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jueves, 29 de agosto de 2013

Capítulo 7


Cuando Vanessa despertó, el sol de la mañana entraba por la ventana de su cuarto. Miró el reloj. Eran las siete menos cuarto, y fuera el día era ya húmedo y sofocante. Un típico día de junio en Nueva Orleáns. Sin embargo, por más que subiera la temperatura, jamás podría igualar la de la noche anterior. Una sonrisa curvó sus labios. No le hacía falta mirar para saber que Zac seguía en su cama, todavía dormido. Él tenía una mano apoyada sobre su cadera. La suave caricia de su aliento le rozaba el cuello.

Después de su encuentro apasionado en el patio, Vanessa lo había convencido de que estarían más cómodos y protegidos si pasaban el resto de la noche en su cama. Y aunque no habían dormido mucho, había sido una buena idea. El musgo y el aire de una noche de verano estaban bien, pero no había nada como una cama. Una cama y Zac. ¿Qué más podía pedir?

Vanessa se dio la vuelta y miró a los ojos a Zac.

Ness: Estás despierto.

Zac: Sí.

Ella sintió una oleada de excitación. Se inclinó hacia él y lo besó en la boca.

Ness: Quedémonos en la cama todo el día, haciendo el amor.

Zac: No podemos. Tú tienes cosas que hacer. Y yo también.

Ella asintió. Él tenía razón, desde luego. Pero oírselo decir la desanimó.

Ness: Tengo que ir a ver a David. Voy a recomendarle que no comparezca en la vista preliminar. Lo último que necesitamos es que los medios de comunicación se enteren de las pruebas que tiene la fiscalía contra él y difundan la noticia. Este caso ya va a ser bastante duro sin necesidad de que los periodistas contaminen la opinión del jurado.

Zac: Me parece una buena estrategia.

Ness: ¿Tú qué vas a hacer hoy?

Le sorprendió el tono ansioso de su voz. Salvo en su trabajo, ella nunca mantenía un horario estricto, ni exigía que los demás lo hicieran. Pero por primera vez en su vida quería planear cada instante de su tiempo para saber exactamente cuánto tiempo faltaba para volver a ver a Zac.

Zac: El funeral de Daniels es esta tarde. Quiero ver quién va.

Ness: ¿Acabará a tiempo de que salgamos a comer algo? ¿O prefieres saltarte la cena y volver aquí a pasar la noche? -Lo miró a los ojos. Pero en lugar del amor y el deseo que esperaba encontrar, descubrió que sus ojos tenían una expresión impenetrable. Y fría. Un escalofrío le recorrió la piel-. ¿Qué ocurre? -él apartó la mirada-. Zac, ¿qué pasa?

Un músculo vibró en su mandíbula.

Zac: Nada.

Vanessa sintió miedo.

Ness: ¿Te arrepientes de lo de anoche?

Él movió las manos como si intentara borrar aquellas palabras.

Zac: No. Lo de anoche fue increíble.

Ness: ¿Pero? -contuvo el aliento, temiendo lo que oiría a continuación. Había advertido la reserva de Zac nada más despertar. Solo quería que le explicara la razón-. Fue increíble, pero no quieres que vuelva a pasar.

Él se sentó. La sábana cayó hasta su cintura, dejando al descubierto su torso desnudo.

Zac: No es eso. Es que... -apretó los labios-.

Ness: ¿Qué? -intentó controlar su voz-.

Zac: Todo ha ocurrido muy deprisa. Necesito un poco de tiempo. Tengo que pensar.

Ness: Pues piensa. Me parece bien. Nos lo podemos tomar con calma, ir conociéndonos mejor.

Él bajó las piernas de la cama. Le dio la espalda y se pasó una mano por el pelo.

Zac: Cuando estoy contigo, no puedo pensar. Necesito estar solo.

Aquello era lo que Vanessa temía. Si solo se hubiera tratado de que Zac necesitaba tiempo, no se habría preocupado. Pero no era solo eso. Notaba que Zac se estaba alejando de ella, replegándose en la actitud defensiva que seguramente mostraba desde los diecisiete años.

Ness: Mis armarios están vacíos, Zac.

Zac: ¿Qué?

Ness: No tengo esqueletos escondidos. Lo que ves es lo que hay. No tienes que preocuparte, no descubrirás nada que de pronto ponga tu vida patas arriba.

Él sacudió la cabeza.

Zac: No me preocupan los esqueletos. Tú pones mi vida patas arriba cada vez que nos vemos.

Ness: ¿Y por eso...?

Él levantó una mano.

Zac: No. No es por eso por lo que necesito tiempo. Me encanta tu espontaneidad, tu pasión.

Ness: Entonces, ¿qué ocurre?

Él se quedó callado un rato. La tensión crispaba los músculos de su espalda. Por fin, dijo:

Zac: Crecí sintiendo la distancia, la tensión que había entre mis padres. Estaba allí antes incluso de que mi madre se enterara de lo de la aventura de mi padre y de la existencia de William. No quiero que esa clase de distancia se instale entre nosotros. No quiero ver cómo ese fuego de tus ojos se apaga.

Ness: A juzgar por lo de anoche, no creo que tengamos que preocupamos por eso -dijo intentando parecer despreocupada sin conseguirlo-.

Zac: Anoche fue solo una noche. ¿Y si las cosas cambian? ¿Y si alguno de los dos acaba sufriendo?

Ness: Yo no te haré daño, Zac.

Zac: No soy yo quien me preocupa.

Ella sintió una punzada dolorosa en el corazón.

Ness: Yo soy muy fuerte, ya lo sabes.

Él se pasó una mano por la cara.

Zac: No sé si creo en el amor duradero, Vanessa. Pero estoy seguro de que no he visto ninguna prueba de su existencia en toda mi vida.

Ness: Y nunca la verás, a no ser que te arriesgues -le tocó el hombro. Su piel era cálida y suave. Vanessa deseaba acariciar su cuerpo como la noche anterior, desvanecer su tensión y sus dudas. Pero no podía. No, si él no se lo permitía-. Lo de anoche fue algo mágico, Zac. No lo tires por la borda.

Zac: Yo no voy a tirar nada por la borda. Solo necesito tiempo para pensar.

Ness: Tómate tu tiempo -dijo reprimiendo las lágrimas-. Y, cuando hayas acabado de pensar, yo estaré aquí. Pero no tardes demasiado.

Él asintió, pero no la miró.

La desesperación se hundió en el pecho de Vanessa como una espada oxidada.


Zac permanecía en el portal de una galería de arte, mirando desde el otro lado de la calle Dauphine la verja del patio de Vanessa. Aunque el guardia de seguridad al que había contratado estaba sentado en el patio, vigilando, Zac no conseguía alejarse de allí. Llevaba todo el día recordando los acontecimientos de la noche anterior. Durante todo el funeral de Daniels y, luego, intermitentemente, durante su entierro en el cementerio de Saint Louis Número 1, no había dejado de pensar en Vanessa. En su vitalidad. En su espontaneidad. En su calor. Deseaba más que nada en el mundo cruzar la calle, entrar en su casa y tomarla entre sus brazos.

Apoyó la frente contra la piedra áspera de la pared del portal. Lo que le había dicho esa mañana era cierto. Entre ellos todo había sucedido demasiado deprisa. Necesitaba tiempo para digerirlo. Para analizarlo. Para asegurarse de que estaba haciendo lo correcto. No podría vivir sabiendo que le había hecho daño a Vanessa o, peor aún, que la había atrapado en una relación abocada al fracaso. No soportaba la idea de ver cómo su espontaneidad y su vitalidad se secaban como se habían secado esas emociones en su madre.

Estaba haciendo lo correcto. Estaba seguro de ello. Pero, entonces, ¿por qué estaba escondido en un portal, en mitad de la noche, observando la casa de Vanessa como un acosador?

Sacudió la cabeza, pero no se movió de allí. No podía rendirse a sus sentimientos, y tenía que asegurarse de que ella estaba a salvo. Vigilar su casa desde el otro lado de la calle era su único modo de conseguir ambas cosas.

Un destello de luz en el patio de Vanessa captó su atención. El reflejo de una cabellera negra entre las sombras. Se irguió. Echó mano a su pistola. La puerta se abrió. Vanessa salió, seguida por el guardia de seguridad. Ella se volvió para hablar con el hombre. Zac agudizó el oído, intentando oírla. Pero no oyó nada, salvo la música que arrastraba el aire desde la calle Bourbon. Si pudiera leer sus labios...

Vanessa puso fin a la conversación, salió a la acera y cruzó la calle. Zac se retiró entre las sombras. Apretó los dientes. ¿Qué demonios estaba haciendo ella? ¿Y cómo demonios había convencido al guardia para que la dejara salir sola a aquellas horas de la noche? Él se fue tensando a medida que ella se acercaba. Tendría que seguirla cuando pasara de largo. Iba a asegurarse de que estaba a salvo, aunque no sabía qué se proponía ella. Pero, en lugar de pasar de largo, Vanessa se detuvo delante del portal de la galería de arte. Ladeando la cabeza, observó la oscuridad.

Ness: ¿Zac?

Él salió de entre las sombras.

Zac: ¿Qué demonios haces aquí?

Ness: Lo mismo podría preguntarte yo.

Zac: Quería asegurarme de que estabas a salvo.

Ness: Entonces, ven conmigo.

Zac: ¿Adónde?

Ness: A la calle Bourbon. Hoy he estado haciendo averiguaciones sobre las costumbres de Tony Fortune. Al parecer frecuenta un bar de la calle Bourbon. El barman acaba de llamarme. Parece que Tony se ha pasado por allí antes de asistir a una ceremonia vudú. ¿Te interesa?

A él le interesaba, y mucho.

Zac: Adelante.

Tardaron muy poco en llegar a la calle Bourbon. Pequeños grupos de gente se paseaban por la calle de bar en bar, con vasos de plástico en las manos. Por las puertas de los night-clubs, abiertas de par en par, se derramaba la música. Zac siguió a Vanessa a un pequeño bar en el que un pianista tocaba blues a la manera del Profesor Longhair.

Zac vio a Tony Fortune en el extremo más alejado de la barra. Parecía bebido y se tambaleaba sobre el taburete mientras conversaba entre balbuceos con un turista sentado a su lado. Vanessa se deslizó en un taburete y le hizo una seña al barman. Este se acercó a ellos de inmediato.

**: Eh, Vanessa, has llegado a tiempo.

El hombre le sonrió con la misma sonrisa que Zac había puesto muchas veces al mirarla. Zac odió a aquel tipo de inmediato.

Ella asintió.

Ness: Gracias por el soplo. Te debo una.

La sonrisa del barman se agrandó.

**: ¿Qué os pongo?

Zac: Un par de cervezas.

El barman puso dos botellas de cerveza sobre la barra, recogió los billetes que Zac le tiró y se acercó a otro cliente. Vanessa agarró la botella sin dejar de mirar a Tony Fortune.

Ness: Es más o menos de mi estatura, ¿no crees? Y seguramente no pese mucho más.

Zac observó a Fortune.

Zac: La misma estatura de la persona que te atacó.

Ness: Y de la sacerdotisa vudú que atacó a Brittany.

Zac: Es posible -miró a Fortune, intentando imaginárselo con una capa blanca y una máscara-.

Sin embargo, sus ojos se desviaban hacia Vanessa. Le costaba gran esfuerzo no tocarla. Se obligó a agarrar la botella.

Al otro lado del local, Tony Fortune se bajó de su taburete y se puso en pie sobre sus piernas vacilantes. Cruzó sinuosamente la pista de baile y salió. Zac y Vanessa lo siguieron discretamente.

La cabeza morena de Fortune oscilaba entre la multitud de turistas que recorría la calle. Pero, en lugar de seguir bajando por la calle Bourbon, dobló en la esquina de la calle Conti. Zac y Vanessa se rezagaron un poco para que no los viera. Fortune siguió tambaleándose hasta que llegó a la calle Basin y a las puertas del cementerio de Saint Louis Número l. Entró en él. Zac y Vanessa lo siguieron.

Una vez dentro, Zac vio de inmediato a Odette. Ésta sostenía entre las manos una vela y llevaba un vestido blanco y un turbante del mismo color enrollado en la cabeza. Permanecía de pie frente a una de las criptas, hablando en voz baja. A su alrededor había reunidas cuatro personas. Vestidas de modo similar, pero en negro y púrpura, en lugar de blanco, tenían las cabezas agachadas y velas en las manos. Tony Fortune se unió al grupo. A la luz vacilante de las velas, Zac distinguió unas marcas negras y rojas en la piedra blanca de la cripta.

Odette: Esta es la tumba de Mary Larson -dijo en voz baja-. Esta noche nos hemos reunido aquí para pedirle a ella y a los Gede, los dioses de la muerte y los cementerios, que protejan las almas de aquellos que hoy se han unido a la Ciudad de los Muertos. Y para que lleven al asesino de Smith Daniels y de Sally Meadows ante la justicia.

Odette se dio la vuelta y se adentró en el cementerio. El grupo la siguió. Al cabo de un rato, la sacerdotisa se detuvo frente a una gran cripta con el nombre Daniels labrado en granito. Zac y Vanessa se escondieron detrás de una tumba cercana.

Odette metió la mano en un bolso que llevaba colgado al costado y sacó un zapatito de niño.

Odette: En este zapato pondré polvo de la tumba de Smith Daniels. Los niños tienen el espíritu tierno, fácil de guiar. Y cuando quememos este zapatito en oración, los dioses traerán al asesino de nuevo junto a su víctima. Para enfrentarse a la justicia.

Ness: Odette dijo que iba a hacer algo para detener al asesino -musitó-. Supongo que se refería a esto -miró a Zac-.

Un mechón cayó sobre su frente y le tapó los ojos. Zac alzó una mano para apartárselo de la cara, pero luego se lo pensó mejor y dejó caer la mano. ¿En qué estaba pensando? No se atrevía a tocar a Vanessa. A no ser que quisiera que se volvieran los dos locos. Cuando estaba con ella, no podía pensar con claridad. Solo deseaba tocarla, amarla y perder el control.

Sin dejar de mirarlo, ella rozó sus dedos como si le ofreciera la mano. Él no la aceptó. No podía, por más que quisiera. Apartando los ojos de ella, volvió a mirar a Odette.

La sacerdotisa se arrodilló al pie de la cripta y dejó en el suelo la vela que sostenía. Los otros cinco la siguieron. Las llamas de seis velas iluminaron la mano de Odette mientras recogía un poco de arena de la base de la tumba. Sosteniéndola entre el índice y el pulgar, depositó la arena en el zapatito. Ella se levantó, pero los otros permanecieron agachados en torno a las velas. Odette se movió lentamente alrededor del mausoleo, recogiendo más arena e introduciéndola dentro del zapato. Su canto aparentemente inarticulado flotaba, melodioso e hipnótico, en el aire inmóvil.

Zac avanzó hacia una tumba cercana y se escondió tras ella, intentando ver la escena sin obstáculos. Vanessa permaneció donde estaba. La sacerdotisa regresó al fin a la parte delantera de la cripta. Sacó de su bolso un saquito de tela y añadió su contenido a la arena del zapato. Luego, tomando la vela que había dejado junto a la entrada de la cripta, la acercó al zapatito hasta que éste echó a arder.

La luz del fuego se reflejó en el rostro de Odette. Profundas sombras se agrupaban en los huecos de sus mejillas. Ella comenzó a cantar más rápido, subiendo y bajando la voz. El zapatito crepitaba y se retorcía, ardiendo. Odette lo dejó entre las velas, al pie de la tumba. El grupo se sumó a sus cánticos. Las cuatro figuras vestidas de oscuro oscilaban detrás de Odette.

¿Cuatro figuras? Zac sintió un sobresalto.

Unos segundos antes, había cinco.

Zac: Vanessa, ¿sabes cuál falta?

Vanessa abrió la boca para contestar a Zac, pero en ese instante un brazo se cerró alrededor de su garganta, cortándole el aliento y empujando la hacia atrás. Alejándola de la ceremonia vudú. Y de Zac.

Ella se debatió, intentando soltarse. Abrió la boca para chillar, pero no logró emitir ningún sonido. La hoja de una navaja rozó la piel suave de debajo de uno de sus oídos.

**: Te advertí que te mantuvieras al margen -siseó una voz-. Debiste hacerme caso. Ahora es demasiado tarde.

Vanessa sintió un dolor frío e intenso. El pánico cortocircuitaba su mente. Algo caliente y pegajoso le bajaba por el cuello. Intentó concentrarse. Ya se había librado una vez. Podía volver a hacerlo. Reunió todas sus fuerzas y dio una patada hacia atrás. Su pie golpeó contra una espinilla.

**: ¡Maldita seas!

El brazo le apretó con más fuerza la garganta. Algo duro golpeó con fuerza su cráneo.

Sus pensamientos se emborronaron. Su mente se nubló. Sentía que sus piernas eran arrastradas por el suelo áspero, notó que su cuerpo caía pesadamente sobre la piedra, pero no pudo hacer nada por impedirlo. Su mejilla se posó sobre la grava. Un olor la envolvió como una manta mojada, cerrándole la garganta, ahogándola.

El hedor de la muerte.

Intentó aclarar sus pensamientos, hacer que su mente funcionara. Oyó un chirrido. El sonido de la piedra rozando contra la piedra. Extendió un brazo y su mano tocó la pared de piedra labrada de un sarcófago. Se obligó a abrir los ojos y alzó la cabeza. Estaba rodeada por muros fríos y húmedos. La rendija se hacía cada vez más estrecha.

Se hallaba en una cripta. Y la puerta se estaba cerrando.

Dolorida, se obligó a ponerse de rodillas. Se lanzó con todas sus fuerzas hacia la puerta, pero ésta se cerró, sumiéndola en la oscuridad.




Oh... my... God... =S
¡Solo queda un capi! Y mirad como ha acabado este =S
Esperemos que todo salga bien...

¡Gracias por los coments!
¡Comentad!

¡Un besi!


3 comentarios:

Unknown dijo...

AAAAY NO!!!!!
Y ME DEJAS EL CAPITULO ASI COMO SI NADA?
VOY A TENER MUCHA INTRIGA!


PERO QUIEN ES QUE HIZO ESO CON VANESSA? Y COMO ZAC NO SE DIO CUENTA?
AY NO!! POBRE NESS, QUE MIEDO!

SUBE PRONTO.

LaLii AleXaNDra dijo...

Pobre, Que jodas paso?
Zac al rescate yaaaa
Siguela

Unknown dijo...

OMO!! OMO!! OMO!!! OMO!!!
Nunca pense que la encerrarían en una criptaaa!!!!! Qué nerviooosss!!
Cómo Zac no se dio cuenta, bueno igual la rescatará, yo lo sé :D

Síguela pronto..

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