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viernes, 7 de octubre de 2016

Capítulo 7


Tras una vuelta maravillosa y con una maravillosa copa en la mano, Vanessa decidió que la isla era perfecta. Había todo tipo de casas: blancas con columnas rectas, otras con arcos y algunas con porches de madera. Aunque la frescura y limpieza del blanco podía dar sensación de novedad, la isla parecía antigua, eterna y permanente.

Estaba sentada en un café con vistas al mar, mirando los barcos del muelle y a los pescadores, que extendían las redes para que se secaran.

Los había veteranos y muy niños. Todos bronceados, todos trabajando codo con codo. Había doce por red, veinticuatro manos, algunas arrugadas por la edad y otras jóvenes y tersas. Todas fuertes. Mientras trabajaban, gritaban y se reían con alegre camaradería.

Andrew: Deben de haber pescado mucho -comentó al advertir el interés con que Vanessa seguía a los hombres del muelle-.

Ness: ¿Sabes? He estado pensando -deslizó un dedo por el lado de la copa-. Todos parecen muy fuertes y recios. Algunos ya han pasado la edad de jubilación en Estados Unidos. Supongo que seguirán saliendo al mar hasta que se mueran. No sé, una vida entera en el agua... Tiene que ser muy satisfactorio -finalizó-.

Una vida en el mar, como los piratas... ¿Por qué no podía quitarse de la cabeza a los piratas?

Andrew: No sé si estos hombres se plantearán si es satisfactorio. Simplemente, es lo que hacen -dio un sorbo a su copa y se paró a observar a los pescadores-. Aunque sí que creo que viven contentos. La gente sabe qué esperar de ellos. Puede que sea una vida sencilla, pero de una sencillez envidiable, en cualquier caso.

Ness: Salvo los que están metidos en asuntos de contrabando -murmuró-.

Andrew: En el fondo, es lo mismo, ¿no? -se encogió de hombros-. Hacen lo que se espera que hagan y, de paso, le añaden un punto de aventura a su vida y unos dracmas al bolsillo.

Ness: No esperaba esta actitud de ti -dijo en tono de censura-.

Andrew la miró con ambas cejas enarcadas:

Andrew: ¿Qué actitud?

Ness: Esta... esta indiferencia ante una práctica delictiva.

Andrew: Venga, Vanessa, es...

Ness: Un delito -insistió sin dejar que Andrew terminara de hablar-. No se puede seguir permitiendo.

Andrew: ¿Y cómo pones fin a algo que lleva haciéndose desde hace siglos de un modo u otro?

Ness: El modo actual va contra la ley. Supongo que las personas más influyentes, como Scott y... Zachary, deberían presionar a quien haya que presionar.

Andrew: No conozco a Scott lo suficiente para hablar de él -dijo mientras llenaba su copa de nuevo-. Pero no me imagino a Zac metiéndose en algo que no lo afecte a él o a su negocio.

Ness: ¿No?

Andrew: No, y no lo digo como una crítica -matizó. Se dio cuenta de que Vanessa le estaba prestando toda su atención, aunque algo velaba los ojos de ésta-. Zac se ha portado muy bien conmigo, dejándome la casa y el dinero para el billete. Sabe Dios que cuando pueda se lo devolveré. No me agrada tener que pedir prestado, pero la poesía no proporciona mucha seguridad económica.

Ness: No sé dónde, pero creo haber leído en algún lado que T.S. Eliot trabajaba en un banco -comentó sonriente-.

Andrew: Podría trabajar en las oficinas que Zac tiene en California. Me lo ha ofrecido. No me ha hecho notar que me quería hacer un favor, pero tampoco parecía especialmente interesado. Es duro para el ego -murmuró y miró hacia el puerto-. Puede que mi barco llegue algún día.

Ness: Seguro que sí, Andrew. Algunos estamos destinados a perseguir nuestros sueños.

Andrew: Y a pasar hambre -bromeó-. Anda, vamos a pedir. Me suenan las tripas.

El cielo estaba apagado mientras terminaban de cenar. Los últimos rayos del sol caían suavemente sobre el mar. Al este, un violeta profundo y sereno esperaba la salida de las primeras estrellas. Vanessa estaba contenta, con las mejillas encendidas por la comida picante y el licor de anís. De fondo, intermitentemente, música de mandolina. Grupos de amigos entraban y salían del café, algunos cantando.

El propietario y camarero era un hombre ancho, de bigote fino y ojos acuosos. Vanessa pensó que los ojos debían de llorarle por las especias y el humo de la cocina que flotaba en el aire. En su opinión, los turistas estadounidenses elevaban el estatus del café. Impresionado por la fluidez con la que Vanessa hablaba griego, no desaprovechó la oportunidad de hacer alguna pregunta y cotillear cuando se acercaba a su mesa.

Vanessa se relajó en medio de aquel ambiente tan distendido. En la villa de Tisdale todavía habían sido atenciones y lujos, pero lo que se respiraba en el café era distinto. Había un aire más terrenal que había echado de menos en la elegante casa de Ash. En el café se oían carcajadas y el vino se derramaba. Con todo lo que quería a Ash y a Scott, Vanessa nunca se habría sentido contenta con la vida que éstos llevaban. Se habría oxidado con tantos buenos modales.

Por primera vez desde que se había encontrado el cadáver por la mañana, sintió que la tensión que le oprimía la base del cerebro empezaba a aliviarse.

Ness: ¡Mira!, ¡están bailando! -exclamó de repente-.

Apoyó la barbilla sobre las manos y miró al grupo de hombres que bailaban en línea enlazados por los brazos.

Andrew: ¿Nos unimos? -preguntó cuando se terminó su última salchicha picante-.

Vanessa rió y negó con la cabeza.

Ness: No sé bailar. Lo estropearía -se excusó-. Pero tú sí puedes.

Andrew: Tienes una risa maravillosa -dijo mientras le llenaba la copa de nuevo-. Es melodiosa, natural y una pizca sensual.

Ness: Qué cosas más bonitas dices -sonrió, divertida-. Eres un hombre agradable. Podíamos ser amigos.

Andrew enarcó las cejas. Vanessa se sorprendió al sentir el beso fugaz que éste le dio. Sus labios sabían como la isla: picantes y desconocidos.

Andrew: Amigos de momento -dijo sonriente ante la expresión estupefacta de Vanessa-. La cara que se te ha quedado tampoco le hace mucho bien a mi ego -añadió antes de sacar un paquete de tabaco del bolsillo de la chaqueta-.

Luego sacó una cerilla. Vanessa dejó de mirarlo para desviar la vista hacia la cajita negra.

Ness: No sabía que fumaras -acertó a decir al cabo de unos segundos-.

Andrew: No suelo -raspó la cerilla. Una llama pequeña se encendió, temblando delante de su cara durante un instante, proyectando sombras, misterios, sospechas-. Sobre todo, porque me gustan éstos y no son baratos precisamente. Zac se apiada de mí y me deja algunos en casa cuando se acerca. Si no, no fumaría nada... ¿Te pasa algo? -preguntó sonriente pero extrañado por la intensidad con que Vanessa estaba mirándolo-.

Ness: No -contestó con naturalidad antes de dar un sorbo a su copa-. Estaba pensando... decías que has estado por toda esta zona de la isla. Supongo que ya habías estado en la cala de esta mañana.

Andrew: Es un sitio bonito, sí -estiró un brazo y le agarró la mano izquierda-. O lo era. Calculo que hace una semana que no iba. Y puede que pase un tiempo antes de que vuelva.

Ness: Una semana -murmuró-.

Andrew: No le des vueltas a la cabeza -le aconsejó-.

Vanessa lo miró a los ojos, tan claros, tan amables. Estaba siendo una idiota. Ninguno de ellos, ni Scott ni Derek ni Andrew, ninguno podía estar relacionado con la muerte de aquel hombre. ¿Por qué no pensar que a algún loco de la isla le gustaba el tabaco caro y pegar puñaladas por la espalda? Tenía más sentido, mucho más sentido que las feas sospechas que albergaba.

Ness: Tienes razón -dijo sonriente e inclinó el torso hacia él en señal de interés-. Háblame de tu poema épico.

Capitán: Buenas noches, señorita Hudgens, señor Selley.

Vanessa giró la cabeza y sintió como si el cielo se nublara.

Ness: Hola, capitán -dijo mirando la cara regordeta de Trípolos-.

Aunque no fue un saludo entusiasta, a Trípolos no pareció afectarlo lo más mínimo.

Capitán: Veo que está disfrutando de la vida nocturna de la isla. ¿Viene a menudo por aquí?

Andrew: Es su primera salida -terció-. La he convencido para que cenáramos fuera. Necesitaba distraerse después del susto de esta mañana.

Trípolos asintió con la cabeza comprensivamente, pero Vanessa se dio cuenta de que la música y las risas habían cesado. El café se había quedado en silencio y el ambiente era de espera y contención.

Capitán: Bien hecho -decidió-. Una señorita no debe pensar mucho en cosas así. Yo, por desgracia, no tengo mucho más en qué pensar en estos momentos. Pásenlo bien -añadió tras exhalar un suspiró y mirar con anhelo el licor de anís-.

Ness: ¡Maldición! -gruñó cuando Trípolos se hubo alejado-. ¿Por qué me altera tanto este hombre? Cada vez que lo veo, se me revuelve el estómago.

Andrew: Te entiendo -dijo mientras miraba a los demás clientes del bar hacerle un pasillo al capitán-. Casi te hace desear tener algo que confesar.

Ness: ¡Gracias a Dios, no sólo me pasa a mí! -agarró su copa, la levantó y se dio cuenta de que le temblaban las manos-. Andrew, a no ser que tengas alguna objeción moral, voy a agarrarme una borrachera tremenda -avisó con voz calmada-.

Algo después, tras asegurarse de que Andrew era flexible con la bebida, Vanessa flotaba en una nube de licor de anís. La clara luz de la luna había sustituido a los rayos de la puesta de sol. Con el paso del tiempo, el café se iba llenando y volviendo más bullicioso. La música sonaba por encima de las carcajadas. Aunque la situación tenía cierta sensación de irrealidad, le daba igual. Bastante realidad había tenido por la mañana.

El camarero se presentó con otra botella más. La colocó en la mesa como quien estuviera ofreciendo una botella del mejor champán.

Ness: Mucho trabajo -comentó dedicándole una sonrisa amplia pero nebulosa-.

Camarero: Es sábado -respondió dando a entender que con eso se explicaba todo-.

Ness: Así que he elegido una buena noche para salir -miró a su alrededor y vio un revoltijo confuso de personas-. Los clientes parecen contentos.

El camarero siguió la mirada de Vanessa y sonrió orgulloso mientras se frotaba una mano en el delantal.

Camarero: Pensé que se me arruinaría la noche con la llegada del capitán, pero al final va todo bien.

Ness: La policía no contribuye a crear un ambiente de fiesta. Supongo que estará investigando la muerte de ese pescador -añadió despacio y el camarero se lo confirmó asintiendo con la cabeza-.

Camarero: Stevos venía a menudo por aquí. Aunque no tenía muchos amigos. No era de los que bailaban. Empleaba su tiempo en otras cosas -dijo en tono misterioso-. Y a mis clientes no les gusta que les hagan preguntas -añadió. Luego murmuró algo poco loable, pero Vanessa no supo si el exabrupto estaba dirigido a Stevos o a Trípolos-.

Ness: Era pescador -comentó tratando de mirar a los ojos al camarero-, pero no parece que sus compañeros lamenten su pérdida.

El camarero se encogió de hombros, pero Vanessa encontró la respuesta que buscaba: había pescadores... y pescadores.

Camarero: Pásalo bien. Encantado de atenderte.

Andrew: Me abruma tanto griego -comentó cuando el camarero se hubo marchado a tomar nota del pedido de otra mesa-. ¿Qué ha dicho?

Como no quería volver a enredarse con el asesinato, Vanessa se limitó a sonreír.

Ness: Los griegos son muy masculinos, Andrew, pero le he dejado claro que ya tengo comprometida esta noche -entrelazó las manos detrás de su propia nuca y miró hacia las estrellas-. Me alegro de haber venido. Esta noche nada de asesinatos; nada de contrabando. Me siento genial, Andrew. ¿Cuándo podré leer algún poema tuyo?

Andrew: Cuando el cerebro te funcione normalmente -respondió sonriente mientras le llenaba la copa de nuevo-. Me gustaría saber tu opinión.

Ness: Gracias. Eres un hombre agradable -levantó la copa y examinó a Andrew con toda la intensidad de la que fue capaz-. Nada que ver con Zachary.

Andrew: ¿A qué viene eso? -frunció el ceño al tiempo que dejaba la botella sobre la mesa-.

Ness: A que no os parecéis -insistió justo antes de levantar su copa-. Por los estadounidenses: cien por cien puros.

Después de brindar con ella y dar un sorbo, Andrew sacudió la cabeza:

Andrew: Tengo la sensación de que no hemos brindado por la misma cosa.

Vanessa notó que el recuerdo de Zac amenazaba con invadir sus pensamientos y se obligó a bloquearlo.

Ness: ¿Qué más da? Hace una noche preciosa.

Andrew: Sí -le acarició el dorso de una mano-. ¿Te he dicho lo hermosa que eres?

Ness: ¿En serio vas a cortejarme? -preguntó justo antes de soltar una risotada-. Adelante, adelante, me encanta que me digan cosas bonitas.

Andrew: Eres demasiado directa. Me has estropeado la sorpresa -añadió al tiempo que le acariciaba el pelo-.

Ness: ¿Qué sorpresa?

Andrew negó con la cabeza.

Andrew: Anda, vamos a dar un paseo. Con un poco de suerte, encontraré algún rincón oscuro donde pueda besarte como es debido.

Andrew se levantó y ayudó a Vanessa a ponerse de pie. Esta se despidió del camarero, deseándole que pasara una buena noche, antes de que Andrew consiguiera abrirle paso entre el gentío.

Aquellos que no se habían reunido en el café hacía tiempo que estaban en la cama. Las casas blancas estaban cerradas, preparadas para la noche. De vez en cuando se oía el ladrido de un perro y otro que respondía. Vanessa oía sus propias pisadas mientras andaba por la calle.

Ness: Qué tranquilo está todo. Lo único que se oye es el mar y la noche misma. Desde la primera mañana que desperté en Lesbos, he tenido la sensación de que pertenecía a esta isla. Nada de lo que ha pasado desde entonces me ha quitado esa sensación -se giró entre los brazos de Andrew y rió-. No creo que vaya a volver nunca a Estados Unidos. ¿Cómo voy a volver a soportar Nueva York, con el tráfico y la nieve, todo el día corriendo al trabajo y de vuelta a casa? Puede que me haga pescadora o que haga caso a Ash y me case con algún hombre rico.

Andrew: No creo que debas casarte con un hombre rico -dijo al tiempo que se la acercaba. La fragancia de Vanessa le penetraba los sentidos. Su cara, a la luz de la luna, era un misterio de belleza clásica-. Deberías probar lo de hacerte pescadora. Viviríamos en la casita de campo de Zac.

Se lo merecería, murmuró para sus adentros Vanessa. Luego levantó la boca y esperó a que llegara el beso.

Fue cálido y satisfactorio. Vanessa no sabía si el sofoco que sentía se debía al beso o al licor de anís. Pero tampoco le importaba. Los labios de Andrew no eran imperiosos, apremiantes y posesivos, sino dulces y prudentes. Ella le dio lo que pudo.

No notó que una pasión fogosa ardiese en su interior, pero Vanessa se dijo que tampoco la quería. La pasión nublaba el juicio más eficazmente que un océano de licor de anís. Ya se había dejado llevar por la pasión y el desenfreno más de la cuenta. Sólo causaban dolor y desengaños. Andrew era amable, sencillo. No le daría la espalda cuando lo necesitara. No sería motivo de noches de insomnio. Se sentiría segura. Era un caballero... y las mujeres se sentían a salvo con los caballeros.

Andrew: Vanessa, eres deliciosa -murmuró con la mejilla apoyada sobre su cabello-. ¿Hay algún hombre con el que tenga que considerar batirme en duelo?

Vanessa trató de pensar en Jack, pero no logró recordar sus facciones con claridad. Sí la atrapó, sin embargo, una imagen repentina y nítida de Zac, atrayéndola para darle uno de sus besos devastadores.

Ness: No -respondió con más intensidad de la necesaria-. No hay nadie. Absolutamente nadie.

Andrew la separó unos centímetros y le levantó la barbilla con un dedo. La miró a los ojos bajo el brillo tenue de la luna.

Andrew: A juzgar por el ardor de tu respuesta, mi competidor debe de ser formidable. No... -dijo poniendo un dedo sobre los labios de Vanessa cuando ésta hizo ademán de protestar- no quiero confirmar mis sospechas esta noche. Soy egoísta.

Ness: Pero...

Andrew la interrumpió con un nuevo beso y se recreó en el sabor de sus labios.

Andrew: Maldita sea, eres adictiva. Más vale que te lleve a tu casa mientras pueda recordar que soy un caballero y tú una señorita que está muy borracha.


El blanco de la villa resaltaba bajo el cielo nocturno. Una pálida luz brillaba en una ventana del primer piso para que pudiera orientarse al regresar.

Ness: Están todos dormidos. Tengo que ser muy sigilosa -susurró innecesariamente mientras salía del coche sin esperar a que Andrew le diera la vuelta para abrirle la puerta-. Mañana me sentiré como una tonta cuando me acuerdo de esto -añadió y se tapó la boca para que no le entrara la risa floja-.

Andrew: No creo que te acuerdes de mucho -comentó mientras la agarraba de un brazo-.

Vanessa acertó a subir las escaleras con la atenta dignidad de quienes no sienten el suelo que pisan.

Ness: No quisiera abochornar a Scott aterrizando con la cara en el suelo. Scott y Derek tienen tanto sentido del decoro.

Andrew: Y yo voy a tener que volver con mucho cuidado. A Zac no le agradaría que se me cayera su Fiat por un acantilado.

Ness: ¡Anda! -exclamó sorprendida. Luego lo miró como una lechuza-. Llevas una borrachera tan grande como la mía.

Andrew: No tanto, pero casi. Aun así... -exhaló un suspiro y deseó poder tumbarse en algún sitio- me he comportado con el máximo respeto.

Ness: Con el máximo -repitió y tuvo que llevarse otra vez la mano a la boca para sofocar otro ataque de risa. Se apoyó sobre Andrew con tanta fuerza, que éste tuvo que cambiar el peso del cuerpo sobre la otra pierna para mantener el equilibrio-. Lo he pasado muy bien, Andrew. De maravilla. Lo necesitaba más de lo que pensaba. Gracias.

Andrew: Adelante -dijo después de abrirle la puerta de la casa y darle un empujoncito para que entrase-. Y cuidado con las escaleras. ¿Debo esperar y oír los ruidos de cómo te vas tropezando con los muebles? -añadió susurrando-.

Ness: Tú vete y ten cuidado, no vayas a darle un baño al Fiat -se puso de puntillas y le rozó la barbilla con los labios-. Quizá debería prepararte un café.

Andrew: Para eso tendrías que encontrar la cocina. No te preocupes. Siempre puedo aparcar el coche y volver caminando si veo que no estoy despierto. Vete a la cama, Vanessa. Aunque sea haciendo eses -bromeó-.

Ness: Tú más -contestó infantilmente antes de cerrar la puerta-.

Vanessa encaró las escaleras con tremenda cautela. Lo último que quería era despertar a alguien y tener que mantener algún tipo de conversación coherente. Se paró en medio de un tramo de escalones y se tapó la boca para refrenar otro ataque de risa. Dios, era fantástico. Era maravilloso no ser capaz de pensar. Pero no podía seguir así, se dijo con firmeza. Tenía que conseguir llegar a su habitación y encerrarse antes de que la descubrieran.

Logró alcanzar el rellano superior. Después, tuvo que detenerse unos instantes para recordar en qué dirección estaba su dormitorio. A la izquierda, por supuesto, se dijo sacudiendo la cabeza. Pero ¿hacia qué lado era la izquierda? Permaneció parada unos segundos más para resolver la duda antes de arrastrarse pasillo abajo. Agarró el pomo de la puerta, respiró medio mareada y entró por fin en la habitación.

Ness: ¡Lo logré! -murmuró y estuvo a punto de echar por tierra el éxito al tropezarse con la alfombra. Cerró la puerta con suavidad y apoyó la espalda contra ella.  Ya sólo faltaba localizar la cama. Una luz se encendió, como por arte de magia. Vanessa saludó a Zac con una sonrisa-. Para ser un espejismo, pareces muy real -dijo en voz baja-.

Zac: ¿Se puede saber qué has estado haciendo? -preguntó furioso mientras ella se descalzaba a duras penas-. ¡Son casi las tres de la mañana!

Ness: ¡Qué desconsiderada! Debería haberte telefoneado para avisarte de que volvería tarde -se burló-.

Zac: No te hagas la lista, ¡maldita sea! No estoy de humor. Llevo esperándote la mitad de la noche -cruzó la habitación, la agarró por los hombros y examinó su rostro. Su enfado dio paso a la sorpresa-. Estás como una cuba -añadió, como si le hiciera gracia-.

Ness: Como dos cubas -convino y tuvo que respirar hondo para no echarse a reír-. Eres muy observador, Zachary -añadió al tiempo que plantaba una mano sobre la camisa de él-.

Zac: ¿Cómo diablos voy a tener una conversación racional con una mujer que ve doble? -preguntó resignado-.

Ness: Triple. Andrew ve doble, pero yo he bebido más -contestó orgullosa mientras intentaba desabrocharle un botón con la mano libre-. ¿Sabías que tienes unos ojos increíbles? Nunca había visto unos ojos tan azules. Los de Andrew no lo son tanto. Sus besos no se parecen nada a los tuyos. ¿Por qué no me besas ahora?

Zac la sujetó con fuerza un momento, pero enseguida aflojó.

Zac: Así que has salido con el pequeño Andrew.

Empezó a dar vueltas por la habitación mientras Vanessa se balanceaba y lo miraba.

Ness: El pequeño Andrew y yo te habríamos invitado a venir con nosotros si no se nos hubiera olvidado. Además, cuando te pones dócil y encantador puedes ser muy aburrido -dijo arrastrando las erres justo antes de bostezar-. ¿Tenemos que seguir hablando mucho tiempo? Me caigo de sueño.

Zac: Soy el primero que está harto de ser dócil -murmuró mientras agarraba un frasquito del perfume de Vanessa y lo volvía a dejar-. Pero tengo mis razones.

Ness: Lo haces muy bien -aseguró al tiempo que se echaba mano a la cremallera-. Pero ahora no tienes que actuar con propiedad.

Zac: ¿No? -se giró y la vio batallando con la cremallera-. Vanessa, por Dios, no me hagas esto.

Ness: Eres muy bueno, pero a veces pierdes el control. Una mirada, un gesto... Eres muy convincente, porque soy la única que parece darse cuenta. Porque a mí no me engañas... Bueno, ¿qué?, ¿vas a besarme o no? -dijo justo antes de dejar que el vestido cayese hasta el suelo-.

Se le secó la garganta al verla allí de pie, cubierta tan sólo con una fina combinación, mirándolo con ojos brumosos. Un flechazo de fuego lo atravesó y tuvo que obligarse a prestar atención a lo que Vanessa le había dicho.

Zac: ¿La única que parece darse cuenta de qué?

Vanessa hizo dos intentos de recoger el vestido. Cada vez que se inclinaba, la combinación se ahuecaba y ofrecía una vista del nacimiento de sus pechos. Zac sintió que el flechazo de deseo bajaba más allá del estómago.

Ness: ¿Qué? -repitió confundida tras decidir dejar el vestido donde estaba-. Ah, sigues con eso. Es por tu forma de moverte.

Zac: ¿Qué le pasa?

Trató de mantener la mirada en la cara de Vanessa, en vez de sobre su cuerpo. Pero su fragancia ya le estaba nublando el juicio y su sonrisa... aquella sonrisa lo estaba desafiando.

Ness: Te mueves como una pantera que sabe que la están persiguiendo y piensa devolver el ataque cuando esté lista.

Zac: Entiendo -dijo con el ceño fruncido. No sabía del todo si le gustaba la comparación-. Tendré que ser más discreto.

Ness: Haz lo que quieras -contestó alegremente-. En fin, en vista de que no quieres besarme, buenas noches, Zachary. Me voy a la cama. Te acompañaría a tu casa, pero me temo que podría caerme por la terraza.

Zac: Vanessa, tengo que hablar contigo -dijo agarrándola por un brazo a toda velocidad para no dar lugar a que se desplomara sobre la cama-.

Verla sobre el colchón, pensó, sería una tentación excesiva. Pero Vanessa perdió el escaso equilibrio que tenía y cayó contra el pecho de Zac. Se acurrucó cariñosamente y no protestó cuando él la estrechó con un poco más de fuerza entre los brazos.

Ness: ¿Has cambiado de idea? -murmuró lanzándole una sonrisa adormilada-. Esta noche, cuando Andrew me ha besado, he pensado en ti. Ha sido muy feo por mi parte... o por la tuya, no estoy segura. Si me besas ahora, quizá piense en Andrew.

Zac: Ni lo sueñes -la apretó contra su cuerpo-.

Estaba a punto de perder el control. Vanessa echó la cabeza hacia atrás ofreciéndole los labios.

Ness: A ver si es verdad -lo retó-.

Zac: Vanessa... ¡al infierno con todo!

Incapaz de contenerse un segundo más, Zac se apoderó de su boca. Vanessa se dejó besar y saberla tan rendida no hizo sino excitarlo más todavía. El fuego del deseo se avivaba en su interior por instantes, avanzando por todo el cuerpo peligrosamente.

Por primera vez, se abandonó. No podía pensar en nada, en nada más que en ella y en la ligereza con que el cuerpo de Vanessa aceptaba sus caricias. Era más suave de lo que jamás había imaginado. Tan delicada que parecía poder colarse por sus poros y convertirse en parte de él sin que pudiese hacer nada por evitarlo. La necesitaba con una urgencia abrumadora, desgarradora, mucho más fuerte que el autocontrol que lo caracterizaba y que había perfeccionado durante más años de los que podía recordar. Pero en ese momento no quería seguir conteniéndose.

Con ella todo sería distinto. Con ella, volvería a sentirse limpio. ¿Conseguiría Vanessa dar marcha atrás en el tiempo?

Zac sintió un lateral del colchón contra un muslo y supo que le bastaría un movimiento para estar sobre él con Vanessa. Entonces no importaría nada más que estar con ella... con una mujer. Pero no quería a cualquier mujer. La había querido a ella desde la primera noche al encontrársela en la playa desierta. La había querido a ella desde que sus ojos castaños se habían posado sobre él. Tenía miedo, y no solía asustarse, de que nunca volviese a querer estar con otra mujer.

Mezclado con el deseo, sobrevino un latigazo de dolor. Zac maldijo para sus adentros y la apartó, agarrándola con fuerza por los brazos.

Zac: Presta atención, ¿de acuerdo? -dijo con voz rugosa y quebrada por la excitación-.

Pero Vanessa no pareció advertirlo. Se limitó a sonreír y le acarició una mejilla.

Ness: ¿No lo estaba haciendo?

Zac contuvo las ganas de sacudirla por los hombros y habló con serenidad:

Zac: Tengo que hablar contigo.

Ness: ¿Hablar? -sonrió de nuevo-. ¿Tenemos que hablar?

Zac: Hay cosas que necesito explicarte. Esta mañana...

Dudó, se enredó con las palabras; no estaba seguro de qué quería decir o qué quería hacer. ¿Cómo era posible que la fragancia de Vanessa fuese todavía más intensa de lo que lo había sido un segundo antes? Estaba perdiendo la cabeza.

Ness: Zachary -suspiró adormilada-, he bebido más licor de anís del que me cabe en el cuerpo. Me muero de sueño. Ya he castigado mi cuerpo suficientemente por esta noche. No voy a seguir tentando a la suerte.

Zac: Vanessa -insistió. Respiraba más deprisa de lo normal. El pulso le zumbaba en los oídos. Debía dejarla tranquila, lo sabía. Debía dejarla en paz... por el bien de los dos. Pero siguió sujetándola-. No te duermas, escúchame -le ordenó-.

Ness: Estoy cansada de escuchar -soltó una risilla-. De escuchar. Hazme el amor o lárgate.

Apenas abría los ojos una rendija, pero fue suficiente para hechizarlo. Zac se había quedado sin fuerzas para seguir reprimiéndose.

Zac: Maldita seas -murmuró mientras caían sobre el colchón-. Eres una bruja.

Había aguantado lo máximo, pero ya no podía seguir resistiéndose. El cuerpo de Vanessa era tan ligero y dulce como un buen vino. Por fin podía tocarla por donde quisiera. Ella sólo suspiraba. Cuando incrustó los labios contra su boca, Vanessa se rindió. Pero al rendirse fue a él a quien hizo prisionero. Pagaría un precio, un precio en dolor y sufrimiento, por sucumbir a la tentación. Pero en ese instante le daba igual el mañana. En ese preciso momento, Vanessa era de él. Y con eso bastaba.

Le arrancó la combinación. Estaba demasiado ansioso, demasiado desesperado. Pero ella no protestó por el desgarrón de la prenda. Zac emitió un gruñido primitivo y la devoró.

Sabores... Vanessa tenía sabores deliciosos. Permanecían en su lengua y le aturdían la cabeza. La miel de los labios y la dulzura delicada de su piel lo enloquecían, lo impulsaban en busca de más, al encuentro de todo. No fue atento. Hacía tiempo que había rebasado el límite de las galanterías, pero los gemidos de Vanessa indicaban que también ella estaba disfrutando.

De la boca de Zac salían palabras, en voz baja, llenas de deseo. No estaba seguro de si estaba maldiciéndola por hacerle perder el sentido o si le estaba haciendo cientos de promesas descabelladas. En aquel momento, le daba igual. Tenía unas necesidades que satisfacer. Necesidades que comprendía, que ya había sentido antes. Pero había algo más, algo más fuerte y posesivo. El contacto de la piel contra la piel lo hizo olvidarse de todo. Un incendio de pasión arrasó el poco autocontrol que aún conservaba. Vanessa se estaba fundiendo contra él. A Zac le resultaba tan placentero como doloroso, pero no tenía fuerzas para resistirse.

Vanessa lo acariciaba por todas partes, movía el cuerpo para marcarle el ritmo. Zac ya no sabía quién llevaba la iniciativa y quién seguía al otro. La boca de Vanessa era dulce y receptiva, pero también firme. Su cuerpo era dócil y flexible, pero también exigente. Seguro que tendría la piel bronceada por el sol. Ardía en deseos de verla, pero Zac sólo captaba el brillo de sus ojos en la oscuridad de la habitación.

Cuando Vanessa le puso una mano en la nuca para que la besara con más fuerza, dejó de ver en absoluto, plenamente cegado por la pasión. Su esencia a jazmín penetraba el olfato de Zac, lo excitaba, lo llenaba todo hasta el punto de hacerle creer que nunca podría oler otra fragancia.

Sacando fuerzas de flaqueza, trató de recuperar la cordura. No podía entregarse a ella de ese modo. No podía. Si no se protegía, no era nada: un hombre vulnerable, muerto...

Pero esa noche merecía la pena arriesgarse.




Vanessa borracha, qué imagen XD
Y Zac aprovechándose de ella, muy mal ¬_¬

¡Gracias por los coments!
¡Comentad, please!

¡Besis!  


2 comentarios:

Lu dijo...

Me ha encantado el capitulo.
Ness borracha me sorprende...


Sube pronto

Maria jose dijo...

Muy buen capítulo
En verdad que vanessa borracha
Es muy divertida
Ya quiero que sea el dia siguiente
Para saber que pensara vanessa
Amo la novela
Siguela pronto


Saludos

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