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martes, 15 de noviembre de 2016

Capítulo 2


Mike: Me parece que esto no va a funcionar -dijo mientras dejaba todas las cosas de los niños en el vestíbulo de casa de Zac-.

Zac: Estás hablando por boca de Stephanie.

El vestíbulo de líneas elegantes había dejado de serlo. Lo mismo le pasó a la cocina, el dormitorio de los invitados y el salón, donde en ese momento Zac estaba montando un parque plegable.

Mike: Stephanie no se lo ha tomado en serio. Cree que es una broma.

Zac: No te preocupes, nos lo vamos a pasar estupendamente esta semana, ¿verdad Alex? -dijo a su sobrino mayor-.

Alex: Tato -señaló a la ventana-.

Zac: Sí, muy bien.

Aunque Alex podría haber dicho cualquier otra cosa, ya que todavía no hablaba muy bien.

Mike: La única razón por la que accedió a que te hicieras cargo de los niños es porque no cree que dures más de un día. Ni siquiera cree que yo pueda estar más de un día con ellos.

Zac: A las mujeres les gusta creer que son las únicas que saben cuidar de los niños.

Mike: Quizá tengan algo de razón -murmuró-. ¿Zac, dónde está Alex?

Zac: Justo detrás de mí.

Mike: ¡Zac, ten cuidado! ¡No, Alex! ¡Quema! -saltó por encima de la sillita de paseo doble y sacó rápidamente al niño de veinte meses de debajo de la mesita donde había una lámpara-. A Alex le gustan los enchufes -le explicó-.

Zac: Es un pasatiempo peligroso para un niño de su edad.

Mike: Necesitas unos protectores para enchufes.

Zac: Bueno, los compraré.

Aunque la verdad, no tenía idea de lo que eran.

Mike seguía preocupado.

Mike: ¿Sabes?, deberías venirte a casa esta semana. Allí están todas las cosas de los niños.

Zac: Y mis cosas están aquí. Los clientes confiarán más en mí si incorporo a los niños a mi propio entorno. Además, así entenderé mejor los cambios que tienen que hacer las personas que tienen niños.

Zac estaba dispuesto a seguir con su sermón, pero Mike estaba muy ocupado forcejeando con el escurridizo de Alex e intentando sentarlo en la trona, y se veía que no le estaba prestando atención.

Mike: Hasta ahora no me había dado cuenta de la cantidad de cosas de cristal que tienes aquí -dijo desde la cocina mientras le servía a su hijo unos cereales en un cuenco sobre la bandeja de la trona. Alex chilló y aporreó la bandeja, tirando al suelo los cereales, que se esparcieron por todas partes-. Voy a comprar unos paragolpes para los muebles cuando termine de descargar todo.

Zac no preguntó lo que eran esos paragolpes para los muebles, pero imaginó que no iban precisamente a embellecer la apariencia de su inmaculado apartamento. Ante la insistencia de Mike, ya había quitado de en medio el juego de barcos de cristal, los atizadores de la chimenea, la colección de caleidoscopios y cualquier objeto punzante, rompible o inflamable. Esa operación dejó limpias de cacharros casi todas las superficies de un metro o menos de altura.

Mike abrió el armario que había debajo de la pila y sacó todos los productos de limpieza.

Mike: Guarda todos estos en un sitio que esté alto o compra pestillos de seguridad para los armarios. -Miró a su alrededor y finalmente colocó los limpiadores encima de la nevera-. Me estoy quedando sin sitios altos.

Zac puso la colchoneta en el parque y pasó a David totalmente dormido de la sillita de paseo al parque. El bebé parecía dormir profundamente. Estupendo. Iban a llevarse muy bien.

Mike se acercó y miró a su hijo.

Mike: Es un hombrecito precioso, ¿verdad?

A Zac le parecía el típico bebé.

Zac: Sí. Desde luego que lo es.

Mike echó un vistazo a su reloj de pulsera.

Mike: Es un poco pronto para que se duerma, pero es preferible que lo dejemos dormir hasta que tengamos todo colocado. Esta noche se ha despertado varias veces. Si se pone pesado, no te preocupes; está echando los dientes.

Zac miró a su alrededor.

Zac: ¿Ya está todo?

Su hermano se echó a reír.

Mike: Por supuesto que no, todavía no he sacado los juguetes. Y hay una caja de leche de continuación, pañales, jabón líquido, un orinal y un humidificador.

Mientras se preguntaba dónde iba a guardar todo aquello, Zac prometió que dedicaría al menos un capítulo de su Manual Doméstico Efron a simplificar el complicado equipo para los bebés que los padres primerizos estaban seguros de necesitar.

Zac: ¿Quién necesita un humidificador en Houston? -se preguntó en voz alta-.

Mike: Los padres, cuando los niños se ponen enfermos.

Después de escuchar aquella espeluznante información, Mike salió para llevarle otra infinidad de cosas necesarias para atender a dos niños.

En el instante en que la puerta se cerró, Alex rompió a llorar.

Alex: ¡Papiiiii!

Zac: ¿Eh, chico, te acuerdas de mí? -los cereales que decoraba el suelo de la cocina crujieron al pisarlos-. Soy el tío Zac.

Le sonó raro pero Zac no quería que lo llamaran Zac, y Zachy ni pensarlo.

Parecía que Alex no se acordaba de ningún tío y siguió llorando.

Zac le sirvió más cereales. Alex, que seguía llorando aunque con menos fuerza, se tomó una cucharada y entonces dijo:

Alex: ¡Dumo!

Zac: ¡Zumo! -repitió con voz resonante teñida de fingida alegría-. ¡Este hombrecito quiere zumo! -intentando no pisar los cereales, abrió la nevera-. Tenemos zumo de naranja, de tomate y de cerveza -miró a su sobrino-. Eso era en broma.

Alex: ¡Dumo! -dijo golpeando la bandeja de plástico para darle más énfasis a sus palabras-.

Como el zumo de naranja parecía apropiado para los cereales, eso fue lo que Zac le sirvió. Fue a por un vaso pero entonces se dio cuenta de lo que iba a hacer y lo cambió por una taza de plástico que había comprado en un partido de baloncesto de los Rockets. ¿Quién decía que no tenía instinto paternal?

Vertió un poco de zumo en la taza de recuerdo, que pesaría unos 850 gramos, y se la ofreció a Alex.

Alex: ¿Dumo?

Zac: Zumo -le aseguró-.

Jubiloso, Alex agarró la taza con ambas manos.

Zac: ¿Quieres que te ayude?

Alex: Nene solo -giró el cuerpo e inclinó la taza hacia delante-.

Todo el líquido se precipitó desde el fondo de la taza, que era bastante alta, y le mojó toda la cara. Alex se asustó, dejó caer la taza, pestañeó sorprendido y empezó a chillar porque se le había metido todo el zumo por la nariz.

Zac se quedó petrificado. En menos que canta un gallo, su cocina, pintada de un tono de blanco muy a la moda, con armarios y azulejos blancos, estaba totalmente salpicada de gotitas de zumo y pulpa de naranja.

Fue hacia donde tenía el papel cocina e intentó limpiar a Alex. Así se los encontró Mike cuando volvió.

Mike: Alex -llamó desde la puerta, empujándola con un bote de leche de continuación-.

Alex: ¡Papa!

Zac: Todo está bajo control -le dijo mientras Mike tiraba unos paquetes de plástico y otros de pañales que rebotaron y rodaron por el sofá-. Sólo hemos tirado el zumo.

Mike se acercó y miró lo que se había organizado. Se agachó y recogió la taza.

Mike: ¿Es esto lo que le has dado?

Zac asintió mientras ponía más papel cocina en el suelo. Alex había dejado de llorar, distraído con unos cuantos cereales que flotaban en un poco de zumo de naranja que había vertido sobre la bandeja.
Pero, desgraciadamente, los gritos de Alex habían despertado al bebé.

¿Cómo podía una persona tan pequeña gritar con tanta fuerza?

Mike: Alex tiene una taza con tapadera en la bolsa de los pañales. Utilízala -le sugirió mientras iba a ocuparse de David-.

Zac: Y me lo dices ahora -murmuró-.

Mike: Ah, y tendrás que colar el zumo de naranja. La pulpa atasca el agujerito por donde sale el chorro.

El único colador que tenía Zac era el de una coctelera, pero en realidad no era el más adecuado.

Mike: ¿Quieres que te enseñe a poner un pañal?

Zac: Ya me las arreglaré.

Zac le contestó mientras seguía agachado en el suelo de la cocina. En ese momento, notó que se le caía algo encima. Al llevarse la mano a la cabeza tocó algo blandengue; era un copo de cereal empapado en zumo de naranja. Levantó la cabeza y pilló a Alex tirándolos al suelo desde la bandeja.

Mike: He aprendido un par de trucos para poner pañales que pueden hacerte la vida más fácil.

Zac: Si no se trata de meter a tus hijos en una jaula y lavarlos con una manguera dos veces al día, ¿qué trucos son esos?

Mike se echó a reír.

Mike: No creas que no se me ha ocurrido eso a mí. Pero, en serio, no dejes a David solo sobre la mesa o se caerá, y no le dejes sin pañal ni un momento.

Zac: ¿Por qué? No va a enfriarse.

Mike: No, pero lanza unos chorros de largo alcance.

Zac se asomó por encima del mostrador de la cocina. Su hermano había desplegado una empapadera y le estaba cambiando el pañal a David en el suelo, delante de la chimenea.

Zac tenía agradables recuerdos de otras actividades que habían tenido lugar en ese mismo sitio. Ya no volvería a sentir lo mismo por ese rincón de su casa.

Alguien llamó a la puerta con los nudillos.

Ness: ¿Se puede? -de pie a la puerta estaba con cara de mal humor-. ¿Cómo va uno a poder dormir con todo este ruido?

Ness, con su actitud despreocupada de siempre, parecía como si acabara de salir de la cama y subido en ese momento a casa de Zac. Llevaba una sudadera gris tan grande que no se le veían las manos. Le llegaba casi hasta la rodilla y estaba descalza.

El contraste entre la Ness desarreglada de ese momento y la que había ido a su despacho el día anterior le pareció… bastante interesante. Muy interesante.

Mike: No hay mucha gente que intente dormir a las doce del día de un sábado.

Ness: La gente que trabaja de noche sí que lo hace.

Mike: ¿En qué trabajas? -preguntó volviendo la cabeza, después de mirar a David, que se había quedado callado-.

Ness: Escribo críticas de música en los locales de la zona. Y si se inaugura algún local, hablo también de la decoración, la tendencia y del tipo de clientela que quieren captar. Entonces -volvió a bostezar-, cuando llego a casa tengo que ponerme a escribir. Suelo irme a la cama a las diez o las once de la mañana -se apartó descuidadamente el pelo de la cara y entró en la habitación sin hacer ruido-. ¿Bueno, qué es todo esto?

Por algún motivo el sonido de la voz femenina había tranquilizado a los bebés. Y por alguna otra extraña razón, la naturalidad con que Ness se había apartado el pelo de la cara había silenciado a Zac.

Mike tuvo que presentarse él solo.

Mike: Soy Mike, el hermano de Zac. Este es…

Ness: ¡Un bebé! -había pasado por delante del sofá y vio a David delante de la chimenea. Se arrodillo y empezó a arrullar al bebé-. ¿Puedo levantarla en brazos?

Zac: Es un niño -dijo mientras recordaba a regañadientes aquella velada cuando él y Ness se habían sentado a comer la lasaña vegetal delante de la chimenea-. Mis sobrinos se van a quedar unos días conmigo.

Mike le pasó al bebé recién cambiado.

Ness: ¿No es una monería? ¿Cómo te llamas?

Mike: David.

Ness: David, eres un muñeco; un muñeco grande.

Ness decía una tontería tras otra con voz dulce y sensiblera. Pero, para sorpresa de Zac, David había dejado de lloriquear y estaba sonriendo.

Al ver a Ness con el bebé en brazos, a Zac también le entraron ganas de sonreír. David le agarró un mechón de pelo negro. Inmediatamente, Ness le respondió levantándole la camisa y haciéndole cosquillas en la barriga. El bebé empezó a chillar.

Zac sonrió a Mike y lo encontró mirándolo muy pensativo.

Zac adivinó que su hermano estaba pensando en Ness y en si había algo entre ellos dos.

Zac: No -articuló para que le leyera los labios-.

Mike: ¿Por qué no? -le contestó de la misma manera, por encima de la cabeza inclinada de Ness-.

Porque no. Zac sabía que había una buena razón… varias buenas razones. Pero en ese momento no era capaz de pensar en ninguna de ellas, sobre todo mientras Ness siguiera ahí, con ese aspecto tan natural y accesible.

Alex: ¡Bájame!

Alex había terminado de destrozar la comida. Zac, agradeciendo la interrupción, retiró la bandeja. Antes de que le diera tiempo a dejarla en la encimera, Alex arqueó la espalda, se resbaló de la silla y aterrizó sobre su bien acolchado pompis.

Alex: Dumo -dijo y empezó a patear en el suelo-.

Entonces agarró un copo de cereal del suelo y se lo metió en la boca.

Zac puso cara de asco.

Mike: Ah, sí, se me olvidó decirte lo del truco de la trona -había entrado en la cocina-. También se me ha olvidado la palangana. Buscaré una cuando compre los protectores de enchufes y los pestillos de seguridad para los armarios.

Alex se levantó y fue corriendo hacia su padre. Mike lo levantó en brazos.

Mike: Estás mojado -dijo señalando la mancha oscura en la pechera del peto-.

Alex: Dumo.

Zac: Puedes irte. Yo limpiaré a Alex.

Mike arqueó las cejas y sonrió, mientras dejaba al niño en el suelo.

Mike: Buena suerte.

A Zac le dio la impresión de que no se refería a los niños.

Al momento, Zac estuvo a solas con una Ness medio vestida.

Alex: ¡Papiiiiiii!

Bueno, a solas del todo, no.

David se había cansado de tirarle a Ness del pelo y empezó a hacer pucheros.

Ness: Eh, Zac, creo que tiene hambre. ¿Puedo darle el biberón?

Biberón. Muy bien.

Zac: Esto…

Alex se escapó de la cocina y salió por la puerta como un rayo, todo él empapado en zumo de naranja.

Zac fue detrás de él y lo agarró antes de que llegara a las escaleras. Luego empujó con el pie la caja de leche en polvo hasta que la metió en el vestíbulo y cerró la puerta de un golpe.

Alex: ¡Papiiiiiii! -gritó mientras se restregaba contra la puerta, embadurnándola de zumo de naranja-.

Ness: ¿Y qué es lo que tenemos aquí, Zac? -estaba inclinada sobre una bolsa de pañales-.

Zac se sentía tan nervioso al darse cuenta de que había perdido el control de su casa y de los que estaban dentro en ese momento, que ni siquiera quiso hacer una pausa para disfrutar de la escena.

Ness se puso de pie con un biberón en un recipiente tipo termo en la mano.

Ness: ¿Lo caliento primero?

Zac: Esto, como quieras -dijo mientras entraba a duras penas con Alex, que lloraba a pleno pulmón, en el cuarto de los huéspedes, e intentaba abrir la maleta del niño con una mano y con la otra agarrarlo bien para que no manchara todo de zumo-.

Finalmente, consiguió desvestirlo y fue entonces cuando se dio cuenta de que todos los pañales estaban en el salón.

Volvió al salón y vio que todo estaba en silencio. Ness estaba de pie delante de las ventanas meciendo suavemente a David mientras le daba el biberón. Sonrió a Zac y cualquier rastro de mal humor de éste se esfumó totalmente.

Zac: Lo has hecho otras veces, ¿no? -comentó-.

Ness: Pues la verdad es que no -dijo y miró al bebé-. Pero no parece tener demasiado misterio.

Zac así lo esperaba.

Alex: ¡Papiiiiii! -llevaba puestos nada más que un par de calcetines, y encima mojados, pasó a toda velocidad.

Zac: Papá va a volver dentro de un rato, chico -intentó tranquilizarlo-. Quédate ahí.

Ness: ¿Pero qué vas a decirle cuando papá no vuelva? Después de ver todo lo que hay aquí, me parece que van a quedarse más que a pasar la tarde.

Zac: No lo sé -admitió-.

Ness: Hagas lo que hagas, no le mientas.

Zac asintió y agarró un paquete de pañales.

Ness: Eh, Zachy, esos son tamaño bebé. Los del otro están en la bolsa lila.

Zac tiró al suelo el paquete de pañales con rabia antes de ir a por los otros.

Zac: Por favor, no me llames Zachy; Zachy y Ness suena como el dúo de un vodevil.

Ness: A mí me gusta.

Zac: A mí no.

Ness: Bueno, entonces ¿cómo quieres que te llame?

Zac: Zac.

Ness: ¿De verdad? Pensé que ése era un nombre que tu madre te había encajado.

Zac agarró a su sobrino y los pañales e, intentando no perder la paciencia, le dijo:

Zac: Era su apellido de soltera.

Ness arqueó las cejas.

Ness: Ya lo entiendo.

No había nada que entender; a Zac le gustaba su nombre tal y como era.

Consciente de que Ness era la primera persona que presenciaría su intento de desvestir y luego vestir a un pequeño que no tenía intención de cooperar, tardó más tiempo del habitual en ponerle el pañal a Alex y vestirle con un peto limpio. Después de dos intentos inútiles de ponerle los zapatos, ¿cómo era que los pies de aquel niño parecían de mantequilla?, Zac decidió dejar que el niño corretease por la casa descalzo.

Y correr era la palabra clave. Hasta que Mike volviera con los protectores de enchufes no podía confiar en que el niño no se electrocutara, por lo que Zac no pudo casi deshacer la maleta.

A Alex le resultaba tremendamente divertido correr chillando por el salón y ver al tío Zac avanzando torpemente detrás de él. Lo malo era que al tío Zac no le divertía en absoluto.

Pero a Ness sí, pues la oía reírse. Bueno, muy bien, la dejaría con el adicto a la electricidad y él se iría a deshacer la maleta.

Ness: ¿Alex, quieres que hagamos un juego? -oyó que decía desde el salón-.

Alex: Jego -repitió-.

Ness: Sólo es para niños mayores.

Alex: ¡Jego!

Ness: ¿Puedes llevarle este paquete a tu tío Zachy?

Zac: Zachy no por favor.

Pero Zac oyó claramente la voz de Alex.

Alex: ¿Zachy?

Ness: Sí, ya sabes quién es, ese hombre alto y gruñón que está en el dormitorio.

Zac oyó el ruido del plástico y Alex entró en la habitación con un paquete de pañales en la mano.

Alex: ¿Zachy?

Sabiendo que estaba condenado eternamente a que le llamaran Zachy, o una versión de ello, Zac logró esbozar una sonrisa y decir:

Zac: ¡Gracias, Alex! Estás ayudándonos muchísimo. Vamos a construir una casa de pañales debajo de la ventana.

Aunque Zac parecía el presentador de un programa televisivo para niños, el pequeño colocó cuidadosamente los pañales en el lugar que Zac le señalaba, luego se volvió y sonrió a su tío.

Al menos, aquella sonrisa compensaba por toda la complicación, reconoció para sus adentros. Se arrodilló.

Zac: Pequeño pilludo, tienes la sonrisa de los Efron, ¿verdad?

Alex se rió a carcajadas.

Zac: Conozco bien la sonrisa de los Efron, así que no trates de usarla conmigo.

Alex sonrió aún más.

Ness: ¿La sonrisa de los Efron?

Zac y Alex levantaron la cabeza a la vez.

Ness estaba apoyada contra el marco de la puerta.

Ness: Ah, ya veo -dijo lentamente-. Tenéis la misma sonrisa; en realidad, os parecéis mucho. Los dos tenéis grandes ojos azules y el pelo es casi del mismo tono castaño, con las mismas motas… -dio un paso y entrecerró los ojos-. ¡Oh, pero si son cereales!

A pesar de no querer, Zac se echó a reír.

Ness tenía una expresión nostálgica.

Ness: Hace mucho tiempo que no te veía sonreír, Zachy.

Zac se puso de pie y Alex echó a correr por el vestíbulo.

Zac: Me imagino que no servirá de nada pedirte que me llames Zac, ¿no?

Se lo quedó mirando un buen rato, luego contestó:

Ness: Te llamaré Zac.

Zac: Gracias.

Alex: ¡Zac!

Alex quería seguir con el juego y entró en la habitación con otro paquete de pañales.

Zac y Ness se miraron.

Zac: ¡Buen trabajo, Alex!

Ness agitó los dedos en señal de despedida.

Ness: Tengo que irme -canturreó-. David está en el parque, pero no va a estar contento si lo dejáis solo mucho rato.

Zac la acompañó hasta la puerta.

Zac: Gracias -dijo, sabiendo que la palabra era insuficiente-.

Ness: No hay de qué. Nos veremos.

Ambos asintieron solemnemente con la cabeza, sabiendo que la próxima vez que se vieran probablemente sería en bandos opuestos durante la siguiente reunión de la junta de vecinos de Bahía del Roble Blanco.


Zac pensó que la tarde y la noche habían ido bien, especialmente después de encontrar el canal donde televisaban Barrio Sésamo. Ese programa le permitió colocar los pestillos de seguridad en los armarios sin tener a Alex pegado a sus talones. Mike había insistido sabiamente en colocar los protectores de enchufe antes de marcharse.

Zac bañó a los dos niños, les puso un pañal limpio, le dio a David la última toma del día, le leyó un cuento a Alex y, poco después, estaban ya los dos dormidos. Zac quería irse a la cama también, pero decidió emplear ese tiempo libre en recuperar el aspecto original de su salón y fregar el suelo de la cocina.

Estaba tremendamente cansado después de tanto esfuerzo, pero en general no dudaba que pudiera arreglárselas con dos niños. ¿Sólo arreglárselas? Estaba haciendo más que eso; tenía un talento natural para los niños. Si no estaba haciendo las cosas exactamente como su cuñada le había insistido que hiciera, pues lo sentía mucho. Los niños estaban bien. Y, en verdad, tenía varias y muy buenas ideas para incluir en su manual doméstico.

Una de las actividades suplementarias del negocio de Zac era el diseño de productos que acompañaban a su técnica de gestión del tiempo. Antes de irse a dormir, Zac se sentó delante del escritorio y esbozó un mueble, una especie de pequeño armario, con sitio donde meter todas las cosas de los bebés.

Cuando había terminado de trazar las ideas generales, tituló aquel capítulo: El bebé bien organizado.

Aunque era ya la una y media de la madrugada, Zac se sintió muy satisfecho de sí mismo cuando apagó la luz de la lámpara de su dormitorio.

A las tres se despertó, sintiéndose irritado.

David estaba llorando.

Avanzó a tientas hasta el salón y encendió la lámpara de la mesita supletoria.

Zac: ¿Tienes hambre, David?

Se inclinó y levantó en brazos al bebé; entonces entrecerró los ojos mientras leía el programa que Mike le había dejado. No decía nada sobre ningún biberón a media noche. Quizá la larga siesta de la tarde había desvelado al bebé.

Pero David no quería comer. Zac lo cambió de pañal, pero eso no sirvió de nada. Al contrario, como tuvo que entrar en el cuarto donde dormía Alex a por un pañal, lo despertó. Afortunadamente, el niño se volvió a dormir al momento.

Pero David no.

Aunque le sentaba mal hacerlo, Zac llamó a Mike al hotel de Chicago.

Mike: ¿Diga?

Zac no tuvo que identificarse pues el llanto de David llamó inmediatamente la atención de su padre.

Mike: ¿Zac, eres tú? -parecía totalmente despierto-. ¿Qué ha pasado? ¿Está bien David?

Zac: No lo sé; por eso te llamo.

Zac le explicó lo que pasaba y todo lo que había intentado para que el niño se volviera a dormir.

Mike: Intenta hacer lo que te voy a decir. Presiónale la encía de abajo con el dedo.

Zac lo hizo y David le mordió con tanta fuerza que Zac soltó una palabra no apta para los oídos de sus sobrinos.

Mike: Está echando los dientes. Stephanie le da a morder un aro de plástico que mete en el frigorífico. Puede ser que esté en la bolsa de los pañales, pero lo más seguro es que me lo haya dejado en casa.

Zac: ¡Oye, gracias Mike!

Mike: Lo siento, Zac, pero ya te avisé.

Zac: No pasa nada.

A las cuatro de la mañana estaba preparado a admitir su derrota y dispuesto a conceder la baja por maternidad ilimitada a los empleados que tuvieran niños, porque ya sabía que esas personas no dormían lo suficiente como para rendir en el trabajo. También se dio cuenta que tenía entre sus brazos la solución al problema de la superpoblación mundial. Después de pasar un día entero con un niño llorando, cualquier persona en sus cabales se pensaría dos veces tener hijos.

Se puso a pasear, más para mantenerse despierto que porque a David le sirviera de algo.

A pesar del llanto del bebé, Zac oyó que llamaban a la puerta. ¿A cuál de los vecinos habría despertado David?

Bajó la cabeza para mirarse lo que llevaba puesto: unos calzoncillos de punto tipo short, su habitual atuendo para dormir. Agarró con fuerza al bebé y pegó el ojo a la mirilla. Al mismo tiempo, vio un ojo que lo miraba desde fuera.

Asustado, se apartó de la puerta bruscamente y David se puso a lloriquear otra vez.

Llamaron de nuevo.

Ness: ¿Zac… ? ¿Zac? Soy Ness.

Zac: Estupendo -murmuró entre dientes y abrió la puerta-.

Ness: ¿Qué le estás haciendo al bebé? -le dijo, pidiéndole una explicación-.

Zac: ¡No le estoy haciendo nada! Está echando los dientes.

Ness: ¡Oh…! ¡Pobre David! Ven con Ness.

Le tendió los brazos y Zac soltó a su sobrino de buena gana.

Ness fue hacia el sofá, diciéndole tonterías al bebé y, al momento, lo único que quedaba del llanto de David era un poco de hipo, que incluso también desapareció minutos después.

Ness era un ángel, un ángel de misericordia vestida de cuero negro con medias de encaje, botas y suficientes colgantes y pulseras como para llenar una tienda de bisutería.

Ness: Está exhausto -susurró, mientras al niño se le cerraban los ojos-.

Zac: Es un truco; lo hace sólo para darte esperanzas y luego vuelve a abrirlos -se quejó-.

Se sentó en una silla que había junto al sofá. Le dolía todo el cuerpo.

Ness: Se le oye llorar por toda la urbanización.

Zac: ¿Te ha despertado?

Ness: ¿Tengo aspecto de haber estado durmiendo?

Zac se fijó en el oscuro maquillaje y en la manera en que se había recogido el pelo en una especie de moño. No tenía idea de lo que había estado haciendo.

Zac: Pareces una muñeca depravada.

Ella bajó la vista rápidamente pero no lo suficientemente rápido para ocultar la expresión de dolor en sus ojos.

Zac: Quiero decir… bueno, el contraste entre la forma en que vas vestida y el hecho de tener a un bebé en brazos…

«Venga, dile algo agradable», se dijo.

Zac: Ah, por cierto, el cuero negro te sienta muy bien.

No levantó la vista, pero sonrió.

Ness: Llegué a casa hace unos veinte minutos y empecé a escribir las críticas. La noche del sábado es cuando más ocupada estoy.

David lloriqueó un poco, luego arrugó la nariz. Ness tomó el biberón que estaba sobre la mesita supletoria.

Ness: ¿Es este el biberón que estabas intentando darle?

Zac: Sí.

¿Cómo había podido saber ella que no se lo había logrado dar?

Zac: No lo quería.

Ness: Quizá quiera un poco ahora.

David se agarró al biberón como si no le hubieran alimentado en varios días. En pocos minutos, se quedó totalmente dormido.

Zac lo tomó de los brazos de Ness y lo puso sobre el colchón del parque.

Se dirigieron sigilosamente hacia la puerta.

Era la segunda vez que Ness lo ayudaba y Zac tenía la incómoda sensación de estar en deuda con ella.

También se daba cuenta de muchas otras cosas, por ejemplo, que él no llevaba mucha ropa encima y que el cuero le sentaba estupendamente.

Zac: Gracias por pasarte -le dijo, preguntándose si un beso en la mejilla sería lo indicado-.

Ness: No hay de qué. Tengo que escribir estos artículos y con el niño llorando no podía concentrarme.

Zac: ¿Tan fuerte lloraba? -dijo mientras abría la puerta-.

Ness: Sí, y será mejor que tengas cuidado; no te interesa enfrentarte a la junta.

Zac: ¿Qué quieres decir?

Ness: Quiero decir, Zac, que esta es una urbanización donde sólo viven adultos.




¡Me encantó este capítulo! ¡Qué divertido!
Vanessa no tendrá ni idea de niños, pero se le dan genial.
Y a Zac tengo que decirle una cosita para bajarle el ego: ¿enserio crees que ya eres un super papá por darle zumo en un vaso de plástico al niño? XDXD
A ver como se las arregla ahora con sus vecinitos.

¡Gracias por los coments!
¡Comentad, please!

¡Besis!


2 comentarios:

Lu dijo...

Me encanto el capítulo.
A Ness se le da muy bien los bebés y a Zac no.
Y me parece que Ness tiene razón, Zac va a tener problemas con la Junta...


Sube pronto

Maria jose dijo...

Buen capítulo
Alguien tendrá problemas
Ya espero el siguiente capítulo
Síguela pronto

Saludos

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