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domingo, 10 de febrero de 2019

Capítulo 15


Vanessa supuso que él la llamaba cabaña porque estaba construida en madera. Pero, lejos de la edificación precaria y rectangular que ella había imaginado, esa estructura de dos plantas era magnífica. El tejado de cedro se había plateado con el tiempo, y destacaba el azul profundo de los postigos. Una valla de tejos altos convertía la casa en una reserva privada.

En lugar de césped, el suelo estaba cubierto por rocas, plantas bajas de hoja perenne, arbustos de flores y hierbas.

Ness: Sabes de jardinería. ¿Dónde aprendiste?

Zac: He leído muchos libros sobre el tema -sacó las maletas del coche mientras Vanessa permanecía de pie en el sendero de grava y miraba en todas direcciones-. Nunca sé cuánto tiempo estaré ausente, así que poner césped no era una idea práctica. Y tampoco quería contratar un servicio para que me lo cuidara. Es mío. Así que me dediqué a plantar durante unas semanas.

Ness: Es precioso.

Zac: Estará todavía mejor dentro de un par de meses. Entremos. Encenderé el fuego y te mostraré la casa.

Ella lo siguió al porche y acarició con la mano una mecedora.

Ness: Me resulta difícil imaginarte aquí sentado contemplando el paisaje y sin hacer nada.

Zac: Ya lo entenderás -la condujo al interior-.

La puerta se abría a una habitación grande, sobre la cual había un desván y cuatro claraboyas. Una pared estaba dominada por un hogar, otra cubierta por libros en estanterías empotradas. El revestimiento de madera era color miel, lo mismo que el suelo, sobre el cual había una serie de alfombras: orientales, francesas, inglesas, hindúes. Y, además, la piel negra de un oso, completa, con cabeza y garras.

Al notar su mirada, Zac sonrió.

Zac: Fue un regalo que me hicieron unos amigos.

Ness: ¿Es auténtica?

Zac: Me temo que sí. Yo lo llamo Bruno. Como no soy el que le disparo, nos llevamos bastante bien.

Ness: Supongo que te hace compañía.

Zac: Y no come demasiado. -Percibió los nervios de Vanessa y los entendió. La había sacado de Chicago y llevado allí antes de que ella tuviera tiempo de pensar en nada. Ahora estaba a solas con él-. Aquí dentro hace más frío que fuera.

Ness: Sí -se frotó las manos y se acercó a una de las ventanas para mirar fuera. No se veía ninguna otra casa que perturbara el panorama, solo árboles y vegetación-. Esto no parece estar a solo una hora de la ciudad.

Zac: Quería tener un refugio al que pudiera escaparme -señaló, mientras encendía el fuego-. Y del que fuera posible volver rápidamente si era necesario. Tengo televisor, radio y fax en el cuarto de al lado.

Ness: Ajá, así estás al tanto de todo. Qué bien -se acercó a la chimenea donde ya comenzaban a crepitar los leños-.

Zac: Arriba hay otra chimenea.

Cogió la maleta de Vanessa y le indicó la escalera que conducía a la buhardilla.

En el primer piso había un gran dormitorio con muebles del mismo estilo que la planta baja. En la sala de estar, frente a una ventana, había un sofá verde, una mecedora, una mesa baja de pino y un taburete de tres patas. La cama de bronce tenía un cobertor de piel de cordero color burdeos y estaba situada delante de un pequeño hogar de piedra. Había también una cómoda de pino y un amplio guardarropa.

Zac: El cuarto de baño está allí -señaló una puerta con una inclinación de la cabeza mientras se ponía en cuclillas para preparar el fuego-.

Vanessa abrió la puerta. Se quedó en el umbral sin saber si reír o aplaudir. Aunque el resto de la cabaña reflejaba un estilo rústico, en el cuarto de baño Zac había optado por lo espectacular.

La enorme bañera de ébano tenía instalado un jacuzzi y estaba rodeada de una repisa apoyada contra un amplio ventanal. La ducha se encontraba en un compartimiento separado, de cristal. Encima del lavabo, la pared estaba cubierta de espejos y tenía una larga repisa con azulejos blancos y negros. Sobre ella había un televisor portátil que miraba hacia la bañera.

Ness: Vaya cuarto de baño.

Zac: Si lo que uno quiere es descansar -comentó al incorporarse-, entonces hay que descansar.

Ness: ¿No tienes televisor en el dormitorio?

Zac abrió la puerta del guardarropa. Allí, sobre un conjunto de tres cajones, había otro televisor.

Zac: Hay una radio de onda corta en el cajón de la mesilla de noche. -Cuando ella se echó a reír, él le tendió la mano-. Ven conmigo mientras preparo la cena.

Ness: Tú... bueno, no has subido tus maletas -comentó mientras bajaban-.

Zac: Abajo hay otro dormitorio.

Ness: Ah.

La tensión que Vanessa sentía fue reemplazada por cierto pesar.

Él se detuvo al pie de la escalera, la miró, le puso las manos en los hombros y le dio un beso.

Zac: ¿Todo bien?

Vanessa apoyó un momento la cara contra la de Zac.

Ness: Sí. Todo bien.

Todo estuvo bien cuando ella se puso a preparar una ensalada mientras Zac cortaba patatas para freírlas, y ambos oían el viento de marzo soplar entre los árboles y ulular contra las ventanas. Fue fácil para Vanessa distenderse en esa cocina mientras las patatas se freían y el pollo se cocinaba a la parrilla, y ella reía al oír las anécdotas de Zac sobre sus aventuras en los bazares de Casablanca.

Todo esto mientras en la cocina las voces del televisor hablaban en voz muy baja, y mantenían así al mundo en segundo plano; hacían que, de alguna manera, la atmósfera que ambos compartían fuera más íntima.

La habitación era cálida y cómoda, con cortinas oscuras en las ventanas y velas encendidas en la mesa de la cocina.

Ness: Esto es una maravilla -le dijo después de probar el pollo-. Eres tan bueno como Bobby Marks.

Zac: Y mucho más buen mozo.

Ness: Bueno, tienes más pelo. Supongo que yo tendría que ofrecerme a cocinar mañana.

Zac: Eso depende. ¿Qué tal eres preparando pescado?

Ness: ¿Eso es lo que está en el menú?

Zac: Si tenemos suerte podremos sacar un par del lago por la mañana.

Ness: ¿Por la mañana? -parpadeó-. ¿Iremos a pescar por la mañana?

Zac: Por supuesto. ¿Para qué crees que te he traído? -Cuando ella se echó a reír, él sacudió la cabeza-. Kansas, tú no has entendido el plan esencial. Una vez hayamos tirado sedales juntos durante un par de horas, sacado juntos un par de truchas y limpiado esos pescados...

Ness: ¿Limpiarlos?

Zac: Desde luego. Después de todo eso, yo te resultaré irresistible. La excitación, la pasión, la sexualidad primaria de la pesca habrá derrumbado todas tus defensas.

Ness: O me habrá aburrido mortalmente.

Zac: Ten un poco de fe. No hay nada como un hombre o una mujer que lucha contra la naturaleza para acrecentar el deseo.

Ness: Un plan bastante descabellado, por cierto. ¿Te ha dado buenos resultados?

Él sonrió y bebió un sorbo de vino.

Zac: ¿Quieres que te muestre mis señuelos?

Ness: Mejor sorpréndeme mañana.

Zac: Te despertaré a las cinco.

Ness: ¿A las cinco de la mañana?

Zac: Ponte ropa bien abrigada -le advirtió-.


Vanessa había estado segura de que se sentiría inquieta y desasosegada, de que sus nervios reaparecerían en cuanto todo estuviera tranquilo alrededor de ella. Pero apenas se metió en la cama, se sumió en un sueño profundo. Un sueño que se vio bruscamente perturbado por una mano que le sacudía el hombro.

Abrió los ojos, parpadeó en la oscuridad y volvió a cerrarlos.

Zac: Vamos, Kansas, levántate.

Ness: ¿Ha estallado otra guerra? -murmuró a la almohada-.

Zac: Hay un pez con tu nombre escrito en sus escamas -bromeó-. El café estará listo dentro de diez minutos.

Ella se incorporó, volvió a parpadear y pudo distinguir la silueta de Zac. También percibió su olor: a jabón y piel húmeda.

Ness: ¿Por qué hay que pescar al amanecer?

Zac: Algunas tradiciones son sagradas. -Se inclinó y le dio un beso en sus labios tibios-. Abrígate bien. En el lago hará mucho frío.

Y la dejó acurrucada en la cama. Zac no había dormido bien, lo cual era inusual en él. Recordó una vez más que Vanessa necesitaba tiempo, cuidados y paciencia. La asustaría darse cuenta de cuánto la deseaba.


En el lago había niebla. Hacia el este, el cielo luchaba por aclararse, y el sol plateado asomaba entre la bruma. Vanessa sintió olor a agua y pino, y al jabón de la ducha de Zac. Ella estaba sentada en la proa del pequeño bote, las manos apoyadas en las rodillas, el cuello de la chaqueta levantado para protegerse del frío.

Ness: Qué bonito -dijo-. Es como si fuéramos las únicas personas en muchos kilómetros a la redonda.

Zac: El Senachwine recibe a muchos excursionistas. -Apagó el motor fuera borda y dejó que el bote se desplazara por el agua serena-. Lo más probable es que ya haya gente en el lago.

Ness: Todo está tan silencioso.

Pero en ese momento oyó, a lo lejos, otro motor fuera borda que se apagaba, el canto de un ave y el leve golpeteo del agua contra el casco del bote.

Zac: Esto es lo mejor de la pesca. -Después de lanzar el anda, le entregó una caña de pescar-. No se pueden apresurar las cosas. Lo único que uno debe hacer es quedarse sentado en un lugar y descansar la mente.

Vanessa observó el agua.

Ness: No veo ningún pez.

Zac: Ya los verás. Confía en mí. Ahora lanzaré el sedal. Es todo cuestión de muñeca.

Ness: Eso es lo que mi padre solía decir sobre las herraduras.

Zac: Yo estoy hablando de algo muy serio.

Ness: ¿Las herraduras no son serias?

Zac: Por Dios, Vanessa, ¿no sabes que cuando un hombre quiere distenderse, eso no quiere decir que no desea que alguien compita con él?

Ella sonrió cuando él le cambió de posición las manos en la caña.

Ness: A mi padre le gustarías.

Zac: Parece un hombre sensato. Ahora mantén las manos firmes, y flojas las muñecas -indicó y lanzó el sedal-.

Tomó su propia caña, eligió un señuelo y arrojó la suya.

Ness: Quiero hacerlo de nuevo.

Zac: Se supone que debes hacerlo de nuevo. Pero primero tienes que recuperar el sedal.

Ness: Ya lo sé.

Zac: Despacio -advirtió mientras le mostraba cómo hacerlo-. Con suavidad. La paciencia es un arte tan importante como lanzar el sedal.

Ness: ¿De modo que nos quedamos aquí sentados, para arrojar el sedal y recuperarla una y otra vez?

Zac: Esa es la idea. Yo me quedo aquí sentado y te miro, que es una buena manera de pasar la mañana. Ahora bien, si tú fueras un hombre, nos animaríamos contándonos historias sobre pescados y mujeres.

Ness: Supongo que en ese orden.

Zac: Barlow James y yo nos pasamos una vez seis horas aquí. Y creo que no nos dijimos ni una sola cosa que fuera cierta.

Ness: Yo también puedo mentir.

Zac: No. No con esos ojos. Te facilitaré las cosas: háblame de tu familia.

Ness: Tengo tres hermanos: dos mayores y uno menor. Los mayores están casados, y el pequeño aún está en la universidad. ¿Debería mover la caña o algo por el estilo?

Zac: No, solo tranquilízate. ¿Todos viven en Kansas?

Ness: Sí. Mi padre tiene una ferretería, y mi hermano mayor trabaja con él. Mi madre se ocupa de la contabilidad. ¿Qué estás haciendo?

Zac: Estoy sacando un pez -dijo con calma mientras hacía girar el hilo-. El muy tonto ha mordido el anzuelo.

Ness: ¿Ya has pescado uno?

Zac: ¿Creciste en la ciudad o en los suburbios?

Ness: En los suburbios -respondió con impaciencia-. ¿Cómo es que ya has pescado uno? ¡Oh, mira! -exclamó fascinada cuando él sacó el pez del agua. La fascinación continuó viéndole recogerlo con una red y dejarlo caer en el fondo del bote-. Debes de usar un señuelo mejor que el mío -dijo cuando Zac se lo quitó y puso el pescado sobre hielo-.

Zac: ¿Quieres que lo cambie por el tuyo?

Ness: No -lo observó arrojar de nuevo el sedal-.

Con actitud resuelta, ella recuperó el sedal, cambió de posición y la arrojó al otro lado del bote.

Cuando Zac le sonrió, ella frunció la nariz.

Ness: ¿Y qué me dices de tu familia?

Zac: No es mucho lo que puedo decir. Mis padres se divorciaron cuando yo tenía quince años. Soy hijo único. Los dos son abogados. -Apoyó la caña para destapar el termo y servir café para los dos-. Ambos se sepultaron bajo una montaña de papeles muy civilizada, y acordaron dividir todos los bienes por la mitad. Y me incluyeron a mí.

Ness: Lo siento.

Zac: ¿Por qué? Entre los Efron, los lazos familiares no son demasiado fuertes. Cada uno tiene su propia vida, y yo prefiero que sea así.

Ness: No es mi intención criticar, pero me parece una actitud espantosamente fría.

Zac: Es fría. -Bebió un poco de café y absorbió el sereno placer de esa mañana fresca con el sol que se reflejaba en el agua-. Pero también es una actitud práctica. Lo único que tenemos en común es la sangre. ¿Por qué fingir otra cosa?

Ella no supo qué responder. Vivía lejos de su familia, pero los lazos permanecían intactos.

Ness: Deben de sentirse orgullosos de ti.

Zac: Estoy seguro de que se alegran de saber que el dinero que invirtieron en mi educación no fue malgastado. No me mires así. -Extendió un brazo y le palmeó un tobillo-. Jamás me sentí traumatizado ni nada por el estilo. Y lo cierto es que fue beneficioso para mi carrera. Si uno no tiene raíces, no es preciso cortarlas cada vez que le destinan a otra parte.

Ness: Las raíces no tienen por qué impedir el movimiento. Si uno sabe cómo trasplantarlas.

Zac: ¿Kansas?

Ness: ¿Sí?

Zac: Tienes un pez.

Ness: Tengo... ¡oh! -Su sedal volvió a pegar un tirón. Si Zac no hubiera extendido un brazo y no la hubiera sujetado, Vanessa habría pegado un salto y hubiese girado el bote-. ¿Qué tengo que hacer? Lo he olvidado. Espera, espera -dijo, antes de que él tuviera tiempo de contestar-. Quiero hacerlo yo misma.

Con el entrecejo fruncido empezó a girar el hilo y notó la resistencia del pez que luchaba por liberarse. Hubo un momento en que sintió el impulso de dejarlo en libertad. Pero el sedal se tensó, y el espíritu de lucha privó sobre todo lo demás.

Cuando finalmente dejó caer su presa en el fondo del bote, gritó con alborozo:

Ness: ¡Es más grande que el tuyo!

Zac: Es posible.

Apartó la mano de Zac de un cachete antes de que él pudiera quitarle el señuelo.

Ness: Lo haré yo -afirmó-.

Y con el sol ya más alto en el este, los dos se sonrieron por encima de una trucha de más de dos kilos.


Regresaron a la cabaña con cuatro pescados; dos para cada uno. Vanessa había insistido en quedarse para desempatar, pero Zac había encendido el motor. «No se debe pescar más de lo que se puede comer», le había dicho mientras los limpiaban.

Ness: Ha sido fantástico -reconoció-. Realmente fantástico. Me siento una pionera. ¿Almorzaremos pescado?

Zac: Por supuesto. Los comeremos fritos. Pero primero aumentaré el fuego de la sala.

Ness: Y yo que creí que sería aburrido -suspiró y lo siguió-. Ha sido muy excitante. No sé. Muy satisfactorio -se echó a reír-.

Zac: Tienes mucha habilidad para la pesca -puso otro leño en la chimenea y se acuclilló sobre los talones-. Mañana por la mañana podemos ir un par de horas antes de regresar.

Ness: Me encantaría. Me alegro de que me hayas traído.

Ella miró por encima del hombro y sonrió.

Zac: Yo también me alegro.

Ness: Y no solo por la lección de pesca.

La sonrisa de Zac se desvaneció, pero sus ojos siguieron fijos en ella.

Zac: Ya lo sé.

Ness: Me has traído aquí para alejarme de los periódicos, de las habladurías y de todo lo desagradable. No me has hecho más preguntas.

Él soltó el atizador y giró la cabeza para mirarla.

Zac: ¿Quieres que te las haga?

Ness: No lo sé -intentó sonreír-. ¿Qué pregunta me harías?

Él le preguntó algo que lo había mantenido despierto toda la noche.

Zac: ¿Me tienes miedo?

Ella vaciló.

Ness: Un poco -se oyó decir-. Pero más me asusta lo que puedes hacerme sentir.

Él volvió a contemplar el fuego.

Zac: No te presionaré, Vanessa. Nada pasará entre nosotros que tú no quieras. -Volvió a mirarla-. Te lo prometo.

Ness: No es esa clase de miedo, Zac.

La expresión de los ojos de él la hizo desearlo con intensidad. Giró la cabeza para poder decirlo todo muy rápido.

Ness: Por culpa de lo que pasó, jamás había podido recuperar lo que perdí. Hasta que llegaste tú. Eso me asusta. Y tengo miedo de arruinarlo.

Aunque él se puso de pie, no se acercó a ella.

Zac: Lo que pase entre nosotros será porque los dos lo queremos. Yo esperaré hasta que estés lista.

Ness: Me gustaría preguntarte algo.

Zac: Adelante.

Ness: ¿Yo te doy miedo?

Zac: Vanessa, jamás nada me ha producido tanto miedo en la vida como tú y lo que consigues hacerme sentir.

Vanessa lo miró. El primer paso que dio hacia Zac fue el más difícil. Luego fue sencillo avanzar hasta él, rodearlo con los brazos y apoyar la cabeza en su hombro.

Ness: No podría haber pedido una respuesta mejor. Zac, no quiero perder lo que estoy sintiendo en este momento. -Como él no se movió, ella levantó la vista y le apoyó las manos en el pecho-. Y creo que no lo perderé si me haces el amor.

De todos los sentimientos que había esperado experimentar, la alarma era el último. Sin embargo, eso fue lo que sintió cuando Vanessa lo miró con una mezcla de confianza y recelo.

Zac: No hay ninguna presión aquí, Vanessa.

Ness: La hay. Pero no de ti. Está en mí. Te necesito.

Zac le tomó la cara con las manos y la besó.

Zac: No te haré daño.

Ness: Lo sé. Eso no me asusta.

Zac: Yo creo que sí. Pero solo debes decirme cuándo parar.

Ness: No lo haré.

En sus ojos volvía a haber resolución. Él se juró que transformaría esa expresión en placer.

Se le secó la boca cuando le desabrochó la gruesa camisa de leñador. Lentamente, sin dejar de mirarla, le quitó la primera capa de ropa y luego sonrió.

Zac: Esto tomará un rato.

Ness: Tengo tiempo de sobra -dijo riendo-.

Ella tenía los ojos cerrados, la boca levantada hacia la suya. Le resultaba tan natural, tan sencillo, apretar su cuerpo contra el de Zac, levantar los brazos y fundirse con él. Volvió a temblar cuando él le quitó el suéter de cuello alto, aunque no era de frío ni de miedo. Pero se estremeció cuando él la alzó y la depositó sobre la alfombra de pelo largo que había frente a la chimenea.

Zac: Quiero que no pienses en otra cosa más que en mí -susurró, volvió a besarla y se demoró antes de sacarle las botas-. En nadie más que en mí.

Oyó el chisporroteo del fuego, el crujido cuando él se quitó la camisa y las botas. Él se quedó junto a ella, y le acarició la cara hasta que ella abrió los ojos y lo miró.

Zac: Te he deseado desde el primer momento en que te vi.

Ness: Hace casi un año.

Zac: Mucho más -añadió entre beso y beso-. Un día entraste corriendo a la sala de redacción. Enfilaste hacia tu escritorio, y después te echaste el pelo hacia atrás, te lo ataste con una cinta roja y te pusiste a escribir una nota. Fue algunos días antes de que yo me fuera a Londres. Me quedé contemplándote. Fue como si alguien me hubiera golpeado con un martillo. Muchos meses después, te vi de pie, en el aeropuerto, bajo la lluvia.

Ness: Y me besaste.

Zac: Te lo tenía reservado desde hacía seis meses.

Ness: Y después me birlaste la noticia.

Zac: Sí. Y ahora te tengo.

Ella se tensó cuando la mano de Zac se deslizó debajo de la seda de su vestido. Pero él no anduvo a ciegas, no se apresuró. Momentos después, la suave caricia de sus dedos sobre la piel hizo que se le aflojaran los músculos. Cuando ascendieron para rodearle el pecho, el cuerpo de Vanessa se curvó para darles la bienvenida.

Al igual que una ducha tibia, ese placer fue suave, sereno y sedante. Ella lo aceptó, lo absorbió, y después lo deseó con intensidad cuando él la fue desvistiendo lentamente.

De pronto solo sintió sus manos, que la acariciaban con suavidad, exploraban, le despertaban sensaciones. Esta vez, cuando tembló, no fue de frío.

El cuerpo de Vanessa entre sus manos subía y bajaba con las oleadas de placer que los dos se provocaban.

Zac sabía que podía hacerla flotar, como lo estaba haciendo ahora, elevar los ojos de Vanessa como humo y modelar sus músculos como cera tibia. Y supo que faltaba poco para que ella estallara.

Casi sin aliento, se puso sobre ella y le cubrió de besos la cara, hasta que ella lo rodeó por completo, hasta que los movimientos de Vanessa se hicieron frenéticos y el ardiente deseo de él se hizo insoportable.

Zac: Mírame -tuvo que luchar para que esa palabra saliera de su garganta-. Mírame.

Y cuando ella lo hizo, cuando las miradas de ambos se encontraron, él la penetró y juntos llegaron al éxtasis.




Hay que buscarse un chico que sepa pescar 😆

Me alegro de que os esté gustando la novela 😊
Gracias por comentar y leer!


2 comentarios:

Maria jose dijo...

Definitivamente quiero ir de pesca
Que buen capitulo y que lindo se la estan pasando
Ya quiero seguir leyendo el siguiente capitulo
Sube pronto
Saludos!!!

Caromi dijo...

OMG que tal pesca!!
4 truchas y un hombre XD
Como te dije, que lio el de Zac porque es invierno y tiene más ropa que sacar XD
ya quiero saber como será la mañana siguiente!!
publica pronto

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