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lunes, 26 de octubre de 2015

Capítulo 9


A la mañana siguiente, Vanessa despertó sintiéndose deliciosamente satisfecha, gloriosamente dolorida y amada. Eso último fue lo que la sobresaltó.

¿Amor?

Se incorporó de golpe en la cama y miró a Zac, que seguía dormido ocupando la mayor parte de la cama.

Sí, amaba a Zac. Y no porque acabara de darle la mejor noche de su vida, aunque sin duda era un factor importante. Pero en realidad era porque había escalado y traspasado todas las murallas con las que ella había protegido su corazón. Bajo la imagen de playboy despreocupado había un hombre que nunca dejaba de sorprenderla y desafiarla. Un hombre increíblemente inteligente, divertido y conmovedoramente atento.

Esa última cualidad se había hecho patente la noche que se habían encontrado con Charles McPerson. Ella se había sentido vulnerable y triste, y Zac había estado allí para apoyarla y consolarla.

Lo vio moverse, abandonar lentamente el mundo de los sueños.

Ness: Hola -susurró cuando hubo abierto los ojos-.

Parecía algo tan insignificante teniendo en cuenta que su corazón parecía a punto de estallar por culpa del increíble descubrimiento: «Te quiero».

Zac: Hola -respondió con una sonrisa y tirando de ella para abrazarla-.

Vanessa intentó escapar de él entre risas, pero no tardó en rendirse a sus besos. Al incorporarse un poco en busca de aire, vio la hora en el despertador que había en la mesilla. Las once.

Ness: Se nos está escapando el día en la cama -protestó-.

Zac: No se me ocurre mejor manera de pasar el día.

Había pasado más de una hora cuando por fin se levantaron.

Mientras Zac se duchaba y se afeitaba, ella fue al cuarto de estar en albornoz con la intención de servirse un zumo de los que había en la pequeña nevera. Tenía un hambre atroz.

Al pasar junto a una mesa del cuarto de estar, vio dos sobres y no pudo evitar fijarse en que ambos iban dirigidos a Zac, marcados como privados y el remitente de uno de ellos era el registro de empresas de las Islas Caimán.

Se le aceleró el pulso y, en contra de sí misma, apartó unos centímetros el primer sobre para leer lo que había escrito en el de debajo; lo enviaba un despacho de abogados de Grand Cayman.

Su cerebro recordó inmediatamente las palabras de Edward sobre esa misteriosa empresa relacionada con Zac. «Una historia así prácticamente te garantizaría el puesto que quisieras».

Los dos sobres parecían llamarla a gritos.

Pegó un saltó al oír el timbre del teléfono. Contestó desde el aparato que había sobre la misma mesa.

Ness: ¿Sí?

Al otro lado se oyó una risilla.

**: Vaya, vaya. Había oído el rumor pero, he de confesar, que no acababa de creerlo.

Vanessa reconoció la voz inmediatamente.

Ness: ¿Qué quieres, Serena?

Sabía que había sido muy brusca, pero no le importaba. La esponjosa nube sobre la que había despertado de pronto ya no era tan maravillosa y no podía evitar que le molestara la intrusión de Serena.

Serena: Bueno -respondió la periodista-. No hace falta que te pongas así.

Vanessa supuso que Serena habría llamado al hotel preguntando por la habitación de Zac Efron, con la mala suerte de que había contestado ella.

Serena: Solo he llamado para confirmar lo que me ha contado un pajarito -continuó diciendo-... Tú y nuestro querido Zac pasando unas románticas vacaciones en un paraíso tropical. Es encantador -al ver que Vanessa no decía nada, Serena se echó a reír-. No quiero molestar. Solo quiero desearte lo mejor, querida -bajó la voz hasta adoptar un tono confidencial-. Claro que estoy segura de que estás en buenas manos. Zac tiene fama de ser un magnífico amante.

Vanessa respondió enfadada:

Ness: ¿Está llamada tiene algún propósito... al margen de intercambiar conjeturas absurdas?

Cuando Serena volvió a hablar, su voz sonaba más fría y cargada de una pena impostada.

Serena: Vanessa, querida. Es solo que me sorprende mucho que estés en las Islas Caimán con Zac. Era lo último que habríamos esperado después de lo que él dejó caer hace poco.

Ness: De acuerdo... ¿qué es lo que dejó caer?

Nada más hacer la pregunta, se arrepintió de hacerlo.

Serena: Solo que no eres más que su última aventura. Verás, yo pensé: ¿no sería encantador que Zac acabara sentando la cabeza con su vieja enemiga de la prensa? Pero, no -dijo con un suspiro-. Zac me corrigió de inmediato. Se rió y aseguró que el día que decidiera ir en serio contigo sería también el día que empezara a darme información sobre su vida privada -volvió a soltar aquella molesta risilla-. ¿No te parece que es un diablillo?

Vanessa se quedó helada. Deseaba reírse con ella, quería demostrar su indiferencia. Y sin embargo, no podía hacer otra cosa que sentir un terrible dolor en el pecho.

Ness: Lo siento, Serena. Tengo que dejarte -y colgó-.

Se quedó mirando el teléfono más de un minuto. Era una tonta. Un caso de ingenuidad extrema.

Empezó a caminar por la habitación; se sirvió un poco de zumo, miró por la ventana... pero no se enteraba de nada. Aquella mañana había vivido una fantasía al creer que estaba enamorada, debería haberle pedido a alguien que le insuflara un poco de sentido común.

Zac y ella habían hecho un trato y, aparte de aquel magnífico encuentro sexual, él no se había salido de lo acordado en ningún momento. El problema era que ella le había dado demasiada importancia a lo que había surgido entre ellos, ¿acaso no sabía que los soñadores siempre salían perdiendo en el juego del amor?

Había oído la historia de su madre un millón de veces y sin embargo había caído prácticamente en la misma trampa: se había engañado hasta el punto de creer que un hombre rico la deseaba para algo más que una aventura. Su madre había aprendido una dura lección al ser rechazada por el padre biológico de Vanessa y ahora estaba a punto de pasarle lo mismo a ella.

Parecía mentira que no hubiera aprendido nada de su historia familiar y de la incapacidad de su padre biológico de afrontar siquiera su existencia.

Volvió a detenerse junto a la mesa en la que descansaban los sobres. Era tonta por dudar si abrirlos o no. ¿No quería ser una periodista aguerrida? ¿Qué periodista dejaría pasar una oportunidad como aquélla? Desde luego no una que estaba a punto de ser abandonada. Desde luego ella no.

Sacó los papeles que había dentro del primer sobre, asegurándose a sí misma que, en cuanto tuviese la bastante información, hablaría con Zac frente a frente. El contenido del primer sobre incluía copias de un memorando y de los estatutos de asociación de una empresa llamada Medford, cuyo único accionista era Zac Efron.

En el segundo sobre, descubrió una carta de explicación dirigida a Zac en la que se le comunicaba que se había presentado una declaración de la renta de la empresa en la que se declaraban unos gastos de miles de dólares destinados a los beneficiarios correspondientes.

Volvió a estudiarlo todo sin salir de su perplejidad, intentando reconstruir aquel rompecabezas... hasta que un ruido la alertó de que ya no estaba sola.

Levantó la cara y se encontró con Zac, que la miraba frunciendo el ceño.

Zac no recordaba la última vez que se había sentido tan bien como aquella mañana. La noche que había pasado con Vanessa había sido genial. No, más que eso. Habían hecho el amor, se habían dormido y, al despertar, habían vuelto a hacer el amor... una y otra vez. Había sido fantástico.

Por eso, al salir del dormitorio, le resultó tan difícil asimilar lo que tenía delante: Vanessa lo miraba con gesto culpable, tenía unos papeles en la mano y se encontraba junto a la mesa en la que él había dejado su correspondencia el día anterior.

Dios. La sonrisa desapareció de golpe.

Zac: ¿Qué estás haciendo? -preguntó a pesar de que ya suponía lo que tenía entre manos, pero seguía esperando que ella lo negara-.

Vanessa levantó la barbilla en un gesto desafiante.

Ness: Debería hacerte la misma pregunta -le mostró el papel que tenía en la mano-. ¿Qué es esto?

Zac: ¿Has mirado mi correo? ¿Estabas fisgoneando entre mis cosas?

¿Cuántas veces tendría que soportar que invadieran su intimidad? Había tenido que aguantar que los fotógrafos utilizaran sus mejores teleobjetivos para sacar el interior de su coche, o que los periodistas entraran en los restaurantes donde él había cenado para preguntar al resto de los comensales qué había comido o de qué había hablado.

Ness: Soy periodista, ¿recuerdas? -respondió con frialdad-. Fisgonear es parte de mi trabajo.

¿Qué demonios le ocurría? No parecía la misma mujer que había tenido en sus brazos la noche anterior. Ahora se comportaba como esos compañeros de profesión suyos que tanto le amargaban la vida. De hecho, ella misma había estado amargándole la vida hasta hacía muy poco tiempo.

Zac: ¿Qué significa eso? -preguntó al tiempo que le arrancaba el papel de las manos-.

Enseguida se dio cuenta de que era la carta de su abogado y tuvo que hacer un esfuerzo para calmarse. Nadie debía conocer la existencia de Medford ni su relación con él. Se había tomado muchas molestias para que así fuera.

Ness: ¿Tú qué crees que significa, Zac? ¿Acaso esperabas que dejara a un lado mis instintos de periodista solo porque tú hubieras decidido que te apetecía divertirte conmigo un rato en el Caribe?

Aquello lo dejó de piedra.

Zac: Discúlpame por creer que pondrías la lealtad a un amigo... o a un amante por delante de tu ambición.

Ella se echó a reír sarcásticamente.

Ness: ¿Lealtad? ¿Qué sabes tú de eso?

Zac: Lo bastante para creer que estarías satisfecha con nuestro trato y con la historia que te he proporcionado -replicó agarrando el resto de la correspondencia-. Pero, evidentemente, estaba equivocado.

Ness: Supongo entonces que tu concepto de lealtad es lo bastante flexible para aceptar tu filosofía de donjuán.

Zac: ¿De qué hablas?

Ness: Serena Lawson llamó hace un rato -dijo como si eso lo explicara todo-.

Zac: ¿Y? -se quedó pensando unos segundos-. ¿Cómo demonios sabía que estamos aquí?

Ness: Los periodistas tenemos nuestros métodos.

Zac: No hace falta que lo jures.

Ness: Se ha alegrado mucho de que yo contestara al teléfono de una habitación que está a tu nombre porque eso confirmaba los rumores de que hay algo entre nosotros. Se ha quedado... ¿qué palabra ha utilizado?... «sorprendida» -añadió con acidez-. Después de todo, tú le habías dicho que el día que decidieras ir en serio conmigo sería también el día que empezaras a darle información sobre tu vida privada.

Recordaba vagamente haber hablado con Serena la noche de la gala benéfica. Ella se había puesto muy pesada haciéndole preguntas sobre Vanessa. Y recordaba también que le había dado una contestación tajante para poder librarse de ella. Una contestación que le estaba saliendo muy cara.

No obstante, no iba a tratar de explicarle a Vanessa que había hecho aquel comentario medio en broma y solo con la intención de que Serena lo dejara en paz. No podía hacerlo después de que ella acabara de demostrarle que no confiaba en él. No había confiado en él lo suficiente como para darle opción a explicarse. Si hubiera confiado en él, no habría leído su correspondencia privada.

Era evidente que para ella era más importante conseguir una buena historia que los sentimientos que pudiera haber entre ellos.

Lo cierto era que, dada su experiencia con la prensa, había sido un estúpido por creer que ella sería diferente solo porque la noche anterior hubieran hecho que temblara la tierra.

Zac: ¿Quieres saber qué son estos papeles? -le preguntó y, al ver que ella no decía nada, continuó hablando-: Pues voy a decírtelo, son los peores diez segundos de mi vida.

Parecía desconcertada.

Zac: El accidente que ojalá pudiera borrar de mi vida -aclaró-.

Ness: Pero esos papeles hablan de una empresa llamada Medford.

Zac: Exacto. La compañía que creé con el único propósito de mantener a la familia de Dan después del accidente.

Ness: Pero eso es estupendo...

Le dio una perversa satisfacción verla tan perpleja.

Zac: ¿Te decepciona no haber descubierto ningún escándalo? ¿Acaso creías que no sabía que se rumorea que tengo una empresa en un paraíso fiscal, a pesar de todos los esfuerzos que he hecho para que nadie pudiera relacionarme con Medford?

Ness: ¿Pero por qué crear una empresa así en las Islas Caimán? ¿Por qué esconder algo tan generoso sabiendo que...?

Zac: ¿... que todo el mundo daría por hecho que estaba haciendo algo malo? ¿Era eso lo que ibas a decir? -dijo, encogiéndose de hombros-. No quería que la familia de Dan supiera quién los estaba ayudando.

Ness: ¿Por qué?

Estaba presionándole a dar respuestas para las que no estaba preparado. Tenía la terquedad propia de una periodista, una actitud que en ese momento le resultaba de los más irritante.

Zac: Porque prefería que fuese así, ¿te parece bien así? -añadió sarcásticamente-.

Vanessa lo miró con los ojos abiertos de par en par.

Ness: Arrastras demasiada culpabilidad, ¿verdad? ¿Te culpas del accidente?

Zac: ¿Qué es esto, una sesión de psicología barata?

Habría jurado que vio el dolor reflejado en el rostro de Vanessa. Bueno, ya eran dos los que estaban sufriendo.

Ness: Solo preguntaba.

Zac: No, preguntabas y fisgoneabas.

Aquella traición era como un cuchillo que le hubiesen clavado en el pecho. Estaba dispuesta a venderlo por un momento de gloria periodística. Al infierno.

Le dio la espalda abruptamente.

Ness: ¿Adonde vas?

Zac: A hacer las maletas -respondió tajantemente, sin siquiera mirarla. De todos modos, se suponía que aquél sería su último día en las islas, así que lo único que iba a hacer era salir un poco antes-. Fue bonito mientras duró, pero se acabó, preciosa.


Zac iba de un lado a otro de su despacho con las manos en los bolsillos. Se detuvo frente a la ventana y miró al exterior sin ver nada.

El mal humor lo había acompañado durante los últimos días.

Después del desastre de las Islas Caimán, había estado hecho una furia y debería haber seguido así; sin embargo había empezado a buscar razones para comprender el punto de vista de Vanessa. Había empezado a pensar que quizá él también había tenido parte de culpa. Lo cual era una locura, tanta locura como lo había sido confiar en una periodista.

Para colmo de males, Serena Lawson volvía a acosarlo. El titular de su último artículo decía: ¿Por fin le han echado el lazo a Zac Efron? Más adelante se explayaba con todo tipo de detalles sobre su escapada al Caribe a pesar de sus continuos desmentidos de que entre ellos hubiera ningún tipo de relación.

Volvió a recordar el enfrentamiento con Vanessa. Si no hubiera estado tan enfadado, quizá habría tratado de explicarle por qué le había hecho ese comentario a Serena en la gala benéfica; solo había querido que la periodista lo dejara en paz porque ya había empezado a desear a Vanessa como un loco.

Y lo cierto era que el sexo, cuando por fin había llegado, había sido increíble. Más apasionado y placentero de lo que jamás se habría atrevido a imaginar. Habían estado muy bien juntos.

Su mente volvió a plantearle la pregunta que llevaba ya días atormentándolo. ¿Era justo por su parte haber esperado que Vanessa dejara sus instintos de periodista en la puerta de la habitación del hotel? Porque eso era precisamente lo que él había esperado. Y todo por el sexo, porque había empezado a desearla y a necesitarla demasiado.

Incluso aunque estuviera en su derecho de enfadarse porque no hubiera confiado en él, había sido él el que había dejado su correspondencia a la vista. Y ahora, poniéndose en el lugar de Vanessa, comprendía que seguramente la llamada de Serena la había hecho creer que era un granuja que no merecía que nadie confiara en él.

**: ¿Problemas?

Era Mike, que lo miraba desde el umbral de la puerta de su despacho.

Zac: No más de lo normal.

Su hermano entró y cerró la puerta a su espalda.

Mike: Bueno, últimamente no pareces el mismo y la gente empieza a notarlo.

Zac se encogió de hombros.

Zac: Todos tenemos una mala semana de vez en cuando.

Mike: Sí y da la casualidad de que la tuya ha coincidido con tu regreso después de pasar unos días con Vanessa Hudgens en las Islas Caimán. No creas que la gente no se da cuenta.

Zac: No me importa.

Mike movió la cabeza con resignación.

Mike: Llevarte a una sexy periodista a un viaje de empresa al Caribe... es atrevido incluso para ti.

Zac: Normalmente no soy tan tonto ni tan ingenuo.

Mike: Bueno, no lo sé. Todo el mundo sabe de tu debilidad por las morenas.

Zac: ¿Has venido a burlarte de mí? Porque, si es así, no tengo tiempo. Tengo muchas cosas que hacer.

Cosas que no le importaban lo más mínimo en ese momento porque era incapaz de concentrarse en nada.
Mike se acercó un poco más a él.

Mike: ¿No quieres contármelo?

Zac: No -pero después añadió-. No es buena para mí.

Mike: Eso no importa -aseguró-.

Zac: ¿Cómo que no importa?

Mike: Te ha dado fuerte, hermanito. Es inútil resistirse.

Zac: Sí, claro.

Estaba a punto de salir por la puerta, cuando se volvió a decirle algo más:

Mike: Llámame cuando estés listo para aceptar el poder de la fuerza... de la fuerza femenina. Mientras, deja de torturar a todo el que se cruza en tu camino.

Zac: Muy bien, gracias -farfulló-.

Mike: Doy el consejo por entregado.

Cuando Mike se hubo marchado, Zac dejó sobre la mesa los papeles en los que había fingido centrarse. Mike no tenía ni idea. De todos modos, esperaría una semana más; con un poco de suerte, en ese tiempo conseguiría controlar su estado de ánimo. Después tendría que considerar cuáles eran las opciones.


El fin de semana después de su regreso del Caribe, Vanessa seguía completamente abatida. Sabía que cuando Zac había dicho que se había acabado, no se había referido solo al viaje, también a su imprudente aventura.

Alyson había vuelto a dormir en su casa ese sábado y, a la mañana siguiente, se había dado cuenta de que algo le pasaba a su hermana con solo mirarla una vez a la cara. No dejó de preguntar a Vanessa sobre el motivo de sus ojeras y su mal humor, pero Vanessa se esforzó por esquivar la conversación. El enfrentamiento con Zac estaba todavía muy fresco para hablar de ello.

Por eso prefirió sentarse al ordenador y tratar de corregir un artículo que estaba escribiendo. A eso del mediodía tuvo que rendirse y aceptar que no podría trabajar hasta que no pudiera dejar de repasar una y otra vez la pelea con Zac y de cuestionarse su comportamiento.

Ahora se preguntaba si no habría sido demasiado desconfiada, quizá debería haberle preguntado antes de abrir su correspondencia en lugar de lanzarse a hacer conclusiones. Y, conociendo su experiencia con la prensa, comprendía su enfado al verla fisgoneando su correo.

Al pensar aquello se detuvo en seco. ¿Qué estaba haciendo? Quizá había cometido un error al leer aquellas cartas, pero el hecho era que seguía siendo periodista, una periodista que estaba escribiendo un artículo sobre Efron Enterprises. Bien era cierto que su comportamiento había sido provocado en parte por la llamada de Serena, pero él no había negado que la había tratado como a una conquista más y además lo había hecho público. Y, para añadir más dolor a la ofensa, había tenido la desfachatez de hacer que se enamorara de él.

Era una tonta. Dejó caer la cabeza sobre el teclado del ordenador y después se dio golpes en la frente una y otra vez.

Aly: ¿Qué haces, Vanessa? -preguntó con mezcla de curiosidad y preocupación-.

Pero antes de que pudiera responder, sonó el timbre de la puerta y su hermana se apresuró a contestar.

Aly: ¿Quién es?

Miley: Miley Efron -se oyó al otro lado-.

Vanessa levantó la cabeza.

Aly: Es…

Ness: Ya lo he oído -la interrumpió antes de respirar hondo-. Dile que suba.




Ya vuelven a estar peleados v.v
Esperemos que Miley lo arregle...

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¡Un besi!


2 comentarios:

Maria jose dijo...

O no ya hay problemas tan rápido
No duró mucho ese amor
Espero que Miley lo arregle
Solo espero que arreglen sus problemas
Amo la novela
Síguela por favor. Es muy adictiva

Unknown dijo...

Les duró muy poco el amor... Una lastima.
Y todo porque son desconfiados los dos, si hablaran tranquilos esto no pasaba.
Espero que Miley pueda solucionar algo o al menos charlar con Ness.
Se nota que se quieren, ya que los dos están mal.
Me encanto el capitulo.


Sube pronto :)

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