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jueves, 1 de agosto de 2013

Capítulo 14


Derek: Hola, Vanessa. ¿Me echabas de menos?

Destilaba una sádica alegría. Dio un paso hacia ella.

Estaba paralizada, helada de espanto. Kane. Había ido a por ella.

Derek: Yo te he echado mucho de menos -su sonrisa se amplió. Dio otro paso hacia delante-. Brittany es una buena chica, pero carece de tu talento para la conversación.

Un nudo de terror le apretaba la garganta, amargo como la hiel. Cuando finalmente logró moverse, tropezó con la silla que tenía detrás y a punto estuvo de caer al suelo.

Derek: Por supuesto, quizá el recuerdo que tenga de ti esté un poco… idealizado. Hoy no pareces muy habladora. ¿Qué te pasa? ¿Se te ha comido la lengua el gato?

Recuperando el equilibrio, se fue alejando paso a paso, pegada a la pared. Tenía que pedir ayuda.

Derek: Estoy seguro de que tu mutismo no será permanente. Quería oírte suplicarme clemencia. Me muero de ganas de escucharte.

Gritar. Tenía que gritar. Un chillido resonó en la diminuta comisaría.

Derek: Eso es como música para mis oídos -echó la cabeza hacia atrás, triunfante-. Nadie puede oírte. Solo yo. Pero te agradezco este concierto en privado.

¿Acaso no había nadie allí? ¿Ni siquiera Rogers, el jefe de policía? ¿Don, el agente que había estado escribiendo a máquina en la oficina? ¿Los habría matado Kane a los dos? ¿Los habría degollado como al agente Palmer? Desvió la mirada hacia la puerta, ansiando desesperadamente ver entrar a Rogers de un momento a otro, con la pistola en la mano.

Pero la puerta seguía cerrada. Y la comisaría sumida en un absoluto silencio, únicamente turbado por el implacable latido de su corazón.

Derek: No te hagas ilusiones. Lógicamente, he tomado precauciones antes de entrar por esa puerta. He planificado hasta el último detalle este encuentro, Vanessa querida.

Se sentía mareada, aturdida por el pánico… pero tenía que dominarse, que mantener despejada la cabeza. Tenía que concentrarse.

Derek: No quiero que nos interrumpan -le hizo un guiño-. Tenemos que recuperar el tiempo perdido.

Vanessa intentó aferrarse a alguna esperanza. Había escuchado la voz de Zac en la radio de la oficina. Lo había oído comunicar a la policía que estaban en camino. Zac estaba de camino hacia allí.

¿Pero llegaría a tiempo?

Miró el cuchillo que blandía Kane. No, no llegaría a tiempo. Al menos antes de que Kane la atacara. Estaba sola. Tenía que librarse de Kane por sus propios medios.

Se preparó para correr. La comisaría debía tener una puerta trasera. Una puerta por la que pudiera escapar. Era su única oportunidad. Girándose en redondo, corrió por el pasillo.

Podía oír a Kane corriendo tras ella. Cada vez más rápido. Más cerca.

Agarrándose al marco de la puerta, entró en la oficina. Un cuerpo estaba derrumbado sobre la máquina de escribir. La sangre chorreaba por el escritorio.

Sintió una náusea. Detrás del cuerpo, vio un letrero de neón con la palabra «salida». Era su escape. Su única oportunidad. Se obligó a correr.

Kane entró en aquel instante en la oficina. Estaba solo a dos pasos de ella, a uno.

Cerró la mano sobre el picaporte. Sus dedos hicieron contacto con el frío metal.

Pero logró agarrarla del pelo. Echándole la cabeza hacia atrás, tomó impulso para golpearla contra la puerta. Vanessa cayó de rodillas en el suelo.

Levantándola del cabello, la acercó hacia sí.

Y Vanessa pudo sentir el frío contacto de la hoja del cuchillo contra su cuello.

Derek: ¿Adónde ibas? Tenemos muchas cosas de que hablar.

Un estremecimiento sacudió su cuerpo, una convulsión que no podía dominar.

La había atrapado. Oh, Dios. Kane la tenía en su poder.

Derek: No pareces muy contenta de verme, Vanessa. ¿Se puede saber por qué?

Le dolía terriblemente la cabeza, el cuello, las rodillas…

Derek: ¿Es porque te gusta dominar a la gente? ¿Por qué te gusta estimular a un tipo como yo y luego humillarlo? ¿Te gusta ese tipo de juegos? -sin apartar el cuchillo de su cuello, la obligó a salir de la oficina-. Muy bien, pues yo tengo un jueguecito para ti, cariño. Y te va a encantar.


Zac buscó el pulso al cuerpo ensangrentado de Rogers. Bajo las yemas de sus dedos, detectó un latido débil, irregular.

Zac: Está vivo. O casi. ¡Llamen a una ambulancia, rápido!

**: Ya está en camino -gritó alguien-.

Wiley apareció de repente, arrodillándose a su lado.

Wiley: Ya me encargo yo de él.

Zac no discutió. Dejando a Rogers en sus manos, se levantó y corrió hacia la comisaría, abarrotada de agentes del FBI. Donatelli se hallaba en el centro del vestíbulo. Se volvió para mirar a Zac.

Vince: El policía de la oficina está muerto -le informó con tono sombrío-. Degollado.

El terror atenazó el estómago de Zac con una mano de hielo.

Zac: ¿Y Ness?

Vince: No está aquí. No hay señales de ella.

Kane tenía a Ness. Zac sacudió la cabeza, aturdido. Tenía que concentrarse. Tenía que pensar.

Vince: No hay señales de que la haya matado, Efron. Probablemente todavía sigue viva.

Por supuesto que todavía seguía viva. Matar solamente era una mínima parte de las fantasías de Kane.

Zac: Preparará su cacería humana con ella.

Vince: ¿La cabaña de Levens?

Zac: Quizá -esperaba que Kane la hubiera llevado allí. Ojala fuera todo tan fácil-. ¿Sus hombres han llegado ya a la cabaña?

Vince: Todavía no.

Zac giró sobre sus talones y se dirigió hacia la puerta.

Zac: Llámeme cuando lo hagan. Voy para allá.

Corrió a su coche. El equipo de la ambulancia ya estaba atendiendo a Rogers. La cabaña de Levens estaba lejos de allí. En otro condado. No había tiempo que perder.

Una vez sentado al volante, enfiló hacia la autopista. Pisó a fondo el acelerador.

Su cerebro trabajaba a toda velocidad. Cuando Kane abandonó la casa de Levens, lo hizo con la seguridad de que el FBI estaba en camino hacia allí. Había contado con ello. Su intención había sido la de hacerles perder todo el tiempo posible registrando la casa, evacuando a los vecinos de alrededor, preparando el asalto… Y todo ello después de haber dejado un mínimo de efectivos en la pequeña comisaría de Grantsville.

También había previsto que, una vez que encontraran a Brittany, ella les diría lo de la cabaña. Y que se marcharían inmediatamente después de la llamada de teléfono. Y que correrían a la comisaría de policía para descubrir los cuerpos de Rogers y del otro agente.

Kane siempre iba un paso por delante de ellos. Entonces… ¿para qué llevar a Ness de regreso a la cabaña de Levens? ¿Por qué no llevársela a otro lugar?

No se la llevaría a la cabaña. Zac estaba seguro de ello. Pero si no era allí… ¿adónde? No tenía la menor idea. Y a no ser que se le ocurriera algo, y rápido, Ness moriría.

Sentía una opresión tan grande en el pecho que apenas podía respirar. Si alguna vez, durante los últimos años, había podido llegar a sentir lo que había sentido Kane, pensar lo que había pensado, meterse debajo de su piel… había llegado el momento de demostrarlo.

Conocía a Kane. Podía pensar como pensaba aquel asesino. Seguro que podía descubrir el lugar a donde pretendía llevar a Ness, el objeto de su obsesión, para escenificar la fantasía de violencia que había concebido después de leer sus humillantes comentarios en la revista de psiquiatría.

Cuando Kane decidió matar a su esposa, se la llevó a la cabaña de caza que poseía en los bosques del norte. Al lugar donde, en el pasado, se había refugiado para escapar a las humillaciones y frustraciones de su vida. Al único lugar donde podía cazar presas más débiles que él mismo. Al único lugar donde era el rey, el amo.

Pero ya no tenía ese lugar.

Sí, la respuesta tenía que estar allí, enterrada en lo más profundo de la mente de Kane. En algún escondrijo de su pasado comportamiento, fruto de sus inseguridades, de sus anhelos, de su retorcido corazón.

Se había llevado a Fiona Hamilton a la cabaña de Levens para escenificar allí su cacería humana. Había elegido precisamente aquella cabaña porque sabía que el guardia lo despellejaría vivo si se enteraba, según sus propias palabras. Una vez consumado el asesinato, había dejado el cadáver en el porche de la casa de Ness. Con la intención de aterrorizarla.

Y lo había dispuesto todo para que, en el interior del cadáver, la policía encontrara el portafotos de Ness. Una manera de anunciar a las fuerzas de seguridad que ya era suya, que estaba bajo su dominio. Que pensaba burlarse de ellos arrebatándosela delante de sus narices. Y, con su incursión en el hotel y el degollamiento de Palmer… a punto había estado de conseguirlo.

Zac apretó con fuerza el volante. Kane había atrapado a Ness. No podía dejar que aquel asesino se saliera con la suya… Se obligó nuevamente a concentrarse. La respuesta estaba allí, podía sentirla. Solo tenía que buscar lo suficiente para encontrarla. Antes de que Kane entrara en prisión, su elección de los lugares de cacería siempre había sido algo muy personal. Lugares en los que se sintiera fuerte, en los que él fuera el maestro. Y en los que pudiera deshacerse secretamente de los cadáveres.

Lugares solitarios, poco frecuentados, a los que pudiera permitirse volver para recrear sus fantasías, sin temor a que lo descubrieran.

Pero todo eso había cambiado después de su fuga de la cárcel. Ahora parecía que la elección de sus escenarios estaba dictada por sus ansias de venganza. Había matado a Fiona en la cabaña de Levens para vengarse de su odio y del poder que el guardia había ejercido sobre él mientras estuvo encerrado. Había dejado el cadáver en el porche de la casa de Ness con el objetivo de asustarla, de aterrorizarla. La había secuestrado directamente en la comisaría para burlarse de las fuerzas de la ley. Esa era su pauta de comportamiento.

¿De quién se vengaría Kane esa vez? ¿A quién podría dolerle más la muerte de Ness?

De repente fue como si el corazón se le congelara en el pecho. Sintió un dolor tan grande detrás de los ojos, que tuvo que bajar la cabeza contra el volante. Sabía perfectamente a quién le dolería más la muerte de Ness. Y Kane también.

A él.

Dio un puñetazo al volante. Sabía a dónde había llevado a Kane. Sabía dónde pensaba soltarla, darle caza, matarla.

Pero no lo permitiría.

Tal vez le había entregado una buena parte de su ser a Kane dos años atrás, pero no estaba dispuesto a entregarle a Ness. Antes moriría en el empeño.

Y se llevaría por delante a aquel sanguinario asesino.


El miedo le atenazaba el pecho, le impedía respirar, le dificultaba pensar. Con las manos inmovilizadas por las esposas que Kane le había quitado al jefe de policía Rogers, tenía la mirada clavada en la lluvia que resbalaba por el parabrisas y en el dosel de árboles que parecía engullir la carretera. Se esforzaba por ahuyentar las imágenes del cadáver de Fiona Hamilton que acosaban su cerebro. No podía pensar en lo que le haría Kane si no lograba escapar de sus garras. Tenía que concentrarse.

Si no lo hacía, estaba muerta.

A su lado, Kane manejaba el volante con una mano. Conducía el coche patrulla con total despreocupación, como si estuviera paseando una tarde de domingo.

Pero no. Vanessa podía sentir la violencia que emanaba por todos sus poros. El desprecio que ardía en sus ojos cada vez que la miraba.

De repente el dosel de árboles se abrió delante de ellos, descubriendo la casa rural que Zac y Vanessa habían abandonado aquella misma mañana. En aquel momento estaba oscura, vacía. Sus ventanas semejaban ojos ciegos, sin vida. La lluvia chorreaba por los tejados.

Derek: Bonito lugar. No sabía que el FBI tuviera tanto dinero -una sonrisa asomó a los finos labios de Kane. Se volvió para mirarla. Sus ojos eran tan fríos como la hoja de acero que llevaba al cinto-. Qué amables han sido al desalojarlo y dejarnos la casa para nosotros solos, ¿verdad?

Ness: El FBI descubrirá dónde estamos, Kane.

Derek: ¿Crees que Efron lo adivinará? -soltó una carcajada-. Espero que sí. Y espero que descubra la sorpresa que le dejaré preparada.

La imagen del cadáver de Fiona en el porche de su casa asaltó de nuevo el cerebro de Vanessa. Kane también presentaría su cadáver, para que lo viera Zac. Para que la imagen de su cuerpo mutilado lo acompañara durante el resto de su vida. Sintió una náusea de furia y de miedo.

Derek: ¿Quieres que te hable de ello? ¿Quieres que te cuente en qué va a consistir la sorpresa?

Su mirada destilaba una violencia que parecía atravesarle la piel.

Vanessa se mordió el labio hasta hacerse sangre, intentando sobreponerse al terror que sentía. Sabía perfectamente cuál era el juego de Kane. Quería ver el terror en sus ojos. Oírlo en sus gritos. Alimentarse, regodearse en él.

Pero ella no le daría esa satisfacción.

Apretando los labios, mantuvo fija la mirada al frente. El frío metal de las esposas se le clavaba en la piel. Le dolían las rodillas y la cabeza. Pero nada de eso importaba. No se lo permitiría. Kane podría hacer lo que se le antojase. No jugaría el papel que le tenía reservado en su fantasía.

Detuvo el coche patrulla en el sendero que llevaba a la puerta principal de la casa, y se volvió hacia ella.

Derek: ¿No quieres saber lo que te tengo preparado, eh? -Deslizó un dedo helado por su mejilla. Vanessa se tensó para dominar un estremecimiento de repulsión-. Oh, Vanessa. Tú siempre tan valiente, tan controlada… Siempre tienes que controlarlo todo, ¿verdad? ¿Sabías que ese es precisamente tu problema? Eres una controladora. Incluso la imbécil de tu hermanita se ha dado cuenta de ello.

Continuó mirando hacia delante, dejando que sus palabras le resbalaran. No podía dejarse influenciar por él. No podía dejar que se aprovechara de sus temores, de sus inseguridades. No podía dejarse hundir en el pozo de miedo que había surgido en su interior.

Derek: Bueno -enterró lentamente los dedos en su cabello-, como quieras. Es igual. Ahora soy yo quien tiene el control.

Y la tiró con fuerza del pelo. El dolor hizo que se le llenaran los ojos de lágrimas.

Abriendo la puerta, la obligó a bajar. Cayó de nuevo de rodillas. Un grito brotó de sus labios.

Derek: Levántate -le ordenó, con los ojos brillantes-.

Agarrándola todavía del pelo, tiró de ella y la arrastró por el jardín.

Vanessa se esforzaba por levantarse, por seguir su paso. La sangre de las rodillas le había empapado los vaqueros. Le dolía el cuero cabelludo como si lo tuviera en carne viva. La lluvia fría resbalaba por su rostro, metiéndosele en los ojos.

Kane se detuvo en el linde del bosque y acercó su rostro al suyo, apenas separado por unos centímetros, entrecerrando los ojos de furia.

Derek: ¿Sabes una cosa? Yo no soy tan inepto e incompetente como pensabas, como me describiste en tu artículo.

Ness: Era solamente un perfil psicológico, Kane… -jadeó-. No era algo personal… -en el preciso instante en que aquellas palabras escaparon de sus labios, comprendió que había cometido un error-.

Kane esbozó una lenta y cruel sonrisa.

Derek: Por supuesto que fue algo personal. Yo te dejé entrar. Te dejé verme, hablar conmigo. ¿Y cómo recompensaste mi amabilidad? Intentando controlarme. Llamándome «incompetente».

Vanessa no dijo nada. No recordaba con exactitud lo que había escrito en aquel artículo, pero sabía que probablemente estaba en lo cierto con la elección de la palabra. Incompetente e inepto en sus relaciones con las mujeres. Humillado por una madre dominante. Humillado repetidamente por una esposa de carácter muy similar. Una víctima que buscaba vengarse victimizando a los demás. No podía negar lo que había escrito. Porque era la verdad.

Sin dejar de agarrarla del pelo con una mano, se llevó la otra a su cinturón, donde llevaba el cuchillo.

Derek: Pues voy a demostrarte ahora mismo lo incompetente que soy, profesora Vanessa Hudgens. Ahora verás.

El pánico le atenazaba la garganta.

Pero no. No podía dejar que viera su miedo, el temblor de terror que convulsionaba su cuerpo. Se concentró en respirar. Aspirar y espirar el aire, lentamente. No. No le daría esa satisfacción.

Antes la muerte.

Kane alzó su cuchillo. La lluvia resbalaba por la hoja, todavía manchada de sangre seca. Sonrió, descubriendo sus blancos dientes.

Derek: ¿Alguna vez has ido de caza?

El corazón empezó a latirle todavía más fuerte. Se esforzó por seguir respirando con normalidad.

Derek: ¿No? -arqueó una ceja. Su sonrisa se convirtió en una mueca-. Pues bien, yo te lo explicaré. Es como un concurso. Un concurso entre el hombre y el animal. Y el más fuerte, el más competente, si quieres… es el que gana.

Se vio asaltada por una oleada de furia. No estaba dispuesta a dejar que la aterrorizara de aquella forma. No iba a dejarse dominar.

Ness: Vete al infierno, Kane.

Derek: Tú primero, Vanessa, cariño -y, sonriendo, la soltó-.

Vanessa experimentó un alivio inmenso. Desgraciadamente, duró poco.

Rodeándole la cintura con un brazo, Kane la atrajo hacia sí.

Derek: Primero, quítate la ropa -le acercó el cuchillo a la cara-. Me gusta que mis presas estén desnudas.

Hizo saltar con el cuchillo el primer botón de su blusa, con un simple giro de muñeca. Tensa, Vanessa se mordió el labio para no gritar. El sabor de la sangre casi le provocó una náusea.

Kane le cortó otro botón. La blusa se abrió un poco más, revelando el borde de su sujetador de encaje negro.

Derek: Mmm… Te has vestido para mí. Pero deberías saber que yo prefiero el blanco. El blanco puro, inmaculado.

El corazón le latía a toda velocidad. Se obligó a tragarse los gritos que subían hasta su garganta. Tenía que encontrar una manera de escapar. De sorprender a Kane, de tomarlo desprevenido. Tenia que hacerlo. Antes de que se empozara en aquel miedo. Antes de que el cuchillo de Kane pusiera fin a todo.

De repente se le ocurrió algo. Seguro que a Kane le había costado encontrar el artículo que ella había escrito para una revista de la universidad. De modo que tal vez estuviera interesado en leer algo más.

Ness: Acabo de escribir un libro, Kane. Un libro sobre ti -pronunció con voz sorprendentemente firme, como si estuviera manteniendo una conversación normal… con una persona normal-.

Haciendo como si no la hubiera oído, Kane hizo saltar el tercer botón de su blusa. Una nueva punzada de pánico amenazó con destruir la capacidad de autocontrol de Vanessa.

Ness: Aunque yo muera, la gente lo leerá.

Derek: ¿Y por qué habría de importarme eso?

Ness: Pensé que querrías leerlo antes de que saliera publicado.

Derek: No lo entiendes, ¿verdad? -esbozó una mueca de disgusto-. Tú ya no me importas, corazón. Ya no puedes controlar las cosas. No eres nada. Y cuando haya acabado contigo, serás menos que nada.

Le cortó otro botón. La blusa se abrió, quedando todo el sujetador al descubierto.

Vanessa se dijo que tenía que huir. No podía esperar a que Kane preparara su escenario de caza. Una vez que lo hiciera, todo habría terminado.

Kane se humedeció los labios mientras la contemplaba. Bajó el cuchillo y se apartó un tanto, ladeando la cabeza, como para mirarla mejor. La presión de sus dedos se aflojó un tanto.

Y eso era precisamente lo que Vanessa necesitaba. Acumulando todas sus fuerzas, lo embistió con la cabeza, derribándolo de espaldas. Milagrosamente, ella no se cayó. Girándose en redondo, corrió hasta internarse en el bosque.

Las ramas le arañaban la piel, desgarrándole la blusa. La lluvia le azotaba el rostro. Continuó corriendo, desesperada por alejarse todo lo posible de Kane.

Sus maldiciones cortaban el aire como disparos. A su espalda, Vanessa podía oírlo abriéndose paso entre la maleza. Sus pisadas atronaban sus oídos, acompasándose con el acelerado latido de su corazón.

Un pánico animal, primario, se apoderó de ella. Corrió todavía más rápido por el terreno embarrado, alzando las manos para protegerse el rostro de las ramas.

Los pasos de Kane sonaban cada vez más cerca. Más rápido. Hasta que le clavó los dedos en una manga de la blusa, como garras.

Vanessa dio un brusco tirón, y la blusa se desgarró.

Se había quedado con la manga en la mano, pero la agarró de nuevo. Y esa vez sus dedos se cerraron sobre su carne.

La había atrapado.

La obligó a detenerse. Vanessa sintió que le fallaban las piernas, pero él no la dejó caer. En vez de ello, la empujó violentamente contra un tronco de árbol.

Derek: ¿Quién diablos te crees que eres? -preguntó con voz áspera, gutural-. Tú no eres una persona. Eres un animal, una presa. Una presa incompetente. Ahora mismo harás lo que yo te diga. Y cuando haya terminado contigo, sabrás quién es el amo. El amo soy yo.

Cerró una mano en torno a su garganta, atrayéndola hacia sí con la otra.

Por el rabillo del ojo Vanessa vio el cuchillo, el brillo rojizo de la hoja. Kane acercó el filo a su pecho, justo debajo del cuello.

Derek: Así es como voy a hacerlo, Vanessa. Así es como voy a cortarte -y fue bajando el cuchillo, cortándole levemente la piel-.

Un chillido surgió de su garganta. Un chillido fuerte, desesperado, desgarrador.




Sobran las palabras...
¡ZAC, CORRE!

¡Gracias por los coments!

A ver si veo más en este capi. Creo que es sin duda el capítulo más interesante, intrigante y aterrador de todos.

¡Comentad!
¡Un besi!


4 comentarios:

Unknown dijo...

OOOOHHHHHH!!!!!!!!!!
No puedes dejarlo asiiiiiiiiiiiiii!!!! Me suuuper encanto el cappiii!!!
No es por se cruel, pero bueno ya saben que una historia donde muere alguno de los protagonistas me resulta muy intersante :D
No creo que eso pase aca, pero tampoco quiero que pase jeje

Siguelaaa prontooo!!! :D

Anónimo dijo...

Por favor tienes que continuarla
& Zac por favor llega a tiempo & salva a Ness
que triste que Kane haya tenido que coger a Ness para que Zac se diera cuenta de cuanto la ama.
Siguela por favor

att. naya

Unknown dijo...

Ay no! Decime que no me vas a dejar con esta intriga!

Kane es un maldito, asqueroso y loco que odio demasiado!


Y zac.. corre porque Ness va a morir!
Ay dios y me dejas con intriga! porfa sube prontooooo-

Lau B. dijo...

Speechless.. no hay nada que decir...
espera si... PUBLICA POR FAVOR!
Zac tiene que llegar ese criminal no se puede salir con la suya!
ya ha hecho mucho daño!
Ugh! Kane es un idiota y lo detesto.. NO mas bien me da asco, me da asco como ser humano, como persona... como todo!
Por favor que llegue Zac :(
Publica Pronto PLEASE!
Bye
Xx

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