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miércoles, 11 de septiembre de 2013

Capítulo 2


En Tante Lucy, William empezó su tercera taza de café y miró de nuevo la hora, preguntándose si Mile aparecería después de todo. Miró a su alrededor la vieja casa criolla convertida en restaurante, con sus tres pequeñas habitaciones transformadas en comedores. Era un lugar acogedor y lleno de colorido, con mesas y sillas de segunda mano pintadas con dibujos decorativos. La propia Lucy se encargaba de la cocina, y no había comida criolla ni cajún que pudiera compararse con la suya. La gente de la ciudad guardaba como un secreto la existencia de aquel restaurante que, situado fuera de la zona turística, estaba a menudo lleno hasta reventar.

Ahora, sin embargo, la hora del desayuno ya había pasado, y estaba medio vacío. William miró de nuevo el reloj, pero no bastaba con desear que Mile apareciera. Tal vez se le habían complicado las cosas en la escena del crimen. O quizá hubiera cambiado de idea.

William no podía reprocharle que no quisiera tener nada que ver con él. Cuando dejaron de ser compañeros, una parte importante de él se había derrumbado, y de pronto se había sentido completamente solo. Su madre estaba muerta, con su padre tenía una relación impredecible y en cuanto a sus medio hermanos... Bueno, al menos David era amable. Pero Zac era otra historia. De él no se fiaba ni un pelo.

Con todo, el hecho de que Mile perdiera su fe en él había sido mucho peor que todo aquello. Peor de lo que estaba dispuesto a admitir. Aquella policía idealista y de cara lavada se le había metido bajo la piel como ninguna otra mujer ni antes ni después. Había confiado en ella, tanto en el trabajo como cuando simplemente necesitaba que alguien lo escuchara. Había buscado su respeto, y no se había dado cuenta de lo importante que era para él hasta que era ya demasiado tarde. Y se había sentido tan atraído por ella que no había salido con nadie durante el año que habían sido compañeros. Aunque había pensado muchas veces en decirle lo que sentía por ella, nunca lo había hecho porque era su compañera.

William oyó la musiquilla metálica de las campanillas de encima de la puerta y, al alzar la mirada, la vio acercarse a él y una oleada de amargura y deseo le golpeó las entrañas. Había hecho bien al mantenerse alejado de ella; de otro modo, su traición lo habría destruido por completo.

Ella se detuvo al otro lado de la mesa. William la miró con los párpados entrecerrados para que no pudiera adivinar sus pensamientos.

Will: Al final has podido venir -dijo con indiferencia, como si no sintiera un enorme alivio-.

Miley: Dije que vendría.

Will: Siéntate.

Ella se sentó.

William la miró ansiosamente mientras ella bebía un sorbo de agua y utilizaba la carta para abanicarse. Algunos mechones sueltos se le pegaban al largo cuello, húmedo de sudor. Tenía también la blusa mojada: una mancha de sudor descendía por su centro, pegándole la camisa a la piel y acentuando la redondez de sus pechos. William apartó la mirada y la fijó en su carta, como si no hubiera tenido tiempo suficiente para aprenderse de memoria el maldito menú mientras la esperaba.

Mile le dio la vuelta a su taza, indicando que quería café, y luego tomó su carta.

Miley: Siento llegar tarde -murmuró, y de pronto pareció que se disculpaba por muchas más cosas que un simple retraso-. Gracias por esperar.

Will: ¿Adónde iba a ir? -se recostó en el asiento y la miró directamente-. Sabes que a ti te esperaría eternamente, querida.

Ella alzó una ceja y miró su uniforme.

Miley: ¿Este pequeño descanso no te causará problemas con el teniente Bennigan?

Will: He llamado a comisaría -se limitó a decir-.

A veces había que arriesgarse para que se hiciera justicia, y a él nunca le había dado miedo el riesgo.

Tante Lucy se acercó a su mesa y llenó la taza de Mile de café humeante. Con la piel de ébano, vestida con una túnica de alegres dibujos púrpuras y naranjas y el pelo recogido en intrincadas trenzas con cuencas de color violeta, Lucy era una mujer corpulenta, pero de porte regio. Su cara siempre parecía iluminada por un fino sentido del humor.

Lucy: Hola, chicos, ¿ya sabéis lo que queréis? -preguntó con una sonrisa que los incluía a ambos-.

William le guiñó un ojo.

Will: Tú ya sabes lo que quiero, Lucy, querida.

Riendo, la propietaria del restaurante dejó la cafetera sobre la mesa y sacó su cuaderno.

Lucy: Lo de siempre, ¿eh? Huevos revueltos y un panecillo de maíz. ¿Y tú, cielo?

Mile frunció el ceño y siguió mirando la carta.

Miley: Un gofre con pacana y un sándwich Benedict de beicon. Y una tostada con mermelada de fresa, pasas y queso rayado. Ah, y un zumo de naranja.

Lucy siguió garabateando la comanda y dijo:

Lucy: ¿A cuántos piensas dar de comer?

Miley: A mí sola.

Will: Mile siempre ha tenido muy buen apetito.

Aquella era una de las muchas cosas que recordaba de cuando eran compañeros.

Miley Cyrus era, en efecto, una mujer asombrosa en muchos aspectos, pensó William.

Como si se sintiera obligada a explicarse, ella dijo:

Mile: No he desayunado y es casi la hora de comer. Y no me gusta saltarme las comidas.

Will: A mí me gustan las mujeres con buen apetito.

Ella se sonrojó, se aclaró la garganta y comenzó a juguetear con su cruz de oro.

Miley: Deberíamos ponernos manos a la obra, ¿no crees?

William pensó en devolverle una respuesta lasciva, pero luego se lo pensó mejor. El motivo de su encuentro era serio. Estaba muy interesado en discutir el caso con ella. Además, seguía estando enfadado con su ex-compañera y no debía olvidarlo. Tenía que concentrarse.

Will: ¿Qué tiene Harris contra David? -preguntó, viendo cómo ella le ponía crema a su café-.

Miley: Nada, que yo sepa.

Will: Cualquiera lo diría.

Miley: David era simplemente el sospechoso más evidente.

Will: Me pregunto si no habrá algo más.

Mile se encogió de hombros.

Miley: A mí Harris casi no me cuenta nada, ¿sabes? Pero sé que no le gusta tu padre. Creo que tiene que ver con un ascenso que perdió antes de que tu padre se retirara del cuerpo. Cualquiera pensaría que a estas alturas ya lo habría superado, pero tal vez esté descargando en los hijos el odio que sentía por el padre. De lo único que estoy segura es que pretende conseguir un ascenso con este caso.

Will: A costa de otro poli.

Miley: Eso es lo peor.

Al menos estaban de acuerdo en algo. William no soportaba que un policía pisara la espalda de otro para trepar a la cumbre. Y la espalda que Harris estaba pisando era la de su hermano, por más que él no se llamara Efron.

William preguntó:

Will: ¿Quién crees que es el verdadero asesino?

Ella no dudó.

Miley: Uno de los seguidores de Odette.

Will: ¿Sospechas de alguno?

Miley: Aún no, pero no quedan muchos, ¿no? La lista de sospechosos ha quedado reducida a tres. La señorita Lulú, la desconsolada viuda; Helen Giles, la no tan desconsolada hermana de Sally Meadows; y Lisa Collins, esa solterona arruinada.

Las sospechas de William apuntaban en una dirección bien distinta: hacia la sacerdotisa vudú, más que hacia alguno de sus seguidores.

Will: ¿Y Odette LaFantary?

Miley: No.

Will: Pareces muy segura.

Miley: La conozco, eso es todo. Odette tal vez sea ambiciosa y tal vez abuse un poco del teatro para ganarse la vida, pero eso no la convierte en una asesina.

Will: ¿La conoces personalmente?

Miley: Desde que éramos niñas. Su padre era albañil. Después de que muriera mi padre, él venía de vez en cuando a casa a hacer alguna chapuza, y Odette solía ir con él cuando no estaba en el colegio. Nos caímos bien enseguida.

William sabía que el padre de Mile había sido poli, como el suyo, y que ella se había unido al cuerpo para que él se sintiera orgulloso. Igual que él, suponía. Lo cual era algo más que tenían en común. Ninguno de los dos había obtenido la aprobación que esperaba, pero al menos el padre de ella tenía una excusa: había muerto en acto de servicio cuando ella era aún una niña. William recordó de pronto las cosas que ella le había contado cuando eran compañeros. Removiéndose incómodo en la silla preguntó:

Will: Así que, ¿Odette y tú sois amigas?

Miley: Bueno, no nos vemos con frecuencia, pero suelo ir a su tienda y, naturalmente, sigo considerándola mi amiga.

Will: Entonces tal vez te estés dejando influir. Tal vez deberías tomar un poco de distancia y reconsiderar su implicación en el caso. Puede que no estés viendo lo que no quieres ver.

Mile lo miró un momento con sorpresa y luego dijo secamente:

Miley: Yo no hago esas cosas, Will.

Su respuesta golpeó a William como una bofetada, y comprendió que decía la verdad:

Will: No, claro.

¿Cómo podía haber olvidado que ella jamás pasaba nada por alto, ni siquiera cuando la carrera de un compañero estaba en juego? La integridad lo era todo para Mile.

Por suerte en ese momento les llevaron la comida y William dispuso de algún tiempo para rehacerse. Comieron en silencio un rato. A Mile parecía habérsele quitado el apetito. Apenas probó la comida antes de apartar el plato.

Will: Lucy se va a llevar una desilusión.

Ella ignoró su comentario y dijo:

Miley: En fin, comprendo que no quieras que le carguen el muerto a otro poli, pero ¿qué me dices del hecho de que ese poli sea tu hermano? ¿Desde cuándo os lleváis tan bien David y tú?

Will: No nos llevamos tan bien. Nos mantenemos en terreno neutral. Procuramos ser imparciales, mantener una especie de relación cordial. Si Zac no se metiera siempre de por medio...

Miley: Con él siempre has tenido más problemas.

Will: No, yo no. Es él el que tiene problemas conmigo.

Seguramente porque Zac había pensado que era el primogénito hasta que, a los diecisiete años, su padre les había presentado a su medio hermano, menos de un año mayor que él.

Miley: Ah, ya. El gran William Hemsworth nunca tiene problemas. Es demasiado frío. A él no lo afecta en absoluto que su padre estuviera saliendo con su madre mientras estaba comprometido con otra mujer.

Will: Sí, mi padre era muy macho -dijo con ironía-.

Le había dicho a su padre lo que pensaba de él, y no precisamente con admiración. Pero Mile tenía razón. Él también tenía problemas. Era el primogénito, pero apenas gozaba de reconocimiento. Solo hacía una década que Zac y David sabían de su existencia. Él, en cambio, sabía de la familia legítima de su padre desde que tenía memoria.

Miley: ¿Has intentado hablar con Zac?

Él parpadeó y sus ojos volvieron a enfocar a Mile.

Will: ¿Con Zac? -sacudió la cabeza-. Ya sabes cómo es... O era, hasta el otro día.

Miley: ¿Qué paso el otro día?

Will: Me pidió ayuda para demostrar que David es inocente.

Miley: Eso es un gran paso.

Will: Zac quiere a David y haría cualquier cosa por él. Hasta pedirme ayuda a mí.

Zac hasta había admitido que William era su hermano delante de Vanessa Hudgens, la abogada de David. Que William supiera, era la primera vez que hacía algo así.

Mile extendió un brazo por encima de la mesa.

Miley: Es un principio, Will. Aprovecha la ocasión y sigue adelante.

Will: ¿Por qué iba á hacerlo?

Miley: Porque es lo que siempre has querido -respiró hondo y preguntó-: ¿Qué quieres de mí?

A decir verdad, todo, pensó él, sintiendo que su antigua atracción por Miley crecía. Sentir su mano le hizo desear todas las cosas que nunca había tenido, y ella estaba la primera en la lista.

William apartó la mano, tomó su taza y bebió un sorbo de café para distraerse de sus pensamientos.

Will: Quiero encontrar al verdadero asesino, lo cual significa investigar a los supervivientes del grupo vudú. Quizá debamos hacerle una visita a la señorita Lulú. Zac la vio con Tony Fortune y cree que tal vez eran amantes cuando Smith todavía vivía -dijo, recordando de nuevo que él era fruto de una relación adúltera-. Engañar a tu cónyuge, ser descubierto...

Miley: Buen motivo para un asesinato -concluyó por él-.




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2 comentarios:

Unknown dijo...

Exelente capitulo!

Me encanta que nombren a Zac, aunque seria genial que algun dia aparezca junto a ness :)

sube pronnto.

Natasha dijo...

Estoy muuuy desactualizada!!! volvere a comentarte cuando le siga el hilo a la nove ;) y gracias por comentar en mi blog <3

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