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sábado, 22 de octubre de 2016

Capítulo 11


Los vaqueros seguían mojados cuando Vanessa se los puso sonriente.

Ness: Estaba tan furiosa contigo que me metí en el agua totalmente vestida.

Zac se abrochó el botón de sus pantalones.

Zac: El sentimiento era recíproco.

Vanessa giró la cabeza y lo miró levantarse y, desnudo de cintura para arriba, sacudir como podía la arena de la camisa. Un brillo travieso iluminó los ojos de ella. Se acercó, le puso las manos sobre el torso, se tomó su tiempo, disfrutó acariciándolo hasta entrelazar las manos tras la nuca de Zac, y le dijo:

Ness: ¿Sí?, ¿te ponía furioso pensar que el medallón era de un amante que estaba esperándome en Estados Unidos?

Zac: No -mintió con una sonrisa de indiferencia. Luego agarró la camisa por sendas mangas y la utilizó para rodear la cintura de Vanessa y acercársela un poco más-. ¿Por qué iba a importarme?

Ness: Ah, bueno -le dio un mordisquito en el labio inferior-. Si te da igual, entonces no te molestará que te hable de Jack.

Zac: Mejor que no -murmuró antes de devorarle la boca. A pesar de que tenían los labios pegados, Zac oyó las risas ahogadas de Vanessa-. Eres una bruja. Parece que me prefieres cuando estoy enfadado -añadió justo antes de aumentar la presión del beso hasta que las risas se tornaron en un mero suspiro-.

Ness: Te prefiero -contestó sin más al tiempo que apoyaba la cabeza sobre el hombro de Zac-.

Éste la rodeó en un abrazo fuerte y posesivo. Aun así, sabía que la fuerza no bastaría para retenerla.

Zac: Eres una mujer peligrosa -murmuró-, Lo supe la primera vez que te vi.

Vanessa soltó una risotada y echó la cabeza hacia atrás:

Ness: La primera vez que me viste me llamaste gata salvaje.

Zac: Y lo eres -dijo al tiempo que buscaba una vez más los labios de Vanessa-.

Ness: Ojalá se detuviese el tiempo -comentó. De pronto, notó que el corazón se le había acelerado-. Que se parara en este momento y no hubiese un mañana. No quiero que salga el sol.

Zac hundió la cara en el cabello de Vanessa. Se sentía culpable. La había atemorizado desde el primer instante. Aun amándola, sólo había conseguido asustarla. No tenía derecho a decirle que su corazón le pertenecía si quería aceptarlo. Si lo hacía, Vanessa podría empezar a rogarle que abandonara su responsabilidad y dejase aquel trabajo a medio terminar. Y él haría lo que le pidiese, estaba seguro. Y nunca más volvería a sentirse hombre.

Zac: No desees que la vida se detenga -dijo por fin-. El sol saldrá mañana y luego volverá a ponerse. Y cuando vuelva a salir, tendremos todo el tiempo del mundo para nosotros.

Tenía que confiar en él, no le quedaba más remedio que creer que estaría a salvo... que en poco más de veinticuatro horas Zac pondría fin a esa vida de peligros que tantos años llevaban acechándolo.

Ness: Ven conmigo ahora -levantó la cabeza y sonrió. Preocuparse no le serviría de nada-. Ven conmigo a la villa y vuelve a hacerme el amor.

Zac: Me tientas, Afrodita -se inclinó y le besó ambas mejillas en un gesto que a Vanessa le resultó insoportablemente delicado y dulce-. Pero estás cansada. Te dormirías de pie si te dejara. Ya habrá más noches. Te acompaño.

Vanessa dejó que la condujese hacia las escaleras de la playa.

Ness: Puede que no te sea tan fácil como crees dejarme sola una vez que estemos en la villa -comentó sonriente-.

Zac soltó una risotada y la apretó contra un costado mientras seguían andando.

Zac: Fácil no, pero...

De pronto, levantó la cabeza como si estuviese olisqueando el aire. Aguzó la vista y barrió con la mirada los acantilados.

Ness: Zachary, ¿qué...?

Pero él le tapó la boca con una mano al tiempo que, de nuevo, la ocultaba bajo la sombra de los cipreses. Vanessa sintió que el corazón se le subía a la garganta, una vez más, pero esa vez no forcejeó.

Zac: Estate quieta y no hables -susurró. Le quitó la mano de la boca y le apoyó la espalda contra el tronco de un árbol-. Ni una palabra, Vanessa.

Ella asintió, pero Zac no estaba mirándola. Sus ojos estaban clavados en los acantilados. De pie bajo los cipreses, observaba y esperaba. Entonces volvió a oírlo: el leve roce de una bota sobre las rocas. Se puso tenso y escudriñó los alrededores hasta que por fin vio la sombra. De modo que había salido a recoger la mercancía, se dijo Zac apretando los labios mientras veía la silueta negra deslizándose por las peñas. Pues no iba a encontrarla, le dijo a la sombra en silencio.

Zac: Vuelve a la villa y quédate ahí -e dijo a Vanessa tras regresar sigilosamente a su lado-.

La calidez que había encontrado en su voz minutos antes había dado paso a una expresión fría y calculadora.

Ness: ¿Qué has visto? ¿Qué vas a hacer?

Zac: Haz lo que te digo -la agarró por un brazo y la empujó hacia las escaleras de la playa-. Vete rápido, no tengo tiempo que perder. O le perderé la pista.

Era él. Vanessa sintió un escalofrío. Tragó saliva.

Ness: Voy contigo.

Zac: No digas tonterías -la empujó de nuevo-. Vuelve a la villa, mañana te cuento -añadió impaciente-.

Ness: No -se soltó-. He dicho que voy contigo y voy contigo. No puedes impedírmelo.

Estaba de pie, con los brazos en jarras, y los ojos le brillaban con una mezcla de temor y determinación. Zac maldijo, consciente de que cada segundo que permanecía junto a ella estaba un segundo más lejos de alcanzar al hombre.

Zac: No tengo tiempo para...

Ness: Entonces no lo pierdas discutiendo -atajó con calma-. Voy contigo.

Zac: Lo que tú quieras.

Zac se dio la vuelta y echó a andar. No aguantaría ni cinco minutos sobre las rocas sin zapatos, pensó. Volvería a la villa cojeando en menos de diez. Aceleró el paso sin esperarla. Vanessa apretó los dientes y se apresuró para seguir el ritmo de Zac.

Tras subir las escaleras de la playa, comenzó el ascenso de los acantilados sin prestar atención a Vanessa. Miró hacia el cielo y lamentó que la noche fuese tan clara. Una nube ocultando la luna le permitiría arriesgarse y acercarse al hombre que perseguía. Se apoyó en un peñasco y siguió escalando. Unas piedrecillas se aflojaron y cayeron. Miró hacia abajo y lo sorprendió ver que Vanessa no se había rezagado.

Maldita mujer, pensó con tanta exasperación como admiración. Sin decir palabra, le tendió una mano y la ayudó a encaramarse junto a él.

Zac: Idiota -tenía ganas de atarla y besarla al mismo tiempo-. Vuelve a la villa. No tienes zapatos.

Ness: Tú tampoco.

Zac: Testaruda.

Ness: Sí.

Zac soltó un exabrupto y continuó el ascenso. No podía arriesgarse a ir por el camino abierto bajo la luz de la luna, de modo que siguió avanzando entre las rocas. Aunque no podría ver a su presa, sabía adonde se dirigía.

Vanessa se golpeó el talón de un pie con una roca y se mordió un labio para no gritar. Cerró los ojos con fuerza para reprimir el dolor y siguió adelante. No era momento para quejarse. No estaba dispuesta a dejar que Zac se fuese sin ella.

Éste se detuvo ante un peñasco difícil de abordar para considerar las opciones que tenía. Rodearlo llevaría demasiado tiempo. Si hubiera estado solo... y armado, se habría arriesgado a salir al camino. Con suerte, el hombre al que perseguía le sacaría suficiente ventaja y, si se sentía confiado, no miraría hacia atrás. Pero no estaba solo, pensó disgustado. Y sólo tenía sus manos para proteger a Vanessa si los descubrían.

Zac: Escúchame -susurró con la esperanza de asustarla al tiempo que la agarraba por los hombros-. Ese tipo ha matado... y ha matado más de una vez, te lo prometo. Cuando descubra que el opio no está donde espera, sabrá que lo han seguido. Vuelve a la villa.

Ness: ¿Quieres que llame a la policía? -preguntó con calma, aunque Zac había conseguido asustarla-.

Zac: ¡No! -exclamó más alto de lo prudente-. No puedo perder esta oportunidad de ver quién es... Vanessa, no estoy armado. Si él...

Ness: No voy a irme, Zachary. Pierdes el tiempo.

Zac maldijo de nuevo, pero consiguió no perder los nervios.

Zac: Está bien. Pero harás exactamente lo que te diga o te prometo que te dejaré inconsciente y te esconderé detrás de una roca.

Vanessa no dudó que hablaba en serio.

Ness: Adelante -dijo, de todos modos, alzando la barbilla-.

Zac subió a la loma que el camino atravesaba. Antes de darse la vuelta para poder ayudarla, Vanessa ya se las había ingeniado para encaramarse también ella. La miró a los ojos y pensó que era el sueño de cualquier hombre: una mujer fuerte, bella y leal. Le agarró una mano y aceleró el paso, ansioso por recuperar el tiempo que había perdido discutiendo con ella. Cuando sintió que llevaban demasiado tiempo descubiertos, abandonó el camino para regresar de nuevo a las rocas.

Ness: ¿Adónde va? -susurró entrecortadamente-.

Zac: A una pequeña gruta cerca de la casa de Stevos. Piensa que va a recoger la mercancía de anoche -dijo sonriente-. No encontrará el opio y le empezarán a entrar sudores. Ahora agáchate, ni una palabra más.

Vanessa se fijó en la noche tan hermosa que hacía bajo la luz de la luna. El cielo, de terciopelo, estaba cuajado de estrellas. Hasta los arbustos de maleza que crecían entre las peñas le parecían tener cierto encanto etéreo. El mar los arrullaba a lo lejos. Un búho cantó satisfecho. Vanessa pensó que también habría flores azules cerca. Pero no podía mirar. Permaneció quieta hasta que Zac le dio permiso para arrastrarse unos metros.

Zac: Es ahí arriba. Quédate aquí -le ordenó-.

Ness: No...

Zac: No discutas -atajó-. Me moveré más rápido sin ti. No te muevas y no hagas ningún ruido.

Antes de que pudiera contestar, se había alejado, reptando sobre el suelo. Vanessa lo observó hasta que su cuerpo quedó tapado por una cadena de rocas. Luego, por primera vez desde que habían iniciado la persecución, se puso a rezar.

Zac sabía que no podía precipitarse. Si calculaba mal el momento, se encontraría cara a cara con su presa. La detención tendría lugar la siguiente noche, pero necesitaba saber a quién había estado persiguiendo durante seis meses. Era una tentación irresistible.

Había más rocas y árboles tras los que ocultarse. Zac los utilizó mientras se acercaba a la casa del asesinado. Se notaba que habían quitado la maleza para montar un jardín, pero al final no habían llegado a plantar nada. Zac se preguntó qué habría sido de la mujer que a veces compartía la cama de Stevos y le lavaba las camisas. Entonces volvió a oír el roce de una pisada sobre una roca. Estaba a menos de cien metros, calculó al tiempo que avanzaba hacia la boca de la cueva.

Oyó movimiento en el interior. Zac se cubrió con una roca y esperó paciente, atento. El grito furioso que resonó en la cueva fue como una inyección de placer. Oyó entonces que el hombre hacía más ruido, como si se moviese con nerviosismo. Debía de estar buscando la mercancía, concluyó Zac sonriente. Estaría tratando de descubrir alguna señal que indicase que le habían robado. Pero no, los paquetitos blancos que tanto extrañaba no habían llegado a la cueva.

Entonces lo vio: salió de la gruta... todo de negro, todavía enmascarado. «Quítate la máscara», le ordenó Zac en silencio. Tenía que quitársela para poder verle la cara.

El hombre estaba de pie, a la sombra, en la boca de la cueva. Estaba iracundo. Giró la cabeza a un lado y otro como si estuviera buscando algo... o a alguien.

Oyeron el ruido al mismo tiempo. Unas piedrecillas desprendidas, el frufrú de un arbusto. ¡Santo cielo, Vanessa!, pensó Zac mientras se levantaba y salía de su escondite. Entonces la vio: vio la pistola que el enmascarado llevaba en la mano. Luego lo vio a él fundirse entre las sombras.

Con el corazón desbocado, Zac se dispuso a atacarlo. Podía pillarlo desprevenido, pensó, ganar suficiente tiempo para gritar y avisar a Vanessa de que huyera. Tuvo miedo... no por su propia integridad, sino de pensar que no fuese a correr suficientemente deprisa.

El arbusto que había en medio del camino se movió. Zac se dispuso a saltar.

De pronto, una cabra más glotona que inteligente salió del matorral y se marchó en busca de alguna rama más suculenta.

Zac se ocultó tras la roca, furioso por estar temblando. Aunque Vanessa no había hecho más que lo que él le había ordenado, la maldijo con todas sus fuerzas.

De pronto, el hombre enmascarado blasfemó, enfundó la pistola y avanzó hacia el camino. Al pasar por delante de Zac, se quitó la máscara.

Y Zac le vio la cara, los ojos, y lo supo.


Vanessa seguía acurrucada tras la roca donde Zac la había dejado, abrazándose las rodillas contra el pecho. Tenía la sensación de llevar una eternidad esperando. Estaba atenta a cualquier sonido: al susurro del viento o el suspiro de las hojas. El corazón no había dejado de azotarla desde que se había quedado sola.

Nunca más, se prometió Vanessa. Nunca más volvería a quedarse sentada. Nunca más volvería a quedarse a la espera, temblando, al borde del llanto. Si pasaba algo... prefirió no completar el pensamiento. No pasaría nada. Zac volvería en cualquier momento. Pero el tiempo pasaba y Zac no regresaba...

Cuando apareció a su lado, tuvo que contener un grito. Vanessa había creído que tenía el oído bien abierto y, sin embargo, la llegada de Zac la había sorprendido. Ni siquiera pronunció su nombre; sólo se lanzó a sus brazos.

Zac: Se ha ido.

Luego la besó como si estuviese muriéndose de hambre. Todos los miedos de Vanessa se disiparon, uno a uno, hasta que en su corazón no hubo sino un pozo inagotable de amor.

Ness: Zachary, tenía tanto miedo por ti... ¿Qué ha pasado?

Zac: No se ha alegrado -comentó sonriente al tiempo que se levantaban-. No, no le ha hecho ninguna gracia.

Ness: Pero has visto quién...

Zac: Nada de preguntas -la hizo callar con otro beso, como si la aventura no hubiese hecho más que empezar. Luego la llevó hacia el camino, bajo la luna-. No quiero tener que volver a mentirte. Y ahora, bruja valiente y testaruda, te acompaño a la villa. Mañana, cuando los pies te duelan tanto que no puedas tenerte en pie, me echarás la culpa.

No le sacaría más información, comprendió Vanessa. Y quizá fuese mejor así por el momento.

Ness: Quédate en mi cama esta noche -dijo sonriente mientras le pasaba un brazo alrededor de la cintura-. Si te quedas una hora más, no te echaré la culpa.

Zac soltó una risotada y le acarició el cabello.

Zac: ¿Qué hombre puede resistirse a un ultimátum así?


Vanessa despertó al oír que llamaban suavemente a la puerta. La pequeña asistenta asomó la cabeza.

Tina: Perdona, llaman de Atenas.

Ness: Oh... gracias, Tina. Voy enseguida -se levantó corriendo y fue al teléfono que había en el salón-. ¿Diga?

Ash: ¿Te he despertado? Son las diez pasadas.

Ness: ¿Ash? -trató de despejarse-.

Al final, no se había dormido hasta entrado el amanecer.

Ash: ¿Conoces a alguien más que esté en Atenas?

Ness: Estoy un poco dormida -reconoció. Bostezó y sonrió al recordar la noche-. Anoche estuve bañándome en la playa. Una delicia.

Ash: Pareces contenta -comentó-. Bueno, ya hablaremos. Te llamaba porque voy a tener que quedarme aquí un día más. Lo siento mucho, Vanessa. Los médicos son optimistas, pero Amber sigue en coma. No puedo dejar que Scott se enfrente a esto solo.

Ness: Por favor, no te preocupes por mí. Yo sí que lo siento, Ash. Sé que esto está siendo muy duro para los dos -recordó que Amber estaba involucrada en la red de contrabando y sintió una nueva oleada de compasión-. ¿Cómo está Scott? Parecía destrozado cuando se fue.

Ash: Le sería más fácil si la familia entera no lo mirara pidiéndole explicaciones. Es horrible, Vanessa. No sé qué va a ser de la madre de Amber si se muere.

Ness: Pero dices que los médicos son optimistas.

Ash: Sí, está equilibrando las constantes vitales, pero...

Ness: ¿Y Derek?, ¿está bien?

Ash: Dentro de lo posible -suspiró-. No sé cómo he sido tan ciega para no darme cuenta de lo que sentía por ella. Casi no se ha apartado de su cama. Si Scott no lo hubiera obligado a descansar bien, creo que anoche habría dormido en una silla junto a ella, en vez de irse a casa. Aunque no creo que haya pegado ojo, a juzgar por el aspecto que tenía esta mañana.

Ness: Por favor, dale un abrazo muy fuerte de mi parte... y otro a Scott -se sentó en una silla que había junto al teléfono-. Me siento tan impotente. Ojalá pudiera hacer algo.

Ash: Tú espera ahí a que vuelva. Y disfruta de la playa por mí. Diviértete. Si vas a salir a darte baños por la noche, búscate un hombre que te acompañe -dijo en tono más desenfadado, aunque Vanessa notó que era una alegría forzada-. ¿O ya lo has encontrado? -añadió al ver que su amiga se quedaba en silencio-.

Ness: Pues... -sonrió-.

Ash: ¿No me digas que te has fijado en cierto poeta?

Ness: No.

Ash: Entonces tiene que ser Zac -concluyó-. Fíjate. Y sólo he tenido que invitarlo a cenar.

Vanessa enarcó una ceja y se sorprendió sonriendo. ¡Si Ash supiera!

Ness: No sé de qué hablas.

Ash: Ya, bueno, ya hablaremos mañana. Pásalo bien. Tienes mi teléfono si me necesitas para lo que sea. Y hay un vino excelente en la bodega -añadió y su voz pareció alegre de verdad-. Si te apetece tomar algo especial esta noche... sírvete.

Ness: Gracias, Ash, pero...

Ash: Y no te preocupes por mí ni por ninguno de nosotros. Todo va a salir bien. Lo sé. Dale un beso a Zac.

Ness: Lo haré.

Ash: Ya lo sabía yo -dijo de buen humor-. Hasta mañana -se despidió-.

Vanessa colgó el teléfono sonriente.


Peter: Así que después de unos cuantos vasos de licor de anís, Mikal se soltó la lengua -dijo al tiempo que se acariciaba el bigote-. Me dio dos fechas: la última semana de febrero y la segunda de marzo.

Zac hojeó los informes que tenía sobre la mesa.

Zac: Y Scott estuvo en Roma desde finales de febrero a principios de abril -dijo sonriente-. Lo cual lo descarta. Después de la llamada que acabo de recibir de Atenas, diría que es seguro que no tiene nada que ver en esto. Es decir, nuestro hombre trabaja solo.

Peter: ¿Qué te han dicho en Atenas?

Zac: Han terminado la investigación sobre él. No tiene antecedentes. Han investigado sus llamadas de teléfono, su correspondencia, todo -se recostó en la silla-. Estoy seguro de que, después de perder el anterior cargamento, hará el viaje esta noche. No querrá que se le escape otro alijo. Lo detendremos esta misma noche.

Peter: Anoche estuviste fuera hasta muy tarde -comentó entonces mientras se llenaba una pipa-.

Zac: ¿Esperas despierto hasta que vuelvo? -preguntó enarcando una ceja-. Hace mucho que no tengo doce años.

Peter: Y te has despertado de muy buen humor -continuó vertiendo el tabaco con cuidado-. Hace días que no estás tan alegre.

Zac: Deberías alegrarte de que se me haya pasado el mal genio. Claro que estás acostumbrado a él, ¿verdad, amigo?

Peter se encogió de hombros.

Peter: A la señorita estadounidense le gusta mucho pasear por la playa. ¿Es posible que te la encontraras anoche?

Zac: La edad te está volviendo muy sabio, Peter -encendió una cerilla y la acercó a la pipa de su amigo.

Peter: No soy tan viejo como para no reconocer la mirada de un hombre satisfecho tras una noche de placer. Una mujer muy bonita. Y fuerte.

Zac: Ya lo habías comentado, sí -dijo sonriente-. Dime, Peter, ¿tampoco eres tan viejo como para tener fantasías con mujeres bonitas y fuertes?

Peter: Hay que estar muerto para no tener fantasías con mujeres así. Y yo seré mayor, pero estoy muy vivo.

Zac: Mantente a distancia -le advirtió sonriente-. Es mía -añadió mientras sacaba un cigarrillo-.

Peter: Y está enamorada de ti.

Zac se quedó paralizado. Su sonrisa se desvaneció.

Zac: ¿Por qué lo dices?

Peter: Porque es verdad, lo he visto -respondió Peter mientras aspiraba de la pipa-. Puede que tú no te hayas dado cuenta, pero no es extraño: a menudo no vemos lo que tenemos delante de las narices. ¿Cuánto tiempo más va a estar sola?

Zac frunció el ceño y miró los papeles que había sobre la mesa.

Zac: No estoy seguro. Otro día al menos, según cómo esté Amber. Enamorada de mí -repitió poco convencido-.

Sabía que se sentía atraída, que le importaba... quizá más de lo que le convenía. Pero enamorada... Nunca se había permitido considerar esa posibilidad.

Peter: Esta noche estará sola -continuó divertido con la expresión atónita de Zac-. Sería bueno que no saliese de la villa. Si algo no sale como esperamos, correrá menos peligro.

Zac: Ya he hablado con ella. Sabe lo suficiente para entender la situación -sacudió la cabeza. Ese día, más que ningún otro, tenía que estar despejado-. Ya es hora de que informemos al capitán Trípolos. Llama a Mitilini.


Vanessa disfrutó de un desayuno tardío en la terraza y jugueteó con la idea de salir a pasear a la playa. Quizá se encontrara con Zac, pensó. Podía llamarlo y pedirle que fuese. Pero no, decidió, y se mordió el labio inferior al recordar todo lo que Zac le había contado. Si esa noche era tan importante como él pensaba, necesitaría estar tranquilo. Vanessa deseó saber más. Deseó saber qué iba a hacer Zac. ¿Y si lo herían o...? Prefirió no terminar de dar forma al pensamiento y deseó, también, que ya fuese el día siguiente.

Tina: El capitán de Mitilini está aquí -anunció de repente la asistenta-. Quiere hablar contigo.

Ness: ¿Qué? -tragó saliva-.

Si Zac hubiese hablado con él, Trípolos no habría ido a verla, pensó a toda velocidad. Tal vez Zac no estaba preparado todavía. ¿Qué podía querer de ella el capitán?

Ness: Dile que he salido -respondió por fin-. Dile que me he ido a la playa.

Tina. De acuerdo -la asistenta aceptó la orden sin preguntas y vio a Vanessa salir disparada de la terraza-.

Por segunda vez, Vanessa subió el empinado camino del acantilado. En esa ocasión sabía adonde se dirigía. Alcanzó a ver el coche oficial de Trípolos aparcado a la entrada de la villa mientras doblaba el primer recodo. Aumentó el ritmo y echó a correr hasta estar segura de que el capitán no podría verla.

Alguien la vio, sin embargo. Las puertas de la villa de Zac se abrieron antes de que llegara a llamar. Zac salió a recibirla.

Zac: Tienes que estar en muy buena forma para subir la colina a esa velocidad.

Ness: Muy gracioso -dijo casi sin aliento mientras se lanzaba en sus brazos-.

Zac: ¿No podías estar lejos de mí o pasa algo malo? -la estrechó contra el pecho unos segundos y luego la separó lo justo para poder mirarla a la cara-.

Estaba sofocada por la carrera, pero no parecía asustada.

Ness: Trípolos está en la villa -se llevó la mano al corazón mientras recuperaba el resuello-. Quería hablar conmigo. He salido por la puerta trasera porque no sabía qué podía decirle. Zachary, tengo que sentarme. Esta colina es muy empinada.

Él la miró en silencio. Vanessa se dio cuenta de que estaba examinando su rostro, rió y se apartó un mechón que le caía sobre los ojos.

Ness: ¿Por qué me miras así?

Zac: Intento ver lo que tengo delante de los ojos.

Ness: Pues qué vas a tener: me tienes a mí, tonto -dijo riéndose-. Pero me voy a desmayar de agotamiento de un momento a otro.

Zac sonrió, la levantó con un brazo y la apretó contra el corazón. Ella le rodeó el cuello mientras Zac bajaba la boca para besarla.

Ness: ¿Qué haces? -preguntó cuando Zac la dejó respirar-.

Zac. Tomar lo que es mío.

Volvió a apoderarse de sus labios. Despacio, casi con pereza, empezó a deslizar la lengua por el perímetro de su boca hasta que notó a Vanessa temblar. Zac se prometió que cuando todo aquello terminara, volvería a besarla, justo así: con calma, bajo el sol que les acariciaba la piel. Pero también la besaría antes de que saliese el sol, esa misma noche, en cuanto finalizase el trabajo que tenía que hacer.

Zac: Así que el capitán ha ido a verte -comentó tras obligarse a separarse de ella-. Es un hombre muy tenaz.

Vanessa respiró profundamente para recuperarse de la intensidad del beso.

Ness: Me dijiste que ibas a hablar con él hoy, pero no sabía si ya lo habías hecho. No sabía si ya tenías la información que estabas esperando. Y, para ser sincera, soy una cobarde y no quería volver a vérmelas con él.

Zac: ¿Cobarde tú, Afrodita? En absoluto -apoyó una mejilla sobre la cara de ella-. He llamado a Mitilini. Y le he dejado un mensaje a Trípolos. Después de hablar con él, debería olvidarse de ti.

Ness: No sé si lo superaré -murmuró con ironía y Zac la besó de nuevo-. ¿Te importa bajarme al suelo? No puedo hablar contigo así.

Zac: A mí me gusta -la llevó al salón sin bajarla al suelo-. Peter, creo que a Vanessa le vendrá bien algo fresco. Se ha dado una buena carrera.

Ness: No, no me apetece nada. Peter -dijo un poco avergonzada ante la sonrisa de Peter. Cuando éste se hubo marchado, se dirigió a Zac-. Si sabes quién es el jefe de la red, ¿por qué no avisas ya al capitán Trípolos y que lo detenga?

Zac: No es tan sencillo. Queremos atraparlo infraganti, con el alijo en su poder. También hay que ocuparse de limpiar el sitio de la colina donde guarda la mercancía antes de embarcarla. Esa parte se la dejaré a Trípolos.

Ness: ¿Y tú qué vas a hacer?

Zac: Lo que tenga que hacer.

Ness: Zachary...

Zac: Vanessa -lo interrumpió. La puso sobre el suelo y luego colocó las manos sobre sus hombros-. Es mejor que no te dé detalles. Déjame acabar esto sin meterte más de lo que ya te he metido.

Luego bajó la cabeza y la besó con una gentileza poco habitual en él. La atrajo contra el pecho, pero con suavidad, como si estuviese sujetando algo precioso. Vanessa sintió que se le derretían los huesos.

Ness: Se te da bien cambiar de tema -murmuró-.

Zac: Después de esta noche, será el único tema que me interese. Vanessa...

Peter: Mil perdones -interrumpió desde la entrada del salón. Zac lo miró con cara de fastidio-.

Zac: Lárgate, viejo.

Ness: ¡Zachary! -se separó de Zac y le lanzó una mirada de reproche-. ¿Siempre ha sido tan grosero, Peter?

Peter: Siempre, señorita. Desde que se chupaba el pulgar.

Zac: Peter -dijo en tono de advertencia, pero Vanessa se echó a reír y le dio un beso-.

Peter: El capitán Trípolos quiere disponer de unos minutos de su tiempo, señor Efron -dijo con sumo respeto, sonriente-.

Zac: Dame un momento y luego hazlo pasar. Y trae los expedientes del despacho.

Ness: Zachary -se agarró al brazo derecho de él-. Deja que me quede contigo. No me entrometeré.

Zac: No -respondió tajantemente. Vio que le había hecho daño por su rudeza y suspiró-. Vanessa, no podría aunque quisiera. Esto no puede salpicarte. No puedo permitir que te salpique. Es muy importante para mí.

Ness: No vas a echarme -se resistió encorajinada-.

Zac: No estoy bajo la misma presión que anoche -la miró con frialdad-. Y te voy a echar.

Ness: No me iré -insistió y él enarcó una ceja-.

Zac: Harás exactamente lo que te diga.

Ness: Ni hablar.

Zac sintió un chispazo de furia; el chispazo prendió, ardió unos segundos y se apagó con una risa.

Zac: Eres una mujer exasperante, Afrodita -la acercó y le rozó los labios con la boca-. No tengo tiempo para discutir, así que te pido que me esperes arriba.

Capitán: Señor Efron. Ah, señorita Hudgens -Trípolos irrumpió en el salón antes de que Vanessa pudiese retirarse-. Qué oportuno. Justo había ido a buscarla a la villa de los Tisdale cuando me llegó el mensaje del señor Efron.

Zac: La señorita Hudgens ya se va. Estoy seguro de que convendrá en que su presencia no es necesaria. El señor Adonti, de Atenas, me ha pedido que hable con usted de cierto tema.

Capitán: ¿Adonti? -repitió Trípolos. Zac advirtió una mezcla de sorpresa e interés en el capitán-. Así que conoce la organización del señor Adonti.

Zac: Lo conozco bien. Hace años que trabajamos juntos.

Capitán: Entiendo -Trípolos estudió el rostro de Zac con atención-. ¿Y la señorita Hudgens?

Zac: La señorita Hudgens eligió un mal momento para visitar a unos amigos -dijo al tiempo que la agarraba por un brazo-. Eso es todo. Si me disculpa, voy a acompañarla un momento. Puede servirse lo que quiera mientras espera -añadió apuntando hacia el mueble bar-.

Luego sacó a Vanessa al pasillo.

Ness: Parecía impresionado con el nombre que has dejado caer -comentó-.

Zac: Olvídate de ese nombre. Nunca lo has oído.

Ness: De acuerdo -aceptó sin vacilar-.

Zac: ¿Qué he hecho para merecer la confianza que me das? -preguntó de repente-. Te he hecho daño una y otra vez. No podría compensarlo en toda una vida.

Ness: Zachary...

Zac: No -la interrumpió negando con la cabeza. Luego se mesó el pelo con una mano-. No tenemos tiempo. Peter te acompañará arriba -añadió frustrado-.

Peter: Como quiera -accedió, de pie por detrás de ellos. Le entregó una carpeta y giró hacia las escaleras-. Por aquí, señorita.

En vista de que Zac ya había regresado al salón, Vanessa siguió a su amigo sin decir palabra. Peter la acompañó a una salita de estar pegada al dormitorio principal.

Peter: Aquí estará cómoda. Ahora le traigo un café.

Ness: No. Gracias, Peter -lo miró preocupada-. Todo va a salir bien, ¿verdad?

Peter sonrió haciendo temblar sus bigotes.

Peter: ¿Lo duda? contestó antes de cerrar la puerta y marcharse-.




A Vanessa le da igual todo, no le importa que su vida esté en peligro... No sé si catalogarlo de romántico o inconsciente XD

¡Gracias por los coments!
¡Comentad, please!

¡Besis!


2 comentarios:

Maria jose dijo...

Muy bueno el capitulo
Esta vanessa me desespera un poco
Pone su vida en peligro al igual la de zac
Que tal si hace ruido y los escuchan a los 2
Mínimo zac ya sabe que hacer
Síguela esta muy buena la novela
Ya espero el siguiente capítulo con muchas ansiedad


. Saludos

Lu dijo...

Me encantó el capitulo.
Me encantaría saber quien es el misterioso hombre...
Ness es muy terca, pero me encanta. Y Zac muy mandon jajaja.



Sube pronto

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