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martes, 17 de septiembre de 2013

Capítulo 4


William sintió una punzada de inquietud al ver que los faros del coche de Miley no aparecían tras los suyos. Dio la vuelta a la manzana. Su coche aún seguía allí. Ella, no.

¿Dónde demonios se había metido? William no podía verla desde su coche, de modo que aparcó y salió con intención de buscarla. El instinto le decía que algo iba mal. Rodeó la casa Daniels y vio que el cobertizo del fondo estaba en llamas. Echó a correr y gritó:

Will: ¡Mile!

Buscó una manguera y la abrió del todo; luego avanzó y empezó a rociar con agua el edificio en llamas. Al acercarse a la puerta abierta, el humo lo envolvió, haciéndole daño en los ojos. Entrecerró los párpados y vio algo en el suelo. Unas piernas... Un cuerpo...

Will: ¡Mile! -frenético, la roció de agua como medida de precaución-. ¿Puedes oírme?

Ella no contestó. No hizo ningún ruido. No se movió. Sintiendo una opresión en el pecho, William dirigió el chorro de agua hacia las llamas que se acercaban al cuerpo inerte de Mile. Contuvo el aliento al aproximarse a ella. Pero ella estaba tan quieta que Will temió que el humo la hubiera matado. Mientras apagaba las últimas llamas, enganchó la mano libre en la cinturilla de los pantalones de ella y la arrastró fuera del cobertizo. Luego tiró la manguera y se agachó en el suelo, junto a ella.

¿Respiraba? De su pelo mojado caían chorros de agua sobre su frente y sus mejillas. William puso una mano detrás de su cuello y la incorporó. La boca de Mile se abrió. Él acercó su cara a la de ella. El roce leve de su aliento en la piel lo convenció de que estaba viva.

Will: Mile, despierta -dijo, zarandeándola suavemente-.

Ella gimió de pronto y sus ojos se abrieron.

Miley: Will -musitó, y su tono y su expresión le hicieron pensar que se alegraba de verlo-. Gracias a Dios que eres tú.

William se sentía exactamente del mismo modo. Antes de que pudiera pensarlo, la besó suavemente en los labios. Los de ella se abrieron ligeramente. Una invitación a la que Will no podía resistirse. Deslizó un brazo bajo la espalda de Mile y la incorporó de modo que quedaron sentados frente a frente. Ella se removió y le rodeó el cuello con los brazos. Esta vez, cuando sus labios se encontraron, también se encontraron sus vidas. Y la de Will hizo implosión.

Olvidándose de todo salvo de la mujer que tenía entre sus brazos, la besó dulce y apasionadamente, como siempre había soñado. Porque había soñado con tener a Miley Cyrus en sus brazos, en su cama, más veces de las que estaba dispuesto a admitir. Su pulso vibraba, su sangre fluía más aprisa, su corazón palpitaba como un tambor, retumbando en su cabeza. La deseaba muchísimo, y Mile se aferraba a él como si fuera un salvavidas.

Will no supo cuánto tiempo permanecieron entrelazados, pero la humedad de la ropa de ella penetró finalmente en la suya, haciéndolo volver en sí. Se apartó de ella. ¿En qué estaba pensando? El asesino podía estar allí, vigilando, esperando una oportunidad para rematar el trabajo.

Will agudizó el oído y miró a su alrededor, pero no oyó nada ni distinguió movimiento alguno, ni siquiera en el interior de la casa. Nadie parecía haber notado lo que ocurría fuera. Mile balbuceó avergonzada:

Miley: Mi pistola. Se me cayó en el cobertizo.

Will: Iré por ella.

Miley: Y la linterna también.

Segundos después, Will le devolvió ambas cosas.

Will: ¿Cómo empezó el fuego? ¿Por qué estabas aquí?

Miley: Vi que algo se movía al fondo del jardín y vine a investigar.

Will: ¿Sin refuerzos?

Ella no le hizo caso.

Miley: Olí a gasolina y luego alguien me golpeó -se frotó la parte de atrás de la cabeza-. Será mejor que informemos.

Will: Sí -mientras sacaba su radio, ella intentó levantarse. Él la agarró del brazo para detenerla-. Eh, estate quieta. Espera a que llegue la ambulancia.

Miley: Estoy bien.

Will: Hazme caso.

Miley: No necesito ninguna ambulancia.

Will: Pues va a venir una de todos modos. Podrías tener una conmoción cerebral. ¿Qué tal tu cabeza?

Miley: Me duele.

Will: Ya me lo imagino.

Mientras William llamaba a comisaría, ella permaneció sentada en silencio, encendió la linterna y la movió a su alrededor. No vio ni rastro de la persona que la había atacado, pero en el suelo, cerca de ella, distinguió un bulto y se lo indicó a William en cuanto él apagó la radio.

Will: Ya lo veo -tomó la linterna y se acercó para inspeccionar más de cerca aquel objeto. Un amasijo negro de plumas-. Sí, es uno de esos amuletos vudús, como los que recibieron Daniels y Sally.

Miley: Y Tony Fortune.

Will: Habrá que avisar a la señorita Lulú.

Miley: Si es que era para ella.

Will: ¿Qué quieres decir?

El modo en que lo miraba Mile hizo que se le helara la sangre en las venas.

Miley: ¿Y si iba dirigido a mí? -musitó-.

William sintió una punzada de pánico al pensar que Mile pudiera estar amenazada de muerte.


Miley se sentía enloquecida por haber cedido a lo que sentía por Will. ¿En qué estaba pensando? ¿Por qué lo había besado así?

Las autoridades llegaron tan rápidamente que no tuvo tiempo de meditar acerca de la vergüenza que sentía. La siguiente media hora transcurrió entre una cacofonía de preguntas formuladas primero por el agente uniformado que hizo el atestado, luego por el investigador de la escena del crimen, después por los sanitarios y finalmente, una vez alertados los moradores de la casa, también por la señorita Lulú.

Mientras a Miley le tomaban la tensión por tercera vez, la señorita Lulú gimió:

Lulú: Ahora el asesino vudú va a por mí.

Y Miley sintió que el estómago se le encogía.

Un agente escoltó a la viuda de regreso a la casa, diciendo:

Agente: Tal vez debería avisar a alguien para que pase la noche con usted, señora.

Lulú: ¡Exijo protección policial!

Por lo menos Harris no había aparecido, pensó Miley, aliviada. De algún modo logró pasar el mal trago, y no gracias a Will, que revoloteaba a su alrededor sin descanso, crispándole los nervios.

Will: La detective Cyrus debería ir al hospital, ¿no? -le preguntó a uno de los sanitarios-.

Miley dijo:

Miley: Nada de hospitales.

Will: Tú no eres médico -se volvió hacia el joven, que estaba recogiendo sus cosas-. ¿Usted qué opina?

**: No hay síntomas de conmoción. Puede irse a casa, pero no debe conducir. Y alguien tiene que despertarla cada hora para comprobar que está bien.

Will: Pero en casa no tienes a nadie -le dijo a Miley-.

Miley: Ya encontraré a alguien.

Él apenas esperó a que se cerrara la puerta de la ambulancia.

Will: Puedes dejar tu coche aquí hasta mañana. Yo te llevaré a casa.

Miley: Pero...

Antes de que ella pudiera acabar, Will añadió:

Will: Dame una alternativa. ¿A quién quieres avisar a estas horas? ¿A tu madre? ¿A tu hermana?

Miley: A una amiga.

Él sacó su móvil.

Will: Dime su nombre y su número.

Miley, que no quería involucrar a sus amigos en aquel lío, cedió al fin.

Miley: Está bien, llévame a casa.

Estaba segura de que se arrepentiría de aquella decisión, pero no comprendió hasta qué punto, hasta un cuarto de hora después, cuando se hallaron en el muelle de la calle Canal, en la cola para tomar el ferry. Dándose cuenta de dónde pensaba llevarla Will, Miley se puso tensa.

Miley: Yo no vivo a este lado del Mississippi.

Will: Lo sé.

Miley: Pensaba que ibas a llevarme a casa.

Will: Y eso voy a hacer. A la mía. A Algiers Point.

Ella se quedó muda por primera vez en su vida. Will iba a llevarla a su casa, y ella no podía hacer gran cosa al respecto. Y, en realidad; tampoco quería hacerla.

Will: ¿Qué tal te sientes, querida?

Miley: Un poco cansada -admitió-.

Will: Podemos quedarnos aquí sentados, en el coche, y relajarnos -dijo mientras entraban en el ferry-. Cierra los ojos y descansa. Yo te vigilaré.

Ella no deseaba admitir delante de él que estaba asustada. Con los años se había ido acostumbrando al miedo. Por muy bien entrenada que estuviera, siendo policía nunca sabía cuándo un sospechoso podía volverse contra ella y herirla en un forcejeo. Así había muerto su padre. Pero ese miedo era distinto. Ella era capaz de sublimarlo, porque no era personal. Este, en cambio, sí lo era. Alguien había intentando matarla a ella. El o la que había encendido aquella cerilla no lo había hecho en defensa propia. De pronto, le pareció inevitable que el asesinó vudú intentara matarla otra vez.

Estremeciéndose, cruzó los brazos como si así pudiera contener su miedo y evitar que Will lo notara. Él siempre decía que olía el miedo en un sospechoso a un kilómetro de distancia, así que ¿por qué no iba a olerlo en ella? Tal vez ya lo hubiera hecho y por eso se mostraba tan amable e insistía en cuidarla.

Miley se removió, inquieta. Ella quería de Will algo más que amabilidad. Quería su respeto. Y también quería que la abrazara, que la besara, que...

El golpe que le habían dado en la cabeza la hacía sentirse débil, pero por la mañana se encontraría bien, pensó esperanzada.

Will: Descansa tranquila; querida -murmuró acariciándole suavemente la mejilla-.

Ella se negó a abrir los ojos y tragó saliva. Pero su mente la traicionaba. No podía evitar que los recuerdos la persiguieran: el recuerdo de cuánto había deseado siempre a Will, y, sobre todo, de cómo había terminado su relación de trabajo.




Por el número de visitas y por el número de comentarios, intuyo que no os gusta mucho esta segunda parte.
Pero por lo que queda de novela, no la voy a cortar. Así que os aguantáis XD. No os preocupéis, que la próxima seguro que os encanta.
Y si me equivoco y os gusta la novela, ¡pues decídmelo! XD

¡Comentad!
¡Un besi!


1 comentarios:

Unknown dijo...

A mi me gusta la nove.


Y este capitulo..wow! Intuyo que es la misma persona que golpeo a ness y que la metio adentro de la cripta.

Espero que subass prontoo :)

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