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martes, 20 de octubre de 2015

Capítulo 7


En cuanto los labios de Zac rozaron los suyos, Vanessa se rindió. Esa vez su beso no fue una simple caricia, era más bien una exigencia que le cortó la respiración y la hizo abrir la boca, abandonándose a su pasión.

Zac intensificó el beso mientras le acariciaba los brazos con ambas manos, obligándola a intentar controlar todas las emociones que estaban despertándose dentro de ella y a intentar controlarlo a él.

Estaba tan equivocado sobre ella. No había escrito sobre él porque quisiera vengarse de los playboys que le recordaban a Charles McPerson. Si escribía sobre Zac en sus artículos, era únicamente porque insistía en hacer ostentación de una vida sobre la que la gente quería leer. Nada más, excepto quizá su aversión personal contra esas personas cuya sofisticada vida tan poco tenía que ver con las preocupaciones de una persona normal como ella.

Seguramente él esperaba que lo rechazase y dejara de besarlo; pero en vez de eso, lo que hizo fue pasarle los brazos alrededor del cuello....

Y responder a su beso de igual a igual.

No iba a huir de aquel desafío. Había visto cómo la había mirado durante toda la noche; había estado comiéndosela con los ojos. No, era evidente que Zac no era inmune a ella y Vanessa sabía que esa vez podía ser la seductora en lugar de la seducida.

Entonces él levantó la cara y la miró intensamente.

Zac: Empiezas a flaquear -le dijo con voz ronca y excitada-.

Ness: Tú también -también estaba sin respiración-.

Zac: La invitación que necesitaba.

Ness: No era una invitación, sino una advertencia.

Zac se echó a reír suavemente al tiempo que le acariciaba las mejillas y después recorría su rostro con multitud de delicados besos.

Zac: Recuerda que estoy acostumbrado a aceptar riesgos.

Al sentir su respiración en el oído, sintió un escalofrío que le recorrió el cuerpo entero. Él siguió besándola para después chuparle suavemente el lóbulo de la oreja y continuar haciendo lo mismo en el cuello. Tenía una mano en la parte superior de la espalda, la otra había bajado hasta su trasero, donde la apretaba contra su evidente excitación.

Inclinó la cabeza hacia atrás para darle mejor acceso y cerró los ojos. Cada vez resultaba más difícil distinguir quién era el seductor y quién el seducido; ambos se habían dejado llevar por la intensidad del momento.

Fue al sentir frío en la espalda que Vanessa se dio cuenta de que Zac le había bajado la cremallera del top, dejando al descubierto el sujetador sin tirantes.

Buscó su mirada.

Tenía el rostro sonrojado y seguía comiéndola con los ojos.

Zac: Eres preciosa -dijo, paseando los dedos por el satén negro del sostén-. Y muy sexy. Como un regalo de Navidad esperando que alguien lo desenvuelva.

Sentía los pechos hinchados y calientes bajo su ansiosa mirada y, antes de que pudiese recuperarse de un nuevo escalofrío, Zac empezó a besarla de nuevo y se dio cuenta de que, no solo no sabía quién estaba seduciendo a quién, sino que además había dejado de importarle.

Lo único que importaba era que continuase dándole placer porque deseaba a aquel hombre con una fuerza que la sorprendía.

Cuando terminó de desabrocharle el sujetador, dejó de besarla para apoyarse en el respaldo del sofá y comenzó entonces a acariciarle y besarle los pechos. Ella sumergió los dedos en su pelo y después le acarició los brazos y los muslos fuertes y musculados.

No pudo reprimir un gemido que abandonó sus labios justo en el momento en que sintió cómo los de él se cerraban alrededor de su pezón y la hacían estremecer.

Ness: Zac...

Zac: Chsss -susurró-. No pienses, solo siente.

Pasó al otro pecho y volvió a provocarle otro escalofrío.

Era demasiado y, sin embargo, no era suficiente.

Por fin levantó la cabeza.

Zac: Tienes los pechos más bonitos que he visto en mi vida -afirmó sin dejar de mirarlos y sin dejar de acariciarlos, dibujando el contorno de cada uno de ellos como si tratara de memorizar hasta el último centímetro-. Son generosos, pero firmes. Y tienes los pezones duros y calientes. Es maravilloso.

Aquellas palabras desencadenaron una oleada de calor dentro de su cuerpo que la excitó aún más. Le tiró de la corbata hasta conseguir librarlo de ella.

Ness: Déjame verte -le pidió mientras empezaba a desabrocharle los botones de la camisa-.

Cuando por fin le quitó la chaqueta y la camisa, se encontró con un pecho suave y unos abdominales perfectamente marcados.

Zac: Ahora ya estamos igual -le dijo con voz ronca-.

Volvió a besarla, entregándole la lengua una y otra vez mientras sus manos seguían acariciándole los pechos y después le levantó la falda para que pudiera ponerse a caballo sobre su pierna.

Vanessa gimió encantada.

Y así sus movimientos fueron haciéndose más febriles y desesperados. El roce de su pierna en el interior de sus muslos, acompañada de la maravillosa sensación de notar su erección en la pierna la estaba volviendo loca.

Cuando creyó que ya no podría aguantar por más tiempo, oyó un susurro que le decía:

Zac: Te deseo tanto.

Aquello la hizo volver a la realidad.

Ness: No podemos -intentó apartarse de él, pero sus brazos no se lo permitían-. ¡Ni siquiera deberíamos habernos besado! Por el amor de Dios, estoy escribiendo un artículo sobre tu empresa. Tengo que ser imparcial.

Por no mencionar el hecho de que tenía una regla en contra de las aventuras esporádicas como aquélla; sencillamente, a las mujeres de su familia no les salían bien.

Zac: Créeme -le dijo con gesto serio-, no creo que hayas tenido ningún problema para ser imparcial sobre mí en el pasado.

Ness: No sé qué demonios me ocurre esta noche.

Zac la miró a los ojos.

Zac: Yo te lo diré. Te ha afectado mucho ver a Charles McPerson.

No le gustaba que lo supiera, y no quería hablar de ello. Le dio un ligero empujón con la intención de liberarse de sus brazos, pero lo que consiguió fue hacerle perder el equilibrio y lanzarlo hacia el sofá, arrastrándola consigo. Aterrizaron en el asiento el uno encima del otro. Sus senos contra su pecho, su erección entre sus piernas.

Vanessa se quedó paralizada. Podía sentirlo en cada rincón de su cuerpo y era tan maravilloso. Hacía meses que no se acostaba con nadie y, ni siquiera entonces, había sido nada espectacular. A pesar de su aparentemente sofisticada vida, gran parte de su vida social se limitaba al trabajo.

Y sin embargo allí estaba, con Zac Efron, un rompecorazones, ex piloto de carreras, millonario playboy y miembro de una de las familias más importantes de Boston. Y estaba debajo de ella, en su sofá.

Dios. Levantó la cabeza y se encontró con sus increíbles ojos azules.

Zac: Si querías ponerte arriba, solo tenías que decirlo -le dijo con una malévola sonrisa en los labios y después la besó-.

Resultaba tan fácil responder a sus besos. Además, la gravedad jugaba en su contra. Lo único que tenía que hacer era relajarse, relajarse y dejarse llevar. Era tan fácil.

Zac hacía que todo pareciera muy natural. No era ni brusco ni rápido; sabía cómo moverse, cómo acariciarla. Hasta el punto de que Vanessa apenas se dio cuenta de que su mano había alcanzado sus medias, levantándole la falda hasta llegar al interior de sus muslos y, por fin, a aquel lugar que lo esperaba húmedo y caliente.

Sintió sus dedos, delicados y hábiles, y todos sus músculos se tensaron. No deberían estar haciendo aquello. Pero él provocaba una reacción en su cuerpo que ella era incapaz de frenar. Gimió al tiempo que apretaba las piernas como si quisiera atraparlo allí. Era una sensación tan deliciosa, tan peligrosa y, sí, tan prohibida.

Zac: Déjate llevar, Vanessa -le susurró al oído-. Déjate llevar.

Sí. El sonido grave de su voz fue el último empujón que la impulsó a liberarse... a alcanzar el clímax al que la habían llevado sus dedos, permitiéndole deshacerse de la tensión de la noche y dejándola débil y lánguida.

Dejó salir un suspiro y se sorprendió al notar que tenía lágrimas en los ojos. Apoyó la cabeza en el hueco de su hombro mientras él le acariciaba la espalda sin decir nada.

Le transmitía tanto alivio, tanta... ternura, y eso era lo último que habría esperado sentir con Zac.

Zac: ¿Estás bien? -le dijo con solo un hilo de voz-.

Ness: Sí -respondió en el mismo tono-.

Pero en realidad no se sentía bien, nunca se había sentido tan desorientada. Muchas de las cosas que había dado por sentadas en su vida se habían venido abajo esa noche y ya no habría manera de devolverlas a su lugar.


Durante los siguientes días, Vanessa tuvo mucho tiempo para pensar lo que había estado a punto de pasar en su apartamento el sábado por la noche y lo que, de hecho, había pasado.

Zac había derribado sus defensas y había podido ver lo que había tras ellas. Ya no había marcha atrás y sin embargo, no conseguía enfadarse con él. Ella también había visto algo nuevo de él que rara vez dejaba ver en público. Había sido increíblemente amable y comprensivo al ver el efecto que Charles McPerson tenía en ella.

El problema era que, además de la paz que reinaba ahora entre ellos, había algo más íntimo entre ella y el objeto de su próximo artículo. Había roto la regla número uno del periodismo.

Y no podía olvidar que Zac era un maestro de la seducción, igual que lo había sido Charles McPerson hacía veintiocho años.

No había duda, pensó mientras seguía a Zac por los pasillos de Efron Entreprises, tenía que establecer una norma inquebrantable: nada de besos, nada de caricias y, sobre todo, nada de orgasmos. Solo con recordar el modo en el que había respondido a él el sábado, la invadía un extraño calor.

Tomó notas mientras Zac proseguía con su discurso sobre nanotecnología y muchas otras cosas al tiempo que recorrían la empresa y, de vez en cuando, se detenían a hablar con algún empleado. Todas las conversaciones incluían referencias a biomotores moleculares impulsados por protones, informática cuántica y cosas parecidas.

Por fin, Zac se paró a mirarla.

Zac: ¿Estás entendiéndolo todo?

Ness: Sí -aseguró levantando la mirada de la libreta-.

Zac: Muy bien -echó un vistazo al reloj-. Ya son más de las seis. ¿Te apetece que vayamos a cenar algo?

Vanessa respiró hondo. Tenía que hacerlo.

Ness: Lo siento, pero no puedo.

Zac: ¿Y mañana por la noche?

Negó con la cabeza.

Ya había tenido bastante con seguirlo durante el día mientras intentaba controlar los nervios y el hormigueo que sentía en el estómago siempre que estaba con él. Estando tan cerca de él, al ver la fuerza de sus intensos ojos azules, se daba cuenta de la fuerza de su atractivo. Además, ahora que había disfrutado de su lado más tierno y cariñoso, había perdido su mejor defensa contra él. Y sin embargo, sabía que debía resistir.

Zac: Muy bien, entonces pasado mañana.

Volvió a respirar hondo.

Ness: Zac, no... no podemos. No estaría bien. Estoy aquí para escribir un artículo sobre tu empresa y no puedo ponerlo en peligro. Te agradezco mucho que estuvieras ahí cuando necesité ayuda durante la fiesta del sábado, pero lo que pasó después...

Zac: ¿No debería haber pasado?

Ness: Exacto.

Resultaba tan difícil, sobre todo teniendo en cuenta que lo deseaba como una loca y que sabía que estaba loca por desearlo.

Se tomó su tiempo para responder.

Zac: Debes saber que no me rindo fácilmente. El sábado por la noche surgió algo entre nosotros y, no sé tú, pero yo me inclino por seguir explorando hasta averiguar qué es.

Aquellas palabras la emocionaron a pesar de sí misma y de la vocecita que la advertía del peligro.

Ness: Prometiste que me ayudarías con el artículo.

Zac: Sí -sonrió con gesto travieso al tiempo que se inclinaba hacia ella-, pero no te prometí que no fuera a intentar seducirte.

De pronto se sintió como si la hubieran atrapado. Por lo que había podido comprobar, Zac era un maestro en el arte de la seducción y ella era débil. Muy débil.

Zac: Cuánto tiempo te queda todavía para terminar la investigación?

Ness: Dos semanas.

Zac: Muy bien. Aprovecha esas dos semanas, pero después, preciosa... -le lanzó una mirada con la que habría podido derretir los polos-... prepárate porque, después de esas dos semanas, tú serás mi objetivo.

Debería haberle dicho que podía perseguirla cuanto quisiera, pero que ella no tenía la menor intención de rendirse, pero las palabras no querían salir. Era débil. Lo único que pudo decir fue:

Ness: Pero la gente creerá que estábamos juntos mientras yo escribía el artículo, por mucho que lo neguemos. Lo estropeará todo.

Dio un paso hacia ella y puso ambas manos en la pared que había a la espalda de Vanessa, de manera que la dejó atrapada entre sus brazos. Afortunadamente, ya era tarde y la mayoría de los empleados ya se habían marchado.

Zac: Deja que la gente piense lo que quiera -dijo, mirándola a los ojos-. Yo hace ya mucho tiempo que me acostumbré a hacer caso omiso de lo que dicen los demás.

Ness: Pero...

Se inclinó a darle un rápido beso.

Zac: Pero nada. ¿Vas a negar que te sientes atraída por mí?

Desgraciadamente, no podía negarlo. Y, si de ella dependía que no acabaran en la cama, tenían un gran problema.


A medida que pasaban los días, Zac intensificaba sus intentos de seducir a Vanessa. Una noche la convenció para que cenara con él. Dos días después, de nuevo en Efron Enterprises, insistió en ir a tomar una copa después del trabajo. Fue diabólicamente persistente, pero como había hecho una promesa, no intentó nada... a pesar del enorme esfuerzo que le costó. Ahora que la había probado, deseaba más.

Sí, era periodista de cotilleo y él a menudo era el blanco de esos cotilleos. Pero también era una morena guapísima y él era débil. Muy débil.

Y no era solo eso, lo cierto era que le gustaba el reto que ella suponía. A veces había llegado a preocuparle perder alguna neurona cada vez que mantenía una conversación con Huffy, Fluffy, Buffy o cualquiera de las otras mujeres con las que solía salir. Recordaba el comentario que había hecho Vanessa en la fiesta de lanzamiento del libro sobre su gusto en mujeres, y ahora estaba en condiciones de admitir que sus palabras habían tenido una buena dosis de verdad.

Pero siguió siendo paciente con ella. Desde la noche de la fiesta en la que se habían encontrado con Charles McPerson, sabía que lo más importante para relacionarse con Vanessa era ganarse su confianza. Ahora que conocía su verdadera relación con su padre biológico, comprendía el efecto que habría tenido aquel abandono en su visión de los hombres, especialmente de aquéllos que se parecían a él.

Así que prosiguió con la conquista sin vacilar pero sin prisas. El sábado por la tarde, consiguió que lo acompañara a un circuito de carreras al que a menudo iba a conducir solo por diversión. Vanessa había intentado poner objeciones, pero él había argumentado que dicha visita le daría una visión más completa de Zac Efron, el gurú de los ordenadores. Finalmente no le había quedado más remedio que aceptar, pero lo había hecho por motivos laborales.

Zac había ocultado la satisfacción de saber que lo acompañaría. Aunque solo fuera por eso, al menos así podría tenerla cerca y se aseguraría de que ningún otro se acercaba a ella pues no pensaba permitir que otro hombre se aprovechara de su disponibilidad.

Ness: ¿Así que vienes aquí de vez en cuando para no perder la práctica? -le preguntó, ya en el circuito-.

Zac: Sí, pero no solo para eso; es una buena manera de descargar tensiones. Me ayuda a concentrarme en otra cosa -no esperaba que comprendiese su amor por los coches de carreras. Y sin embargo le dijo-: ¿Quieres ver lo que se siente?

Ness: ¿Cómo? Yo pensé que estos coches eran solo para una persona.

Zac: Hay algunos stock-cars con dos plazas para los instructores.

Los stock-cars por fuera eran prácticamente como los coches normales.

Ness: No sabía que corrieras stock-cars -dijo con curiosidad-.

Zac se encogió de hombros y sonrió.

Zac: A veces los pruebo en este circuito. Me gusta la variedad -añadió, metiéndose las manos en los bolsillos-. Bueno, ¿te atreves?

Lo miró unos segundos antes de decir.

Ness: Claro, ¿por qué no?

Zac: ¿En serio?

No pudo ocultar su sorpresa.

Ness: Esperabas que dijera que no -comentó con tristeza-.

Vaya, vaya. Parecía que su querida periodista, por cierto -¿desde cuándo era su querida periodista?- no tenía miedo a los desafíos. Zac se dio cuenta de que eso era algo que también le gustaba de ella.

Unos minutos después, se echó a reír al verla con el casco.

Ness: ¿Cómo estoy para un desfile? -preguntó riendo también-.

Zac: ¿Qué dirías si te dijera que muy sexy?

Se hizo un intenso silencio preñado de deseo reprimido.

Ness: Seguro que el coche ya está listo -dijo rompiendo el momento-.

Aquello era grave. ¿Desde cuándo le parecía sexy una mujer con casco?

Zac: Es tu última oportunidad de echarte atrás -le dijo cuando se disponían a subirse al coche-. Nadie te dirá nada si prefieres informar desde las gradas.

Ness: De eso nada.

Zac: Si me lo suplicas, pararé -le dijo bromeando-.

Ness: No creo que eso ocurra.

Zac: Bueno, de todos modos siempre soy muy suave en la primera vez... que alguien se sube a un coche de carreras.

Sin dejar de reír, Vanessa se ajustó el casco y se preparó para la aventura.

La experiencia fue como siempre era para él; lo mejor del mundo después del sexo. Puso el coche a más de doscientos kilómetros por hora y estaba tan concentrado en el asfalto y en controlar el coche, que todo lo demás desapareció a su alrededor. No fue hasta quince minutos después que miró a Vanessa. No sabía muy bien lo que había esperado ver en su rostro, pero desde luego no era la enorme sonrisa con la que lo saludó al detener el coche. Parecía entusiasmada.

Ness: ¡Es increíble! -exclamó, todavía con el casco en la mano-.

No dejaba de sonreír. Ni una sola de las mujeres con las que había salido había mostrado el menor interés en los coches y menos aún en montar en uno. Solo ponerse el casco les habría estropeado el peinado, pero parecía que Vanessa estaba hecha de otra pasta.

Zac: ¿Estás segura de que no eres adicta a la velocidad? -bromeó-.

Ella levantó una ceja.

Ness: Ah, ¿no te lo había dicho? Me encanta la montaña rusa. Supongo que es de las pocas cosas que olvidó contarte Alyson.

Aquella sonrisa iba a acabar con él. Era un tremendo esfuerzo mantener las manos lejos de ella. Quería hacerle el amor una y otra vez y hacerla suya.

Era una locura sentir tal excitación solo porque le gustase la velocidad, pero así era.

Afortunadamente, sabía que los días de las duchas frías estaban contados. Pronto acabaría la semana y media que quedaba y Vanessa anunciaría que disponía de información suficiente para escribir su artículo.


Zac: ¿De verdad? -dijo con toda la normalidad que pudo el día que Vanessa le dijo que ya no volvería a visitar Efron Enterprises-.

Ness: Sí -confirmó-. El artículo saldrá en la edición del jueves. Quiero darte las gracias por tu cooperación.

Por el modo en el que había dicho esas últimas palabras, Zac no pudo evitar mirarla a los labios. Quería besarla. Inmediatamente. Había sido muy paciente, pero su autocontrol empezaba a flaquear.

Zac: No te preocupes -murmuró con la mente en otra parte-.

Vanessa cambió de postura, de repente parecía nerviosa.

Ness: Todo el mundo ha sido muy amable.

Zac: Espero que tengas información suficiente sobre la nanotecnología y su aplicación.

Ella asintió.

Ness: La bastante como para saber que estáis a punto de crear algo muy importante.

Él asintió.

Zac: Sí, será magnífico cuando por fin podamos lanzar un superordenador portátil. -Sabía que la conversación comenzaba a rozar la estupidez, pero ninguno de los dos parecía poder dejar de hablar. De pronto se le ocurrió una magnífica idea-. ¿Sabes? El equipo de desarrollo acaba de lanzar un nuevo PDA y la empresa los ha premiado con un viaje a las Islas Caimán para celebrar la salida al mercado -al ver que levantaba las cejas, Zac sonrió-. Sí, tratamos muy bien a nuestros empleados. No nos queda más remedio, hay mucha competencia y no queremos perderlos.

Ness: Ya -murmuró, seguramente se preguntaba adonde quería llegar-.

Zac: Deberías venir con nosotros. Será un buen final para tu historia y, quién sabe, quizá obtengas material para otro artículo.

No tenía que añadir lo que ambos sabían: ahora que el artículo estaba casi listo para ser publicado, había acabado la espera y ella se había convertido en el objetivo de Zac. Si lo acompañaba a las Islas Caimán, lo normal era que acabaran acostándose juntos.

Ness: No sé...

Zac: Puedes estar segura de que no va contra ninguna ética profesional -siguió engatusándola-. Hemos reservado billetes de sobra. -No parecía muy segura, así que cambió de táctica-. He reservado una suite en el hotel. Tiene dos dormitorios y dos baños.

No hacía falta que dijera lo más obvio: no la presionaría para que se acostara con él, pero si se presentaba la oportunidad...

Ness: Viajas a todo lujo, ¿no?

Zac se encogió de hombros y admitió:

Zac: Es una de las ventajas de mi trabajo.

Hizo una nueva pausa.

Ness: Está bien.

Al mirarla a la cara, a aquellos profundos y enormes ojos castaños, supo que detrás de esas dos palabras había un millón de posibilidades y tenía la intención de explorar todas y cada una de ellas.




Seguro que pasa de todo en ese viaje...

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¡Un besi!


2 comentarios:

Maria jose dijo...

Siiiiiiii un viaje juntos siiiii
Sabemos cómo acabará ese viaje
Solo espero que no pasen problemas
Y Vanessa se deje llevar
Amo la novela
Me encanto el capítulo
Síguela pronto!!!!

Unknown dijo...

Por dios!
Que gran gran capitulo, me quede sin palabras. Estoy esperando el día que acepten del todo que sienten algo el uno por el otro.


Ame este capiii.
Sube pronto

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