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martes, 26 de febrero de 2019

Capítulo 22


La nieve alrededor de la cabaña era de un blanco de cuento de hadas. Las rocas y los arbustos hacían que esa cubierta blanca formara montículos y protuberancias, de modo que parecía un manto blanco debajo del cual se escondían decenas de duendes a la espera de la primavera. Ninguna nube deslucía el misterioso y gélido azul del cielo, y el sol refulgía sobre los troncos lustrosos de los árboles.

Desde la ventana, Vanessa observaba cómo Zac y Richard ayudaban a Audrey a hacer un muñeco de nieve. Con su traje azul de abrigo, la pequeña parecía un ave exótica que había perdido su rumbo camino al sur. Una serie de rizos, tan rubios como el oro, asomaban de su gorra.

Al lado de ella los hombres parecían gigantes. Vio cómo Richard le enseñaba a Audrey a hacer una bola de nieve. Él señaló a Zac, y Audrey, con una risita nerviosa, arrojó la bola contra la rodilla de Zac, quien se dejó caer al suelo como si lo hubieran derribado con una piedra.

El perro, de pelaje largo y desgreñado, se puso a ladrar y levantó una lluvia de nieve en su intento por participar en el juego.

Ash: Es un muñeco de nieve muy bonito -dijo mientras amamantaba a su pequeña Kelsey-.

Ness: Han iniciado una pequeña guerra -le informó-. Las bajas no son muchas, pero me parece que los combates durarán bastante.

Ash: Puedes salir y gastar en ella algo de esa energía nerviosa. No necesitas quedarte aquí conmigo.

Ness: No. Me gusta mirar. No sabes cuánto me alegró que pudierais venir este fin de semana.

Ash: Puesto que es el primero libre que tienes en seis semanas, lo que me sorprende es que quisieras compartirlo.

Ness: Salir de la ciudad con amigos es uno de esos lujos de los que he tenido que prescindir demasiado tiempo. He descubierto que necesito cosas como esta para mantenerme centrada.

Ash: Entonces me alegro de colaborar. La idea de pescar con este clima le pareció a Richard suficientemente primitiva y varonil como para despertar su interés. En cuanto a mí, estaba lista para ir a cualquier parte. Si comienza a nevar a esta altura de noviembre, nos espera un invierno muy largo.

Ness: Y no particularmente agradable -comprendió que Ashley tenía razón al referirse a toda la energía nerviosa que ella tenía almacenada-. Tengo la sensación de haber estado acosada, Ashley. Todas esas mentiras en los periódicos sensacionalistas sobre la pelea entre Brittany y yo la noche de los Emmy...

Ash: Querida, ya casi nadie se acuerda de eso y, además, todo el mundo sabía que eran mentiras.

Ness: No todos. Algunos comentarios sobre la pelea se acercaron suficientemente a la verdad como para hacernos quedar a las dos como idiotas. Por supuesto, Loren no puede estar más feliz. Los índices de audiencia han subido hasta las nubes desde esa noche, y no tienen miras de bajar. La gente a la que el contenido del programa no podría interesar, ahora lo mira para ver si a mí me da por atacar a algún invitado.

Ashley se echó a reír hasta que su mirada se cruzó con la de Vanessa.

Ash: Lo siento.

Ness: Ojalá pudiera seguir viéndolo como algo divertido. Me pareció divertido hasta que empecé a recibir cartas.

Ash: Pero Ness, casi todas las cartas han sido de apoyo, y hasta de felicitación.

Ness: Lo cierto es que yo solo recuerdo las otras. Las que me decían que «debería darme vergüenza», o que «merezco ser castigada por mi falta de gratitud hacia una mujer tan maravillosa como Brittany Snow».

Ash: ¿Por qué no me dices qué es lo que realmente te está torturando? 

Ness: Estoy asustada. He recibido otra nota.

Ash: Dios mío. ¿Cuándo?

Ness: El viernes, justamente después de haber estado hablando con ese grupo de alfabetización en el Drake.

Ash: Cassie estaba contigo.

Ness: Sí. Parece que ya no voy a ninguna parte sola. Siempre con un séquito.

Ash: Bueno, yo no diría que Cassie es un séquito. Cuéntame lo de la nota, Ness.

Ness: Después tuvimos una sesión fotográfica. Cassie se fue. Tenía cosas que terminar en la oficina antes del fin de semana.

Mentalmente revivió la escena. Otro apretón de manos, otro clic del disparador de la cámara. Gente que la rodeaba para cambiar con ella una palabra, una mirada:

*: Solo una toma más, Vanessa, por favor. De ti con la esposa del alcalde.

Cassie: Solamente una más -advirtió con una sonrisa cordial pero con voz firme-. La señorita Hudgens ya llega tarde a su siguiente compromiso.

Vanessa recordó que esas palabras le hicieron gracia. Por suerte, su siguiente compromiso era ir a su casa, meter un poco de ropa en una maleta y salir de la ciudad.

Posó de nuevo con la esposa del alcalde y la placa de homenaje por su trabajo a favor de la alfabetización, y después partió, con Cassie corriendo tras ella.

Cassie: Buen trabajo, Ness. Deja que yo lleve eso -puso la placa en su maletín mientras Vanessa se enfundaba en su abrigo-.

Ness: No me pareció un trabajo. Todos han estado fantásticos.

Cassie: Ellos… y tú también. -miró hacia atrás. La elegante recepción del Drake seguía repleta de gente-. Pero sigue mi consejo. Continúa caminando y no mires atrás o no saldrás de aquí hasta la medianoche. -la cogió del brazo y la llevó a la acera-. Tomaré un taxi hasta la oficina.

Ness: Qué tontería. Tim puede dejarte allí.

Cassie: Sí, claro. Y en ese momento a ti se te ocurrirá que tienes algo que hacer en la oficina ya que estás allí. Vete a tu casa -le ordenó-. Haz la maleta, vete y no vuelvas a la ciudad hasta el domingo por la noche.

El consejo era demasiado tentador como para desoírlo.

Ness: De acuerdo, señora metomentodo. 

Cassie rió y la besó en la mejilla.

Cassie: Que pases un buen fin de semana.

Ness: Tú también.

Se separaron y ambas tomaron direcciones opuestas entre el fuerte viento y la nieve.

Ness: Siento llegar tarde, Tim.

Tim: Descuide, señorita Hudgens -le abrió la puerta de la limusina-. ¿Cómo ha ido todo?

Ness: Muy bien, gracias.

Todavía rebosante de la energía de una tarea bien hecha, entró en el coche.

Allí estaba el sobre. Un cuadrado blanco recortado contra el asiento de cuero burdeos.


Ness: Le pregunté a Tim si alguien se había acercado al coche -prosiguió-, pero él dijo que no había visto a nadie. Que como hacía frío entró un rato en el edificio. Aseguró que el coche estaba cerrado con llave. Sé cuán responsable es Tim, así que estoy segura de que lo estaba.

Demasiadas notas, pensó Ashley, preocupada.

Ash: ¿Llamaste a la policía?

Ness: Llamé al teniente Jenner desde el teléfono del coche. No tengo ningún control sobre esta situación, Ashley. No puedo analizarla y ponerla en un compartimiento estanco. No puedo asumirla ni olvidarla. Ni siquiera puedo hablar de esto de manera racional. Cada vez que recuerdo que no he sido amenazada ni atacada, empiezo a ponerme histérica. Ese individuo me encuentra en todas partes. Quiero suplicarle que me deje en paz. Que por favor me deje en paz. Ashley, estoy en un lío.

Ashley se levantó y puso a Kelsey en la cuna. Se acercó a Vanessa y le tomó las manos. En ese contacto había más que consuelo: había furia.

Ash: ¿Por qué no me has contado esto antes?

Ness: Ya tienes suficientes problemas, Ashley. Audrey, el nuevo bebé...

Ash: ¿De modo que te compadeciste de la madre novata y simulaste no prestar importancia al asunto, como si fuera solo una consecuencia de la fama?

Ness: Me pareció que no tenía sentido preocuparte. Están pasando tantas cosas en este momento: el programa, el contraataque de Brittany, el accidente de coche de la hija adolescente de Margaret, el fallecimiento de la madre de Simon. -volvió junto a la ventana-. Zac se va a Haití la semana que viene. -Tuvo ganas de llorar. Apoyó la cabeza contra el frío vidrio y esperó a serenarse-. Pensé que podía manejarlo yo sola. Quería hacerlo.

Ash: ¿Y qué dice Zac? -se acercó y le masajeó la espalda-. ¿Sabe lo que estás pasando?

Ness: Él tiene muchas cosas de que ocuparse.

Ash: ¿Le contaste lo de la última nota?

Ness: Me pareció mejor esperar a que volviera de su próximo viaje.

Ash: Me parece muy egoísta por tu parte.

Ness: ¿Egoísta? -preguntó sorprendida-. ¿Cómo puedes decir eso? No quiero que él se preocupe por mí cuando esté a miles de kilómetros de aquí.

Ash: Él quiere preocuparse por ti. Por Dios, Ness, ¿cómo puede alguien tan sensible y compasivo ser tan obstinado? Tienes a un hombre que te quiere. Que quiere compartirlo todo contigo, lo bueno y lo malo. Él merece saber lo que sientes. Si lo quieres la mitad de lo que él te quiere a ti, no tienes derecho a escamotearle cosas.

Ness: No pretendía eso.

Ash: Pero es lo que estás haciendo. Es injusto con él, Ness. Es... -Se interrumpió-. Lo siento. No es asunto mío cómo manejéis vuestra relación.

Ness: No te detengas -pidió-. Termina lo que estabas por decir.

Ash: Está bien -respiró hondo. La amistad de ambas había durado más de diez años. Esperaba que aguantase una tormenta más-. Pienso que es injusto que le pidas que postergue sus propias necesidades.

Ness: No sé qué quieres decir.

Ash: Por el amor de Dios, mira a Zac ahí fuera. Míralo jugar con Audrey.

Ella lo hizo y vio a Zac haciendo girar a Audrey en el aire, mientras la nieve le cubría los pies. Los gritos de alborozo de la pequeña resonaban como una canción.

Ash: Ese hombre quiere una familia. Te quiere a ti. Tú le estás negando las dos cosas porque todavía no tienes todo minuciosamente encajado en su lugar. Eso no es solo egoísta, Ness, ni solo injusto. Es triste. -Como Vanessa no dijo nada, ella se alejó-. Tengo que cambiar al bebé.

Alzó a Kelsey y abandonó la habitación.

Vanessa se quedó allí de pie un buen rato. Vio a Zac juguetear con el perro mientras Audrey saltaba en brazos de su padre para ponerle una capa vieja al muñeco de nieve.

Pero vio algo más: a Zac cruzando aquella pista de aterrizaje bajo una lluvia torrencial, con una sonrisa arrogante en los labios, a Zac exhausto y dormido sobre el sofá, o riendo al girar el hilo de la caña de pescar para ayudarla a sacar su primer pez, a Zac tierno y dulce al llevarla a la cama, a Zac con los ojos irritados al volver del lugar de un siniestro.

Siempre estaba allí, comprendió Vanessa. Siempre.


Esa noche, ella aparentemente hizo las cosas como de costumbre, sirvió grandes platos con ternera estofada y festejó las bromas de Richard. Si alguien hubiera espiado por la ventana de la cocina, habría visto un grupo de amigos que compartían una comida con alegría. Personas que se sentían cómodas entre sí. Habría sido difícil detectar rastros de tensión o de discordia.

Pero Zac era un observador bien entrenado, y era capaz de percibir los estados de ánimo de Vanessa por el movimiento de sus pestañas.

No le había hecho preguntas sobre la tensión que intuía, con la esperanza de que ella se lo contara por iniciativa propia. A medida que la velada fue transcurriendo, comprendió con impaciencia que tendría que presionarla un poco. Tal vez tendría que hacerlo siempre.

La vio instalarse en el salón, con una sonrisa en la cara y desdicha en los ojos. Cómo lo fascinaba. Hacía casi dos años que eran amantes y la relación física entre ambos era plena. Sin embargo, no importa lo abierta que fuera, lo sincera que fuera, siempre se las ingeniaba para ocultarle algunas cosas. Para guardar las distancias en algunas parcelas de la relación.

Comprendió que lo estaba haciendo en ese momento.

Quizá la mano de Vanessa buscara la suya y la oprimiera con una familiaridad cómoda. Pero su mente estaba en otra parte, ocupada en resolver un problema que se negaba a compartir con él.

«Es mi problema», solía decirle con ese tono tan razonado que a veces lo enfurecía y otras lo divertía.

No se trataba de nada que ella no pudiera manejar sola. Nada que requiriera la ayuda de él.

Dolido, Zac colocó su vaso sobre la mesa y subió al piso superior.

Encendió el fuego en la chimenea del dormitorio. Se preguntó cuánto tiempo debía esperar para que Vanessa diera el paso siguiente. Pensó que eternamente.

Su necesidad cada vez más fuerte de tener una familia y una vida más estable y con raíces, no era nada comparado con la necesidad que tenía de ella. Y lo que era peor, deseaba, casi con desesperación, que ella también lo necesitara a él. Algo completamente nuevo. La necesidad de ser necesitado, de atarse a alguien no era precisamente agradable.

Comenzaba a detestar aquel statu quo.

Vanessa lo encontró acurrucado frente al hogar, la vista fija en las llamas. Después de cerrar la puerta, se le acercó y le pasó una mano por el pelo.

Zac: ¿Qué demonios está pasando, Vanessa? -preguntó sin apartar la vista del fuego-. Estás nerviosa desde que llegamos anoche, pero simulas no estarlo. Antes de la cena habías estado llorando. Y tú y Ashley os evitáis como un par de boxeadores en el décimo round.

Ness: Ashley está enfadada conmigo. -Se sentó en un cojín y entrelazó las manos. Sintió la tensión de Zac-. Supongo que tú también lo estarás.

Bajó la vista y le contó lo de la nota.

Luego respondió a sus preguntas y aguardó su reacción. No tuvo que esperar mucho. Él se puso de pie y la miró.

Zac: ¿Por qué no me lo contaste enseguida?

Ness: Pensé que era mejor esperar hasta que las cosas se aclarasen un poco en mi cabeza.

Zac: Pensaste... -asintió y se metió las manos en los bolsillos-. Pensaste que no era asunto mío.

Ness: No es eso. Es solo que no quería arruinar el fin de semana. De todos modos, no hay nada que puedas hacer.

Los ojos de Zac se ensombrecieron y adoptaron el tono cobalto al que había hecho referencia Brittany.

Era una señal segura de pasión. Sin embargo, cuando habló, su voz no cambió. Eso sí era autodominio.

Zac: Maldita sea, Vanessa, te quedas ahí sentada y me obligas a conducir esto como si fuera una entrevista difícil en la que hay que extraer los hechos con tirabuzón. Estoy harto de que me ocultes cosas y las archives como «solo para Vanessa».

Se acercó y la hizo ponerse de pie. 

Ella había esperado su enfado, pero no la furia que vio en su rostro.

Ness: Zac, me estás haciendo daño.

Zac: ¿Y qué crees que me estás haciendo tú a mí? -La soltó tan rápido que ella trastabilló hacia atrás. Él se dio media vuelta y metió los puños en los bolsillos-. ¡No sabes lo impaciente que estoy por ponerle las manos encima a ese bastardo! Quiero darle una paliza por haberte asustado. Me siento impotente cuando recibes esas malditas notas y palideces. Pero lo peor es que después del tiempo transcurrido todavía no confías en mí.

Ness: No es una cuestión de confianza. -La violencia que vio en sus ojos le puso el corazón en la boca-. Es orgullo. No quería reconocer que no podía manejarlo sola.

Zac: Maldito sea tu orgullo, Vanessa. Estoy cansado de darme de bruces contra él.

Vanessa se asustó. Las palabras de Zac eran un punto final. Con un grito de alarma, lo tomó del brazo para que no se fuese.

Ness: Zac, por favor.

Zac: Voy a caminar un rato. Hay maneras de vencer esta clase de locura. La más constructiva es caminar.

Ness: No he querido herirte. Te quiero.

Zac: Me alegro, porque yo también te quiero. Pero no parece suficiente.

Ness: No me importa que estés furioso -lo abrazó-. Te entiendo. Deberías estar gritando de furia.

Con suavidad, él logró soltarse.

Zac: Tú eres la que grita, Vanessa. Creo que es algo que está en tus genes. Yo provengo de una larga estirpe de negociadores. Pero sucede que en este momento no sé cómo hacerlo.

Ness: No te pido que negociemos. Solo quiero que me escuches.

Zac: Muy bien. -Pero se apartó de ella y fue a sentarse en un sillón junto a la ventana-. Después de todo, hablar es tu fuerte. Adelante, Vanessa. Muéstrate razonable y objetiva. Yo seré tu público.

Ella volvió a sentarse.

Ness: No sabía que estabas tan enfadado conmigo. Creo que no es solamente porque no te conté lo de la última nota, ¿verdad?

Zac: ¿Qué dirías tú?

A lo largo de los años, ella había entrevistado a decenas de invitados hostiles, pero dudaba que alguno hubiera sido más difícil que Zac Efron con su sangre irlandesa.

Ness: Siempre doy por sentado tu apoyo y no he sido justa contigo. Tú me lo has permitido.

Zac: Ya -dijo secamente-. Empiezas con una afirmación modesta, y luego le das la vuelta. Con razón estás en la cima.

Ness: Déjame acabar, por lo menos antes de decirme que todo ha terminado...

Zac: ¿Crees que podría marcharme sin más?

Ness: No lo sé -una lágrima resbaló por su mejilla-. Últimamente no me he permitido pensar mucho en eso.

Zac: Por Dios, no llores.

Ness: No lo haré. -Se secó la lágrima y se tragó las que amenazaban con brotar de sus ojos. Sabía que podría ablandarlo con lágrimas, pero después se odiaría por ello-. Siempre creí que podría hacer que todo saliera bien si trabajaba lo suficiente para conseguirlo. Si lo planeaba todo con cuidado. Así que escribí listas de objetivos y me impuse horarios. Te he defraudado al tratar nuestra relación como si fuera una tarea, una tarea maravillosa, pero una tarea que cumplir. -Hablaba demasiado rápido, pero no podía detenerse-. Supongo que me sentí bastante orgullosa de la tarea que estaba haciendo. Los dos nos llevamos tan bien y me encanta ser tu amante. Pero hoy te observé cuando estabas fuera, y por primera vez comprendí lo mucho que me he equivocado... Ya sabes cuánto detesto cometer errores.

Zac: Sí, lo sé. -Lo que estaba en juego no era solo el orgullo de Vanessa-. Me parece que ahora eres tú la que está poniendo punto final, Vanessa.

Ness: No -saltó-. Lo que estoy intentando es pedirte que te cases conmigo.

Un leño cayó en la chimenea y crepitó. Cuando volvió a reinar el silencio, el único sonido que Vanessa oyó fue su propia respiración irregular. Zac se puso de pie con mirada enigmática.

Zac: ¿Tienes miedo de que te deje si no te casas conmigo?

Ness: La sola idea de perderte me aterra. No sé por qué he esperado tanto. Tal vez me equivoco y tú ya no quieres casarte conmigo. Si es así, esperaré. -Si él seguía mirándola fijamente con esa expresión de curiosidad, gritaría-. Di algo, maldita sea.

Zac: ¿Por qué? ¿Por qué ahora, Vanessa?

Ness: No conviertas esto en una entrevista.

Zac: ¿Por qué? 

Cuando le cogió los brazos, Vanessa comprendió que no estaba precisamente de un humor fino.

Ness: Porque todo es muy complicado ahora. Porque la vida no se ciñe a ninguno de mis planes cuidadosamente diseñados, pero yo no quiero que el estar casada contigo sea algo cuidadosamente diseñado. Porque con los sondeos de audiencia de noviembre, toda esta loca publicidad con Brittany, y tu viaje a Haití, probablemente sea el peor momento posible para pensar en casarse. Así que eso lo convierte en el mejor momento.

A pesar de sus sentimientos encontrados, Zac se echó a reír.

Zac: Por una vez tu lógica me resulta incomprensible.

Ness: No necesito que la vida sea perfecta, Zac. Ya no lo necesito. Solo tiene que estar bien. Y nosotros estamos hechos el uno para el otro. -Reprimió las lágrimas con parpadeos, pero al final las dejó brotar-. ¿Te casarás conmigo?

Zac le inclinó la cabeza hacia atrás para observar su cara. Sonrió con lentitud, mientras esos sentimientos encontrados se fundían en uno solo.

Zac: Caramba, Kansas, esto es demasiado repentino...


La noticia del compromiso se propagó con rapidez. En el primer día del anuncio oficial, la oficina de Vanessa recibió un aluvión de llamadas. Pedidos de entrevistas, ofrecimientos de diseñadores, empresas de catering, chefs, felicitaciones de amigos, llamadas de otros periodistas.

Cassie las atendió, y solamente le pasó a Vanessa las que requerían su toque personal.

Curiosamente, no hubo llamadas, notas ni contacto alguno de la persona que la había acosado durante años. Pero el silencio la asustaba más que encontrar uno de aquellos sobres blancos sobre su escritorio o debajo de la puerta.


No llegó ninguna carta, porque ninguna fue escrita. En la pequeña habitación en sombras, donde las fotografías de Vanessa sonreían desde las paredes y las mesas, solo se oía llanto. Lágrimas amargas caían sobre el ejemplar del periódico que anunciaba el compromiso de dos de las estrellas más populares de la televisión.

Solo, solo desde hacía tanto tiempo. Había esperado con paciencia, seguro de que Zac jamás querría echar raíces. De que él podría conseguir a Vanessa. Pero ahora, esa esperanza que alimentaba su paciencia se había hecho añicos, como una copa de cristal arrojada a un lado, y que se descubre que todo el tiempo ha estado vacía.

No había ningún vino dulce del triunfo para compartir. Ni ninguna Vanessa para llenar esas horas vacías.

Pero incluso antes de que sus lágrimas terminaran de secarse, comenzó a elaborar un plan. Era necesario demostrarle a Vanessa que nadie podría amarla mejor que él. Ella necesitaba que se lo demostrara, tomar conciencia de ello de manera brusca. Y también necesitaba que se la castigara, aunque fuera un poquito.

Había una forma de hacerlo.


Vanessa había optado por una boda sencilla. Una ceremonia privada, le dijo a Zac cuando terminó de hacerle el equipaje para ir a Haití. Nada más que la familia y los amigos más íntimos.

Pero él la sorprendió.

Zac: Nada de eso. Lo haremos a bombo y platillo, Kansas -afirmó y se colgó la bolsa del hombro-. Una boda en una iglesia, música de órgano, montañas de flores y varios familiares lejanos emocionados. Seguida de una recepción de proporciones colosales en la que esos mismos familiares beberán demasiado y harán avergonzar a sus respectivos cónyuges.

Ness: ¿Sabes cuánto tiempo llevará organizar algo así?

Zac: Sí. Tienes cinco meses. -La abrazó y la besó-. Tienes hasta abril, Vanessa. Revisaremos juntos tu lista cuando yo vuelva.

Ness: Pero, Zac... -quiso objetar, corrió tras él pero tuvo que coger al perro por el collar para impedir que saliera por la puerta que Zac acababa de abrir-.

Zac: Esta vez quiero que sea perfecto. Te llamaré en cuanto pueda.

Echó a andar hacia donde su chófer lo esperaba, se dio la vuelta y caminó hacia atrás con una sonrisa pícara.

De modo que ahora Vanessa debía organizar una boda en gran escala. Eso, desde luego, contribuyó a que se le ocurriera para un programa sobre los preparativos de boda y el consiguiente estrés.


Simon: Podríamos invitar a parejas rotas a causa de que las peleas y discusiones durante los preparativos de la boda y socavaron la relación.

Desde su asiento en la cabecera de la larga mesa de reuniones, Vanessa miró a Simon con solemnidad.

Ness: Gracias, eso es lo que me hacía falta oír.

Simon: Hablo en serio -dijo y se ahogó de risa-. Oye, de verdad, tengo una sobrina que...

Margaret: Él siempre tiene una sobrina o un sobrino o un primo.

Simon: ¿Es culpa mía tener una familia numerosa?

Ash: Chicos, chicos. -Para restablecer el orden, sacudió el sonajero de Kelsey-. Se supone que somos un equipo serio y organizado con un programa que ocupa el número uno del ranking.

Jeff: Estamos en el número uno -recordó con una ancha sonrisa-.

Ness: Y queremos seguir en ese sitio. -Mientras sonreía, levantó las manos-. Está bien. Aunque confieso que no es algo que precisamente me tranquilice, la de Simon es una buena idea. ¿Cuántas parejas creéis que rompen en algún momento entre el quieres y el acepto?

Simon: Muchas. Tomemos como ejemplo a mi sobrina... -No prestó atención al avioncito de papel que Margaret lanzó hacia él-. Habían reservado la iglesia, el salón para la fiesta y el catering del bufé, pero peleaban como perro y gato todo el tiempo. El golpe final se produjo con motivo de los vestidos de las madrinas de honor. No consiguieron ponerse de acuerdo sobre el color.

Ness: ¿Que suspendieron la boda por los vestidos de las damas de honor? -preguntó con incredulidad y entrecerró los ojos-. Te lo estás inventando.

Simon: Juro que no se llevó la mano al corazón-. Ella quería celeste y él quería lavanda. Por supuesto, las flores también influyeron. Si uno no se pone de acuerdo en eso, ¿cómo puede coincidir en qué colegio mandar a los chicos? -Se le iluminó la cara-. Quizá podamos conseguir que acudan al programa.

Ness: Lo tendremos en cuenta -hizo unas anotaciones. Entre ellas, recordar que debía ser flexible con respecto a los colores-. Creo que lo importante es que los preparativos de una boda provocan estrés, y que existen maneras de aflojar la tensión. Necesitaremos un experto, pero no un psicólogo -agregó al pensar en Mike-.

Jeff: Un coordinador de matrimonios -sugirió y miró a Vanessa en busca de aprobación o desaprobación-. Alguien habituado a orquestar el negocio de manera profesional. Bueno, el matrimonio es un negocio -afirmó y miró a todos-.

Ash: Ya lo creo -sacudió el sonajero contra la mesa-. Me parece bien un coordinador. Podríamos hablar de que hay que mantenerse dentro de los medios y las expectativas de cada uno. Cómo no dejar que las propias fantasías de perfección empañen lo realmente importante.

Ness: Podríamos hablar también con los padres de la novia. Tradicionalmente ellos son los que pagan la fiesta. ¿Qué clase de tensión representa para ellos, tanto personal como financieramente? ¿Cómo se decide, de forma razonable, sobre las invitaciones, la recepción, la música, las flores, el fotógrafo? ¿Tenemos un bufé o una cena fría servida en mesitas? ¿Y los centros de mesa? ¿La fiesta, la decoración, la lista de invitados? -En su voz hubo un leve atisbo de desesperación-. ¿Dónde demonios alojaremos a los invitados que no viven en la ciudad, y cómo es posible que alguien organice todo esto en cinco meses? -Apoyó la cabeza sobre los brazos-. Creo -afirmó en voz baja- que lo mejor será escapar por piernas.

Simon: Eh, eso está muy bien. Alternativas al estrés de la boda. Yo tengo un primo que... 

Esta vez, el avioncito de Margaret le acertó en la frente.


Semanas después, el escritorio de Vanessa estaba repleto de bocetos de vestidos de novia; desde los elaboradamente tradicionales hasta los espantosamente futuristas.

Detrás de ella, el árbol de plástico que Jeff había llevado a la oficina se escoraba peligrosamente a estribor por el peso de guirnaldas y bolas de adorno.

Alguien -Vanessa supuso que Cassie- había rociado el despacho con un ambientador de pino que hacía que las ramas plásticas teñidas parecieran todavía más conmovedoras. A Vanessa le encantaba.

Ya era una tradición, una superstición. No habría cambiado ese árbol tan feo por el abeto más bonito de la ciudad.

Ness: No puedo imaginarme diciendo «sí quiero» con un atuendo como este.

Levantó un boceto para que lo viera Ashley. El vestido corto estaba coronado por un tocado que parecía tener aspas de helicóptero.

Ash: Bueno, Zac podría darle un empujoncito a las aspas y los dos avanzaríais por el aire a lo largo de la nave central de la iglesia. Pero este otro es impresionante.

Sostuvo un boceto en el que la delgada modelo tenía las piernas separadas con un traje de dos piezas, con minifalda y botas con tacones de aguja.

Ness: Solo si llevara un látigo en lugar de un ramillete de flores.

Ash: Conseguirías mucha publicidad gratis -lo arrojó a un lado-. No tienes mucho tiempo para decidir antes de que abril se nos eche encima.

Ness: No me lo recuerdes. -Siguió hojeando diseños-. Este es bonito. 

Ashley miró por sobre su hombro.

Ash: Es precioso -dijo y lanzó exclamaciones de admiración hacia la falda amplia y las mangas abullonadas. El cuerpo tenía perlas bordadas y encaje, con un diseño que se repetía en la falda. El tocado era un sencillo aro del cual fluía el velo espumoso-. Es realmente bonito. Casi medieval. Un vestido para usar una vez en la vida.

Ness: ¿Te parece?

Ashley entrecerró los ojos.

Ash: Ya lo has decidido.

Ness: Quiero una opinión objetiva. Pero sí -reconoció riendo-, lo supe en cuanto lo vi. -Ordenó la pila y puso el boceto elegido encima-. Ojalá las demás cosas fueran tan sencillas. El fotógrafo...

Ash: Yo me ocupo de eso.

Ness: El catering.

Ash: Es tarea de Cassie.

Ness: La música, las servilletas, las flores, las invitaciones -añadió antes de que Ashley pudiera interrumpirla de nuevo-. Deja que al menos finja que esto me está volviendo loca.

Ash: Difícil, cuando nunca te he visto tan feliz como ahora.

Ness: Gracias a ti. Me diste el puntapié en el trasero que necesitaba.

Ash: Me alegro. Ahora saldremos, ya que tienes la tarde libre, e iremos a la avenida Michigan a comprar tu ajuar. Con Zac fuera de la ciudad, esta es la única oportunidad que tengo. No hay tiempo que perder.

Ness: Estoy lista. -Cogió su bolso pero en ese momento sonó el teléfono-. Vaya. -Como Cassie ya había salido, Vanessa contestó-. Hudgens -dijo, por la fuerza de la costumbre, y su sonrisa se esfumó-. ¿Brittany? -Levantó la vista y vio interés en los ojos de Ashley-. Gracias. Estoy segura de que Zac y yo seremos muy felices.

Britt: Por supuesto que sí -afirmó mientras proseguía troceando con un abrecartas la portada de una revista en la que aparecían Zac y Vanessa-. Siempre has sido muy confiada, Vanessa.

Ness: ¿Puedo hacer algo por ti?

Britt: Claro que no. Pero sí hay algo que yo puedo hacer por ti. Llamémoslo un regalo de compromiso. Un pequeño retazo de información sobre tu novio, que creo encontrarás interesante.

Ness: Nada de lo que puedas decirme sobre Zac me interesa, Brittany. Aprecio tus buenos deseos, pero me temo que he de colgar.

Britt: No te des tanta prisa. Solías ser bastante curiosa y dudo que hayas cambiado. Creo que sería prudente, para ti y para Zac, que escucharas lo que tengo que decirte.

Ness: Está bien -apretó los dientes y volvió a sentarse-. Te escucho.

Britt: Oh, no, querida, no por teléfono. Precisamente estoy en Chicago. Un poco por negocios y otro poco por placer.

Ness: Sí, tu almuerzo de mañana en la Liga de Mujeres Sufragistas. Ya he leído sobre eso.

Britt: Eso y otro pequeño asunto. Pero estaré libre para una pequeña conversación, digamos que a medianoche.

Ness: ¿La hora de las brujas? Brittany, eso es demasiado obvio, incluso para ti.

Britt: Vigila tu lengua o no te daré la oportunidad de oír lo que tengo que decirte antes de acudir a la prensa. Puedes tomar mi deferencia como un regalo de compromiso y de Navidad juntos, querida. A medianoche -repitió-. En el estudio. En mi viejo estudio.

Ness: Yo no... maldita sea -colgó con brusquedad-.

Ash: ¿Qué quería?

Ness: No estoy segura. Quiere que nos veamos. Dice que tiene una información interesante para mí.

Ash: Lo único que quiere es causar problemas, Ness. -Había preocupación en la voz de Ashley, y en sus ojos-. Pero es ella la que tiene problemas. En los últimos seis meses su programa ha bajado de forma espectacular con los rumores sobre lo mucho que ella bebe, que sus programas están amañados, que soborna a sus invitados. No resulta sorprendente que quiera volar en su escoba y entregarte una manzana envenenada.

Ness: Eso no me preocupa -dijo y volvió a ponerse de pie-. De veras. Es hora de que ambas nos digamos a la cara lo que pensamos la una de la otra. En privado. Nada de lo que ella diga podrá hacerme daño.


2 comentarios:

Caromi dijo...

Me dejó con miedo lo que el loco del acosador planee hacer
Y tambien lo que vaya a decir Brittany
quiero que llegue pronto la boda!!
Publica protno, buen capi :)

Maria jose dijo...

Oh dios este se pone cada vez mejor
Ya quiero ver que pasará
Ya quiero que llegue la boda
Siguela pronto
Saludos!!!

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