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sábado, 26 de noviembre de 2016

Capítulo 6


Los martes y los jueves Alex y David iban a una ludoteca hasta las dos de la tarde. Zac tendría que salir de la oficina antes para ir a recogerlos, y ya no podría volver. Pero no le quedaba otro remedio; no iba a pedirle a Ness que cuidara de ellos; era un peligro para su paz interior y de todas maneras, tenía que trabajar esa noche. Además, antes de verla otra vez tenía que aclarar sus pensamientos acerca de ella.

No había razón para estar tan liado, por muy agradable que hubiera sido el beso. Había sido un gesto impulsivo, con algo más de química de la que habría esperado, eso era todo. Se olvidaría de ello.

Estaba seguro de que Ness ya lo había hecho.

Dicho sea en su honor, había seguido su horario aquella mañana y todo había ido sobre ruedas. El truco parecía residir en hacer más de una pequeña tarea al mismo tiempo y en poder interrumpir una y empezar otra, para luego volver a la primera cuando surgiera la oportunidad.

Sería una nueva manera de ejecutar las Normas Efron, pero Zac nunca se arredraba ante un reto.

Tenía que acordarse de darle las gracias a Ness cuando volviera a verla, lo cual no sería muy pronto.

Britt: He hecho pasar a la señorita LaCrosse y a Clifton del departamento jurídico a tu despacho -le informó cuando pasó junto a su mesa a las 9:27 de la mañana-.

Zac: Gracias Brittany.

Se llevó el montón de mensajes y notas que normalmente ya habría despachado a esas horas y entró a su despacho.

Tess: Hola, Zac -le echó un vistazo al reloj-. Justo a tiempo; tengo que tomar un avión al mediodía.

Zac: Empecemos, entonces.

Abrió el contrato y revisó el contenido de las páginas que habían sido marcadas mientras Tess hablaba.

Estaba llena de elogios hacia Ness y no hacía más que referirse a ella como la ayudante personal de Zac.

Tess: Tengo entendido que te estás aprovechando de una oportunidad inesperada porque Mike y su esposa están fuera, por eso me quedé impresionada cuando Ness me dijo todo lo que has hecho.

¿Qué le habría contado Ness?

Afortunadamente, Tess pasó a explicárselo. Mientras Zac la escuchaba, se dio cuenta de que Ness había hecho una campaña de relaciones públicas a gran escala, digna de una profesional. Sonrió para sus adentros. Las relaciones públicas debería de haber sido otra de las profesiones anteriores de Ness.

Tess: Está claro que sabes lo que haces -dijo después de que ambos firmaran el contrato. El abogado se había ido y ella estaba recogiendo sus cosas para salir hacia el aeropuerto-. Pero te lo digo, sería aún mejor desde el punto de vista publicitario si tuvieras tu propia familia -sonrió-. Piénsatelo. Tienes tiempo suficiente antes de que se publique el libro.

Tess era capaz de convertir la trascendental decisión de casarse y tener hijos en una oportunidad publicitaria.

Tess: Voy a disfrutar mucho trabajando con Ness en este proyecto.

¿Ness? Un momento.

Tess: Sí, en lo que es el meollo de la cuestión. Me doy cuenta de que tienes una empresa que dirigir, Zac, por lo que no espero monopolizar todo tu tiempo. Es una idea estupenda tener una ayudante que se encargue de la investigación. Me alegro de haber tenido la oportunidad de conocerla -sonrió-. Esto va a funcionar.

No era el momento de discutir si Ness tenía o no un papel en todo aquello.

Zac: Desde luego que sí -abrió la puerta-.

Tess se echó a reír.

Tess: Te confieso que tuve mis dudas sobre tu capacidad de sacar adelante este proyecto cuando Mike me llamó.

Zac se agarró al marco de la puerta con fuerza, pero Tess ni se enteró.

Tess: No le gustó nada que fuéramos a liquidar los restos de la edición de Normas Efron, pero la compañía está reduciendo la lista de publicaciones y el almacenaje resulta muy costoso -hizo un gesto con las gafas de sol-. ¿Qué podía hacer?

Zac no se había enterado de nada de eso, pero no estaba dispuesto a decírselo.

Tess: A no ser que presentaras un cambio ingenioso, no tenía sentido que hiciéramos una nueva edición, ¿no crees?

Zac: ¿Y dejar que Normas Efron se agote?

La implicación era que su manual de gestión del tiempo era una moda pasajera. Zac podía predecir el efecto que la noticia tendría sobre clientes en potencia.

Tess: Pero Mike mencionó que estabas pensando meterte en el ruedo doméstico. Para serte sincera, al principio estaba algo escéptica. Las Normas Efron es un texto más idealista que práctico y sólo podía imaginarme lo que idearías para los pobres e irritados padres.

¿Más idealista que práctico?

Zac: Una docena de empresas Fortuna 500 lo han encontrado lo suficientemente práctico como para implementarlo -dijo, lanzándole una clara indirecta-.

Tess: Conozco tu prestigio y por eso escuché a Mike. Él me convenció para que me embarcara en tu nuevo proyecto, pero necesitaba un mercado para apoyar la iniciativa. Por eso vine hasta aquí y la verdad es que me alegro muchísimo de haber venido. Ness es una joya, Zac. Con sus ideas y tus dotes de organización, creo que tendremos un súper ventas.

Zac estaba sorprendido aunque fingió no estarlo. Le dijo que no recordaba el qué a Tess, se despidió de ella y cerró la puerta de su despacho.

Tess pensaba que Ness era su ayudante. Y también creía que Zac no era capaz de formular un sistema de gestión del tiempo doméstico él solo. Parecía convencida, además, de que las ideas de Ness, fueran las que fueran, eran buenas.

Ness no era su ayudante; lo único que había hecho era cuidar de sus sobrinos medio día, por amor de Dios.

¿Qué diablos iba a hacer?

Zac iba a demostrar que no necesitaba la ayuda de Ness; eso era lo que iba a hacer.

Llegó temprano a la guardería, habló con la profesora de los niños y les dio su tarjeta a tantos padres como pudo además de apuntar los números de teléfono de aquellos que accedieron a colaborar en la encuesta que había decidido hacer.

También observó a las profesoras que pacientemente jugaban con varios grupos de niños de edades diferentes.

En general fue una hora muy provechosa y, cuando llegó a casa con los niños, quería apuntar todo inmediatamente. David y Alex colaboraron echándose ambos la siesta. Seguramente, era señal de que estaba en el camino adecuado.

Muy bien, pensó Zac, ¿qué información tenía?

Al sugerir estrategias para la gestión doméstica tendría que tomar en cuenta separadamente a los padres solteros, a familias en las que sólo uno de los padres trabajara y a otras en las que trabajaran ambos, pero habría elementos comunes a los tres.

Eso era lo que quería desarrollar.

Esbozó algunas ideas hasta que se despertaron los niños.

Bueno, así era como se suponía que tenía que funcionar. Y al día siguiente, probaría sus ideas.

No necesitaba la ayuda de Ness en absoluto, aunque parecía que ella sí que lo necesitaba a él.

Por la noche, cuando los niños se durmieron, Zac abrió el correo. Una de las cartas contenía el orden del día para la reunión de la junta del jueves. Uno de los puntos de la programación era ponerse de acuerdo para iniciar los trámites para echar a Ness Hudgens.

¡Qué ridiculez! Ness estaba habitando un espacio que a nadie le servía para nada. ¿Para qué lo querían?

Iba a tener que demostrar sus dotes de persuasión el jueves por la tarde o la pondrían de patitas en la calle.

Zac intentó pensar en los argumentos que podía utilizar, pero estaba demasiado cansado para concentrarse. Lo mejor que podía hacer por ella en ese momento era dormir lo suficiente esa noche.

Acababa de caer en brazos de Morfeo cuando lo despertó el llanto de David. El bebé no se había terminado el biberón de la última toma y llevaba toda la tarde bastante intranquilo.

Zac se levantó gruñendo. No había leche suficiente en la nevera para un biberón, por lo que fue a buscar a la despensa. David ya se había tomado una caja entera y, aunque Mike le había dejado dos, con esos biberones extra a media noche, estaban consumiendo la leche demasiado rápido. Sacó la caja vacía de la despensa y abrió la lengüeta de la que estaba debajo, pero en vez de leche se encontró con galletas, chocolatinas, varias tetinas de diferente tamaño, biberones y algunos muñecos de goma.

Se había quedado sin leche.

Estupendo. Fabuloso. ¿Cómo podía haberse quedado sin leche?

Pues porque no había hecho inventario de las provisiones. Creía que tenía dos cajas de leche de continuación, pero debería haberlo comprobado.

Otra norma Efron quebrantada.

Aunque le sentaba muy mal hacerlo, iba a llamar a Ness.

Le salió el contestador automático.

Contestador: Soy Ness; ya sabes lo que tienes que hacer.

No le dejó ningún mensaje.

Inspiró profundamente mientras colgaba el teléfono, resignándose a meter a los niños en el coche para buscar una tienda que abriera de noche.

Las personas que compraban a las dos de la madrugada no eran como las que iban durante el día. La tranquilidad de la noche impregnaba las estanterías iluminadas por las luces fluorescentes mientras un reducido número de silenciosas figuras recorría los pasillos del supermercado.

Silenciosas, es decir, si no iban acompañadas de un niño de dos años y un inquieto bebé. David no dejaba de llorar. Alex, al que había despertado de un sueño profundo, también se puso a llorar cuando Zac no le dejó salir del carrito.

El dependiente que manejaba la caja registradora lo miró detenidamente. Seguramente creería que había secuestrado a los niños, pensaba Zac mientras hacía como si comprar a esas horas de la madrugada fuera lo más natural del mundo.

**: Esos niños deberían estar en la cama -lo reprendió una mujer-.

Zac: Sólo estoy cuidando de ellos -dijo mientras retiraba un poco el carro para que ella pudiera pasar- y me he quedado sin leche para el pequeño.

Lo miró con escepticismo, como si estuviera a punto de llamar al Departamento de Protección al Menor.

Zac: Le juro que sólo estoy cuidando de ellos -dijo mientras ella se alejaba-. Son mis sobrinos.

Alex: ¡Dumo! -dijo mientras echaba mano a los pequeños envases que se alineaban sobre una estantería-.

Agarró uno de ellos pero tiró dos al suelo, donde se rompieron en pedazos y le llenaron a Zac los zapatos de zumo y cristales.

Zac: ¡Alex, no!

Zac le arrebató el envase de la mano, lo cual le hizo gritar aún más fuerte. Entonces, Zac lo abrió y se lo dio.

Se quedó mirando al suelo lleno de zumo y cristales, por donde tenía que pasar para ir a por la leche de continuación. ¿Qué hacer? Miró a un lado y a otro del pasillo y vio que no había nadie. Zac pasó con el carrito por encima de los cristales y siguió hasta el final del pasillo. En ese momento se oyó una voz atronadora que salía por los altavoces:

*: Limpieza en el pasillo nueve.

Alex dejó caer la botella de zumo que se volcó y vertió al suelo.

Alex: ¡Dumo! -gritó-.

Zac suspiró.

Zac: Muy bien, niño. Era la única parte del pasillo nueve que quedaba limpia.

Alex empezó a chillar como un descosido y David lloriqueaba sin parar. A Zac le entraron ganas de unirse a ellos.

**: ¿Zac?

Oh, estupendo. ¿Cuál de sus amigos estaba allí para presenciar su incompetencia? Volvió la cabeza.

Ness se acercó a él con un carrito. Llevaba puestos unos vaqueros negros, una camiseta con el nombre de un bar de copas de Richmond, los ojos pintados con una gruesa raya negra, los labios de un color muy oscuro y las uñas de azul.

Parecía un ángel. Al verla, Zac sintió que se relajaba al menos un poco.

Ness: ¿Qué estás haciendo aquí?

Zac: Traumatizando a mis sobrinos.

Ness: Tú eres el que tiene toda la pinta de estar traumatizado.

Zac: Me he quedado sin leche para David -le explicó-.

Ness: Pobre Zac -se volvió y agarró a Alex en brazos, a pesar de que estaba todo pegajoso del zumo-. ¿Qué te pasa, Alex?

El niño balbuceó algo que Zac no entendió, pero que Ness sí pareció hacer. Se adelantó un poco y fue a buscar una botellita de zumo.

Zac movía el carrito intentando que David se calmara. Ness y Alex estaban delante de una vitrina repleta de un enorme surtido de porquerías para bebés. Alex señaló con el dedo y Ness descolgó algo de un gancho. Cuando volvió junto a Zac, éste vio que era una taza como la que usaba Alex.

Colocó al niño de nuevo en el carro.

Ness: Espera un momento, Alex, déjame que abra esto sin romper el código de barras.

Así lo hizo y, en cuestión de segundos, llenó la taza de zumo y Alex se quedó callado y bebiendo tan contento.

Zac: Gracias -aunque debería echarse al suelo y besarle los pies-.

Lo habría hecho de no haber sido por el zumo y los cristales rotos.

Ness: No hay de que.

Se acercó a David y murmuró algo junto a él. Sorprendentemente, el bebé se calmó. Ness le acarició la cabeza y Zac vio que se le estaban cerrando los ojos de sueño.

Zac quería saber cómo lo hacía, pero tenía miedo de hacer cualquier ruido y que David se despertara.

Se limitó a observar a Ness, que envuelta en un halo fluorescente y con las uñas pintadas de azul acariciaba suavemente a su inquieto sobrino.

No. ciertamente no era la típica residente del complejo Bahía del Roble Blanco, pero era amable y cariñosa y Zac prometió que haría lo posible para convencer a los demás miembros de la junta de que tenían que verla como él la veía.

Ness: ¿Necesitas algo más? -dijo una vez que hubieron conseguido la leche-.

Zac: Que yo sepa, no. ¿Siempre haces la compra en mitad de la noche?

Ness: Casi siempre. Es cuando termino de trabajar.

Eso tenía sentido.

Zac: ¿Tienes ya todo lo de la lista?

Ness: No tengo lista. Sé que debería, pero siempre se me olvida hacerla -se echó a reír-. Seguramente la perdería.

De pronto, Zac se dio cuenta de que él también estaba comprando sin una lista en la mano. Se paró a pensar si necesitaba algo.

Zac: Pensándolo mejor, necesito una caja de cereales. A Alex le encantan.

Ness: Sí, ya lo sé. Ponte en la cola y yo voy a por ella.

A los cinco minutos de separarse de Ness, David empezó a lloriquear otra vez.

Había sólo una caja y tenía a dos personas delante. ¿Cómo podía haber tanta gente en mitad de la noche? La mujer que estaba justo delante de él tenía el carro lleno de cosas. Miró a Zac, a su sobrino que no dejaba de berrear y a las dos cajas de leche en polvo, pero no lo dejó pasar delante.

Ness se unió a él momentos después y miró a David extrañada.

Ness: Se le oye por todo el supermercado -abrió el cierre de seguridad de la sillita y lo levantó en brazos. Le puso los labios en la frente y puso mala cara-. Está muy caliente.

Zac: ¿Ah, sí? Antes estaba bien.

Ness le pasó el bebé a Zac. Era verdad que estaba caliente, pero Zac no sabía si era mucho o poco. ¿Cómo sabía si tenía o no fiebre?

Zac: ¿Qué crees? -le preguntó a Ness-.

Ness: No lo sé -le tocó la frente a Alex que se había terminado el zumo y estaba medio dormido en el carrito-. Está mucho más caliente que Alex.

Zac: ¿Crees que tiene fiebre? -le preguntó esperando que dijera que no, pero sabiendo que diría lo contrario-.

Ness asintió con la cabeza y se mordió el labio.

Zac: No puede tener fiebre -pero incluso a la luz verdosa David parecía estar más colorado de lo normal-. No le está permitido ponerse enfermo, al menos mientras esté a mi cargo.

**: Oh, santo Dios. Los jóvenes de hoy tienen menos inteligencia que un mosquito -dijo una voz detrás de él-. Os obligan a que saquéis un permiso para todo excepto para la paternidad. Creo que no estaría de más que empezaran a dar licencias para ser padres.

Era la mujer que le había regañado por sacar a los niños de noche. Extendió los brazos.

**: Déjame que le eche un vistazo a ese bebé.

Como respuesta a la autoridad que emanaba aquella voz, Zac le pasó el bebé.

La mujer se puso a arrullarlo dulcemente mientras Zac y Ness contemplaban la escena.

Zac: Está echando los dientes -se sentía obligado a demostrar aunque sólo fuera una pizca de conocimientos-.

**: Eso es lo que le pasa -dijo la mujer que estaba delante de ellos; le quitó la goma elástica a un montón de vales de compra-. A los míos siempre les daba fiebre cuando estaban con los dientes.

*: No es normal que les dé fiebre cuando están echando los dientes -declaró la cajera y ella y la otra mujer empezaron a discutir-.

Zac se quedó callado mientras escuchaba sugerencias y comentarios acerca de la fiebre de David. Estaba como pez fuera del agua, sin saber qué decir.

Le dolía la cabeza y no le resultó difícil averiguar el motivo. Desde que Alex y David llegaron a su casa, su vida estaba totalmente desorganizada. No había podido relajarse o disfrutar del sueño o de la comida sin ser estorbado. Se sentía fatal.

A lo mejor era él el que tenía fiebre. A otras personas les podían los virus; a él le podía la desorganización.

Ness tenía a David otra vez en brazos. La otra mujer y ella estaban hablando de sarpullidos mientras le desabotonaban el pijama para mirarle la tripa.

*: Sí, hay muchos niños con varicela -dijo la cajera mientras la mujer que estaba delante sacaba el carrito lleno de comida-.

¿Varicela? Eso era más que suficiente. A Zac no le importaba tener que alquilar un helicóptero para ir a buscar a Stephanie. Mike no podría arreglárselas con la varicela.

**: No hay ninguna erupción -dictaminó la mujer-. Lo más seguro es que tenga un catarro.

O una neumonía, o alguna otra temible enfermedad. Zac colocó a David de nuevo sobre su sillita y pagó los cereales, la leche, la taza y dos envases de zumo vacíos. ¿Sería su imaginación o el bebé parecía estar más caliente? ¿Y no tenía también Alex los mofletes algo colorados?

Ness: ¿Zac? -le dio un tirón de la manga-.

Zac: ¿Qué?

Ness: Tienes cara de querer ir derecho a urgencias.

Zac: Tengo una buena razón -reconoció-.

Ella esbozó una medio sonrisa y le dio unas palmaditas en el hombro.

Ness: Llévate a los niños a casa; yo te sigo.

Zac tenía ganas de decirle que podía arreglárselas solo, pero no tantas como de que se quedara con él.

Zac: ¿No tienes que escribir tus críticas?

Le estaba dando la oportunidad de echarse atrás, pero esperaba que no lo hiciera.

Ness: Las escribiré más tarde. Venga, pareces reventado.

Y reventado era exactamente como se sentía después de conducir a casa en tensión y subir con los niños y las cajas de leche por las escaleras.

Estaba hablando por teléfono con Mike cuando Ness llamó a la puerta. Al ver que estaba al teléfono, entró a ver a Alex sin hacer ruido antes de empezar a mecer al bebé entre sus brazos. La presencia de Ness lo tranquilizó mucho más que hablar con Mike.

Mike: ¿Zac?

Zac: ¿Sí?

Mike: ¿Hay alguien ahí contigo?

Zac: Esto, sí. Me he encontrado con Ness en el supermercado y está aquí con David en brazos.

Mike: ¿De verdad?

Zac: Cuidó de los niños durante un par de horas ayer.

Mike: ¿En serio?

Zac: Los niños están encantados con ella.

Mike: ¡No me digas!

Zac: Mike, ahora voy a llamar al pediatra.

Su hermano se echó a reír.

Mike: Ya hablaremos más tarde, ¿eh Zac?

Zac recordó la conversación que había mantenido con Tess. Parecía que a Mike le gustaba hablar más de lo que pensaba.

Zac: Desde luego.

Después de colgar a Mike, Zac llamó al busca del pediatra, aunque le sentaba fatal tener que despertarlo.

Luego se turnó con Ness para consolar al niño mientras esperaban la llamada del médico.

Zac: ¿Crees que está peor? -le preguntó a Ness-.

Ness: Desde luego, tiene fiebre -sentada en el sofá, Ness observaba a Zac ir de un lado a otro del salón con David en brazos-. Me da mucha rabia que no nos pueda decir lo que le duele.

Zac: A mí me da rabia no poder hacer nada -miró a su inconsolable sobrinito-.

Ness no añadió nada más y, cuando Zac la miró, su rostro expresaba tanta ternura… Bueno, toda la ternura que el rostro de una mujer con los labios pintados de negro podía expresar.

Ness: Eres un buen tipo, Zac. Serás un buen padre.

«Y tú una buena madre», pensó él.

No se atrevió a decírselo aunque su instinto le decía que era cierto. Un hombre no le decía eso a una mujer a no ser que estuviera pensando en convertirla en madre. Ness en el papel de madre. Su pensamiento voló hacia terrenos de los que debía mantenerse alejado.

Zac: La paternidad es una responsabilidad muy grande -murmuró mientras le entraban sudores sólo de pensarlo-.

Ness: Lo sé.

Zac: Los niños se te dan maravillosamente.

Eso sí que podía decírselo, ¿no?

Ness: Gracias. No tengo mucha experiencia con los niños -se miró las manos-. Me gusta. No les importa tu futuro o tu trabajo, ni si vives en el lugar apropiado.

Zac se detuvo y vio que tenía la cabeza gacha. No era el mejor momento de mencionarle los puntos del orden del día de la reunión.

Ness siguió hablando.

Ness: No les importa que hayas cambiado dieciséis veces de empleo desde que dejaste la facultad ni que cambiaras cuatro veces de asignatura principal y que nunca te licenciaras.

Zac: Ness…

Ness: Lo siento -murmuró-. No sé por qué digo eso.

Zac: Si no me equivoco, diría que has estado hablando con tus padres.

Ness puso cara de resignación y asintió con la cabeza.

Ness: Me dejaron un mensaje en el contestador. No les gusta que trabaje de noche.

Zac: ¿Y a ti te gusta?

Ness: Me gusta este trabajo -contestó pausadamente, como si se lo estuviera pensando al tiempo que contestaba-. Me ha durado más tiempo que la mayoría. El trabajar de noche es el inconveniente principal, pero gracias a Dios esta zona es relativamente segura. Si no viviera aquí, no sé lo que haría; a lo mejor tendría que buscarme otro empleo -levantó la cabeza y lo miró con una sonrisa tímida en los labios-. Y eso ya lo he hecho demasiadas veces.

Antes de que a Zac le diera tiempo a contestar, sonó el teléfono. Era el médico.

Ness: ¿Qué ha dicho? -le preguntó cuando Zac colgó-.

Zac: Tengo que llevar a David a la consulta mañana por la mañana. Pero mientras tanto, debería tomarle la temperatura, lo malo es que no tengo termómetro y necesito un analgésico para niños -la miró a los ojos-. ¿Te importaría…?

Ness: Vete a comprarlos -se puso de pie-. Yo me quedo aquí.

Zac se metió la cartera en el bolsillo trasero del pantalón y agarró las llaves del coche que estaban sobre la mesita de centro.

Zac: El médico me ha sugerido un baño de agua fría.

Ness: Muchas gracias, pero lo prefiero de agua caliente.

Se volvió, con la mano en el pomo de la puerta.

Zac: Es para David.

Ness: Lo sé -dijo en voz baja-. Era una broma.

Hizo una mueca y abrió la puerta.

Zac: Estoy demasiado cansado para bromas.


Zac volvió y encontró a Ness poniéndole a David un pañal limpio.

Ness: Le ha encantado el baño frío, por la otra punta.

Tenía mojada buena parte de la camiseta, que se le pegaba al cuerpo en algunas zonas muy interesantes. O se había limpiado casi todo el carmín o se le había quitado solo y estaba un poco aturrullada. Eso se le antojó atrayente… Muy atrayente.

Zac frunció el ceño al ver que David tenía una marca oscura en la frente.

Zac: ¿Es un cardenal?

Ness: Oh -la limpió con la toalla-. Es que le he dado un beso.

Zac: Qué suerte tiene David -murmuró-.

Sorprendida, Ness levantó la cabeza para mirarlo y al hacerlo, sus labios se acercaron peligrosamente a los de Zac.

Ness: Zac…

Zac: Lo sé -susurró-. Pero en este momento quiero hacer como si no lo supiera.

La besó con suavidad, intentando responder a las emociones compartidas de esa noche y agradecerle por estar allí con él.

Y, además, quería tener una excusa para volver a besarla.

Entre ellos había una pasión controlada cuyo calor consiguió calmar sus crispados nervios.

Zac: Gracias -murmuró cuando interrumpió el beso-.

Ness asintió sin decir nada, con las mejillas tan coloradas como las del bebé.

Siguieron las instrucciones del pediatra hasta que David se sumió en un sueño irregular.

Ness: Ahora te toca a ti.

Zac: No puedo irme a dormir, tengo que cuidar de él. ¿Qué pasará si no le hace efecto la medicina que le he dado?

Ness: Tú necesitas dormir y yo estoy acostumbrada a trabajar a estas horas. Todavía tengo que escribir los artículos. ¿Por qué no me voy a por el ordenador portátil y trabajo aquí?

Zac quería discutirlo, pero si tenía que estar todo el día siguiente con los dos niños, entonces necesitaba dormir algo.

Zac: Muy bien.

Mientras se metía en la cama, pensó en el hecho de que Ness estaba en la habitación de al lado. ¿Qué era lo que sentía por ella? ¿Había algo más detrás de la chispa del par de besos que se habían dado? ¿O era la gratitud que sentía hacia ella por haberle sacado de un apuro?

¿Quería acaso que hubiera algo?

Francamente, Zac no lo tenía claro y se durmió con el ruido del tecleo de Ness, que escribía ya sus artículos.

Ness se quedó mirando fijamente la pantalla de su ordenador, donde había llenado toda una página con la frase siguiente:

“No voy a enamorarme de Zac Efron.”

Aunque durante esos días pasados se había mostrado tan humano y por ello tan atractivo a sus ojos, cuando no estaba con los niños era tan exagerado en la organización y tan ambicioso como su familia. Nunca había visto armarios y cajones tan organizados como los de Zac.

Pensó en el beso tan dulce que le había dado antes. Era de ese tipo de besos que burlaba las defensas de una mujer y le llegaba hasta el corazón.

Ness respiró profundamente y continuó escribiendo, pero cambió la frase anterior y en vez de «No voy a enamorarme de Zac Efron», tecleó:

“No voy a tener una aventura con Zac Efron.”

Porque temía que fuera demasiado tarde para la primera de las afirmaciones.




¡Interesante tu artículo, Ness! Estoy deseando leerlo XD
Zac, no seas tan cabezón. ¡A Ness le debes la vida!

¡Gracias por los coments!
¡Comentad, please!

¡Besis!


2 comentarios:

Maria jose dijo...

Hoh cada vez mejor!!!
Yo opino que vanessa ya se enamoró de zac
Qué lindos son los dos
Espero que los niños mejoren
Siguela esta muy buena

Saludos
Sube pronto

Lu dijo...

Me encantó el capitulo.
Yo también creo que Ness ya se enamoró de Zac.
Amo esta novela!!!


Sube pronto

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