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sábado, 9 de febrero de 2019

Capítulo 14


Durante las noches heladas del desierto resultaba difícil recordar el calor abrasador del día. Inmediatamente después de la explosión de las bombas resultaba difícil recordar el tedio mortal de las interminables semanas de la operación Tormenta del desierto.

Zac había estado en otras guerras pero en ninguna se había visto tan paralizado por regulaciones militares. Sin embargo, un periodista emprendedor tenía maneras de hacerlas más flexibles, aunque desde luego era imposible transmitir ciertos datos vitales sin poner en peligro a las tropas. Pero Zac no era tonto y su ambición no lo cegaba. Consideraba que su misión y deber era averiguar lo que estaba pasando en realidad, y no solo lo que los informes oficiales contaban.

En dos oportunidades él y Curt habían trepado al camión alquilado, equipado con una antena de satélite, y, tras atravesar caminos poco señalizados y las cambiantes arenas, lograba establecer contacto con las tropas estadounidenses. Zac escuchaba quejas y anhelos, y volvía a la base para informar sobre las dos cosas.

Observó a los misiles Scuds surcar el aire y a los Patriots interceptarlos. Dormía intermitentemente y vivía con el temor de un ataque con armas químicas.

Cuando comenzó la guerra en tierra, estaba listo y ansioso de seguirla hasta la capital de Kuwait.

La feroz lucha de cien horas para liberar Kuwait sería llamada más tarde la madre de todas las batallas. Mientras las tropas tomaban posiciones a lo largo del río Éufrates y de las carreteras que unían la capital con otras ciudades, los iraquíes huían.

Había terribles atascos de tráfico, tanques estropeados, vituallas abandonadas. Desde un polvoriento camión que se dirigía a la ciudad, Zac observó los despojos: kilómetros y kilómetros de vehículos destrozados, colchones, mantas, sartenes, tiras de municiones, y hasta un candelabro cuyos cristales refulgían sobre la arena. Y, peor aún, cada tanto algún cadáver.

Zac: Filmemos algo de esto -se bajó del camión-.

Curt: Los bastardos deben de haberlo saqueado todo mientras huían.

Zac señaló un jirón de seda rosa que flameaba por debajo de un camión volcado. El vestido de noche brillaba con sus lentejuelas.

Zac: ¿Dónde demonios pensaba usarlo ella?

Zac se preparó para la toma mientras Curt instalaba su equipo. No creía que ya nada pudiera sorprenderlo. No después de ver a los soldados iraquíes, patéticamente macilentos, rendirse a las tropas aliadas. Observar el miedo y la fatiga, y también el alivio en sus caras a medida que iban saliendo de sus trincheras en el desierto. No creyó que ninguna otra faceta de la guerra pudiera afectarlo: ni los cuerpos mutilados, ni las atrocidades de los rapiñadores ni el hedor de muerte que se cocía bajo el sol implacable.

Pero ese jirón de seda rosa que flameaba con el viento del desierto lo deprimió.

En la ciudad fue peor. La furia, la devastación; todo recubierto por una capa de hollín aceitoso de los incendios que habían vaciado a Kuwait de esa savia que era el petróleo.

Cuando el viento soplaba hacia la ciudad, el cielo se oscurecía con humo. El mediodía se convertía en medianoche. La playa estaba minada y las explosiones estremecían la ciudad varias veces por día. El fuego de artillería continuaba, tanto por la celebración del triunfo como por los salvajes ataques contra los soldados kuwaitíes, realizados desde vehículos en movimiento. Los supervivientes buscaban en los cementerios los restos de sus seres queridos, muchos de los cuales habían sufrido torturas y cosas aún peores.

A través de todo lo que observaba e informaba, Zac seguía pensando en un traje de noche con lentejuelas que asomaba en la arena y ondeaba al viento.


Como el resto del mundo, Vanessa seguía por televisión el fin de la guerra. Oyó los informes de la liberación de Kuwait, el alto el fuego oficial, las estadísticas de la victoria. Convirtió en hábito el pasar por la sala de redacción antes de abandonar el edificio de la CBC con la esperanza de enterarse de retazos de información aún no emitidos.

Pero la realidad de las responsabilidades de todos los días limitaba sus movimientos. Cada vez que tenía una noche libre miraba las últimas noticias y después ponía un vídeo del programa de esa mañana. En la privacidad de su apartamento, podía estudiarse con mirada crítica y buscar la manera de mejorar el programa.

Estaba sentada en el suelo, cruzada de piernas y cómoda con sudadera y tejanos, un bloc abierto sobre las rodillas. Notó que no le convenía usar esos pendientes de aro. Se balanceaban cada vez que ella movía la cabeza, y eso distraía al teleespectador. Escribió: «nada de aros».

Y su mano hacía gestos demasiado amplios. Si no modificaba eso, terminaría siendo parodiada en Saturday Night Live. Lo anotó también.

¿Tocaba demasiado a la gente? Mientras se mordisqueaba los labios, Vanessa se siguió observando. Parecía siempre poner la mano en el brazo del invitado o pasarlo por el hombro de alguien del público. Tal vez debería...

Al oír que llamaban a la puerta soltó una imprecación. Su ritmo de trabajo no le permitía recibir visitas inesperadas después de las diez de la noche. De mala gana, apagó el videocasete. Espió por la mirilla y, estupefacta, se apresuró a girar la llave y quitar la cadena.

Ness: ¡Zac! ¡No sabía que habías vuelto!

No supo cuál de los dos se movió primero, pero en un instante estaban abrazados, la boca de Zac sobre la suya, sus manos enredadas en el pelo de él. Él cerró la puerta con un pie y los dos cayeron al suelo entrelazados.

No era un sueño sino una realidad, la única que importaba. Vanessa parecía estallar debajo de él. Su piel era cálida y suave, increíblemente tersa. Y él la deseaba con toda su pasión.

Zac: Vanessa. Deja que yo...

Levantó la cabeza y se esforzó por aclararse la vista. Comprendió que casi no la había mirado. Tan pronto ella había abierto la puerta y pronunciado su nombre, sintió que perdía el control.

Y ahora ella vibraba debajo de él como una cuerda tensa, los ojos abiertos de par en par y la boca turgente. Y su piel... Zac acarició esa piel encendida y húmeda.

Lágrimas. Él siempre las había considerado el arma más eficaz de las mujeres. Conmovido, se las secó y se aclaró la garganta.

Zac: Perdona por hacerte caer al suelo.

Ness: No importa. -Entonces, lenta y prodigiosamente, afloró su sonrisa. Vanessa le rodeó la cara con las manos-. Bienvenido a casa -dijo, y dejó que un beso lento y tierno los serenara a los dos-.

Zac: Dicen que suelo ser muy tierno y suave con las mujeres -añadió cogiéndole una mano y llevándosela a los labios-. Aunque creo que en este momento te debe costar bastante creerlo.

Ness: Prefiero no pedirte que me lo demuestres.

Él sonrió.

Zac: Oye, por qué no... -Se detuvo al pasarle una mano por el pelo. Confundido, se apartó un poco, entrecerró los ojos y la observo-. ¿Qué demonios te has hecho en el pelo?

Ness: Me lo corté la víspera de Año Nuevo. A los espectadores les gusta, en una proporción de tres a uno. Hicimos una encuesta.

Zac: Lo tienes más corto. Ven aquí -pidió y se sentó en cuclillas-. Déjame observarte.

Ness: Estaba cansada de tener que peinarlo tanto tiempo -murmuró cuando él prosiguió con su estudio silencioso-. Esto me ahorra horas por semana y armoniza con la forma de mi cara. Además, sale bien en cámara.

Zac: Ajá. -Fascinado, comenzó a juguetear con una oreja de Vanessa, y después con su cuello-. Mira, o varios meses de celibato me han provocado un caos en la libido, o eres la mujer más sexy del mundo.

Encantada, ella se rodeó las rodillas con los brazos.

Ness: Tú también te ves muy bien. ¿Sabes?, ya te llaman el intrépido del desierto.

Él hizo una mueca. Después de las tomaduras de pelo de sus compañeros, el comentario no le resultaba demasiado gracioso.

Zac: Ya pasará.

Ness: No lo sé. Ya se ha formado en Chicago un club de admiradores de Zac Efron. -El hecho de que él se sintiera incómodo la divirtió-. Tenias un aspecto bastante atractivo con los Scuds surcando el cielo a tus espaldas, o con los tanques que avanzaban por el desierto detrás de ti. Sobre todo porque hacía varios días que no te afeitabas.

Zac: Cuando comenzó la batalla en tierra, el agua era un bien escaso.

Ness: ¿Fue muy duro?

Zac: Sí, bastante. -Le cogió la mano-.

Eso era lo que necesitaba ahora, la calidez de Vanessa. Tal vez dentro de dos días lograría olvidar un poco lo que había visto y vivido.

Ness: ¿Quieres hablar sobre eso?

Zac: Ahora no.

Ness: Pareces cansado. ¿Cuándo has vuelto?

Zac: Hace una hora. He venido directamente aquí.

Ness: ¿No quieres que te prepare algo de comer?

Él mantuvo la mano de Vanessa en la suya y deseó poder explicarle -y explicarse a sí mismo- cuán tranquilo se sentía allí con ella. Juntos los dos.

Zac: No te rechazaría un sandwich, sobre todo si viene con una cerveza.

Ella se puso de pie, le tendió una mano y lo obligó a levantarse.

Ness: Vamos, recuéstate en el sofá y distiéndete con Carson. Mientras comes, te contaré todas las novedades y rumores de la CBC.

Zac: ¿Puedo quedarme aquí esta noche, Vanessa?

Ness: Sí.

Ella se dio la vuelta rápidamente y fue a la cocina. Le temblaban las manos. Y era maravilloso. Todo su cuerpo se estremecía en respuesta a la mirada profunda de Zac antes de que ella se fuera. Vanessa no conocía cómo sería, pero sabía que jamás había deseado tanto a un hombre. Los meses de separación no habían apagado el sentimiento que había comenzado a crecer en su interior.

Ese primer beso ávido, mientras los dos caían al suelo, había sido más asombroso y erótico que cualquier fantasía que ella hubiera abrigado mientras esperaba su regreso.

Zac había vuelto, y esa noche ella daría el gran paso. Porque lo deseaba, porque lo había decidido, sin que nadie se lo exigiera.

Puso en una bandeja un sandwich de jamón y queso y una cerveza. Levantó la bandeja y sonrió. El deseo era algo tan básico y humano como el hambre. Una vez hubieran satisfecho esta última, ella lo llevaría a la cama y lo recibiría en su cuerpo.

Ness: También podría prepararte algo caliente -dijo mientras llevaba la bandeja a la sala-. Hay una lata de sopa en la...

Vanessa se interrumpió y se quedó mirando.

El intrépido del desierto dormía como un bebé.

Ni siquiera se había molestado en quitarse la chaqueta. El trabajo, el viaje y la fatiga del vuelo finalmente se habían cobrado su precio. Estaba boca abajo, la cara hundida en uno de los almohadones de satén, mientras un brazo colgaba del borde del sofá.

Ness: ¿Zac?

Apoyó la bandeja y le puso una mano en el hombro. Lo sacudió, pero él no se movió.

Resignada, fue a buscar una manta y lo tapó. Cerró con llave la puerta de entrada y echó la cadena.

Bajó la intensidad de la lámpara y se sentó en el suelo frente a él.

Ness: Por lo visto -dijo muy despacio y lo besó en la mejilla- nuestros tiempos son muy distintos.

Con un suspiro, cogió el sándwich y trató de superar la frustración sexual con comida y televisión.


Zac despertó del sueño con frío y cubierto de sudor. La visión que todavía no terminaba de desvanecerse ante sus ojos era horrible: un cuerpo acribillado a balazos a sus pies, sangre que manchaba el jirón de seda rosa con lentejuelas. A la suave luz de la mañana, se esforzó por incorporarse y se frotó la cara con las manos.

Desorientado, trató de recordar dónde estaba. ¿En una habitación de hotel? ¿En qué ciudad? ¿Qué país? ¿En un avión? ¿En un taxi?

Vanessa. Zac dejó caer la cabeza hacia atrás en los almohadones y gimió. Primero la había derribado, y después se quedó dormido. Un capítulo más del frustrante romance de ambos.

Le sorprendió que ella no lo hubiera arrastrado por los pies fuera del apartamento y lo hubiera dejado roncando en el pasillo. Luchó por liberarse de la manta y se puso de pie. Se balanceó un momento, mientras su cuerpo flotaba todavía de cansancio. Habría matado por un café. Supuso que por eso sintió aroma a café. Después de meses en el desierto, sabía que los espejismos no eran solo resultado del calor sino de deseos desesperados.

Movió los hombros acalambrados y lanzó una imprecación. Dios, no quería ni pensar en sus deseos.

Pero tal vez no era demasiado tarde. Una rápida dosis de café instantáneo y podría deslizarse en la cama con Vanessa y compensar su negligencia de la noche anterior.

Con la vista nublada, se tambaleó hacia la cocina.

Vanessa, de pie en medio de un rayo de luz del sol, hermosa y fresca con pantalones y suéter, no era ningún espejismo y en ese momento servía un café de aroma increíble en una taza de cerámica roja.

Zac: Vanessa.

Ella dio un respingo y casi volcó el café.

Ness: Me has asustado. Estaba pensando en el programa. ¿Cómo has dormido?

Zac: Como un tronco. No sé si sentir vergüenza o pedirte perdón, pero si compartes conmigo ese café será lo que quieras.

Ness: No tienes por qué avergonzarte o excusarte. Estabas agotado -no lo miró a los ojos-.

Él le pasó una mano por el pelo.

Zac: ¿Estás muy enfadada?

Ness: No lo estoy en absoluto. ¿Crema o azúcar?

Zac: No. Si no estás enfadada, ¿entonces, qué?

Ness: Es difícil de explicar -comprendió que no había suficiente lugar en la cocina, y que él le bloqueaba el paso-. Zac, tengo que irme. Mi chófer vendrá a buscarme en unos minutos.

Él no se movió.

Zac: Trata de explicármelo.

Ness: Esto no es fácil para mí. No tengo experiencia en conversaciones de la mañana después.

Zac: Anoche no ocurrió nada.

Ness: No se trata de eso. Anoche no pensé en nada. No podría haberlo hecho. Cuando te vi, me abrumó lo que estaba pasando, lo que yo sentía. Nadie me ha deseado como tú anoche.

Zac: Y yo lo eché todo a perder. -Sin interés ya por el café, puso la taza sobre la mesa-. Lo siento. Tal vez no debería haber frenado esa primera acometida loca, pero tenía miedo de hacerte daño.

Ella giró la cabeza y lo miró.

Ness: No me estabas haciendo daño.

Zac: Habría terminado por hacerlo. Por Dios, Vanessa, podría haberte comido viva. Y eso de derribarte fue... Estaba fuera de mí.

Ness: Esa es la cuestión. En lo que se refiere a mí, Zac, no a ti. Yo perdí el control, y eso es algo que no me ha pasado nunca. Las cosas que me hiciste sentir eran nuevas para mí. Y tal como salió todo... bueno, me dio tiempo de pensar.

Zac: Fantástico -tomó la taza y bebió un sorbo de café-. Maravilloso.

Ness: No he cambiado de idea, pero tenemos que hablar antes de que esto vaya más lejos. Cuando te lo haya explicado, cuando tú lo hayas entendido, espero que sigamos adelante.

Había una súplica en sus ojos, algo que ella necesitaba de él. Zac no necesitó saber nada para responder. Le cogió la barbilla con las manos y la besó.

Zac: Está bien. Hablaremos. ¿Esta noche?

Ness: De acuerdo. El destino se muestra benévolo conmigo. Es el primer fin de semana libre que tengo en dos meses.

Zac: Ven a mi casa -pidió y volvió a besarla-. Hay algo muy importante que quiero hacer.

Ness: Muy bien.

Zac: Lo deseo mucho, mucho... Quiero prepararte la cena.


Ash: ¿Y? ¿Qué te va a preparar?

Ness: No se lo pregunté.

Vanessa se puso a repasar su lista de guardarropa y a fijarse en las fechas en que habían usado algunas faldas, blazers, blusas y accesorios. Tenía un asistente de producción que ponía la fecha y el detalle a cada pieza y anotaba, no solo cuándo había sido utilizada, sino también en combinación con qué prendas.

Ash: La cosa es muy seria cuando un hombre decide cocinar para una mujer... sobre todo un viernes por la noche.

Al mismo tiempo, Ashley vigilaba a Audrey, que dormía pacíficamente en la cuna.

Ness: Tal vez -sonrió. Comenzó a ordenar lo elegido para los programas de la semana siguiente-. Me propongo disfrutarlo.

Ash: Mi intuición me dice que es un buen hombre para ti. Me gustaría tener tiempo para comprobarlo personalmente, pero la expresión de tu cara cuando llegaste esta mañana fue suficiente.

Ness: ¿Qué expresión?

Ash: De felicidad. Una felicidad estrictamente femenina. Diferente del brillo que apareció en tus ojos cuando Delacort nos renovó el contrato, o cuando seis nuevos canales eligieron emitir nuestro programa.

Ness: ¿Parecida a cuando fuimos primeras de promoción en Columbus?

Ash: Incluso diferente de esa vez. Ahora se trata de algo de importancia vital. En cuanto al programa, lo has sabido manejar muy bien. Hasta la forma en que organizaste todo para que yo pudiera traer a Audrey al trabajo.

Ness: Yo también la quiero aquí -le recordó-. Ninguno de los integrantes de mi equipo se verá obligado a elegir entre sus hijos y su carrera. Lo cual me recuerda una idea que tuve.

Ash: Dime -tomó su tablilla con sujetador-.

Ness: Encontrar la manera de incorporar guarderías infantiles en el lugar de trabajo. En los edificios de oficinas y las fábricas. Leí un artículo sobre un restaurante regentado por una familia. Prácticamente tienen un parvulario al lado de la cocina. Ya le he dado el recorte a Margaret.

Ash: Lo verificaré.

Ness: Bien. Ahora déjame que te cuente la idea que tengo sobre Jeff.

Ash: ¿Jeff? ¿Qué pasa con él?

Ness: Está haciendo un buen trabajo, ¿no crees?

Ash: Su trabajo es excelente. Está absolutamente consagrado a ti y al programa, y es un genio con la compaginación.

Ness: Quiere dirigir. -Complacida de haber podido sorprender a Ashley, se acomodó en el asiento-. No me ha dicho nada a mí ni a nadie. Sé que lo haría. Pero lo he observado. Se le nota por la forma en que merodea por el estudio y habla con los cámaras y técnicos. Cada vez que tenemos un realizador nuevo, Jeff prácticamente lo interroga.

Ash: Es un compaginador.

Ness: Yo era periodista -señaló-. Quiero darle una oportunidad. Dios sabe que necesitamos un realizador permanente, alguien capaz de entrar en nuestra rutina, de entender mi ritmo de trabajo. Creo que lo hará bien. ¿Qué opinas tú, como productora ejecutiva?

Ash: Hablaré con él. Si está interesado, la semana que viene tenemos planeado un programa sobre citas por medio de video. No es difícil. Podríamos probarlo con eso.

Ness: Espléndido.

Cassie: Vanessa.

Cassie estaba junto a la puerta, con un periódico en la mano.

Ness: No me lo digas. Solo faltan veinte minutos para grabar la nueva promoción, y después de eso tengo que cruzar la ciudad y mostrarme fascinante en el capítulo de Now dedicado a Chicago. Te aseguro que no pensaba escaparme.

Cassie: Vanessa -repitió Cassie. En sus ojos no había humor, solo angustia-. Creo que deberías ver esto.

Ness: ¿Qué es? Oh, no, de nuevo los periódicos sensacionalistas. -Cogió el semanario que tenía Cassie, lo desplegó y miró los titulares-. Dios mío -murmuró, se le aflojaron las rodillas y retrocedió en busca de una silla-. Dios mío, Ashley.

Ash: Cálmate, cariño. Déjame ver.

Ashley sentó a Vanessa en una silla y cogió el periódico.

“LA VIDA SECRETA DE VANESSA HUDGENS
¡El ex amante de Vanessa lo cuenta todo!”

Un gran titular en rojo rezaba “¡EXCLUSIVA! ¡ORGÍAS DE ALCOHOL! ¡SEXO EN EL CAMPO DE JUEGO!”, debajo de una fotografía reciente de Vanessa. Junto a ella aparecía una fotografía enorme de un hombre que ella había tratado de olvidar.

Ash: ¡El muy hijo de puta! -explotó-. ¡Mentiroso de mierda! ¿Para qué demonios ha acudido a la prensa amarilla con esto? El dinero le sale por las orejas.

Ness: ¿Quién puede saber por qué las personas hacen algo? -Asqueada, se quedó mirando los titulares. La muchachita asustada y doblegada volvió a subir a la superficie-. Bueno, ha conseguido que su foto apareciera en un periódico, ¿no?

Ash: Querida -dobló el diario-. Nadie creerá esa basura.

Ness: Por supuesto que lo creerán, Ashley. Lo creerán porque el titular promete una noticia escandalosa. Y la mayoría de las personas no pasarán de los titulares. Los leerán mientras hacen cola en las cajas de los supermercados. Tal vez llegarán a leer la nota de la primera página, u hojearán el interior del semanario. Después se irán a sus casas y hablarán sobre el asunto con sus vecinos.

Ash: Es basura. Pura basura, y cualquiera con dos dedos de frente debería saberlo.

Cassie: Creí que tenías que saberlo -le dio un vaso de agua-. No quería que lo supieras por otra persona.

Ness: Has hecho bien.

Cassie: Ya has recibido algunas llamadas por este asunto.

Incluyendo una de Mike Crosby que ella no mencionó.

Ness: Me ocuparé de ello más tarde. Déjame ver qué han publicado, Ashley.

Ash: Voy a quemar esta asquerosa bazofia.

Ness: Déjame ver -repitió-. No podré manejar esto si no sé qué pone.

De mala gana, Ashley le pasó el semanario. Como siempre ocurre en los peores periódicos sensacionalistas había suficiente verdad mezclada con mentiras como para causar impacto. Vanessa había estudiado en Yale, y también había salido con Jamie Thomas, una estrella del fútbol americano. Sí, había asistido con él a una fiesta después de un partido. Había bailado y flirteado con él. Y consumió más alcohol de lo que era prudente.

Había ido con él al campo de juego esa noche fresca y despejada. Había reído cuando él corrió por el césped derribando rivales invisibles. Hasta rió cuando la derribó a ella. Pero la nota no decía que ella dejó de reír muy pronto. No se mencionaban el miedo, el ultraje, los sollozos.

Según Jamie, ella no se había resistido. No había gritado. En su versión, él no la había dejado sola, con la ropa hecha jirones y el cuerpo lleno de moretones. No dijo cómo había llorado ella sobre ese césped frío, con su alma hecha pedazos y su inocencia violentamente robada.

Ness: Bueno -se secó una lágrima en la mejilla-. Él no ha cambiado mucho su versión a lo largo de los años. Tal vez la ha embellecido un poco, pero eso era de esperar.

Ash: Creo que tendríamos que ponernos en contacto con la asesoría legal -tuvo que echar mano de todo su control para hablar con calma-. Deberías demandarlos por difamación, a Jamie Thomas y al periódico. Quiero creer que no le permitirás salirse con la suya.

Ness: Le permití salirse con la suya en un asunto mucho más grave, ¿no? -dobló el semanario con lentitud y lo metió en su bolso-. Cassie, por favor, despeja un poco mis compromisos para después de la reunión de Now. Sé que hacerlo puede causar algunos problemas.

Cassie: Yo me ocuparé.

Ash: Cancélalos todos -le indicó-.

Ness: No; puedo cumplir con mis obligaciones -afirmó-.

Ash: Entonces te acompañaré. No te dejaré volver sola a casa.

Ness: No voy a casa. Hay alguien con quien tengo que hablar. Estaré bien, no te preocupes -dijo y oprimió el brazo de Ashley-. Te veré el lunes.

Ash: Maldita sea, Ness, déjame ayudarte.

Ness: Siempre lo has hecho. Esto tengo que hacerlo sola. Te llamaré.


En ningún momento supuso que la explicación sería fácil. Pero jamás imaginó que estaría sentada en su coche ante el camino que conducía a la bonita casa antigua de Zac, para tratar de reunir el coraje suficiente para llamar a la puerta.

Cobró ánimo, bajó del coche, avanzó por el sendero de losas y subió al porche cubierto.

Era una casa antigua y sólida, con gabletes curvos y chimeneas rectas. Parecía un lugar seguro, un refugio contra las inclemencias.

Había un llamador de bronce con forma de arpa irlandesa. Se quedó mirándolo un rato antes de decidirse a llamar.

Zac: Hola, Vanessa -sonrió y extendió una mano en señal de bienvenida-. Es un poco temprano para la cena, pero puedo prepararte un almuerzo tardío.

Ness: Tengo que hablar contigo.

Zac: Lo sé -cerró la puerta-. Estás pálida. ¿Por qué no te sientas?

Ness: Sí, me gustaría sentarme -lo siguió a la primera habitación que daba al vestíbulo-.

Su primera mirada distraída percibió el gusto de un hombre. Nada de adornos superfluos, solo piezas antiguas y señoriales que hablaban de riqueza fácil y de gustos masculinos. Eligió una silla de respaldo alto frente al fuego que ardía en el hogar. Esa calidez le resultó consoladora.

Sin preguntarle nada, él se dirigió a un gabinete curvo y eligió un botellón con coñac.

Zac: Bebe esto primero y luego dime qué te preocupa. -Ella bebió un sorbo y comenzó a hablar-. Termínalo -la interrumpió-. He visto soldados heridos con más color en la cara del que tú tienes en este momento.

Ella lo obedeció y empezó a sentir calor en el estómago.

Ness: Hay algo que quiero mostrarte. -Abrió el bolso y sacó el periódico-. Creo que deberías leer esto primero.

Él miró hacia abajo.

Zac: Ya lo he visto -comentó y, con un gesto de desprecio, lo apartó a un lado-. Tienes suficiente sentido común como para que ese disparate no te haga daño.

Ness: ¿Lo has leído?

Zac: Dejé de leer mala ficción cuando tenía diez años.

Ness: Léelo ahora -insistió-. Por favor.

Él la observó, confuso.

Zac: Está bien.

Vanessa no pudo permanecer sentada. Mientras Zac leía, ella se puso de pie y comenzó a pasearse por la habitación. Oyó el crujido del papel en sus manos, lo oyó maldecir en voz baja, pero no lo miró.

Zac: ¿Sabes? -dijo al cabo de un rato-. Al menos podrían contratar a una persona que supiera escribir una frase decente. -Al mirar la espalda tensa de Vanessa, suspiró. Volvió a arrojar a un lado el periódico. Se puso de pie, se le acercó y le puso las manos sobre los hombros-. Vanessa...

Ness: No lo hagas -sacudió la cabeza-.

Zac: Por el amor de Dios, no puedo creer que permitas que un periódico barato te ponga así. Tú estás en el candelero. Elegiste estarlo. Vamos, Kansas, reacciona y hazte fuerte o vuelve a las noticias de mediodía.

Ness: ¿Has creído lo que pone? -dio media vuelta, los brazos cruzados sobre el pecho-.

Zac: ¿Que eras una especie de ninfómana casadera? Si lo hubieras sido, ¿cómo te habrías resistido a mí tanto tiempo? -bromeó-.

Esperaba oírla reír, y se habría contentado con una respuesta encendida. Pero solo recibió un gélido silencio.

Ness: No todo es mentira -señaló finalmente-.

Zac: ¿Quieres decir que asististe a un par de fiestas mientras estabas en la universidad? ¿Bebiste unas cervezas de más y tuviste un romance con un jugador de fútbol? -Sacudió la cabeza-. Bueno, estoy escandalizado y desilusionado. Me alegro de haberlo sabido antes de pedirte que te casaras conmigo y fueras la madre de mis hijos.

Una vez más, su broma no la hizo reír. En cambio, se echó a llorar.

Zac: Dios, no llores, Vanessa. Vamos, mi amor, no lo hagas. -Nada podría haberlo acobardado más. Torpemente, maldiciéndose a sí mismo, se acercó a Vanessa decidido a cobijarla, aunque ella se resistiera-. Lo siento, cariño.

Ness: ¡Él me violó! -gritó-. Me violó -repitió y se cubrió la cara con las manos mientras las lágrimas surcaban sus mejillas-. Yo no hice nada entonces. Y tampoco haré nada ahora. Porque me duele. Y en ningún momento dejó de dolerme.

Zac quedó horrorizado. Por un momento, todo en él se congeló y lo único que pudo hacer fue permanecer de pie y mirar a Vanessa mientras ella lloraba.

Luego, el hielo se rompió y explotó con un estallido de furia tan intenso que su visión se nubló y sus manos se crisparon en puños dispuestos a golpear.

Pero allí solo estaba Vanessa, que lloraba.

Dejó caer los brazos sintiéndose impotente. Confió en su instinto y levantó a Vanessa, la llevó al sofá, la sentó en sus rodillas y la acunó hasta que dejó de llorar.

Ness: Te lo iba a contar -logró decir-. Me pasé toda la noche pensando en ello. Quería que lo supieras antes de que intentáramos... estar juntos.

Zac: ¿Creías que eso podría cambiar lo que siento por ti?

Ness: No lo sé. Pero sí sé que es algo que deja una cicatriz indeleble. No importa lo que una haga después con su vida, eso sigue allí. Desde que pasó... no he podido apartarlo lo suficiente como para hacer el amor con un hombre.

La mano que la acariciaba se detuvo un momento. Zac recordó la manera en que él había entrado en su casa la noche anterior. Y la forma en que habría iniciado la relación física con ella si la fatiga no se lo hubiera impedido.

Ness: Yo no soy una mujer fría -afirmó con amargura-. No lo soy.

Zac: Vanessa. -Le soltó un poco la cabeza para que ella pudiera mirarlo a los ojos-. Eres la mujer más cálida que conozco.

Ness: Anoche solo estabas tú; no tuve tiempo de pensar nada. Pero esta mañana no me pareció justo que no lo supieras primero. Porque si las cosas no funcionaban físicamente, sería por culpa mía, no tuya.

Zac: Creo que esa es la primera estupidez que te oigo decir. Si quieres hablar de esto a fondo, yo te escucharé.

Ness: Sí, quiero -se apartó para sentarse sola-. Todos en el campus conocían a Jamie Thomas. Estaba en el curso superior al mío y, al igual que casi todas las otras chicas, yo me sentía deslumbrada por él. Así que, cuando a comienzos de mi penúltimo año de estudios él se me acercó, me sentí fascinada y halagada. Él era un astro del fútbol americano y un astro de las pistas. Yo admiraba eso y sus planes para entrar en el bufete de su familia. Tenía inteligencia, ambición y mucho sentido del humor. Todo el mundo lo quería. Yo también -respiró hondo y se permitió recordar-. Nos vimos mucho durante los dos primeros meses de ese semestre. Estudiábamos juntos, dábamos largas caminatas juntos y teníamos esas conversaciones profundas y filosóficas de que tanto se jactan los universitarios. Durante los partidos de fútbol, yo me sentaba en las gradas y lo vitoreaba. -Hizo una pausa-. Después del partido más importante de la temporada fuimos juntos a una fiesta. Había jugado estupendamente bien, todo el mundo celebraba la victoria y los dos nos achispamos bastante. Fuimos al campo de juego, solo él y yo, y se puso a correr por allí como lo hace un jugador y a hacer payasadas. Hasta que de pronto dejó de hacerlas y lo tenía encima de mí. Al principio no me pareció mal, pero después él se puso muy violento y me asusté. Le dije que parara. Pero él no lo hizo. «Deja de fingir, Ness. Sabes que lo deseas. Lo has estado pidiendo toda la noche», me dijo. -Se estremeció y se apretó con fuerza las manos-. Yo me puse a llorar y a implorarle. Pero él era fuerte, y yo no pude huir. Comenzó a desgarrarme la ropa. Me hacía daño... Grité pidiendo ayuda, pero no había nadie. Grité más fuerte. Me tapó la boca con la mano. Tenía unas manos muy grandes. Y yo solo podía verle la cara. «Te va a encantar, pequeña», me decía. Tenía los ojos vidriosos. Y me penetró. Me dolía tanto que creí que me mataría. Pero no se detuvo. No paró hasta haber terminado. Después de un rato (me pareció un rato muy largo), rodó hasta dejarme libre y se echó a reír. «Vamos, Ness, te ha gustado. Pregúntale a todas. Nadie hace tan feliz a las mujeres como el bueno de Jamie», dijo. Hasta que dejó de reír y se enfadó mucho porque yo lloraba. Y yo no podía dejar de llorar. «No me vengas con esas. Los dos lo deseábamos. Si llegas a decir lo contrario, la mitad del equipo de fútbol dirá que también te lo montaste con ellos, aquí mismo, en este lugar», me amenazó. Me levantó de un tirón, apretó su cara contra la mía y me advirtió que si llegaba a decir que no había querido acostarme con él, nadie me creería. Porque él era Jamie Thomas. Y a todo el mundo le gustaba Thomas. Así que me dejó allí, y yo no hice nada. Porque me sentía avergonzada.

Zac recordó la fotografía enorme aparecida en el periódico y tuvo que hacer un esfuerzo para contener la violencia que brotaba en él. Pero mantuvo su tono sereno.

Zac: ¿No tenías a nadie a quien acudir?

Ness: Se lo conté a Ashley un par de semanas después. No podía ocultárselo. Ella quiso que fuera a ver al decano, pero yo me negué. Hasta que logró convencerme de que necesitaba ayuda psicológica. Al cabo de un tiempo pude quitarme lo peor de encima. No quiero que esto controle mi vida, Zac. -Lo miró, los ojos hinchados y llenos de pesar-. No quiero que arruine lo que tal vez podamos tener tú y yo.

Zac tuvo miedo de que cualquier cosa que dijera fuera la menos adecuada.

Zac: Vanessa, no puedo decirte que no tiene importancia, porque la tiene. -Cuando ella bajó la vista, él le tocó la mejilla y la obligó a que lo mirara-. Porque no puedo soportar la idea de que te hayan dañado de esa manera, y porque tal vez eso te impida confiar en mí.

Ness: No es eso -afirmó-. Soy yo.

Zac: Entonces permíteme hacer algo por ti. -Con ternura, la besó en la frente-. Ven a la cabaña conmigo. Ahora. Hoy. Un fin de semana juntos y solos, en un lugar donde podamos relajarnos y descansar.

Ness: Zac, no sé si podré darte lo que quieres.

Zac: No me importa qué puedas darme. Me interesa más lo que podamos darnos mutuamente.


3 comentarios:

Maria jose dijo...

Dios mio que capitulo!!!
Que feo lo que le paso a vanessa
Tenias razón..esta novela es muy buena
Me esta encantando
En verdad no queria que terminara
Siguela pronto
Ya quiero saber que sigue

Caromi dijo...

Que desgraciado ese tipo!!
Como pudo hacerle eso a Nessa?
Me huele a que Britanny tiene algo que ver 😒😒
Igual ya quiero saber como les irá en la cabaña 😏😏

Lu dijo...

Dios mio!
Que hdp, como pudo hacerle eso a Ness??
Ame la novela, tengo mucha intriga de como va a seguir.

Sube pronto! :)

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