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domingo, 1 de septiembre de 2013

Capítulo 8


Zac sentía golpear su corazón contra las costillas. Su respiración fatigosa le atronaba los oídos. Le parecía llevar horas corriendo, registrando las criptas que se alzaban a ambos lados del camino de grava, observando las sombras en busca del destello de una cabellera negra.

Un miedo gélido se había apoderado de él. Forzaba a sus pies a seguir moviéndose. Dobló una esquina y recorrió otra hilera de tumbas. Delante de él, las puertas del cementerio se abrían como una boca que gritara. Alzó la mirada hacia el mausoleo que se elevaba junto a él. Las marcas negras y rojas de la tumba sin identificar de María Larson se distinguían claramente a la luz de la luna.

Maldición. Había vuelto al lugar por donde habían entrado, y aún no había encontrado ni rastro de Vanessa. Jamás la encontraría en aquel laberinto. Por lo menos, hasta que amaneciera. Y entonces tal vez fuera demasiado tarde.

Se inclinó hacia delante, con la cabeza entre las manos. ¿Cómo podía haber sido tan estúpido? Debería haberse quedado con Vanessa. Debería haberle dado la mano cuando ella se la había ofrecido. Pero no lo había hecho porque tenía miedo de fracasar, de defraudarla, de destruir su amor como su padre había destruido el de su madre.

**: Tú no eres tu padre, Zac Efron.

Él se dio la vuelta bruscamente. Odette LaFantary lo miraba fijamente desde las sombras de la tumba cercana. Su manto y su turbante blanco relucían a la luz de la luna.

Odette: Tú perteneces a otra generación. Tu camino será distinto al suyo. Tú harás que sea distinto -él se quedó mirándola un momento, aturdido. ¿Cómo sabía en qué estaba pensando? ¿Habría estado hablando en voz alta?-. Estás buscando algo.

Zac: Vanessa... -agarró la pistola. Quería alzarla, apuntar a la sacerdotisa y exigirle que le dijera dónde estaba Vanessa. Pero algo le decía que obtendría más de ella con preguntas que con amenazas-. ¿Dónde está? ¿Qué has hecho con ella?

Odette alzó una mano.

Odette: No sé dónde está. Y, créeme, yo no le he hecho nada.

Zac: ¿Por qué iba a confiar en ti?

Odette: Tú quieres que te ayude. Y solo podré ayudarte si confías en mí.

¿Podía aceptar la ayuda que le estaba ofreciendo? Una semana antes, ni siquiera se lo habría planteado. Una semana antes, la habría considerado una farsante. Pero desde entonces habían pasado muchas cosas. Todo había cambiado.

Zac: Vanessa confía en ti. Supongo que yo también puedo hacerlo.

Odette: ¿Y puedes creer en los espíritus? Porque lo que tengo que decirte procede de ellos.

Zac: Puedo intentarlo.

Por Vanessa, lo intentaría todo.

Odette asintió.

Odette: Vanessa está con las serpientes.

Zac alzó la cabeza, no sabiendo si había oído bien.

Zac: ¿Serpientes?

Odette: Sí. Debes dejarte llevar por los espíritus y aceptar el legado de tu padre para encontrarla.

Zac sacudió la cabeza. Aquello no tenía sentido.

Zac: ¿Dónde están esas serpientes? ¿Qué tiene que ver mi padre con todo esto?

Odette extendió las manos ante sí, con las palmas hacia arriba.

Odette: Eso es todo lo que me han revelado los dioses. No sé nada más. Debes dejarte llevar por los espíritus. Debes dejarte llevar y creer.

Dejarse llevar y creer. Las mismas palabras que le había dicho Vanessa la noche anterior, en el patio. Entonces lo había hecho. Se había dejado arrastrar y había creído. En Vanessa. En sí mismo. En la magia. ¿Podría hacerlo de nuevo?

La cabeza le daba vueltas. Se apoyó contra la cripta y fijó la mirada en las marcas rojas y negras. Cuando giró la cabeza hacia Odette, ésta ya se había ido. Zac apoyó la frente contra la piedra y cerró los ojos. La piedra estaba fría a pesar del calor húmedo de la noche y olía a polvo, a muerte, a vida. Respiró hondo. Sería capaz de hacer cualquier cosa para salvar la vida de Vanessa. Podía creer en cualquier cosa. Aceptarlo todo. Arriesgarlo todo. Si se la devolvían, nunca volvería a mostrarse incrédulo.

Tras sus párpados cerrados estallaban fogonazos de color. Púrpura, negro y blanco. Y, en medio de aquel torbellino de color, vio a su padre. Un buen padre, un gran policía, pero un hombre con defectos, con debilidades humanas. Como él mismo. Y, sin embargo, no como él.

Diferentes generaciones. Diferentes caminos. Pensó en David. Su hermano pequeño amaba a Brittany Snow desde niño, y ella le correspondía. Su amor había perdurado, a pesar de que habían pasado largos años separados. Y aquel amor resistiría a cuanto les deparara el futuro, incluso a una injusta acusación de asesinato. Tal vez él se pareciera más a su hermano que a su padre. Tal vez los chicos Efron hubieran aprendido de los errores del matrimonio de sus padres.

La imagen de su padre se hizo más nítida. Alrededor de su cuello colgaba de una cadena el medallón que siempre llevaba. Un medallón de san Patricio. Y, a los pies del santo irlandés, se retorcían y enroscaban las serpientes.

Serpientes.

Zac se apartó de la cripta. Ahora que sabía qué debía buscar, no había tiempo que perder. Pero ¿por dónde iría? De pronto, lo comprendió. Volviéndose hacia el lugar por donde había llegado, echó a correr. El corazón le atronaba los oídos. Sus pasos retumbaban en la arena apisonada del camino. Mientras corría, miraba la parte superior de cada cripta y de cada mausoleo. Finalmente vio un san Patricio con multitud de serpientes enroscadas a sus pies. Se acercó a la puerta y corrió el cerrojo. Introdujo los dedos en un asa labrada en el granito desgastado y tiró. La puerta no se movió. Rodeó la pequeña cripta. Tenía que haber un modo de entrar. ¿Para qué iban a llevarlo hasta allí los espíritus si no había un modo de entrar? Golpeó con el pie algo duro. Miró hacia abajo. Un objeto metálico relucía a la luz de la luna. Una palanca. La herramienta que sin duda habían usado para encerrar a Vanessa en la cripta. La recogió y volvió a la puerta. Introdujo la palanca entre la puerta y la pared, empujó y la piedra cedió.

Sentada en el suelo de la cripta, Vanessa alzó los ojos hacia él. Zac cayó de rodillas y la tomó en sus brazos. Las lágrimas saladas de ella le mojaron los labios y se mezclaron con las suyas. La abrazó largo rato, incapaz de moverse. Por fin encontró fuerzas para hablar.

Zac: Estás a salvo.

Ness: Gracias a ti.

«Gracias a los espíritus de Odette», pensó él, pero no dijo nada.

Todavía no sabía qué pensar acerca del vudú, pero estaba seguro de que había cosas en la vida que no podían verse con los ojos.

Muchísimas cosas y quería compartirlo todo con Vanessa. Pero, primero, tenía que arreglar las cosas.

Zac: Esta mañana..., tengo que explicarte...

Ella sacudió la cabeza y su pelo suave le rozó la mejilla.

Ness: Solo tienes que abrazarme.

Zac: No. Tú te mereces algo más. Y yo quiero dártelo. Necesito hacerlo -dejó escapar un suspiro-. Desde que tenía diecisiete años, he creído que mantener el control sobre mi vida era la clave para alcanzar la felicidad. Si es que la felicidad existía. Hasta hace unos días, no me he dado cuenta de que en realidad no había vivido. Has sido tú quien ha hecho que lo comprendiera. Tú me has enseñado a creer en la magia. A creer en algo. Me has enseñado a olvidar el dolor del pasado y a seguir adelante. Me has enseñado tantas cosas, y yo... ¿yo qué he hecho? Te he rechazado.

Ella se apartó de su hombro. Sus ojos relucían, marrones, llenos de lágrimas.

Ness: No importa, Zac. De verdad...

Él apretó un dedo contra sus labios.

Zac: Sí que importa. Dije que no podía pensar con claridad cuando estaba a tu lado. Pero la verdad es que tú me haces pensar más claramente. Cuando estás conmigo, sé lo que de verdad es importante. Sé lo que es posible. Y eso era lo que me asustaba. Me daba miedo fallarte.

Ella le besó la punta del dedo.

Ness: Tú no me fallarás, Zac. Te quiero. Con toda mi alma.

Zac: ¿Lo suficiente para ser mi mujer? -contuvo el aliento-. Sé que entre nosotros las cosas han ido muy rápido. Si necesitas más tiempo...

Ella lo besó, interrumpiendo sus palabras y sus pensamientos. Su beso era cálido, generoso y complaciente y, cuando acabó, ella lo miró fijamente a los ojos.

Ness: Me encantaría ser tu mujer, Zac. Y no necesito más tiempo. Llevo esperándote toda la vida. Por fin he encontrado mi lugar en el mundo. Aquí, entre tus brazos.

Zac la abrazó con fuerza y la besó. El sitio de Vanessa estaba entre sus brazos, y el de él entre los de ella. Para vivir, para amar, para creer.

Juntos para siempre.


FIN




Sí, sí que ha sido rápido, sí XD
Probablemente la novela más corta de la historia XD
Pero ha estado interesante, ¿no? Y ha acabado bien.
Ahora falta la segunda parte. Los protas no son Zac y Vanessa pero se descubrirá todo el asunto de los asesinatos y quien golpeó a Vanessa. Y, como en esta, la segunda parte llevará por título el nombre del protagonista.

¡Gracias por los coments!
¡Comentad!
¡Un besi!


2 comentarios:

Unknown dijo...

WOOOOOOOOOOOOOOW! QUE FINAAAL EH!
ME HA ENCANTADDO! PERO ME HAS DEJADO CON INTRIGAA DE QUIEN HA GOLPEADO A NESSA!




SUBE PRONTO!

Unknown dijo...

Me ha encantado :) Pero tengo curiosidad de saber si David es cupable o no. Sube pronto!


Si quereis pasaros por mi nove: http://novesdezanessa.blogspot.com.es/
Espero que os guste. Un beso

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