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martes, 9 de junio de 2020

Capítulo 10


Se interponía en su camino. Difícilmente podía quejarse cuando Zachary lograba interponerse en su camino y ser útil al mismo tiempo; de todos modos... se interponía en su camino.

Cuando faltaba poco ya para terminar la velada, Vanessa no estaba segura de qué hacer con él o respecto a él. Disfruta y disfrútalo, ese había sido el consejo de sus amigas. Ahora bien, ¿cómo podía disfrutar de algo o de alguien que le hacía sentirse tan inquieta?

Se ordenó a sí misma concentrarse en su puesto, en su trabajo y en los detalles de la boda. Y lo logró, durante la mayor parte del tiempo. Cuando acompañaba a la salida a los invitados que se marchaban, se felicitó por haber evitado, tapado o negociado los escollos propios del acontecimiento tan especial de esa noche.

Y entonces su radar detectó al borracho del tío Henry.

Henry: ¡Preciosa! ¡Una boda preciosa, una chica preciosa!

Ness: Gracias, señor...

Henry: ¡Preciosa!

El tío Henry envolvió a Vanessa en un abrazo etílico manoseándole el trasero.

Antes de que pudiera zafarse, Vanessa vio que Zachary se dirigía hacia ellos. Su primer pensamiento fue «oh, no». Solo le faltaba un caballero andante que se dedicara a pegar primero y a preguntar después.

Ness: Señor...

Zac: Eh, papi. -El tono manifiestamente alegre iba acorde con la breve sonrisa que le iluminaba el rostro-. Será mejor que apartes esas manos. ¿Cómo vas a volver a casa? -Como el hombre no se tenía en pie, le resultó fácil separarlo de Vanessa-. ¿Tienes quien te lleve?

Henry: Puedo conducir -se balanceó, sonrió y levantó un pulgar-. Al cien por cien.

Zac: Creo que esta es la prueba de la alcoholemia -se pasó el brazo de Henry por el cuello-. Oye, ¿y tus llaves? Dámelas.

Henry: Ah...

**: ¡Eh, papá! -Un hombre bajó corriendo la escalera mirando de soslayo a Vanessa con aire de disculpa-. Lo siento, se alejó de mí. Vámonos, papá. Mamá y Anna vienen ahora. Mi esposa y yo lo acompañaremos a casa -explicó a Zachary-.

Zac: Vale. Lo tengo. Te ayudaré a sacarlo.

Henry: ¡Una boda preciosa! -exclamó mientras se lo llevaban-. Tengo que besar a la novia.

Miley: Y a cualquier otra de las ciento veinte a las que ha intentado meter mano. Lo siento, venía hacia aquí y no he sido tan rápida como Zac para impedir que te trataran como a una mujer objeto.

Ness: He sobrevivido.

Vanessa soltó un bufido y tiró de la chaqueta para ajustársela.

Miley: Ash y Brittany están ayudando a los rezagados a encontrar todo lo que han perdido. Chris, Drew y Liam están haciendo la inspección de seguridad en las zonas despejadas. Nos ha salido bien.

Ness: Nos ha salido genial. Empezaré inspeccionando esta planta si tú quieres encargarte de ir por el otro lado.

Miley: Me parece bien.

Vanessa entró en la sala y atravesó el salón principal hasta llegar al solárium. El personal contratado ya se había llevado las flores, el tul, las luces y las velas.

De momento todo estaba tranquilo, en penumbra, y en el ambiente reinaba el aroma nostálgico de las flores. Volverían a decorar el domingo por la mañana para celebrar un acto más íntimo, pero de momento…

Zac: Henry ha caído como una roca en el asiento de atrás del Lexus de su hijo -dijo a su espalda-.

Vanessa se giró y vio que Zachary se le acercaba entre las sombras. A pesar de que se movía con sigilo, la sala ya no le pareció tan tranquila.

Ness: Qué bien. Gracias por tu ayuda.

Zac: No ha sido nada. Pensaste que iba a dar un repaso a un pobre borracho por querer pellizcar un trasero bonito y prieto, ¿eh?

Ness: Se me ha pasado por la cabeza.

Zac: Que sepas para el futuro que dar un repaso a un pobre borracho es abusar. Si tengo que pegar a alguien, prefiero que merezca la pena.

Su voz sonaba natural, desenfadada. ¿Por qué, se preguntó Vanessa, esa atmósfera nostálgica y perfumada de flores de repente le parecía electrificada, de repente le parecía a flor de piel?

Ness: Tomo nota.

Zac: Además, como se trata de un trasero magnífico, es difícil echarle la culpa.

Ness: Creía que lo que te gustaba eran las piernas.

Zac: Muñeca, no hay ni un palmo de tu cuerpo que no sea de primera categoría, y lo sabes.

Vanessa ladeó la cabeza haciendo todo lo posible por que su tono de voz adoptara su misma naturalidad.

Ness: Eso no me ha parecido un cumplido.

Zac: No lo ha sido. Es un hecho -se acercó a ella entre las sombras y Vanessa tuvo que obligarse a no dar un paso atrás-. ¿Qué soléis hacer después de algo así para relajaros?

Ness: Depende. A veces, después de una ceremonia hacemos un informe de grupo. A veces cada cual se dedica a lo suyo para… Espera -dijo ella al encontrarse entre sus brazos-.

Zac: Había pensado que podríamos probar otra manera de relajarnos.

Tomó sus labios con un arrebato de pasión que, más que una promesa, parecía una amenaza. Deslizó las manos por su cuerpo, las deslizó con pericia, hasta que unos estremecimientos, sí, unos peligrosos estremecimientos, sacudieron su piel, se le metieron bajo la piel.

Vanessa se dijo que tenía que apartarse, pero cuando esa pasión la abrasó por dentro, se lo cuestionó.

Zac: Quiero ponerte las manos encima, Vanessa.

Su tono ya no era desenfadado ni natural. Esa era la inquietud que había notado bajo la calma. Zachary separó su boca de la boca de ella y le rozó la mandíbula con los dientes.

Zac: Esto también lo sabes.

Ness: Pero no significa que...

Zac: Déjame.

Zachary deslizó una mano entre los dos para desabrocharle los botones de la chaqueta.

Ness: Tengo que...

Zac: Déjame -repitió acariciándole el pecho con los pulgares-.

Vanessa se quedó sin aliento, la pasión se convirtió en dolor y el dolor en necesidad, pura e instintiva.

Ness: Ahora no puedo. No voy a acostarme contigo cuando...

Zac: No te he pedido que te acuestes conmigo. Solo quiero tocarte.

Y mientras la tocaba le observó el rostro, le observó el rostro hasta que sus labios volvieron a encontrarse, con fuego, exigentes.

Zac: Sal conmigo mañana.

Ness: Yo... sí. No. -¿Por qué le costaba tanto pensar?-. Tengo un acto.

Zac: La próxima noche que estés libre -le recorrió los muslos con la mano, hacia abajo y hacia arriba hasta que las piernas le temblaron-. ¿Cuándo será eso?

¿Cómo iba a articular una respuesta racional cuando él estaba socavando su cuerpo?

Ness: Creo... el martes.

Zac: Te recogeré a las siete. Di que sí.

Ness: Sí. Está bien, sí.

Zac: Será mejor que me vaya.

Ness: Sí.

Zachary sonrió, y cuando la atrajo hacia sí de un tirón, Vanessa pensó «Oh, Dios», y sucumbió de nuevo.

Zac: Buenas noches.

Ella asintió en silencio mientras Zachary salía por la puerta del solárium.

Y entonces hizo algo que nunca había hecho después de un acto. Se sentó a solas en la oscuridad procurando controlarse mientras sus socias cargaban con el peso del trabajo.


Como parte de su rutina, Vanessa pasó el domingo por la noche, después de la boda, dedicada al papeleo de Votos, de la casa y de sus asuntos personales. Eliminó correos, mensajes de texto, mensajes de voz, repasó sus agendas (la personal y la del trabajo) para las dos semanas siguientes, revisó los horarios de sus socias e hizo todos los cambios y rectificaciones necesarios.

Volvió a comprobar la lista de recados que tenía que hacer a la mañana siguiente.

No consideraba que eso fuera un trabajo. Había convertido en una costumbre, una costumbre estricta, empezar cada lunes partiendo de cero.

Satisfecha, abrió el archivo del proyecto de libro con el que estaba jugueteando e hizo algunos retoques. Casi estaba listo, pensó, para enseñarlo a sus socias, recoger sus comentarios, discutir en serio los pasos a seguir.

A las once ya estaba en la cama con un libro.

A las once y diez estaba mirando el techo y pensando en marcar una nueva entrada en su agenda.

Mar, 19.00: Zachary.

¿Por qué había dicho que sí de esa manera? Sabía perfectamente por qué había dicho que sí; era ridículo planteárselo. Se había sentido sexualmente confusa, excitada e «interesada». De nada servía fingir lo contrario.

Tan confusa, excitada e interesada que ni siquiera le había preguntado adónde planeaba ir, qué planeaba hacer.

¿Cómo iba a vestirse, por el amor de Dios? ¿Cómo iba a prepararse sin tener la más mínima idea? ¿Había pensado llevarla a cenar, a ver una película, una obra de teatro o directamente a un motel?

¿Y por qué tendrían que ir a un motel cuando los dos tenían casa propia?

¿Y por qué no podía dejar de “pensar” y ponerse a leer el maldito libro?

Si lo llamaba, se enteraría. Pero no quería llamarlo. Cualquier hombre normal habría dicho: “Te recojo a las siete, iremos a cenar”. Y ella habría “sabido” a qué atenerse.

Era absurdo arreglarse cuando seguramente iría a buscarla en moto. Ni siquiera sabía si tenía coche.

¿Por qué no sabía eso?

Podía preguntárselo a Drew. Se sentiría como una imbécil preguntándoselo a Drew. Se sentía estúpida pensando que podía preguntárselo a Drew.

Se sentía estúpida.

Había dejado que le pusiera las manos encima, estaba pensando evidentemente en dejar que volviera a hacerlo, y más cosas, y ni siquiera sabía si tenía coche. O cómo vivía, o lo que hacía en su tiempo libre, salvo que jugaba al póquer la noche en que se reunía con su hermano y sus amigos.

Ness: Podría conducir yo murmuró. Podría insistir en que fuéramos en mi coche, y entonces...

Cuando sonó el teléfono en la mesita de noche lo tomó encantada de quitarse de la cabeza sus locuras personales y llenársela con las preocupaciones de una novia.

Ness: Hola, Emily. ¿Qué puedo hacer por ti?

El lunes por la mañana, vestida con una chaqueta color ladrillo y unos pantalones negros, con unos tacones no demasiado altos para dedicarse a sus recados y lo bastante elegantes para acudir a sus citas, Vanessa cargó con la bolsa de la tintorería en dirección a la escalera.

Drew: Espera, te ayudaré. -Acercándose desde el ala que ocupaba, cambió de mano su maletín para tomar la bolsa-. ¿Tintorería? Si te dejo la bolsa en el coche, ¿llevarás la mía también?

Ness: Vale, pero date prisa -comentó señalando el reloj-. Tengo que cumplir el horario.

Drew: Menuda novedad -dejó la bolsa y el maletín en el suelo-. Vuelvo en dos minutos. No bajes eso.

Ness: De paso trae también la de Brittany -le dijo en voz alta para que le oyera-.

Drew: Entonces dame cinco minutos.

Vanessa iba a recoger su bolsa, pero se encogió de hombros y tomó el maletín de Drew. En ese momento Ashley salió de la sala.

Ash: Eh, hola. He venido por el café de la señora Grady y, ya que estoy aquí, he pensado que pasaría a ver cómo están las flores de casa. ¿Sales?

Ness: Voy a hacer los recados del lunes, luego tengo una reunión en la tienda de novias, etcétera.

Ash: Tintorería -dijo gesticulando-. ¿Puedes llevarte mi bolsa?

Ness: Si la traes rápido.

Ash: Vuelvo ya -afirmó echando a correr-.

Vanessa consultó el reloj y volvió sobre sus pasos para recoger la ropa de la semana de la señora Grady.

Cuando la estaba cargando en el coche, apareció Drew con dos bolsas más.

Drew: Iré a recoger toda la ropa cuando esté lista. Aunque a lo mejor tendré que alquilar una camioneta.

Ness: Todavía no hemos terminado. Ashley ha ido a buscar la suya.

Drew metió las bolsas dentro del coche.

Drew: Con lo que les llevas, podrían venir a recogerla y luego traerla.

Ness: Sí, pero de todos modos paso por allí -respiró hondo-. Llega el otoño. Se huele en el ambiente. Pronto caerán las hojas. -Estúpida, estúpida, pensó, aunque no pudo reprimirse-. Supongo que cuando cambie el tiempo, Zachary tendrá que guardar la moto.

Drew: Supongo que sí. Tiene un Corvette, un clásico que ha restaurado. Muy elegante. No se lo deja a nadie. Y además tiene una camioneta -la acribilló con la mirada-. ¿Preocupada por el transporte?

Ness: No especialmente. Eso son muchos vehículos para una sola persona.

Drew: Se dedica a eso. Compra coches clásicos en las subastas y los restaura de arriba abajo, como las casas. Parece que hay un buen mercado para estas cosas si se hacen bien -le tiró de la coleta-. A lo mejor te enseñará a recomponer un motor.

Ness: Una habilidad muy útil, estoy segura, pero no lo creo -desvió la mirada hacia Ashley y Liam, que se acercaban cargando con sus respectivas bolsas para la tintorería-. Quizá sí nos iría bien esa camioneta.

Ash: De camino me he tropezado con Miley -dijo resoplando-. Llevamos la carga entera.

Liam: ¿Estás segura de que vas a poder con todo? -preguntó a Vanessa-.

¿No era siempre así?, pensó ella, aunque se limitó a señalar hacia el coche.

Ness: Metedlo dentro.

Y se aseguró de que estuvieran bien etiquetadas por el otro lado.

Liam: Puedo ir a recogerlo... -empezó a decir-.

Ness: Drew se encargará de eso. Será el jueves -dijo a su hermano-. A partir de las dos. No lo olvides. Reunión completa sobre la boda Foster-Ginnero -dijo a Ashley dando la vuelta al coche-. A las cinco en punto.

Ash: Todo controlado. Gracias, Vanessa.

Vanessa se marchó. Sabía que Drew y Liam no tardarían en salir, que Chris se había marchado temprano a una reunión de obra, que Ashley se pondría enseguida a clasificar la entrega de flores de esa mañana y que Miley trabajaría por la mañana con sus fotos… así que dedicaría la tarde a una sesión en el estudio y Brittany pasaría el día haciendo pasteles para el acto contratado del miércoles por la noche.

Un día completo para todas, musitó. Tal como a ella le gustaba.

En primer lugar, dejó la ropa en la tintorería, no sin haber etiquetado antes cada una de las bolsas personalmente.

A continuación, fue despachando sistemáticamente la lista punto por punto. Ir al banco, a la papelería, a comprar material para la oficina, a donde fuera necesario para sustituir el género que se había visto obligada a utilizar durante los actos de la semana anterior. Añadió a la provisión para emergencias que guardaba en casa varios regalos para los invitados, unos regalos de agradecimiento, otros más para la anfitriona, y lo metió todo cuidadosamente en el coche.

A continuación, se detuvo para hacer unas llamadas y responder a los mensajes de texto de sus dientas.

Se hizo la manicura semanal y llegó a la reunión con quince minutos de antelación.

Le encantaba la tienda de novias, la dulce y femenina fragancia del ambiente, los resplandecientes escaparates, la caída y el brillo de los vestidos blancos de ceremonia.

Había creaciones elegantes y arriesgadas para las damas, una preciosa selección para las madres de las novias o los novios, y todo ello dispuesto con arte entre bellos y lujosos espacios donde tomar asiento, con unos vestidores espaciosos y provistos de distintos espejos.

*: Vanessa. -La propietaria de la tienda salió de detrás del mostrador-. Estamos preparadas para recibir a tu clienta. En el primer vestidor. Champán y pastelitos para la novia, su madre y sus dos amigas. Hemos separado cuatro vestidos para la primera prueba. Dijiste que fueran de color marfil, elaborados, con falda larga, vuelo y muchos brillos.

Ness: Así es nuestra chica. No le va la elegancia simple y tiene el tipo que se requiere para llevar un vestido importante. Mónica, como me sobra un ratito, me gustaría buscar algo que le fuera bien a Brittany.

Mónica dio unas palmadas.

Mónica: Estaba esperando que me dijeras eso.

Ness: Más moderno, pero con un cierto glamour años treinta. Quizá con una falda larga que arrastre un poco. Suelto, pero ajustado en la cintura -señaló el vestido que había en el escaparate de al lado-. No así exactamente, pero la idea va por ahí.

Mónica: Yo también dispongo de unos minutos. Vamos a inspeccionar.

Nada podía compararse, en opinión de Vanessa, al placer de contemplar vestidos de novia. Estudiar las líneas, los tonos, los detalles. Imaginar el conjunto. Y como Mónica tenía un ojo y una profesionalidad que ella respetaba, los diez minutos de que disponía fueron muy satisfactorios.

Ness: Esto es más o menos lo que quiero decir -tomó un vestido y lo examinó desde el escote hasta el dobladillo-. Pero quiero que el cuerpo tenga más personalidad. Brittany tiene el pecho pequeño. Por otro lado, está bien torneada, o sea que supongo que preferirá ir sin tirantes, o bien con un tirante muy fino, sobre todo teniendo en cuenta que su boda será en verano. Además, me gustaría un toque elegante y divertido en la espalda.

Mónica: ¡Espera! Nos queda uno así en la trastienda. La clienta cambió de idea. No habría debido, en mi opinión. Creo que esto podría ser lo que andas buscando. Vayamos a echarle un vistazo.

Mónica y Vanessa fueron a la trastienda, donde otros fantásticos vestidos de boda esperaban que una futura novia los aceptara o rechazara.

Se fijó en él antes de que Mónica lo cogiera. Vanessa vio a Brittany.

Ness: ¡Eso es! Oh, sí, exactamente eso. -Lo examinó por arriba, por abajo, por delante, por detrás, observando todos y cada uno de los detalles y los adornos-. Mónica, este está pensado para Brittany. Has vuelto a conseguirlo.

Mónica: Yo diría más bien «hemos». Este es fuera de serie.

Ness: También lo es Brittany. Estaba escrito. ¿Puedo llevármelo a casa para ver si le gusta?

Mónica: No tienes ni que pedirlo. Diré que te lo envuelvan.

Ness: Muchas gracias. Haré una llamada rápida antes de que llegue nuestra novia.

Mónica: Hay tiempo. Si llegan antes, nos encargaremos de que se sientan cómodas.

Vanessa sacó el móvil mientras Mónica salía de la trastienda.

Ness: ¿Señora G.? He encontrado el vestido de boda de Brittany. ¿Puede hacer los preparativos para esta noche? Lo es. Es absolutamente perfecto. Intentaré encontrar el tocado ya que estoy aquí. Tendrá que ser después de la reunión de las cinco. Gracias, señora Grady. Estaré en casa dentro de un par de horas.

Se metió el teléfono en el bolsillo y, después de soltar un último suspiro frente al vestido, salió para reunirse con su clienta.

Si mirar vestidos de boda era un placer, ayudar a una novia ansiosa a encontrar el suyo podía conllevar un gran peligro o una gran felicidad.

Hubo de todo un poco con Emily.

Emily: No quiero parecerme a las demás.

Emily rozó con las palmas las volátiles capas de tul.

Ness: Ninguna novia se parece a otra.

Los cuatro vestidos seleccionados habían sido rechazados tras probárselos, al igual que otra media docena más.

Y descorcharon la segunda botella de champán.

El problema de todo comité seleccionador, reflexionó Vanessa, era que no solía ser capaz de ponerse de acuerdo en nada, casi por principios. Lo que le gustaba a la novia no satisfacía a la madre. Lo que le gustaba a la madre desagradaba a alguna de las amigas.

Ness: Os diré lo que vamos a hacer. ¿Por qué no os tomáis un descanso? Nosotras nos llevaremos todo esto y vosotras os tomáis unos pastelitos y un poco más de champán. Os despejará la mente. Dadme cinco minutos -pensó que había dado con lo que buscaba y salió del vestidor para hacer corrillo con Mónica-. Necesitaríamos una sobrefalda de tul, siempre y cuando debajo haya mucho volumen y muchos brillos. Sigamos con el torso ajustado y ciñámonos a los brillos. A Emily no le va eso de ir sin tirantes o con el escote típico. He visto uno con un cuello halter de un tul muy delicado. Llevaba un motivo plateado, como si fuera una joya, entre los pechos, y creo que una media cola ribeteada en encaje.

Mónica: Ya sé cuál es -asintió con un mohín-. Puede que tengas razón. Diré que nos lo traigan con... otros dos que puedan encajar. Tengo uno con una falda recogida tan enorme que debajo podría esconderse todo un ejército.

Ness: Excelente. Uno de los problemas es que la madre quiere el blanco novia.

Mónica: La madre se equivoca. Con su tono de piel, Emily necesita la calidez del marfil. Se dará cuenta cuando encontremos el vestido adecuado.

Diez minutos después Vanessa ayudaba a abrochar la espalda del vestido de novia.

Ness: Que nadie diga una palabra. -Sonrió al hablar, pero la orden era firme-. Ni un solo comentario hasta que Emily se vuelva y juzgue por sí misma. Dejemos que por esta vez sea ella la primera en expresar sus pensamientos y sus impresiones.

Emily: Me parece bien. Me encanta la falda -sonrió con nerviosismo a Vanessa-. El encaje, el tul, la seda, el estampado de las flores y las cuentas. Pero había pensado en algo con más volumen, no sé si me explico.

Ness: Espera a ver el efecto final. Ahora. La espalda es fabulosa, por cierto. Bien, respira hondo, date la vuelta y mírate en los espejos.

Emily: Muy bien, allá vamos.

Emily se volvió y Vanessa pensó: bingo. Reconoció el asombro, la mirada de emotiva satisfacción, la conciencia y el cambio de lenguaje corporal de la novia cuando esta se enderezó con la cabeza alta.

Emily: ¡Oh, oh, miradme! Mirad esto. -Rozó con los dedos el flamante torso-. Me encanta el estilo halter, lo delicado que es, no como los tirantes.

*: No podrás llevar un collar -comentó una de sus amigas-.

Ness: Pero piensa en los pendientes que este vestido admite -intervino rápidamente-. Desde las dormilonas más sutiles hasta unos pendientes larguísimos. Y si de tocado llevas una tiara que vaya a juego con el maravilloso recamado en broche del cuerpo, resplandecerás desde lejos -basándose en su experiencia, observó la reacción de la madre y sonrió-. ¿Qué le parece, señora Kessler?

***: Creo que... es... Oh, Emmy.

Vanessa repartió pañuelos.

El tocado y los retoques llevaron una milésima parte del tiempo que habían dedicado a la elección. A petición de la novia, Vanessa se quedó para proponer los vestidos de ceremonia destinados al cortejo nupcial mientras aquella se sometía a la primera prueba.

Vanessa ajustó su horario y complació a las dos amigas, que sumaban un tercio de las damas de la novia, cuando se inclinó por unos elegantes vestidos sin mangas del color rojo a juego con las rosas que había elegido la novia.

Se despidió de su muy satisfecha clienta y se llevó de la tienda lo que esperaba que fuera el vestido de novia de su amiga.

**: Vanessa Hudgens.

Vanessa desvió la mirada y titubeó ligeramente.

Ness: Señora Efron. ¿Cómo está?

**: Muy bien. -Una suave brisa alborotaba el rebelde pelo anaranjado de Kay Efron cuando esta se bajó las gafas de montura verde con un dedo-. ¿Comprando un vestido?

Ness: No, en realidad se lo llevo a una amiga mía para ver si le gusta. Brittany Snow. Creo que la conoce.

Kay: Trajo el coche al taller para que Zac le hiciera la puesta a punto. Parece una buena chica. Se casa con tu hermano, ¿verdad?

Ness: Sí, el próximo verano.

Kay: Las otras dos con quienes trabajas también se casan.

Ness: Sí, Miley este diciembre, y Ashley en primavera.

Kay: Sales con mi hijo, ¿verdad?

La conexión directa entre las bodas y Zachary volvió a desconcertarla.

Ness: Hemos salido a cenar, pero... sí, supongo que sí.

Kay: Me apetece un café. Nos vemos ahí dentro.

Kay señaló una de las cafeterías que había en la calle principal.

Ness: Ah, gracias, pero en realidad tengo que...

Kay: Tendrías que ser capaz de dedicar diez minutos a tomar un café cuando alguien te lo pide.

Vanessa reconoció que acababan de darle una lección de modos.

Ness: Claro. Dejaré esto en el coche.

Kay: ¿Necesitas que te eche una mano?

Ness: No, no, gracias. Ya puedo yo.

Kay: Nos vemos dentro entonces.

¿De qué va esto ahora?, pensó Vanessa. Por otro lado, era ridículo ponerse nerviosa por tomar una taza de café con una mujer tan agradable solo porque esta mujer fuera la madre de un hombre que era su...

Fuera lo que fuese Zachary para ella.

Metió el vestido en el coche, cerró con llave y consultó el reloj. Disponía de unos veinte minutos. ¿Qué podía pasar duran¬te los veinte minutos que durara el café?

Entró en la cafetería y se dirigió a la mesa de la señora Efron, que ya estaba hablando con la camarera.

Kay: Aquí hacen unos pasteles muy buenos. He pedido uno de manzana.

Ness: Para mí un café solo, gracias -dijo sentándose delante de la madre de Zachary-. ¿Tiene el día libre?

Kay: La tarde. Tenía que resolver unos asuntos -se apoyó en el respaldo-. Mi hijo tiene buen ojo para las mujeres guapas, pero no es estúpido.

Ness: Ah... Me alegro de eso.

Kay: Vi que a ti te echaba el ojo la primera vez que apareciste en el taller. Le llevó mucho tiempo decidirse, por eso digo que no es estúpido. Está claro que tú tampoco lo eres.

Vanessa se quedó pensativa.

Ness: No se me ocurre qué decir, salvo que no, no lo soy.

Kay: Lo que ocurre es que eres de una clase muy diferente a la que estamos acostumbrados.

Ness: No estoy segura de a qué se refiere.

Kay: A ver si voy a pensar que eres estúpida. Eres una Hudgens, con el nombre, la posición y la fortuna de los Hudgens. No saques a relucir tu orgullo -la advirtió cuando la camarera les trajo el pastel y el café-. No he terminado. Actúas como una Hudgens, y con eso quiero decir que actúas como se espera de tu educación. Tus padres eran buenas personas que no hacían alarde de ese nombre, de su posición o de su dinero. Que no se lo restregaban a nadie por la cara. Trabajé en algunas de las fiestas que daban cuando eras pequeña. En mi opinión, puedes ver cómo es una persona fijándote en cómo trata a sus empleados.

Perpleja, Vanessa añadió crema de leche a su café.

Kay: Tu hermano también me gusta, aunque ni él ni sus amigos me dejen participar en sus partidas de póquer solo porque soy una mujer.

Al oír la carcajada de Vanessa, Kay sonrió y Vanessa reconoció a Zachary.

Ness: Si lo pregunta, le diré que Drew y yo somos conscientes de eso y que valoramos los privilegios con los que nacimos.

Kay: De eso ya me he dado cuenta. No estás precisamente mano sobre mano, ¿eh? Sabes trabajar y construir algo por ti misma, para ti y para los que vengan detrás de ti. Bravo por tus padres y por ti también.

Ness: Eso que ha dicho es precioso.

Kay: Precioso o no, es como lo veo. Si Zac te ha echado el ojo, ha sido por ti. No por lo que tiene que ver contigo: el nombre, la posición o el dinero -enarcó una ceja al detectar un destello momentáneo en sus ojos-. Ahora acabas de contestar la única pregunta que tenía que hacerte. Ya sabes lo que mi hijo pretende, o sea que podía haberme ahorrado el sermón. Bien, ha llegado el momento de disfrutar del pastel.

Ness: Señora Efron...

Kay: Creo que después de esto puedes llamarme Kay. O mami Efron, si lo prefieres.

Ness: Si pensara que Zachary había echado el ojo a las ventajas de ser una Hudgens, yo...

Kay: Le habrías dado el pasaporte. Yo tampoco soy estúpida.

Ness: ¿Os dedicáis siempre a interrumpir a los demás en mitad de una frase?

Kay: Terrible costumbre -volvió a sonreír-. ¿Te apetece un trozo de pastel? Está de muerte.

Vanessa iba a rechazar, pero tomó el otro tenedor que había dejado la camarera y pinchó un trocito.

Ness: Tienes razón. Está de muerte.

Kay: Odio equivocarme. Zac lo pasó muy mal de pequeño -prosiguió-. En parte por mi culpa y quizá por eso odio equivocarme. Pero en parte también por cómo nos vinieron dadas. Ahora bien, no se hundió por eso. Creo que usó eso mismo para convertirse en alguien, para demostrar algo. Tiene defectos, y soy la primera en darme cuenta, pero es un buen chico. Supongo que podría ser peor, y supongo que no podría ser mejor.

Vanessa no pudo evitar sonreír.

Ness: A ti también te quiere. Y eso se nota. Es una de las cosas que encuentro más atractivas de él.

Kay: Nunca me ha decepcionado, eso tengo que decirlo. Ni una sola vez, jamás. Un domingo al mes nos reunimos en casa para cenar. Ven la próxima vez. Le diré a Zac que quede contigo.

Ness: Yo... Me gustaría mucho.

Kay: No soy Maureen Grady en la cocina, pero no te envenenaré. Toma un poco más de pastel.

Vanessa volvió a empuñar el tenedor y comió otro trozo de pastel.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Conociendo a su suegra... me encanto��

Lu dijo...

Ay que lindo! Al principio me asuste cuando conocio a su futura suegra pero despues todo salio bien.
Amo esta nove!!


Sube pronto :)

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