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martes, 18 de octubre de 2016

Capítulo 10


La villa susurraba y temblaba como una mujer anciana. A pesar de todas las promesas que se había hecho por la mañana, Vanessa no podía dormir. Daba vueltas y más vueltas en la cama y se despertaba sobresaltada en cuanto lograba conciliar el sueño. Para Zac era muy fácil colarse en su cabeza mientras dormía. Se había obligado a no pensar en él durante el día y no se rendiría por unas pocas horas de descanso.

Sin embargo, despierta y sola, se le vino a la memoria la cala: la cara bajo el agua, la colilla de tabaco negro. Y el rostro de Amber, pálida, casi sin vida, con el pelo cayendo hasta casi tocar el suelo.

¿Por qué no conseguía librarse de la sospecha de que la sobredosis de Amber estaba relacionada con la muerte del pescador?

Había demasiado espacio, demasiado silencio en la villa para soportarlo en soledad. Hasta el aire parecía caliente y opresivo. Cuando la fatiga empezó a vencerla, Vanessa se sumió en un duermevela inconstante, despertando y durmiéndose cada pocos minutos, en esa tierra vulnerable en que ya no se pueden controlar los pensamientos.

Todavía podía oír la voz de Scott, fría y llena de odio, diciéndole que lo mejor que podía ocurrir era que Amber se muriese. Recordó después los ojos de Derek, tan calmados, mientras se llevaba un cigarro negro a los labios. Pensó también en Andrew, sonriendo melancólico mientras esperaba a que llegase su barco. Y en Ash, jurando con vehemencia que protegería a su marido de cualquier cosa y cualquier persona. Luego vio el filo del cuchillo, tan letal. Aunque no aparecía en el sueño, Vanessa sabía que era la mano de Zac la que lo empuñaba.

Vanessa soltó un grito estrangulado, despertó de un respingo y se sentó sobre la cama. No, no podía dormirse. No estando sola. No se atrevía.

Para no darse la oportunidad de pensar, se levantó y se puso unos vaqueros y una camisa. La playa le había proporcionado un poco de paz esa misma tarde. Quizá lograra serenarla también por la noche.

El espacio no la aprisionaba en el exterior. Afuera no había paredes ni habitaciones vacías, sino estrellas y el olor de las flores. Se oía el rumor de las hojas de los cipreses. El miedo iba desinflándose con cada paso que daba. Se dirigió hacia la playa.

La luna estaba casi llena, de un blanco intenso. La brisa procedente del mar era unos grados más fría que el aire que se había concentrado en su habitación. Siguió el camino sin vacilar, sin temor. El instinto le decía que nada malo le ocurriría esa noche.

Después de subirse los bajos de los pantalones, se quedó quieta, dejando que el agua le acariciase los tobillos, cálida y sedosa. Vanessa respiró el aire húmedo del mar. Aliviada, estiró los brazos hacia el cielo.

Zac: ¿Nunca aprenderás a quedarte en la cama?

Vanessa se dio la vuelta y se encontró frente a frente con Zac. ¿La habría estado observando?, se preguntó. No lo había oído acercarse. Enderezó la espalda y lo miró con frialdad. Como ella, llevaba unos vaqueros y estaba descalzo. Tenía la camisa desabotonada, dejando al descubierto su torso. ¿Qué locura la tentaba a lanzarse sobre él? Pero fuese la locura que fuese, consiguió someterla.

Ness: No es asunto tuyo -respondió finalmente-.

También Zac tuvo que contenerse para no agarrarla y hacerle el amor allí mismo. Había estado de pie, insomne junto a la ventana, cuando la había visto salir de casa. Casi por acto reflejo, sin saber lo que hacía, había ido a buscarla. Y Vanessa lo había saludado con la gélida animadversión con que se había despedido de él.

Zac: ¿Se te ha olvidado lo que les pasa a las mujeres que pasean solas por la playa durante la noche? -preguntó en tono burlón al tiempo que le acariciaba el pelo-.

La tocaría si así lo quería, pensó furioso. Nadie se lo impediría.

Ness: Si piensas tumbarme y arrastrarme, te advierto que esta vez morderé y arañaré -dijo después de apartar la cabeza para evitar el contacto de sus dedos-.

Zac: Suena interesante. Pensaba que ya te habrías cansado de la playa por hoy, Afrodita. ¿O estás esperando a Andrew otra vez?

Vanessa dejó pasar la provocación y tampoco hizo caso del cosquilleo que sentía cada vez que la llamaba con ese nombre.

Ness: No espero a nadie. He venido a estar sola. Si me dejas en paz, quizá consiga disfrutar un rato.

Herido, Zac la agarró con tanta fuerza que Vanessa no pudo evitar soltar un quejido de dolor.

Zac: ¡Maldita sea, Vanessa! -exclamó frustrado-. No me retes o me encontrarás. Yo no soy tan cándido como mi primo Andrew.

Ness: Quita las manos de encima -dijo con frialdad. Lo miró a los ojos con tanta serenidad y desprecio como pudo. No podía volver a acobardarse-. Te vendría bien aprender de Andrew... o de Derek. Ellos sí que saben tratar a una mujer -añadió sonriente-.

Zac maldijo en griego con enorme maestría. Incapaz de hacer otra cosa, la apretó con más fuerza, pero esa vez Vanessa no gritó. Se limitó a observar la expresión furiosa de Zac. Parecía un demonio, violento, sin el menor vestigio del hombre que la mayoría creía que era. Le produjo un placer perverso saber que tenía poder para hacerle perder los nervios.

Zac: ¿Así que también te has ofrecido a Derek? -escupió las palabras mientras trataba de recuperar el control mínimamente-. ¿Cuántos hombres necesitas?

Se sintió ofendida, pero no explotó.

Ness: ¿No es curioso que sea tu parte griega la que te domina cuando estás enfadado? Francamente, no entiendo cómo podéis ser familiares Andrew y tú. No os parecéis en nada.

Zac: Disfrutas dándole esperanzas, ¿verdad? -contestó iracundo, disgustado por la comparación. Vanessa apretó los dientes para no gritar de dolor. Se negaba a darle esa satisfacción-. Mujerzuela desalmada. ¿Cuánto tiempo vas a seguir excitándolo?

Ness: ¿Cómo te atreves? -le pegó un empujón. Se llenó de cólera por todas las horas de insomnio y todo el dolor que le había causado-. ¿Cómo te atreves a criticarme por nada? Tú, el de los negocios sucios y las mentiras. Tú que sólo piensas en ti mismo. ¡Te detesto!, ¡odio todo lo que tiene que ver contigo! -añadió al tiempo que pegaba un tirón con el que logró desembarazarse-.

Luego echó a correr hacia el mar, cegada de una ira irracional.

Zac: ¡Estúpida mujer! -la insultó, de nuevo en griego, justo antes de salir tras ella para darle alcance a los pocos metros. El agua llegaba hasta la cintura de Vanessa, la cual, en su intento de escapar, resbaló y cayó sobre él. Zac la sujetó, le dio la vuelta. No podía pensar, no podía razonar-. No creas que voy a suplicar que me perdones. Me da igual lo que sientas: yo hago lo que tengo que hacer, es cuestión de necesidad. ¿Crees que me gusta?

Ness: ¡Me dan igual tus necesidades, tus trapicheos y tus asesinatos! ¡Me da igual todo lo tuyo!, ¡te odio! -le pegó un puñetazo en el pecho y estuvo a punto de perder el equilibrio de nuevo-. Odio todo lo que se acerca a ti. ¡Me odio a mí misma por haber dejado que me tocaras!

Las palabras lo hirieron más de lo que había imaginado. Trató de no recordar cómo se había sentido al estrecharla entre sus brazos, al besarla y sentir que se derretía contra su cuerpo.

Zac: Muy bien. No tienes más que mantenerte alejada y todo irá perfectamente.

Ness: No hay nada que desee más que alejarme de ti -replicó con los ojos vidriosos de rabia-. Ojalá no vuelva a verte ni vuelva a oír tu nombre en la vida.

Zac hizo un esfuerzo sobrehumano por controlarse, pues no había nada que deseara más en aquel instante que estrujarla contra él y suplicarle, como nunca le había suplicado a nadie, por lo que Vanessa estuviese dispuesto a ofrecerle.

Zac: Pues así será, Afrodita. Sigue con tus jueguecitos con Derek, si quieres; pero mucho cuidado con Andrew. Mucho cuidado o te romperé ese cuello tan bonito que tienes.

Ness: No me amenaces. Veré a Andrew tanto como quiera -se apartó el pelo y lo fulminó con la mirada-. No creo que le gustase saber que intentas protegerlo. Me ha pedido que me case con él.

Con un movimiento veloz, levantó a Vanessa y la incrustó contra su pecho. Vanessa pataleó, pero no consiguió nada aparte de terminar los dos calados.

Zac: ¿Qué le has dicho?

Ness: No es asunto tuyo -replicó forcejando. A pesar de que en el agua era escurridiza como las anguilas, no consiguió liberarse-. ¡Suéltame! No puedes tratarme así.

La furia lo estaba devorando. No, se negaba a quedarse de brazos cruzados viendo cómo elegía a otro hombre.

Zac: ¡Qué le has dicho! -repitió en tono imperativo-.

Ness: ¡Que no! -gritó más rabiosa que asustada-. ¡Le he dicho que no!

Zac se relajó. Los pies de Vanessa volvieron a tocar el suelo mientras él componía una sonrisa tensa. De pronto, vio que estaba pálida y se maldijo. ¿Acaso no sabía hacer otra cosa aparte de herirla? ¿Y ella?, ¿tampoco sabía hacer otra cosa aparte de herirlo a él? Si no hubiese tantos obstáculos, si pudiese tirarlos abajo... sería de él.

Zac: De acuerdo. Pero estaré vigilándoos. Andrew es un chico inocente todavía -dijo con voz trémula, aunque Vanessa no tuvo forma de saber si le temblaba de pánico o de rabia. Luego la soltó, consciente de que tal vez fuese la última vez que la tocara-. Supongo que no le has contado lo del amante que has dejado en Estados Unidos.

Ness: ¿Amante? -retrocedió un paso para poner distancia-. ¿Qué amante?

Zac levantó el medallón que colgaba de su cuello y lo soltó antes de ceder a la tentación de arrancárselo de un tirón.

Zac: El mismo que te dio esta chatarra que tanto valoras. Es sencillo adivinar que no estás sola cuando llevas la marca de otro hombre.

Vanessa agarró el pequeño medallón de plata. No había imaginado que pudiera hacerla enfadar más de lo que ya lo estaba. Pero Zac lo había conseguido.

Ness: La marca de otro hombre -repitió con un susurro venenoso-. ¡Típico de ti! A mí nadie me marca, Zachary. Nadie, aunque lo quiera.

Zac: Disculpe usted, Afrodita -se burló-. Era una forma de hablar.

Ness: Me lo dio mi padre -explicó sin soltar el medallón-. Me lo dio cuando tenía ocho años y me rompí un brazo al caerme de un árbol. Es la persona más amable y cariñosa que he conocido. Y tú, Zachary Efron, eres estúpido.

Lo sorteó y echó a andar hacia la orilla, pero Zac reaccionó y la detuvo de nuevo cuando el agua le llegaba a los tobillos. A pesar de sus protestas, la obligó a darse la vuelta y hundió los ojos en los de ella. Casi no podía respirar, pero no era de ira; necesitaba una respuesta y la necesitaba de inmediato, antes de explotar.

Zac: ¿No tienes un amante en Estados Unidos?

Ness: ¡Te he dicho que me sueltes! -gritó-.

Estaba preciosa enfadada. Los ojos le echaban chispas y la piel le brillaba bajo la luna. Levantó la barbilla retándolo a desafiarla. En aquel momento, Zac pensó que podría haber muerto por ella.

Zac: ¿Tienes un amante en Estados Unidos? -le preguntó de nuevo, pero mucho más sereno-.

Ness: No tengo un amante en ninguna parte -contestó orgullosa-.

Zac soltó un gruñido que sonó como un rezo y la levantó de nuevo, pegándola contra su pecho. Tenían la ropa empapada y Vanessa sintió el calor de su cuerpo como si estuviesen desnudos. Contuvo la respiración mientras observaba el brillo triunfal de los ojos de Zac.

Zac: Ahora lo tienes.

Se apoderó de su boca y la dejó sobre la arena.

Fue un beso ardiente, desesperado. Vanessa seguía enfadada, pero aceptó su pasión con avidez. Un segundo después, notó que le estaba quitando la camisa, como si Zac no pudiese soportar la más mínima separación entre ambos.

Vanessa sabía que siempre sería un amante fogoso. Que siempre la amaría con intensidad, sin pensar, sin razonar. Y era una maravilla. No podía negar que lo deseaba. Vanessa echó mano a los botones de la camisa de Zac, deseosa también de estar piel contra piel. Lo oyó reírse con la boca pegada a su cuello.

El bien y el mal habían desaparecido. El deseo era demasiado fuerte. Y el amor. Incluso en medio del fragor, Vanessa supo que lo amaba. Había estado esperando un amor así toda la vida. Y aunque no entendía por qué podía ser Zac el elegido, no era momento para pensarlo. Lo único que sabía era que, por poco que le gustara a que se dedicaba, era a él a quien quería. Lo demás no importaba.

Zac capturó sus pechos desnudos, gruñó y volvió a aplastar los labios contra los de ella. Era tan suave y delicada... Intentó no hacerle ningún moretón, pero la deseaba con un salvajismo que le impedía mantener las riendas. Jamás había querido a una mujer así. No de ese modo. Ni siquiera la primera vez que se había acostado con ella se había sentido con tanto poder.

Vanessa lo estaba consumiendo. Y su boca... ¡Dios!, ¿alguna vez se saciaría del sabor de su boca? Buscó un pecho y le dio un pequeño mordisco.

Vanessa se arqueó y le clavó los dedos en el pelo. Zac estaba murmurando algo, pero respiraba tan entrecortadamente como ella y no lo entendió. Cuando la besó de nuevo, no necesitó entender nada. Notó cómo le bajaba los vaqueros y estaba tan enloquecido que no se dio cuenta de que ella había empezado a bajarle los de él antes. Vanessa sintió que la piel se le incrustaba contra los huesos de Zac.

Después se dejó acariciar por todo el cuerpo, no con la furia de la noche anterior, sino posesivamente, sin dulzura, pero sin fiereza tampoco. La recorrió con las manos y los labios como si nadie tuviese más derecho que él a tocarla. Le introdujo los dedos entre las piernas y Vanessa soltó un grito de placer; luego emitió un gemido atormentado al notar que Zac paraba.

Seguía besándola por todas partes, torturándola con la lengua, haciéndola enloquecer con los dientes. Era como si Zac supiese dar placer a cada centímetro de su cuerpo.

Estaba atrapada entre arena fría, agua fría y una boca caliente. La luna brillaba, bañaba el mar de reflejos blancos, pero ella estaba presa de la oscuridad. A lo lejos, entre los cipreses, se oyó el canto de un búho. Un canto que podría haber sido el suyo propio. Vanessa saboreó la sal impregnada a la piel de Zac; sabía qué este la estaba saboreando también en la de ella. De alguna manera, esa pequeña intimidad la hizo aferrarse a Zac más todavía.

Quizá fuesen los únicos destinados a ser amantes el resto de sus vidas, sin necesitar a nadie más para sobrevivir. El olor de la noche la embriagaba. El olor de Zac. Para ella, siempre serían el mismo.

Entonces dejó de oír, dejó de saber, cuando Zac la llevó más allá de la razón con su boca.

No lo soltaba, lo agarraba exigiéndole, rogándole que la condujera hasta el borde del precipicio y luego avanzara un poco más. Pero Zac esperó, le negó el último alivio, se demoró recreándose y dándole placer hasta que Vanessa pensó que su cuerpo explotaría de la presión que estaba soportando.

Con un beso feroz, silenció sus gemidos y la empujó un centímetro más hacia el abismo. Aunque notaba que el corazón de Zac latía tan rápido como el de ella, parecía como si estuviese dispuesto a permanecer allí de por vida, un instante, una hora, suspendido entre el cielo y el infierno.

Cuando por fin estallaron, Vanessa no supo con certeza de qué lado habían caído; sólo que se habían caído juntos.


Vanessa estaba tumbada, quieta, con la cabeza apoyada sobre el hombro desnudo de Zac. Las olas le acariciaban las piernas con suavidad. Tras aquel acto de pasión desbordada, se sentía fresca, ligera y asombrada. Todavía sentía la sangre palpitando en el pecho de Zac y sabía que nadie, jamás, la había deseado de aquel modo. Y eso le proporcionaba una sensación de poder casi dolorosa. Cerró los ojos para atraparla.

Ni siquiera se había resistido, pensó. No había protestado. Se había entregado sin pensarlo, no sometiéndose al poder de Zac, sino a sus propios deseos. De pronto, atemperado el fuego que le había hecho perder la cabeza, sintió un aguijonazo de vergüenza.

Era un delincuente: un hombre egoísta que sembraba la desgracia en los demás para enriquecerse. Y ella le había entregado su cuerpo y su alma. Tal vez no tuviese control sobre su corazón, pero, siendo sincera, Vanessa sabía que sí habría podido dominar su cuerpo. Sintió un escalofrío y se apartó de él.

Zac: No, quédate -le acarició el pelo con la nariz mientras la acercaba al costado con un brazo-.

Ness: Tengo que irme -murmuró. Se apartó tanto como se lo permitió el brazo de Zac-. Por favor, suéltame.

Zac se incorporó hasta mirarla hacia abajo. Sonrió. Parecía relajado y satisfecho.

Zac: No -contestó sin más-. No volverás a abandonarme.

Ness: Zachary, por favor -insistió-. Es tarde. Tengo que irme.

Zac se quedó quieto un segundo, luego le agarró la cara y le giró la cabeza para que lo mirara a los ojos. Vio que estaba a punto de llorar y maldijo.

Zac: ¿Qué pasa? Acabas de darte cuenta de que te has entregado a un delincuente y te ha gustado, ¿no?

Ness: Calla -cerró los ojos-. Déjame. Sea lo que sea, he hecho lo que quería.

Zac la miró. El brillo de las lágrimas había desaparecido, pero sus ojos estaban apagados. Maldijo de nuevo, agarró su camisa, parcialmente seca, e incorporó a Vanessa hasta tenerla sentada. Atenas se podía ir al infierno.

Zac: Ponte esto -le ordenó al tiempo que le colocaba la camisa sobre los hombros-. Vamos a hablar.

Ness: No quiero hablar. No hace falta que hablemos.

Zac: He dicho que vamos a hablar. Me niego a que te sientas culpable por lo que acaba de pasar -le metió un brazo por una manga-. No puedo aceptarlo. Es demasiado. No puedo explicar por qué... hay cosas que no conseguiré explicar en la vida.

Ness: No te estoy pidiendo ninguna explicación.

Zac: Me la pides cada vez que me miras -sacó un cigarrillo del bolsillo de la camisa y lo encendió-. Mi negocio de importación y exportación me ha proporcionado muchos contactos a lo largo de los años. Algunos de los cuales, supongo, no te parecerán bien -añadió justo antes de soltar una bocanada de humor-.

Ness: Zachary, yo no...

Zac: Cállate. Cuando un hombre está dispuesto a abrir su corazón, no deberías interrumpirlo -dio otra calada al cigarro-. Cuando tenía poco más de veinte años, conocí a un hombre que me consideró adecuado para cierto tipo de trabajo. A mí me pareció fascinante. El peligro puede resultar adictivo, como cualquier otra droga.

Sí, pensó ella mirando hacia el mar. Aunque sólo fuese eso, hasta ahí sí podía comprender a Zac.

Zac: Empecé a trabajar para él. En general, disfrutaba haciéndolo. Estaba contento. Es increíble que una forma de vida con la que he vivido a gusto diez años se convierta en una prisión en sólo una semana.

Vanessa dobló las piernas y se abrazó las rodillas contra el pecho mientras dejaba la vista perdida en el mar. Zac le acarició el pelo, pero ella siguió sin mirarlo. Hablar le estaba resultando más difícil de lo que había imaginado. Incluso cuando terminase de hacerlo, Vanessa podía rechazarlo. Entonces se quedaría sin nada... solo. Chupó el cigarrillo y vio el brillo rojo de la punta.

Zac: Vanessa, he hecho cosas... -soltó un taco en voz baja-. He hecho cosas que no te contaría aunque fuese libre de hacerlo. No te gustarían.

Ness: Has matado personas -dijo, por fin mirándolo a la cara-.

Le costó contestarle, pero consiguió responder con serenidad:

Zac: Cuando ha sido necesario.

Vanessa bajó la cabeza de nuevo. Había tenido la esperanza de que no fuese un asesino. Si Zac lo hubiera negado, habría intentado fiarse de su palabra. No había querido creer que fuese capaz de hacer lo que ella consideraba el peor pecado posible: quitarle la vida a otra persona.

Zac frunció el ceño y lanzó el cigarro al mar. Podría haberle mentido, pensó furioso. ¿Por qué no le había mentido? Era un experto en engaños. Pero a ella no podía mentirle, se dijo al tiempo que suspiraba. Ya no.

Zac: Hice lo que tenía que hacer -dijo sin más-. No puedo borrar cómo he vivido estos diez últimos años. Bueno o malo, fue el camino que elegí. No puedo disculparme por ello.

Ness: No, no te estoy pidiendo que te disculpes. Lo siento si te da esa impresión. Por favor, Zachary, vamos a dejarlo. Tu vida es tu vida. No tienes por qué justificarte.

Zac: Vanessa... -decidió sincerarse. No podía seguir guardando silencio mientras la veía sufrir, tratando de comprender-. Los últimos seis meses he estado intentando desarticular la red de contrabando que actúa entre Turquía y Lesbos.

Vanessa lo miró como si no lo hubiese visto hasta entonces.

Ness: ¿Desarticular? Pero yo creía... me dijiste...

Zac: Nunca te he dicho gran cosa -atajó-. Te dejé que sacaras tus propias conclusiones. Era mejor así. Era necesario.

Vanessa permaneció quieta unos segundos mientras trataba de organizar los pensamientos.

Ness: Zachary, no entiendo. ¿Me estás diciendo que eres policía?

Él se echó a reír y, de pronto, se sintió de mejor humor.

Zac: Policía no, Afrodita.

Ness: ¿Espía entonces? -preguntó con el ceño fruncido-.

Zac le agarró la cara entre las manos. ¡Era tan dulce!

Zac: Eres demasiado romántica, Vanessa. Digamos que soy un hombre que viaja y obedece órdenes. Conténtate con eso, no puedo decirte más.

Ness: La primera noche en la playa... -dijo como si empezasen a encajar las últimas piezas del puzzle-. Estabas vigilando al hombre que dirige la red de contrabando. Fue a él a quien siguió Peter.

Zac frunció el ceño y bajó las manos. Creía en él sin hacerle preguntas ni dudar. Ya se había olvidado de que había matado... y cosas peores. ¿Por qué, entonces, cuando se lo estaba poniendo tan fácil, le resultaba tan complicado seguir adelante?

Zac: Tenía que quitarte de en medio. Sabía que ese tipo pasaría por esa parte de la playa camino de la casa de Stevos. A Stevos lo mataron porque sabía lo que yo aún no sé: la posición exacta del jefe dentro de la organización. Creo que pidió un aumento, intentó chantajearlo y se encontró con un cuchillo en la espalda.

Ness: ¿Quién es él, Zachary?

Zac: No, aunque estuviese seguro, no te lo diría. No me hagas preguntas que no puedo responder, Vanessa. Cuanto más sepas, más peligro corres -dijo con firmeza-. En su momento pensé en utilizarte, y mi organización estaba muy interesada en ti por tu conocimiento de idiomas; pero soy un hombre egoísta. No pienso dejar que te involucres. Les dije a mis socios que no estabas interesada -finalizó enrabietado-.

Ness: Eso es un poco presuntuoso por tu parte -arrancó-. Soy muy capaz de tomar decisiones por mí misma.

Zac: No tienes que tomar ninguna decisión -sentenció-. Y una vez que confirme la identidad del jefe de la red, mi trabajo habrá terminado. Atenas tendrá que aprender a arreglárselas sin mí.

Ness: No vas a seguir haciendo... -hizo un gesto impreciso. No sabía cómo llamar a su trabajo-. ¿Vas a dejar ese trabajo?

Zac: Sí -miró hacia el mar-. Ya he estado demasiado tiempo.

Ness: ¿Cuándo decidiste dejarlo?

«La primera vez que hice el amor contigo», pensó y estuvo a punto de decirlo. Pero no era totalmente cierto. Todavía tenía que contarle una cosa más.

Zac: El día que llevé a Amber a dar una vuelta en la lancha -dejó salir el aire con rabia y se giró hacia Vanessa. No estaba seguro de que ésta fuese a perdonarlo por lo que iba a decir-: Amber está metida en esto, hasta el fondo.

Ness: ¿En el contrabando? Pero...

Zac: Sólo puedo decirte que lo está y que parte de mi trabajo era sacarle información. La llevé a dar esa vuelta en lancha con intención de hacerle el amor para ayudarla a que se le fuera la lengua -confesó e hizo una pausa antes de continuar-. Se estaba viniendo abajo por la presión y yo estaba a punto de conseguir que hablara. Por eso intentaron matarla.

Ness: ¿Matarla? -trató de controlar el tono de la voz, a pesar de lo difícil que le resultaba digerir lo que estaba oyendo-. Entonces, ¿seguro que no fue un intento de suicidio?

Zac: Amber no se habría suicidado nunca.

Ness: No... es verdad -aceptó hablando despacio-. Tienes razón.

Zac: Si hubiese tenido unos días más para sonsacarle información, habría conseguido lo que necesitaba.

Ness: Pobre Scott. Se llevará un disgusto terrible si llega a saber que estaba metida en esto. Y Derek... -dejó la frase sin terminar. Recordó la mirada vacía de Derek y sus palabras: «tan bella... tan perdida». Quizá ya sospechaba algo-. ¿No puedes hacer nada?, ¿lo sabe la policía?, ¿el capitán Trípolos? -preguntó, mirándolo con confianza en esta ocasión-.

Zac: Trípolos sabe muchas cosas y sospecha más -le agarró una mano. Necesitaba sentirla cerca-. Yo no trabajo directamente para la policía. Iría muy despacio. Ahora mismo, Trípolos me tiene como principal sospechoso de un asesinato y de un intento de asesinato, y cree que soy el jefe enmascarado de la red de contrabando -añadió con alegría-.

Ness: Se nota que te gusta tu trabajo -lo miró y reconoció un brillo aventurero en los ojos de Zac-. ¿Por qué vas a dejarlo? -preguntó entonces y la sonrisa de Zac se desvaneció-.

Zac: Como te digo, estuve con Amber. No era la primera vez que recurría a ese método. El sexo puede ser un arma o una herramienta: es así -Vanessa bajó la mirada hacia la arena-. Había bebido demasiado champán y se quedó dormida enseguida; pero habría habido más oportunidades. Desde ese día, no me he sentido limpio... Hasta esta noche -añadió mientras le ponía un dedo bajo la barbilla para levantarle la cabeza-.

Vanessa lo miró de cerca, con detenimiento, buscando respuestas. En sus ojos vio algo que sólo había intuido una vez: arrepentimiento, y un ruego de comprensión. Levantó los brazos, lo agarró por la nuca y empujó para llevarse la boca de Zac a la suya. Sintió algo más que sus labios: el alivio de sentirse perdonado.

Zac: Vanessa, si pudiera dar marcha atrás en el tiempo y vivir esta última semana de otro modo... -dijo al tiempo que la tumbaba sobre la arena- no creo que actuara de forma distinta -finalizó tras un segundo de duda-.

Ness: Bonita forma de disculparte, Zac.

Éste no podía apartar las manos del cuerpo de Vanessa. Estaban otra vez pegados, excitándose.

Zac: Todo esto terminará mañana por la noche. Luego estaré libre. Vámonos juntos a algún sitio unos cuantos días. Donde sea.

Ness: ¿Mañana? -trató de conservar un mínimo de lucidez mientras el cuerpo iba calentándose-. ¿Por qué mañana?

Zac: Por un pequeño desajuste que provoqué anoche. Ven, estamos cubiertos de arena. Vamos a bañarnos.

Ness: ¿Desajuste? -repitió mientras Zac la ponía de pie-. ¿Qué clase de desajuste?

Zac: No creo que nuestro hombre misterioso vaya a alegrarse de haber perdido un cargamento -murmuró después de retirarle de los hombros la camisa que le había dejado-. Me hice pasar por él -explicó con una sonrisa triunfal-.

Ness: ¡Le robaste!

La estaba metiendo en el agua. El corazón le saltaba mientras contemplaba su cuerpo iluminado por la luna.

Zac: Con una facilidad impresionante -cuando el agua llegó hasta la cintura de Vanessa, la atrajo contra el pecho. El mar los mecía mientras la exploraba de nuevo-. Peter y yo habíamos observado cómo actuaban varias veces. Acabábamos de vigilar una de sus transacciones la noche que te encontré en la playa -explicó después de besarla en la boca y posar los labios en su cuello a continuación-.

Ness: ¿Qué va a pasar mañana por la noche? -se retiró lo suficiente para interrumpir el contacto-. ¿Qué va a pasar, Zachary? -insistió asustada-.

Zac: Estoy esperando cierta información de Atenas. Cuando llegue, sabré mejor cómo debo moverme. En cualquier caso, estaré presente cuando el enmascarado vuelva a actuar mañana por la noche.

Ness: ¿No irás solo? -preguntó agarrándole los hombros-. Ese hombre ya ha matado.

Zac frotó su nariz con la de Vanessa.

Zac: ¿Te preocupas por mí, Afrodita?

Ness: ¡No bromees!

Zac notó que estaba realmente asustada y habló con calma para serenarla.

Zac: Mañana por la tarde, Trípolos ya estará al corriente de todo. Si todo va según el plan, puede que yo mismo lo informe -dijo y sonrió al ver el ceño de Vanessa-. Se llevará el reconocimiento por las detenciones que se hagan.

Ness: ¡No es justo! Después de todo lo que has trabajado, de tanto tiempo, ¿por qué...?

Zac: Cállate, Vanessa. No puedo hacerle el amor a una mujer que no para de protestar.

Ness: Zachary, sólo intento comprender.

Zac: Comprende esto -replicó impaciente al tiempo que la abrazaba de nuevo-. Te he querido desde que te vi sentada en esa maldita roca. Llevas días torturándome. Me tienes loco. Y no pienso aguantar más, Afrodita. Ni un segundo más.

Bajó la boca y el resto del mundo desapareció.




Pues se podría decir que hemos conocido el lado tierno de Zac. Aunque un poco curioso XD

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¡Besis!


2 comentarios:

Lu dijo...

Que lindo capitulo.
Me alegra saber que Zac no esta del lado de los malos... eso ya me preocupaba. Y que bonita demostracion de amor.
Espero que no le pase nada a el y a Ness, ahora que sabe un poco mas del tema.



Ame el capitulo, sube pronto

Maria jose dijo...

Hooohhh que bien ya se sabe la historia
Ellos ya estan bien
Pero presiento que algo esta por pasar
Creo q zac esta en peligro
La novela se pone aun mejor
Síguela pronto


Saludos

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