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domingo, 12 de mayo de 2019

Capítulo 10


El fin de semana transcurrió en una nebulosa de enfermos, sopa y huevos revueltos. Hacia la mañana del domingo, tanto Liam como Luke se encontraban lo bastante bien como para estar aburridos y de mal humor. Vanessa creyó acertada la idea de acamparlos en el salón, donde los dos niños se tendrían el uno al otro y una gran variedad de libros y DVD para entretenerse, pero la novedad perdió su gracia cuando Luke, que, aunque ya no tenía fiebre todavía no estaba bien del todo, se hartó de sus hermanos.

Vanessa tuvo que compadecerse de él, porque también ella estaba harta de ellos.

Resolvió la última disputa sobre qué DVD poner entrando en el salón, cogiendo el mando a distancia y apagando el televisor.

**: ¡Mamá!

La exclamación resonó a tres voces.

Ness: Como no hacéis más que pelearos y protestar de las películas, se acabó la tele.

Liam: Ha empezado Luke.

Luke: ¡No es verdad! Tú…

Ness: Me da igual quién haya empezado. -Aunque estuvieran malitos, sacó su «voz de mamá»-. Se terminó. Ahora, poneos a leer, a colorear o a jugar en silencio con vuestros juguetes. U os vais al cuarto a rezongar. Y, si alguien se atreve a protestar -anticipó-, desaparecen los DVD hasta el próximo fin de semana.

Liam: Ha sido culpa suya -dijo por lo bajo-.

Ness: Liam Edward Hudgens, estás advertido. Ni una palabra más.

Los ojos se le llenaron de lágrimas y de rabia. A ella misma le daban ganas de echarse a llorar y no parar.

Ness: Os quiero a todos calladitos diez minutos.

Luke: Mamá.

Ness: Luke -le dijo en tono de advertencia-.

Luke: Tengo hambre. Quiero mi sopa.

Que volviera a tener apetito era buena señal. Eso sí.

Ness: Luke, te he dicho que no nos queda. Los abuelos traerán más.

Luke. Pero yo tengo hambre ahora.

Ness: Te puedo hacer otra cosa. Tengo ave con fideos o sopa de letras.

Luke: No quiero de esas. Yo quiero la de pollo con estrellitas.

Ness: Pues tendrás que esperar. No tardarán en venir.

Luke: ¿Y por qué no están aquí ya? 

La fatiga y la contrariedad lo hicieron sonar como un bebé caprichoso.

Al límite de su paciencia, Vanessa se recordó la pena que daba verlo tan paliducho la noche anterior.

Ness: No tardarán. Es lo único que puedo hacer, Luke. Diez minutos de silencio. Tengo que echarle un vistazo a la colada.

Supuso que tendría suerte si conseguía que estuvieran tranquilos cinco minutos, pero cambió de opinión al ver que Christopher la seguía a la cocina.

Christopher: Yo también tengo hambre. Quiero un bocadillo de mantequilla de cacahuete con mermelada.

Ness: Cielo, no nos queda pan. Enseguida vendrá más.

Christopher: ¿Cómo es que no tenemos nada de lo que quiero yo?

Ness: Porque tus hermanos se han puesto malos y se han comido todos los huevos, el pan y la sopa, y yo no pude ir al súper ayer.

Christopher: ¿Por qué?

Ness: Porque Luke y Liam estaban malos. 

Con un dolor de cabeza incipiente, soltó el montón de sábanas secas en el cesto.

Christopher: Si ellos no van al cole mañana, yo tampoco.

Ness: Vamos a ver… eso no lo decides tú, sino yo. Y mañana vas al cole, y visto que ninguno de los dos tiene fiebre ya, lo más probable es que ellos también vayan.

Dios, ten compasión de mí, pensó.

Christopher: Nadie juega conmigo.

Ness: Christopher, he estado jugando contigo media mañana.

Christopher: Con todos. ¿Por qué no juegas solo conmigo?

Vanessa cerró los ojos para no saltar. Lo entendía, de verdad, y procuraba dedicarle a cada uno un poco de tiempo a solas. Pero ahora no, Dios.

Ness: ¿Por qué no coges los Power Rangers y juegas arriba mientras hago las camas?

Christopher: Tienes que jugar conmigo.

Ness: No, hijo, no. Y aunque quisiera, no tengo tiempo. ¿Por qué?, te preguntarás -prosiguió, sabiendo que lo haría si le daba la mínima oportunidad-. Porque tengo que hacer la colada que no pude hacer ayer, pues estaba cuidando de Liam y Luke. Tengo que cambiar las sábanas de las camas, que no pude cambiar ayer tampoco, y menos mal, porque Luke las ha vomitado en plena noche. ¿Quieres que te cuente todo lo que me queda por hacer hoy?

Christopher: Vale.

Se detuvo, se frotó la cara con las manos y se echó a reír.

Ness: Ay, Christopher, me matas.

Christopher: No quiero que te mueras.

Ness: Solo es una expresión. 

Se agachó, le dio un abrazo, sobre todo porque lo necesitaba de verdad.

Christopher: ¿Podemos tener un perrito?

Agotada, descolgó la cabeza sobre el hombro de su pequeño.

Ness: Ay, Christopher.

Christopher: Luke y Liam estarían mejor si tuviéramos uno. Mi nuevo mejor amiguísimo, Jeremy, tiene un perrito que se llama Spike. Podríamos comprarnos uno y llamarlo así.

Ness: Todo tiene su momento, cariño, y este no es uno bueno para pedir un perrito. Por favor, no me preguntes por qué. Deja que me recomponga, Christopher. Vamos arriba. Tú y tus Power Rangers podéis ayudarme a hacer las camas.

Christopher: Los Power Rangers luchan contra los malos.

Ness: También tendrán que dormir, ¿no? 

Cogió el cesto de la colada. Como no había sacado sábanas del armario, se ahorraría un paso y usaría las recién lavadas.

Así no tendría que doblarlas -¡bien!- se dijo mientras Christopher iba parloteando hacia el salón, donde se encontró un milagro: los otros dos se habían quedado traspuestos.

Ness: Chis. No hagas ruido. Se han dormido, hay que andar con sigilo.

Ninguno de ellos había dormido mucho las últimas dos noches, algo que no parecía perturbar al parlanchín de Christopher, que siguió hablando, en susurros, al tiempo que subían la escalera.

Apenas habían llegado arriba cuando alguien hizo sonar con fuerza la aldaba.

Ness: Ve a por los Power Rangers -le dijo a Christopher, y bajó deprisa-. 

Mataría a quien fuera como le despertara a sus dos bellos durmientes. Lo estrangularía con sus propias manos.

Abrió con furia la puerta y todas las palabrotas que se había obligado a sí misma a no usar por los niños se le pasaron por la cabeza.

Ness: Austin.

Austin: ¡Hola, preciosa! Andaba por aquí y he decidido pasarme y llevarte a almorzar. He quedado con mis padres en el club. Nos reuniremos todos.

Ness: No es un buen momento. Los dos mayores han estado enfermos todo el fin de semana, y ahora duermen.

Austin: Veo que necesitas un receso. Llama a la canguro. -Gran sonrisa y guiño-. Te apartaré un rato de todo esto.

Ness: Todo esto es mi vida y no pienso dejar a mis hijos cuando no están bien.

Christopher: ¡Mamá!

Ness: Christopher, calla. Vas a despertar a tus hermanos. 

Vio que Austin quería colarse, se movió y le cortó el paso.

Christopher: Pero ya tengo a los Power Rangers, y tú me has dicho que…

Ness: Enseguida subo. Lo siento, Austin, pero estoy muy liada. Tengo que dejarte.

Austin: Le diré a mi madre que te llame para lo de la au pair.

Falta de sueño, de paciencia, de sopa de pollo con estrellitas, Vanessa estalló.

Ness: No quiero una puñetera au pair, por el amor de Dios. Ni me interesa almorzar en ese ridículo club de campo. Lo que quiero es hacer las camas. Oye, tengo mucho lío, así que, si me disculpas…

No acostumbraba a ser grosera, pero le cerró la puerta en las narices.

Fuera, Austin apretó los puños con rabia. Ya estaba harto, harto de sus jueguecitos. Harto de que tan pronto le sonriera y coqueteara con él como se lo quitara de en medio. De que se sirviera de aquellos tres críos para darle calabazas.

Más que harto, pensó mientras se dirigía airado a su coche, sobre todo porque había visto a Zac Efron salir de su casa anoche… ¡cerca de las once!

Vanessa quería darle celos, decidió. Bueno, pues se acabó lo de ser don Correcto. Ya iba siendo hora de que supiera quién mandaba allí.

Sacó el coche del camino de entrada y aparcó en la acera. Como había hecho el día anterior, se quedó allí sentado, vigilando la casa, comiéndose el tarro.


Dentro, Vanessa liberó la mala baba que Austin le había provocado, limpiando con ganas el cuarto de los niños. Dejó las ventanas abiertas para ventilar, y sintió que aquel calor le apaciguaba la mente y las entrañas mientras trabajaba.

¿Qué le pasaba a ese tío?, se preguntó. ¿Cómo podía ser tan tonto, tan egoísta y tan insensible, todo al mismo tiempo? Por no hablar de molesto.

Había llegado a un punto en que le costaba hasta ser educada, pero él seguía insistiendo. Quizá esta vez le hubiera quedado claro.

Dios, le había dado con la puerta en las narices, literalmente. La primera, pensó. Nadie podía interpretar eso más que como un «déjame en paz de una puñetera vez».

Fregaba el baño a cuatro patas cuando Christopher le dio un toque en el hombro.

Christopher: ¿Sigues descompuesta?

Ness: ¿Descompuesta de qué?

Christopher: Me has dicho que tenías que recomponerte. ¿Sigues descompuesta? 

Enternecida, se sentó sobre los talones y lo abrazó fuerte. Au pair, ni hablar.

Ness: Un poquito. Ya casi estoy bien.

Christopher: ¿Por qué no has hecho las camas?

Ness: Porque quería limpiar antes. Combato los gérmenes. Los dejo bien muertos. ¿No los oyes gritar?

Christopher abrió mucho los ojos.

Christopher: ¡Yo quiero matar gérmenes!

Vanessa mojó otro trapo en el cubo y lo escurrió.

Ness: Hay unos cuantos allí, ¡en ese rincón! Dales fuerte, Chris.

Christopher: No los veo.

Ness: Llevan la capa de invisibilidad, no te dejes engañar. ¡Acaba con ellos! 

No está mal, se dijo Vanessa al verlo atacar el suelo con todas sus fuerzas.

Lo dejó seguir, apoyando su espalda destrozada en el marco de la puerta mientras el niño hacía ruiditos de bombas y combate. Alertada por unos pasos infantiles, se volvió hacia Liam.

Ness: Te has echado una buena siesta, ¿eh?

Liam: Supongo. Ya estamos despiertos. ¿Podemos ver una peli ahora? Star Wars.

Christopher: He matado a los gérmenes -dijo agitando el trapo como bandera-. Yo también quiero verla.

Ness: Muy bien. Pues vamos a ponerla.

Cuando llegó abajo, Luke, que ya tenía mejor aspecto, la miró suplicante.

Luke: Tengo mucha hambre.

Ness: ¿Quieres que te prepare unos cereales para que aguantes hasta…? Un segundo. -Alzó la mano al oír que se abría la puerta principal-. Llegan las provisiones. ¡Estamos salvados!

Rosie: Ahí están mis niños. -Rosie, seguida de Ed, entró cargada de bolsas. Le guiñó un ojo a su hija y le pasó una bolsa del súper-. Vamos a ver qué tenemos aquí para dos niños malitos y su hermano.

Sacó unas figuras de acción de otra bolsa. Aprovechando el consiguiente caos, Vanessa sonrió a su padre.

Ness: Se ha traído el lote completo de sobornos.

Ed: Ya conoces a tu madre.

Ness: Sí, la conozco. Voy a llevar esto a la cocina. Luke estaba a punto de desfallecer sin su sopa de pollo con estrellitas.

Ed, alto, corpulento, de pelo rubio entreverado de canas, llevó dentro las bolsas y las dejó sobre la encimera.

Ed: Voy por el resto.

Ness: ¿Más? Si solo os he pedido…

Agitando un dedo, sonrió de aquella forma que le hacía fruncir las comisuras de sus ojos marrón chocolate.

Ed: Ya conoces a tu madre.

No tendría que buscar un rato para pasarse por el súper al día siguiente, se dijo Vanessa mientras colocaba los víveres de una semana, que incluían, por capricho de los abuelos, polos, almendrados, gominolas y patatas fritas.

Ness: ¿Polos y almendrados? -dijo cuando entró Rosie-.

Rosie: Han estado malitos.

Ness: Pues no se lo digáis hasta después de comer. El tíquet no estaba en las bolsas.

Rosie: Considéralo una recompensa por lidiar con dos niños enfermos y supongo que un hermano pequeño en plan pesado todo el fin de semana y no morir en el intento.

Ness: Ha faltado poco. Pero no quiero que paguéis…

Rosie: Nunca discutas con una mujer que te regala comida.

Ness: ¿Qué es, una ley de Murphy? -Se volvió y abrazó a su madre-. Gracias. 

Luego apoyó la cabeza en el hombro de Rosie un instante.

Siempre estaba ahí, pensó Vanessa.

Rosie: Mi niña está cansada -le susurró-.

Ness: Un poco. 

La soltó.

Había heredado el pelo negro y luminoso de su madre, aunque Rosie lo llevaba corto y con preciosas mechas claras. Le iba de maravilla a su rostro anguloso, a su piel delicada como una rosa de té.

Ness: Qué bien te veo.

Rosie: Una nueva hidratante. Y un descanso reparador, de lo que me parece que tú no tienes mucho últimamente. Ah, no te olvides de preguntarle a tu padre si ha adelgazado.

Ness: ¿Lo ha hecho?

Rosie: Casi kilo y medio. Le he estado insistiendo para que haga ejercicio conmigo. Yo voy por los diez. Bueno, ¿qué puedo hacer por ti?

Ness: Ya lo has hecho, y puede que hayas salvado alguna vida. -Cogió la sopa-. Luke estaba desesperado.

Rosie: Los tres quieren sándwiches de queso a la plancha. Yo los preparo. Tú descansa. Toma un poco el aire, date un paseo. Sal de casa.

Vanessa se disponía a protestar, pero se lo ahorró. Además, no le vendría mal dar un paseo.

Ness: Estoy en deuda contigo.

Rosie: Dame tres nietos. Ah, espera, que ya me los has dado. Tómate una hora.

Ness: Media hora, y me llevo el móvil por si acaso.

Rosie: Creo que nos las podemos apañar. Estamos viendo Star Wars. Ah, y los niños quieren venirse a dormir a casa. ¿Te viene bien el viernes por la noche?

Ness: Sí, claro, si queréis.

Rosie: Queremos. Y así igual tu salida con Zac Efron va un poco mejor.

Ness: Convendría. Aunque, como te dije, se lo tomó muy bien.

Rosie: Siempre me han gustado los Efron -reunió los ingredientes de los sándwiches de queso-. Y me alegro de que salgas con alguien… ¡que conozco!

Ness: En realidad, no salimos. Es decir, íbamos a hacerlo, eso es evidente, sí, pero… Aún es todo un poco raro.

Rosie: A ti te gusta.

Ness: Siempre he… Sí, me gusta.

Rosie: Pues pruébalo, cielo. Pero conduce con cuidado.

Ness: Mamá, ¿te vas a llevar a los niños para que me ponga al volante?

Rosie: Solo te despejo la calzada -contestó con desenfado-. 

Vanessa meneó la cabeza.

Ness: Ahora sí que me voy a dar un paseo.


Mitad de semana, se dijo Zac, y pese a haberse topado con innumerables problemas, habían avanzado. Las tuberías del gas estaban puestas, un quebradero de cabeza menos. Se había pasado el fin de semana en el taller, trabajando con Alex en las estanterías y las arcadas mientras David construía el mostrador que su madre quería para la tienda.

El nuevo proyecto no les estaba robando tanto tiempo como había supuesto. Además, lo reconocía, ver el edificio pintado de color crema y salvia lo animaba mucho.

Y, aún mejor, cuando iba a comprobar los progresos, podía pasarse a ver a Vanessa.

Casi todo su trabajo se centraba al otro lado de la lona azul, y tenía tantas ganas como el resto del pueblo de descolgarla. No faltaba mucho, calculó mientras colocaba otro tablón en el porche principal. Quizá la semana siguiente, si todo iba bien.

Zac y su equipo de dos hombres trabajaron sin pausa la mañana entera. Justo cuando iban a descansar para comer, apareció David.

David: Queda bien. Esa madera es preciosa.

Zac: Quedará aún mejor cuando la barnicemos. Esta caoba va a relucir.

David: Llamará la atención. Te necesitamos ahí detrás.

Zac volvió a entrar, comprobándolo todo según avanzaba. Progreso, se dijo de nuevo.

Zac: Estamos trabajando en las escaleras traseras. Queremos repasar los rellanos una vez más, las columnas, la pintura. Una vez hecho, ya no habrá remedio.

David: Tenéis el plano.

Zac: Sí, y tenemos un par de preguntas sobre cómo ejecutarlo y cómo va a quedar con el enlosado, los muros de piedra que bordearán el Patio… Empezarán con esto en cuanto terminen con el arreglo del patio de la tienda de regalos.

David: Aún no hemos escogido el enlosado.

Zac: Sí, y esa es otra.

Salió. Podía verlo. El suelo aún era de cemento, las escaleras estaban a medio hacer, las barandillas y los puntales por poner, pero aún así podía verlo.

Allí estaba Alex, brazos en jarras, mirando hacia arriba.

Alex: ¿Seguro que quieres esos ángulos en la segunda planta?

Zac: Sí.

Alex: El recto sería mucho más fácil.

Zac: Y menos agradable estéticamente.

David: Te he dicho que diría eso.

Alex: Sí, sí. Desde este arriate.

Hablaron, riñeron por el aparcamiento y el acceso hasta que Zac le puso fin.

Zac: Un pasillo embaldosado aquí, que venga de la acera, pase por Recepción, rodee el lateral y acabe en el porche del vestíbulo. Aparcamiento para minusválidos allí, aparcamiento ordinario ahí.

Alex: Habría más plazas de aparcamiento sin los arriates. 

Zac negó con la cabeza a Alex.

Zac: Estás sentado a una de las mesas, tomando una copa, ¿estás seguro de que lo que quieres ver es un aparcamiento, o que la gente que está aparcando te observe?

Alex: Se verá el aparcamiento de todos modos. No vamos a plantar una hilera de robles.

Zac: Dará sensación de intimidad, y para eso son los patios. No da para un jardín, que es lo que quería mamá en realidad. Esto servirá. Unos cuantos lechos bonitos y, en la arcada de la entrada, una especie de enredadera. Como en el porche principal. Queda fenomenal.

Alex: Vale, vale, eres tú el que se empeña en que sea «agradable estéticamente».

Zac: Y tengo razón.

Alex torció la boca.

Zac: Más te vale. Voy por algo de comer.

David: Yo creo que me tomaré un bocata en Vesta. Tengo que hacer unas llamadas.

Alex: Suena bien.

Zac: Luego os veo. Voy a echar un vistazo a la tienda. 

David bufó.

David: Saluda a Vanessa.

Zac: De tu parte, pero, aun así, voy a ver cómo va la tienda.

Notó un soplo otoñal en el aire, algo estaba cambiando. Le llegó un golpe de olor a hamburguesas a la parrilla de Crawford’s al abrirse la puerta. Después, olor a pintura, fresca y nueva.

Todo iba a ser así, se dijo. Fresco y nuevo.

Observó que los trabajadores de la tienda ya habían parado para comer. Los suelos estaban cubiertos de lona de poliuretano y había cinta adhesiva delante de los escalones, cuya pintura de contraste verde oscuro aún estaba húmeda.

Cruzó y bajó a la zona destinada a la oficina. Necesitarían un escritorio, un ordenador, material de oficina, estanterías. Dios sabría qué más. Pero eso era cosa de David.

Al parecer, los encargados del exterior le habían dado duro al trabajo antes de comer. El enlosado sustituía al angosto pasillo de grava que partía en dos el descuidado césped. Habían retirado todas las piedras, que habían reutilizado muy hábilmente para levantar un murete alrededor del hibiscus, que aún rebosaba flores.

Las herramientas y los materiales estaban apilados y, a juzgar por los materiales y el espacio que quedaban, y la valla que había que reemplazar, calculó que terminarían a la semana siguiente.

Podía comunicar a sus hermanos que, si todo iba bien, empezarían con el Patio en un par de semanas.

No estaba mal.

Rodeó la vieja valla y entró a la librería por detrás.

Oyó niños en la sección infantil, vio a un par de ellos pegarse en la sala principal mientras su madre -suponía- curioseaba las estanterías. Cassie atendía a una clienta en el mostrador mientras Miley manejaba el ordenador.

Zac: Ocupada.

Miley: Acabamos de terminar nuestro primer Cuentacuentos del otoño -dejó de teclear para alzar un pulgar-. Ha ido de miedo. A Ashley también le irá estupendo. La mayoría tiene previsto ir a comer a Vesta.

Zac: Seguramente yo también. ¿Vanessa está por aquí?

Miley: Abajo, en el anexo. Recolocando cosas. Ten cuidado no pises a ningún niño.

En el anexo, Vanessa guardaba material de dibujo en un baúl. Ese día llevaba pantalones negros, ceñidos en la parte de atrás por una blusa blanca de encaje cerrada en los codos.

Zac pensó que le gustaría besarla ahí, esa tierna arruga del codo. Pensó que le gustaría besarla en cualquier punto. Por todas partes.

Un par de mujeres charlaban al tiempo que curioseaban una serie de velas. Una de ellas mecía un cochecito mientras el crío se chupaba el pulgar con vehemencia; la otra llevaba a un bebé dormido en una de esas bandoleras que cruzan el pecho.

El niño de la sillita le dedicó una mirada grave y recelosa, como si Zac fuera a robarle su valioso pulgar. Quizá no fuera el momento ideal para besarle a Vanessa la cara interna del codo, decidió.

Zac: Hola.

Ella se volvió, con un montón de tiras de fieltro de colores en la mano.

Ness: Hola.

Zac: Me han dicho que la vuelta del Cuentacuentos ha sido un éxito.

Ness: Sí, indicio claro de que termina el verano. Es el primero que hago sin uno de mis hijos aquí, y eso es otro trago difícil para mí. ¿Qué tal todo?

Zac: Avanzando. Deberías pasarte luego, para ver los cambios.

Ness: Me gustaría, si consigo arreglármelas. En cuanto termine, te mando por correo electrónico el archivo del folleto. Creo que podríamos mejorarlo, una vez que todo esté ya en su sitio. Pero he procurado que suene divertido y atractivo.

Zac: Genial. Le echaré un vistazo. Espera, déjame eso. 

Cogió la caja antes de que pudiera hacerlo ella.

Ness: No pesa. Solo voy a llevarla a la trastienda. -Como él no se la devolvía, Vanessa miró a las clientas-. Vamos, te enseñaré dónde va. ¿Encuentran lo que buscan? -preguntó a las clientas-.

**: Sí, gracias. Me chiflan estos bolsos.

Ness: Hechos de cintas de vídeo y bolsas de plástico recicladas. Originales, bonitos y ecológicos. Si necesitan ayuda, díganmelo.

Condujo a Zac a un pequeño hueco a la entrada de la trastienda.

Ness: La guardo ahí arriba, en la última estantería, porque solo la uso una vez al mes. Siempre creí que sería habilidosa, una de esas mamás que saben hacer coches de juguete con una caja de cereales y unas gomas.

Zac: Mamá MacGyver.

Ness: Exacto. Pero no ha sido así.

Zac: Yo siempre pensé que sería un as del béisbol, pero tampoco ha sido así.

Ness: La vida es un cúmulo de desilusiones -sonrió cuando él le dio un toque al colgante de su pendiente-. Y de sorpresas.

Zac: ¿Los niños, bien?

Ness: De vuelta a la normalidad y en el cole. Gracias a Dios.

Zac: ¿Qué te parece si ensayamos la cita del viernes? Te invito a comer.

Vanessa pensó en Austin Freemont y su puñetero club, y en cuánto habría preferido pillar un perrito caliente en Crawford’s o una porción de pizza en Vesta con Zac.

Ness: Una oferta tentadora. Ojalá pudiera. Las chicas y yo vamos a recibir un envío y tenemos que rematar los pedidos de las fiestas. De Navidad -le explicó-.

Zac: ¿De Navidad? Si fue Semana Santa hace cuatro días.

Ness: Lo que prueba que nunca has llevado una tienda. El pedido de tarjetas debe estar listo esta tarde.

Zac: Otra vez ese cúmulo de desilusiones; tendré que conformarme con esto.

Se inclinó y buscó la boca de ella con la suya. Aun con las clientas al otro lado de la pared, riendo, el teléfono sonando, el bebé despertándose y berreando, sucumbió.

Demasiado tiempo, pensó. Demasiado hasta el viernes, día en que al fin podría tenerla para él solo al menos un par de horas. Le atraía todo de ella, su sabor, su aroma, la forma de su cuerpo cuando la estrechaba entre sus brazos.

Miley: Oye, Vanessa, hay un… Huy, perdona.

Miley miró deliberadamente al techo al ver que Vanessa y Zac se apartaban.

Ness: ¿Hay algún problema? 

Vanessa creyó reaccionar con naturalidad. O casi.

Miley: Hay un hombre al teléfono que insiste en hablar con la dueña. Puedo decirle que… que has salido y anotar su número.

Ness: No, no pasa nada. Lo cojo en la trastienda.

Miley: Muy bien. ¿Te traigo algo, Zac? -pestañeó-. ¿Algo frío?

Zac: No, gracias. Me voy enseguida.

Miley: Hasta luego. 

Miley se marchó canturreando.

Ness: Lo siento. Tengo que encargarme de esto.

Zac: Salgo por detrás. Pásate por el hotel si puedes.

Ness: Lo intentaré.

Lo vio irse y anheló, como él, el viernes. Se llevó una mano al vientre alterado y con la otra cogió el teléfono. Tal vez a él no le apetecía, pero ella sí quería esa bebida fría.

Ness: Lamento haberle hecho esperar -dijo al auricular-. Soy Vanessa Hudgens.

Cuando terminó de hablar, volvió a la tienda. Después del bullicio y el alboroto de la mañana, agradeció un poco de sosiego.

Hasta que vio cómo le brillaban los ojos a Cassie.

Miley: He pedido que nos traigan la comida.

Ness: Estupendo. Coged el catálogo y la hoja de pedidos para que… Bueno, ya vale -les pidió al verlas sonreír a las dos-.

Miley: No puedo evitarlo -brincó en la silla-. No querrás que me haga la loca después de haberos sorprendido a Zac y a ti en pleno morreo.

Cassie: Ojalá hubiera cogido la llamada; habría ido yo a buscarte -protestó-. Puñeteros clientes. Sabía que había chispa; además, todo el mundo sabe que ibais a salir la semana pasada, antes de que los niños se pusieran malos.

Miley: Y que el niño le vomitó en los zapatos. 

Vanessa hizo una mueca.

Ness: ¿Eso también lo sabe todo el mundo?

Miley: Me encontré a la señora Ridenour en el parque el domingo y le pregunté qué tal la cita. Me lo contó ella. Es así con todo el mundo. Sin embargo, no nos pasa inadvertido que viene aquí casi todos los días, eso no es nuevo, pero últimamente flirteáis.

Ness: ¿Flirteamos?

Miley: Discretamente. O eso creía yo hasta que os he visto en la trastienda.

Ness: No estábamos haciendo nada. Solo… Solo ha sido un beso.

Miley: Un besazo alucinante -se abanicó la cara con la mano-. Entonces, ¿va en serio o solo estáis tonteando?

Ness: Si ni siquiera hemos salido aún de forma oficial, Miley.

Miley: Si un tío me besara así, yo tampoco saldría con él. Nos quedaríamos en casa. Claro que tú tienes a los niños… Y yo soy una cotilla. Me callo. -Hizo un gesto como de cerrarse la boca con cremallera-. Me ha gustado veros juntos. Y ese besazo.

Ness: Vale, voy por un refresco.

La sonrisa pícara no se dibujó en su rostro hasta que estuvo fuera del ángulo de visión de sus empleadas. Supuso que su reputación había dado un salto enorme.

Y Miley tenía razón. Había sido un besazo alucinante. Y quería más de lo mismo. Pronto.


2 comentarios:

Maria jose dijo...

De verdad espero que ya pronto tengan si cita
Les hace falta pasar mas tiempo juntos
Siguela pronto
Saludos!!!

Caromi dijo...

Dios, que pesados los niños xD
Y que lindo que es Zac
Cada vez me parece más lindo
Ya quiero ver como va la cita, que ya la deben xD

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