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miércoles, 23 de noviembre de 2016

Capítulo 5


Zac se sintió tan aliviado al verlos de una pieza que lanzó a Alex por los aires un par de veces mientras observaba a Ness acercarse.

Llevaba puesta una minifalda vaquera, zapato plano y un suéter pegado que dejaba al descubierto el estómago cuando movía los brazos. Tenía el pelo todo alborotado.

Estaba guapísima, pero se dio cuenta de que ya no tenía ese aire doméstico y eso no le daría más que quebraderos de cabeza.

Ness: He estado intentando llamarte -le dijo mientras entraba en el despacho con la sillita de David-.

Tras ella, había dejado sobre la moqueta las marcas de las ruedas hasta la puerta de los ascensores.

Zac señaló el montón de mensajes.

Zac: Eso me han dicho; acabo de volver de comer.

Ness: ¿Ah, sí? -miró su reloj de pulsera-. ¡Madre mía!

Zac carraspeó ligeramente.

Zac: Ésta es Tess LaCrosse, mi editora. Ha llegado en avión desde Nueva York esta mañana -aunque no era asunto de Ness-. Tess, ésta es Ness Hudgens, la vecina que está cuidando de los niños por mí.

Tess levantó una ceja, pero saludó a Ness educadamente.

Tess: Y estos deben de ser los hijos de Mike.

Zac: Sí, éste es Alex y el del carrito es David -se volvió para que Tess viera al pequeño que tenía en brazos-.

Tess sonrió a Alex, que enseguida se metió el dedo gordo en la boca y apoyó la cabeza en el hombro de Zac.

Ness: Todavía está medio dormido. He tenido que despertarlo de la siesta.

Zac quería saber por qué.

Tess se arrodilló y empezó a decirle cositas a David.

Zac frunció el ceño mirando a Ness.

Zac: Pensé que había acordado que llegaría a las cinco.

La cara que puso Ness era la del arrepentimiento en persona.

Ness: Es cierto que quedamos a las cinco, y lo siento, pero es que me olvidé completamente de la entrevista que tenía para esta tarde.

Zac: ¿Se te ha olvidado que tenías una entrevista?

Ness: Bueno, dejé una nota en la nevera de mi casa, pero como no he estado allí, no la he visto.

Lo cual era razón suficiente para que utilizara una agenda, pensó Zac. Su compañía había creado un tipo de agenda muy eficaz.

Ness: Bueno -continuó-, hay un grupo que lleva un rollo fabuloso y pasado mañana por la noche se van hacia el Este -hablaba a toda velocidad y gesticulaba mucho con las manos-. Van a ensayar esta tarde y Gabe, es el dueño del local y le caigo muy bien desde que escribí una buena crítica sobre su bar, bueno, Gabe me dijo que sólo estaban dispuestos a hablar conmigo hoy. ¿No te parece increíble? -su entusiasmo era prolijo pero contagioso-. ¡Escribiré la crítica antes de que nadie los oiga!

Terminó la frase con una amplia sonrisa como si Zac fuera a sentirse emocionado por ella y no como si le acabara de echar por tierra las pocas horas que quedaban de su jornada laboral.

Tess: Sabes, descubrir nuevos talentos es uno de mis pasatiempos. ¿Cómo se llama el grupo?

Ness: Las Águilas de la Bahía. ¿No es genial?

Tess: Bueno, está claro que tendrán que cambiarlo. ¿Van a ir a Nueva York?

Mientras Zac estaba ahí, completamente ignorado en su propio despacho, Ness y Tess siguieron conversando. ¿Cómo no se había enterado antes de aquel pasatiempo de Tess?

Alex cerró los ojos y empezó a babear sobre la corbata de seda por la que Zac había pagado sesenta dólares.

Zac: ¿Supongo que todo eso quiere decir que te propones a dejarme a los niños?

Tanto Tess como Ness se volvieron al mismo tiempo.

Tess: Bueno, por supuesto que va a dejarte los niños. Es una oportunidad única de conseguir una primicia.

Ó sea, que se estaban confabulando contra él, esas destroza horarios.

Zac: Te das cuenta de que eso significa que no podremos repasar el contrato con los abogados por la tarde, y en cuanto a esta noche… -señaló a los niños-.

Alex estaba dormido y David estaba empezando a ponerse pesado. Ness sacó un biberón de la bolsa de tela.

Tess: ¡Oh, déjame hacerlo! -se arrodilló junto a la sillita y sostuvo el biberón-. Estas cosas ocurren en la vida real, Zac. En realidad, esta experiencia es buena para ti. Haz como si Ness fuera tu esposa y tuvieras que coordinar los horarios con ella. Así es como funcionan los verdaderos padres.

Zac: Nunca he visto a ninguna esposa dejar a los niños tirados en la oficina de su marido.

Ness: Eso es porque los maridos los han dejado tirados antes -dijo entre dientes-.

Tess soltó una carcajada, pero a Zac no le hizo gracia.

Tess: No me importa lo de esta noche. Me gustaría verte con los niños. ¿Y vamos a pedir que nos traigan la cena a casa o cocinamos nosotros?

¿Cómo podía salir de aquella? Zac miró a Ness totalmente desesperado… Pero, ¿qué podía hacer aparte de liar más las cosas?

Ness: He visto a Zac con los niños y no es tan emocionante.

Zac: Eh, gracias.

Ness: Ya sabes a lo que me refiero, Zac. Pero escucha, Tess, ¿por qué no te vienes conmigo y así conoces a Las Águilas de la Bahía?

A Tess se le iluminó el rostro.

Tess: ¿Puedo?

Ness: ¡Claro! Quizá podamos ayudarlos a pensar en un nombre nuevo.

¿Ness y Tess? ¿Las dos juntas? No le parecía una buena idea.

Pero no se le ocurría otra cosa mejor.

Tess dejó de darle el biberón al bebé, agarró el bolso y se metió a toda prisa en el despacho de Mike.

Tess: ¡Voy a hacer una llamada muy rápida y ahora mismo vuelvo!

Tenía que evitar aquello.

Zac: Tess, espera un momento…

Ness: Le he dejado la silla del coche al guarda de seguridad que hay a la entrada.

Tess: No puede ir contigo.

Ness: ¿Por qué no? -metió la mano en el bolso y se miró a un pequeño espejo; luego retiró el espejo y lo miró a él con una expresión expectante en el rostro-.

Zac: Porque es mi editora.

«Y porque quiero que siga siendo mi editora», añadió mentalmente.

Ness: Lo sé -sacó a David de la sillita-. Puedes agradecérmelo más tarde, ¿digamos, el jueves por la noche, en la reunión de la junta?

Zac: ¿Agradecértelo?

Ness: Sí -sonrió-. Por cuidar de ella esta noche.

Zac echó una rápida mirada a la puerta abierta que lo separaba del despacho de Mike y bajó la voz al decir:

Zac: Ness, no me lo estropees, por favor.

Ness le contestó en el mismo tono.

Ness: Te estoy sacando las castañas del fuego y tú lo sabes. Si te viera intentando seguir esa ridícula programación que me has dado, se daría cuenta de que no tienes ni idea de lo que es convivir con niños.

Zac: Yo…

Ness: No te preocupes, te he dejado un programa modificado. Además, tu casa está algo revuelta. No me dio tiempo a terminar de hacer la colada. Quítala de en medio y ya está.

Zac cerró los ojos con solemnidad al tiempo que se imaginaba su salón lleno de juguetes, ropa sucia y otros desechos que hubiera dejado Ness.

Ness: Me pasaré a por la ropa esta noche.

Zac esperaba que nadie la hubiera oído; Brittany debía de estar enterándose de todo.

Se colocó a David sobre la cadera y con la otra mano Ness apartó a un lado el teléfono, el calendario y el palo de la lluvia que alguien le había regalado.

Ness: Puedes dejar a Alex ahí mientras terminas de darle el biberón a David.

Naturalmente, Alex se despertó en cuanto Zac lo colocó sobre la mesa. Ness le dio el bebé a Zac y a Alex una bolsa de pasas de Corinto y el palo de la lluvia para jugar.

Zac iba a protestar, pero Alex estaba tan ensimismado con el sonido que hacía el palo que Zac dio por perdido el artilugio.

Zac: Hola, David. ¿Quieres un poco más de biberón?

David lo miró con cara de sabiondo, luego vomitó una buena parte de la leche que le acababan de dar.

Ness: Supongo que debería haberte dado un paño por si acaso vomitaba -le pasó uno en ese momento-.

Zac se limpió y después al malhumorado de David.

Cuando se estaba quitando la chaqueta, entró Tess.

Tess: Espero no haber tardado demasiado.

Ness: No, pero tenemos que largarnos -le dijo adiós con la mano a Alex-.

Tess: Zac, te veré mañana.

Él levantó la cabeza.

Zac: Pensé que te volvías a Nueva York mañana.

Tess: Aún no has firmado el contrato.

Dadas las circunstancias, Zac estaba dispuesto a firmar cualquier cosa. Pero se limitó a sonreír y murmuró algo que nadie oyó porque en ese momento David se puso a toser y escupir sobre su camisa.

Ness: Cuando le des el biberón debes levantarle un poco la cabeza para que no trague tanto aire -seguidamente desapareció por la puerta-.

Rápidamente, Zac cerró la puerta tras de ellas.

Zac: Y me lo dice ahora -murmuró mientras se aflojaba la corbata y la tiraba sobre la mesa-.

Afortunadamente, y porque era una persona muy organizada, Zac tenía camisas de repuesto en su despacho. Con una mano se quitó la que llevaba puesta. David tenía una cara como si estuviera a punto de echarse a llorar y Zac le dio unas palmaditas en la espalda.

¿Cómo había podido él, Zac Efron, posiblemente el hombre más organizado de Tejas, quizá del mundo entero, acabar alimentando a un bebé con problemas digestivos en su despacho?

Alex: ¿Zac?

Zac: ¿Dime, Alex?

Alex: ¿Dumo?

La bolsa de pasas estaba vacía. Zac sospechó que había metido algunas en los agujeros que tenía el palo de la lluvia. ¿Habría metido Ness zumo en la bolsa?

Empezó a rebuscar dentro de la bolsa cuando de repente se abrió la puerta de su despacho y Ness entró corriendo.

Ness: Me he dejado las llaves del coche en la bolsa de los niños.

Se paró al ver a Zac y se lo quedó mirando, con expresión embobada.

Zac: Estaba buscando a ver si había zumo.

Alex: ¡Nez!

Al oír el grito de Alex, Ness pareció salir de su ensimismamiento.

Ness: ¿Quieres zumo, Alex?

Alex: ¡Dumo!

Intentó bajarse solo de la mesa, pero Zac se apresuró y consiguió agarrarlo a tiempo. Entonces se volvió hacia Ness con un niño en cada brazo.

Ella tragó saliva.

Ness: ¿Tú… esto… vas a seguir vestido así el resto del día? ¿O más bien, desvestido?

Zac: No.

Probablemente era la primera vez en todo el día que se sintió divertido y, por qué no admitirlo, también un poco halagado.

Zac: Guardo un par de camisas de emergencia aquí en la oficina.

Ness: Eso está, ejem… muy bien.

Dicho eso no se movió.

Zac: ¿Ness?

Ness: ¿Sí?

Zac: ¿Y el zumo?

Ness: Ah, sí… El zumo.

Abrió la botellita, echó un poco en la taza de Alex y le puso la tapadera. Zac volvió a sentarlo sobre la mesa y colocó una silla junto al niño, para que pudiera bajarse solo si le apetecía.

Ness le dio el vaso, se metió las manos en los bolsillos de la falda y se quedó mirando al niño beber, aunque al mismo tiempo le echaba alguna que otra mirada a Zac.

Zac: ¿Ness? Tus llaves del coche. ¿No tienes prisa? ¿Dónde has dejado a mi editora?

Ness abrió los ojos como platos.

Ness: ¡Oh! -sacó las llaves y luego señaló al niño-. Alex está comiéndose tu corbata.

Se volvió y corrió hacia los ascensores.

Zac la observó mientras se alejaba. La falda que llevaba era muy corta… Pescó a Brittany mirándolo y cerró rápidamente la puerta de su despacho.

Curiosamente no estaba enfadado, aunque sabía que tenía derecho a estarlo. Tampoco estaba avergonzado, ni cansado, ni se sentía descontrolado.

Estaba como anestesiado; ésa era la palabra.

Tras el aviso de Ness, Zac se esperaba lo peor cuando llegó a casa. Enseguida vio el montón de ropa de Ness, pero sorprendentemente era la única nota discordante. Todo lo demás estaba recogido, incluso la cocina estaba limpia. Zac se quedó verdaderamente impresionado.

Alex se le adelantó y fue directamente a una caja donde había juguetes y empezó a revolver dentro. Zac empujó el carrito y colocó a David en el parque. Ness se había dejado su ordenador portátil sobre la mesa de centro. Mientras vigilaba a Alex, Zac colocó el ordenador en un sitio donde el niño no pudiera alcanzarlo.

Vio que su horario estaba sobre el mueble bar; junto a él, estaba el nuevo que Ness había escrito. Después de echarle un vistazo a la parte del día que ya había pasado, Zac pasó a la hora de la cena.

Ness sugería dejar a los niños jugar juntos mientras organizaba la cena. Si se ponían pesados, le daba otras alternativas.

Parecía tan fácil, pero Zac ya sabía que no era así. Muy bien, seguiría su programa y, cuando todo se fuera al traste, se lo diría.

Pero nada de eso ocurrió, y a las nueve y media, Zac estaba sentado en el sofá, intentando ignorar el interesante montón de ropa interior mientras meditaba sobre su filosofía de la vida.

Lógicamente, ése fue el momento que Ness eligió para llamar a su puerta suavemente.

Zac se levantó en silencio y fue a abrir.

Ness metió la cabeza y vio a David, que estaba dormido.

Ness: Veo que has seguido el programa -susurró y pasó sin pedir permiso-.

Zac: ¿Cómo lo sabes?

Ness: Porque son las nueve y media, todo está hecho y le llega el turno a los padres -dio unas palmaditas en el sofá-. Venga, siéntate cómodamente. Sólo vengo a llevarme mi ropa interior.

Zac prefirió no discutir, sobre todo porque no se le ocurría ningún motivo de discusión.

Zac: ¿Y qué se supone que hay que hacer cuando le llega el turno a los padres?

La observó mientras doblaba la ropa interior que iba desde braguitas de algodón a otras de seda con estampado de leopardo.

Ness: Recuperar fuerzas, charlar, tomarse un café -sonrió-. Hacer lo necesario para darle otro hermanito a los niños…

Zac: ¿Y doblar la ropa?

Ness: Normalmente no, creo.

Zac: Te habrás dado cuenta de que no te he preguntado por Tess. Eso no significa que no quiera saber nada del tiempo que habéis pasado juntas, pero sí que significa que no quiero oír malas noticias.

Ness: Se lo ha pasado estupendamente. El grupo es fabuloso y Tess les dio su tarjeta.

Zac: ¿Por qué?

Ness: Quiere presentarles a la gente adecuada en Nueva York. Esa mujer tiene más contactos que un ministro. Ya entiendo por qué te preocupaba tanto que algo pudiera molestarla -añadió metiendo su ropa interior en la funda de un almohadón-.

Zac: No estaba preocupado.

Ness: Oh, Zac, vi tu cara de terror.

Zac: No era de terror sino de preocupación justificada.

Ness lo miró significativamente y fue hacia la cocina.

Ness: ¿Has puesto mis cosas en la secadora?

¿Que si las había puesto?

Zac: ¡No!

Ness: No grites, despertarás a David.

Unos minutos después, Zac oyó el ruido de la secadora. Ness volvió al salón y se sentó a su lado en el sofá y metió los pies debajo de las piernas.

Ness: Hemos estado hablando de ti -instantáneamente se le hizo un nudo en el estómago-. Creo que le gustas.

Zac: No quiero oír hablar de eso.

Ness: ¿Por qué no? Puedes utilizarlo para manipularla.

Ness apoyó el codo en el respaldo del sofá y la cabeza contra la mano.

Zac: No sé lo que quieres insinuar. Y no necesito manipular a nadie de esa forma. Mi trabajo se basa en méritos propios.

Ness: Bueno, Zac, a juzgar por el horario que me has dejado esta mañana, vas a necesitar ayuda con tu siguiente libro. Un poco de manipulación por tu parte no estaría de más.

Su próximo libro… No tenía idea de que Ness conociera Normas Efron. Estaba claro que habían charlado a fondo acerca de él. Eso quería decir que Tess pensaba que Ness era una parte más importante de su vida de lo que en realidad era. Conociendo a Ness, Zac sabía que ella habría contribuido a afianzar esa impresión.

Ness: Tess dice que las ventas de tu libro han descendido y que necesitas sacar algo diferente o que tu empresa se irá al traste.

Zac: Mi empresa va bastante bien, gracias -dijo fríamente-. A veces Tess olvida que Efron, Consultores de Gestión del Tiempo Empresarial ha generado el libro, y no al contrario.

Ness: No seas tan quisquilloso. Sólo ha sido una conversación entre mujeres.

Zac: No soy quisquilloso, pero me molesta que mi editora comente mis asuntos personales con una extraña.

Ness: Yo no soy una extraña.

Zac: Sí lo eres.

Ness: ¿Dejarías que una extraña cuidara de tus sobrinos?

Zac: No -admitió de mala gana-.

Ness: ¿Lo ves?

Zac: Aun así, hubiera preferido que Tess se hubiera guardado su opinión sobre la situación.

Ness: Venga, puedes charlar conmigo. Hemos establecido una relación a través de los niños y haciendo la colada.

Zac: No hemos establecido ninguna relación. No lo estamos haciendo y no quiero hacerlo.

Ness: Claro que quieres.

Zac tragó saliva y el corazón empezó a latirle cada vez más deprisa.

Zac: ¿Por qué dices eso?

Ness: Me has estado mirando las piernas.

Zac: ¡No es cierto!

Involuntariamente, Zac le miró las piernas. Aleteando las pestañas, Ness se levantó un poco más el borde de la minifalda.

Zac: ¡Deja de hacer eso!

Ness: ¿Por qué? ¿No quieres besarme?

Zac: ¿Eres siempre igual de franca?

Ness: Sólo cuando la situación me lo exige.

Zac: La situación no te lo exige.

Ness: Me alegra saberlo.

De alguna manera, Ness había reducido el espacio entre ellos y estaba bastante cerca.

Zac: Ness…

Ness: ¿Sí?

Ella extendió el brazo por el respaldo del sofá hasta que le rozó el hombro.

Él se sobresaltó y ella sonrió.

Zac: Ness -le tomó la mano y la apartó del hombro-. Eres una mujer muy atractiva…

Ness: Oh, no me vengas con eso de que soy una mujer atractiva -dijo poniendo los ojos en blanco-. Ya sé lo que viene ahora.

Zac: Ness, no me entiendes…

Ness: Sí que te entiendo. Veamos, no soy yo, eres tú, ¿vale?

Zac: Sí.

Ness: Y no crees apropiado que ocurra algo entre nosotros porque… -al hablar movía las manos hacia delante y hacia atrás-. Y aquí es donde viene el sermón en el que te excusas para no herir mis sentimientos -miró a su alrededor y luego señaló el parque-. Porque, por ejemplo, David está ahí durmiendo a pierna suelta, y da igual que esté durmiendo detrás del sofá y que podamos apagar la luz -miró a Zac mientras volvía a aletear las pestañas-. Aunque podríamos ir a otra parte.

A Zac se le hizo un nudo en la garganta.

Zac: David no es el problema.

Ness: Me lo imaginaba. Pero hay un problema, ¿no?

Zac: Soy miembro de la junta de residentes y no quiero darle esperanzas a nadie.

Ness: ¿Crees que estoy intentando seducirte para que influyas a la junta?

Zac abrió la boca pero volvió a cerrarla. Dijera lo que dijera lo interpretaría mal. Cerró los ojos y recostó la cabeza en un cojín del sofá.

Zac: No quiero que se me acuse de utilizarte, especialmente si la junta decide desestimar tu citación. Después de decirte esto, me niego a pensar más esta noche.

Ness: Oh, Zac, ya habíamos hecho un trato en cuanto a la junta… Yo cuidaría de los niños a cambio de que tú soltaras una súplica elocuente de mi parte. ¿Vas a incumplir tu parte del trato?

Zac: Claro que no.

Ness. ¿Y no vas a intentar convencerme para que te ayude con tu nuevo libro?

Zac: No necesito tu ayuda.

Ness: Sí que la necesitas, pero como en lo referente a la junta estamos en paz, tendrás que convencerme de otra manera para que te eche una mano. Soy una mujer muy ocupada; yo trabajo de noche y tú de día. La única esperanza que te queda si quieres ver ese libro publicado es besarme.

Estaba diciendo cosas tan absurdas que a Zac le dio la risa.

Zac: Eres de lo que no hay.

Ella se encogió de hombros.

Ness: Eso me han dicho.

Entonces, como guiado por un extraño impulso, Zac la agarró por la nuca, se acercó a ella y la besó.

Su intención era soltarla enseguida y reírse juntos por ponerla en evidencia, pero Ness se inclinó sobre él de manera que su cabello le cayó por la cara como una sedosa cascada, atontándolo con aquel perfume tan especial que había empezado a asociar con ella.

Zac empezó a pisar terreno peligroso cuando el beso cruzó el límite de lo superficial; peligroso si lo que quería era reírse un rato con ella y nada más.

Peligroso si hubiera querido dejar de besarla.

Pero no quería, ni tampoco podía. El beso de Ness era dulce, auténtico, intenso y vivificante; era apasionado.

Aquel beso tenía la misma individualidad que ella. ¿Por qué había pensado que besar a Ness sería como besar a cualquier otra persona? Ella no era como el resto de la gente; era lógico que sus besos fueran diferentes también.

¿Qué estaba pasando?

Y a quién le importaba.

Para ser el primer beso, estaban rompiendo todas las reglas. El primer beso tenía que ser para explorar, para aprender y para probar; el primer beso debía ser un atisbo de lo que podría venir después y, normalmente, el primer beso no revelaba nada.

Un primer beso no debía ser una de las experiencias sensuales más notables de la vida de una persona.

Seguramente, Ness no conocía las reglas que imponía un primer beso y Zac no pensaba decírselas.

Le pasó las manos por la espalda, apenas rozándola, y acarició la suave piel que el suéter dejaba al descubierto en la cintura, mientras se concentraba en las sensaciones que le provocaba su boca.

No tenía ni idea del tiempo que había pasado cuando Ness levantó la cabeza y le sonrió.

Ness: Bueno, no ha estado tan mal, ¿verdad?

Zac sacudió la cabeza pero no dijo nada.

¿Que no había estado mal? Para él todo se había paralizado, el tiempo y hasta la consciencia, ¿y ella decía simplemente que no había estado mal?

Ya le enseñaría. Fue a besarla otra vez, pero Ness se echó a reír y se puso de pie.

Ness: Eres un buen chico, Zac; por eso nos llevamos tan bien.

Zac: ¿Un buen chico?

Ness: Sí. Algunas personas son tan engreídas que no son capaces de aceptar una broma. Tú me has seguido la corriente muy bien -dijo y se dio media vuelta-.

Zac: ¿Dónde vas? -balbuceó-.

Le resultaba casi imposible formular un pensamiento coherente.

Ness: He oído el zumbido de la secadora; ya tengo la ropa seca.

Entonces, como si no hubieran estado haciendo nada más personal que por ejemplo ver la tele juntos, fue hacia la cocina.

Zac se la quedó mirando con los ojos muy abiertos. ¿Un buen chico? ¿Una broma?

No había oído ningún zumbido, ni siquiera aunque la secadora hubiera explotado.

¿Ness pensaba que aquel beso era una broma?

¿Significaba eso que ella lo había hecho de broma?

Zac quiso tragar saliva pero se dio cuenta de que tenía la boca seca. ¿Si eso no había sido un verdadero beso, cómo serían entonces sus besos de verdad?

Agradeciendo la pizca de instinto de supervivencia que la había permitido alejarse del beso de Zac Efron, Ness consiguió llegar hasta la cocina antes de que le fallaran las rodillas. Se agarró a la secadora, que estaba tan caliente como sus mejillas.

Ness: Oh, Dios mío, estoy metida en un lío.




Ahora, si puedes, olvídate del beso XD

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¡Besis!


2 comentarios:

Maria jose dijo...

Ame el capitulo
Primer beso!!!!
Me encantó la forma en que se lo tomaron los 2
Pero creo que los 2 se metieron en problemas
Síguela pronto
Esta muy buena la novela


Saludos

Lu dijo...

Me encanto el capitulo!!
Por fin llego el primer beso, veremos como sigue la situación. Creo que a Zac le gusta Ness, al menos con el beso eso pareció.
Y si, los dos se metieron en problemas.



Sube pronto :)

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