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lunes, 21 de noviembre de 2016

Capítulo 4


Era la primera vez que a Ness le ilusionaba hacer de canguro, aunque en realidad no lo había hecho tantas veces.

No estaba muy especializada en ninguna cosa, sino más bien un poco en muchas cosas diferentes. Ness era de esas personas que se entregaba en cuerpo y alma a todo lo que hacía… hasta que quizá se daba cuenta de que el trabajo no era para ella.

Pero tenía muchas esperanzas puestas en su actual empleo, escribiendo sobre grupos de música y actuaciones en pequeños locales. Por el momento, le encantaba trabajar de noche y la flexibilidad del horario, ponerse ropa original y conocer a tanta gente interesante. Quizá nunca había encajado bien en un empleo y un estilo de vida más tradicionales porque subconscientemente, se le antojaban demasiado rígidos y agobiantes.

Levantó la vista al reloj mientras tragaba una última cucharada de cereales y deseó que Zac hubiera hecho café. Iba un poco retrasada, no mucho, pero algo más de lo planeado.

Dejó descuidadamente el tazón en la pila, corrió al tocador y echó sobre la cama todo el contenido del primer cajón. Era un lujo poder disponer de una lavadora y una secadora que no destrozaran su ropa interior y quería aprovechar la oportunidad al máximo.

Del ropero sacó todo lo que probablemente estaba sucio, lo enrolló en varias sábanas y fundas de almohada y lo subió al piso de Zachy.

O Zac, como insistía que lo llamara. Intentaría no olvidarlo, pero siempre pensaba en él como Zachy y a veces, se le escapaba.

Antes pensaba que prometía. Pero luego, Zac remodeló su piso y lo convirtió en una casa modelo; fue cuando se dio cuenta que era como una copia de los demás residentes. Pero no podía haberse equivocado tanto en cuanto a él. A lo mejor estaba ocultando su verdadero yo para encajar con la imagen de Bahía del Roble Blanco. Ness estaba convencida de que podría hacer que se relajara un poco.

De cualquier forma, lo que importaba en ese momento era que Zac era un miembro de la junta que necesitaba que le hiciera un favor y Ness pensaba aprovecharse de ello.

Y así, cuando todavía quedaban unos minutos para las seis y media, Ness estaba a la puerta de Zac.

Éste contestó inmediatamente.

Zac: ¡Buenos días!

Ya estaba vestido y el maletín le esperaba junto a la puerta.

Ness: Estás deseando escaparte, ¿eh?

Zac: Digamos que veo con otros ojos el papel de los padres y educadores en nuestra sociedad.

Ness: Seguro que sí -dejó el fardo de ropa sucia en el suelo y seguidamente se llevó la mano a la frente-. Me he dejado mi ordenador portátil y me gustaría trabajar un poco. Espera que corro a buscarlo.

Zac consultó su reloj.

Zac: No puedo, es mi hora de salir.

Ness: ¿Pasa algo porque salgas un par de minutos más tarde?

Zac: Pues sí…

Ness no se entretuvo en seguir escuchándolo. Cuando terminara de explicarle lo que intentaba cada minuto ella estaría de vuelta a la puerta de su casa. Además, había sido una pregunta retórica.

Cuando volvió, Zac se estaba paseando por el vestíbulo y David estaba lloriqueando.

Ness: ¿Le has dado el biberón?

Zac: No -le contestó sin reparo-. Y Alex aún no se ha despertado, aunque debe de estar a punto.

En otras palabras, Zac le estaba dejando todo el trabajo a ella. No importaba, pensó Ness, ya estarían en paz cuando la defendiera ante la junta.

Ness: Deberías ir a ver a Alex antes de marcharte. Supongo que se sentirá un poco inseguro sin sus padres. Si te vas sin más y le dejas con una extraña, se sentirá mal.

Zac: Pero él te conoce. Cuando te marchaste ayer, te estuvo llamando a gritos.

Ness: ¿Ah, sí?

Aquello la emocionó. Alguien la había echado de menos. ¿Le había ocurrido eso alguna vez?

Zac: Sí. Oficialmente ahora eres Nez -se acercó a ella con un papel en la mano-. Aquí está el programa que me gustaría que siguieras hoy.

¿Programa? Echó un vistazo a lo que había escrito en la hoja y luego miró a Zac.

Ness: Ninguna madre hubiera escrito esto.

Zac: No, ésta es mi programación. La de Stephanie no es muy minuciosa.

Ness: Probablemente será más que suficiente.

Zac: Aun así, deseo que sigas este plan.

Ness: ¿Por qué? Tú no lo seguiste ayer. Aquí no dice nada de una montaña de pañales y, cuando llegué ayer, aquí había una.

Zac: Ayer estábamos en fase de experimentación. Luego, concluí que, cuando los niños no siguen un horario, no se puede conseguir nada.

Ness: ¡Zac, has programado los cambios de pañal! Eso no se puede programar.

Zac: De eso me doy cuenta, pero como va a ocurrir de todos modos, tenía que asignarle un tiempo. No espero que puedas cumplir estrictamente el horario, pero quiero que apuntes todo lo que haces y el tiempo que te lleva hacerlo en este papel.

Le pasó a Ness una cuadrícula.

Ness: ¿Es que te has vuelto majareta?

Zac: No puedo formular un programa exacto si no sé cuánto tiempo debo asignarle a cada tarea que quiera llevar a cabo.

Ness: Espera un momento. ¿No serás uno de esos tipos eficientes? ¿De esos que te dicen cómo hacer todo más rápidamente?

Zac puso cara de pena.

Zac: Dicho con simplicidad, sí.

Ness: ¡Estupendo! -comentó con sorna-.

Zac: Bueno, me han pedido que escriba un manual sobre la administración del tiempo en el hogar.

Ness: ¡Verdaderamente estupendo!

Zac: Por eso quiero aprovechar la estancia de mis sobrinos para familiarizarme con las necesidades particulares de los padres que trabajan.

Ness: O sea, que tú te marchas tan contento a organizar el tiempo de los demás y me dejas a mí para que haga toda la investigación por ti.

Zac: Sí, vas a servirme de mucha ayuda para mi investigación.

Ness: Entonces, no soy una canguro cualquiera.

Zac: Tú para mí no eres cualquiera.

Mientras ella lo miraba boquiabierta, él agarró la hoja con la programación y se la dio.

Zac: Por cierto, si te parece que esto es demasiado lío, recuerda que la citación por el asunto de las plantas es la décima.

Ella le arrebató el papel de las manos.

Ness: Me preguntaba cuándo te ibas a dar cuenta.

Zac: Con diez te vas fuera, ¿no?

Zac se refería a la política de desalojo.

Ness le echó una mirada furibunda.

Ness: Muy bien, seguiré tu estúpida programación. ¡Ahora, vete! -le dijo, haciendo gestos con las manos para que se marchara-. Tengo un bebé que alimentar -fue al parque y sacó al bebé-. No te olvides de decirle adiós a Alex antes de irte.

Zac: ¿Estás segura de que quieres que lo despierte?

Ness: Demasiado tarde -señaló detrás de él-.

Alex: ¿Zac? -entró al trote en el salón-.

Zac: ¡Aquí está mi hombrecito! Te acuerdas de Ness, ¿verdad?

Alex: Nez -repitió-.

Zac: Bueno, Ness se va a quedar contigo hoy mientras el tío Zac va a la oficina. Estaré aquí esta tarde, cuando te despiertes de la siesta.

Alex parecía confuso y Ness no estaba segura de si había entendido o no lo que Zac le había dicho.

Sin dejar de darle suaves palmaditas en la espalda, Zac lo sentó en la trona y le dio un puñado de cereales para que se entretuviera un rato.

Bien hecho, pensó Ness. Parecía que lo de la paternidad temporal empezaba a gustarle.

Zac: Tengo que largarme -vaciló un instante-. Ness, de verdad que aprecio mucho que sacrifiques tu día libre para echarme una mano. Yo… bueno, me gustaría pensar que me ayudarías aunque no fuera miembro de la junta.

¿Y acaso Ness dijo «claro que sí»? ¿O «gracias»? ¿Se le ocurrió una contestación ingeniosa? Pues no: se quedó ahí con la boca abierta y cara de besugo mientras Zac salía por la puerta.

Ness: David, tu tío es un hombre muy complicado -dijo mientras miraba absorta a la puerta cerrada-. Creo que lo descarté demasiado rápido.

¡Libre! Libre, libre, libre.

Zac casi se sentía culpable por la euforia que experimentó mientras se alejaba del apartamento conduciendo su coche. Pero sólo casi.

Mientras metía el coche en su plaza del aparcamiento, pensó en Ness y cuánto le debía por lo que había hecho ese día.

Sí, había accedido a hablar con los demás miembros de la junta, pero se preguntaba también por qué había acumulado diez infracciones. En realidad, no eran más que infracciones menores… Pero ¿por qué darle excusas a la junta? Si permanecer en Bahía del Roble Blanco era tan importante para ella, entonces, ¿por qué violar las normas?

Ciertamente, Ness Hudgens era una mujer difícil de entender, claro que tampoco lo había intentado demasiado. Las constantes quejas entre ella y la junta le parecían una pérdida de tiempo, y él evitaba a las personas que perdían el tiempo. Pero esa semana no había perdido el tiempo, al menos no le había hecho perder tiempo a él. Quizá debería poner más empeño en entenderla.

Esa misma mañana la encontró muy atractiva, con aquel aspecto tan familiar, el pelo recogido en una cola de caballo y vestida con pantalones cortos y camiseta. Otra de las personificaciones de Ness. Mientras entraba en su despacho se sorprendió a sí mismo deseando ver la siguiente personificación de Ness.

A pesar de haber salido de casa más tarde de lo programado, Zac llegó antes que Brittany, su secretaria.

Estupendo. Eso le daría más tiempo para repasar el programa de Mike y ver lo que tenía que cubrir.

Zac dejó su maletín junto al escritorio y entró en el despacho de Mike por una puerta que lo comunicaba con el suyo.

Estudió el calendario de actividades y el cuaderno de notas de Mike, pero no vio nada fuera de lo habitual.

El indicador de mensajes en el contestador estaba encendido. Normalmente, Zac no se dedicaba a escuchar los mensajes de otros, pero como Mike iba a estar fuera casi toda la semana y Stephanie tampoco estaba en la ciudad, conectó el buzón de voz.

Había tres mensajes. Los dos primeros eran de reconocimiento de dos personas a las que Mike había planificado un nuevo horario. Muy bien.

Fue el tercer mensaje el que le puso los pelos de punta.

Tess: ¡Mike, buenas noticias! No sé lo que le has contado, pero Zac ha accedido a crear el manual de administración del tiempo doméstico. Tenemos que avanzar con esto. He logrado reorganizar mi horario para poder ir a Houston con el contrato y así podremos devanarnos los sesos un rato. El lunes me viene bien. Entonces, si no me avisas, te veré ¿digamos a la hora de la comida?

Zac corrió a su despacho y llamó a Tess, esperando poder dar con ella antes de que saliera.

Pero en lugar de Tess, le contestó el buzón de voz. Zac no le dejó ningún mensaje.

Si esperaba estar en Houston para la hora de la comida, entonces, estaría de camino al aeropuerto.

Zac: ¿Qué diantres cree que está haciendo viniendo así, sin avisar? ¿Es que no ha leído mi libro?

Aspiró profundamente y se recostó en la butaca de cuero de frente a los ventanales.

Normas Efron iba dirigido a gente como Tess. Una de las estrategias era pedirle a la persona en cuestión, firmemente pero con educación, que concertara una cita y después negarse a recibirla.

Zac sabía que esa táctica sólo funcionaba con subordinados o entre iguales. Tess, que estaba a cargo de su libro, no era ni lo uno ni lo otro. Tess era alguien a quien no podía regañar y, aunque ella iba a ver a Mike, Zac tendría que atenderla.

La parte que más le molestaba era la de entretenerla. Tess querría que la llevara a comer y a cenar.

¿Qué iba a hacer con los niños? Ness no podía quedarse con ellos porque tenía que trabajar.

¿Dios mío, qué iba a hacer con los niños?

Formuló el mismo pensamiento tantas veces aquel día que Zac empezó a mirar con sospecha a los empleados que tenían niños. ¿Estaban concentrados en su trabajo, o pensando en sus hijos?

¿Cuánto tiempo se perdía por culpa de las preocupaciones familiares?

Y, de paso, ¿cómo se las estaría arreglando Ness con sus sobrinos?

Zac cerró la puerta de su despacho y marcó el número de su casa sintiéndose culpable.

Pero Ness no contestó al teléfono. ¿Cómo podía ser eso? ¿Dónde estaban? Mientras se le iban ocurriendo diferentes posibilidades, todas ellas nefastas, dejó un mensaje angustiado en el contestador y rezó que Ness lo escuchara.

Zac intentó concentrarse en su trabajo: despachó unas cuantas tareas sin mucha importancia, ajustó los horarios de unas reuniones y consiguió dejarse la tarde libre para Tess.

Entonces, volvió a llamar a Ness.

Zac: ¿Dónde estabas? -le preguntó nada más contestar ella el teléfono-.

Ness: He llevado a los niños a dar un paseo -le dijo con calma-.

Zac: Eso no estaba en el programa.

Ness: Lo sé.

Zac: Ness, estás siguiendo el programa, ¿verdad?

Ness: ¿Quieres más raviolis, Alex?

Zac: Ness…

Ness: Estoy intentando seguir un horario, si a esto se le puede llamar horario.

Zac: Quiero que sigas mi horario.

Oyó un ruido de papeles.

Ness: A ver… Discutir con Zac… pues no; no está en el horario. Adiós, Zac.

Ness colgó y Zac volvió a marcar el número inmediatamente.

Ness: No te preocupes, estoy tomando apuntes -dijo nada más contestar al teléfono-.

Zac: Lo siento, cuando he llamado antes y no me contestabas me preocupé pensando que os podía haber ocurrido algo malo -farfulló-.

Se hizo silencio. Zac esperó no tener que volver a disculparse.

Ness suspiró.

Ness: Sabes, es mucho más fácil que me caigas mal cuando te comportas como un cretino. Y la verdad es que no estás siendo un buen cretino, Zac.

¿Por qué no querría que le cayera bien?

Zac: Lo siento, sé que puedo ser mucho mejor. -Ambos se echaron a reír-. ¿Dime, Ness es tu nombre o es un diminutivo?

Ness: Esto… -entonces se oyó un ruido como de algo que se caía-. Alex acaba de tirar su tazón al suelo. ¡Te dejo!

Zac se estaba riendo cuando colgó el teléfono. Pues nada más que por eso llamaría a la oficina de gestión de los apartamentos y averiguaría a qué nombre estaba el alquiler de Ness.

Después lo utilizaría.

Ya había buscado el número cuando lo interrumpió una voz femenina.

Tess: ¿Se puede? -la puerta que unía su despacho con el de Mike se abrió y Tess asomó la cabeza-. He oído a alguien riéndose. ¿Quiere eso decir que estás de buen humor? Eso espero.

Zac: Relativamente -colgó el teléfono sin haber hecho la llamada-. ¿Qué tal estás, Tess?

Ella se lo tomó como una invitación para pasar a su despacho.

Tess: No sabes lo que me he enfadado cuando tu secretaria me ha dicho que Mike estaba fuera toda la semana.

Zac: ¿Sabía que tenías planeado venir para verlo a Houston?

Tess: Quizá no -se sentó cuidadosamente en una silla y cruzó las piernas-. Entonces, tendré que hablar contigo.

No se disculpó, ni se le ocurrió mencionar que probablemente le habría echado a perder aquel día.

Zac: De haber sabido de antemano que querías hablar conmigo, entonces podría haberme dejado más horas libres.

Tess: Tú y tus horarios; pero en realidad no debería quejarme. Gracias a ellos hemos ganado mucho dinerillo, ¿verdad?

Zac: Eso es cierto. Bueno, supongo que tu visita tendría un motivo…

Tess: He traído el contrato. Brittany lo ha enviado al departamento jurídico.

Zac: Como lo podías haber enviado por fax o por mensajero, supongo que hay otra razón.

Tess: Sí, quería estudiar un par de ideas con Mike y ver si podríamos unir nuestras fuerzas y conseguir el mayor éxito publicitario para nuestro negocio. También quería enterarme de cómo piensa tratar tu desventaja.

Zac: ¿Qué desventaja?

Tess: ¡Zac, no has estado casado nunca! ¡No tienes niños! Bueno, yo me doy cuenta de que puedes organizar el mundo, pero nuestro mercado objetivo son los padres; sobre todo las madres. A ellas no les gusta que les enseñe cómo organizar sus vidas una persona que no haya pasado por lo mismo. En cuanto presentemos tu libro sobre la organización del tiempo doméstico, los críticos se te echarán encima.

Zac: Estoy pasando por lo mismo, en este mismo momento. Los niños de Mike están en casa conmigo esta semana.

Tess: ¡Estupendo! ¿Qué edad tienen?

Zac: Alex cumplirá dos años en octubre y David tiene unos siete meses.

Tess: Oh, Dios mío -inclinó la cabeza; arqueó las cejas y paseó la mirada por el despacho, aun sabiendo que no estaban allí-. ¿Y dónde están los niños ahora?

Zac: En casa con la canguro. Me he pasado todo el fin de semana solo con ellos -o casi solo, al menos en la práctica-. David está echando los dientes -añadió para darle énfasis al asunto-.

Tess: Bien.

Zac: Ya tengo varias ideas para los capítulos.

Tess: Aún mejor. ¿Qué te parece si lo hablamos mientras comemos?


Poco antes de las dos y media, Zac puso fin a la comida.

Zac: Aunque nuestra comida ha sido muy provechosa -que no era mentira- llevo un par de horas aquí y nadie sabe dónde localizarme. Me preocupa dejar a mis sobrinos con una canguro nueva. Tengo que volver a casa.

Tess: ¡Igual que haría un padre de verdad! -se levantó con elegancia-. Este tipo de información anecdótica le aportará a tu libro una verosimilitud añadida.

Fuera lo que fuera, la única preocupación de Zac era tomar de nuevo las riendas de aquella jornada.
Al volver a la oficina, Zac se fue derecho a Brittany.

Britt: Sí, ha habido muchos mensajes -dijo mirando a Tess significativamente-.

Brittany fue enumerando las llamadas al tiempo que le entregaba a Zac los mensajes que había tomado.

Britt: Y catorce llamadas de Ness Hudgens.

A Zac casi le dio un síncope. ¡Los niños!

Zac: ¿Qué ha ocurrido?

¿Por qué había ido a trabajar ese día? ¿Por qué le había confiado sus sobrinos a Ness Hudgens? ¿Qué sabía en realidad de ella?

Britt: Le dije que estabas comiendo fuera -dijo ofendida-. Me negué en rotundo a decirle dónde y por eso…

Zac: ¿Qué ha pasado? -gruñó-.

Asustada, Brittany empezó a tartamudear.

Britt: Yo… No lo sé. Se negó a decírmelo hasta que le dijera dónde estabas y yo no estuve dispuesta a…

Zac: ¡Está cuidando de los niños hoy! Tiene que haber ocurrido algo -entró en su despacho a toda velocidad y llamó a su casa. Como no contestaban, se puso aún más nervioso. ¿Dónde están?

Colgó el teléfono de un golpe y se lo quedó mirando, intentado pensar.

Tess: Brittany dice que tu canguro parecía tener un problema y quería contártelo -dijo intentando tranquilizarlo-.

Zac: ¿Los niños están bien?

Tess: No ha dicho que no lo estén.

Zac suspiró ruidosamente y Tess se echó a reír.

Tess: Oh, me encanta esta faceta tuya, Zac. Te veo muy paternal, como un macho protegiendo a sus crías -bajó la voz un poco y añadió-. Resulta muy atractivo.

Zac no se sentía en absoluto atractivo.

Zac: Voy a estrangularla. ¿Dónde puede estar?

Cuando estaba a punto de descolgar de nuevo el teléfono, se quedó inmóvil al oír una vocecita chillona.

Alex: ¡Zac!

Se volvió rápidamente y vio a Alex, con sus piernas regordetas, recorriendo el espacio enmoquetado que había entre el ascensor y su despacho. Detrás de él iba Ness con David en su sillita de paseo.

Tess dijo con voz ahogada:

Tess: ¿Eso, me imagino, es la canguro?




¿Cómo que eso? ¬_¬
¡Ness es una gran canguro!

¡Gracias por los coments y las visitas!

Angela, gracias por preocuparte y acordarte de mi otra novela. Me alegro de que te guste. La voy a seguir cuando pueda, no te preocupes. No he tenido tiempo ni me he sentido inspirada para escribir, pero tarde o temprano la novela tendrá un final. Gracias por seguirme y leerme.

¡Comentad, please!
¡Besis!


2 comentarios:

Lu dijo...

Me encanto el capítulo.
Zac tiene un lado paternal pero no tanto... Y Ness es lo mas.


Sube pronto

Maria jose dijo...

Ya quiero saber que pasará!!!
Me gusta mucho la novela
Ya quiero leer el siguiente capítulo
Síguela pronto


Saludos

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