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lunes, 10 de agosto de 2015

Capítulo 8


Vanessa no era una persona que creyera en augurios. Sin embargo, daba gracias al cielo por que Zac hubiera vuelto a dejar entrar a los Mertier en su vida. No podía engañarla. No había comprado aquella casa tan cerca de la de Andrew por casualidad.

A medida que pasaban los días, la casa iba pareciendo más un hogar. Una tarde, Vanessa estaba fijando un móvil musical a la cuna del bebé cuando apareció Zac en la puerta del dormitorio. Tenía una expresión seria y pensativa que no le había visto desde hacía tiempo.

Ness: ¿Qué ocurre?

Zac: Tenemos una visita abajo, la señora Ferman, la asistente social del juzgado.

Bien, había llegado el momento de ayudarlo, para eso estaba allí.

Ness: Pues ha sido una suerte que ya tengamos la casa lista. Tenemos luz, teléfono, agua caliente...

De forma instintiva, le tomó la mano y la apretó con fuerza mientras bajaban las escaleras. La mujer, de mediana edad, se mostraba correcta, pero guardaba las distancias. Se sentaron en el salón y les hizo algunas preguntas de carácter general. Después les pidió que le enseñaran el cuarto donde dormiría el bebé, y la llevaron arriba para mostrárselo. Cuando volvieron abajo, les habló con franqueza:

Sra. Ferman; Según la información de que dispongo, creo que llevan menos de cuatro meses casados.

Zac: Así es -murmuró-.

Sra. Ferman: Pero no han estado juntos todo el tiempo...

Ness: No -musitó rehuyendo su mirada-.

Sra. Ferman: No pretendo juzgarlos, señora Efron. Es el juez quien ha de decidir. Simplemente, el bebé debe tener una persona que vele por sus intereses, y mi trabajo es averiguar cuál sería el entorno más adecuado para él. ¿Trabaja usted?

Ness: No, ahora no.

Sra. Ferman: ¿A qué se dedicaba?

Ness: Soy chef.

Sra. Ferman: ¿Piensa usted volver a trabajar si obtuvieran la custodia?

Ness: No.

Sra. Ferman: ¿Por qué no? Muchas mujeres compaginan sus deberes de amas de casa con su carrera profesional.

Ness: Es cierto, pero yo creo que los tres primeros años en la vida de un niño son cruciales en su desarrollo, y no querría que otra persona criara a mi bebé.

Sra. Ferman: Así que, pasados esos tres años, ¿se reincorporaría al mercado laboral?

Ness: No, creo que no volveré a trabajar hasta que todos nuestros hijos tengan la edad suficiente.

Sra. Ferman: Entonces, ¿planean tener más hijos?

Ness: Sí.

Si quería ayudar a Zac, no tenía más remedio que decir todo lo posible en su favor. Además, no estaba mintiendo, ampliarían la familia en solo seis meses...

Sra. Ferman: ¿Tiene alguna experiencia con niños? -Vanessa negó con la cabeza-. ¿Qué le hace pensar que está preparada para cuidar de uno?

Ness: No creo que nadie esté preparado de antemano. Imagino que se aprende a ser madre siéndolo.

Sintió la mano de Zac posarse en su nuca y acariciarla. Si había fingido aquella muestra de afecto para dar la impresión de un esposo amante, lo había hecho con mucha naturalidad.

Sra. Ferman: Imagino que, con sus posibilidades económicas, contratarán una niñera...

El corazón de Vanessa empezó a latir tan fuerte que le pareció que fuera a salírsele del pecho. Rogó por que Zac, que estaba acariciándole la espalda, no lo notara.

Zac: Si tuviéramos la suerte de obtener la custodia de Brad, estábamos pensando en invitar a su abuela a vivir con nosotros. Tendría su vivienda independiente en la torre.

«¿Analise va a ser la niñera?»

Sra. Ferman: ¿La señora Von Tussle ha accedido? -inquirió frunciendo el entrecejo-.

Zac: No, aún no se lo hemos propuesto.

Sra. Ferman: ¿Ni siquiera se lo han sugerido?

Ness: Mi esposo jamás recurriría al soborno para ganársela. Ni a ella ni al tribunal -lo defendió indignada-.

Sra. Ferman: Me alegra oír eso -murmuró la asistente social-. Bien, no tengo más preguntas. Según creo, la fecha del juicio se ha fijado para la semana próxima. Les deseo suerte -se estrecharon la mano-. Bien, me marcho ya.

Cuando la señora Ferman se hubo marchado, Zac se volvió hacia Vanessa.

Zac: Iba a esperar a la decisión del juez antes de demostrarte mi gratitud por tu ayuda, pero tu resuelta honestidad con la asistente me impulsa a hacerlo ahora. Me has defendido con tanta vehemencia que mereces una recompensa. Ven, acompáñame fuera -dijo atravesando las puertas de cristal de la cocina-.

Ness: ¡No tienes que hacer nada por mí! -exclamó siguiéndolo al exterior-.

Zac: Hay una razón por la que no he querido tocar el invernadero, Vanessa.

Ness: No tienes que explicar nada, esta propiedad es tuya.

Zac: No toda.

Ness: ¿Qué quieres decir? -preguntó parpadeando, perpleja-.

Su marido se quedó mirándola un rato que se hizo eterno.

Zac: Dijiste que querías quedarte a vivir en Suiza el resto de tu vida. He contratado a un arquitecto que transformará el invernadero en el restaurante francés que siempre quisiste tener. Sería un local pequeño y exclusivo. Hay bastante espacio para aparcar, un jardín que puede ser replantado, una casa encantadora como telón de fondo... Y tendrás un ambiente imposible de recrear en otro lugar.

Vanessa había escuchado cada una de sus palabras, pero seguía sin comprender.

Ness: Pero este va a ser tu hogar.

Él negó con la cabeza.

Zac: Solo si obtengo la custodia de Brad. En ese caso, pediré a Analise que se venga a vivir a la casa conmigo. Y la torre será tuya. Así podrás llevar el restaurante sin problemas.

Ness: ¿Aunque nos divorciemos?

Zac: ¿Por qué no? -respondió encogiéndose de hombros-.

¿Sería capaz de vivir puerta con puerta con su ex mujer sin importarle? Vanessa gimió por dentro. Si ya no sentía nada por ella, ¿por qué no la atravesaba con una espada y acababa de una vez?

Zac: Pero, si pierdo el juicio -siguió como si estuviera hablando del tiempo-, viviré en el apartamento, y te dejaré toda la propiedad. En ese caso, incluso podrías convertir la casa en un hotel.

«¿Qué?» Aquel extravagante regalo debía ser la particular versión de Zac de una pensión por divorcio. Tal vez se sentía culpable por no ser capaz de volver a amarla.

Zac: Solo tendrías que cambiar las cerraduras de las habitaciones, y en el garaje podrías poner tu oficina. El emplazamiento es ideal, todo el mundo querrá venir aquí.

Vanessa no pensaba aprovecharse de su generosidad, pero, por el momento, le seguiría el juego con tal de que pensase que estaba encantada. Cuando hubiera terminado la batalla legal por la custodia, le comunicaría su próxima paternidad y le diría que no tenía intención de hacerle cumplir su espléndida oferta.

Ness: Me siento abrumada, Zac -y realmente lo estaba, solo a su marido podía habérsele ocurrido algo así. ¿Cómo no amarlo cada vez más?-. Siempre supe que eras desprendido, pero me ofreces un sueño que escapa a mi imaginación... Si es lo que quieres, acepto tu magnífico regalo y te doy las gracias desde lo más hondo de mi corazón.

Zac: Bien, me alegro de que te guste la idea -dijo satisfecho-.

Parecía aliviado, como si se hubiese quitado un gran peso de encima. ¿Era eso lo que había sido para él, una carga?

Ness: ¿Te parece que traiga esta tarde mis cosas del apartamento para llevarlas a la torre? -sugirió con toda la intención-. Ya me conoces -le dijo forzando una amplia sonrisa-, me enamoré de la torre en cuanto la vi. Es tan emocionante pensar que va a ser mía... Podríamos llamar a ese arquitecto para que venga, y empezar a discutir los detalles de mi restaurante. Así tendré algo en lo que volcarme hasta que llegue el día del juicio. ¿Cómo has dicho que se llamaba?

Zac: Es una mujer -murmuró en un tono indiferente-, se llama Mary Vennet.

¿Sería un nuevo amor de Zac? Vanessa sintió que se reabría la herida de su corazón.

Ness: Estoy deseando conocerla -le aseguró frotándose las manos sudorosas en los vaqueros. Quería marcharse lejos de él antes de que descubriera su ansiedad-. ¿Quieres hacer algo más aquí? Son ya las seis y cuarto...

Zac: No, creo que no.

Ness: Bien, pues volvamos al apartamento para cenar allí. Haré unas tortillas para nosotros antes de que te vayas a ver a los Mertier y, mientras estés fuera, vendré hasta aquí para ir trayendo mis cosas.

Zac: ¿Cuándo he dicho yo que fuera a casa de Andrew? -preguntó con voz queda-.

«Oh, oh...»

Ness: Bueno, el otro día en el yate te invitó, y pensé que irías...

Zac la miraba receloso, con los ojos entrecerrados.

Zac: Tal vez me pase a verlo cuando hayamos acabado de traer las cosas del apartamento.

¿Es que no se daba cuenta de que sus amigos estaban deseando verlo?

Ness: Entonces no perdamos más tiempo -apuntó-.

Vanessa fue todo el camino intentando darle conversación, pero su marido parecía demasiado cansado para hablar. Se había estado esforzando demasiado para tener todo a punto en la casa...

Al llegar a la propiedad, Vanessa fue directamente a «su» torre y encendió un buen fuego. Para algo habían hecho deshollinar las chimeneas... Al cabo de unos minutos, las sombras de las llamas danzaban ya sobre las paredes circulares de la torre. Era un efecto precioso y el calor del fuego resultaba muy agradable con el frío que hacía fuera.

En dos viajes, había conseguido llevarse toda la ropa. La colocó sobre la cama y acercó el sillón a la chimenea, demasiado cansada para hacer nada más aquella noche.

Se abrió la puerta. Era Zac, que había llegado en aquel momento.

Zac: ¿Por qué no me esperaste? Te habría ayudado -la increpó-.

Su apuesto caballero había pasado de cansado a enfadado. No tenía ánimos para aguantar sus cambios de humor aquella noche.

Ness: Porque no tenías por qué ayudarme.

Zac apretó los labios en una delgada línea antes de empezar a colgarle la ropa en el armario.

Vanessa debía estar más cansada de lo que pensaba, porque se quedó dormida.

Al despertar no recordaba nada, y se encontró echada sobre la cama sin calcetines ni zapatos.

Desorientada, murmuró el nombre de su marido.

La única luz que había en la habitación era el débil fulgor de los rescoldos de la chimenea. Adormilada, y sin poder aún abrir los ojos, distinguió vagamente los rasgos de Zac. Estaba tan cerca que podía sentir su aliento en el rostro, y no pudo evitar que la invadiera el deseo.

Zac: Espera, te ayudaré a quitarte la sudadera y luego puedes seguir durmiendo -le dijo empezando a tirar de ella hacia arriba-.

Los ojos de Vanessa se abrieron de golpe.

Ness: ¡No! -gritó presa del pánico-.

Se giró de espaldas a él, tirando de la sudadera hacia abajo para tratar de ocultar los signos de su embarazo.

La cama crujió. Zac le puso una mano en la nuca y masajeó la suave piel bajo las raíces del cabello.

Zac: Vanessa... -le dijo con voz áspera. Comenzó a masajearle el hombro suavemente con los dedos-. No pretendía asustarte, solo quería que estuvieses más cómoda.

Su forma de tocarla la hizo estremecerse. Vanessa esperó que él pensara que era por el frío.

Ness: Gra... gracias, pero la sudadera no me molesta. Vete a casa de Andrew, te veré por la mañana antes de que te vayas a la oficina.

Zac: Me temo que estoy demasiado cansado para eso. ¿Te importa que me eche en tu sofá?

¿Quería quedarse en la torre? ¿Podía ser que...? No, probablemente era solo porque había forzado demasiado la rodilla y le dolía otra vez. Parecía lógico que no se atreviera a subir las escaleras de la casa. Por eso la había llevado hasta la cama.

Ness: No, claro que no. El edredón de mi abuela está en la balda superior del armario. Échatelo por encima.

Zac dejó la mano sobre su hombro un instante. Vanessa no podía apenas respirar. ¡Lo necesitaba tanto! Quería que la hiciera girarse y la besara en los labios, pero, en lugar de eso, se limitó a taparla. Vanessa hundió el rostro en la almohada para ahogar un gemido.

Allí echada, anhelando su contacto, los párpados empezaron a pesarle y volvió a quedarse dormida.

Cuando los primeros rayos de sol invadieron la torre se despertó. Y entonces recordó lo ocurrido la noche anterior... «¡Zac!»

Se incorporó en la cama para ver si seguía dormido en el sofá, pero todo lo que había allí era el edredón blanco doblado. Había estado a punto de descubrirla... ¿Qué habría ocurrido entonces?

Bajo ningún concepto quería hacer nada que pudiese provocar su ira, no cuando solo faltaban seis días para el juicio. Si Zac la descubría, la echaría con cajas destempladas como había hecho en una ocasión, y se esfumarían las escasas posibilidades que tenía de conseguir la custodia de Brad.

 
Cuando Vanessa se enteró de que se había prohibido la entrada de fotógrafos y periodistas al juzgado, pensó que era un milagro. Solo después supo, cuando iban en la limusina de cristales tintados que Andrew les había prestado, que este se había valido de sus influencias para conseguir que el juicio se realizase a puerta cerrada. Su deuda con los Mertier crecía sin parar.

Henry estaba esperándolos a la entrada del tribunal. Estrechó la mano a Zac y besó a Vanessa en ambas mejillas.

Henry: ¿Te he dicho ya lo preciosa que estás hoy?


Vanessa se había puesto un traje de chaqueta negro, que ocultaba el ensanchamiento de su figura, y se había recogido el cabello en la nuca con un pañuelo negro estampado.

Zac había oído el comentario y giró la cabeza hacia ella. Sus ojos azules parecieron estudiar cada detalle de su rostro y figura.

Zac: El negro siempre te ha favorecido.

Ness: Gracias... A los dos -musitó sintiendo que las mejillas le ardían-.

La sala estaba casi vacía. Analise los saludó con una inclinación de cabeza desde su asiento en los bancos del público. Brad no estaba con ella, debía de haberlo dejado con alguna vecina.

Se sentaron con Henry en una de las dos mesas que había frente al estrado. Sentado en la otra, estaba el padre biológico del bebé con su abogado. Era un hombre moreno, bien parecido, que no debía llegar al metro ochenta. Vanessa observó de inmediato que tenía una gran semejanza con el niño, sobre todo por su complexión robusta. Aunque le estaba hablando su abogado, toda su atención parecía estar centrada en Zac.

Vanessa miró por el rabillo del ojo a su marido. Llevaba un elegante traje azul oscuro a medida. 
Estaba más apuesto que nunca.

Aparte del alguacil, de pie junto a la puerta de doble hoja, no había nadie más en la sala.

Por alguna razón, Zac parecía muy tranquilo. Estaba sentado en una postura relajada, como si supiera algo que los demás ignoraban, como si fuera un mero espectador.

El alguacil les ordenó que se pusieran en pie y entró en la sala el juez, un hombre de unos sesenta años. Tomó asiento ante ellos, se puso las gafas y saludó a los dos abogados. Repasó los hechos de la causa en voz alta y dio permiso a Henry para que interrogara a su cliente. Una vez le hubieron tomado juramento a Zac, Henry se acercó a él.

Henry: Señor Efron, el tribunal ha examinado los particulares de esta causa y se ha demostrado con pruebas concluyentes que no es usted el padre biológico de Brad. Aun así usted ha solicitado su custodia. ¿Por qué?

Zac se inclinó hacia delante en su asiento.

Zac: Cuando Amber Von Tussle vino a verme para decirme que iba a tener un hijo mío, estaba ya de ocho meses. Y, exactamente ocho meses atrás, yo había coincidido con ella en un viaje a Chamonix y habíamos pasado una noche juntos. A pesar de lo improbable que me parecía, no podía negar que cabía la posibilidad de que en efecto fuera mío. Después del accidente Amber estaba muy enferma, y no quise, por respeto a ella, pedir aún una prueba de paternidad. Además, yo estaba recuperándome de una operación en la rodilla. La última vez que hablé con Amber, ella me rogó que me ocupara del bebé. Quizá presentía que iba a morir -su voz sonó tan conmovida, que a Vanessa se le hizo un nudo en la garganta-. No tuve la oportunidad de ver al bebé hasta pasadas varias semanas de su nacimiento, cuando su abuela consintió en visitarnos y traerlo. Cuando lo miré, no le vi un parecido conmigo, pero no me importó. Me había encariñado y sentí el deseo de ser un padre para él. Tampoco me importó cuando la prueba del ADN dio un resulta negativo. Como me dijo mi esposa, era solo un niño inocente necesitado de amor. Por eso estamos aquí hoy, porque nos gustaría ser sus padres.

Henry: Gracias, monsieur, eso es todo por ahora.

Vanessa bajó la cabeza tratando de controlar sus emociones. Cuando Zac se sentó, el padre de Brad fue hasta el estrado y realizó también el juramento sobre la Biblia. Vanessa alargó su mano buscando la de Zac y él la apretó largo rato antes de soltarla.

El abogado de la otra parte se puso de pie.

**: Doctor Barker, este tribunal ha leído su declaración en la que hace constar que estaba usted enamorado de Amber Von Tussle. Háblenos de esa relación.

Doc. Barker: Amber ya estaba trabajando en la clínica veterinaria en el momento de mi incorporación. Empezamos a salir y, después de unas semanas, pasábamos cada vez más tiempo juntos. Yo me había enamorado de ella y, un día, le dije que quería casarme con ella y formar una familia. Antes de marcharse me dijo que me amaba y me pidió que fuera paciente con ella. Y yo le dije que sí. ¿Qué otra cosa podía hacer? Yo la amaba... Sin embargo, cuando volvió, era una persona distinta. Me dijo que había conocido a un hombre que había cambiado su vida. Me dijo que, si no podía casarse con él, no se casaría con nadie.

Las lágrimas ahogaban al desolado veterinario y no pudo seguir hablando. No estaba fingiendo, saltaba a la vista que amaba a Amber de verdad. Vanessa bajó la cabeza. El testimonio de este hombre debía ser durísimo para Zac. Tomó de nuevo su mano y, esta vez, él no la soltó.

Doc. Barker: Amber me dejó fuera de su vida -continuó el veterinario-. Aquello me destrozó. No volví a verla. Meses después, un conocido me dijo que había muerto. Ni siquiera pude ir al funeral... Cuando me llamó su madre y me habló del bebé, fui a su piso de inmediato. Con solo mirarlo supe que era hijo mío, de mi sangre. Yo... quiero criar a mi hijo, señoría.

El hombre prorrumpió en amargos sollozos, y la presión de Zac sobre la mano de Vanessa casi le cortó la circulación. Finalmente, la soltó, sacó una pluma del bolsillo y escribió algo en un trozo de papel que tendió a Henry por detrás de su esposa.

Tras leerlo, Henry se quedó mirando a Zac un momento y le dirigió una sonrisa casi imperceptible.
Cuando el veterinario hubo regresado a su sitio, Henry preguntó al juez si su cliente podía decir unas palabras. Este asintió y pidió a Zac que se pusiera en pie para hacerlo.

Zac: Señoría -comenzó-, a pesar de que quería obtener la custodia de Brad, tras escuchar al doctor Barker, he comprendido que el bebé debe estar con su verdadero padre.

Vanessa sabía que no podría haber sido de otro modo tratándose de Zac. El veterinario, atónito, giró la cabeza hacia su marido.

El juez rogó a los abogados de las dos partes que se acercaran al estrado. Estos intercambiaron unas palabras en voz baja con él y regresaron a sus asientos. Entonces el juez dirigió a Zac una mirada de admiración y emitió su veredicto:

**: Quiero agradecer al señor Efron haber tomado una decisión que le habrá resultado muy difícil. No me cabe duda de que usted y su esposa habrían dado al niño un buen hogar -entonces miró al veterinario-. Doctor Barker, ya ha escuchado la declaración del señor Efron. Este tribunal le otorga la custodia plena sobre su hijo, Brad Barker. Felicidades. Se levanta la sesión.

Por el rabillo del ojo, Vanessa vio cómo Zac se acercaba a estrechar la mano al doctor Barker. Su nobleza de espíritu volvió a emocionarla. Una mano le tocó el brazo. Era Henry.

Henry: Vayamos saliendo y dejemos a Zac hablar con el doctor Barker.

Una vez fuera de la sala, Vanessa le dijo emocionada:

Ness: Gracias por ayudar a Zac. Sé que aprecia mucho lo que has hecho por él.

Henry: Lo he hecho por los dos, no solo por él.

Habían entrado ya en el parking subterráneo y, para su sorpresa, en lugar de la limusina de Andrew, un aparcacoches estaba esperándolos junto al coche de Zac. Le abrió la portezuela del acompañante para que se sentara.

Henry: Vanessa... -le dijo mirándola a los ojos-, Zac nunca tuvo ninguna posibilidad de ganar este juicio, a pesar de su dinero y del apoyo incondicional que tú le has dado.

Ness: ¿Qué quieres decir?

Henry: Vamos, Vanessa, creo que sabes a qué me refiero. Animo, ma chère, tengo toda mi fe depositada en ti -le dijo inclinándose para besarla en la mejilla-.

Vanessa estaba aún agitada por lo que insinuaban sus palabras, cuando vio una alta figura masculina acercarse con paso rápido hacia el coche. Tenía que decírselo...





Zac es muy bueno. El bebé tiene que estar con su padre de verdad. Ahora estará triste, pero esperemos que reaccione bien cuando Ness le cuente que está embarazada.

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2 comentarios:

Maria jose dijo...

Zac es igual de bueno que Vanessa
Hizo lo mismo que Vanessa hizo por el
Al principio de la novela
Ellos 2 nacieron para esas juntos
Ya quiero leer el próximo capítulo
Síguela por favor
Esta muy buena y no quiero que termine


Saludos

Unknown dijo...

POR DIOS! QUE CAPITULO.
Zac ha hecho todo esto para recuperar a Ness de algún modo no? Al menos creo que eso es lo que parece.
Espero que Ness ya le diga a Zac que espera un bebe, y espero que el reaccione bien. Merecen ser felices.


Sube pronto porfaaaaa, ya quiero seguir leyendo.

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