topbella

martes, 14 de mayo de 2019

Capítulo 11


Segundo intento, pensó Zac mientras golpeaba con la aldaba la puerta de Vanessa. Esta vez llevaba un alegre ramo de margaritas blancas. No iba a gafar las cosas trayendo las mismas flores que la semana anterior.

Se le hacía un poco raro, no solo el déjà vu, sino sobre todo la tremenda ilusión por la velada después de haberla pospuesto.

Solo una cena, se recordó. Debía dejar de darle tanta importancia o lo fastidiaría. Lo había imaginado tantas veces que cualquiera diría que volarían a París para cenar en… dondequiera que se cenara en París.

Le preguntaría si había estado allí. Ella había viajado muchísimo más que él. Quizá hablara francés. ¿Habría dado francés en el instituto? Le parecía recordar…

Cielo santo, para ya, se ordenó a sí mismo.

Cuando Vanessa le abrió la puerta, no supo si alegrarse o salir corriendo.

Tampoco ella había querido gafarlo, decidió Zac. Llevaba un vestido distinto, de volantes rosas y blancos, con un suéter fino de color rosa hasta los codos, que volvió a despertarle las ganas de besarle aquel rinconcito.

¿Tendría que haberle traído rosas rosas? ¿Sería aquello una señal?

Ness: Me vas a malacostumbrar -cogió las flores-. Voy a empezar a esperar flores todos los viernes por la noche.

Zac: Me ha parecido mejor cambiar.

Ness: Buena idea, gracias. Pasa. Las pondré en agua antes de que nos vayamos. -Cuando Zac entró, detectó la bolsa que llevaba en la mano-. ¿Más?

Zac: Para ti, no. -Como apartándola, se la cambió de mano-. Ya tienes bastante. Es un soborno para que nadie me vomite encima. Un juego para la Play. Le eché un ojo a lo que tienen cuando me quedé con ellos, y este no lo vi. ¿Dónde andan? ¿Los tienes encerrados en el armario?

Ness: Yo no, pero igual mis padres sí. Se quedan a dormir en casa de los abuelos.

Zac: Ah.

Zac cayó en la cuenta de inmediato en todo lo que se podían hacer el uno al otro estando solos en casa.

Para el carro, colega, que esto no va de eso. Frena y serénate, todo a su tiempo. La siguió a la cocina y la observó mientras colocaba las flores.

Zac: Qué silencio.

Ness: Lo sé. No acabo de decidir si es un horror o una gozada que duerman fuera. Supongo que es una gozada horrorosa.

Zac: No te da miedo quedarte sola en casa, ¿no?

Podía ofrecerse a acompañarla, y dormir en el cuarto de los niños.

O en otro sitio.

Ness: Mientras no caiga en la tentación de leer una novela de terror. Una debilidad, y luego tengo que dormir con la luz encendida. Claro que no sé por qué la luz encendida va a librarte de vampiros, fantasmas o demonios. Ya está. -Se apartó para examinar las flores-. Qué bonitas son. ¿Nos vamos?

Zac: Sí, más nos vale.

Así dejaría de pensar en la cama de ella, y en la ausencia de los niños.

Ness: No te has traído la camioneta -le dijo cuando salieron-.

Zac: No. Mamá no me ha dejado llevarte por ahí, al menos hoy, en una camioneta, así que me ha prestado sus llaves. Me he sentido como en el instituto.

Ness: ¿A qué hora tienes que estar en casa?

Zac: Sé cómo colarme sin que me vean.

Vanessa lo meditó mientras él se sentaba detrás del volante.

Ness: ¿En serio? ¿Te colabas en casa sin que te vieran?

Zac: Claro. No siempre me salía bien, a ninguno de los tres, pero había que probar. -La miró a la vez que conducía-. ¿Tú no?

Ness: No, yo no, y ahora me siento frustrada.

Zac: Si quieres, cuando volvamos, te ayudo a entrar por la ventana.

Ness. Tentador, pero no es lo mismo cuando se tiene la llave. ¿Qué hacías para tener que entrar a escondidas?

Zac hizo una larga pausa.

Zac: Cosas.

Ness: Mmm. Ahora me va a dar por pensar en que a mis hijos algún día les apetezca hacer«cosas» y se cuelen en casa sin que me entere. Pero hoy no. Mi mayor problema en este momento es que Christopher ha decidido que no se siente realizado sin un perrito, y han hecho piña los tres en mi contra.

Zac: ¿No te gustan los perros?

Ness: Me gustan los perros, y deberían tener uno. Algún día.

Zac. ¿Eso es como el «ya veremos» de mi madre?

Ness: Algo parecido -reconoció-. Lo estoy meditando, porque sé que deberían tener un perro. Adoran a Lucy, la perrilla de mis padres, y a Fido, el gato.

Zac. ¿Tus padres tienen un gato que se llama Fido? ¿Cómo es que yo no lo sabía?

Ness: Él se cree que es un perro, así que procuramos no divulgarlo. El caso es que creo que deberían tener uno, y me siento culpable de que no lo tengan. Entonces pienso, «Dios, ¿quién le enseñará a hacer sus cosas fuera, lo adiestrará, lo llevará al veterinario, le dará de comer y todo lo demás?». He intentado convencerlos de que es mejor un gato, pero no cuela. Los gatitos, según me indicó Liam, bastante asqueado, son de niñas. Ignoro de dónde sacan esas cosas. -Arqueó las cejas al ver la expresión de él-. ¿Tú piensas lo mismo?

Zac: Los gatitos son de niñas. Los gatos, no; esos son unisex.

Ness: Eso es absurdo, y lo sabes.

Zac: Yo no hago las normas. ¿Qué clase de perro quieren?

Ness: No lo saben -suspiró, porque los niños la tenían harta con el asunto-. Se han enamorado de la idea de tener perro. También dicen que un perro me protegería de los tipos malos cuando ellos no estén. -Se encogió de hombros-. Iría a la perrera y adoptaría uno, por salvar una vida, pero ¿cómo sabes que el cachorro al que salvas no se va a convertir en un perro grande y malo que le ladre al cartero y aterre a los vecinos? Tengo que enterarme de qué razas son más familiares.

Zac entró en el aparcamiento del restaurante.

Zac: ¿Conoces al perro de Alex?

Ness: ¿Quién no conoce a Bobo? -Se volvió para mirarlo-. Alex siempre lo lleva a todas partes. Es un encanto.

Zac: Un buenazo. ¿Sabes de dónde lo sacó?

Ness: No, supongo que no.

Bajaron del coche, cada uno por su lado, luego él rodeó el vehículo para cogerla de la mano.

Zac: Era un perro de la calle, de seis o siete meses, según calculó el veterinario. Una noche, después del trabajo, Alex estaba fuera, echándole un rato a la casa que se estaba construyendo. Se hacía de noche, estaba a punto de dejarlo cuando llegó el perro, arrastrándose. Esquelético, con las pezuñas ensangrentadas, temblando. Era evidente que había pasado un tiempo en el bosque. Seguramente lo habían abandonado.

El afecto de Vanessa por Bobo se duplicó de inmediato.

Ness: Pobrecillo.

Zac: Alex no quiso dejarlo allí, y se lo llevó. Luego lo tuvo mamá mucho tiempo, hasta que Alex se terminó la casa. Le dio de comer, lo lavó un poco, le ofreció un sitio donde pasar la noche… todo eso con la idea de llevarlo a la perrera por la mañana. Eso fue hace seis años.

Qué majo, pensó ella, un adjetivo que no solía aplicarle a Alex Efron.

Ness: Supongo que fue un flechazo.

Zac: Recuerdo bien que preguntamos por ahí, por si se había escapado, o perdido. No llevaba collar, ni chapa, y nadie lo reclamó. Si llegan a venir por él por la mañana, a Alex le da algo, te lo aseguro.

Ness: Y aun así lo ha llamado Bobo.

Zac: Es cariñoso, y muchas veces es cierto. Efron, reservado para las 19.30 -le dijo al maître cuando entraron-.

Vanessa lo meditó mientras los acompañaban a su mesa.

Ness: Me cuentas esto para demostrarme que el pedigrí no importa en realidad.

Zac: Con perros o personas, yo diría que es más cosa de educación que de linaje.

Curiosamente, eso la hizo pensar en Austin Freemont, y el hecho de pensar en él la incomodó.

Zac: Aunque tengo entendido que hay razas mejores para críos -añadió-.

Ness: Curioso, Cody y yo hablamos de tener perro justo después de nacer Luke. Pensamos en esperar un año quizá y dejar que crecieran juntos. Luego, fíjate por dónde, Liam ya estaba en camino y Cody tenía destino nuevo, así que lo pospusimos.

Zac iba a decir algo, pero el camarero trajo las cartas, los platos especiales del día y la oferta de cócteles.

Estudiaron la carta en silencio un instante.

Ness: ¿Te molesta que hable de Cody?

Zac: No. Solo que nunca sé qué decir. Era un buen tío.

Ness: Lo era.

Vanessa tomó una decisión: lo soltaría, diría lo que tuviera que decir. Lo suyo no sería auténtico si no lo hacía.

Ness: Fue un flechazo. Él siempre decía que a él le había pasado lo mismo. Inmediato, en plan «Ah, ya estás aquí… Hala, vamos a planear el resto de nuestra vida». Muy fuerte para una quinceañera.

Zac: Muy fuerte para cualquiera, pero sí, sobre todo para una quinceañera.

Ness: Nunca tuve ninguna duda. Ni me preocupé ni me pregunté nada. Discutíamos a veces, tuvimos más de un dramón, pero no me preocupé. Mis padres, sí; eso lo entiendo mejor ahora que entonces. Pero era un buen tío, y eso lo veían. Lo querían, además.

Zac: Erais la pareja perfecta del instituto. C y V. La animadora y la estrella del fútbol.

Ness: Muy fuerte. Salimos dos años antes de… antes de eso. También entonces lo tuve claro. No me preocupé. Cuando se fue a hacer la instrucción, lloré toda la noche. No de preocupación sino porque lo echaba muchísimo de menos.

Volvió el camarero, les tomó nota.

Zac: Eras muy joven.

Ness: Y atrevida. Audaz. Me casé con él, me fui con él, dejé mi casa, a mi familia y a mis amigos sin dudarlo ni lamentarlo lo más mínimo. -Rió-. ¿Quién era esa chica?

Zac: A mí siempre me has parecido muy audaz.

Ness: Supe lo que era el miedo cuando nació Luke. ¿Quién era aquella personita? ¿Y si cometía algún error? ¿Y si se ponía malito, o se hacía daño? Pero, ni entonces, dudé de que pudiéramos apañárnoslas. -Cogió su copa de agua y sonrió mientras bebía un sorbo-. Queríamos cuatro, cinco si era posible. Qué locura, querer tener cinco hijos. Supongo que los habríamos tenido si él hubiera vivido.

Za: Eras feliz.

Ness: Ay, sí. A veces me sentía muy sola y agobiada. Entonces me asaltaba el miedo. Pero estaba muy liada para eso, me decía. Me sentía orgullosa de él. Odiaba tener que pasar tiempo separados, odiaba saber a qué se enfrentaba cada día, cada noche. Pero él había nacido soldado, como su padre, como su hermano. Ya lo sabía cuando nos casamos.

El camarero trajo el vino y, tras el ritual, Vanessa lo probó.

Ness: Muy bueno. Más aún si es señal de que alguien me va a traer una comida que no he cocinado yo.

Zac. Hay más. Termina de contarme.

Ness: Sí, termino. -Y agradeció que Zac estuviera dispuesto a permitírselo-. Luke jugaba y Liam lloraba en la cuna. Yo tenía náuseas matinales, y no podía cogerlo en brazos hasta terminar de vomitar. Sabía que estaba embarazada. No me había hecho la prueba, pero lo sabía. -Hizo una pausa, de un instante-. Solo llevaba tres semanas en Irak. Nunca se enteró de que esperaba otro bebé. Mi mayor pesar. No tuve ocasión de decírselo. No llegó a ver a Christopher, ni a acariciar su cara, oler su pelo, oír su risa. Christopher nunca lo tuvo. Liam no recuerda a su padre. Luke, a lo sumo, tiene un vago recuerdo. Cody era un buen padre. Cariñoso, divertido, atento. Pero no dio tiempo a que se conocieran.

Zac: Nunca da tiempo.

Vanessa entendió por qué lo decía, asintió con la cabeza y le cogió la mano. También él había perdido a su padre.

Ness: No, supongo que no. Vinieron a casa esa mañana. Lo sabes cuando los ves. El oficial, el capellán. Lo sabes sin que te digan una palabra. Todo se oscurece; te falta el aire. Por un instante, no hay nada en absoluto.

Zac le apretó la mano.

Zac: Lo siento, Vanessa.

Ness: Yo llevaba a Liam en brazos. Cuando llamaron a la puerta, olvidé que lo había cogido. Lloraba, le estaban saliendo los dientes y estaba tontorrón, tenía algo de fiebre. Luke se abrazaba a mi pierna. Debió de presentir algo, porque se echó a llorar también. Llevaba un bebé en mis entrañas, y Cody se había ido. Vinieron otras esposas a ayudarme, a consolarme. Me rompí, en mil pedazos. Me invadieron el miedo, la duda, la preocupación, y una pena muy honda, terrible. Pensé que jamás lo superaría.

Zac: ¿Quién habría pensado lo contrario? ¿Cómo lo conseguiste?

Ness: Solo sabía que necesitaba volver a casa. Mis hijos necesitaban volver a casa. Era la única salida clara para todos, y fue la acertada. Aquí he podido pensar en Cody, en lo mucho que lo amaba, y he podido asimilar que tuvimos lo que nos correspondía. Ni más, ni menos. Puedo pensar en él, hablar de él. Debo hacerlo, los niños lo merecen. Igual que merecen, como yo, la vida que nos hemos hecho aquí.

Zac. Si te sirve de consuelo, al perder a mi padre, nos quedamos todos atontados. Resolvimos poco a poco todas las cuestiones prácticas a las que había que hacer frente. Al final, descubres que estás en otro sitio. En parte te suena, en parte no. Lo conviertes en otra cosa y sabes que no habrías podido hacerlo sin la persona a la que has perdido.

Ness: Sí. -Cómo agradecía que la entendiera-. Siempre que piensas en tu padre o hablas de él, te acuerdas de eso. A mí me pasa igual. Tú conocías a Cody. Compartimos una historia que lo incluye a él, así que, como vamos a salir juntos, no quiero que te sientas violento o incómodo.

Zac lo pensó un instante, luego le soltó:

Zac: ¿Te acuerdas del señor Schroder?

Ness: Lo tuve en Historia de Estados Unidos. Lo odiaba.

Zac: Todos lo odiábamos. Era un capullo. Entre Cody y yo y otros le envolvimos la casa con papel higiénico.

Ness: ¿Fuiste tú? ¿Y Cody también? -Se recostó en el asiento y se echó a reír-. Dios, me acuerdo como si fuera ayer. Usaríais cientos de rollos. Parecía que hubiera reventado un camión de alguna empresa de celulosas.

Zac: Para hacerlo mal, mejor no hacerlo.

Ness: Desde luego con el señor Schroder os quedasteis a gusto. Y, sí, era un pelmazo.

Zac: Lo organizó David, como era de esperar. David, Alex y yo. Y dos tíos más cuyos nombres debo mantener en el anonimato porque así lo juramos.

Ness: Cody nunca me lo contó, y eso que se habló de ello durante semanas.

Zac: Un juramento es un juramento. Usamos unos cincuenta rollos y tardamos un montón en reunirlos. Si un grupo de tíos hubiera entrado en Sheetz o donde fuera a encargarlos, nos habrían pillado. Así que fuimos comprándolos poco a poco, en sitios distintos, birlábamos en casa, uno o dos cada vez. Teníamos un plan genial con todo previsto: tiempos, mapas, vigilancia, huidas. Fue una campaña importante, y estuvo genial.

Ness: Fuisteis los héroes no celebrados de nuestro instituto. De haberlo sabido, habríamos organizado una fiesta en vuestro honor.

Zac: Hicimos la nuestra un mes después. Acampamos en el bosque, cerca de casa, y nos agarramos una borrachera de Budweiser y licor de melocotón.

Ness: Qué asquerosidad.

Zac: Sí. Qué tiempos aquellos.

Ness: Charlie Reeder -le soltó, con un brillo de «te pillé» en sus ojos marrones-. Uno de los otros tuvo que ser Charlie. Cody y él eran inseparables.

Zac: No puedo confirmarlo ni desmentirlo.

Ness: Charlie Reeder. Por aquel entonces, siempre estaba metido en algún lío. Y ahora es policía. Quién iba a decirlo. Le gustan las novelas de aventuras y el café solo con una nube.

Zac: Supongo que llegas a conocer a la gente por lo que busca en la librería.

Ness: También guardo secretos. Por ejemplo, sé que a los hermanos Efron os gusta leer, y lo que leéis cada uno. Que tú tomas demasiado café. Sé que David y tú le compráis tarjetas sentimentales a vuestra madre por su cumpleaños y el día de la madre y que Alex prefiere las graciosas. -Alzando su copa de vino, le dedicó una sonrisa de complicidad-. Y eso es solo la punta del iceberg.

Zac: Una ventaja adicional de tener un comercio en una localidad pequeña.

Ness. Y que lo digas. Además, sé de al menos media docena de clientes que tienen previsto reservar una noche en el hotel para alguna ocasión especial aunque vivan en el pueblo. Vais a tener mucho éxito, Zac.

Zac: A Lizzy le gustará estar acompañada.

Ness: ¿A quién? Ah, a vuestro fantasma. ¿Ahora se llama Lizzy?

Zac: Bueno, nos hemos cogido cariño. ¿Cómo crees que lo llevará Brittany?

Ness: Lo llevará, Brittany es así. -Lo del fantasma era una chorrada rocambolesca, pensó, así que cambió de tema deliberadamente-. ¿Cómo va el apartamento?

Zac: Tendría que estar listo la semana que viene. Lizzy podría aprender de Ashley, ya que lleva días rondando por allí y machacando a David, bueno, persuadiéndolo de que aquello necesita algo más que una mano de pintura, por eso está tardando un poco más.

Hablaron durante toda la cena. Un buen primer paso, pensó Zac, en su plan lento pero seguro. Quizá propusiera una película para la próxima vez, y una cena informal para después. Todo muy normal y muy convencional.

Ness: Ha estado fenomenal -dijo con un ruidito de deleite mientras volvían al coche-. Ni me acuerdo de la última vez que disfruté de una cena fuera con adultos.

Zac: Podemos repetir. -Le abrió la puerta del coche-. Cuando quieras.

Mañana, se dijo, pero después sintió una punzada de culpa. No podía dejar solos a los niños dos noches seguidas. Así que más valía que aprovechara al máximo aquello.

Ness: Revisaré mi agenda, a ver qué puedo hacer.

Se volvió y le ofreció la ocasión ideal para que la besara. Al ver que no lo hacía, se metió en el coche.

A lo mejor la cena lo había impulsado a preferir que siguieran siendo amigos. Salir con ella de vez en cuando, ser colega de sus hijos cuando tuviera tiempo y ganas.

No lo culpaba por ello. Una cita era para que uno decidiera si quería una relación y qué esperaba de ella. Una relación con ella presentaba múltiples complicaciones, pensó mientras se dirigían a casa.

Algo que, desde luego, le había recordado hablándole de los niños. Seguramente había hablado demasiado de ellos. ¿Qué tío quería oír un montón de anécdotas de críos cuando salía con una mujer?

Y todo lo que le había contado de Cody. Esperaba haber dado una imagen clara de por qué se fue, por qué había vuelto. Quién había sido, en quién se había convertido. Y haber sido sincera con él sobre lo mucho que lo amaba.

¿Y qué hombre quería oír hablar del difunto marido de una mujer en una cita?

¿No podía haber hablado de libros? Lo habían hecho, recordó. Pero se refería a hablar solo de libros o de cine, o de cualquier cosa animada y propia de una cita.

Tal vez, si volvían a salir, prepararía de antemano una lista de temas apropiados. La sorprendió la intensidad con que deseaba más, de Zac, con Zac. La había hecho sentirse mujer de nuevo, con todos esos nervios, todos esos anhelos.

Temas seguros, decidió. Empieza ya.

Ness: Por cierto, he leído un ejemplar para prensa de lo último de Michael Connelly.

Zac: ¿Daniel Bosch?

Ness: Exacto. Creo que te va a encantar. Y, para el mes que viene, tengo reservada una presentación con una autora nueva de suspense. Quizá te interese. Es buena, y también asistirá al evento un autor local.

Hablaron de libros todo el camino. Mejor, se dijo Vanessa. Buscaría de qué hablar en sus citas. Sabía mantener conversaciones en las que no aparecieran sus hijos.

Solo que no tenía muchas ocasiones de demostrarlo.

Cuando él detuvo el coche delante de su casa, pensó en el silencio. Podría trabajar en su página web una hora sin que nadie la molestara. Podría permitirse el lujo indecible de un largo baño. Podría hacer lo que quisiera sin responsabilidades ni preocupaciones.

Ness: Empieza a refrescar por las noches -murmuró mientras él la acompañaba hasta la puerta-. Casi hace frío. El verano nunca dura lo bastante.

Zac: Y el invierno es demasiado largo.

Ness: Pero este será especial. Por el hotel -añadió al ver su cara de perplejidad-. Se inaugurará este invierno.

Zac: Sí, cierto. Por cómo pinta, nos vamos a congelar cuando empecemos a equipar las habitaciones.

Ness: Merecerá la pena. Me encantaría ayudar. De hecho, lo estoy deseando.

Zac: Cuantos más, mejor.

Ness: Entonces, me lo planificaré. Lo he pasado genial.

Zac: Yo también.

Zac se inclinó, un leve apoyo en sus hombros, un beso largo, lento, suave.

No, ay, no, se dijo al notar aquel cosquilleo en la piel. Un hombre no besaba así a una mujer de la que solo quería ser amigo. Hasta ahí llegaba, no estaba tan desfasada.

Zac: Más vale que entres -le dijo en voz baja-, no vayas a coger frío.

Ella le sonrió y sacó la llave.

Zac: Te llamo.

Se lo quedó mirando, desconcertada al ver que se retiraba.

¿No iba a entrar? ¿Habían cambiado las señales desde que no salía con nadie?

Zac: Asegúrate de cerrar bien.

Ness: Lo haré. Buenas noches.

Abrió la puerta.

Un momento. Proactiva, ¿no le había dicho eso Ashley? Entrar en su casa sola cuando lo que menos le apetecía era estar sola no era mostrarse muy proactiva.

Ness: Esto… Zac, perdona, te parecerá una bobada, pero ¿te importaría entrar? La casa está vacía.

Encogió los hombros con un aire de impotencia que la abochornó.

Zac: Claro. Debí haberme ofrecido. La gozada horrorosa -añadió al entrar-. Echaré un vistazo a la puerta trasera.

Lo había manipulado y no lo lamentaba. Lo lamentaría, admitió, si había errado el tiro y él no quería quedarse con ella. Estar con ella.

Se sentiría humillada.

Pero, si no lo averiguaba ya, la incertidumbre la volvería loca. Odiaba la incertidumbre.

Zac: Todo en orden -venía de la cocina-. Ni un malhechor a la vista. Aun sí, deberías comprar un perro. Una casa nunca parece vacía con un perro. ¿Estarás bien?

Ness: Sí, gracias. ¿Te apetece tomar algo?

Zac: Mejor no. Debería irme.

Ness: Tengo que preguntarte algo.

Zac: ¿Qué?

Ness: El beso que me has dado en la puerta, ¿ha sido un beso de «salimos a cenar algún otro día» o ha sido algo más? Porque a mí me ha parecido algo más.

Zac: ¿Algo más?

Le pasó los brazos por la espalda, atrapó con su boca la de él como ella quería.

Ness: Me ha parecido esto.

Zac apoyó la frente en la de ella.

Zac: Vanessa.

Ness: Zac, no me hagas pedirte que subas a mirar bien dentro de los armarios. -Le cogió la cara con ambas manos-. Sube y ya está.

Se apartó y le tendió la mano. Él la aceptó y la agarró con fuerza.

Zac: He querido estar contigo aun cuando no me era lícito hacerlo.

Ness: Me vale mientras quieras estar conmigo ahora.

Enfilaron la escalera.

Zac: No quería agobiarte. Suponía que necesitabas tiempo para hacerte a la idea, para estar segura.

Ness: Suelo decidirme rápido. -En el dormitorio, se volvió para mirarlo-. Hace mucho que somos amigos, pero debo confesarte algo. Ya sabes que se ve el hotel desde la ventana de mi despacho.

Zac. Sí.

Ness: Cuando tuvimos aquella ola de calor en primavera, trabajabas fuera de cuando en cuando, subido al andamio, en el tejado. Sin camiseta. Te observaba. -Río un poco, mirándolo-. Y pensaba en ti y me preguntaba cómo sería. Ahora lo puedo averiguar. -Posó las manos en su pecho-. Esto es algo que llevo mucho tiempo sin hacer.

Zac: Te acordarás.

Vanessa volvió a reír, relajada y suelta.

Ness: Eso también, pero me refería a que hace tiempo que no desnudo a un hombre. A ver si me acuerdo de cómo va esta parte. -Le deslizó la chaqueta de los hombros, se la quitó y luego la tiró a la sillita que tenía junto al armario-. Va bien.

Le desabrochó el primer botón de la camisa, el segundo. Y él se vio atrapado entre el placer y la desesperación.

Zac: Te creía tímida.

Ella le abrió la camisa.

Ness: ¿Sí? -Ladeó la cabeza-. Hace tiempo que he dejado de ser una adolescente cándida.

Zac: No es eso, o no solo eso.

Ness: Ah, mamá de tres críos, viuda joven. -Le quitó la camisa y la tiró encima de la chaqueta-. Supongo que sabrás cómo se hacen los niños.

Zac: Algo he oído.

Ness: Quiero a mis hijos, muchísimo. -Paseó despacio las manos por su pecho, cerrando los ojos para saborear la sensación-. Disfruté mucho haciéndolos. -Se dio la vuelta y se levantó el pelo que se había dejado suelto por los hombros-. ¿Te importa?

Zac le bajó la cremallera, poco a poco. Era como un sueño, pensó, igual de dulce y etéreo. Y como la más intensa de las realidades. Ardiente y conmovedora.

Cuando el vestido cayó al suelo, Vanessa salió de él y se volvió de nuevo hacia Zac.

Alargó las manos para acariciarlo.

No era un sueño, ya no, era real y lo deseaba como él a ella. No era un sueño porque podía, al fin, sentir su piel sedosa, su latido rápido y fuerte bajo la mano.

Fue ella quien lo llevó a la cama. Los dedos de Vanessa se enterraban en su pelo, recorrían su espalda mientras se besaban. Debajo de él, se movía ella, sensual y sinuosa, tremendamente seductora. Él creía conocerla, estaba seguro. Pero ignoraba que dentro de ella habitara aquella mujer abierta y apasionada. Esa mujer lo atrapó, habría podido llevarlo al cielo o al infierno a su antojo.

Vital. Todo en ella era vital, pulsátil, impetuoso. Las manos callosas de Zac la acariciaban, despertaban su piel, su pulso, sus sentidos. Nada le bastaba, quería más, más de sus brazos musculosos, la presión, el peso, su cuerpo. El modo en que su aliento se fundía en otro beso apasionado antes de que él deslizara los labios a su pecho.

Ella soltó un gemido. De gozo, de deseo… se dejó atrapar, arrastrar por ambos.

Se desnudaron el uno al otro. Sin una palabra, demasiada pasión para expresarla con palabras; volvieron a tumbarse. Ella lo envolvió; se alzó para él. Oferta. Demanda.

Cuando él se enterró en ella, Vanessa gritó, de alivio y de placer. Zac se esforzó por controlar mientras ella se estremecía, se estremecía, se estremecía. Pero ella volvió a alzarse para él y, con aquel solo impulso poderoso, le quebró la voluntad.

La tomó, montó esa ola creciente e intensa de pasión hasta que su propio alivio lo desgarró, lo vació.

Ella apenas podía respirar y no estaba segura -si es que alguna vez lo había estado- de si lo dejaría estallar en forma de llanto o de risa. Se sentía una idiota por desear ambas cosas.

Zac: Sé hacerlo mejor -masculló con el rostro enterrado en su pelo-.

Ness: ¿Mmm?

Zac: Que sé hacerlo mejor. Me he precipitado un poco.

Ness: No, he sido yo, y te agradezco muchísimo que me hayas seguido el ritmo. Madre mía, Zac. -Notó que lo había soltado en forma de largo ronroneo. Mejor-. Por favor, no te muevas aún. Quédate como estás.

Lo abrazó para asegurarse.

Él se quedó como estaba -encantado de hacerlo-, pero se alzó sobre los codos.

Zac: Mírate, Vanessa Hudgens… toda despeinada y acalorada. Estás preciosa.

Ness: Me gusta sentirme despeinada y acalorada, y preciosa. Mírate tú, Zac Efron, todo sonriente y satisfecho de ti mismo.

Zac: Desde luego. Acabo de tirarme a la librera del barrio, bombón del pueblo.

Vanessa soltó una carcajada y le pellizcó el trasero.

Ness: Más te vale no ir presumiendo delante de los trabajadores.

Zac: Iba a poner un anuncio en el Citizen.

Le gustaba mirarlo a la cara, tan relajada ahora, a los ojos, tan azules e intensos.

Ness: Pues no te olvides de decir que soy alucinante.

Zac: La pura verdad. -Se inclinó para besarla-. Me has dejado roto.

Ness: Está bien saber que no he perdido mi toque.

Zac le besó el cuello para concederse un instante. No quería imaginarla con nadie más, ni siquiera con el hombre con quien se había casado. Una bobada, quizá; egoísta, seguramente. Pero en aquel preciso momento, no quería.

Se quedó tendido en silencio un rato, hasta que se le pasó.

Zac. Quiero verte mañana.

Ness: Ay, Zac, no puedo volver a salir mañana. Por los niños.

Zac: No hace falta que salgamos. También, podemos llevarlos a algún sitio.

Ness: Mañana por la tarde tienen un cumpleaños. Los sábados estas cosas suelen alargarse una barbaridad. Podrías venir a cenar el domingo. Tendrá que ser temprano, porque el lunes hay cole.

Zac: ¿A qué hora?

Ness: ¿A las cinco y media?

Zac: Aquí estaré. -Se retiró de encima de ella y le cogió la mano mientras se incorporaba-. Debería irme.

Vanessa se abrazó el cuerpo, fingiendo estremecerse.

Ness: ¿Y me vas a dejar en esta casa vacía, sin perro?

Zac sonrió.

Zac: Tú no tienes miedo.

Ness: No, te he engañado; tenía que llevarte a la cama de algún modo.

Zac: Y yo te lo agradezco.

Ness: ¿Y me lo demuestras haciéndote de rogar?

Zac: El coche está fuera, en la entrada. Sabes que lo van a ver, sobre todo si sigue ahí por la mañana.

Divertida por el hecho de que le preocupara su reputación de viuda, se incorporó igual que él.

Ness: ¿Zac?

Zac: ¿Sí?

Ness: Vamos a darles de qué hablar.


2 comentarios:

Carolina dijo...

Por fin!!!
Zac, que necesitaba que Ness te ponga un letrero de luces de Neón para q entiendas que tambien se queria acostar contigo? XD
Me ha hecho acordar la parte de 17 again
"Si no se respetan, como quieren que los chicos las respeten?"
"Yo no quiero que me respetes..."
Continuala pronto porfis que esta interesante XD

Maria jose dijo...

Pero que capitulo!!!!
Que lindo porfin se cumplio
Me encanto todo el capitulo
Se quieren mucho
Siguela pronto
Por favor
Saludos

Publicar un comentario

Perfil