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martes, 24 de septiembre de 2013

Capítulo 6


Miley se abrió paso trabajosamente hasta un estado de vigilia y al instante se arrepintió de ello, al verse rodeada por una mosquitera... y por Will. Él tenía el brazo apoyado sobre su cintura.

Espantada, recordó cómo había acabado en la cama de Will y cómo él la había despertado cada hora para asegurarse de que estaba bien. Estaba perfectamente gracias a él. Pero la luz fría de la mañana llevaba consigo un poco de sentido común. ¿Acaso había perdido el juicio? ¿Por qué se había acostado con William Hemsworth?

Salió sigilosamente de la cama para no despertarlo, se vistió en el cuarto de estar y se acercó de puntillas a la puerta. Allí dudó. ¿Debía despertarlo, decirle que se iba? ¿Y si no la dejaba irse, y si volvía a seducirla y la llevaba de vuelta a la cama? Le flaquearon las piernas al pensarlo y escapó. Necesitaba estar sola. Necesitaba tiempo para pensar en lo ocurrido. Ellos siempre habían tenido formas distintas de hacer las cosas, y no estaba segura de ser capaz de aceptar el modo de hacerlas de Will.

Recorrió a buen paso el camino que habían hecho en coche la noche anterior. Al acercarse al río, vio un taxi y le hizo señas. Pensando en ir a buscar su coche, masculló:

Miley: Al distrito de Garden.

Y procuró relajarse recostándose en el asiento de atrás.

Sabía que Harris tenía el día libre y decidió hacer algunas investigaciones aprovechando su ausencia. Estaba segura de que Will querría acompañarla, pero ella no quería esperar a que él saliera de trabajar esa noche. No, a decir verdad, ése no era el problema. Ignoraba si quería pasar más tiempo en su compañía hasta que tuviera las cosas claras.

Una vez en casa, se duchó rápidamente y se lavó el pelo, dándose cuenta de que, mientras tanto, esperaba oír sonar el teléfono. Pero no sonó. ¿Estaría durmiendo Will? Recordando el ajetreo que habían tenido toda la noche, concluyó que probablemente sí. En parte se alegró; pero otra parte de ella se sintió desilusionada porque él ni siquiera hubiera notado que se había ido de su cama.

Tras tomar un desayuno apresurado, se pasó por la comisaría y luego se dirigió a la tienda de Odette. El local se encontraba en una zona muy concurrida del Barrio Francés, y ese día los turistas habían salido en manada. Sin embargo, la tienda estaba vacía cuando Miley entró.

Vestida con una túnica amplia púrpura y azul, con sus diminutas trenzas enrolladas alrededor de la cabeza formando un intrincado dibujo, la sacerdotisa en persona se hallaba sentada tras el mostrador de los cosméticos. Al oír sonar la campanilla de la puerta, alzó la mirada del gran libro de tapas de cuero que estaba leyendo y al instante lo guardó. Miley pensó que su amiga de la infancia no parecía muy contenta de verla. La expresión de Odette era distante, casi desconfiada.

Odette: ¿Qué puedo hacer por ti, Miley?

Nada de cumplidos, de modo que tampoco quedaba espacio para evasivas.

Miley: Puedes decirme la verdad.

Odette: ¿Qué verdad es ésa?

Miley: Sobre el asesino vudú. Tú sabes tan bien como yo que David Efron es inocente. La muerte de Tony Fortune lo demuestra.

Odette: Sí. Pero ¿por qué no han soltado a David?

Miley: Una formalidad -mintió-. ¿Qué me dices de la gente que solía asistir a tus ceremonias? ¿Hasta qué punto los conoces? ¿Crees que uno de ellos podría ser el asesino?

Miley percibió un movimiento y miró hacia la parte de atrás de la tienda, una sala pintada de rojo y oro y dedicada al vudú. Mandy Gray estaba atareada allí, guardando mercancías en una vitrina de cristal, pero Miley se dio cuenta de que la nueva ayudante de Odette estaba escuchándolas. Veía una expresión de desaprobación en el rostro de la mujer.

Odette: Esperas mucho de mí, Miley.

Miley: No creo que quieras ver morir a nadie más. Nunca he sospechado de ti -añadió por si su vieja amiga tenía alguna duda. Odette asintió, sacó un mazo de cartas del tarot y le indicó a Miley que lo cortara. Ella dudó-. ¿Crees que encontrarás la respuesta en esa baraja? Si es así, los detectives perdemos el tiempo yendo por ahí y haciendo preguntas cuando un adivino podría darnos todas las respuestas.

Odette esbozó una sonrisa irónica.

Odette: No todos los adivinos tienen la misma habilidad que yo para interpretar las cartas -esperó a que Miley hiciera el siguiente movimiento. Esta apretó la mandíbula, cortó el mazo de cartas y la sacerdotisa vudú empezó a colocar seis cartas sobre el mostrador-. El asesino nació en el descenso de la luz a la oscuridad -entonó. Miley miró fijamente las cartas: el Ahorcado, el cinco de espadas, la Fortuna, el diez de picas, la dama de espadas y el cinco de copas-. El asesino es listo, un maestro del disfraz, se esconde para que no lo reconozcan.

Impaciente, Miley dijo:

Miley: Dime algo que no sepa.

Tras tomarse un momento para contemplar las cartas, Odette la miró a los ojos:

Odette: El asesino -dijo finalmente- es el que tiene más que ganar.

Miley suspiró.

Miley: Apropiadamente críptico.

¿Y qué esperaba?

Odette: El tarot no es una ciencia exacta.

El tarot no era una ciencia de ninguna clase, pero Miley no iba a decírselo. Odette ya estaba bastante irritada. Sería mejor halagarla un poco.

Miley: El que tiene más que ganar -repitió en voz alta-. Eso podría significar cualquier cosa.

Odette: El diez de picas indica riqueza.

Miley: El dinero siempre es un posible móvil para el asesinato. Pero ¿quién obtendría beneficio económico de las muertes de esas personas del grupo vudú?

Odette: De eso no tienes que preocuparte más.

Miley: Tengo que preocuparme. Es mi trabajo. Y encontrar al verdadero asesino.

Odette: Yo me aseguraré de que el asesino se detenga. Con la ayuda de los Loa.

Miley miró fijamente a la sacerdotisa. Odette hablaba en serio. Creía que podía hacerlo. Miley sintió que se le erizaba la piel de los brazos. Tal vez Odette pudiera impedir futuros asesinatos..., si era que el vudú funcionaba de veras.

Miley: Tengo entendido que estás preparando una ceremonia.

Odette: Será mañana por la noche -admitió-. La noche de san Juan tiene poderosas virtudes mágicas. Mañana por la noche todo estará resuelto.

Una tos procedente del cuarto dedicado al vudú hizo que Miley girara la cabeza a tiempo de ver a Mandy escabullirse por la salida de atrás. Al parecer, algo la había molestado. Debía de ser una creyente.

Miley sintió un escalofrío en la espalda y se preguntó hasta qué punto creía ella también.


Will estaba rellenando el papeleo de una detención cuando Mile entró en la comisaría. Al verlo, le dirigió un breve saludo con la mano, como si su relación no hubiera dado un giro de ciento ochenta grados la noche anterior, y enseguida se fue a su mesa. Él decidió concederle cinco minutos, pero Miley ni siquiera lo miró.

¿Qué esperaba, después de que ella se largara esa mañana sin siquiera despertarlo? Enfadado porque ella fuera capaz de actuar como si no hubiera pasado nada, decidió que él también podía jugar a aquel juego y se acercó a su mesa.

Will: ¿Alguna noticia? -preguntó en voz baja, con tono impersonal-.

Miley: Esta mañana le hice una visita a Odette. Las cartas del tarot le han dicho que el asesino es el que más tiene que ganar.

Parecía indiferente, pero William sentía gran respeto por las artes paranormales. Casi todos los que las practicaban no eran más que unos charlatanes. En Nueva Orleáns, había montones de personas que se ganaban la vida procurando a los turistas emociones de las que pudieran hablar cuando volvieran a casa. Pero Odette LaFantary era otra cosa. Ella tenía fama de ser auténtica.

Will: “El que tiene más que ganar”. Podía ser la señorita Lulú, que va a heredar la fortuna de Daniels -había llamado a Zac la noche anterior, después de que Mile se quedara dormida, se preguntó si su medio hermano habría hecho algún progreso con los hijastros de la señorita Lulú-. Pero no creo que debamos descartar todavía a Helen Giles o a Lisa Collins.

Miley: Yo no estoy descartando a nadie.

Will: ¿Ah, no? -a él parecía haberlo descartado muy pronto-. ¿Y si empezamos por Lisa? ¿Después del trabajo?

Ella dudó. ¿Sería porque no quería trabajar con él?, se preguntó William. ¿O porque se arrepentía de lo de la noche anterior? Procurando que ella no notara su irritación, adoptó la expresión neutra que había desarrollado desde muy niño. Protección emocional. Por fin ella asintió, y él dijo que la recogería en su casa a la hora acordada. Regresó a sus papeles y procuró quitarse a Mile de la cabeza el resto del día. Pero no lo logró.


Cuando llegaron a casa de Lisa Collins, el sol se había puesto y William tenía los nervios de punta.

Y, por la tensión que parecía emanar de ella, le pareció que a Miley le pasaba lo mismo. Entraron por una abertura de la valla en un patio interior y buscaron el apartamento. William llamó a la puerta. Dentro se oyó un estruendo que le hizo pensar que otro asistente a las ceremonias vudús se encontraba en apuros. A fin de cuentas, Lisa también había recibido un amuleto maléfico. William sacó su pistola.

Will: ¡Policía! ¡Abran!

Unos segundos después, la puerta se abrió y apareció Lisa, atemorizada y con aspecto de haber estado tirándose del cabello. Y destrozando su apartamento, a juzgar por el desorden que se veía a su espalda. Por todas partes había cojines tirados y revistas destrozadas, y en el suelo había un jarrón hecho añicos.

Lisa: Ya tengo suficientes problemas -masculló dándoles la espalda-.

Miley: ¿Qué ocurre? -preguntó entrando en el apartamento-. ¿Qué ha pasado aquí?

Lisa sacó el cajón de una mesa y volcó encima de ella su contenido.

Lisa: ¡Tengo que encontrarlo!

Empezó a rebuscar entre aquella maraña de objetos sin dejar de protestar.

Will: ¿Tiene algo que ver con los asesinatos?

Lisa: ¿Asesinatos? -alzó la mirada-. ¡No! El hechizo de Odette para atraer la buena suerte dio resultado. Compré un billete de lotería premiado y ahora no sé dónde demonios lo he puesto -sacó otro cajón y empezó a rebuscar en su interior-. Ese billete vale casi cuatro mil dólares y, créanme, me vendría muy bien ese dinero.

William se llevó a Mile a un lado.

Will: Creo que de aquí no sacaremos nada claro esta noche.

Miley: Tal vez deberíamos ir a casa de Helen.

Al menos estaban de acuerdo en algo. William le deseó a Lisa buena suerte y Mile le dijo que se pasarían a verla en otro momento.

Lisa no pareció oírlos, ni notar que se iban.

Will: Esperemos que Helen Giles nos sea de más ayuda.

Odiaba tener que molestar a la anciana después de la muerte de su hermana Sally, y de camino a su casa procuró armarse de valor. Pero no tenía que preocuparse por molestarla.

Helen pareció muy contenta de verlos y se mostró habladora, como si le agradara tener compañía.

Helen: ¿Puedo ofrecerles algo de beber? -preguntó después de que se sentaran en su barroco salón-. ¿Limonada, quizá?

Will: Nada. Solo queremos hablar con usted de los asesinatos, por si recuerda algo que pueda ayudarnos a atrapar al asesino.

Helen: Sabía que no era David Efron, ese joven tan agradable. Pero creo que a partir de mañana por la noche ya no tendremos que preocuparnos más de este asunto.

Miley: ¿Lo dice por la ceremonia vudú?

Helen asintió.

Helen: Los hechizos de Odette son tan poderosos... Pueden hacer andar a los que van en silla de ruedas, ayudar a ganar la lotería, conectar con el pasado...

Miley: Nosotros no podemos dejar esto en manos del azar. Antes de su muerte, Sally llamó a Brittany Snow y le dijo qué sabía algo sobre el asesinato de Daniels, pero su hermana fue asesinada antes de que Brittany hablara con ella. ¿Tuvo Sally ocasión de hablar con usted de lo que se proponía contarle a Brittany?

Helen alzó sus cejas pintadas y dijo de mala gana:

Helen: Sally confiaba más en su diario que en su propia hermana.

Miley: ¿Su diario? -repitió-. No había mencionado usted ningún diario hasta ahora.

Helen: Oh, sí que lo hice. Se lo dije al detective Harris, pero no pareció interesado.

Harris otra vez.

Will: A nosotros sí que nos interesa, Helen. ¿Podríamos echarle un vistazo?

Helen: Claro.

Unos minutos después, Mile y William se pusieron a revisar el diario con las cabezas muy juntas. A William le costaba concentrarse en el contenido del diario. Notaba demasiado la presencia de Mile y los recuerdos de la noche anterior le asaltaban continuamente. Se preguntaba cómo acabaría esa noche. Entonces ella masculló:

Miley: Esto es muy raro. Mira, justo después de la muerte de Janet Phillipp, Sally escribió: «Lástima que la hija de Janet no crea que el grupo vudú ayudó mucho a su madre. Se siente estafada».

William sintió que se le ponía el pelo de punta.

Sabía que Janet Phillipp, muerta por causas naturales un mes antes, había sido uno de los primeros miembros del grupo vudú. Luego, uno a uno, los otros miembros del grupo habían empezado a morir. Él no creía en las coincidencias.

Will: La hija de Janet -repitió-. Nunca había oído hablar de ella.

Miley: Yo tampoco. ¿Y usted, Helen?

La anciana sacudió la cabeza y sus rizos plateados se agitaron.

Helen: Janet no se llevaba bien con la chica. Su hija decía que no creía en el vudú, que todo eso no eran más que patrañas. No creo que Sally llegara a conocerla. Seguramente estaba repitiendo algo que le dijo la propia Janet.

Miley: Entonces, ¿su hija nunca asistió a las ceremonias de Odette?

Helen: No, que yo sepa.

¿Otro callejón sin salida?


Después de la visita a Helen Giles, Miley se halló de nuevo en el coche, con Will al volante.

Miley: Esta vez me llevarás a mi casa, ¿no?

Will: Si eso es lo que quieres -al ver que ella no respondía, añadió-: Creo que deberíamos añadir a la hija de Janet a la lista de sospechosos. Habrá que averiguar su nombre, para empezar.

Miley: Puede que Odette sepa quién es -sacó su teléfono y marcó, pero le salió el buzón de voz de Odette. Dejó un mensaje y luego dijo-: En fin, supongo que ya es suficiente por hoy.

Will: Si eso es lo que quieres -repitió-.

Ella sintió un cosquilleo en el estómago. ¿Cómo podía responder a las insinuaciones de Will? Él no la engañaba. Llevaba todo el día haciéndose el duro. Al principio, a ella le había irritado que fuera capaz de actuar con normalidad, como si nada hubiera pasado entre ellos. Luego se había dado cuenta de que estaba tomando ejemplo de ella. Eso estaba bien, se decía ella. No, estaba muy bien. Era un alivio. Nada de presión. Así tendría tiempo para pensar.

Will: Mile, tenemos que hablar.

Miley: Si tuviéramos algo concreto... -dijo a pesar de que sabía que él no se refería al caso. Sin embargo, necesitaba mantener la distancia-. Tal vez si Odette me llama y me da el nombre de esa mujer, y Zac averigua algo del clan de los Daniels...

Le pareció notar que Will chirriaba los dientes, pero por suerte él no volvió a hacer ninguna referencia a lo ocurrido. Permaneció en silencio el resto del camino. Cuando llegaron a su casa, Miley saltó del coche diciendo:

Miley: Avísame si te enteras de algo. Yo haré lo mismo.

Will murmuró algo y salió del coche. Oh oh. Desalentada, Miley se puso rígida y echó a andar por el caminito que llevaba a la casa que compartía con su madre, quien en ese momento estaba fuera de la ciudad, visitando a su hermana. Seguramente Will no se empeñaría en entrar.

Will: Eh, ¿qué es eso?

Ella siguió su mirada y vio en el porche una bonita caja forrada de lentejuelas cuyas cuencas relucían seductoramente bajo la suave luz del porche.

Miley: Odette vende esas cajas en su tienda. Esta mañana estuvo muy fría conmigo. A lo mejor ha traído esto para disculparse.

Miley extendió las manos hacia la caja, pero oyó sobresaltada que Will gritaba:

Will: ¡No!

Y se la quitaba de las manos.

Miley: Eh, ¿por qué has hecho eso?

Antes de que él pudiera responder, la tapa de la caja se abrió de pronto. Will dejó escapar un gemido y tiró la caja. Miley vio el destello de algo que se movía.

¡Otra serpiente!

Con el corazón acelerado, Miley apenas vio a la víbora antes de que ésta se alejara reptando.

Miley: Odette usa serpientes en sus ceremonias. Esta era una víbora cabeza de cobre -se volvió hacia Will y se dio cuenta de que él se estaba sujetando la mano-. ¡Oh, no! ¡Te ha mordido!

Will: Sí, ya me he dado cuenta.

Aunque la mordedura de una cabeza de cobre no era mortal si se trataba a tiempo, Miley sintió una oleada de pánico. Si algo le pasaba a Will... No podía soportar aquella idea.

Will: Justo lo que me hacía falta -se quejó como si no estuviera preocupado-. Un viajecito a la sala de urgencias.

Quizá solo estuviera intentando no asustarla.

Miley: No puedes ir solo.

Will: ¿Por qué no?

Miley: No te hagas el héroe. Y estate quieto. No muevas el brazo -dijo flexionándole el codo y apretándoselo contra el pecho-.

Will: ¿Eres una experta en serpientes?

Miley: Aprendí unas cuantas cosas cuando iba de campamento de pequeña -masculló mientras empezaba a quitarle el cinturón-.

Will: Ejem, ¿no te parece que éste no es lugar apropiado, querida?

Will: No te hagas ilusiones -le sacó el cinturón, luego se quitó el suyo y los abrochó unidos. A continuación los utilizó para inmovilizarle el brazo contra el pecho-. Ya está -dijo, y respiró hondo-. Dame las llaves del coche.

Will no dijo nada y se sentó dócilmente en el asiento del pasajero. Miley se preguntó si el hecho de que Will aceptara órdenes de ella no sería motivo de preocupación. Le temblaba la mano cuando encendió el motor, y sintió una incómoda opresión en el pecho. Pero seguramente Will se pondría bien.

Se dirigió directamente hacia el hospital más cercano. Mientras conducía, charlaba con Will de cosas insignificantes para asegurarse de que estaba bien. Cinco minutos después, estaban en la sala de urgencias y él se hallaba en buenas manos, de modo que Miley pudo respirar más tranquila.

Mientras atendían a Will, ella llamó para informar del incidente y le dijo al sargento de guardia que mandara a alguien a recoger la caja, que seguía en su porche. Luego comprobó su buzón de voz para ver si Odette le había dejado algún mensaje, pero se llevó una desilusión. Intentó hablar de nuevo con Odette y le dejó otro mensaje urgente.

¿Y si la caja procedía de la tienda de Odette? ¿Y si la serpiente le pertenecía a ella? Harris había sospechado de la sacerdotisa hasta que había fijado su atención en David, pero Miley nunca había creído que su vieja amiga fuera capaz de matar a nadie. ¿Se habría equivocado?

Cuando el agente encargado del servicio llegó al hospital, le dijo que había registrado los alrededores de su casa, pero que no había encontrado la caja. Bueno, pensó Miley, o alguien que pasaba por allí se la había quedado, o el asesino los había estado vigilando y se había llevado la prueba del delito.

De pronto comprendió lo que significaba aquel incidente. Will no era el objetivo del asesino. Era ella. Se le quedó la boca seca y el pulso se le aceleró. El asesino vudú iba tras ella otra vez. ¿Por qué? ¿Porque estaba investigando el caso? Pero ¿por qué no iba por Harris? El mensaje estaba claro: el asesino estaba intentando matarla porque ella no seguía la misma línea de investigación que Harris. Porque se estaba acercando demasiado. Pero ¿a quién? ¿A Odette?

**: Perdone, ¿la detective Cyrus?

Miley: Sí -se levantó de la silla y se acercó a la enfermera-. ¿Will está...? ¿El agente Hemsworth está bien?

**: Sí, está bien, pero el médico quiere que pase aquí la noche, en observación.

Miley respiró hondo y sintió que la presión de su pecho se disipaba.

Miley: ¿Puedo verlo?

**: Desde luego.

Will era el único paciente de una habitación semiprivada. Miley se quedó en la puerta y dejó que el agente le tomara declaración primero. Will la miraba de cuando en cuando, y Miley se sentía enferma al verlo en la cama, tan desvalido, con un brazo vendado y el otro conectado al suero. Esperó hasta que la enfermera le tomó las constantes vitales antes de entrar en la habitación.

Will: Pareces cansada, querida -dijo en tono más íntimo del que había usado durante toda la noche-. Deberías irte a casa y dormir un poco.

Miley: Todavía no.

Miley se sentía culpable porque a Will le hubiera mordido una serpiente que iba dirigida a ella, y sabía que no podía dejarlo solo. No quería enfrentarse a las otras emociones que se agitaban dentro de ella. Había sentido un peso aplastante en el pecho al ver la víbora, un peso que iba más allá del miedo por un amigo. Era hora de admitir que nunca había superado lo que sentía por Will.

Miley: Tú sí que pareces cansado -dijo, acercando una silla a la cama-. Me sentaré aquí un momento mientras cierras los ojos y te duermes.

Él cerró los ojos, sonriendo, y murmuró:

Will: Cada vez que me duermo, sueño contigo.

Ella sintió un estremecimiento.

Miley: Eres un adulador.

¿Le estaría diciendo la verdad? ¿Podía significar ella tanto para él como él para ella?

La respiración de Will se hizo más pausada y profunda. Miley se relajó y observó su rostro tranquilo. Amaba cada rasgo de aquella cara y le costaba un gran esfuerzo no extender la mano para tocarlo.

Estaba enamorada de él. Sintió una opresión en el corazón al afrontar la verdad inevitable, una verdad que llevaba evitando desde esa mañana: quería a William Hemsworth desde que habían trabajado juntos, y no sabía qué hacer al respecto. Apoyó la cabeza contra la silla y siguió mirando a William hasta que el cansancio la venció y sus ojos se cerraron.

Despertó una vez en mitad de la noche y vio que sus dedos y los de Will estaban entrelazados. Él se había girado dormido y le había dado la mano. Suspirando, Miley le apretó la mano levemente y cerró los ojos de nuevo. La siguiente vez que despertó vio a Will tendido de lado, mirándola fijamente con ojos francos y vulnerables. Por un instante, ella reconoció en aquella mirada algo que le produjo el deseo de decirle lo que sentía por él. Luego, una llamada a la puerta separó sus miradas.

Miley miró hacia la puerta. Zac estaba allí y, por un segundo, antes de que él pudiera componer su semblante, Miley advirtió los verdaderos sentimientos del hermano de Will. Ver a Will en el hospital turbaba a Zac más de lo que éste se atrevía a admitir.

Tal vez no odiara a su hermano, después de todo.

Sorprendido de ver a Zac, William dijo:

Will: Pasa. Siéntate.

Zac se acercó, pero permaneció al otro lado de la cama, frente a Mile.

Zac: En la comisaría dicen que anoche intentaste hacerte amigo de una serpiente. Pero la enfermera me ha dicho que sobrevivirás.

Will: Eso dicen.

Zac y William se sostuvieron la mirada un momento, y William creyó ver algo en los ojos de su medio hermano que antes nunca había notado. Luego Zac apartó la mirada y la fijó en Mile.

Zac: Gracias por ir más allá de la llamada del deber.

Preguntándose si se refería al hecho de que ella estuviera intentando ayudar a David o a que hubiera pasado con él toda la noche, William dijo en tono suavemente burlón:

Will: Es mi heroína.

Zac se aclaró la garganta.

Zac: Hablé con el hijo y la hija mayor de Daniels.

Aquello atrapó la atención de William.

Will: ¿Y?

Zac: Y, como cabía esperar, están enfadados por que la señorita Lulú les haya estafado su herencia. Piensan recurrir a los tribunales.

Will: Estafada -repitió-. Eso es lo que dijo Sally acerca de la hija de Janet Phillipp. Que se sentía estafada por el grupo vudú.

Zac: ¿Sally? ¿Cuándo?

Miley: Lo pone en su diario. Anoche le hicimos una visita a Helen y nos dejó echarle un vistazo. Al parecer, le hizo la misma oferta a Harris.

Zac: Seguramente Harris la rechazó porque no quería saber nada que pudiera exculpar a David.

Will: Pero ¿quién es la hija de Janet?

Zac se encogió de hombros.

Zac: Ni idea. Pero Janet no fue asesinada. Ray Becket jura que murió de vieja, de un fallo cardiaco. Ray solo hizo la autopsia porque la hija estaba convencida de que la anciana había muerto asesinada. Naturalmente también dijo que era culpa del vudú. Pero al final la autopsia no reveló nada sospechoso.

Will: Con que el vudú, ¿eh? -dijo en voz alta-. Aun así, la hija sospechaba que pasaba algo raro. Tal vez deba hablar con ella cuando me dejen salir de aquí. Puede que Ray tenga su nombre y su dirección.

Zac: Eh, tómatelo con calma. Las mordeduras de serpiente no hay que tomárselas a la ligera -frunció el ceño-. Creo que iré a preguntarle a Odette por la serpiente y tal vez le pregunte si Janet le pagó para que le hiciera un amuleto, un embrujo o algo así.

Miley: Si es que la encuentras. Yo he intentado hablar con ella un par de veces, pero parece que está ilocalizable.

Will: Tal vez deberías ir con Zac -sugirió-.

Miley: Odette es amiga mía, pero no pienso dejarte solo.

Will sintió una opresión en el pecho.

Will: ¿Me lo prometes? -preguntó suavemente-.

Sus miradas se encontraron. Él sintió que la boca se le quedaba seca y, luego, como si saliera de un trance, ella parpadeó y apartó la mirada.

Miley: No te dejaré solo hasta que hayan pasado veinticuatro horas y me asegure de que estás bien -se encogió de hombros como si no fuera nada, diciendo-: Alguien tiene que vigilarte.

Aquella sensación agradable se disipó. ¿De modo que ella pensaba que alguien tenía que vigilarlo? Estaba claro que aún no se fiaba de él.


Miley llevó a Will al trabajo, deseando que nada se interpusiera en sus investigaciones. Mañana podría ser demasiado tarde. ¿Quién sabía qué podía ocurrir esa noche en la ceremonia de Odette? No podían permitir que muriera nadie más.

En cuanto entraron en la comisaría, Tom Harris salió a su encuentro.

Harris: ¿Dónde demonios te has metido, Cyrus? ¿Sabes qué hora es?

Miley: Llamé y hablé con el teniente. ¿No te lo ha dicho?

Harris: Sí, me lo ha dicho -se tiró de los puños de su americana de color verde lima-. También me han dicho otras cosas, como que sigues investigando el caso del asesino vudú a pesar de que ya tenemos al culpable entre rejas.

Will: No es cierto.

Harris: ¿Y a ti quién te ha dado vela en este entierro, Hemsworth? Ah, sí, ese asunto de la sangre. No metas las narices en mi caso.

Will se tensó a su lado, pero Miley extendió un brazo para refrenarlo.

Miley: ¿Tienes alguna información para mí? -le preguntó a Harris-.

Él apretó la mandíbula.

Harris: No.

Y se alejó.

Asombrada de que hubiera abandonado la lucha tan fácilmente, Miley se quedó mirándolo.

Miley: Bueno, no ha sido para tanto.

Will: Ese hombre es una vergüenza para el departamento.

Miley: Ojala todos pensaran lo mismo.

Will: No hace más que perder el tiempo. Vamos a fichar y a ver a Ray.

La morgue no era el sitio predilecto de Miley, de modo que se alegró de que encontraran al ayudante del forense en su despacho. La habitación estaba decorada con pósters de anatomía. En un rincón había un esqueleto humano.

Ray: William Hemsworth y Miley Cyrus juntos otra vez -no pudo ocultar su sorpresa-. ¿Qué os trae por aquí?

Will: El asesino vudú.

Ray: Debí imaginarlo -miró a Miley-. ¿Harris te ha dicho lo de Doris Alger?

Miley: ¿Quién?

Ray: La hija de Janet Phillipp, la que se empeñó en que le hiciéramos la autopsia a la vieja.

Miley: ¿Qué hay de la hija? ¿Has vuelto a saber algo de ella?

Ray: No, pero después de hablar con Zac y Vanessa Hudgens empecé a preguntarme por qué estaba tan convencida esa mujer de que su madre había sido asesinada. Luego me enteré de que la señorita Alger había sido desheredada.

Will: ¿Qué tiene eso que ver con el asesino vudú?

Ray: Si Doris Alger ha sido desheredada, ¿quién ha heredado en su lugar?

Miley: Oh, Dios mío. El diario. La hija de Janet se sentía estafada por el grupo vudú. Uno de ellos debe de figurar en el testamento. ¿Y esto se lo has contado a Harris?

Ray: Me dijo que lo tomaría en consideración.

Miley: ¡Me ha mentido! -exclamó-. Le pregunté si había averiguado algo más y me dijo que no. Pero ¿cómo averiguamos quién es el heredero de la señora Phillipp?

Ray: La hija lo sabe.

Ray les dio su dirección y se marcharon.


Doris Alger vivía en el segundo piso de un moderno edificio de apartamentos en el barrio de Metarie. Al llamar al timbre, no obtuvieron respuesta.

Miley: Tal vez deberíamos haber telefoneado primero -miró su reloj-. Seguramente estará trabajando.

**: ¿Buscan a Doris? -preguntó una mujer negra saliendo del apartamento de al lado-.

Miró el uniforme de Will y pareció lamentar haber preguntado.

Él le lanzó una de aquellas dulces sonrisas que hacía que a Miley le flaquearan las rodillas y dijo:

Will: No se preocupe, no está metida en ningún lío. Tenemos que darle buenas noticias acerca del testamento de su difunta madre -Miley se puso rígida-. Hay una gran herencia esperándola. Lo único que tiene que hacer es presentarse a reclamarla. Tal vez usted pueda decirnos dónde encontrarla, querida.

William estaba haciéndolo otra vez: estaba mintiendo a aquella mujer para obtener información. Miley tragó saliva. La vecina pareció ablandarse y dijo:

**: Doris dijo que iba a salir de viaje de negocios, pero hace semanas que no viene por aquí.

Will: ¿Viaja mucho?

**: Desde que se mudó hace un par de meses, apenas aparece aquí. Pero esta vez es como si... Bueno, como si se la hubiera tragado la tierra.

Por desgracia, aquello era todo lo que sabía la mujer. No tenía ni idea de dónde trabajaba Doris.

De vuelta al coche, Miley se sentó tras el volante y Will dijo:

Will: Necesitamos una fotografía de Doris Alger. Tal vez la señorita Lulú, Lisa Collins o Helen la reconozcan.

Aunque estaba de acuerdo, Miley preguntó:

Miley: ¿Qué te propones ahora? ¿Hacer recaer en ella todas las sospechas para obtener la información que necesitas?

Miley sintió la mirada de Will fija en ella antes de que él preguntara:

Will: ¿Tienes algún problema conmigo?

Miley: ¿Por qué nunca juegas limpio?

Will: ¿Vas a decirme que tú nunca estiras la verdad para obtener información? -ella se quedó callada, con la mandíbula tensa, incapaz de negarlo, y él añadió-: Ajá -y guardó silencio-.

Miley agarró con fuerza el volante y se dijo que estaba siendo injusta. Sabía que los polis mentían a menudo para hacer hablar a los sospechosos. Ella misma había estirado la verdad un par de veces, pero nunca cruzaba ciertos límites.

¿Qué pasaba ahora? ¿Quién más sabía lo del testamento y lo de Doris Alger aparte de Odette? Odette seguía siendo sospechosa... y seguramente seguía desaparecida, sin duda preparando la ceremonia de esa noche.

Will: Tenemos que hablar con alguien sobre el testamento. Con alguien a quien le guste hablar. Helen -dijeron los dos al mismo tiempo-. Bueno, ¿vas a dejar que me ocupe de esto a mi manera o hay que hacerlo conforme a las reglas?

Miley respiró hondo y dijo:

Miley: A tu manera.

Tal vez hubiera exagerado respecto a cómo había tratado Will a la vecina de la señorita Alger. Y, además, él tenía buena mano con Helen. Seguramente, con la mayoría de las mujeres. Todas las pistas contaban, y con suerte Helen se mostraría más dispuesta a colaborar que la noche anterior. Pero cuando llegaron a su casa, la anciana estaba como loca pensando qué iba a ponerse esa noche para la ceremonia vudú. De pie en el salón, sostenía un vestido rojo en una mano y uno negro de lentejuelas en la otra.

Helen: ¿Cuál me pongo? -le preguntó a Will-.

Will: Cierre los ojos y elija, querida. Estará igual de guapa con los dos.

Helen soltó una risita infantil, para desconcierto de Miley.

Miley: Pero antes de que empiece a prepararse, tal vez pueda contestar a un par de preguntas.

Helen suspiró.

Helen: La verdad es que no es necesario, porque esta noche Odette va a crear un hechizo tan poderoso que parará los asesinatos.

Miley: Sí, pero hasta que eso ocurra, nosotros tenemos que seguir investigando -dijo para aplacarla-. ¿Dónde va a celebrarse la ceremonia?

Helen: No puedo decírselo.

Miley: ¿En el restaurante de Brittany Snow?

Helen: ¡No!

Will: Nadie se va a meter en un lío -dijo suavemente-. Esto es el Profundo Sur, querida. Cualquiera que no crea en el vudú... -sacudió la cabeza-.

Helen: ¿Usted cree?

Will: Yo aprendí a creer en las rodillas de mi madre. Me encantaría asistir a la ceremonia de esta noche.

Helen: Bueno, pues, la ceremonia será... fuera, junto al río.

Miley: ¿No será en la ciénaga de Saint John, donde María Larson solía celebrar sus ceremonias? -preguntó agresivamente-. Eso ya no es posible.

Helen: No, no es allí. Será en un terreno salvaje que heredó Odette fuera de la ciudad... -se detuvo y frunció los labios como si hubiera hablado más de la cuenta-.

Al parecer, la anciana no iba a desvelarles dónde estaba aquel terreno, de modo que Miley cambió de tema.

Miley: ¿Quién es el beneficiario del testamento de Janet Phillipp?

Helen palideció y dio un paso atrás.

Helen: Yo... yo no he matado a nadie.

Miley: ¿Usted heredó el dinero?

Helen los miró a ambos.

Helen: Lo heredamos todos. Odette y el resto de nosotros. Janet se acordó de todos sus amigos en el testamento. Bueno, de todos los que aún sigamos vivos cuando se ejecute el testamento, claro.

Will: ¿Qué hay del dinero que les dejó a Smith Daniels, a Tony Fortune y a su hermana? ¿También lo recibirá el resto del grupo?

Helen se encogió de hombros y evitó sus ojos.

Helen: Yo no he matado a nadie.

Preguntándose qué más podía estar ocultando aquella mujer, Miley preguntó:

Miley: ¿Por qué no nos habló del testamento anoche?

Helen: Ustedes no preguntaron.




¡Solo dos capis!

¡Gracias por las visitas!
¡Gracias por comentar, Lucia!

¡Un besi!


1 comentarios:

Unknown dijo...

Holaaaa!!
Me siento aislada de todas las novelas que leo, esta es la unica que me acuerdo ademas me aparece primera en google jajaja.
Me ha encantado el capi y mas aun cuando aparecio zacccccc! O sea? ZAC!! Me alegro mucho.

Espero que subas prontooo. Y espero recuperar mi pc tambien :/



Excelente capi (:

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