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miércoles, 21 de agosto de 2013

Capítulo 4


Un grito estrangulado recorrió la callejuela. Una descarga de adrenalina inundó la sangre de Zac. Pisó el freno, detuvo el coche y abrió la puerta. Echó a correr antes de que sus pies tocaran el pavimento. Alguien tenía problemas. Y su instinto le decía que era Vanessa.

Sacó el revólver del calibre 22 de la tobillera y corrió hacia la verja que daba al patio de la casa de Vanessa. Agarró el picaporte de hierro y empujó. La puerta estaba cerrada. Entre la parte superior de la puerta y la pared de piedra había una rendija. Una mujer o un hombre menudo podrían haber cabido por ella, pero él no.

Agudizó la vista, intentando ver entre las sombras. Dos figuras luchaban junto a la entrada de la casa. Dos mujeres, si no se equivocaba. Y, a juzgar por el reflejo de una melena negra que se veía en la penumbra, una de ellas era Vanessa.

Zac alzó su arma, pero no apretó el gatillo.

No se atrevía a disparar. Podía darle a Vanessa tan fácilmente como a su atacante.

Zac: ¡Policía! ¡Póngase de rodillas con las manos detrás de la cabeza!

Las sombras se quedaron inmóviles, entrelazadas. Luego, una pierna dio una fuerte patada. Se oyó un quejido de dolor que resonó en las paredes de ladrillo. Una forma oscura se tambaleó hacia atrás. Vanessa dio otra patada. Su atacante se echó hacia delante, agarrando a Vanessa del cuello.

Zac sacudió la puerta. El temor le provocaba un dolor palpitante en el pecho. Tenía que entrar. Tenía que ayudar a Vanessa. Retrocedió y dirigió el cañón de la pistola hacia la vieja cerradura de hierro. Confiando en que la bala no rebotara, apretó el gatillo. El disparo restalló en el aire, amplificándose en el estrecho corredor.

La oscura figura soltó el cuello de Vanessa. Ésta cayó de rodillas, boqueando; Zac empujó la puerta. La cerradura aguantó. Él empujó con todo el cuerpo la puerta de hierro forjado y ésta dejó escapar un chirrido de protesta. Un empujón más y se abrió. Zac empuñó la pistola, listo para disparar.

Zac: ¡Tírese al suelo boca abajo! ¡Ahora mismo!

La agresora se giró, pero en lugar de tirarse al suelo, dobló la esquina de la casa y echó a correr por el patio. Zac se acercó corriendo a Vanessa. Tosiendo, ésta le hizo señas de que siguiera adelante.

Ness: Estoy bien. Vete.

Zac sintió una oleada de alivio. Siguió corriendo por el corredor y entró en el patio. Era pequeño y estaba lleno de plantas. En el centro había algunos muebles de hierro forjado, rodeados por un magnolio, begonias y un banano de largas hojas. De la boca de un rostro de fauno brotaba el agua de un surtidor, que caía en un estanque rodeado de ladrillos cubiertos de musgo y helechos. Por encima del sonido de la fuente, Zac oyó el roce de un zapato contra la piedra.

El muro. La persona que había atacado a Vanessa debía de haber trepado por la hiedra y saltado al patio vecino desde lo alto de la pared de ladrillo. Zac se acercó a la fuente, agudizando el oído. Pero solo el chapoteo de la fuente quebraba el silencio.

Zac: Sea quien sea, se ha ido.

Entró tras Vanessa en el pequeño vestíbulo de la casa de ella. Tras asegurarse de que Vanessa estaba bien, había llamado a la policía. Los agentes de servicio se habían pasado las dos horas anteriores interrogándolos a ambos y registrando la zona. No habían encontrado nada.

Vanessa cerró la puerta y corrió el cerrojo. Se dio la vuelta, echó la cabeza hacia atrás y miró a Zac.

Ness: Esta noche me has salvado la vida.

Sus ojos marrón chocolate brillaron en la penumbra del vestíbulo. Su cara pálida parecía tan... tan vulnerable. Hasta esa noche, Zac jamás hubiera utilizado esa palabra para describir a Vanessa Hudgens. Pero, al mirarla a los ojos, fue ésa la palabra que se le ocurrió.

Vulnerable. Frágil. Dulce.

Zac sacudió la cabeza, intentando ahuyentar aquellos pensamientos. Vanessa se le había metido bajo la piel desde la primera vez que la había visto en el juzgado.

Zac: No tiene importancia. Si yo no hubiera estado aquí, te las habrías arreglado sola.

Ness: Me alegro de que no hiciera falta -apoyó una mano sobre el brazo de Zac-. Gracias.

Zac sintió un cálido estremecimiento al notar su contacto. Sabía que debía moverse, cruzar el pasillo y entrar en el cuarto de estar. Sabía que debía poner distancia entre ellos. Pero sus pies no se movían. El deseo de tomarla en sus brazos, de sentir el corazón de Vanessa palpitando contra su pecho, de hacerle saber el miedo que había pasado por ella, lo tenían clavado en el sitio.

Zac: Me hice policía para poder llevar un arma, para poder controlar cualquier situación en la que me encontrara. Pero esta noche, mientras estaba al otro lado de la verja... -sintió una punzada de dolor en el pecho y contuvo el aliento-.

Ness: Estoy bien. Gracias a ti, los dos estamos bien.

Zac miró la mano de ella posada sobre su brazo. Sería tan fácil rodearla con sus brazos, atraerla hacia sí... Obligó a sus pies a retroceder. No podía jugar con fuego. Sobre todo, tratándose de Vanessa Hudgens, por muy fuerte que fuera la tentación.

Zac: No tendrás algo que beber, ¿verdad? Me vendría bien una copa. Y creo que a ti también.

Vanessa asintió. Apartó la mirada de la de Zac y echó a andar por el pasillo. Cruzó el cuarto de estar y se acercó al carrito de las bebidas, situado junto a la pared del fondo. Agarró una botella de cristal, vertió un líquido amarillo en dos vasos y le dio uno a Zac.

Ness: Espero que te guste el bourbon.

Zac: ¿Y a qué americano que se precie no le gusta? -aceptó el vaso y tomó un largo sorbo-.

El alcohol le calentó la garganta y aquietó su pulso acelerado.

Vanessa apuró su vaso antes de señalar hacia la mesita baja del centro de la habitación.

Ness: Encontré eso delante de la puerta. Supongo que lo dejó la mujer que me atacó.

Sobre la mesa yacía un amasijo oscuro del que salían plumas negras. Zac aspiró profundamente.

Zac: ¿Se lo has dicho a la policía?

Ness: Sí, pero creo que han pensado que no estaba relacionado con la agresión, así que no he insistido. Se me ha ocurrido que nos convenía más quedárnoslo.

Zac: Bien pensado -se acercó a la mesa. Se inclinó y observó el objeto-. Hoy he hablado con Cory Snow, el primo de Brittany. Puede que él dejara un amuleto vudú como éste en la puerta de Brittany, pero no lo confeccionó él.

Ness: Entonces, ¿quién lo hizo?

Zac: Cory me ha dicho que una mujer que aseguraba ser una sacerdotisa lo llamó y le dijo que los dioses le habían revelado que necesitaba ayuda. Prometió entregarle un amuleto para que lo dejara en el umbral de su enemigo.

Vanessa lo miró por el rabillo del ojo, como si supiera lo que estaba pensando.

Ness: Odette no va por ahí dejando muñecos amenazadores delante de las puertas.

Zac dejó su vaso sobre la mesita.

Zac: Tú no la consideras sospechosa, pero tres personas que asistían a sus ceremonias han muerto ya.

Ness: Daniels, Sally Meadows y esa mujer que murió hace un mes.

Él asintió.

Zac: Janet Phillipp. Y ahora Brittany, Lisa Collins y tú habéis recibido amuletos maléficos. Y a Brittany y a ti os han atacado.

Ness: Parece que tenías razón. Me he convertido en una posible víctima.

Zac: Ojala no fuera así -se irguió y la miró a los ojos-.

A la luz más intensa del cuarto de estar, Vanessa parecía más fuerte, más segura de sí misma. Parecía de nuevo la Vanessa de los juzgados. Una mujer con pleno dominio de la situación. Pero Zac ya no se dejaba engañar por las apariencias. Había visto la fragilidad que se ocultaba bajo su duro caparazón. Y aunque ella parecía haberse recuperado de la conmoción, seguía estando en peligro. Todavía necesitaba protección. En la delicada piel de su cuello podían verse aún las marcas enrojecidas de los dedos de su agresora. Y a pesar de que Zac sabía que debía dar media vuelta y huir de allí mientras aún pudiera hacerlo, no lograba moverse. Tenía que asegurarse de que ella estaba a salvo. Se sentó en el sofá.

Zac: Espero que esta cosa sea cómoda, porque voy a quedarme aquí a pasar la noche.


Vanessa le dio una almohada y una manta, y al hacerlo sus dedos se rozaron. Ella sintió que un cosquilleo le recorría el cuerpo y apartó la mano. Tenía que intentar controlarse. No sabía qué la inquietaba más, si el ataque del que había sido víctima o el anuncio de Zac de que iba a quedarse a pasar la noche en su casa. En cualquier caso, estaba inquieta. Más que en toda su vida.

Ness: Bueno, entonces, buenas noches. Supongo que nos veremos por la mañana.

Él asintió.

Zac: ¿Mañana estás libre a mediodía?

Ness: La vista para fijar la fianza de David es a la una.

Zac asintió.

Zac: Antes de eso. Digamos a las once y media.

Vanessa revisó mentalmente su agenda.

Ness: No tengo nada que no pueda dejar para otro día.

Zac: Entonces, quedamos para comer.

Ella sintió un intenso hormigueo en el estómago. Ahuyentó la idea de un almuerzo íntimo con Zac y procuró poner la misma expresión fría y profesional que tenía él.

Ness: ¿Para comer?

Zac: Sí, con un amigo mío.

Vanessa sintió una punzada de desilusión en el estómago. Aquello era ridículo. Debía sentirse aliviada porque no fueran a comer solos. Salir con el hermano de un cliente no podía ser buena idea. Y, además, con un poli cabeza cuadrada. Zac y ella eran como la noche y el día. Pero, por alguna razón, no se sentía aliviada.

Ness: ¿Qué amigo?

Zac: Ray Becket. Es ayudante del forense.

Vanessa sintió que su desilusión disminuía. Había participado como abogada en algunos casos de asesinato a lo largo de su carrera, pero nunca se había entrevistado con un forense para repasar el informe de una autopsia. Trabajar con Zac estaba resultando excitante en muchos aspectos.

Vanessa asintió con la cabeza, intentando no mostrar mucho entusiasmo.

Ness: ¿En qué restaurante?

Zac: No vamos a vernos en un restaurante.

Ness: ¿Dónde, entonces?

Zac: En la morgue.


Zac puso dos bolsas con dos sándwiches y dos vasos de café solo sobre el mostrador de acero inoxidable, junto al codo de Ray Becket, y procuró no mirar el cadáver sobre el que su amigo estaba inclinado. Siendo como era policía, Zac había visto muchos cadáveres, pero eso no significaba que le gustara tener uno delante de las narices mientras comía. Tan solo el olor podía matar el apetito de cualquiera.

Excepto el de Ray. Su cara redonda de cajún dejaba a las claras que su apetito era invencible. Se quitó los guantes y señaló los sándwiches.

Ray: ¿Los has comprado en Central Grocery?

Zac: Claro.

Ray: Son mis favoritos -miró hacia Vanessa-. ¿Quieres que salgamos a hablar al pasillo? Tu amiga se está poniendo verde.

Zac siguió su mirada. Era cierto: la cara de Vanessa había adquirido un tono extraño. Al parecer, a ella también se le había quitado el apetito.

Salieron al pasillo.

Ray se reunió con ellos unos minutos después, llevando la comida.

Ray: He revisado los casos que me dijiste -dijo mientras desenvolvía un sándwich-.

Zac: ¿Y?

Ray: Daniels fue envenenado con tetradotoxina, y a Sally Meadows le rebanaron el pescuezo. Pero la otra mujer, Janet Phillipp, no fue asesinada.

Zac se inclinó hacia delante.

Zac: ¿De qué murió?

Ray: De muerte natural. De un fallo cardiaco -le dio un enorme mordisco al sándwich-.

Zac: ¿Es posible que fuera provocado por algún tipo de veneno?

Ray levantó una mano y terminó de masticar.

Ray: No. Estaba enferma del corazón. Además, los análisis toxicológicos dieron negativo.

Zac: ¿Qué buscabais?

Ray: Lo dices por la tetradotoxina, ¿no? -Zac asintió-. No, no había nada. También buscamos arsénico, cianuro, estricnina y casi todo lo que se te ocurra.

Vanessa ladeó la cabeza y miró a Ray con el ceño fruncido.

Ness: ¿Soléis realizar análisis tan exhaustivos cuando le hacéis la autopsia a una octogenaria que ha muerto de un fallo cardiaco?

Ray sacudió la cabeza.

Ray: Normalmente no hacemos análisis toxicológicos. Pero, en este caso, la familia insistió. Su hija estaba convencida de que había sido asesinada.

Vanessa frunció más aún el ceño.

Ness. ¿Y por qué pensaba eso?

Ray se encogió de hombros.

Ray: Recuerdo que dijo algo del vudú. A decir verdad, me pareció que estaba como una cabra.

Zac empezó a pensar aceleradamente. Tal vez aquella mujer no estuviera tan loca como creía Ray. Aunque pareciera que Janet Phillipp había muerto por causas naturales, ¿quién podía asegurar que no la había matado el vudú? O, al menos, la misma persona que estaba asesinando a los asistentes a las ceremonias de los jueves por la noche.

Zac: ¿Qué más puedes decimos, Ray?

El cajún miró a un lado y a otro del pasillo vacío. Viendo que no los oía nadie, se acercó un poco más a Zac y a Vanessa.

Ray: Yo no os he dicho nada, ¿de acuerdo? -Zac asintió-. He hecho unas cuantas averiguaciones sobre el caso de David y lo que he descubierto no tiene buena pinta.

Zac intentó prepararse para lo que iba a decirle su amigo.

Zac: Dispara.

Ray: Tienen huellas dactilares, Zac.

Zac: Saben que David estuvo en la escena de ambos crímenes. Él mismo se lo ha dicho.

Ray: No solo en la escena de los crímenes. La daga con la que fue asesinada esa tal Meadows también tiene sus huellas. Es muy probable que también lo acusen de ese asesinato.

Zac sintió una opresión en el pecho. La cabeza empezó a palpitarle con fuerza. David no había matado a nadie. Pero, con pruebas como aquéllas, tal vez la verdad no tuviera importancia. Con pruebas como aquéllas, tal vez David fuera de camino al corredor de la muerte a pesar de su inocencia.




Bueno, a Ness no le pasó nada. Aún...
Y las cosas no se están poniendo mejor, precisamente =S

¡Gracias por los coments!
Espero que comentéis en este capi y que os haya gustado.

¡Un besi!


2 comentarios:

Unknown dijo...

Wow.. que capitulo!
Menos mal que no le paso nada a vane, y que llego zac para ayudarla, fue un amoooorrr!!

Uh.. y se esta complicando para david.. pobre.



Sube pronto.

Unknown dijo...

Bueno, me hice un tiempito para leer la nove..
Zac esta enamorado de ella desde que la vio! :O
Y ella también que no se haga jaja

Y buenoo, David.. Mmm, no sé, soy muy desconfiada :S

Síguela pronto..

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