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viernes, 5 de enero de 2024

Capítulo 21


Zac llevaba varias horas intentando hablar con Vanessa, pero ella no respondía al móvil. Frustrado, fue al centro de belleza y vio que la luz de su despacho seguía encendida. Llamó a la puerta principal, y al no recibir respuesta, rodeó el edificio y dio unos golpecitos en la ventana de la oficina. Vanessa tenía una pesa de cinco kilos en la mano, y la sostenía amenazadoramente en alto cuando subió la persiana para mirar al exterior.

Ness: ¡Tú! -exclamó, bajando la pesa y dejándola en una silla-. ¿Quieres matarme de un susto?

Zac señaló hacia la fachada frontal del edificio.

Zac: Déjame entrar.

Ness: Estoy ocupada -dijo con el ceño fruncido-.

Zac: Cinco minutos -insistió-. Tenemos que hablar.

Ness: Tengo que trabajar. Maddie necesita estos informes por la mañana y tengo que encargar un montón de suministros. El trabajo se me ha acumulado mientras estaba en el hospital con mi padre.

Zac: Todo eso puede esperar. Nuestra conversación no.

Ness: De acuerdo -aceptó finalmente-. Cinco minutos. Nos vemos en el porche.

La última vez que la había visto estaba mucho más receptiva, por lo que era evidente que algo le había pasado… y que no había sido nada bueno.

Ella abrió la puerta principal y se quedó en el umbral, bloqueándole el paso.

Ness: Tú dirás.

Zac: Venía con la intención de discutir una cosa, pero creo que deberíamos aclarar por qué estás de malhumor.

Ella lo miró con indignación.

Ness: Yo no estoy de malhumor.

Zac: ¿En serio?

Vanessa se pasó una mano por el pelo, dejándoselo de punta. Tenía un aspecto tan juvenil y sugerente que Zac se sintió tentado de zanjar aquella discusión absurda y besarla de una vez. Pero en las circunstancias actuales corría el riesgo de recibir una bofetada a cambio.

Ness: Oye, estoy ocupada. ¿Podemos hablar en otro momento?

Él ignoró la pregunta e intentó arreglar la situación.

Zac: ¿Has cenado?  

Tal vez la falta de azúcar fuera el motivo de su enojo.

Ness: No. Tomaré algo cuando llegue a casa.

Zac: De eso nada. La cena no puede esperar. Vamos. Necesitas comer algo.

Ness: ¿Desde cuándo eres tan autoritario?

Zac: Desde que llegué a este lugar. Podemos ir a Sullivan’s a cenar y a hablar como Dios manda. Si después tienes que seguir trabajando, te traeré de vuelta.

Ness: ¿Hablar como Dios manda? -repitió con el ceño fruncido-. ¿Qué estás insinuando?

Zac: Vanessa, ¿te importaría decirme por qué estás tan enfadada conmigo?

Ness: ¿Y qué si lo estoy? Lo que no quiero es empezar a discutir en Sullivan’s, delante de Dana Sue.

Zac: Muy bien -aceptó con exagerada paciencia-. Nos llevaremos la cena a tu casa, o podemos pedir una pizza, si quieres.

Ness: ¿A qué viene tanto interés en alimentarme?

Zac estaba perdiendo los nervios, pero aun así eligió sus siguientes palabras con mucho cuidado.

Zac: Me gustaría animarte un poco antes de preguntarte lo que quería preguntarte en primer lugar.
 
Ella entornó la mirada.

Ness: Estoy muy bien de ánimo, o lo estaría si dejaras de incordiarme. ¿Es por la cena en casa de tus padres?

Zac hizo una mueca. De repente todas las piezas encajaban.

Zac: ¿Mi madre se ha puesto en contacto contigo? ¿Qué te ha dicho? ¿Te ha disgustado? ¿Te ha dicho que te apartes de mí? ¿Por eso te estás comportando de esta manera?

Ella se puso colorada.

Ness: No he hablado con tu madre.

Zac: Entonces, ¿cómo demonios sabes lo de esa cena? -preguntó, y de repente lo asaltó la certeza más obvia-. 

Sabía muy bien cómo actuaba su madre. Cuando no podía entrometerse sin provocar la ira de Zac, delegaba la tarea en su padre.

Se dio la vuelta y empezó a andar por el porche, intentando calmarse. Cuando creyó haber recuperado el control, se detuvo frente a Vanessa y decidió llegar al fondo del asunto.

Zac: Envió a mi padre para que hablara contigo, ¿verdad? Por favor, dime que mi padre no ha venido a intentar chantajearte.

Ness: Zac, no pasa nada. Olvídalo -dijo con voz suplicante-.

Zac: ¿Cómo puedo olvidarlo? No voy a permitir que se metan en mi vida ni que intenten intimidarte.

Ness: Supe cómo tratar a tu padre -dijo con un toque de orgullo-. De hecho, creo que ahora nos entendemos muy bien.

Zac se estremeció al imaginárselo.

Zac: ¿Igual que trataste a mi madre?

Por primera vez desde su llegada, Vanessa sonrió.

Ness: Fui un poco más diplomática. Y él también lo fue… al final, al menos.

Zac: ¿Qué te dijo?

Ness: No importa. Y tu reacción es precisamente el motivo por el que le prometí que no te diría nada de su visita -se ruborizó-. Ahora he faltado a mi palabra.

Zac: No tendrías que haberle dado tu palabra, eso para empezar -dijo sacando su móvil del bolsillo y marcando un número-.

Ness: ¿Qué haces?

Zac: Llamarlo, por supuesto.

Ella le arrancó el teléfono de la mano.

Ness: No, no puedes hacerlo. Él y yo hemos firmado una especie de acuerdo de paz. Si lo llamas ahora, la tregua saltará en pedazos y nunca más volverá a confiar en mí.

Zac tenía que admitir aquella lógica, pero no le gustaba. No le gustaba lo más mínimo.

Zac: De acuerdo -concedió de mala gana-. Pero está claro que ya no podemos ir a esa cena.

Ness: Sí que podemos -replicó-. También le di mi palabra sobre eso. Quiero hacer las paces con tus padres, Zac. Hoy he dado un gran paso para conseguirlo.

Él la miró, absolutamente confundido.

Zac: ¿Con mi madre también? 

Ella asintió.

Ness: Ahora la entiendo mucho mejor.

Zac: ¿Cómo es posible?

Ness: Tu padre y yo mantuvimos una charla muy interesante. Hay mucho que tú no sabes.

Zac: ¿Sobre mi familia? -preguntó con incredulidad-.

Ness: Sí. Los tres tenéis que sentaros y hablar de ciertas cosas. Creo que os vendría bien a todos.

Zac: ¿Por qué no me lo cuentas tú?

Ness: No puedo meterme en vuestra relación. Sois vosotros quienes tenéis que solucionarlo.

Zac: Esto sí que es un cambio de actitud -comentó sin saber cómo sentirse al respecto. ¿Podría ser todo tan fácil como ella estaba sugiriendo? Lo dudaba, pero estaba dispuesto a intentarlo-. ¿Estás segura?

Ness: Lo estoy -corroboró mirándolo muy seria-. No quiero interponerme entre tú y tus padres, Zac. Sé cómo son los conflictos familiares, y no quiero ser la causa de ningún problema en tu familia. Si va a haber algo entre tú y yo, tenemos que intentar llevarnos bien con tus padres -le puso una mano en la mejilla-. Además… lo prometiste.

Aquel simple roce bastó para hacerle olvidar lo que estaban discutiendo.

Zac: ¿Qué prometí?

Ness: Que estas navidades serían diferentes y que harías lo posible por imbuirte del espíritu navideño.

Zac: No me esperaba algo como esto -gruñó-.

Ness: Seguro que sí. Al fin y al cabo, estamos hablando de tus padres. Tenías que saber que no sería tan sencillo. Si yo puedo darles una oportunidad, tú también.

Zac sacudió la cabeza.

Zac: No sé si estás loca o si eres una santa.

Ness: Ninguna de las dos cosas -dijo sonriendo-. Pero sí que me muero de hambre, así que vamos a por una pizza a Rosalina's.

Zac estaba absolutamente perplejo por la determinación de Vanessa en olvidar el incidente con su padre, pero no podía pensar en ello con el estómago vacío.

Zac: ¿Y todo ese papeleo que tanto te angustiaba?

Ness: Puede esperar.

Zac la miró a los ojos.

Zac: En ese caso, ¿puedo hacerte una sugerencia?

Ness: Claro.

Zac: Si pedimos que nos lleven la pizza a tu casa, podría encender la chimenea y abrir una botella de vino… ¿Qué te parece?

Ella dudó un momento, aunque por su expresión parecía interesada.

Ness: Romántico.

Zac: ¿Y?

Ness: No vas a instalarte en mi casa.

Zac: Claro que no -bajó la cabeza y le cubrió la boca con la suya hasta provocarle un suspiro-. Pero tal vez podríamos llegar a un acuerdo para una sola noche… -le acarició el labio con el pulgar-. ¿Qué dices?

Ness: Creo que estamos perdiendo un tiempo precioso en hablar, cuando ya podíamos estar de camino a mi casa.


Vanessa encargó la pizza por teléfono mientras Zac la llevaba a casa en su coche. Debió de parecer muy apurada, porque la pizza llegó pocos minutos después que ellos. Normalmente los empleados de Rosalina's trabajaban a un ritmo mucho más lento.

En cualquier caso, cuando les llevaron la pizza, Zac ya había encendido la chimenea y todas las velas del salón, y había descorchado una botella de Zinfandel que Vanessa reservaba para una ocasión especial. También había colocado los cojines del sofá en el suelo, frente a la chimenea. Era evidente que tenía experiencia en crear ambiente, pero no era el momento para preguntarle por sus dotes seductoras, sino para dejarse llevar por ellas.

Ness: Muy acogedor -dijo al llevar la comida, los platos y las servilletas-.

Zac: Intentaba que fuera romántico -dijo mirándola con una intensidad estremecedora-.

Ness: Eso también.

Zac: Vanessa… -la voz se le apagó como si hubiera perdido el hilo de sus pensamientos-.

Ness: ¿Qué? -murmuró mientras él le ponía una mano en la nuca y se inclinaba para besarla-.

El beso la hizo olvidarse de la comida y de todo lo demás, y cuando Zac se apartó parecía tan aturdido como ella se sentía. Con mano temblorosa, Zac llenó las dos copas de vino y le tendió una. Ella la aceptó, tomó un pequeño sorbo y volvió a dejarla.

Ness: Zac… -empezó, con la mirada fija en sus labios-.

Él la observó con atención, como si no estuviera seguro de lo que le estaba pidiendo.

Zac: Creía que tenías hambre.

Ness: Mis prioridades han cambiado.

Zac: ¿En serio? -preguntó súbitamente esperanzado-.

Ness: Desde luego.

Zac: Entonces… ¿la cena puede esperar?

Ella asintió. Podría comer en cualquier momento, pero había esperado demasiado tiempo para aquel momento en particular.

Ness: La pizza huele muy bien, pero seguro que sabes cómo distraerme. 

Los labios de Zac se curvaron en una sonrisa lenta y varonil.

Zac: Me emplearé a fondo -dijo, antes de volver a unir sus labios-.

Vanessa se sumergió por completo en el beso, y por primera vez se olvidó de las dudas sobre el futuro y los recuerdos del pasado. Una ola de calor recorrió su interior, seguida por un deseo tan intenso que casi la desbordaba. Sabía que Zac besaba muy bien, pero no se imaginaba hasta qué punto podía sorprenderla con sus habilidades cuando se volcaba por entero en la tarea.

Sus labios empezaban siendo suaves y persuasivos, y al momento siguiente estaban devorándola con una voracidad salvaje. Su lengua la invadía de manera implacable y avivaba el calor interno hasta un punto insostenible. Incluso los besos más tiernos que le prodigaba por la frente y el cuello hacían que le temblaran las rodillas.

¿Por qué había estado rechazando algo así?, se preguntó mientras los dedos de Zac entraban en acción y empezaban a desabrocharle la blusa. Mientras le acariciaba la piel desnuda mantenía la mirada fija en sus ojos, como si estuviera reconociendo sus deseos y necesidades para adaptarse a ellos.

De vez en cuando se detenía y la hacía esperar, provocándole el deseo de un beso más profundo o una caricia más íntima. Finalmente, cuando ella se disponía a apartarle las manos y quitarse la blusa por sí misma, él le desabrochó el último botón y le dio un beso en la piel expuesta. A continuación fue besándole cada palmo de piel desnuda mientras la blusa se deslizaba por sus hombros. Completamente desnuda salvo por el sujetador, Vanessa se estremeció al recibir su mirada.

Entonces, él se inclinó y atrapó la punta del pecho en su boca, jugueteando con el pezón a través del encaje hasta que la excitación resultó incontenible. No podía esperar más. Lo quería todo, quería tenerlo dentro de ella, quería sentir cómo la colmaba cuando sus cuerpos se fundieran en uno.

Por desgracia, Zac no parecía tener prisa. Todo lo contrario. Parecía decidido a saborear cada instante y alargarlo hasta convertirlo en una tortura.

Zac: Eres tan hermosa a la luz de las llamas -murmuró siguiendo las sombras en su piel con los dedos, hasta que Vanessa pensó que iba a derretirse ante la adoración que ardía en sus ojos-. 

Parecía tan impaciente como ella por complacerla, pero ahora era ella quien quería deleitarse con el momento.

Ness: Espera -susurró, deteniendo la mano que tenía en el muslo-. Me toca a mí.

Le desabrochó rápidamente la camisa y la arrojó a un lado. Acto seguido le quitó la camiseta sobre la cabeza y reveló un pecho esculpido en fibra y músculo que pedía a gritos el tacto de sus dedos. Zac gimió débilmente cuando ella comenzó a explorarlo, y ahogó un gemido cuando le desabrochó el cinturón y su mano llegó a una impresionante erección. Se removió ligeramente, confirmando que los dos habían alcanzado por fin el mismo nivel de impaciencia y excitación.

Acabaron de desnudarse a toda prisa y volvieron a estar unidos, piel contra piel, fundiéndose bajo el mismo calor, besándose y tocándose por todas partes hasta que ambos estuvieron jadeando por la culminación de sus deseos.

Ness: Ahora -le rogó-. He esperado demasiado. 

¡Qué idiota había sido! Y sin embargo sabía que si lo hubieran intentado semanas atrás no habría sido igual. No habrían sido dos personas con aquella compenetración. Sólo habría sido sexo. Ahora, quizá, sólo quizá, podía ser amor.

Volvió a temblar cuando Zac le quitó las braguitas y se despojó de sus calzoncillos. Se colocó sobre ella y la miró fijamente a los ojos al tiempo que se hundía en su interior. El ritmo se impuso por sí solo, aumentando la velocidad y elevando a Vanessa a unas cotas de placer desconocidas hasta entonces, hasta que las sensaciones se desbordaron finalmente en una oleada de calor líquido y palpitante.

Aún no se había recuperado de los espasmos cuando Zac empezó a moverse de nuevo, llevándola consigo a un nuevo orgasmo, único y compartido. Dos cuerpos fundidos en uno, como siempre había imaginado que sería. La sensación era tan especial y maravillosa que le entraron ganas de llorar.

No se dio cuenta de que se le había escapado una lágrima hasta que vio como él la miraba con preocupación.

Zac: ¿Estás llorando?

Ness: No -mintió, a pesar de que las lágrimas seguían derramándose sobre el pecho de Zac-.

Zac: ¿Qué ocurre?

Ness: Nada. Todo es perfecto.

Zac: ¿Seguro? No has dicho nada.

Ness: No creo que pueda hablar… Tengo la cabeza en otra parte. 

Él sonrió, aparentemente muy satisfecho de sí mismo.

Zac: ¿Eso es un cumplido?

Ella le dio un codazo en las costillas.

Ness: ¿Siempre tienes que escucharlo todo? ¿No te basta que apenas pueda moverme ni que me haya quedado sin aliento?

Zac: Sólo me estaba asegurando. Y por si acaso te lo estás preguntando, tú también has estado increíble.

Ness: No me lo estaba preguntando -le aseguró-. Sé que soy increíble en la cama.

Zac se echó a reír.

Zac: Esa seguridad en ti misma es una de las cosas que primero me llamó la atención de ti.

Ness: Y yo que creía que era mi cuerpo…

Zac: Ésa fue la segunda. Justo después de que me echaras del centro de belleza.

Vanessa se incorporó y lo miró, sin molestarse en cubrirse.

Ness: ¿Qué más?
 
Zac: ¿Qué más? 

Ness: ¿Qué más cosas te atrajeron de mí? Por favor, dime que no fue solamente por llevarles la contraria a tus padres.

Zac: Eso es del todo irrelevante -declaró mirándola con pasión-. Créeme, tienes virtudes de sobra. Me gusta tu manera de pensar. Me gusta tu sentido del humor. No estás impresionada conmigo, lo cual es frustrante pero al mismo tiempo un desafío muy tentador. Y no se te da mal esto de tener invitados a dormir…

Ella le guiñó un ojo.

Ness: Si juegas bien tus cartas, no creo que durmamos mucho esta noche. 

Zac fingió estar horrorizado.

Zac: En ese caso, necesito comer un poco.

Vanessa agarró la caja y tomó una porción de pizza antes de pasarle el resto a Zac. Para entonces la pizza ya se había enfriado, pero había merecido la pena.


Mary Vaughn había quedado para cenar con Sam aquella noche, pero en esa ocasión había sido idea de su ex marido. No sabía por qué la había invitado, pero estaba impaciente por verlo. Tal vez consiguiera reunir el valor necesario para confesarle sus sentimientos, como le había sugerido Vanessa. Pero antes tenía que averiguar cuáles eran las intenciones de Sam. No podía tratarse de la Navidad, ya que habían discutido sus planes para las vacaciones hasta el último detalle.

Tal vez quisiera decirle que iba en serio con aquella otra mujer que trabajaba con él en su concesionario. Tal vez iba a sugerirle que la incluyeran en los planes navideños. Sólo de pensar en esa posibilidad se echaba a temblar.

Una vez en el restaurante, observó a Sam por encima de la mesa. Seguía siendo un hombre muy atractivo, y Mary Vaughn se había dado cuenta finalmente de que los hombres como Sam Lewis sólo aparecían una vez en la vida. Ojalá lo hubiera sabido antes del divorcio…
 
Aunque tal vez no fuera demasiado tarde. El único modo de saberlo era poner todas sus cartas sobre la mesa, y el brillo malicioso de los ojos de Sam le dio el coraje que necesitaba.

Mary: Sam, me he estado preguntando algo -empezó, hablando despacio y cuidadosamente para buscar el enfoque adecuado-.

Sam: ¿Sí?

Mary Vaughn tenía mucha facilidad de palabra, pero aquello era demasiado importante para decirlo a la ligera.

Mary: ¿Alguna vez te has arrepentido…? -la voz le falló-. Quiero decir… ¿crees que nos precipitamos al divorciarnos?

Él la miró boquiabierto, con el tenedor inmóvil en el aire.

Sam: ¿Qué has dicho?

Mary: Ya me has oído -dijo con impaciencia-. ¿Te parece que nuestro divorcio fue un error?

Sam: No -respondió en tono tan categórico que Mary Vaughn se puso pálida-.

Mary: Oh, está bien -murmuró, sintiendo como se ponía colorada-. Sólo me lo preguntaba -cortó rápidamente un pedazo de carne y se lo llevó a la boca. No le supo a nada-. La carne está deliciosa, ¿verdad?

Sam: Me da igual la maldita carne -espetó-. ¿Por qué me has preguntado eso ahora?

Mary: No tendría que haberlo hecho. Olvídalo.

Sam: No te molestaste en preguntármelo hace años, cuando te dije que quería el divorcio -le recordó-. Te comportaste como si lo estuvieras esperando.

Mary Vaughn reprimió un suspiro. Ya no podía echarse atrás.

Mary: Supongo que sí -admitió-. Nunca fui lo bastante buena para ti. Siempre pensé que tarde o temprano te darías cuenta.

Sam: ¿Cómo dices? -exclamó-. Mary Vaughn, eres la persona más segura de sí misma que conozco. Cualquier otra persona menos fuerte que tú se habría derrumbado si hubiera pasado por tus mismos traumas.

Mary: Si tanto me admirabas, ¿por qué me abandonaste?
 
Sam: Ya sabes la respuesta, pero te lo volveré a explicar. Sin embargo, quiero que antes me digas por qué has sacado este tema. ¿Te has levantado esta mañana con la idea de hurgar en el pasado o algo así?

Ella no quería responder y arriesgarse a sufrir una humillación mayor, pero Sam la miraba tan fijamente que no le quedaba más remedio.

Mary: No es eso. Últimamente hemos pasado mucho tiempo juntos, disfrutando de nuestra mutua compañía. Tenemos mucho en común, además de una hija, y todo eso me ha hecho pensar y preguntarme si no tiramos la toalla demasiado pronto.

Sam: Eso fue exactamente lo que hiciste -corroboró-. 

Ella lo miró sin poder creerse lo que oía.

Mary: ¿Yo? No fui yo la que pidió el divorcio.

Sam: No, pero tampoco te negaste a ello. Apenas te inmutaste cuando lo sugerí, y enseguida me ayudaste a hacer las maletas.

Mary Vaughn no podía estar más confundida con su reacción.

Mary: ¿Querías que intentara detenerte?

Sam: Sí, eso era precisamente lo que esperaba. Confiaba en que me vieras con otros ojos y te dieras cuenta de lo que teníamos. Siempre supe que querías a Ronnie, pero yo te quería lo suficiente para pasarlo por alto y darnos una oportunidad para ser felices. Pero al cabo de unos años me cansé de ser el segundo plato y que nada cambiara. Sabía que tendría que tragarme mi orgullo y seguir fingiendo que no importaba. Y ya no podía seguir haciéndolo.

Mary: Lo siento -susurró. Por primera vez podía ponerse en el lugar de Sam. Nunca lo había engañado, pero nunca le había entregado su corazón. Se había contentado con la relación que tenían, y había creído que para él también era suficiente-. Lo siento mucho.

Sam: Yo también.

Mary: Me gustaría intentar cambiarlo, si me dejas -se aventuró, arriesgándose a otro humillante rechazo-. No estoy diciendo que iniciemos otra relación… Tan sólo que sigamos viéndonos y veamos si podemos empezar de nuevo. Si te sirve de algo, sé que fui una estúpida.

La expresión de Sam no era nada alentadora.
 
Sam: No sé, Mary Vaughn… Me costó mucho tiempo superar nuestra ruptura. No sé si quiero volver a pasar por lo mismo.

Mary: No volveríamos a nada -insistió-. Empezaríamos algo nuevo, desde cero. Nos quedaríamos con lo bueno de ambos y nos olvidaríamos del resto.

Sam: No es tan fácil olvidar el pasado.

Mary: No, claro que no. De hecho, hay que recordarlo para no repetirlo -lo miró a los ojos e hizo algo que se había jurado no hacer jamás. Suplicar-. Por favor, Sam. Sólo te pido una segunda oportunidad. Déjame demostrarte que he cambiado y que puedo amarte como te mereces. Al fin he madurado lo suficiente para valorar lo que eres… lo que siempre has sido.

Sam: No sé -repitió él, mirándola con recelo-.

Mary: ¿No lo sabes porque estás viendo a otra persona?

Sam: No hay nadie más, Mary Vaughn. Siempre has sido la única mujer para mí, por más que me pese.

Ella puso una mano encima de la suya.

Mary: Entonces dame otra oportunidad… Por favor.

Él giró la mano y entrelazó los dedos con los suyos.

Sam: Esta vez tendría que ser diferente -dijo en tono tranquilo y sereno, pero mirándola con expresión inquieta-.

Mary: Lo será. Te lo prometo.

Sam: Déjame terminar. No volveré a conformarme con menos de lo que merezco, Mary Vaughn. Nunca más.

Con aquella declaración, negándose a aceptar menos de lo que merecía, Sam no sólo se ganó el respeto de Mary Vaughn, sino también el corazón que ella siempre le había negado.

Después de todos los errores que había cometido no iba a resultar fácil demostrarle que lo amaba con todo su corazón. Pero estaba decidida a recuperarlo, costase lo que costase. Y sabía que el esfuerzo merecería la pena.


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