándolo.

Zac: Qué bien... lo de la madre.

Ness: Es verdad. Te presentaré a Channing y a sus amigos y te ayudaré a ubicarte. Regresaré dentro de una hora para darte instrucciones porque no estuviste en el ensayo -golpeó con los nudillos la puerta de la suite del novio-. Soy Vanessa -dijo alzando la voz-. ¿Se puede entrar?

El hombre que abrió la puerta llevaba puestos los pantalones del esmoquin y tenía una cerveza en la mano.

**: No puedo decir que estemos presentables, pero al menos vamos tapados.

Ness: Entonces ya me vale. Zachary, te presento a Darrin, recientemente ascendido a padrino.

Darrin: Le he dicho a Channing que me siento como si siempre hubiera sido el padrino. Tú debes de ser el sustituto. Encantado.

Se estrecharon la mano, y luego Vanessa le indicó con un codazo que entrara en la suite, donde las botellas de cerveza asomaban sus helados cuellos de unas cubiteras y una botella de champán se enfriaba en otra. Había varias bandejas de bocadillos y montaditos, y los hombres se paseaban por la estancia a medio vestir. Eran cinco. Seis contando al recién nombrado padrino.

Uno de ellos, alto, rubio y con unos músculos trabajados en el gimnasio, se acercó a él.

Channing: ¿Zachary? Soy Channing, y hoy me toca ser el novio.

Zac: Te deseo suerte.

Channing: No sé cómo darte las gracias por lo que vas a hacer por mí. Te parecerá extraño, pero... te conozco de no sé dónde.

Zac: He vivido en varios lugares, pero tu cara no me resulta familiar.

Channing: Juraría que…

**: Eh. -Uno de los hombres se detuvo cuando estaba a punto de servir una copa de champán-. Te llamas Efron, ¿verdad?

Zac: Sí -entornó los ojos mirando al tipo del champán-. Mercedes SL600. Rotación de neumáticos, limpieza y encerado.

**: Eso es. La mejor limpieza y encerado que me han hecho jamás.

Channing: Claro... -chasqueó los dedos-. Sabía que te había visto antes. Tú restauraste el T-Bird de mi padre. Yo estaba allí cuando viniste a entregarlo. Tuve que secarle las lágrimas de alegría.

Zac: Un coche sensacional. Entonces tú debes de ser Channing Tatum.

Channing: Sí. Pensé que mi padre se había vuelto loco cuando compró ese coche. Luego, después de que te hicieras cargo de él, vi cómo había quedado y pensé, ¿por qué no me compro yo uno? ¿Quieres champán, cerveza?

Zac: Cerveza.

Ness: Te dejo en buenas manos -le dio unos golpecitos en el brazo-. Tu esmoquin está allí. La fotógrafa vendrá dentro de unos quince minutos.

Aquello no estaba tan mal, decidió Zachary. Comida, cerveza, y los tíos estaban tan animados que a duras penas tenía la sensación de que estaba allí de relleno.

Al menos eso pensó hasta que Miley entró y lo apuntó con la cámara.

Zac: Oye, que yo solo soy el sustituto.

Miley: Y quieren un documento gráfico de eso. Olvídate de que estoy aquí -dijo con un aspaviento, y empezó a moverse por la habitación como una serpiente bermeja, resbaladiza y silenciosa-.

Sintió un profundo alivio cuando Miley separó a Channing del grupo para hacerle las fotos oficiales.

Aprovechando que ella había salido, se cambió y se puso los pantalones del esmoquin y la camisa. Vanessa había dado en el clavo una vez más. Eran de su talla, como también lo era la chaqueta color granate.

La mitad de los hombres querían hacerle preguntas sobre sus coches, pero Zachary ya estaba acostumbrado. Un mecánico es un médico de automóviles, y la gente siempre quiere algún consejo médico gratis. Y como los consejos podían ayudarlo a ganar nuevos clientes, no le importaba darlos.

Cuando Vanessa regresó, lo encontró batallando con la corbata.

Ness: Ven, deja que lo haga yo.

Zac: Cuando alquilas un esmoquin, lo único que tienes que hacer es abrochar el botón de la maldita corbata.

Vanessa sonrió.

Ness: Creo que en parte la razón por la que los hombres se la ponen es para que las mujeres se les acerquen y les hagan el nudo. ¿Qué tal vas?

Zac: Bien. -Por encima del hombro de Vanessa, miró a sus compañeros de ceremonia-. Son buena gente.

Ness: El nombre de tu pareja es Astoria.

Zachary desvió la mirada hacia ella.

Zac: ¿De verdad?

Vanessa carraspeó para disimular una carcajada.

Ness: La llaman Asti. Es guapa, un poco tímida... y está casada, así que nada de ideas raras.

Zac: Y yo que pensaba en un polvete en la habitación de los abrigos...

Ness: En eso piensan todos. Asti trabaja en Chicago con niños con necesidades especiales. Conoció a Leah en la universidad. Ya está -dio un paso atrás y ladeó la cabeza-. Cumple con tu parte del trato y diviértete. Estás guapísimo.

Miley entró en la suite.

Miley: Bueno, chicos, todos a la terraza para hacer las fotos oficiales. Es un poco arriesgado, no sé si mi cámara podrá aguantar tanta belleza.

Vanessa ayudó a Zachary a ponerse la chaqueta y le alisó la manga.

Ness: Volveré para darte esas instrucciones cuando Miley haya terminado con vosotros.

Zac: ¿Conmigo también? Yo no quiero salir en las fotos de grupo. No formo parte de este grupo. Soy el sustituto.

Ness: Channing quiere que salgas. Solo serán unos minutos.

Zac: Escucha, Vanessa...

Ness: Oh, perdona -se tocó los auriculares-. Tengo que irme corriendo.

Es escurridiza, pensó Zachary mientras ella se escabullía como una anguila.

Iba a tener que ofrecerle una gran cantidad de salsa de caramelo.

Zachary cumplió con su papel y acompañó a los invitados a sus asientos bajo las refulgentes luces del salón principal, además de las velas y la chimenea.

Brittany apareció para comprobar la situación sobre el terreno y le guiñó el ojo.

Britt: ¿Cómo lo llevas?

Zac: ¿El pastel es tan bueno como promete?

Britt: Mejor aún.

Zac: Entonces habrá valido la pena.

Britt: Y habrá mares de salsa de caramelo.

Zachary captó su sonrisa irónica, una más entre las muchas que le estaban dirigiendo, mientras ella desaparecía.

¿Se lo contarían todo esas mujeres?

Muy bien, entonces se aseguraría de que tuvieran muchas cosas que contarse durante el desayuno. Podría conseguir una botella de champán para acompañar la...

**. Vaya, vaya... ¿Ahora te dedicas al pluriempleo como acomodador?

Zachary enderezó la espalda con tensión antes incluso de volverse hacia su tío.

Envejecemos mal, ¿eh, Artie?, pensó Zachary con una cierta satisfacción. El hombre conservaba todavía el pelo, motivo de orgullo y alegría para él, pero había engordado, y sobre todo se le notaba en la cara y en la panza. Los ojos, de un engañoso azul tierno, parecían haber encogido en medio de una cara en forma de plato.

A ella la había tratado mejor la vida, decidió Zachary mirando a la esposa de su tío. Conservaba la figura, quizá se había hecho un par de retoques. Pero la mirada de asco restaba atractivo a su rostro.

Zac: Supongo que sabréis encontrar vuestros asientos.

Artie: Galante como siempre. He oído decir que andas tras el dinero de la chica de los Hudgens.

Marge: Nunca supiste cuál era tu lugar -le soltó Marge Frank con desprecio-. Y ahora parece que Vanessa Hudgens ha olvidado el suyo. Su abuela debe de estar revolviéndose en su tumba.

Zac: Sentaos o marchaos.

Artie: No parece que se te haya pegado nada de su educación. Vanessa no tardará mucho en verte tal como eres. ¿Cómo has conocido a los novios? ¿Les cambiaste los neumáticos?

Jódete, pensó Zachary. Jódete.

Zac: Exactamente.

Artie: Por mucho que te quites la grasa de las uñas, Zachary, sigues siendo un paleto apestoso. Y la gente como los Hudgens siempre terminan con los de su clase. Vamos, Marge.

Necesitaba cinco minutos, pensó Zachary. Cinco minutos para respirar y tranquilizarse. Sin embargo, en el momento en que salía de la sala en dirección al vestíbulo entró Brittany.

Britt: Queda menos de una docena de invitados por sentar. Dentro de dos minutos los testigos y tú tendréis que estar en posición. ¿Tienes...? ¿Qué te pasa?

Zac: Nada.

Britt: Muy bien. Puedes animar a los rezagados a que se sienten y luego podrías ir a... Vanessa te ha enseñado cómo funciona esto, ¿verdad?

Zac: Sí. Lo he entendido.

Britt: Estaré cerca de ti para hacerte de apuntadora. No te preocupes. No sentirás dolor.

No sentía ningún dolor, sino una rabia que amenazaba con salirle por la garganta. No quería estar allí, con el esmoquin de otro frente a un grupo de gente, en una habitación llena de flores y velas viendo cómo se casaban unas personas a las que no conocía.

Y sintiendo, impotente, el profundo desprecio de su tío reptando desde el otro extremo de la sala hasta agarrarlo por el cuello y cebarse en su rabia.

Una vez, queriendo librarse de eso, viajó casi cinco mil kilómetros. Había vuelto convertido en un hombre, pero todavía quedaba algún rescoldo en él, odiaba reconocerlo, de esa amargura.

Y se esforzaba, incluso en ese preciso instante, por superar los ecos de la humillación.

Posó para las fotos tras la ceremonia sobre todo como una vía de escape. Escuchó al padre de Channing hablar con entusiasmo de su T-Bird e hizo todo lo que pudo para estar a la altura de lo que se esperaba de él.

Luego desapareció hacia el jardín adyacente en busca de algún lugar tranquilo donde sentarse y respirar el frío aire de la noche.

Fue allí donde Vanessa lo encontró. Llegó sin aliento, sin chaqueta y sin su habitual compostura.

Ness: Zac.

Zac: Mira, como no me necesitan para la cena, me estoy tomando un merecido descanso.

Ness: Zac -se sentó junto a él y lo cogió de la mano-. No lo sabía. No sabía que venían los Frank. No los he visto hasta que he pasado revista durante la cena. Lo siento. Lo siento mucho.

Zac: Podrías sentirlo si los hubieras invitado tú. Como no ha sido así, no tienes por qué sentirlo.

Ness: Yo te he metido en esto. Ojalá no...

Zac: No pasa nada.

Ness: Lo arreglaré. Daré una excusa a Leah y a Channing para que tú...

Zac: ¿Y darles otra vez la satisfacción de volver a echarme? Eso no va a pasar, ni hablar. Me estoy tomando un merecido descanso, Vanessa. Dame un poco de tiempo.

Vanessa le soltó la mano y se levantó.

Zac: No todos queremos que te ocupes de los detalles, que arregles todas y cada una de las cosas que pasan.

Ness: Tienes razón.

Zac: Y no seas siempre tan agradable. Sé cuándo me paso, y ahora me estoy pasando.

Ness: Estás disgustado. Entiendo que...

Zac: No quiero que entiendas nada. Tú no entiendes nada. ¿Cómo vas a entender? Esto no tiene nada que ver contigo. ¿Alguna vez te han molido a palos cuando no podías defenderte?

Ness: No.

Zac: A mí sí, sin parar, hasta que empecé a creérmelo, a creer que era un inútil, un imbécil y que no valía nada. ¿Sabes qué es que te digan que, si no obedeces, te pondrán de patitas en la calle?

Ness: No.

Pero eso no significaba que a Vanessa no se le partiera el corazón, que se le encendiera la sangre por el niño que había sufrido esa desgracia.

Zac: Por eso digo que no lo entiendes. Mierda, y lo que yo no entiendo es por qué intenté superarlo haciendo todo lo posible por empeorar las cosas, por buscarme problemas y por echarle la culpa a mi madre, que no sabía lo que estaba pasando porque yo tenía demasiado miedo, era demasiado orgulloso, o ambas cosas a la vez, para contárselo.

Vanessa no dijo nada. Comprendió, o creyó comprender, que en ese momento presionarle implicaría que él se cerrara en banda, por lo que no dijo nada y se limitó a escuchar.

Zac: Compliqué la vida a mi madre cuanto pude y durante todo el tiempo que pude. Y cuando no era yo quien le daba disgustos, se los daba él o la bruja de su esposa. Ella aguantaba porque intentaba darme un techo, darme una familia, porque intentaba superar el dolor por la pérdida de mi padre. Y yo la culpaba también por eso. Le eché toda la mierda encima. ¿Qué derecho tenía ella a tener una vida propia? Artie la trataba como a un perro, porque podía. Su propio hermano, el muy cabrón. Y se suponía que teníamos que estarle agradecidos. Dos largos años así, de desgracia en desgracia, un día tras otro. Yo esperaba con ilusión ser lo bastante mayor, lo bastante fuerte, para patearle el culo y sacarme la rabia de encima. Y, entonces, ella lo hizo por mí. Después de todo, fue ella quien hizo eso por mí. Una noche salió antes del trabajo y vino a casa. Se encontraba mal. Él la obligaba a hacer doble turno y la mujer estaba agotada. Artie me tenía contra la pared, con su mano en mi garganta, y me abofeteaba. Le gustaba abofetearme porque es más humillante que un puñetazo y no deja marca.

Alguien salió por una de las terrazas y el trino de unas risas flotó en el aire fresco.

Zachary miró hacia la casa, hacia las luces y las risas, aunque Vanessa dudó que viera el resplandor u oyera la alegría.

Zac: La vi entrar. Estaba blanca como la pared, hasta que nos vio y entonces montó en cólera. Nunca la había visto moverse tan deprisa. No sé si habré visto jamás a alguien moverse tan deprisa. Me lo quitó de encima. Ella estaba en los huesos. Él debía de pesar unos treinta kilos más, pero mi madre se abalanzó sobre él, lo tumbó y él aterrizó en el suelo cuan largo era. Le dijo que, si se atrevía a levantarse, si se atrevía a intentar ponerme las manos encima otra vez, se las cortaría y luego le obligaría a comérselas -se detuvo y sacudió la cabeza-. Ya ves, éste es mi pasado, y no me digas que lo entiendes.

Ness: No voy a discutir contigo ahora, pero te diré que, si crees que voy a echarles la culpa a un niño y a su pobre madre por haberse visto atrapados en esa situación, será porque tienes una triste opinión de mí.

El tono de voz de Zachary era tan frío como la brisa.

Zac: Ya te he dicho, Vanessa, que esto no tiene nada que ver contigo.

Ness: Claro que tiene que ver conmigo, idiota. ¡Serás idiota! ¿No ves que te quiero?

Vanessa captó la profunda estupefacción de su rostro antes de marcharse furiosa.

Volvió a verlo durante la recepción, hablando con los recién casados y, un poco más tarde, sentado en el bar con el PDN, enfrascados ambos en la conversación.

No perdió de vista a los Frank, preparada para intervenir si decidían acercarse a Zachary. Quizá él pensara que no era asunto suyo, quizá pensara que ella no entendía nada o que era imbécil, pero no permitiría que nada ni nadie creara problemas en una de sus bodas.

Casi le decepcionó que eso no sucediera.

Miley: ¿Te has peleado con Zac? -apareció a su lado cuando la gente empezaba a dispersarse-.

Ness: ¿Por qué lo dices?

Miley dio unos golpecitos a su cámara.

Miley: Sé interpretar las caras y sé interpretar la tuya.

Ness: Yo no diría que nos hemos peleado, pero parece que nuestra definición de relación no coincide, salvo que él no reconoce que tengamos una relación. Dice que estamos viviendo una historia.

Miley: Los hombres pueden llegar a ser muy tontos.

Ness: Eso es cierto.

Miley: Las mujeres deberíamos mudarnos a Amazonia o al menos ir allí de vacaciones cuatro veces al año.

Ness: ¿Amazonia?

Miley: Es un mundo imaginario donde solo hay chicas. Voy a menudo cuando me enfado con Liam o con los hombres en general. Hay cinco zapaterías per cápita, no existen las calorías y todos los libros y las películas terminan con un final feliz.

Ness: Me gusta Amazonia. ¿Cuándo vamos?

Miley le pasó un brazo por los hombros.

Miley: Amazonia, amiga mía, siempre está presente en el pensamiento de todas y cada una de nosotras. Cierra los ojos: piensa en Manolo Blahnik y habrás llegado. Tengo que ir a hacer más fotos, luego vuelvo.

Divertida, Vanessa se puso a imaginar un mundo femenino tranquilo, relajante y poblado de zapaterías, pero tuvo que admitir que no querría vivir allí. Ir unos días de vacaciones, de vez en cuando, sí. Eso sonaba bien.

Se quedó contemplando a los novios cuando estos volvieron a la pista para bailar la última pieza de la velada.

Muy enamorados, pensó. En la misma onda. Listos para iniciar una vida juntos, como pareja, como amantes, como amigos y compañeros.

Para caminar juntos haciendo realidad el felices para siempre.

Y eso, admitió, era lo que ella siempre había querido.

Destacar en la vida, sí, hacer un buen trabajo, ser una buena amiga, una buena hermana, construir algo y compartirlo. Y además de todo eso, amar y ser amada, hacer una promesa y aceptarla. Encontrar a alguien y caminar juntos de la mano para que se hiciera realidad el felices para siempre.

No podía conformarse con menos.

No volvió a ver a Zachary hasta que salió a despedir a los recién casados.

Observó que se había cambiado de ropa y se le veía considerablemente más tranquilo y dueño de sí mismo.

Zac: ¿Tienes un momento?

Ness: Sí, ahora tengo un rato.

Zac: Antes he reaccionado mal contigo, algo que empieza a convertirse en una costumbre que no me gusta.

Ness: De acuerdo.

Zac: Creía que lo había superado y que nunca más reaccionaría así por culpa de Artie, pero estaba equivocado -se metió las manos en el bolsillo-. No me apetece retroceder hasta ese estado, así que no lo haré. No tiene ningún sentido. Comprendo que intentabas ayudarme.

Ness: Pero tú no quieres que te ayuden.

Zac: Lo que no quiero es necesitar ayuda. Creo que no es exactamente lo mismo. Aunque eso no es excusa para emprenderla contigo.

Ness: No pido que te disculpes, Zac. No necesito tus disculpas porque conozco la razón.

Zac: Supongo que todavía estoy trabajando en ello. En fin... me marcho. Así nos daremos un poco de tiempo hasta que las cosas se calmen.

Ness: Mientras se calman, pregúntate si de verdad crees que voy a pensar mal de un niño que está de luto por la muerte de su padre, que quiere defenderse y que busca escapar de un maltratado. O si voy a pensar mal del hombre en el que se convirtió por esa razón. Cuando estés seguro de que conoces la respuesta, dímelo -abrió la puerta-. Buenas noches, Zac.

Zac: Vanessa... sea cual sea la respuesta, sigo queriendo estar contigo.

Ness: Ya sabes dónde encontrarme -cerró la puerta a su espalda-.


2 comentarios:

Lu dijo...

Que desgraciado el tio!! Cuando todo iba bien, aparece este hombree!!



Sube pronto :)

Anónimo dijo...

Comienza a ponerse dificil... pero tengo fe en esta pareja.. sube pronto..

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