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miércoles, 10 de abril de 2019

Capítulo 10


Ness: Sabía que te levantarías temprano -salió por la puerta de la cocina para reunirse con su madre en la calle-.

Caroline: No tan temprano -suspiró, enfadada consigo misma por haberse perdido la salida del sol-. Durante los últimos dos meses, me descubro haciendo todo a cámara lenta.

Ness: ¿Tienes náuseas mañaneras?

Caroline: No -sonriendo, tomó a su hija por la cintura-. Al parecer, mis tres hijos han decidido evitármelas. ¿Alguna vez te he dicho lo mucho que os lo agradezco?

Ness: No.

Caroline: Pues te lo agradezco -le dio a Ness un beso en la mejilla y se fijó entonces en las ojeras que rodeaban sus ojos. Comprendiendo que aquel era el momento oportuno para hablar con su hija, señaló hacia los árboles con la cabeza-. ¿Te apetece dar un paseo?

Ness: Sí, me encantaría.

Comenzaron a caminar lentamente. Las pulseras y los pendientes de Caroline tintineaban alegremente.

Nada había cambiado, pensó Ness. Los árboles, el cielo y la silenciosa cabaña tras ellas. Y, al mismo tiempo, todo había cambiado. Se apoyó un instante en el hombro de su madre.

Ness: ¿Te acuerdas de cuando salíamos a pasear Sunny, tú y yo?

Caroline: Me recuerdo paseando contigo -soltó una carcajada mientras las ramas se curvaban sobre sus cabezas, formando un túnel verde y sombrío-. A Sunny nunca le gustaba pasear. En cuanto podía, echaba a correr. A ti y a mí nos gustaba pasear lentamente, como lo estamos haciendo ahora.

¿Y cómo sería el bebé que iba a nacer en unos meses?, se preguntó Caroline, sintiendo la emoción de la anticipación.

Ness: Después recogíamos flores o bayas para que papá pensara que habíamos estado haciendo algo productivo.

Caroline: Parece que nuestros dos hombres han decidido dormir hasta tarde hoy.

Ness no respondió y Caroline esperó a que el silencio que había entre ellas volviera a hacerse confortable. El bosque estaba vivo, lleno de sonidos. Desde el susurro de la hierba hasta la llamada de los pájaros en el cielo.

Caroline: Me gusta tu amigo, Ness.

Ness: Me alegro. Quería que te gustara -se inclinó para tomar una ramita y la rompió en pedacitos mientras caminaban-.

Era un gesto nervioso que Caroline conocía muy bien. Sunny habría estallado abiertamente, pero Ness, siempre tranquila y sensata, hacía todo lo posible por reprimirse.

Caroline: Es más importante que te guste a ti.

Ness: Me gusta y mucho -al darse cuenta de lo que estaba haciendo, Ness tiró la rama al suelo-. Es un hombre bueno, alegre y fuerte. El tiempo que he pasado aquí con él ha sido maravilloso.  Nunca imaginé que encontraría a alguien que pudiera hacerme sentir lo que me hace sentir él.

Caroline: Pero no sonríes cuando lo dices -acarició el rostro de su hija-. ¿Por qué?

Ness: Esto... solo va a ser algo temporal.

Caroline: No lo comprendo. ¿Por qué tiene que ser algo temporal? Si estás enamorada de él...

Ness: Lo estoy... -musitó-. Estoy completamente enamorada de él.

Caroline: ¿Entonces?

Ness dejó escapar un largo suspiro. Era imposible explicárselo, pensó.

Ness: Zac tiene que volver con su familia.

Caroline: ¿A Filadelfia? -le preguntó sin terminar de comprenderla-.

Ness: Sí -apareció una sonrisa en sus labios. Débil y llena de melancolía-. A Filadelfia.

Caroline: No entiendo que por eso os tengáis que separar -comenzó a decir. De pronto, se interrumpió y posó la mano en el brazo de su hija-. Oh, cariño, ¿está casado?

Ness: No -se habría echado a reír, pero advirtió la preocupación sincera y profunda que reflejaban los ojos de su madre-. No, no es nada de eso. Zachary es un hombre honesto. Es difícil explicarlo, lo único que puedo decirte es que desde el principio sabíamos que Zac tendría que regresar al lugar al que pertenece... Y yo... tenía que quedarme.

Caroline: La distancia no tiene por qué impedir que dos personas estén juntas.

Ness: A veces, la distancia es más larga de lo que parece. Pero no te preocupes -se inclinó para darle a su madre un beso en la mejilla-. De verdad, mamá, no cambiaría estos días que he pasado con Zac por nada del mundo. Cuando yo era pequeña, había un póster en la cabaña, ¿te acuerdas? Decía algo sobre que, si tenías algo, tenías que saber dejarlo marchar. Y que, si no volvía a ti, era porque nunca había sido realmente tuyo.

Caroline: Nunca me gustó ese póster -murmuró-.

En aquella ocasión fue Ness la que se echó a reír a carcajadas.

Ness: Vamos a recoger flores.


Ness los observaba marcharse unas horas después. Su padre tras el volante de la ruidosa camioneta y su madre asomándose a la ventanilla, sin dejar de mover la mano hasta que se perdieron de vista.

Zac: Me gustan tus padres.

Ness se volvió hacia Zac y le rodeó el cuello con los brazos.

Ness: A ellos también les has gustado. 

Zac se inclinó para besarla.

Zac: A tu madre quizá.

Ness: Y a mi padre también.

Zac: Si tuviera un año o dos para ganármelo, quizá llegara a gustarle.

Ness: Hoy ya no te ponía mala cara.

Zac: No -frotó su mejilla contra la de Ness mientras pensaba en ello-. Solo me miraba con aire burlón. ¿Qué les has dicho?

Ness: ¿Sobre qué?

Zac: Sobre por qué no voy a quedarme aquí, contigo.

Ness: Les he dicho que tenías que volver a tu casa -haciendo un enorme esfuerzo, consiguió que su respuesta sonara natural, despreocupada-.

Tan despreocupada que Zac estuvo a punto de soltar una maldición.

Zac: ¿Y nada más?

Zac tenía la voz enronquecida por la tristeza, lo que le daba un tono, era consciente de ello, que podía ser confundido con la dureza.

Ness: No se meten en mi vida si no quiero que lo hagan. Pero será más fácil para todos que les diga la verdad.

Zac: ¿Qué es?

¿Estaba decidido a ponerle las cosas difíciles? Ness movió los hombros inquieta.

Ness: Que la historia no ha cuajado, tú has tenido que continuar con tu vida y yo he tenido que seguir con la mía.

Zac: Sí, supongo que eso es lo mejor. Una ruptura sin líos ni arrepentimientos.

Irritada, Ness hundió las manos en el bolsillo del pantalón.

Ness: ¿Se te ocurre una idea mejor?

Zac: No. La tuya es excelente -se apartó, enfadado consigo mismo y con ella-. Tengo que volver a la nave.

Ness: Lo sé. Pensaba bajar a la ciudad para comprar la cámara y algunas otras cosas. Si vuelvo pronto, iré a buscarte para ver cómo van tus progresos.

Zac: Estupendo.

Pero no estaba dispuesto a dejar que las cosas fueran tan fáciles para Ness cuando él estaba a punto de desgarrarse en dos.

Sin darse tiempo para arrepentirse, la estrechó contra él y devoró su boca.

Y prolongó aquel beso ardiente, tenso, aliado con el sabor del enfado y la frustración. Ness intentaba contenerse, mantener el equilibrio físico y emocional. No podía, no podía darle lo que Zac parecía necesitar. La rendición total. No se la había pedido hasta entonces. Y Ness no sabía que iba a ser capaz de contenerse con tanta firmeza. Atrapada, no podía relajarse, no podía exigir nada mientras él la devoraba.

Con una larga y posesiva caricia, Zac deslizó la mano por su cuerpo, y descendió después sin disminuir la intensidad de su caricia. Ness podía haber protestado. Había algo en su abrazo que la asustaba, que la debilitaba, que la hacía sentirse abierta y vulnerable, que le hacía experimentar la necesidad de volver a tocar tierra. No había delicadeza en aquel gesto, ni tampoco el deseo urgente que en otras ocasiones Zac había mostrado. No, aquel beso era un castigo. Un castigo brutalmente efectivo.

Ness: Zachary -comenzó a decir, intentando tomar aire cuando la soltó-.

Zac: Esto debería darte algo en lo que pensar.

Completamente atónita, Ness lo miró fijamente. Se llevó una mano temblorosa a los labios, todavía tiernos por el beso. Cuando recuperó la respiración, intentó dominar su genio. Pensaría en ello, de acuerdo. Se metió en la casa, y cerró la puerta violentamente. Minutos después, salió y cerró la puerta de un portazo.


Todo iba a salir perfectamente. Y él se sentía como un diablo. Técnicamente, podría marcharse en menos de veinticuatro horas. Ya había hecho las principales reparaciones y afinado los cálculos que él y el ordenador habían estimado. La nave estaba lista. Pero él no. Y a eso era a lo que le tocaba enfrentarse.

Ness parecía preparada para verlo marchar, pensó Zac mientras reparaba una fisura en la estructura interna con el láser. Parecía incluso estar esperando ansiosa el momento. Probablemente, en aquel momento estaría en la ciudad, comprando una cámara para poder hacer algunas fotos de recuerdo antes de la despedida. Zac apagó el láser y comprobó el resultado de su trabajo.

¿Por qué demonios tenía que ser tan práctica?

Simplemente porque lo era, se recordó a sí mismo mientras se quitaba los guantes protectores. Y esa era una de las cosas que más admiraba de ella. Era una mujer práctica, cariñosa, tímida e inteligente. Todavía recordaba perfectamente sus ojos la primera vez que le había dicho que la deseaba. Aquellos ojos pardos, rebosantes de confusión.

Y cuando la había tocado. La había descubierto ardiente y temblorosa. Era tan suave. Tan increíblemente suave. Maldiciéndose a sí mismo, guardó el láser en el compartimiento de las herramientas y metió los guantes a su lado antes de cerrar la puerta. No podía imaginarse a un solo hombre en todo el universo que fuera capaz de resistirse a aquellos ojos, o aquella piel, o aquella boca llena y sensual.

Esa era parte del problema, admitió mientras merodeaba por la nave. Los hombres no se resistirían. Quizá hasta entonces, Ness no les hubiera prestado atención. Estaba demasiado ocupada con sus libros, su trabajo y sus teorías sobre las tendencias sociales de los seres humanos. Pero cualquier día, se le caerían las gafas, miraría a su alrededor y descubriría que había hombres, hombres de carne y hueso, que le devolvían interesados la mirada. Hombres que podrían hacerle promesas, pensó disgustado. Aunque ni siquiera pretendieran mantenerlas.

Quizá Ness todavía no se había dado cuenta de cuánta pasión, cuánta fuerza albergaba. Pero él le había abierto aquellas puertas. Las había abierto, diablos... las había hecho añicos. Y cuando él se fuera, otros hombres podrían avivar el fuego que él había encendido.

Pensar en ello lo volvía loco, admitió Zac mientras se mesaba nervioso los cabellos. Completa, desesperadamente loco. Tendrían que encerrarlo en una de esas celdas acolchadas de las que Ness había hablado. No podía soportar la idea de que otro pudiera tocarla. De que pudiera desnudarla.

Con un juramento, rodeó la nave y comenzó a poner las cosas en orden. Es decir, a tirarlas por todas partes.

Estaba siendo egoísta e injusto. Pero no le importaba. Era cierto que tendría que aceptar el hecho de que Ness continuaría haciendo su vida, y que su vida incluiría un amante, o varios amantes, pensó apretando los dientes. Un marido quizá e hijos. Tenía que asumirlo, sí. Pero maldito fuera si le gustaba.

Después de dar una patada en una esquina, hundió las manos en los bolsillos y fijó la mirada en la fotografía de su familia. Sus padres, reflexionó, estudiando cada rasgo de sus rostros como no lo había hecho jamás en su vida. Habían pasado tres, no, cuatro meses desde la última vez que los había visto. Si no se contaban los siglos.

Eran muy atractivos, gente de aspecto fuerte, a pesar de la expresión ligeramente avergonzada que tenía su padre en aquella fotografía. Siempre le habían parecido tan satisfechos de sí mismos, tan seguros de sus vidas y de lo que querían. Le gustaba imaginárselos en casa, a su madre trabajando en algún libro técnico y a su padre silbando entre dientes mientras arreglaba sus flores.

Él había heredado la nariz de su madre. Intrigado, Zac se inclinó para verla más de cerca. Era curioso, hasta entonces no se había fijado. Al parecer, su madre estaba satisfecha con la nariz con la que había nacido y que él había heredado.

Y también Dylan, advirtió, mientras estudiaba la imagen de su hermano. Pero Dylan también había heredado su brillantez. La brillantez no siempre era un regalo, pensó Zachary con una sonrisa.  Había convertido a Dylan en un hombre exaltado, inquisidor e impaciente. Recordaba a su madre diciendo que D.E., como lo llamaban en la familia, siempre había preferido discutir a respirar.

Zac decidió que probablemente él había heredado el carácter de su padre. Aunque en aquel momento no tenía la sensación de tener un carácter ecuánime.

Con un suspiró, se sentó en la cama.

Zac: Os gustaría -le explicó a la fotografía-. Me gustaría que pudierais conocerla.

Era la primera vez, pensó. Hasta entonces, nunca había tenido la necesidad de llevar a sus compañeras a casa, o buscar la aprobación de su familia. Probablemente, era el resultado de haber pasado el día con los padres de Ness.

Estaba divagando. Se frotó la cara con las manos mientras admitía que estaba perdiendo el tiempo que necesitaba para trabajar con aquellos análisis. Debería haberse ido ya. Pero se había prometido otro día al lado de Ness. Además, estaba también la cápsula del tiempo que quería hacer Ness… si es que todavía quería hablar con él.

Tenía todo el derecho del mundo a estar enfadada después del numerito que le había montado aquella mañana antes de irse. Pero era preferible, decidió mientras se tumbaba. Prefería verla enfadada que sonriendo y urdiéndolo a marcharse. Perezosamente, miró el reloj. Ness debería volver en un par de horas.

De modo que tenía tiempo para echarse una siesta después de la larga y frustrante noche de insomnio que había pasado en el sofá. Conectó el reloj de la mesilla de noche, cerró los ojos y se durmió.


Idiota, pensó Ness, aferrándose al volante con fuerza mientras maniobraba el Land Rover de camino a casa. Engreído e idiota, aclaró. Sería mejor que le diera una explicación cuando lo viera otra vez. Por mucho que se había devanado los sesos, no había encontrado ninguna razón que justificara aquel beso furioso y vehemente.

Algo en lo que tenía que pensar.

Pues bien, ya había pensado en ello, se recordó Ness mientras recorría la estrecha y accidentada carretera. Y continuaba enfureciéndole. Y todavía no le encontraba el sentido. Se acordó una vez más de la vecina que tenía en Portland, casada en dos ocasiones, que siempre proclamaba que lo que hacían los hombres no tenía ningún sentido.

Para ella siempre lo había tenido, al menos como especie, pensó Ness sombría. Y sobre el papel. Pero, por primera vez en su vida, estaba sentimentalmente involucrada con un ejemplar de carne y hueso y estaba completamente desconcertada.

Ness pasó por encima de unas piedras mientras intentaba, una vez más, resolver el misterio de Zachary Efron.

Quizá hubiera tenido algo que ver con la visita de sus padres. Pero la verdad era que también parecía triste antes de que hubieran llegado. Triste, pero no enfadado, recordó, y habían hecho el amor, lenta y delicadamente en el arroyo aquella tarde. Durante la cena parecía contento, quizá un poco tímido, pero eso era natural. Debía ser muy difícil para él estar rodeado de gente, intentando concentrarse en no decir nada que pudiera delatarlo.

Sintió una punzada de compasión y lo ignoró obstinadamente.

No había ninguna razón para que Zac desahogara en ella su frustración. ¿Acaso no estaba intentando ayudarlo? Se estaba muriendo por dentro, pero estaba haciendo todo lo que estaba en su poder para que Zac pudiera volver a donde quería estar.

Ella también tenía su propia vida. Aquello consiguió tranquilizarla un poco mientras sorteaba a toda velocidad una loma. Debería estar haciendo su tesis y trabajando en los preliminares para el próximo estudio de campo. Tenía una oferta para realizar una serie de conferencias que todavía se tenía que pensar. Y en vez de trabajar, se estaba dedicando a hacer recados, comprar cámaras y galletas de avena. Pero aquella sería la última vez que lo haría, decidió furiosa. Y entonces, comprendió que, efectivamente, quisiera o no, aquella sería la última vez.

Detuvo el Land Rover cuando el camino se estrechaba para dar paso a una senda que solo se podía atravesar a pie. En realidad, no pretendía ir a buscar a Zachary. Durante todo el trayecto, se había estado diciendo a sí misma que volvería a la cabaña y se pondría a trabajar. Pero allí estaba, ignorando sus buenos propósitos. Pero al menos, había algo que podía hacer por ella.

En un impulso, sacó la nueva Polaroid de la bolsa. Después de desempaquetarla, siguió las instrucciones y colocó uno de los carretes que había comprado. En el último momento, decidió llevarse también la bolsa de galletas de avena.

Desde el punto más alto de la loma, estudió la nave.

Descansaba, enorme y silenciosa, entre las rocas y los árboles caídos, como si se tratara de un animal extraño en pleno sueño. Deliberadamente, bloqueó cualquier pensamiento sobre el hombre que estaba en su interior y se concentró en la nave en sí misma.

El vehículo del futuro, decidió, mientras encuadraba cuidadosamente la fotografía. Capaz de llegar hasta Marte, Mercurio y Venus. Servicio expreso a Plutón y Orión. Con lo que era más un suspiro que una risa, tomó dos fotografías. Se sentó al borde de la loma y esperó mientras las fotos se revelaban. Cincuenta años atrás, la idea de sacar fotografías instantáneas también parecía de ciencia ficción. Volvió a mirar hacia la nave. Aquel hombre trabajaba rápido. Muy rápido.

Deseando estar algunos minutos más a solas, abrió la bolsa de galletas y comenzó a comer.

Por supuesto, nunca podría enseñar a nadie las fotografías que en aquel momento ganaban color en su mano. Una de las fotografías era para la cápsula y la otra para sus archivos personales. Ella quería creer que era su faceta científica la que le hacía tomarla, la que le haría etiquetaría y guardarla junto a otras fotografías que tomaría para ilustrar el informe que estaba escribiendo sobre aquella experiencia.

Pero aquello no tenía nada que ver con la ciencia, y todo que ver con su corazón. Ness no quería depender solamente de su memoria. Se guardó las fotografías en los bolsillos, se colgó la cámara al hombro y comenzó a bajar.

Cuando llegó a la puerta, levantó al puño y se echó a reír. ¿Habría que llamar a la puerta de una astronave? Sintiéndose un tanto ridícula, golpeó dos veces. Una ardilla salió corriendo por la hierba, se subió a un tronco caído y desde allí miró fijamente a Ness.

Ness: Ya sé que es extraño. Pero no se lo cuentes a nadie -le tiró media galleta y se volvió para llamar otra vez-. De acuerdo, Efron, abre. Aquí me siento como una estúpida.

Intentó llamar, aporrear, gritar.  Incluso cedió a su furia y le dio una buena patada a la puerta. Por el bien de sus propios pies, retrocedió. Absolutamente enfadada con Zac, decidió marcharse, pero entonces se le ocurrió que quizá no la había oído.

Se acercó de nuevo a la nave y empezó a buscar el dispositivo que había utilizado para abrir la compuerta. Tardó unos diez minutos. Cuando la puerta se abrió, entró violentamente en la nave, dispuesta a pelear.

Ness: Escucha, Efron, yo...

No estaba en los mandos. Frustrada, se pasó la mano por el pelo. ¿Ni siquiera iba a estar disponible cuando estaba deseando gritarle?

Las compuertas estaban abiertas. No había sido capaz de verlo desde fuera, per, en ese momento, podía disfrutar de una vista panorámica de los alrededores. Furiosa, se acercó a los controles. Cómo se sentiría, se preguntó mientras se sentaba en la silla, pilotando algo tan grande, tan poderoso. Escrutó con la mirada las clavijas y botones que tenía frente a ella. Debía ser maravilloso para que Zac lo adorara. Incluso una mujer que siempre había tenido los pies firmemente apegados a la tierra podía imaginarse la sensación de libertad ilimitada que podía proporcionar viajar por el espacio.  Habría planetas de todos los tonos y colores. Imaginaba las estrellas distantes y el resplandor de las lunas recorriendo incansables sus órbitas.

Le gustaba imaginarse así a Zac, navegando entre las estrellas, de la misma forma que habían zigzagueado entre los árboles del bosque montados en su aerociclo.

Ness dirigió una última mirada al panel de control y estudió después el ordenador. Sintiéndose un poco incómoda, miró a su alrededor, se aseguró de que Zac no estaba cerca del puente, y se inclinó hacia adelante.

Ness: ¿Ordenador?

**: Funcionando.

Ness se sobresaltó y reprimió una risa nerviosa. Había dos preguntas que quería plantearle, aunque realmente solo quería una respuesta. Pero como creía que había que enfrentarse siempre a los hechos, Ness tomó aire, lo expulsó y decidió abordar lo que tanto temía.

Ness: Ordenador, ¿en qué situación están los cálculos para el viaje de regreso al siglo veintitrés?

**: Cálculos terminados. Índices de probabilidad comprobados. Factores de trayectoria, empuje, inclinación orbital, velocidad y factores de riesgo y éxito completados. ¿Es este el informe deseado?

Ness: No.

Así que había terminado. Ness lo sabía, a pesar de que había intentado decirse a sí misma que todavía tenía algunos días por delante. Zac no se lo había dicho, pero ella pensaba que había comprendido por qué. Zac no quería hacerle daño, y él sabía, tenía que saberlo, cómo se sentía. Por mucho que hubiera intentado fingir que su relación era solo un momento en el tiempo, basado en la pasión, en el cariño y en el mutuo deseo, Zac había sabido interpretar sus sentimientos.

Ness quería alegrarse por él. Tenía que alegrarse por él.

Ness tardó unos minutos en acostumbrarse a la idea, y después preguntó lo que muchas veces había querido saber

Ness: Ordenador.

**: Funcionando.

Ness: ¿Quién es Zachary Efron?

**: Efron, Zachary, Capitán de las ISF, retirado. Nacido el dos de febrero de dos mil doscientos veintidós, hijo de Catrina Hardesty Efron y Byran Edward Efron. Lugar de nacimiento, Filadelfia, Pensilvania. Graduado en la Graduate Wilson Freemonto Memorial Academy en dos mil doscientos treinta y siete. Asistió a la Universidad de Princeton, abandonó después de dieciséis meses sin haberse licenciado. Alistado a las ISF. Estuvo en servicio desde dos mil doscientos treinta y nueve a dos mil doscientos cuarenta y cinco. Sus antecedentes militares…

Con los labios apretados, Ness escuchó toda la información sobre la carrera militar de Zac. Había citación tras citación, reprimenda tras reprimenda. Mientras que sus referencias como piloto eran intachables, su hoja disciplinaria era una cuestión completamente diferente. Ness no pudo evitar una sonrisa.

Pensó en su padre y en lo mucho que desconfiaba del sistema militar. Sí, con un poco más de tiempo, habría llegado a tomarle cariño a Zac.

**: Clasificación crediticio, 5.8 -continuó el ordenador-.

Ness: Basta.

Ness suspiró pesadamente. Ella no tenía ningún interés en la clasificación crediticio de Zac. Ya había fisgoneado demasiado en su vida. Cualquier otra respuesta que quisiera, tendría que obtenerla directamente de él. Y rápido.

Se levantó, y comenzó a vagar por la nave, buscándolo.

Fue la música la que le dio la pista. Primero escuchó aquel sonido vago y distante con vaga curiosidad. Era música clásica, particularmente apasionada. Mientras la seguía, intentó identificar al compositor.

Descubrió a Zac dormido en su camarote. La música inundaba la habitación de rincón a rincón, pero aun así era una música suave, seductora. Sintió la necesidad, casi irresistible, de tumbarse a su lado y acurrucarse contra él hasta que se despertara e hiciera el amor con ella.

Pero lo descartó inmediatamente. La culpa la tenía la música, decidió. De alguna manera, le resultaba reconfortante y erótica al mismo tiempo. Exactamente como podían llegar a serlo los besos de Zac. Pero no permitiría que su influencia le hiciera olvidarse de que estaba enfadada con él.

Aun así, le hizo una fotografía mientras dormía y se la metió en el bolsillo, sintiéndose casi culpable.

Después de apoyarse contra el marco de la puerta, alzó la barbilla. Era una pose deliberadamente desafiante, y le gustaba.

Ness: Así que así es como trabajas.

Aunque había alzado la voz por encima del sonido de la música, Zac continuó durmiendo. Ness consideró la posibilidad de acercarse y darle un empujón en el hombro, pero entonces se le ocurrió una idea mejor. Se metió dos dedos en la boca, tomó aire y soltó un agudo e intenso silbido, tal y como Sunny le había enseñado.

Zac se levantó de la cama como un cohete.

Zac: ¡Alerta roja! -gritó antes de ver a Ness mirándolo sonriendo desde el marco de la puerta-.

Después de apoyarse contra el cabecero de la cama, se pasó la mano por la cara.

Había estado soñando. Estaba fuera, en el espacio, navegando a través de la galaxia, viendo los mundos correr a cientos, miles de kilómetros bajo él. Ness estaba allí, a su lado, pasándole el brazo por la cintura, con el rostro resplandeciente por la fascinación y la emoción del vuelo.

Pero entonces había ocurrido un percance. La nave había empezado a temblar, las alarmas a sonar y las luces a parpadear. Zac había oído gritar a Ness mientras caían en picado. Él no sabía qué hacer. De pronto, su mente se había quedado completamente en blanco.

Pero allí estaba en aquel momento, mientras su corazón todavía latía a toda velocidad por culpa del sueño, mirándolo desafiante y dispuesta a pelear.

Zac: ¿Qué demonios ha sido eso?

Parecía haberse llevado un susto de muerte. Que era lo que Ness pretendía.

Ness: Me ha parecido la forma más eficiente de despertarte. Voy a decirte una cosa, Efron, si continúas trabajando así, vas a terminar agotado.

Zac: Estaba descansando un poco -deseó haber tomado un buen trago de aquel potente licor azul eléctrico de las Antillas-. Ayer por la noche no dormí mucho.

Ness: Qué pena -sin dejar de mirarlo, metió la mano en la bolsa para sacar una galleta-.

Zac: Ese sofá está lleno de bultos.

Ness: Tomaré nota. A lo mejor esa es la razón por la que te has levantado con el pie izquierdo -se tomó su tiempo, iba mordisqueando la galleta poco a poco-.

Estaba intentando contagiarle su hambre, y lo estaba consiguiendo, pero no de la forma que Ness pretendía.

Zac podía sentir cómo iban tensándose sus músculos, uno a uno.

Zac: No sé a qué te refieres.

Ness: Es una expresión.

Zac: Ya la he oído -sabía que le había contestado bruscamente, pero no podía evitarlo-.

Ness sacó le lengua para recuperar una miga que había quedado suspendida en la comisura de su boca. Zac estuvo a punto de gemir.

Zac: No me he levantado con ningún pie izquierdo.

Ness: Bueno, en ese caso, supongo que eres una persona de naturaleza ardiente, aunque hasta ahora hayas conseguido dominarte.

Zac: No soy de naturaleza ardiente -gruñó-.

Ness: ¿Ah no? ¿Arrogante, entonces? ¿Eso te parece mejor? -su media sonrisa estaba destinada a enfadarlo, pero le provocó un sentimiento completamente diferente-.

Intentando ignorar tanto a Ness como a lo que estaba ocurriendo en su cuerpo, Zac miró el reloj.

Zac: Has estado mucho tiempo en la ciudad.

Ness: Con mi tiempo hago lo que quiero, Efron.

Zac arqueó las cejas. Si Ness no hubiera estado tan pendiente de su propio control, podría haberse dado cuenta de que las ojeras de Zac se habían oscurecido.

Zac: ¿Quieres pelea?

Ness: ¿Yo? -volvió a sonreír. Era la viva imagen de la inocencia-. Por Dios, Zachary, después de haber conocido a mis padres, deberías saber que he nacido pacifista. Me acunaban con canciones folk.

Zac musitó algo para sí, fue una palabra de dos sílabas que Ness siempre había pensado pertenecía a la jerga del siglo veinte. Intrigada, inclinó la cabeza.

Ness: Así que esa continúa siendo la respuesta cuando a alguien no se le ocurre una respuesta inteligente. Es un consuelo saber que algunas tradiciones nos sobrevivirán.

Zac bajo las piernas de la cama y, con los ojos fijos en los de Ness, se estiró lentamente. No caminó hacia ella, todavía no. No quería hacerlo hasta que no pudiera confiar en su capacidad para dominar las ganas de darle un buen golpe en aquella obstinada barbilla. Era curioso, hasta entonces no se había dado cuenta del aspecto obstinado de aquella barbilla. Ni de la mirada desafiante de sus ojos.

Y lo peor era que aquella arrogancia le resultaba tan excitante como su pasión.

Zac: Estás presionándome, pequeña. Supongo que debería advertirte que yo no procedo de una familia particularmente pacífica...

Ness: Bueno... -tomó cuidadosamente otra galleta-. Supongo que eso debería aterrarme. -Después de enrollar la bolsa, se la tiró a Zac, que al levantar la mano para atraparla, destrozó la mitad de su contenido-. No sé qué te pasa, Efron, pero tengo mejores cosas que hacer que preocuparme por eso. Puedes quedarte aquí gruñendo si quieres, pero yo me voy a trabajar.

Apenas pudo dar media vuelta. Porque Zac la agarró del brazo y la acorraló contra la pared. Más tarde, Ness se preguntaría por qué la había sorprendido tanto que se moviera tan rápidamente o que, bajo su aparente calma, se ocultara un genio incontenible.

Zac: ¿Quieres saber lo que me pasa? ¿Por eso me estás presionando, Ness?

Ness: No me importa nada lo que te pase o te deje de pasar -mantenía la barbilla alta, aunque se le había quedado la boca seca-.

Sabía que, para ella, siempre sería más fácil ofrecer una disculpa que continuar aquella discusión. Pero a veces no era por sus convicciones pacifistas, si no por cobardía. Enderezó la espalda y tomó aire. Estaba dispuesta a pelear.

Ness: Me importa un bledo lo que te pase. Y ahora, déjame marcharme.

Zac: Pues debería importarte -la agarró por la cabeza y se la inclinó lentamente hacia atrás, exponiendo su cuello-. ¿Crees que todos los sentimientos que un hombre puede albergar por una mujer son delicados y amables?

Ness: No soy ninguna estúpida -comenzó a retorcerse, más furiosa que asustada, al ver que no la soltaba-.

Zac: No, no lo eres.

La furia de sus ojos no era menor que la que reflejaban los de Ness. Sintió que algo se rompía dentro de él. Era el último cerrojo que había conseguido enjaular su genio.

Ness: No necesito que me enseñes nada.

Zac: En eso tienes razón. Habrá otros que podrán enseñarte muchas cosas, ¿verdad? -los celos le desgarraban las entrañas, clavaban en ellas sus garras y hacían arder su sangre-. Maldita seas. Y malditos sean todos ellos, todos y cada uno de ellos. Piensa en esto: cada vez que te toque otro hombre, mañana, o dentro de diez años, desearás que sea yo. Yo me encargaré de ello.

Y con aquellas palabras suspendidas todavía en el aire, la empujó a la cama.




Oh! 😲
¿¡Qué hará Zac!? 😕

Hoy es un día especial porque soy un año más vieja 😆

Espero que os haya gustado el capi.
Gracias por leer!


3 comentarios:

Lu dijo...

Ame demasiado este capitulo!!
Ojala que Zac no se vaya nunca de ahi.

Sube pronto :)

Caromi dijo...

Feliz cumpleaños!! (aunque ya te saludé te lo vuelvo a decir por aqui xD)
Que crees que va a hacer Zac pues XD, me dió pena como estan los 2 pero son tan cabezotas que no lo quieren admitir ¬¬
Sería genial que Zac pueda ir y venir en el tiempo o que Nessa se mude a Alfa Centauro XD
Publica pronto porfis!!

Maria jose dijo...

Feliz Cumpleaños
Pasala super!!!
Que capitulo
Zac esta violento y muy celoso
Me encanta la novela
Siguela pronto porfis

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