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miércoles, 14 de octubre de 2015

Capítulo 5


Zac llamó a la puerta y, más de un minuto más tarde, se encontró ante una imitación de Vanessa. Llevaba una camiseta del equipo de jockey de Tufos y el pelo recogido en una cola de caballo.

Aly: Hola, soy Alyson, la hermana de Vanessa.

Zac: Yo soy...

Aly: «Don Travieso», lo sé -se apresuró a decir-.

Zac: ¿Qué? -preguntó en medio de una carcajada-.

Aly: No importa -dijo invitándolo a entrar-. ¿Quieres beber algo? ¿Cerveza? ¿Vino? ¿Sangría?

Zac: Cerveza, gracias.

Aly: Vanessa está en el dormitorio poniéndose algo más cómodo -le informó al tiempo que entraba en la cocina-. Ha estado toda la mañana trabajando.

Zac se fijó en que no había dicho «en el trabajo», pero no hizo ningún comentario, se limitó a decir:

Zac: Es demasiado vehemente.

Aly: Bueno, está atravesando su etapa de ambición morena.

Zac apoyó el hombro en el umbral de la puerta de la cocina.

Zac: ¿No querrás decir ambición ciega?

Aly: Eso también -dijo, sacando una cerveza del frigorífico-. Por cierto, es morena natural, por si te interesa. Pregúntame lo que sea, te contaré todo lo que quieras saber.

Ness: ¡Alyson! -exclamó horrorizada-.

Allí estaba, en el arco que separaba el salón del comedor, vestida con vaqueros y un suéter de manga corta rojo oscuro. El cuello de pico le sentaba de maravilla a su escote.

Aly: ¿Qué? -le preguntó a su hermana-.

Zac sintió cómo se le curvaban lo labios en una sonrisa al ver el ceño fruncido de Vanessa.

Zac: Me cae bien tu hermana -comentó-. Es explosiva.

Aly: ¿De verdad? -intervino-.

Y, al mismo tiempo, Vanessa murmuró:

Ness: Eso no es todo lo que es.

Alyson se sentó sobre la mesa de la cocina.

Aly: He oído que conoces mucha gente de éxito en la industria informática -dejó caer sin perder la más mínima oportunidad-. Soy estudiante universitaria y me encanta conocer gente nueva.

La indirecta fue tan sutil como un mazazo.

Zac: Sí, conozco a muchos empresarios de Silicon Valley -respondió divertido con la situación, y no porque Vanessa pareciera tan desconcertada-. Pero debo decirte que muchos de ellos tienen... un problema con el armario.

Y eso era solo la punta del iceberg.

Aly: Yo soy una estupenda consejera estilística. A veces, también ayudo a Vanessa.

Zac: ¿Es a ti a quien tengo que darte las gracias por la camisola con encaje?

Aly: Eso es. Me debes una -confirmó, tendiéndole una cerveza ya abierta-.

Ness: Bueno, ya está bien -intervino-.

Zac: ¿Es siempre así? -le preguntó a Alyson-.

Aly: No, no siempre.

Zac: Es demasiado seria -susurró y, acto seguido, ambos miraron a Vanessa-.

Ness: Tú sin embargo nunca te pones serio.

Zac: Lo hago a conciencia y conlleva mucho esfuerzo -aclaró con total tranquilidad al tiempo que se dirigía al cuarto de estar-.

Ness: Pues yo prefiero que me consideren sensata y equilibrada -siguió diciendo con la mirada clavada en Zac-. Algunos tenemos que serlo.

Lo primero que atrajo su atención en el cuarto de estar fue el ramo de rosas que coronaba la mesa. Las rosas de Zac.

Y Vanessa no tardó en darse cuenta de qué era lo que estaba mirando.

Ness: Son demasiado bonitas para tirarlas, pero no quería tenerlas en la oficina y que las viera todo el mundo -explicó, encogiéndose de hombros-.

Zac apartó la mirada de las flores. Por algún motivo, se sentía ridículamente satisfecho de que no las hubiera tirado a la basura. Sí, definitivamente era ridículo sentirse así.

Zac: He venido a traerte esto -dijo entonces, mostrándole su chal-. Te lo dejaste en mi coche.

Ness: Gracias.

Zac: Pasaba por el barrio y pensé en pasar a devolvértelo -se justificó, lo que no dijo era que no había podido dejar de pensar en ella-. Te habría llamado antes de venir, pero no tengo ningún teléfono tuyo excepto el del trabajo. -Con el rabillo del ojo vio que Alyson estaba siguiendo la conversación desde la cocina-. Y también aprovecho la oportunidad para hablarte de un acto al que tengo que asistir.

Ness: ¿Sí?

Aly: ¿Quieres zumo, Vanessa?

Ness: No, gracias, solo un vaso de agua -dijo antes de dirigirse a Zac-. Siéntate.

Ella ocupó un sillón mientras que él se sentó en el sofá. Echó un vistazo a su alrededor. La habitación era pequeña, pero estaba muy bien decorada. De las paredes colgaban fotografías en blanco y negro de diferentes ciudades del mundo: Nueva York, París, Boston, Miami, Sidney. Cerca de la puerta de la cocina, había una mesa lacada en negro con un cristal; el resto del mobiliario era un sillón, un sofá color crema, una televisión pequeña y un escritorio con el ordenador, que era un Apple antiguo, de cuyos pequeños altavoces salía la melodía de una canción de salsa.

Zac: Tienes unos gustos musicales muy eclécticos -comentó al respecto-. De Norah Jones a salsa.

Aly: Crecimos escuchando salsa -intervino-. A nuestra abuela le encanta. Nació en Cuba.

Zac: ¿Ah, sí?

Bebió un sorbo de cerveza mientras observaba el rostro de Vanessa, que parecía estar preguntándose si su hermana iba a darle detalles sobre toda su familia.

Aly: Sí. La abuela adora los boleros, el merengue -continuó diciendo, haciendo caso omiso de la mirada de su hermana-. En casa resultaba prácticamente imposible poner otro tipo de música. Afortunadamente, con Ricky Martín encontramos un punto medio.

Zac: Interesante -murmuró mirando a Vanessa-.

Aly: La abuela siempre iba por la casa cantando, ella también canta -añadió riéndose-. Pero Vanessa solo canta en la ducha.

Zac: Sí, lo sé.

Ness: Bueno, antes has mencionado un acto al que tenías que asistir -dijo de pronto, deseosa de cambiar de tema-. ¿De qué se trata?

Zac: Es un acto de gala a beneficio del paseo marítimo de Boston, se celebra a orillas del río el próximo sábado por la noche. Me gustaría que vinieras conmigo. Tendrías oportunidad de oír conversaciones de lo más interesantes.

Ness: A menos que sea un baile de máscaras, la respuesta es no. Ya tuvimos un susto el viernes con ese fotógrafo. Te seguiré por todos lados, pero siempre que sea algo más discreto.

Zac: Sabía que reaccionarías así.

Ness: Me alegra no haberte defraudado.

Alyson los miraba como si estuviera viendo una película. Solo le faltaban las palomitas.

Ness: En lugar de invitarme a fiestas benéficas -continuó diciendo-, si realmente quisieras ayudarme, me invitarías a dar una vuelta por las oficinas de Efron Enterprises y me darías una lista de empleados con los que poder hablar.

Zac: De acuerdo. Esta semana he estado muy ocupado para hacerlo, pero llámame a la oficina el lunes y acordaremos una hora a la que puedas venir -le ofreció-. De todos modos, sigo queriendo que me acompañes a esa fiesta.

Ness: Eso sería como llamar a los periodistas de cotilleo a gritos y, ten por seguro que acabaríamos muy mal parados.

Zac: Te presentaré como la periodista que está escribiendo sobre Efron Enterprises -le dijo pacientemente-. Todo el mundo lo creerá porque la alternativa, que estamos alardeando de una relación que hemos negado públicamente, sería demasiado extravagante.

Ness: Está claro que no sabes nada de los periodistas de cotilleos. Ni siquiera la historia de que un marciano de tres cabezas hubiera aparecido en el  Ayuntamiento sería demasiado extravagante -se inclinó hacia él-. Y, si el alcalde lo negara, el titular sería El alcalde niega que los extraterrestres hayan invadido el Ayuntamiento.

Alyson se echó a reír y Zac miró a Vanessa tan fijamente como ella lo miraba a él. Después se dirigió a la joven:

Zac: Mete baza cuando quieras, me vendría bien cualquier tipo de ayuda.

Aly: Ni hablar. Vanessa está lanzándote una de sus miradas. Mi hermanita puede ser muy testaruda cuando quiere.

Zac: Te creo -dijo sin apartar la mirada de Vanessa-. Pero todo el mundo tiene su precio.

Ness: Tú no podrías permitirte el mío.

Zac: ¿Cómo sabes lo que puedo permitirme y lo que no? ¿Has estado investigándome?

Ella apartó la mirada.

Zac no estaba del todo seguro de por qué estaba presionándola para que aceptara su invitación; solo sabía que, de pronto, la idea de acercarse más a Vanessa había adquirido tanta importancia como la de rehabilitar su imagen.

Zac: Tienes que ir a esa fiesta. Estará llena de gente importante.

Ness: Puedo conseguir un pase de prensa.

Zac: Te presentaré a todo el que merezca la pena conocer. Incluso les hablaré bien de ti. Debes saber que algunos de ellos sienten aversión por los... periodistas.

Ness: ¿De quién hablamos?

Parecía que empezaba a dudar.

Zac: Susan Benninton-Walsh -dijo nombrando a una de las más importantes figuras sociales de la ciudad con la que sin duda podría tentarla-.

Ness: Ya la conozco.

Zac: Vaya. Qué extraño porque Susan detesta a la prensa, sobre todo a los reporteros de cotilleos.

Ness: Eso dicen todos -replicó secamente-. Al menos en público.

Zac: ¿Quieres decir que en privado te da información?

Ness: Sin comentarios.

Vaya, vaya. Apuntó mentalmente ese dato y pensó que, de ahora en adelante, tendría mucho cuidado con lo que dijera delante de Susan.

Zac: El alcalde entonces -ofreció, cambiando de táctica-.

Aly: ¿Conoces al alcalde? -preguntó impresionada-.

Ness: Claro que conoce al alcalde.

Zac: Ayudé a financiar su última campaña electoral.

Ness: Generosamente, estoy segura -se burló-.

Zac: Por supuesto.

Sabía que estaba ponderando hasta qué punto el hecho de conocer al alcalde la ayudaría en su nueva carrera como reportera de negocios.

Ness: ¿De etiqueta? -dijo por fin, aunque con ciertas dudas-.

Él intentó ocultar la sonrisa de satisfacción.

Zac: Sí.

Aly: ¡Genial! -exclamó dando palmas-. Ahora que está decidido, háblame de tu carrera como piloto de carreras. Me encantaría saber qué se siente cuando se va a más de trescientos kilómetros por hora.

Zac sonrió levemente. Sin duda, aquella muchacha era encantadora. Lástima que la hermana mayor ya lo hubiera vuelto completamente loco y encima se empeñara en mantenerse bien lejos de él.

Ness: Seguro que Zac tiene cosas mejores que hacer -intervino-.

Zac: ¿Tratas de librarte de mí?

Sus miradas se cruzaron en una especie de choque visual.

Ness: No seas tonto. Lo decía porque sé que siempre estás muy ocupado.

Aly: Venga, Zac -insistió haciendo caso omiso a su hermana-. Parece tan emocionante.

Zac: Emocionante y peligroso -matizó-.

Desde luego nadie lo sabía tan bien como él. Precisamente el peligro y la fatalidad habían hecho que se decidiera a dejar las carreras.

Alyson se acercó a sentarse en el sofá para escucharlo más de cerca.

Aly: ¿Cómo empezaste a competir?

Zac se encogió de hombros, había respondido a preguntas como ésa más de un millón de veces.

Zac: En una escuela, como muchos otros pilotos profesionales. Obtuve todas las licencias necesarias y empecé conduciendo en las categorías más bajas hasta que conseguí participar en Indianápolis.

Aly: ¿Hiciste las Quinientas millas de Indianápolis?

Zac: Conseguí terminar en varias ocasiones.

Y más que eso, había conseguido terminar entre los cinco primeros en su temporada de novato. Siempre había sido favorito, hasta el accidente que había cambiado su vida y había puesto fin a su carrera como piloto a la temprana edad de veinticuatro años.

Alyson seguía mirándolo impresionada.

Aly: ¿Cómo se entra en las grandes categorías?

Zac: Es bastante duro -admitió-. Se necesitan muy buenas marcas incluso para clasificarte para las categorías importantes, después tienes que encontrar un equipo que te dé un coche, empresas que te patrocinen y muchas otras cosas.

Ness: ¿Y para qué tanta molestia?

Zac se volvió a mirarla.

Zac: Por la emoción que se siente. No había nada igual a tomar una curva a trescientos kilómetros por hora, luchando por controlar el coche y tomando decisiones de las que depende que ganes o pierdas en unas décimas de segundo.

No esperaba que lo comprendiera. Su familia tampoco lo había hecho, aunque habían terminado aceptando que ése fuera su sueño. Con el tiempo se había dado cuenta de que el amor a la velocidad era algo con lo que se nacía o no. En su caso, había debido de haber una mutación genética porque ningún otro miembro de su prestigiosa familia creía que precipitarse a una velocidad de vértigo pudiera ser un placer.

De pronto se dio cuenta de que Vanessa lo observaba con gesto pensativo.

Aly: A mí me parece emocionante encontrar un suéter de Stella McCartney en una tienda de ropa de segunda mano.

Zac se echó a reír.

Zac: No me identifico mucho con esa emoción, pero sí sé apreciar los resultados de una buena compra.

Alyson respondió con otra carcajada, mientras que Vanessa resopló.

Zac: No le gustan mis modales de playboy.

Ness: A lo mejor no me gustas tú.

Zac: ¡Ay! -simuló una mueca de dolor-.

Aly: No es nada personal -le aseguró en tono de confidencia-. Es solo que no le gustan los ri...

Ness: ¡Bueno! -la interrumpió al tiempo que se ponía en pie y le lanzaba una peligrosa mirada a su hermana-.

Alyson cerró la boca de inmediato. Algo desconcertado, Zac miró a una y a otra.

Zac: ¿No le gustan los...?

Ness: Los ricos que hacen tantas preguntas -completó rotundamente-.

Zac levantó la mirada hacia Vanessa y, justo en ese momento, supo con total seguridad, que tenía que averiguar algo más. Quería saberlo todo de ella, quería conocerla íntimamente. Y no iba a darse por vencido.


Aquel miércoles, Vanessa llegó a Efron Enterprises a primera hora de la mañana. Había acordado con Zac en que visitaría la empresa y hablaría con algunos empleados; lo seguiría y vería cómo funcionaba todo.

Había tenido un cuidado especial a la hora de elegir su indumentaria pues sabía por propia experiencia que para un gran número de gente, una mujer joven y soltera no era alguien digno de tener en cuenta. Así que había optado por unos pantalones anchos de color azul marino y una blusa de rayas azules y amarillas. Un estilo elegante pero profesional, o al menos eso esperaba. Aquel tipo de trabajo nada tenía que ver con el de reportera de cotilleos, y eso debía notarse en la apariencia.

De camino al despacho de Zac, recordó los resultados de la investigación que había llevado a cabo sobre Efron Enterprises y sobre Zac para prepararse para aquella visita. Efron Enterprises había sido fundada por el padre de Zac en la década de los sesenta y, desde entonces, había ido evolucionando hasta convertirse en un conglomerado de empresas centradas en las propiedades inmobiliarias y en las altas tecnologías. Alex, el hermano mayor de Zac, había tomado las riendas de la empresa familiar hacía ya algunos años, cuando su padre había decido retirarse casi por completo. Al mismo tiempo, Zac había sido elegido para hacerse cargo de la rama de la empresa que se dedicaba a la informática. Todo ello, claro está, después de abandonar su vena inconformista, ya que después de graduarse en el M.I.T., el Instituto de Tecnología de Massachussets, en lugar de unirse al negocio familiar, se había lanzado al mundo de las carreras de coches.

Había encontrado bastantes artículos en los que se relataba la sorpresa que había supuesto la decisión de Zac en los círculos sociales de Boston. Había sido como si anunciara que quería ser jockey en lugar de propietario del caballo. Algo impropio de una familia de rancio abolengo como la suya.

Aun así, él había perseguido su sueño y, tras tres años de éxito, había sufrido el accidente que había marcado el fin de su carrera. Había ocurrido en la tercera vuelta de las cuatrocientas millas de Michigan. Zac había estado peleando la primera posición con Dan Patch, un gran amigo suyo. Justo cuando Zac lo estaba adelantando, Dan había perdido el control del coche y se había estrellado contra el muro; los restos del vehículo habían salido volando por todos lados.

Los intentos de reanimación no habían dado resultado y, solo unos minutos después del accidente la carrera había terminado con una bandera amarilla. Zac había ganado, pero Dan había ingresado ya cadáver en el hospital. Una investigación posterior había concluido que Zac no había sido responsable del accidente.

Hasta ese momento, del que ya hacía cinco años, Zac había aparecido mucho en la prensa. Su físico, unido al atractivo generado por su emocionante profesión le habían valido ser portada de multitud de revistas y que People lo nombrara el hombre vivo más sexy.

Pero después del accidente se había recluido y, unos meses más tarde, había anunciado que dejaba las carreras. Había vuelto al M.I.T. a hacer un doctorado en Informática tras el cual había comenzado a trabajar en la empresa de la familia.

Se había retirado de la vida pública durante unos meses, pero después había regresado con fuerza. Con su nueva actitud de playboy, se había hecho acompañar de modelos, actrices y, sí, incluso de una concursante de un reality show. De nuevo aparecía en la revista People y en muchas otras publicaciones sensacionalistas.

Vanessa había oído hablar del accidente, pero nunca había sabido los detalles o la repercusión que había tenido en la vida de Zac. Ahora que sabía cómo había sido todo, comprendía la reacción de Zac en la presentación del libro cuando ella había mencionado el accidente; él se había callado repentinamente y había ocultado su dolor.

Mientras caminaba a su lado por la empresa, no podía dejar de pensar en todo lo que había leído.

Ness: He estado investigando un poco sobre nanotecnología.

Zac: ¿De verdad? ¿Y qué has descubierto?

Ness: Muchas cosas que deberías haberme explicado tú. -Zac se echó a reír-. Bueno -siguió hablando-. En lugar de que yo te diga lo que he descubierto, ¿por qué no me dices tú lo que sabes?

Zac: Está bien. ¿Has oído hablar de la Ley de Moore?

Ness: No.

Zac: Básicamente dice que la densidad de los datos contenidos en cualquier ordenador se duplica cada dieciocho meses aproximadamente.

Ness: ¿Y qué relación tiene eso con la nanotecnología?

Zac: Enseguida te lo explico -le dijo al tiempo que la miraba con una enorme sonrisa en los labios-. Si has hecho tus deberes, sabrás que la nanotecnología consiste en la manipulación de átomos; se llama así porque las estructuras que estudia, los átomos, se miden en nanómetros. Cada átomo contiene mil millones de nanómetros.

Ness: Ya.

Por el momento, todo lo que había dicho encajaba con lo que ella había averiguado.

Zac: Las aplicaciones de la nanotecnología son potencialmente ilimitadas, desde superordenadores del tamaño de una mano hasta diagnóstico precoz del cáncer.

Ness: Vaya.

Zac: Sí. Todo el mundo tiene mucha prisa por avanzar rápidamente en el uso de la nanotecnología, aunque en realidad es un campo muy nuevo. Hasta los años ochenta no se creó un microscópico con el que se pudieran estudiar los átomos. Pero la nanotecnología es lo más importante que ha surgido desde los ordenadores.

Ness: ¿Me estás diciendo que Efron Enterprises ha desarrollado un producto que utiliza la nanotecnología?

Zac volvió a sonreír antes de responder.

Zac: Todavía no he llegado a eso. Tendrás que esperar un poco.

Ness: Pero...

Zac: Vamos -dijo, interrumpiéndola-. Déjame que te presente a los empleados y después me quitaré de en medio para que puedas hablar con ellos; así podrás hacerte una idea de lo que hacemos aquí.

Vanessa suspiró. Al menos había avanzado un poco.

Ness: Muy bien.

Enseguida le explicaron que Zac había organizado su parte de la empresa en equipos, cada uno de ellos, dirigido por un jefe de equipo, desarrollaba un proyecto. Los grupos eran lo bastante pequeños para permitir la flexibilidad necesaria para sacar adelante los trabajos.

Tomó notas mientras hablaba con todo el mundo. Uno de esos equipos había desarrollado un delgadísimo PDA de mano que estaba a punto de salir al mercado. Otro estaba probando un reproductor de DVD portátil y muy ligero. Parecía que la clave de todos esos proyectos estaba en el reducido tamaño de los productos. Sin embargo, nadie le dio demasiados detalles de la nanotecnología, por lo que llegó a la conclusión de que la información era bastante valiosa.

Lo que sí hicieron todos ellos fue alabar a Zac; según ellos, era inteligente, imperturbable y tenía la capacidad de trabajar las veinticuatro horas del día si era necesario y hacer que pareciera sencillo. Por supuesto, Vanessa sintió la obligación de mencionar todas aquellas maravillas cuando se reunió con él en su despacho.

Ness: Parece ser que tienes fama de ser buen trabajador.

Zac sonrió.

Zac: Parece que eso te molesta.

Ness: Es como el beso de la muerte para un reportero. No hay trapos sucios, nada.

Zac: Te aseguro que yo no les dije que hablaran de mí, solo que no te dieran información confidencial.

Ness: Supongo que a todo el mundo le da miedo contrariar al jefe.

Él negó con la cabeza.

Zac: El desgaste de nuestros empleados es muy bajo y lo pagamos a precio de oro. La gente trabaja aquí porque quiere hacerlo -ella se quedó callada unos segundos-. Vamos, te invito a comer.

Aceptó a regañadientes. No comieron en la cafetería de la empresa, sino en Carlyle, en un pequeño restaurante lleno de encanto. Vanessa pidió la sopa de cebolla, medio sándwich y una buena porción de información por parte de Zac. Él se limitó a reírse y a pedir el pastel de cangrejo.

Ness: He leído muchas cosas sobre ti -le dijo después de que el camarero les sirviera la comida-.

Zac: Se supone que ya no escribes de mí en tu columna -le dijo levantando las cejas-. Así que, ¿quién ha escrito nada sobre mí últimamente?

Ness: No, en realidad he leído sobre tu pasado. Mientras indagaba sobre Efron Enterprises, me encontré con muchos artículos sobre ti.

No pudo evitar parpadear con cierta incomodidad.

Zac: El pasado no puede cambiarse, así que trato de no perder el tiempo evaluándolo.

Ness: Tuviste mucho éxito como piloto de carreras -le dijo entonces-. No sabía lo bueno que habías sido hasta que leí esos artículos.

Zac hizo una larga pausa antes de contestar.

Zac: ¿Habría cambiado eso el modo en el que me trataste en tu columna?

Ness: No lo sé -admitió. Hasta hacía unos días, no había sabido que el piloto que había muerto en el accidente y Zac habían sido tan buenos amigos. Aunque ahora lo veía lógico, puesto que pertenecían al mismo equipo-. Pero creo que me habría dado una nueva perspectiva. -Parecía estar esperando que siguiera hablando-. Fue una extraña elección la de dedicarte a las carreras de coches.

Zac: No eres la primera persona que dice eso -dijo encogiéndose de hombros-. Pero lo cierto es que hay muchas similitudes entre las carreras y lo que hago ahora. Ser piloto de carreras también está muy relacionado con la tecnología.

Ness: ¿Cómo empezaron a interesarte las carreras?

Zac: ¿En una palabra?

Ness: Sí.

Zac: Por los karts.

Vanessa enarcó las cejas. Por una vez, Zac parecía estar siendo completamente sincero, no había ni rastro de su habitual media sonrisa.

Zac: Era el cumpleaños de un amigo -comenzó a explicarle-. Y lo celebró en una pista de karts. Me encantó la experiencia.

Ness: ¿Qué edad tenías?

Zac: Diez años. Empecé con los coches de verdad cuando era un adolescente. Dejé las carreras durante un tiempo mientras estaba en la universidad, pero después volví.

Ness: Hasta el accidente -añadió-.

Zac cambió de postura, se sentó con la espalda muy recta y respiró hondo antes de contestar.

Zac: Sí.

Ness: ¿Por qué decidiste dejarlo? Por lo que he leído, eras un fenómeno con muy buenas perspectivas.

Zac: Puede que no fuera una elección. A veces no se puede elegir. Si tu mejor carta es un diez, no puedes tirar un rey.

Vanessa lo miró confundida. ¿A quién quería engañar? Era guapo, rico e inteligente.

Ness: La mayoría de la gente te diría que has venido al mundo con varios reyes.

Zac: La mayoría de la gente no me conoce, aunque crean que lo hacen solo por lo que leen o escriben sobre mí -añadió sin rodeos-.

Había recibido la indirecta.

Ness: No necesitan conocerte para saber que naciste rodeado de privilegios.

Zac: Sí, pero a veces da igual cuánto dinero se tenga, aun así hay que enfrentarse a cosas en la vida en las que no hay marcha atrás.

Ness: ¿Eso fue el accidente? ¿Algo que te gustaría borrar de tu vida si pudieras? ¿Por eso abandonaste tu carrera como piloto?

Zac pidió la cuenta con un gesto, después volvió a mirarla y la observó durante unos segundos.

Zac: Quizá fuera justo al revés. Quizá fuera mi carrera la que me abandonó a mí. O quizá, Vanessa -dijo, alargando su nombre-, decidí que no quería seguir compitiendo durante diez o veinte años más y que me interesaba más desarrollar tecnología de vanguardia.

Nunca lo había visto tan afectado, ni siquiera durante la confrontación que habían tenido en la fiesta de presentación de aquella biografía. Se movió en el asiento con inquietud mientras él no apartaba la mirada de su rostro.

Zac: Espero que no sea tu instinto de reportera lo que te hace preguntarme todas estas cosas y que no estés tratando de dibujar mi perfil psicológico ni nada de eso.

Ni se le había ocurrido pensar en el trabajo... solo había querido saciar la curiosidad, pero ahora que lo mencionaba...

Ness: ¿Qué pasaría si así fuese? ¿Fue el accidente lo que te convirtió en el juerguista que has sido durante los últimos años?

Después de firmar el recibo de la tarjeta de crédito, levantó la mirada hacia ella.

Zac: Te equivocas de camino. Si de verdad quieres saber por qué soy como soy, céntrate en mis experiencias en el M.I.T. y en la oficina, no en la pista de carreras.

Vanessa no estaba muy convencida. En absoluto.




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2 comentarios:

Maria jose dijo...

Muy bueno el capítulo
Quería que pasara más cosas entre ellos
Espero y el próximo haya un besos jajaja
Sigue la novela
Estoy pegada a mi cel a cada min para poder leerlo
Saludos y síguela!!!

Unknown dijo...

Me ha encantado el capitulo, me gusta que las cosas entre Zac y Ness se pongan serias... Es una buena forma de que se conozcan y creo que a Zac le duele demasiado su pasado... Y puede ser que Ness tenga un pasado tambien,
Me encanta la novela.

Y estoy igual que Maria Jose, pegada a mi cel! jaajaj

Sube pronto :)

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