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domingo, 5 de mayo de 2019

Capítulo 8


Dado que arreglar el patio no estaba en la agenda del fin de semana y no se le ocurría una excusa razonable para pasarse por casa de Vanessa, Zac invirtió algún tiempo extra en el taller familiar. Con los perros y su iPod por compañía, se puso a trabajar en el marco de madera que coronaría el arco de piedra que llevaba del Vestíbulo al pasillo de entrada.

No se dedicaba tanto a la carpintería fina o la ebanistería como sus hermanos, pero disfrutaba cuando lo hacía. Y, en aquel momento, le apetecía tener el taller para él.

Recordó a su padre enseñándolo a manejar las sierras, el torno, la cepilladora. Thomas Efron era paciente, pero esperaba precisión.

«De nada sirve hacer algo si vas a hacerlo fatal.» Un lema de vida, pensó Zac de pronto.

Dios, a su padre le habría encantado ese proyecto. Lo habría atraído, estimulado en su totalidad. Adoraba el pueblo, los edificios antiguos, su ritmo, sus colores y tonos. Sus políticos.

Sentado a la barra de Crawford’s, delante de unos huevos con beicon y picadillo de patata frita, bromeaba con los mejores.

Que Zac recordara, jamás se había perdido un desfile o los fuegos artificiales del Cuatro de Julio en Shafer Park. Patrocinó a un equipo de las Ligas Menores, al que seguía respaldando económicamente la empresa familiar. Hasta lo había entrenado unos años.

A su modo, suponía Zac, chorradas y pose aparte, había enseñado a sus hijos lo que significa formar parte de una comunidad. Y cómo valorarlo.

Sí, habría adorado el proyecto: por el trabajo, por el edificio, por la comunidad. Solo por esa razón, no habría escatimado en nada.

Zac sacó la cinta métrica, la que había sido de su padre. Su madre se había asegurado de que cada uno se quedara con una herramienta. Midió y marcó otra pieza.

Se irguió cuando entró su madre.

July: Haciendo horas extra, por lo que veo.

Zac: Me apetecía. Como soy quien quiere las arcadas enmarcadas, he pensado que podía ponerme a ello.

July: Quedará genial también. Y esas librerías. -Se llevó una mano al corazón-. Estás haciendo un trabajo extraordinario. Vuestro padre estaría muy orgulloso.

Zac: Precisamente pensaba en él. Aquí es difícil no hacerlo. Pensaba en lo mucho que le habría gustado trabajar en el hotel, recuperarlo.

July: Desesperándose a mis espaldas cada vez que se me ocurre algo. No creas que no sé que vosotros hacéis lo mismo.

Zac: Por preservar la tradición.

July: Pues lo hacéis de maravilla, los tres.

Zac: ¿Aún estás enfadada?

July ladeó la cabeza.

July: ¿Te parezco enfadada?

Zac: Sabes disimularlo bien. Pero bueno… -Sonrió-. Ha sido culpa de Alex.

July: Es un cabezota como su padre, y ha heredado mi temperamento. Vaya bomba. Pero tiene razón. Debía haberlo hablado primero con vosotros tres. Y, como se lo digas, atente a las consecuencias.

Zac: No seré yo quien se lo diga. ¿Por qué la has contratado así, mamá? ¡Sin más!

July se encogió de hombros, después abrió el frigorífico del taller, movió la cabeza con desaprobación al ver los packs de cerveza y cogió un par de refrescos.

July: A veces sabes que lo haces bien y otras asumes que todo tiene su razón de ser. En este caso, han sido ambas cosas. -Rió, bebió-. Creo que hasta ella misma se ha sorprendido de aceptar el puesto tan pronto como se lo he ofrecido. No pensé que fuera a hacerlo, pero eso es lo que tiene el amor. Se ha enamorado del sitio. Te lo digo yo.

Zac: Supongo que no tardaremos en saber si se muda o no.

July: Se mudará. Se va a organizar. Dará el paso en un par de semanas.

Zac: ¿La has convencido?

July: Con ayuda. De Ashley.

Zac: Arma secreta.

July: Una luchadora, desde luego. Le he dado la llave a Brittany, para que vaya a ver el piso. Habrá que asegurarse de que se le da una mano de pintura. -Al verlo resoplar, arqueó las cejas-. Lo sé, pero hay que hacerlo. Por cierto, he pedido un lavabo y grifos nuevos para la tienda de regalos. Y váter nuevo, de paso. Te he enviado los enlaces por correo. Como los de Willow Run vendrán la próxima semana a hablar del diseño final del Patio, voy a pedirle a Brian que le eche un vistazo a la parte trasera de la tienda de regalos. Creo que necesita un buen patio, y también un nuevo vallado por el lado de la librería. Unas plantas -añadió, riendo-. Y esos viejos escalones se pueden cambiar por unos de piedra, como los del patio.

Zac: ¿Por qué no te das la vuelta para que pueda desesperarme sin que lo veas?

July: Quedará tan bien… Madeline ya está hablando con artistas locales. Y yo ya he conseguido enganchar a Willy B.

Zac: ¿Al padre de Ashley?

July: Hace unos trabajos con metal preciosos en sus ratos libres. Viste los candeleros que me regaló las Navidades pasadas, ¿verdad? Así que… creo que podremos abrir hacia finales de octubre.

Zac notó que el trago de Coca-Cola se le atascaba en la base de la garganta.

Zac: Si ni siquiera hemos empezado, mamá.

July: Pues más vale que lo hagáis. Ah, y coméntale lo de la valla a Vanessa por si no puedo hacerlo yo.

Zac. Vale.

July: Se lo puedes decir en vuestra cita del viernes por la noche.

Zac bajó el brazo con el que sostenía la bebida.

Zac: ¿Qué pasa, es que alguien ha puesto un anuncio? Yo solo se lo he dicho a David y a Alex.

July: ¿Y no me lo han contado? Tengo que hablar con esos chicos. Ha sido Ashley. Por fin lo has conseguido, ¿eh, chiquitín?

Zac: No es más que una cena o algo.

July: Llevas buscando una cena o algo con Vanessa desde que eras adolescente. Me partía el corazón.

Zac: No pensé que lo supieras.

July: Pues claro que lo sabía, cielo. Soy tu madre. Igual que supe cuando viniste de tu cita con Mandy Fisher que habías tenido tu primera relación sexual.

Notó que se ponía como un tomate.

Zac: Por favor, mamá.

Ella rió a carcajadas.

July: Sé lo que sé, y confiaba en que hubieras sido cuidadoso después de lo mucho que tu padre y yo os insistimos en el sexo seguro, el respeto y todas las consecuencias. Espero que lo tengas presente con Vanessa.

Zac: Por favor, mamá.

July: Te repites.

Zac: Yo… -Cuando le sonó el móvil, se lanzó por él como a por un salvavidas-. David. Aunque no sepas por qué, te debo una de las gordas. Estoy en el taller, ¿por? ¿Que qué? En serio. Sí, sí, ahora voy. -Volvió a guardarse el móvil en el bolsillo-. Alex se ha vuelto obsequioso con lo de esta mañana. Está tirando tu pared. Quieren que vaya a echar un vistazo.

July: Ve, pues. ¿Tienes planes para esta noche?

Zac: No.

July: Podrías coger una pizza y volver. Tengo pensado repasar lo que he pedido hoy y unas cosas que ando meditando.

Zac: Me apunto.

July: Si uno de tus hermanos, o los dos, no sale con nadie el sábado por la noche, no sé qué demonios les pasa, pero… si no salen y les apetecen, tráete más pizza.


El lunes ya tenían hombres trabajando en los tres edificios: pintando el piso, preparando la tienda para pintarla y, como había bajado la temperatura, haciendo la pintura exterior del hotel. El cobre de los techadores que trabajaban en la mansarda brillaba al sol.

Hacia las diez, necesitado de un descanso, Zac se acercó a la librería. Encontró a Vanessa en el puesto de Miley.

Zac: ¡Eh!, ¿dónde está tu gente?

Ness: Miley tenía cita con el dentista. Vendrá luego. Cassie está a punto de llegar, y Charlene viene a la una. De todos modos, les dije que hoy abriría yo para no quedarme en casa comiéndome el coco.

Zac: ¿Comiéndote el coco?

Ness: Primer día de colegio -pasó detrás del mostrador para prepararle el café sin que él se lo pidiera-.

Zac supuso que eso lo convertía en predecible.

Zac: ¿Han ido contentos?

Ness: Uf, sí. Estaban deseosos de ir. Les durará como una semana. Los ilusiona ver a sus amigos, estrenar material escolar. Soy yo la que lo pasa mal -reconoció-. Ni siquiera
he vuelto a casa cuando los he dejado; sabía que tanto silencio me mataría. Me durará como una semana, también, luego me mosquearé cuando haya un claustro de esos y los niños tengan un día de fiesta.

Zac hurgó un poco en su memoria y experimentó una emoción fugaz.

Zac: Me encantaban esos días.

Ness: Apuesto a que a tu madre no. He observado el ajetreo que hay esta mañana. Parece que el pueblo entero bulle de actividad.

Zac: Estamos repartidos por todas partes. Mamá quiere abrir la tienda de regalos dentro de seis semanas. Lo sabías -añadió al ver que ella se aclaraba la garganta-.

Ness: Puede que July me lo mencionara. Qué bien que Brittany vaya a estar aquí para la inauguración -le pasó el café-. Así podrá conocer a algunas personas.

Zac: ¿La inauguración? ¿Va a haber inauguración? Debí haberlo supuesto.

Ness: Vuestra madre se encargará de todo. Imagino que no tendréis más que asistir. -Visiblemente divertida por su gesto de angustia, le dio una palmadita en la mano-. Considéralo un ensayo de la inauguración del hotel.

Zac: Tendré que ir acompañado. ¿Qué te parece…? Perdona. -Sacó el móvil-. Sí. No, lo incluí en los planos. Te lo enseñé. Sí… no. Los tengo en casa. Voy a por ellos y me acerco enseguida. Tengo que colgar -remató, guardándose el móvil en el bolsillo-.

Ness: Déjalo -le dijo al verlo sacar la cartera-. Primer café, primer cliente. Invita la casa por la vuelta al cole.

Zac: Gracias. ¿Por qué no…? -Le sonó de nuevo el móvil, y el fijo de la librería tintineó al mismo tiempo-. Luego hablamos -se excusó, y salió con el móvil pegado a la oreja-. ¿Qué pasa ahora?


Fue una semana de trompicones, de progreso y demoras, con un montón de frustración entremedias. Zac se dio cuenta de que ya no tenía que inventarse excusas para ver a Vanessa, no tenía tiempo. Y cuando él lo tenía, ella no.

Zac: Quien creería que dos personas que viven y trabajan en el mismo sitio no pueden tener una conversación de más de cinco minutos.

Instaló otro de los puntales del porche de la tercera.

Alex: Estás desquiciado. Y me sacas de quicio, que sé por quién lloriqueas aunque no menciones su nombre.

Zac: No lloriqueo, solo lo comento.

Alex: ¿No salís juntos mañana por la noche?

De nada servía reconocer que aún necesitaba mentalizarse de algún modo.

Zac: Sí.

Alex: Pues habla. Joder, ve a verla cuando acabemos y habla con ella. No cierra hasta las seis.

Zac: Ha de recoger a los niños del colegio. Además, esta noche tiene lo del club de lectura ese.

Alex: De todos modos, la gente habla mucho, sobre todo cuando no tiene qué decir. La chica con la que salí el fin de semana pasado… No callaba. Unas piernas preciosas, y una boca que no había forma de cerrar. -Deslizó la mano por la barandilla terminada-. Genial. -Miró a Zac-.¿Por qué no te acercas a echar un vistazo a los muchachos de la tienda de regalos? Como la librería está al lado, igual así puedes mantener esa conversación que ansías. Además, de paso, me libras un rato de los gérmenes del enamorado.

Zac: Buena idea. ¿Quieres que te mande a uno de los chicos para que te ayude?

Alex: No. Prefiero estar tranquilo.

Zac recorrió el edificio, que de tranquilo tenía poco, y salió por detrás. Pronto desmontarían los andamios, pensó mientras pasaba por debajo de ellos. Y no tardarían mucho en descolgar la lona de polipropileno azul de la fachada.

Mientras cruzaba la calle, repasó mentalmente el calendario y los plazos. Primero cumplió con su obligación, entrando en la tienda de regalos. Su madre había dado en el clavo con el color de las paredes, decidió, y en lo de abrir la pared.

Habló con los pintores, y salió por la parte trasera.

También en eso tenía razón su madre. Había que arreglarla. Quizá podían añadir una pequeña verja al…

Se interrumpió.

Zac: No te embales, tío. No le des más ideas.

Se dirigía al aparcamiento cuando vio salir a Vanessa por su trastienda, a toda prisa, con el móvil pegado a la oreja.

Ness: No, no te preocupes. Dile que se mejore. Muy bien, claro. -Saludó distraída a Zac-. Luego te llamo. Adiós.

Zac: ¿Problemas?

Ness: Lynn Barney. Llamaba para decirme que Mazie hoy ha salido antes de clase. Por un virus estomacal, seguramente.

Zac: Lo siento.

Ness: Mazie iba a hacerme de canguro hoy… por lo del club de lectura.

Zac: Oh, vaya.

Ness: Tengo que salir pitando, recoger a los niños y solucionar esto.

Zac: Te los puedo cuidar yo -se oyó decir-.

Luego se preguntó de dónde coño había salido aquello.

Ness: ¿Qué?

Zac: Yo te los cuido. ¿Qué serán, un par o tres de horas?

Ness: Ay, gracias, pero ya se me ocurrirá algo.

Zac: Espera.

Divertido por lo absurdo de la situación, la cogió del brazo antes de que pudiera abrir la puerta del monovolumen. Además, pensándolo bien, le gustaba la idea.

Zac: ¿No me crees capaz de manejar a tres niños? Yo también he sido niño. También éramos tres hermanos.

Ness: Lo sé, pero…

Zac: ¿A qué hora tienes que salir de casa?

Ness: Debería estar allí hacia las cinco, para ayudar a organizarlo. Solemos empezar a las cinco y media. Normalmente acabamos en torno a las siete, aunque luego tardamos un rato en recoger y…

Zac: O sea, de cinco a ocho, más o menos. Ningún problema.

Ness: Sí, pero hay que darles la cena y bañarlos y…

Zac: Compraré la cena en Vesta, me paso a las cinco.

Ness: Bueno…

Zac: Lo pasaremos bien. Me caen bien tus niños.

Ness: Dios, voy a llegar tarde.

Zac: Pues vete. Te veo a las cinco.

Ness: Es que no sé si… Vale -decidió-. Pero pizza, no. Si encargas espaguetis con albóndigas, se los pueden repartir. Y una ensalada. Dile a quien te atienda que es para mis hijos. Ya saben qué les gusta. Me aseguraré de que tengan los deberes hechos -añadió, entrando en el coche-. Si surge algo…

Zac: Vanessa, me acerco a las cinco. Ve a recoger a los niños.

Ness: Vale. Gracias.

Lo pasaremos bien, volvió a pensar mientras la veía alejarse. Además, le apetecían los espaguetis con albóndigas.


Liam: ¿Cómo es que el abuelo no puede venir a jugar con nosotros? -protestó enfurruñado delante de su libro de lengua-.

Ness: Te lo he dicho, tiene una reunión con su grupo de fotografía. Vamos, contesta: ¿qué encontró Mike al subirse al árbol?

Liam: Un estúpido nido.

Ness: Escríbelo.

Alzó la mirada con una sonrisita pícara que a Vanessa le resultaba a la vez tierna e irritante, dependiendo de su estado de ánimo.

Liam: No sé escribir «estúpido».

Luke: Ele, i, a, eme -canturreó-.

Liam: ¡Mamá! ¡Luke me ha llamado estúpido!

Ness: Luke, ya vale. Liam, escribe la respuesta. Christopher, ¿cuántas veces tengo que decirte que no juegues a la pelota en casa? Sal afuera.

Christopher: No quiero salir. ¿Puedo ver la tele?

Ness: Sí, por favor. Haz eso, anda.

Liam: Yo también quiero ver la tele.

Y yo, pensó ella mientras miraba a Liam.

Ness: Pues termina los deberes.

Liam: Odio hacer deberes.

Ness: Pues ya somos dos, hijo. Luke…

Luke: Yo ya he terminado los míos, ¿ves?

Ness: Estupendo. Repasa las palabras del control de ortografía de mañana.

Luke: Ya me las sé.

Probablemente era cierto. La ortografía siempre se le había dado de miedo.

Ness: Vamos a repasarlas de todas formas, luego las tuyas, Liam, cuando termines lo de lengua.

Liam: ¿Y por qué Christopher puede ver la tele? -protestó con cara de sufrido e indignado a la vez-. ¿Por qué él no tiene deberes? No es justo.

Ness: Tenía deberes. Pero ya los ha hecho.

Liam: Esa chorrada de las tarjetitas. Deberes de bebé.

Christopher: ¡No soy un bebé!

La protesta furibunda de Christopher tronó desde el salón. Tenía un oído finísimo.

Liam: Siempre hace lo que quiere. No es…

Ness: No quiero volver a oír que «no es justo». Mira, Liam, cuanto más rato pases aquí quejándote, más tardarás en acabar. Y entonces no podrás jugar ni ver la tele.

Liam: No quiero que nos cuide Zac.

Ness: Zac os cae bien.

Liam: Igual nos trata mal. Igual nos grita y nos encierra en nuestro cuarto.

Vanessa se cruzó de brazos.

Ness: ¿Alguna vez se ha portado mal con vosotros?

Liam: No, pero podría hacerlo.

Ness: Si lo que buscas es que alguien te grite, sigue remoloneando con los deberes. Que alguien te va a gritar, te lo aseguro.

Cogió la lista de palabras de Luke y empezó a dictárselas.

Cuando el niño hubo terminado, Vanessa revisó lo que había escrito.

Ness: Tienes un sobresaliente alto. Buen trabajo, Luke. Vamos, ya puedes irte. -Se sentó, para centrarse en el mediano de sus hijos-. Muy bien, Liam. Pero mira, aquí has puesto «b» en vez de «d».

Liam: ¿Y por qué las hacen así, tan fáciles de confundir?

Ness: Buena pregunta, pero para eso está el borrador. -Sacó la lista de palabras mientras el niño lo corregía… a regañadientes-. Coge una hoja nueva.

Liam: Tengo más deberes que nadie.

No era cierto, pero Vanessa no tenía tiempo de recordarle que se pasaba el rato remoloneando, garabateando y mirando las musarañas.

Ness: Casi has terminado.

El niño se abalanzó sobre el papel cuando ella le dictó las palabras.

Su caligrafía era mejor que la de Luke, pero la ortografía… no era tan buena.

Ness: No está nada mal. Has fallado tres, pero mira, has puesto «b» en vez de «d». ¿Te enseño un truco para que te acuerdes? La «b» es de barriga y la barriga está delante. -Eso le hizo reír, y Vanessa decidió terminar con buen ánimo-. Mañana por la mañana lo volveremos a repasar. Recoge tus cosas y ya puedes ver la tele. -Salió con él-. Nada de peleas -les advirtió, y subió corriendo a refrescarse para la reunión del club de lectura-.

Guardó en el bolso el libro y sus anotaciones, luego cogió el cepillo de pelo. Entonces oyó el timbre de la puerta.

No solo puntual sino diez minutos antes. Se miró en el espejo del dormitorio. Le habrían venido bien esos diez minutos.

Bajó corriendo a tiempo para oír a Christopher preguntar:

Christopher: ¿Nos vas a encerrar en nuestro cuarto?

Zac: ¿Tenéis previsto atracar el banco?

Christopher: ¡Noooooo!

Zac: Entonces no hará falta que os encierre -se volvió y alzó la vista. Sonrió-. Espaguetis con albóndigas, como me has pedido.

Ness: Gracias. Eres mi salvación. -Cogió el bolso, y notó un nudo en el estómago al ver a sus tres hijos observar a Zac como si fuera un animal exótico del zoo-. Llevamos esto a la cocina y te explico dónde está todo. Ya han hecho los deberes -le fue diciendo por el camino-. Que cenen hacia las seis. -Sacó los platos-. Olvida el baño, los ducharé por la mañana. Los pijamas están fuera, les gusta ponérselos al menos una hora antes de acostarse.

Zac: Señoritos de costumbres.

Ness: Exacto. Volveré antes de que se acuesten, hacia las ocho y cuarto o así.

Zac: Entendido. Vanessa, relájate. Las acusaciones de maltrato infantil eran falsas.

Ness: Qué gracioso. De hecho, eres tú el que me preocupa. Ellos conocen las reglas, pero eso no significa que no vayan a querer tentar los límites. Tienes mis números. Puedo plantarme aquí en cinco minutos si…

Zac: Tranquila. Si me piden que corramos con tijeras en la mano, no les haré caso.

Ness: Bien. -Resopló-. Más vale que me vaya.

Volvió al salón con ella, y de nuevo los chicos se giraron a la vez y los miraron.

Ness: Vendré a tiempo para acostaros. Sed buenos y nada de chuches antes de cenar. Buena suerte -le dijo a Zac-.

Cuando salió, él cerró la puerta y esperó un segundo.

Zac: Muy bien chicos, ¿qué plan tenemos?

Luke, como era el mayor, tomó la iniciativa.

Luke: Queremos galletas.

Zac: Me temo que no va a poder ser. Órdenes directas.

Liam: Qué os he dicho -masculló-.

Luke: Queremos jugar a la Play. Los abuelos nos regalaron la Play3 en Navidad.

Zac: ¿Qué juegos tenéis?

Luke le lanzó una mirada tentativa.

Luke: ¿Sabes jugar?

Zac: Por favor. Estáis ante el campeón actual del pueblo.

Luke: Venga yaaa.

Zac se limitó a sonreír, hizo unos ejercicios de calentamiento con los dedos.

Zac: Vamos allá.


Eran muy buenos, hasta el renacuajo. No tendría que haberle extrañado verse en medio de semejante pugna. Ya jugaba contra sus hermanos a los cinco. Luke tenía paciencia y un don para la estrategia; Liam lo daba todo, una táctica que a veces le salía redonda y otras le salía rana.

¿Christopher? Lo vivía.

Discutían y protestaban mucho, se acusaban unos a otros, o acusaban al juego, de hacer trampas a todas horas. Zac o bien los ignoraba o bien se unía a la disputa. Al ver que no les regañaban por su falta de deportividad ni les decían que no era más que un juego y que la idea era divertirse, empezaron a chillar más y a ponerse más brutos.

Luke: ¡Te he fundido! -cacareó sacudiendo los puños en el aire-.

No muy contento de que lo fundiera un niño de ocho años, Zac miró ceñudo la pantalla.

Zac: Mierda.

Christopher: No hay que decir tacos.

Zac. No tienes que decirlos tú. Yo tengo un permiso especial.

Liam soltó un bufido.

Liam: Venga ya.

Zac: Y me lo renuevan el mes que viene. A ver… mierda -repitió al ver la hora-. Había que cenar hace media hora.

Luke: Tenemos otro juego de Ben 10 -se levantó de un brinco para sacarlo del estuche-. Podemos jugar a esto primero.

Zac: Antes hay que reponer fuerzas y llenar la barriga; si no, vuestra madre nos va a dar en el culete a los cuatro.

Liam: La barriga está delante, así sabemos cuándo poner «b».

Zac se quedó mirando a Liam.

Zac: Vale. Vamos a cenar.

No les dijo que recogieran los juegos. Luke titubeó, se encogió de hombros y salió corriendo a la cocina.

Por solidaridad, Zac se cogió un plato de Hulk. Lo sorprendió que comieran ensalada sin rechistar, pero igual fue porque reproducían las partidas mientras engullían.

O estaban muertos de hambre por cenar más tarde.

Pidieron Coca-Cola. Christopher los delató mientras Zac la servía.

Christopher: Tenemos que beber leche. No podemos tomar refrescos.

Liam le dio un empujón. Christopher se lo devolvió.

Zac: No os peleéis. Es una ocasión especial. Noche de tíos. Refresco para todos.

Christopher: Me ha pegado.

Liam: No es verdad.

Zac: Sí, lo has hecho -medió antes de que Christopher le soltara el inevitable «Sí, me has dado»-. Y tú se lo has devuelto. Estáis en paz.

Christopher: Se lo diré a mamá -masculló-.

Zac: Eso no se hace, tío.

Zac meneó la cabeza mientras servía los espaguetis, sin calentarlos, en los platos.

Dividido entre la indignación y el orgullo de que lo llamaran «tío», Christopher se lo quedó mirando, con el labio inferior tembloroso.

Christopher: ¿Y eso por qué?

Zac: Código fraternal. Se aplica sin excepción las «noches de tíos». Lo que pasa aquí no sale de aquí.

Christopher lo meditó, mirando su plato. Nadie le troceaba la pasta o las albóndigas. A lo mejor porque era una noche de tíos. Quiso apuñalar la albóndiga con el tenedor, pero esta salió disparada por la mesa y aterrizó en el regazo de Liam.

Zac: Dos puntos.

Se desató el infierno.

Furibundo, Liam cogió la albóndiga y se la devolvió, con tan buena puntería que le acertó en la frente.

La reacción del pequeño admiró a Zac. No se echó a llorar, no se lo pensó.

Contraatacó directamente.

Saltó de la silla y se abalanzó sobre Liam. Los espaguetis volaron como confeti. Zac consiguió enganchar a Christopher por la cintura, devolverlo a su sitio mientras este pateaba con energía a su hermano. Ansioso por devolvérsela, Liam quiso agarrarlo. Zac se le adelantó y lo devolvió a la mesa bruscamente.

Y el vaso de Coca-Cola se volcó encima de Luke.

Desesperado por poner fin a la guerra, Zac cogió en volandas a Liam antes de que Luke, apretando los puños, se levantara como un resorte.

Zac: Tranqui, tranqui. Luke, eso ha sido culpa mía. Lo he tirado yo. Relájate. ¡Parad todos!

Liam: ¡Lo ha hecho a posta! -lo acusó, y quiso zafarse por un lado para darle un puñetazo a su hermano pequeño-.

Christopher: ¡Mentira! -Con los ojos inyectados en sangre y la cara perdida de tomate, le coló una buena patada-. Es culpa suya, que no nos las ha troceado.

Zac: ¡Se acabó! ¡Callaos los tres!

Los gritos y acusaciones cesaron en seco. Tres rostros rebeldes lo miraron mientras Zac determinaba los daños.

Zac: Uau, la que habéis liado.

La albóndiga causante de la riña estaba medio aplastada en el suelo. Por el borde de la mesa se escurrían los espaguetis y la salsa.

Christopher: Mamá se va a enfadar -se le llenaron los ojos de lágrimas-.

Zac: No, no se enfadará. Mira, chaval, esto pasa cuando los tíos comemos juntos sin que haya mujeres cerca.

Christopher: ¿Ah, sí?

Zac: Lo estoy viendo con mis propios ojos. Así que está claro.

Liam: Él me ha tirado una albóndiga.

Zac: No te la ha tirado a ti -lo corrigió mientras Liam miraba a Christopher con ese desprecio que solo los hermanos sienten unos por otros-. Ha sido sin querer, porque no os las he troceado. Es mi primer día de canguro, dadme un poco de cancha. Venga, sentaos.

Liam: Pero me ha manchado los pantalones de albóndiga.

Zac: ¿Y qué? Cuando terminemos de cenar, lo limpiamos todo.

Dejó a Christopher en su silla, cogió la albóndiga de la discordia y la tiró a la pila antes de devolverle al pequeño la pasta a su plato. Cogió un cuchillo, otra albóndiga del recipiente de comida para llevar y se dispuso a trocearla.

Zac: Gran Jefe Christopher. Parece que llevas pintura de guerra en la cara.

Y el niño le sonrió, con la ternura de un angelito.

Christopher: Me gustan los paguetis.

Zac: Y a mí. ¿Quieres que te trocee los tuyos, Liam?

Liam: Vale.

Zac: Un disparo certero -plantó el dedo en la mancha roja de la camisa de Liam-. Y aún sigues en pie. ¿Luke?

Luke: A mí me gusta enrollarlos.

Zac: Buen plan -agotado, se dejó caer en su silla-. Al ataque, chicos.




A ver como sales ahora de esta, Zac 😆


1 comentarios:

Maria jose dijo...

Zac estará en problemas
Me gustó mucho el capitulo
Siguela pronto
Saludos

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