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viernes, 17 de mayo de 2019

Capítulo 12


El lunes por la mañana, en lugar de abrir la tienda, Vanessa entró con su llave en Vesta. Oyó el vibrar de la enorme batidora y fue derecha al fondo, donde sabía que encontraría a Ashley amasando.

Ness: ¡Hola! Quería hablar contigo antes de… -Se calló en seco y se quedó mirando a Ashley, que hacía bolas con la masa ya mezclada y cortada-. Pero ¿qué te has hecho? ¿Q-qué es eso, fucsia? ¡Te has teñido el pelo!

Ash: Y tú has echado un polvo.

Ness: Yo… ¿te has teñido el pelo porque he echado un polvo?

Ash: No. Me lo he teñido porque no lo he echado yo. Bueno, no exactamente eso. -Resopló mientras amasaba con el rodillo-. Quizá un poco. Más que nada, necesitaba un cambio. Algo que me animara de algún modo.

Ness: Pues lo has conseguido.

Ashley bajó la mirada desde el delantal sucísimo hasta las deportivas de saldo con plantillas de gel.

Ash: Me estoy estancando, Vanessa. No, ya estoy estancada.

Ness: No estás estancada. A mí me gusta. Es… divertido.

Ash: Creo que a mí también. Más o menos. -Como llevaba las manos manchadas de harina y de masa, se rascó la barbilla con el hombro-. Me he dado un susto esta mañana al mirarme en el espejo del baño. Lo había olvidado y me he dicho: «Uggg, ¿quién diablos es esa?». De todos modos, es de esos tintes que se aclaran con los lavados, así que lo llevaré un tiempo y ya luego veré.

Vanessa pensó para sus adentros: «Menos mal».

Con movimientos rápidos y ensayados, Ashley fue colocando la masa trabajada en recipientes para que subiera.

Ash: Bueno, hablemos de sexo. Hubo sexo el viernes por la noche y…

Ness: Y hasta el sábado por la mañana.

Ash: La jactancia es el instrumento de los mezquinos. ¿Soy o no soy tu mejor amiga?

Ness: Mi amiga del alma -se llevó la mano al pecho-.

Ash: Y solo te limitas a enviarme un mísero mensaje al móvil: «He pasado la noche con Z. Fabuloso».

Ness: ¿No te dejé la canción de Shania Twain en el contestador, el trozo que dice lo de I feel like a woman?

Ash: Vale, eso me hizo gracia, pero no son esos los detalles que se les cuentan a las amigas del alma.

Ness: Cumple el sábado, y tú estuviste trabajando aquí hasta… ¿medianoche?

Ash: Casi.

Ness. No estoy habituada a las noches locas de pasión. El sábado me fui a la cama en cuanto se acostaron los niños. Luego, el domingo, basta decir que no tuve intimidad de ninguna clase, y tú estabas trabajando también.

Ash: ¿Lo ves? Estoy estancada.

Ness: No es verdad -apoyó las manos en los hombros de su amiga y les dio una buena sacudida cariñosa-. Pero he venido temprano expresamente para hablar contigo. Dios, necesito hablar con mi amiga del alma.

Ash: Me estás haciendo la pelota. Me gusta. Sigue, por favor, mientras me encargo del resto de la masa.

Ness: Eso es un montonazo de masa para un lunes, ¿no?

Ash: Tengo una fiesta privada esta noche, y un pedido a domicilio de seis grandes anotado para el almuerzo. Bueno, suéltalo ya.

Ness: Fue genial. Todo. La cena…

Ash: Cenas sí he tenido recientemente. Polvos, en cambio, no he echado ninguno. Vamos al grano.

Ness: Pues…

Vanessa le contó lo que le preocupaba cuando Zac y ella salieron del restaurante y siguió con el cambio de planes a la puerta de su casa.

Ash: ¿Le saliste con «Ay, necesito un hombre fuerte y valiente que entre conmigo en esta casa vacía y aterradora»?

Ness: Sí.

Ash: Me enorgullece ser tu amiga.

Ness: Estaba convencido de que yo quería ir despacio. Vi que, como no hiciera algo, nos plantábamos en Navidades sin pasar de la fase uno. Así que le di un empujoncito y me lo llevé de paseo.

El marrón de los ojos de Ashley se iluminó de la risa, y de algo de orgullo.

Ash: Mírala.

Ness: Ya. -Satisfecha de sí misma y del mundo en general, sacudió los hombros-. Tengo la sensación de haber despertado una parte de mi existencia que estaba dormida. Con él, siento cosas que hacía tiempo que no sentía. No solo lo físico, aunque eso fue endemoniadamente perfecto.

Ash: ¿Lento y suave o apasionado y vehemente?

Ness: Me parece que, cuando se fue el sábado por la mañana, ya habíamos probado los dos, todo, y varias combinaciones de ambos.

Ash: Vale, ahora sí que me das envidia -tapó los recipientes de masa y fue a la pila para lavarse las manos pringosas-. Me alegro por ti, pero me das envidia. Me alegro por él también. A Zac siempre le has gustado.

Ness: Eso es lo malo: ya no soy la Vanessa que le molaba. Tendrá que querer estar con la persona que soy ahora.

Ash: ¿Crees que sigue alimentando una vieja fantasía?

Ness: No estoy segura, ni siquiera sé si lo está él. Pero no voy a agobiarme por eso. Me gusta que vayamos conociéndonos como somos ahora. Las cosas están cambiando. Quiero ver en qué se convierte.


Zac pasó las dos semanas siguientes de un proyecto a otro, del taller a inspeccionar las entregas, sacando tiempo de donde podía para ver a Vanessa. Mientras los instaladores ponían las baldosas de la planta baja, los trabajadores se centraban en el exterior.

Luego llegó el día en que sus hermanos y él, plantados ante la entrada principal, contemplaron el porche y las escaleras terminados.

Zac: ¿Qué os había dicho? Resplandece.

Alex: Con todas esas capas de barniz, ya puede -se puso en cuclillas y pasó la mano por la madera-. Lisa como el cristal. Y completamente seca.

David: Sabes que esto va a ser un reclamo para los skaters, ¿no?

Alex alzó la vista hacia David.

Alex: Pues habrá que repartir leña, y asegurarse de que se corre la voz. Propongo que descolguemos esta basura -dijo, señalando la lona de polipropileno-, para que todo el mundo vea la obra maestra del equipo del Hotel Boonsboro.

Zac: Hagámoslo… pero habrá que tirar cinta entre los postes para que no pase nadie.

El momento en que descolgaron al fin la lona esa mañana fresca de septiembre de aire otoñal, quizá fuera uno de los más gratos de su vida, decidió Zac.

Los pesados autobuses escolares pasaban para recoger su cargamento cuando él y sus hermanos cruzaron la calle para tener una vista global del inmueble. Los coches aminoraban la marcha porque los conductores se volvían para mirar el edificio desvelado.

Y era hermoso, todavía sin engalanar del todo, se dijo Zac, pero hermoso. El color vivo e intenso de la madera resplandecía sobre los viejos muros de piedra, atrapando sus destellos dorados y pardos. De tamaño generoso, con escaleras que cubrían toda su longitud, resaltaba con los colores más suaves de las barandillas y los puntales. Alzándose sobre él, el porche superior añadía elegancia y encanto a su aire digno.

Zac: Trabajas en él y lo vas viendo cambiar. Pero estás dentro o encima, y no lo ves de verdad. Lo hemos hecho de miedo, de puñetero sobresaliente.

Alex: Cojonudamente. Momentazo -sacó el móvil, encuadró el edificio e hizo una foto-. Momentazo inmortalizado. Vamos, al tajo.

Zac: Más vale que le mandes eso a mamá.

David negó con la cabeza a la propuesta de Zac.

David: Ya he hablado con ella esta mañana. Va a venir de todas formas. Que lo vea con sus propios ojos.

Zac: Mucho mejor. Va a dar que hablar a todo el pueblo.

Estudió las líneas y los colores mientras volvían a cruzar.

Una vez dentro, se dividieron: David fue a ver cómo iba la instalación del suelo, Alex a empezar el artesonado del techo del comedor; Zac subió a la tercera planta, pero se detuvo en la segunda al oler a madreselva.

Zac: Te gusta, ¿eh? -susurró, yendo hacia Elizabeth y Darcy-. Ya no se ve triste.

Llevado por un impulso, entró en la habitación y luego salió al porche. Desde allí, contempló el pueblo: Main Street con sus tiendas y sus casas, sus porches cubiertos y sus aceras adoquinadas. Y más allá el brillo de los campos, la elevación de los montes, la cordillera que se extendía hasta el azul cielo otoñal.

Zac: Esto es genial. -No sabía si se lo decía a sí mismo, al edificio o al fantasma. Daba igual-. Qué bien sienta.

Otros habían estado en ese sitio cuando la calle no era más que un ancho camino de tierra para caballos y carruajes. Cuando los soldados lucharon en aquellos campos, aquellos montes, aquellas cordilleras. Siguió en pie mientras enterraban a los muertos y la hierba verde cubría la tierra sobre ellos.

Zac: ¿Tú? -se preguntó, pensando en la madreselva-. ¿Estuviste tú aquí de pie?

¿Cuándo? ¿Llegaste en carruaje o en coche? ¿Cómo moriste? ¿Por qué sigues aquí?

Aún no está preparada para contarlo, se dijo. Las mujeres sabían cómo guardar sus secretos.

Miró hacia Pasar la página. Demasiado temprano para que Vanessa estuviera allí. Estaría arreglando a los niños para el colegio, preparándoles el desayuno y la mochila.

¿Pensaba en él durante su rutina matinal? ¿Se asomaba a la ventana del despacho y se preguntaba qué hacía, cuándo volverían a verse?

¿Lo echaba de menos por las noches, deseando estar con él como él con ella? Le gustaba imaginar que sí.

Vio a uno de los operarios del salón de Sherry abrir la puerta principal del local, luego echar un vistazo alrededor, y después sencillamente quedarse pasmado mirando. Sonrió, henchido de orgullo.

Aún no hemos terminado, se dijo. Le faltan las luces, los bancos, las plantas… y muchas más cosas. Pero cuando esté engalanado del todo, será la atracción de la fiesta.

Al volver dentro, detectó movimiento con el rabillo del ojo. Un contorno borroso que parecía relucir en el aire -visto y no visto- cuando se volvió hacia allí.

La puerta que había cerrado se abrió de golpe.

Retrocedió, con el corazón alborotado. Juraría haber oído el levísimo susurro de una risa.

Zac: Sí, qué divertido.

Se acercó y cerró la puerta de nuevo. Cuando ya se iba, volvió a abrirse. La cerró; se abrió.

Quizá le gustaba el aire fresco, o las vistas, pero él no podía seguirle el juego toda la mañana.

Zac: Vale, mira, no puedo dejarla abierta. Por las palomas… la caca de paloma, ¿recuerdas? No las tentemos a que vuelvan a instalarse aquí.

Mientras miraba, la puerta se abrió apenas unos centímetros -como en broma- y volvió a cerrarse.

Zac: Gracias.

Esperó un instante para asegurarse antes de salir de la habitación.

Acababa de ganarle un pulso a un fantasma, decidió, enfilando la escalera. Aquello pasaría a la historia.

Poco después de las nueve, tuvo otro subidón cuando le sonó el móvil y vio el número de la librería en la pantalla. Dejó a un lado la cinta métrica.

Zac: Hola.

Ness: Zac, es precioso. Acabo de llegar, he subido al despacho y me he asomado a la ventana. Te juro que casi no me lo creía.

Zac: Hemos descolgado la lona hace un par de horas.

Ness: Ya sé que me habías dicho cómo sería, y había visto algo, pero es mucho más. Estoy viendo cómo la gente que pasa por allí a pie o en coche se para a mirar.

Zac: Igual que yo. Acabo de salir al porche de la segunda planta.

Levantó la mano y sonrió.

Ness: Espera un minuto.

Se oyó una pequeña fricción y una maldición por lo bajo. Oyó -y vio- abrirse la ventana de su despacho. Vanessa se asomó -bonita como un girasol- y lo hizo sonreír aún más.

Ness: Hola, Zac -le susurró al oído-.

Zac: Hola, Ness.

Ness: Debes de estar en la cima del mundo.

Zac: En la cima de Main Street por lo menos. Vente y lo ves desde aquí, porque es sencillamente alucinante. Además, tienes que ver el embaldosado de la planta baja.

Ness: Esta mañana no puedo. Tengo un montón de papeleo que dejé pendiente anoche por un trabajo de historia, la tabla de multiplicar, un control de ciencias y una pesadilla.

Zac: A mí también me producían pesadillas los controles de ciencias.

Ness: No era eso. Eran unos alienígenas con brazos de pulpo.

Zac: Eso también.

Ness: Liam. Lo estaba pasando tan mal que despertó a sus hermanos, y a Christopher se le ocurrió aprovechar para jugar. Vamos, que tengo que ponerme al día esta mañana. Luego viene un bus de turistas, así que tendré que admirar el fabuloso hotel desde aquí.

A Zac no le bastaba verla, hablar con ella, con Main Street de por medio, decidió.

Zac: Sabes qué, tráete a los niños después del colegio. Les enseñamos todo esto y luego vamos a tomarnos una pizza.

Ness: Deberes.

Zac: Qué madraza eres. Después de los deberes.

Ness: Ellos encantados, pero por cómo va la cosa últimamente, igual hasta las cuatro y media no podemos pasarnos.

Zac: Os espero.

La voz de Alex resonó por las escaleras.

Alex: Zac, maldita sea, ¿qué pasa con las medidas?

Ness: Más vale que nos pongamos a trabajar. Gracias por la extraordinaria vista. Luego te llamo.

Zac: Vanessa. Me ha gustado verte.


Zac se pasó el día entero nervioso, y los nervios crecían cada vez que tenía que salir y alguien lo paraba para hablarle del hotel. Y así seguía cuando, al terminar la jornada, los obreros se retiraron.

Asistió a la reunión de fin de jornada que tenía todos los días con sus hermanos para decidir las actividades y estrategias del día siguiente.

David: Vámonos para Vesta. Un día como el de hoy merece pizza y cerveza.

Zac: No puedo. Vanessa va a traer a los niños a ver esto, luego iremos a cenar pizza.

Alex: ¿Ves qué pasa si te cuelgas de alguien? -negó triste con la cabeza-. Ya no tienes tiempo para tomarte una pizza y unas cervezas con tus hermanos.

David: Zac ya es un padre de familia -dijo muy serio-. Más vale que vayas ampliando el plan de pensiones y el seguro de vida.

Zac: Que os den. Yo no soy…

Alex: Se acabaron los campeonatos de póquer, las fiestas -le dio a Zac una palmada compasiva en el hombro-. Y olvídate ya de los bares de tías buenas. Todo se te irá en ahorrar para el viaje a Disney World. Pobre pringado. Vamos, David, tú y yo nos comemos y nos bebemos lo suyo.

David: Ya ha echado todos los polvos que tenía que echar -suspiró saliendo-.

Zac: Qué gilipollas sois -soltó entre risas. Pero la mofa de sus hermanos le produjo un pequeño pinchazo en el estómago-. Lo que me tenéis es envidia.

Echó un vistazo a su portapapeles de clip y procuró concentrarse en lo que había que hacer al día siguiente y durante la semana.

Él no era un «padre de familia». Dios. Le gustaban los críos, mucho. Eran geniales -interesantes, divertidos, listos- y le encantaba estar con ellos. Pero no tenía ni idea de lo que era ser padre de familia. Sabía lo que era ser hermano, hijo, por eso sabía lo que significaba la familia, y lo esencial que era. Pero no tenía ni la más remota idea de lo que suponía estar, por así decirlo, a cargo de una.

Simplemente estaba saliendo con Vanessa, empezando una relación con Vanessa. Desde luego, sus hijos iban en el mismo paquete, eso lo tenía claro, pero eran colegas, los críos y él.

Solo colegas.

Y que lo rumiara era precisamente lo que pretendían sus hermanos cuando habían empezado a pincharle.

Procuró darle carpetazo, olvidarlo; aun así, agradeció que la llamada a la puerta de Recepción lo distrajera.

Salió, cruzó por la cocina e hizo entrar a Vanessa y a los niños, abriendo la puerta con una floritura.

Zac: Bienvenidos al Hotel Boonsboro. ¿Tienen ustedes reserva?

Ness: Nos ha invitado el propietario en persona.

Zac: En ese caso…

Se apartó, hizo una reverencia y provocó las carcajadas de los niños.

Ness: Me has dicho que viniéramos por esta puerta, ¿no? Estoy tan acostumbrada a… ¡Madre mía, las baldosas son preciosas! ¿Se pueden pisar?

Zac: Estas, las de la cocina y las del pasillo. El Vestíbulo es zona prohibida. Mañana lo enlecharán.

Ness: Qué grande parece. No toquéis nada -añadió enseguida-. ¿Entendido? Que nadie se vaya de mi lado. Solo podemos ir a donde nos diga Zac.

Liam: ¿De verdad todo esto es tuyo?

Zac: De mi familia. -Ahí estaba la palabrita otra vez-. Por aquí entrará la gente, se registrará. Brittany se sentará aquí.

Luke: No hay dónde sentarse.

Luke: Lo habrá -le dijo a Luke-. Y sillas para que se siente la gente, también, delante de la chimenea.

Christopher: Mamá querría tener chimenea -lo miró-. Tú construyes cosas, podrías hacerle una.

Luke: ¿Cómo es que hay tantos ladrillos viejos? -dijo señalándolos-. ¿Dónde esta la pared interior?

Zac: Es esa. Lleva ahí muchísimo tiempo, y queríamos que la gente pudiera verla. Es una muestra de respeto por el edificio. Ahí al fondo está la cocina. -Miró a Vanessa-. Pronto empezarán a instalar los armarios. Y habremos salvado otro gran escollo.

Ness: Me lo imagino. ¿Veis, chicos? Aquí es donde Brittany preparará el desayuno.

Zac: No pases de la cinta, Luke.

Zac se acercó a Luke, que estaba al borde del enlosado terminado.

Luke: No paso. ¿Qué son esas cositas que sobresalen?

Zac: Espaciadores. ¿Ves qué rectas van todas las líneas que separan las baldosas?

Empezó a explicarle el enlechado, luego se preguntó si no estaría siendo muy técnico.

Luke: ¿Por qué hay piezas más pequeñas?

Zac: ¿En los bordes? Hay que cortarlas para que encajen. -Al crío le interesaba-. Tenemos una herramienta especial para eso.

Luke: ¿Dónde?

Zac: Te la enseño antes de que nos vayamos.

Ness: El mosaico de baldosas -agarraba fuerte a Christopher, por si acaso-. Fabuloso.

Christopher: ¿Mosaico?

Zac les explicó lo que eran los mosaicos antes de llevarlos al comedor.

Ness: ¡Ya habéis empezado el techo!

Zac. Queríamos ver si el plan funcionaba. Y, una vez hecho, habrá menos probabilidades de estropear el parquet cuando ya esté instalado.

Luke señaló el arco de piedra de la pared.

Luke: ¿Eso es de piedra por respeto?

Zac: Exacto. Este fue el primer edificio de piedra del pueblo. Es importante.

Luke: La librería de mi madre es vieja. Las escaleras crujen.

Zac: Suele suceder.

Luke: Si es viejo, ¿por qué tenéis un porche nuevo?

Zac: Alguien se llevó el que había aquí hace mucho tiempo. Lo hemos sustituido -salió y abrió la puerta-. No es como el original, pero creo que le sienta bien. Tengo fotos antiguas que nos dio el señor Bast. Ya os las enseñaré.

Liam: Tiene una tienda de muebles y un museo -salió corriendo al porche-. En el museo tiene de todo, pero no hay momias.

Zac: Tal vez él pueda remediar eso.

Ness: También es precioso desde este ángulo -salió, contempló Vesta, y alargó la vista hasta su propio establecimiento-. Todos los que han venido hoy a la tienda me lo han comentado. Yo misma debo de haberme asomado a mi mirador particular media docena de veces para verlo… ¡Christopher! -Volvió dentro a tiempo para pillar al niño a medio camino de la escalera-. Ven aquí ahora mismo. Te he dicho que no subas solo.

Christopher: Solo iba a hablar con la señora. -Miró arriba y esbozó su sonrisa angelical-. Vale, adiós.

Ness: ¿Qué señora? ¿Con quién hablas?

Vanessa entró corriendo, lo cogió en brazos y se lo llevó de la escalera.

Christopher: Con la señora de arriba. Me ha dicho hola, y sabía cómo me llamo.

Ness: Zac, si hay alguien arriba…

Zac: Subo. -Pero ya lo sabía. Para tranquilidad de Vanessa, echó un vistazo rápido-. Aquí no hay nadie -dijo al volver abajo-.

Christopher: Me imagino que habrá tenido que irse a esa fiesta. ¿Va a vivir aquí con Brittany? -inquirió intrigado-.

Zac: Puede. -También intrigado, miró arriba-. ¿Iba a una fiesta?

Christopher: Lo parecía. Llevaba un vestido largo. Las señoras a veces se ponen vestidos largos para ir a fiestas. ¿Ya podemos ver lo de arriba?

Zac: Claro. ¿De acuerdo? -le preguntó a Vanessa-.

Ness: Perfecto, pero… luego tenemos que hablar tú y yo. Christopher, tú ven conmigo.


Como Vanessa no dejaba que los niños se apartaran de su lado, Zac tuvo que esperar hasta que fueron a cenar a la pizzería. Tenerla para él solo, más o menos, entonces fue relativamente fácil. Solo hicieron falta un puñado de monedas.

Zac: A ver, entiendo que no quieras hablar de ello delante de los críos, pero aunque estuviéramos hablando de una plaga de sapos bicéfalos, ahora mismo no lo pillarían. Lo de antes ha sido algo muy distinto.

Ness: No sé lo que ha ocurrido, ni lo que es. Lo único que sé es que mi niño se iba para arriba, él solo, porque lo llamaba… lo que fuera.

Zac: La señora no es peligrosa.

Ness: No existe tal señora -insistió-. Y si existiera, ¿cómo estás tan seguro de que no es peligrosa?

Zac: Nos pasamos el día ahí.

Ness: Sois adultos.

Zac: He estado allí solo montones de veces. Hoy ha sido el primer día que ella y yo hemos tenido un pequeño desencuentro, sobre si dejar o no la puerta del balcón abierta.

Ness: A lo mejor porque quería tirarte por la barandilla.

Zac se habría reído, pero era obvio que ella no hablaba en broma.

Zac: ¿Por qué iba a hacerlo?

Ness: ¿Cómo voy a saber por qué? -inquirió irritada-. No me puedo creer que estemos teniendo esta conversación. Estamos aquí sentados hablando de un fantasma. Por Dios, Zac.

Agarró el refresco en cuanto la camarera lo puso en la mesa.

Heather: ¿Va todo bien?

Zac: Todo va bien, Heather -le sonrió-. Gracias. -Esperó a que se fuera Heather-. Tenemos esta conversación porque te ha alterado. Christopher no se ha asustado.

Ness: Porque es un niño.

Zac: Sí, y supongo que por eso la ha visto. Dicen que los niños son más abiertos para estas cosas, ¿no?

Ness: ¡Y yo qué sé! No creo… no creía… no, no creo en esas cosas. Es de locos.

Viendo lo alterada que estaba, trató de quitarle hierro al asunto.

Zac: Tú puedes ser Scully y yo Mulder. Tal vez yo quiero creerlo, pero lo cierto es que Christopher la ha visto. Tiene el pelo como el tuyo, ha dicho, o sea, que es morena. Llevaba un vestido largo. Diría que es de la época en que las mujeres vestían de largo. Del siglo XVIII o XIX.

Ness: Dios.

Zac le cogió una mano y la agarró con firmeza.

Zac: No permitiría que le pasara nada, ni a él ni a ninguno de ellos, ni a ti tampoco. Vanessa, si pensara que Lizzy quiere hacerle daño a alguien, encontraría una manera de… yo qué sé… de exorcizarla. Me imagino que es eso lo que se hace. ¿Sabes lo que pasa? -Se inclinó un poco-. Que te crees que esto es Blair Witch, o Poltergeist, porque te pierden las novelas de terror, y piensas que «fantasma» es sinónimo de «maldad».

Ness: En la ficción, los fantasmas no siempre son malos.

Zac: ¿Lo ves?

Ness: En la ficción. Nunca he tratado con uno de verdad. Me he asustado mucho al ver a Christopher subir la escalera, sonriendo a la nada.

Zac: Tengo una teoría. Te doy la versión rápida antes de que se queden sin dinero y llegue la pizza. A Lizzy le gusta lo que estamos haciendo, que arreglemos el edificio. Que lo resucitemos, por así decirlo. Creo que le gusta que haya gente por allí.

Ness: Genial. No solo crees que tenéis un fantasma, sino que además es sociable.

Zac: ¿Por qué no?

Ness: Por muchísimas razones.

Zac: Te diré algo, agente Scully: cuanto más hacemos por allí, más sale a la luz. Cuando echamos el primer vistazo, no sentí nada. Pero, cuando empezamos a tomar medidas, cuando empecé a hacer los primeros bocetos, comencé a notarlo. Me sentía observado. Me espeluznaba. Según avanzábamos, empecé a oler a madreselva. No todo el tiempo, pero sí cada vez más a menudo. Hoy descolgamos la lona, gran acontecimiento, y pasa esto.

Ness: No quiero que tontee con mis hijos.

Christopher: ¿Quién? -trepó a su regazo-.

Ness: Nadie, cielo -lo abrazó, le besuqueó el cuello hasta hacerle reír-. Nadie tontea con los Hudgens.

Y no se hable más, pensó Zac al ver llegar la pizza.

Después de llevar a los niños a casa, Zac volvió a la obra. Se dio el gustazo de pasear por el trozo de suelo terminado, pensando en las escaleras definitivas, que no tardarían mucho en estar puestas.

Y espero a ver qué ocurría. Nada.

Tal vez se había ofendido. Vivas o muertas, las mujeres podían ser muy susceptibles.

Zac: La has asustado. Para ella sus hijos son lo primero, y Christopher es el pequeño. Así que ha flipado un poco, eso es todo.

Aún nada.

Zac: No sé por qué me haces el vacío. Yo no te he hecho nada. Dale un respiro. Casi todo el mundo flipa un poco. Hasta yo doy algún respingo, y ya estoy habituado.

Nada de nada, se dijo.

Zac: Dale un poco de tiempo para que se adapte, más que nada porque es posible que venga mucho por aquí mientras sigamos con la obra, e incluso después. Una amiga suya llevará el hotel. Brittany vivirá en la tercera, así que Vanessa y Ashley vendrán mucho por aquí. Cuando acabemos y Brittany se mude, ya no tendrás que estar sola.

Se abrió la puerta de la E y D que daba al porche, y Zac cayó en lo desconcertante que resultaba que ocurriera algo así de noche, cuando ya no había nadie trabajando por allí.

Zac: Claro, un poco de aire fresco no viene mal. -Salió, y olió la madreselva-. Cuando la conozcas te caerá bien. Es genial. Tenía miedo de que le hicieras daño al niño, por eso… -La puerta se cerró de golpe y lo interrumpió-. Uf, qué genio. -Volvió a abrir la puerta-. No he dicho que yo lo piense. Mira, quizá es un poco sobreprotectora. A su marido lo mataron. En la puñetera guerra. No llegó a conocer a Christopher. Así que, a su parecer, ella es todo lo que tienen, y necesita estar segura de que están a salvo. ¿Quién se lo puede reprochar?

La puerta se abrió unos centímetros, y Zac lo interpretó como un indicio de disculpa o comprensión.

Zac: Solo tienes que darle tiempo. Tengo trabajo en casa. -Señaló al otro lado de la calle-. Mañana habrá mucho jaleo cuando empiecen a alicatar los baños. Llevará un tiempo, pero merecerá la pena. Volveré por la mañana. -Entró, cerró la puerta y lo consideró un instante-. La puerta tiene que quedar cerrada, en serio.

Esperó un momento, luego, satisfecho, bajó, salió del edificio y miró arriba.

Tras cruzar la calle, se detuvo y volvió a mirar, y le pareció ver, fugazmente, la silueta borrosa de una mujer en la barandilla del porche.

Pero la puerta seguía cerrada.


2 comentarios:

Carolina dijo...

No es por nada pero yo tambien estuviera asustada si un niño de 5 años se queda sonriendo a la nada XD. que esperaba Zac? que la reciba de brazos abiertos?
y aunque le asuste la idea de familia, se nota que Zac los quiere y eso es muy lindo
A ver si hay más capis de los Expedientes Secretos X que Ness y Zac descubran xD
Pública pronto pofis!

Maria jose dijo...

Yo igual estaría muy asustada
La relacion de ellos es linda
Espero que salgas mas
Ya quiero leer el siguiente capitulo
Siguela pronto
Saludos

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