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sábado, 19 de noviembre de 2016

Capítulo 3


Alex: ¿Zac?

Una manita le tocó la cara, y a punto estuvo de darle en el ojo.

Zac tuvo que hacer un gran esfuerzo para despertarse, y se sentía como si le hubiera atropellado un camión.

Zac: ¿Alex, amigo, qué hora es?

Entrecerró los ojos para distinguir los números de la radio despertador digital y emitió un gruñido cuando vio que no eran más que las 6:20 de la mañana. Al menos, era domingo por la mañana.

Volvió a hundir la cabeza entre los almohadones.

Alex: ¿Dumo? -pidió esperanzado-.

Zac: No es hora de zumo -farfulló-. Todavía es hora de dormir.

Alex no discutió con él. Segundos después, oyó el frufrú del pañal al caminar, pero poco a poco el ruido se fue apagando. Tenía unas ganas locas de volver a dormirse. Sin embargo, salió de la cama y fue detrás de Alex.

El pequeño se había agachado junto al parque y estaba metiendo el dedo por la red, tocándole la cabeza al bebé.

Si Zac hubiera llegado tres segundos antes, quizá David seguiría dormido.

«A ver si aprendes», se dijo.

Desayunaron todos cereales. Los de David eran en polvo y no tenían muy buena pinta, pero a él parecían gustarle.

Cuatro horas después, Zac estaba loco por dormir un rato y estar en compañía de adultos. No pasaría nada si llamaba a una de las canguros de la lista, ¿no? Después de todo, si hubiera tenido esposa, podría haberse tomado un respiro. Zac solamente necesitaba un par de horas. Bajaría a tomar un café y leería el periódico. Podría ducharse y afeitarse, incluso. Hasta ese momento no lo había hecho porque no quería dejar a Alex solo.

Zac llamó a las tres canguros, pero todas estaban ocupadas. Y lo peor era que al día siguiente también lo estaban. ¿Qué clase de canguros eran esas? ¿A quién podía llamar para que vigilara a los niños? Bien, ¿quién le debía algún favor? Mientras cortaba un plátano en trozos para el almuerzo de Alex y observaba los intentos de gatear de David, Zac recordó pesaroso las veces que había criticado a sus empleados por no tener a mano los planes de emergencia para el cuidado de niños.

En eso se le ocurrió una idea. Dejó a Alex con su plátano y anotó mentalmente que establecería una guardería de emergencia para sus empleados.

No iba a meterse en ese tipo de negocio, pero si resaltaba el carácter de emergencia, refiriéndose a unas horas, y no complicaba la cosa, seguramente vería aumentar la eficiencia y productividad de sus empleados.

Mientras los planes se sucedían alocadamente por su cabeza, Zac se emocionó con todo lo relacionado con el cuidado de los niños. Debería besarle los pies a su hermano por hacerle ver un fallo en el sistema de gestión del tiempo Efron.

Zac se olvidó por completo de los dos niños que tenía a su cargo, y sólo se acordó de ellos cuando, proveniente del pañal de David, le llegó un aroma no precisamente de lo más agradable.

Resignado, Zac fue primero a ver a Alex antes de ir a cambiar a David. Alex se había llenado el pelo de plátano, además de tirarlo de la bandeja y untarlo contra el marco de la puerta.

Zac se lo quedó mirando y le dio uno cuantos trozos más de plátano.

Zac: Que te diviertas.

Al menos, eso mantendría al niño ocupado.

A la puerta de la cocina, se resbaló con un trozo de plátano.

Llegó la bendita hora de la siesta. Zac se dio la tan anhelada ducha. Luego pensó en buscar una niñera para el día siguiente, pero estaba todo tan silencioso y se sentía tan cansado…

Algo lo despertó. Cosa rara, no fue el llanto de David, aunque lo oyó haciendo ruiditos. Era otro ruido que Zac no lograba identificar.

Alex no estaba en su habitación. Un repentino nerviosismo lo despertó del todo y le hizo saltar de la cama a toda prisa. Corrió hasta el vestíbulo donde encontró a Alex. A David no se le veía.

Lo que sí se veía era una montaña de pañales, pequeños y grandes, todos mezclados dentro del parque.

Zac: ¿David?

Alex: David eztá adí.

Alex señaló el montón de pañales y empezó a reírse a carcajadas, pero Zac ya estaba arrodillado, buscando a su sobrino pequeño bajo aquella montaña. Afortunadamente, al bebé no parecía haberle molestado que lo enterrase.

Zac se sentó en el sofá y respiró profundamente; miró al parque y luego a Alex.

Alex: ¿Malo?

Zac: Sí, malo, Alex.

No podía enfadarse. Alex estaba aburrido y tampoco había causado ningún estropicio; además, seguramente sería una de esas situaciones de las que se reiría en un futuro muy lejano.

Zac: Vete a por el paquete de los pañales, Alex -dijo, sin saber si querría ir o no-.

Alex: ¡A jugar! -gritó y salió corriendo-.

Zac: ¿Y tú qué dices, David? ¿Te parecía que estabas en un iglú?

Con la baba colgando, David levantó la cabeza con cara de no saber si reírse o ponerse a llorar. Zac deseaba de todo corazón que no empezara con el llanto.

Zac: ¿Tienes hambre, chico?

Zac extendió una manta y colocó al bebé encima con unos cuantos juguetes alrededor. Luego fue a la cocina a preparar el biberón.

Alex entró en el salón arrastrando el paquete de pañales.

Alex: ¿Zac?

Zac: Estoy aquí, Alex. Pon el paquete de pañales al lado del parque.

Mientras echaba el preparado en el biberón, Zac observaba a Alex desde la cocina. El pequeño estaba inmóvil, pero de repente agarró la caja y fue hacia la manta donde David estaba mordiendo un muñeco de goma. Sin avisar, Alex le tiró la caja en la cabeza al bebé, que inmediatamente se echó a llorar.

Zac: ¡Alex! ¡No! ¡Vas a hacerle daño a David!

Al oír a Zac gritar, Alex se asustó y él también empezó a chillar.

Pero la preocupación inmediata de Zac era David. Después de ver que no tenía más que una rojez en la cabeza, Zac intentó consolarlo.

Zac: Ya pasó todo, David. Venga, chiquitín, tranquilízate.

Pero no daba muestras de que fuera a hacerlo.

A Zac no le sorprendió oír que llamaban a la puerta. La abrió sin mirar por la mirilla; ya sabía quién era.

A la puerta estaba Ness, o más bien una versión de Ness. Llevaba puesto un vestido largo color pastel con un lazo atado a la cintura y el pelo retirado con una cinta elástica.

Ness: Al salir se me ha ocurrido pasar a ver cómo estabais.

Zac: ¿Quieres decir que se nos oye desde el aparcamiento?

Ness: Sí -sonrió y pasó a su lado-

Zac se fijó en su vestimenta.

Zac: Pareces la Betty Bo.

Ness: Y tú pareces… Caramba, tienes un aspecto horrible -se sentó en el sofá y dio unas palmaditas en el almohadón que había a su lado-. ¿Eh, Alex, qué ocurre?

Mientras Alex se quejaba de su tío Zac entre lloriqueos, Zac fue a mirarse en el espejo del vestíbulo. Sí, tenía el pelo totalmente revuelto de haberse dormido con él mojado.

Ness: ¿Eso lo has hecho tú? -preguntó señalando el parque-.

Alex asintió.

Zac: También le dio un porrazo en la cabeza a su hermano con la caja de los pañales -¿Por qué le dio la impresión de ser como una cotorra?-. ¿Te importaría quedarte con David mientras le preparo el biberón?

Ness: Claro.

Mientras Zac le pasaba al bebé, le preguntó:

Zac: ¿A qué viene ese vestido?

Ness: Es domingo. Hago críticas de música gospel. Tengo que integrarme con la multitud.

Zac: ¿Nunca te tomas un día libre?

Ness: Los lunes. Los locales están muertos los lunes.

Los lunes. Libraba los lunes. ¡Libraba los lunes!

Zac volvió a la cocina. De inmediato, había decidido pedirle a Ness que cuidara de los niños, pero se controló para no soltárselo impulsivamente. El truco consistiría en pedírselo de tal manera que ella se ofreciera sin que se notara que estaba desesperado.

Porque, en realidad, estaba desesperado. Era domingo por la tarde y sólo le quedaba la posibilidad de tomarse libre el lunes y perder así credibilidad, o aparecer en la oficina como de costumbre y demostrar que las Normas Efron se podían adaptar a cualquier situación.

Además, el pensar que podría estar unas cuantas horas en compañía de personas adultas lo llenaba de emoción.

A Ness se le daban de maravilla los niños. En ese momento, había logrado que Alex metiera los pañales de nuevo en el paquete; incluso los estaban clasificando antes de hacerlo. David había dejado de llorar y los observaba con atención.

Ness: ¿Todavía le duele la boca a David?

Zac: ¿Por qué me lo preguntas?

Ness: Bueno, no sé nada de bebés pero sigue gruñendo y babea mucho -con el bebé en brazos, fue hacia el mostrador y empezó a rebuscar en la bolsa de tela-. Me pareció ver algo aquí mientras buscaba el biberón ayer. Sí, esto es. -Sacó una cajita y, sin soltar al bebé, leyó de un papel-: Para aliviar el dolor de la dentición. Dice que hay que frotar las encías del bebé con un poco del preparado. ¿Qué te parece, David?

Dicho eso se puso un poco de gel en el dedo y le frotó la encía de abajo al bebé.

David empezó a gritar.

Asustados, Zac y Ness se miraron; ella tenía cara como de ponerse a llorar también.

Zac: ¿Qué ha pasado? -dijo mirando el tubo-.

Ness: No lo sé… ¿Habré usado demasiado? ¿O quizá esté pasado?

Zac apretó el tubo y probó un poco del gel.

Zac: ¡Maldi…! -se tragó el resto de la palabra-. Malísimo; además, pica.

Ness: Déjame ver -lo probó también-. ¡Puaj!

Y segundos después la zona de la encía que el gel había tocado se le adormeció. En el caso de Zac fue la lengua.

Zac: Ez muy fuedte. No me eztraña que ed niño llode.

Ness: Hodrible -se tocó el labio-. Me pegunto cuánto tiempo duda.

A la pequeña Betty Bo se le trababa la lengua. Zac se echó a reír sin poder evitarlo.

Ness: No teñe gacia -dijo, pero le dio la risa igualmente-.

Zac: Muy bien, zi no creez que tiene gracia, prueba edto. Necesito una niñera pada mañana y había pensado pedírtelo a ti.

Abrió mucho los ojos y soltó una carcajada que parecía acercarse un poco a la histeria.

Pero Zac no se rió; ni siquiera sonrió. Terminó de preparar el biberón de David mientras Ness, que no podía dejar de reírse, se apoyaba contra el mostrador.

Ness: ¿Me estás pidiendo… que haga de niñera? -dijo mientras agarraba el biberón-.

Zac: Que cuides de David y Alex.

Ness: En otras palabras, que te haga un favor.

Zac: Llámalo un favor si quieres.

Ness: Oh, claro que quiero. ¿Por qué has tardado tanto en pedírmelo?

Zac: ¿Qué quieres decir?

Ness: Me di cuenta desde el primer momento que vi a este dulce bebé que esto era demasiado para ti.

Zac: Dame una oportunidad. No tengo experiencia con los niños, pero estoy aprendiendo muy rápidamente.

Ness: He oído el llanto, Zac, durante horas.

Zac: ¿El mío, o el de los niños? -murmuró-.

Ella sonrió.

Ness: Me imaginé que, si seguía viniendo, tarde o temprano me pedirías que me quedara a cuidarlos.

Él estaba de espaldas a ella, contemplando pensativo a Alex. Ness aún no le había dicho que sí. Alex levantó la cabeza y sonrió. Ah, aquella sonrisa de los Efron. Eso era algo que hasta entonces, jamás le había fallado.

Zac: Gracias por soplarme, chico -susurró, y se volvió a mirar a Ness-. Muy bien, ahora ya te lo he pedido -le dedicó una de las sonrisas de los Efron-. ¿Qué me va a costar?

Ness: Eso es lo que me gusta de ti, Zac, que vas al grano -se acercó a él con David en brazos-. Yo cuidaré de los niños y a cambio quiero que te pongas de mi lado cuando se reúna la junta de la comunidad.

Zac: Ya te he dicho que hablaría con ellos de las plantas. No sé qué más quieres que haga.

Ness: Quiero que se desestimen todas mis citaciones.

La sonrisa de los Efron se desvaneció por completo.

Zac: Ness, no puedo acceder a eso.

Ness: ¿Ni siquiera sabiendo que tengo razón?

Zac: Pero no la tienes -se puso de pie-. Las normas son muy claras y tú insistes en violarlas.

Ness: Esas normas serían las mismas que afirmarían que esta es una comunidad donde sólo se admiten adultos.

Zac: No es lo mismo. Mis sobrinos están aquí sólo de visita.

Ness: El reglamento no prevé nada en cuanto a las visitas de los menores. Este lugar es sólo para adultos y punto.

Zac: ¿Me estás amenazando con quejarte a la junta?

Ness: No. Sólo te estoy demostrando lo que significa estar en mi lugar. Si los niños me visitaran a mí, sabes que alguien se quejaría, ¿verdad? Pero porque es a ti a quien visitan, no lo harán.

Seguramente tenía razón. Zac cambió de tono.

Zac: ¿Por qué quieres vivir aquí, Ness? ¿Por qué no te vas a algún sitio donde puedas pintar la puerta de tu casa de rojo, colgar campanillas y tiestos de cerámica mejicana, y luces de colores en vez de blancas en Navidad?

Ness: Yo llegué primero -dijo mientras miraba a David-.

Zac: Este sitio ha cambiado desde que tú te mudaste.

Ness: Lo sé. Antes tenía encanto; luego lo renovaron y se lo cargaron.

Zac: Con esa actitud, no me extraña que tengas a la junta en tu contra.

Ness: Da igual la actitud que tenga. ¿Es que no te has dado cuenta?

Zac: Sólo soy uno de los cinco miembros de la junta. No sé lo que esperas que haga por ti.

Ness: ¡Quiero que alguien le diga a la junta que me deje en paz! Sólo están intentando acumular un puñado de citaciones para poder echarme. Tú puedes razonar con ellos, sé que puedes.

Zac: Hablaré de tu situación, pero no puedo prometerte nada.

Ness: ¿Puedes prometerme que conseguirás que se voten mis demandas?

Zac: Que se voten sí, pero que se aprueben, no -la avisó-.

Ness: No está mal -sonrió de oreja a oreja, mostrándole que tenía una sonrisa especial-. ¿A qué hora quieres que esté aquí mañana?

Zac: ¿Lo harás?

Ness: Sí, pero me gustaría que pudieras estar de vuelta a las cuatro. Los lunes suelo hacer recados y lavar la ropa.

¿Las cuatro? Tendría que salir de la oficina antes. Tuvo una desagradable sensación al recordar las veces que había criticado a sus empleados por salir un poco antes de la hora.

Zac: ¿Qué te parece hacer aquí la colada y que yo me quede hasta las cinco?

Ness: ¿Tienes lavadora y secadora propia?

Zac asintió, esperando no estar estableciendo ningún precedente.

Ness: ¿Tiene ciclo delicado?

Zac nunca había utilizado la posición para ropa delicada.

Zac: Creo que sí.

Ness: ¿Y a qué hora podría empezar a hacer la colada?

Zac: Si subes a las seis y media, entonces puedo irme temprano a trabajar.

Ness: Vale -puso el biberón vacío de David sobre la encimera y le pasó el niño a Zac-. Tendrás que ponerle a eructar porque yo tengo que irme. ¿Alex, has guardado todos los pañales?

El niño asintió vigorosamente.

Zac abrió la boca para mencionar los pañales rotos que había esparcidos por toda la habitación, pero Ness se le adelantó.

Ness: Veo que los de David están en su caja, pero los tuyos tienes que ponerlos en esta bolsa de niños mayores.

Alex: Niño mayor -repitió-.

Ness metió un pañal en la bolsa y se la dio a Alex, que enseguida guardó otro.

Ness le aplaudió. Alex se echó a reír y agarró otro pañal.

Ness: ¡Eso es! -se quedó un momento más y luego fue hacia la puerta-. Adiós. Nos vemos mañana.

Zac no podía esperar a que llegara el día siguiente; casi estuvo a punto de llamarla.

Pero fue Alex el que lo hizo.

Alex: ¡Nez! -chilló-.

Zac cerró los ojos, intentando borrar el discordante tono del llanto de Alex.

«Piensa en escalar una montaña y llegar hasta la cima, se dijo. Contempla el paisaje que se extiende bajo tus pies y respira el aire puro de la montaña… ».

David le eructó en la oreja y notó algo húmedo y templado en el hombro.

Alex: ¡Neeez…!

Zac: ¿Alex, quieres zumo? -le ofreció cansado-.

Alex: ¡No!

Zac: ¿Un plátano?

Alex: ¡No!

Zac: ¿Ver Barrio Sésamo? -dijo, sin saber qué más ofrecerle-.

Alex: ¡No!

Zac: ¿Una cuenta para pagar tus estudios universitarios?

Alex: ¡No!

Zac: Mal hecho, chico. Soy un hombre de palabra.

Al ir a la habitación de invitados, Zac se tropezó con una caja de pañales, fue esquivando los muebles que había tenido que cambiar de sitio y la silla de paseo que Alex había tirado. Cuando llegó al vestíbulo se volvió y examinó lo que quedaba del salón.

Entonces, ¿así vivían los que tenían hijos?

Si era capaz de ordenar las caóticas vidas de esas personas, estaba seguro de que lo nombrarían candidato para el Premio Nobel; o quizá para dos.

Harían una película sobre su vida y levantarían una estatua en su honor. Los niños serían bautizados con su nombre; los partidos políticos tratarían de ganarse su favor.

Sí. La vida sería maravillosa… una vez que la organizara.




¿El Premio Nobel? Qué aires de listillo se da este chico XD
¡Admite que si no fuera por Ness, estarías perdido!
A ver que pasa al final con estos dos.

¡Gracias por los coments!
¡Comentad, please!

¡Besis!


3 comentarios:

Maria jose dijo...

Jajajajaja medio risa el final
Muy bueno el capitulo
Pobre zac
Presiento que algo pasara el lunes entre ellos
Síguela



Saludos

Lu dijo...

Que lindo capítulo.
Ness es quien salva a Zac en esos momentos que no puede con sus sobrinos.
Veremos que pasa cuando ella se quede con ellos el lunes...


Sube pronto

Unknown dijo...

Esta hermosa la novela...oyesubiras en tu otra novela..o ya no ...no me hagas llorar

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