topbella

lunes, 7 de noviembre de 2016

Capítulo 13


Era de noche cuando despertó. Confundida, desorientada, trató de ver dónde estaba. La habitación estaba en silencio, llena de sombras. Tenía una colcha encima, algo ligero y suave, sedoso. Y bajo la colcha, ella, calentita y desnuda.

Zachary, pensó asustada de repente. Se había quedado dormida y él se había marchado. Gruñó, se sentó y apretó las rodillas contra el pecho. ¿Cómo había podido desperdiciar aquellos últimos momentos juntos?, ¿cuánto llevaba dormida? ¿Hacía cuánto se había marchado Zac? Estiró el brazo y encendió la lámpara de noche con manos temblorosas.

La luz la alivió un poco y antes de salir de la cama en busca de un reloj, vio la nota que Zac le había dejado apoyada contra la lámpara. La agarró y la leyó: sigue durmiendo. Era lo único que decía.

Típico de él, pensó y casi se echó a reír. Vanessa sujetó la nota en la mano, como si de ese modo pudiese tener a Zac más cerca, y se levantó para vestirse. No le costó descubrir que su ropa había desaparecido.

Ness: ¡Será desgraciado! -exclamó en alto, olvidándose de inmediato de los tiernos pensamientos de sólo unos segundos antes-.

De modo que no había querido arriesgarse y se había encargado de que no saliera de casa. Desnuda, con las manos sobre las caderas, miró a su alrededor con el ceño fruncido. ¿Adónde demonios pensaba que iba a ir? No tenía forma de saber dónde estaba... ni qué estaría haciendo, pensó preocupada de nuevo.

Esperar. De repente, sintió que se había quedado fría y se abrigó con la colcha de la cama. Lo único que podía hacer era esperar.

El tiempo pasaba, minuto a minuto, con desesperante lentitud. Vanessa daba vueltas por la habitación, se obligaba a sentarse y volvía a levantarse. En un par de horas amanecería, se dijo.  Y con el amanecer terminaría la espera. Para todos.

No lo soportaba, pensó desesperada segundos después. Tenía que soportarlo, se dijo un segundo más tarde. ¿Y si Zac no regresaba nunca?, ¿y si no amanecía? Suspiró impaciente y echó la colcha a un lado. Quizá no le quedara más remedio que esperar, pensó Vanessa mientras se dirigía al armario de Zac. Pero iba listo si pensaba que lo esperaría desnuda.


Zac relajó los músculos de los hombros y contuvo las ganas de fumarse un cigarro. Incluso esa pequeña luz sería peligrosa en aquel momento. La cueva estaba en silencio, iluminada por la luz blanca de la luna. De tanto en tanto se oía un susurro más allá de la roca. No del viento, ni de los espíritus, sino de un hombre uniformado. La cueva encerraba secretos. Zac levantó los prismáticos y miró de nuevo hacia el mar.

Capitán: ¿Alguna señal? -preguntó Trípolos-.

Parecía muy cómodo, agazapado en cuclillas tras una roca y mascando un chicle de menta. Zac se limitó a negar con la cabeza y le acercó los prismáticos a Peter.

Peter: Media hora -calculó chupando el extremo de su pipa-. El viento trae el sonido del motor.

Capitán: Yo no oigo nada -murmuró Trípolos, mirando a Peter con un ceño de duda-.

Zac rió, envalentonado por la excitación que siempre le producía el peligro.

Zac: Peter oye lo que los demás no podemos. Diles a tus hombres que estén preparados.

Capitán: Mis hombres están listos -Trípolos miró el perfil de Zac-. Disfruta con su trabajo, señor Efron.

Zac: A veces -murmuró. Luego sonrió-. Esta vez sí, desde luego.

Peter: Y enseguida habrá terminado todo -añadió a su lado-.

Zac giró la cabeza para mirar a su amigo. Sabía que aquella afirmación no aludía sólo a aquel trabajo, sino a toda la carrera de Zac. No se lo había dicho, pero Peter lo había adivinado.

Zac: Sí -contestó sin más y luego volvió a mirar al mar-.

Pensó en Vanessa y deseó que siguiera dormida. La había encontrado tan bella, tan agotada al regresar a la habitación... Con las mejillas húmedas. Maldita fuera, no soportaba la idea de que Vanessa llorase. Pero había sentido un inmenso alivio al verla dormida. No había tenido que ver sus ojos al marcharse.

Y en su casa estaba más segura que en la villa, se dijo Zac. Con suerte, todavía seguiría durmiendo cuando regresara y le habría ahorrado horas de preocupación. Quitarle la ropa había sido un impulso para quedarse tranquilo. Ni siquiera Vanessa se atrevería a salir a la playa sin nada con que taparse.

Sonrió. Si despertaba y buscaba su ropa, seguro que lo insultaría. Podía imaginársela de pie, en medio de la habitación, cubierta tan sólo por la luz de la luna hecha una furia.

Zac sintió un pinchazo de deseo y se prometió que la mantendría desnuda hasta que el sol volviese a ponerse.

Zac: Ya vienen -dijo después de consultar el horizonte con los prismáticos-.

La luna permitía distinguir la silueta del bote. Una decena de hombres aguardaban su llegada ocultos entre rocas y sombras. El bote avanzaba en silencio, impulsado por remos.

Lo amarraron con una cuerda sin apenas palabras. En el aire flotaba un olor que Zac reconoció. El olor del miedo. Aunque su cara transmitía calma, sintió un nuevo subidón de adrenalina. Ahí estaba el hombre enmascarado. Lo tenían.

La tripulación abandonó el bote para reunirse en las sombras de la playa. Una figura encapuchada se acercó. Zac hizo una señal, la cueva quedó totalmente iluminada y empezaron a salir hombres de las rocas.

Capitán: En nombre del Rey -dijo Trípolos con solemnidad-, este bote queda retenido por contrabando ilegal. Bajen las armas y ríndanse.

Un revuelo de gritos y movimiento rompió el silencio de la cueva. Unos hombres trataban de escapar y otros intentaban detener a los delincuentes. Se oyeron disparos, estallidos de dolor y furia.

Los contrabandistas estaban dispuestos a defenderse con cuchillos, con sus propios puños, con uñas y dientes si hacía falta. Sería una batalla corta pero violenta.

Zac vio que el hombre encapuchado se escabullía del caos dándose a la fuga. Maldijo para sus adentros y salió corriendo tras él después de asegurarse de que llevaba la pistola bien sujeta. Otro hombre chocó contra él y ambos cayeron al suelo. Rodaron sobre las rocas más allá del ruido y de la luz. Arrojados a la oscuridad, siguieron dando tumbos impotentemente hasta que la superficie se allanó. Un filo brilló y Zac agarró con ambas manos la muñeca que empuñaba el cuchillo de su agresor para impedir que lo degollasen.

Los disparos hicieron que Vanessa se levantara de la silla de un salto. ¿Los había oído de verdad o se los había imaginado?, se preguntó mientras el corazón le taladraba las costillas. Le había dado la impresión de que habían sonado muy cerca. Miró por la ventana y oyó otro disparo, y el eco del disparo. Se quedó helada.

Está bien, se dijo. Zac no tardaría en regresar. Y todo habría terminado. Estaba segura de que Zac estaba bien.

Pero antes de terminar la frase, bajó las escaleras corriendo y salió a su encuentro.

Vanessa se dirigió a la playa. Sólo quería reunirse con Zac. Éste llegaría en cualquier momento y ella podría ver con sus propios ojos que no estaba herido. Los vaqueros de Zac le estaban grandes; rozaban el suelo mientras bajaba el camino del acantilado. Respiraba con dificultad. Lo único que oía era el sonido de sus pisadas, tan ensordecedor que Vanessa pensó que se sentiría aliviada si volvía a oír otro disparo. De ese modo, quizá pudiese determinar de dónde procedía. Podría encontrar a Zac.

Entonces, desde lo alto de las escaleras de la playa, lo vio caminando por la playa. Aliviada, al borde casi de las lágrimas, bajó corriendo a su encuentro.

Zac seguía demasiado absorto en sus pensamientos para reparar en Vanessa. Fue a gritar su nombre, pero no consiguió emitir sonido alguno. Dejó de correr. No era Zachary, comprendió al tiempo que miraba al hombre encapuchado. Zac no se movía así, no andaba de ese modo. Y no tenía por qué llevar máscara. Sin darle tiempo a reaccionar, el hombre se quitó la capucha y la luna iluminó su rostro.

¡Dios!, ¿cómo podía haber sido tan tonta?, ¿cómo no lo había visto? Aquellos ojos tan calmados... demasiado calmados, pensó atemorizada. ¿De veras había visto alguna emoción en ellos? Vanessa retrocedió un paso y miró a su alrededor en busca de algún sitio donde ocultarse. Pero el hombre alzó la cabeza. Su expresión se endureció al verla.

**: Vanessa, ¿qué haces aquí?

Ness: Me... me apetecía pasear -respondió, tratando de sonar natural. No tenía adonde huir. Se humedeció los labios y siguió hablando mientras él avanzaba-. Hace una noche preciosa. Aunque ya casi ha amanecido... No esperaba verte. Me has sorprendido. Creía...

Derek: Creías que estaba en Atenas -finalizó sonriente-. Pero, como ves, no lo estoy. Y me temo, Vanessa, que has visto demasiado -añadió al tiempo que dejaba caer la capucha sobre la arena-.

Ness: Sí -reconoció. No tenía sentido disimular-. Es verdad.

Derek: Es una lástima. Aun así, podrías serme útil. Una rehén estadounidense -dijo con aire pensativo mientras examinaba su cara. La sonrisa había desaparecido de su rostro, como si nunca hubiese estado ahí-. Además, eres mujer -añadió mientras la agarraba del brazo y tiraba de ella por la arena-.

Vanessa intentó soltarse.

Ness: No pienso ir contigo.

Derek: No tienes elección -tocó la empuñadura del cuchillo-. A no ser que quieras acabar como Stevos.

Vanessa tragó saliva. Algunas personas no tenían capacidad de sentir emociones... ni de amor ni de odio. Derek no había estado hablando de Amber, sino de sí mismo. Era tan peligroso como un animal en estampida.

Ness: Intentaste matar a Amber.

Derek: Se había convertido en un estorbo. No sólo quería dinero, sino acapararme. Me estaba chantajeando para que me casara con ella -rió-. Sólo tuve que tentarla con la heroína. Creía que la dosis que le di sería suficiente -añadió mientras tiraba de Vanessa, obligándola a andar sobre la playa-.

Ella se dejó caer de rodillas sobre la arena, adrede, como si hubiera tropezado.

Ness: La habrías rematado esa misma mañana si no la hubiese encontrado yo antes.

Derek: Tienes la costumbre de estar en el sitio inadecuado en el momento inadecuado -la obligó a levantarse-. He tenido que hacerme pasar por el amante preocupado durante un tiempo, yendo y viniendo entre Lesbos y Atenas. Un incordio. Si hubiese podido quedarme un momento a solas con ella en el hospital... Pero va a sobrevivir. Y hablará. Había llegado el momento de irse, de todos modos -añadió encogiéndose de hombros, como si la vida de Amber no valiese nada-.

Ness: Perdiste tu último cargamento -soltó desesperada por distraerlo para que redujese el paso-.

Si subían las escaleras de la playa y la llevaba hacia los acantilados... y en la oscuridad...

Derek se quedó helado y se giró hacia ella.

Derek: ¿Cómo lo sabes?

Ness: Ayudé a robarlo -contestó impulsivamente-. El sitio secreto de la colina. La cueva...

Derek la agarró por el cuello.

Derek: Así que te has quedado con lo que es mío. ¿Dónde está? -Vanessa negó con la cabeza-. ¿Dónde? -insistió apretándola con más fuerza-.

Un dios, pensó ella mientras miraba su rostro bajo la luz de la luna. Tenía la cara de un dios. ¿Por qué no se había acordado de Derek al pensar que los dioses eran sanguinarios? Vanessa puso una mano sobre la muñeca de él, como indicándole que se rendía. Derek aflojó ligeramente.

Ness: Vete al infierno.

Derek le dio una bofetada que la tiró al suelo. La miró con expresión vacía.

Derek: Me lo vas a decir antes de que acabe contigo. Acabarás suplicándome que termine -dijo agachándose hacia ella-. Ya habrá tiempo cuando salgamos de la isla.

Ness: No te diré nada -se apartó unos centímetros-. La policía sabe quién eres. No podrás esconderte.

Derek la agarró por el pelo y le dio un doloroso tirón para que se pusiera de pie.

Derek: Si prefieres morir... -De pronto la soltó. Vanessa volvió a caer de rodillas y Derek se dio de espaldas contra el suelo-. Zac -se limpió la sangre de la boca mientras alzaba la mirada-. Qué sorpresa. Una sorpresa tremenda -añadió mientras se fijaba en la pistola que Zac llevaba en la mano-.

Ness: ¡Zachary! -se levantó y corrió hacia él, pero Zac no se molestó en mirarla-. Creía... tenía miedo de que estuvieses muerto.

Zac: Levántate -le ordenó a Derek apuntándolo con la pistola-. O te meto un tiro en la cabeza ahí mismo.

Ness: ¿Estás herido? -le agarró un brazo en busca de alguna señal-. Cuando oí los disparos...

Zac: Considérate detenido -apartó a Vanessa sin quitar ojo de Derek-. Suelta la pistola. Tírala hacia mí. Con dos dedos. Un movimiento raro y no volverás a respirar -añadió con frialdad-.

Derek sacó su pistola con un movimiento lento y la echó a un lado.

Derek: Debo reconocer que me asombras, Zac. Eres tú el que me ha estado persiguiendo todos estos meses.

Zac: El placer es mío.

Derek: Y yo que pensaba que sólo te interesaban tus objetos de arte y ganar dinero. Siempre he admirado lo bien que te iban los negocios... aunque parece que no era consciente de todos tus negocios -dijo enarcando la ceja-. ¿Eres policía? -preguntó y Zac sonrió-.

Zac: Sólo respondo ante un hombre: Adonti -dijo con calma y disfrutó de la fugaz expresión de miedo que advirtió en la cara de Derek-. Antes o después, tú y yo nos habríamos encontrado. Estuvimos a punto anoche.

Derek: ¿Anoche?

Zac: ¿Pensabas que era una cabra lo que te estaba vigilando?

Derek: No -asintió con la cabeza-. Me pareció intuir algo más... Debería haber investigado.

Zac: Te has vuelto descuidado, Derek. Me hice pasar por ti en el último viaje e hice temblar a tus hombres.

Derek: Tú -murmuró-.

Zac: Un buen alijo, según mis socios de Atenas -comentó-. Podía haberte cazado entonces, pero esperé hasta estar seguro de que Scott no estaba involucrado. Ha merecido la pena esperar.

Derek: ¿Scott? Scott no tiene estómago para esto. Sólo piensa en su esposa, sus barcos y su honor -se echó a reír. Luego volvió a fijarse en Zac-. Pero está claro que me he equivocado contigo. Creía que eras un rico estúpido, pero nunca pensé que debiera preocuparme por ti. Mi enhorabuena por ese talento para el engaño... y por tu buen gusto -añadió desviando la mirada hacia Vanessa-.

Zac: Gracias. -De pronto, dejó su pistola en la arena, junto a la de Derek. Vanessa lo miró confundida, aterrada. Las dos armas yacían negras sobre la arena blanca-. Tengo el deber de entregarte al capitán Trípolos y a las autoridades griegas -dijo mientras sacaba su cuchillo-. Pero será un placer arrancarte el corazón por haber puesto las manos encima de mi mujer.

Ness: ¡Zachary, no!

Zac detuvo a Vanessa con una orden suave:

Zac: Vuelve a la villa y quédate ahí.

Derek: Por favor, Vanessa tiene que quedarse -interrumpió sonriente mientras se ponía de pie y sacaba su cuchillo-. Un desenlace tan inesperado... Será el premio adecuado para el que salga con vida.

Zac: Vete -le ordenó de nuevo apretando el cuchillo-.

Era medio griego, suficientemente griego para haber deseado la muerte de Derek al ver que le pegaba.

Ness: Zachary, no lo hagas. No me ha herido.

Zac: Te ha dejado la marca de la mano en la cara -dijo con suavidad-. Aparta.

Vanessa se llevó una mano a la mejilla y retrocedió.

Derek y Zachary se tantearon y empezaron a dar vueltas en círculo. La luna iluminaba el filo de sus cuchillos. Cuando Derek realizó el primer ataque, Vanessa se tapó la boca para no gritar. Aquello no se parecía nada a las bellas peleas de las coreografías. Era un enfrentamiento real y letal. No había sonrisas aventureras ni risas fanfarronas. Los dos hombres llevaban la muerte en la mirada. Vanessa podía oler el sudor de ambos.

La luz de las estrellas se proyectaba sobre sus caras con aire fantasmal. Lo único que oía era el sonido de su propia respiración, el sonido del mar, el sonido del acero cortando el aire. Zac estaba llevando a Derek hacia la orilla, alejándolo de ella. Estaba lleno de ira, pero sabía bien que no debía dejarse arrastrar por las emociones en aquel instante. Tenía que ser frío. Como Derek.

Derek: Disfrutaré de tu mujercita antes de que termine la noche -dijo éste mientras los cuchillos chocaban-.

Sonrió al ver la furia indisimulada de Zac.

Vanessa vio aterrada una mancha que salía de la manga de Zac, donde Derek lo había alcanzado, sorteando las defensas de su rival. Habría gritado si hubiese encontrado aire en los pulmones. Habría rezado, pero tenía paralizado hasta el cerebro.

La velocidad a la que se precipitaron el uno contra el otro la dejó atónita. Estaban separados y, un segundo después, se habían enganchado y eran un único cuerpo. Rodaron sobre la arena, un caos de piernas, brazos y cuchillos. Vanessa oyó sus respiraciones agitadas, sus gruñidos. De repente, Derek estaba encima de Zac. Vanessa vio espantada cómo sacaba el cuchillo. Cayó sobre la arena, a un centímetro de la cara de Zac. Sin pensarlo, Vanessa fue por las pistolas.

Estaba tan nerviosa que el revólver se le cayó de nuevo sobre la arena. Apretó los dientes y volvió a agarrarlo. De rodillas, miró hacia los cuerpos entrelazados. Con frialdad, obligándose a hacer lo que más había despreciado siempre, se dispuso a matar.

Un grito rompió el aire. Un grito animal y primitivo. Sin saber quién de los dos lo había soltado, Vanessa apretó la pistola con fuerza y apuntó hacia el bulto inmóvil que yacía sobre la arena. Todavía podía oír la respiración... pero sólo de uno de los dos. Si Derek se levantaba, apretaría el gatillo.

Una sombra se movió. Vanessa apretó los dientes. Le temblaban los dedos.

Zac: Baja esa maldita pistola antes de matarme.

Ness: Zachary -soltó el arma-.

Zac se acercó a ella un poco renqueante. Se agachó para ponerla de pie.

Zac: ¿Qué ibas a hacer con la pistola, Afrodita? -preguntó con suavidad-. No habrías podido apretar el gatillo.

Ness: Sí -Vanessa lo miró a los ojos-. Lo habría apretado.

Zac se quedó mirándola unos segundos y vio que lo que decía era cierto. Maldijo para sus adentros y la abrazó.

Zac: ¿Por qué no te has quedado en la villa? No quería hacerte pasar por esto.

Ness: No podía quedarme quieta. No después de oír los disparos.

Zac: Claro: oyes disparos y sales a ver qué pasa. Muy lógico.

Ness: ¿Qué iba a hacer si no?

Zac abrió la boca para reprenderla, pero la cerró de nuevo.

Zac: Me has robado la ropa.

Se negaba a enfadarse con Vanessa en ese momento. No podía enfadarse con ella cuando todavía estaba temblando como una hoja. Pero cuando todo hubiese pasado...

Ness: Tú me has robado la mía antes -contestó tras un sonido que podía ser una risa o un sollozo. De pronto, sintió algo pegajoso en la palma de la mano. Bajó la vista y vio sangre-. ¡Dios!, ¡estás herido!

Zac: No es nada.

Ness: ¡Maldito seas por ser tan macho y estúpido!, ¡estás sangrando!

Zac rió y la abrazó de nuevo.

Zac: No estoy siendo macho ni estúpido, pero si eso te hace feliz, te dejaré que me cures todos los arañazos luego. Ahora necesito otro tipo de medicina -dijo y la besó antes de que pudiera contesta-r.

Vanessa agarró la camisa de Zac mientras volcaba su corazón en aquel encuentro de labios. El miedo que la había atenazado se disolvió, y con él, se disolvieron también las fuerzas que la habían sostenido. Se dejó caer sobre el cuerpo de Zac para alimentarse con su energía.

Zac: Voy a necesitar muchos cuidados durante un montón de tiempo. Puede que esté más herido de lo que pensaba -murmuró contra la boca de Vanessa. Al notar sus lágrimas sobre las mejillas, se apartó-. No, no llores. Es lo único que no podría soportar esta noche.

Ness: No lloraré -aseguró mientras seguían saltándosele lágrimas de los ojos-. No lloraré. Pero no dejes de besarme. No pares -añadió justo antes de buscar su boca-.

El calor del beso consiguió acabar con las lágrimas y con el temblor que sacudía su cuerpo.

Capitán: Veo, señor Efron, que ha podido interceptar al señor Zoulas.

Zac maldijo la interrupción en voz baja antes de girar la cabeza hacia Trípolos.

Zac: ¿Sus hombres han detenido a la tripulación?

Capitán: Sí -el capitán miró el cuerpo tendido sobre la playa, y se acercó a examinarlo. Miró las pistolas tendidas en la arena y sacó sus propias conclusiones-. Parece que el señor Zoulas ha ofrecido resistencia. Es una lástima que no pueda ir a juicio.

Zac: Una lástima.

Capitán: Parece que se le cayó el arma mientras forcejeaban.

Zac: Eso parece, sí.

Trípolos se agachó a recoger la pistola y se la devolvió.

Capitán: ¿Ha terminado su trabajo?

Zac: Sí, ha terminado -contestó y el capitán se inclinó ligeramente-.

Capitán: Gracias, señor Efron. Y enhorabuena -añadió después de mirar a Vanessa-.

Zac: Llevaré a la señorita Hudgens a casa. Puede ponerse en contacto conmigo mañana si me necesita. Buenas noches, capitán.

Capitán: Buenas noches -se despidió Trípolos-.

Vanessa apoyó la cabeza sobre el hombro de Zac mientras caminaban hacia las escaleras de la playa. Unos minutos antes había peleado por impedir que Derek la arrastrase hacia ellas. De pronto, se presentaban como la llave que abría paso al resto de su vida.

Ness: Mira, ya casi no hay estrellas -suspiró. Ya no tenía miedo ni ansiedad ni dudas-. Me siento como si llevara toda la vida esperando a que amaneciese.

Zac: Tengo entendido que quieres ir a Venecia y montar en góndola.

Vanessa lo miró sorprendido y rió.

Ness: Te lo ha dicho Andrew.

Zac: También habló de los Campos Elíseos.

Ness: Y quiero aprender a pescar -murmuró mientras observaba el nacimiento de un nuevo día-.

Zac: No soy un hombre fácil, Vanessa.

Nes: No -convino sin dudarlo-. No lo eres.

Zac se paró a los pies de las escaleras y se giró a mirarla. De pronto, no le salían las palabras. Se preguntó por qué había creído que le resultaría más sencillo.

Zac: Ya conoces mi lado más oscuro. No suelo ser dulce y soy muy autoritario. Tengo mal humor.

Vanessa contuvo un bostezo y sonrió.

Ness: Una descripción muy acertada.

Se sentía tonto. Y tenía miedo. ¿Aceptaría una mujer las palabras de amor de un hombre al que había visto matar?, ¿tenía él derecho a pronunciarlas? Zac la miró, vestida con la ropa de su armario, con unos vaqueros que le colgaban y una camisa que ocultaba unos pechos pequeños y firmes y una cintura estrecha que casi podía rodear con las manos.

Zac: Vanessa...

Ness: ¿Zachary? -preguntó sorprendida ante la indecisión de éste-. ¿Qué pasa?

Zac la miró con intensidad, quizá con un poco de desesperación.

Ness: ¿Es el brazo? -se alarmó-.

Zac: ¡No, por Dios! -la agarró por los hombros-. El brazo está bien. Escúchame.

Ness: Te estoy escuchando -contestó algo irritada-. ¿Qué te pasa?

Zac: Esto -se apoderó de su boca. Necesitaba saborearla. Cuando puso fin al beso, sus manos la sujetaban con menos fuerza, pero los ojos le brillaban-. Vanessa, seré un marido difícil y exasperante, pero no te aburrirás conmigo -dijo por fin. Le agarró las manos y se las besó-. Te quiero, Vanessa.

De pronto, se le olvidó que estaba cansada. Estupefacta, abrió la boca, pero no consiguió formar una sola palabra.

Zac: Maldita sea, Vanessa, no te quedes mirándome. ¡Di que sí, por Dios! -exclamó frustrado-. ¡No pienso dejar que digas que no!

La agarró por los hombros y Vanessa supo que en cualquier momento empezaría a zarandearla. Pero los ojos de Zac no sólo reflejaban mal genio, sino también dudas, miedos, cansancio. Vanessa sintió un amor arrasador.

Ness: Así que no piensas dejar que diga «no» -murmuró-.

Zac: No -la agarró con más fuerza-. Me has robado el corazón. No te marcharás con él.

Vanessa alzó una mano y le hizo una caricia en la mejilla.

Ness: ¿Crees que podría seguir viviendo sin ti, Zachary? -dijo y sintió el inmenso alivio de éste-. Anda, vamos a casa.


FIN




¡Qué bonito!
Pero qué angustia al principio...

Espero que os haya gustado la novela y que hayáis disfrutado leyéndola.

La próxima que pondré es una que ya estuvo en Internet, también es adaptada, pero la persona que la ponía no la llegó a poner entera. A mi me encantaba y es una de mis favoritas, por eso la busqué y la pondré para que la leáis de principio a fin.

¡Gracias por los coments!
¡Comentad, please!

¡Besis!


2 comentarios:

Lu dijo...

Me encantó!!!
Por fin se supo quien era el hombre misterioso.
Que lindo final ♡


Sube pronto

Maria jose dijo...

Que lindo final
Me encantó la novela
Hace un tiempo igual leí una novela que no estaba completa
Sube pronto



Saludos
Sube pronto

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