topbella

jueves, 28 de febrero de 2019

Tercera parte - Capítulo 23


Pero alguien había dañado a Brittany. Alguien la había matado.

Vanessa siguió llorando histéricamente. Incluso cuando su visión se hizo borrosa, no pudo apartar la mirada de aquel horror que tenía ante sí. También sentía olor a sangre, a sangre caliente y espesa...

Tenía que huir antes de que Brittany extendiera esa mano delicada y muerta, y la estrangulara.

Presa del pánico, logró levantarse de la silla y tuvo miedo de moverse demasiado aprisa, miedo de apartar la vista del cadáver de Brittany Snow. Cada movimiento, cada sonido era reproducido por el monitor mientras la cámara seguía registrando la escena. Sintió que algo le rozaba la espalda. Contuvo un grito y levantó las manos para defenderse, pero sus dedos se enredaron en el cable de un micrófono.

Ness: ¡Oh, Dios mío! -exclamó-.

Logró liberarse, arrojó el micrófono a un lado y huyó del estudio muerta de pánico.

Tropezó, y un espejo de pared le devolvió la imagen horrorizada de ella misma. Estuvo a punto de enredarse con sus propios pies mientras corría por el oscuro pasillo. Alguien respiraba cerca de su cuello. Lo sentía, lo sabía.

Gimiendo, se metió en su camerino, dio un portazo y echó la llave. Se quedó parada en la oscuridad mientras el corazón le latía desbocadamente.

Tanteó en busca del interruptor de la luz y luego volvió a gritar cuando vio su propio reflejo. Una guirnalda dorada rodeaba el espejo. Como un nudo corredizo, pensó. Aterrorizada, se recostó contra la puerta. Todo comenzó a girar a su alrededor. Logró llegar al teléfono y marcó el 911.

Ness: Por favor, ayúdenme. -Mareada, se sentó en el suelo-. Le han destrozado la cara. Necesito ayuda. Edificio de la CBC, estudio B. Por favor, dense prisa -rogó y dejó que la oscuridad la devorara-.


Zac llegó a su casa poco después de la una de la madrugada. Lo primero que quería era una ducha bien caliente y un coñac tibio. Esperaba a Vanessa de vuelta antes de una hora, después de la reunión que había tenido. Se había mostrado imprecisa con respecto a los detalles cuando hablaron entre toma y toma, y él no tuvo tiempo ni ganas de insistir. Los dos trabajaban en ese medio desde hacía demasiado tiempo como para cuestionar las reuniones a medianoche.

Despidió al chófer y enfiló el sendero de acceso, sorprendido por los ladridos ansiosos del perro, que estaba encerrado en el trastero.

Zac: Tranquilo, Cronkite. Muestra un poco más de respeto por el descanso de los vecinos.

Al acercarse a la puerta buscó las llaves y se preguntó por qué se habría olvidado Vanessa de encender la luz del porche. Los pequeños detalles como ese jamás se le pasaban por alto.

Seguramente era por los preparativos de la boda, pensó complacido.

Algo crujió bajo sus pies. Vio el brillo de un cristal roto. Su desconcierto se trocó en furia al ver los añicos de los paneles de vidrio opaco de la puerta.

Se le secó la boca. ¿Y si la reunión se había cancelado? ¿Si Vanessa se encontraba en la casa? Entró llamándola a gritos.

Algo se rompió en la parte posterior de la casa, y los ladridos frenéticos del perro se convirtieron en aullidos. Mientras rogaba que no le hubiese ocurrido nada a Vanessa, Zac encendió las luces y echó a correr hacia el origen del ruido.

Solo encontró destrucción. Las lámparas y las mesas estaban caídas, la cristalería destrozada. Cuando llegó a la cocina, le pareció ver una silueta que corría por el césped. El perro volvió a aullar y arañar la puerta del trastero.

Estuvo a punto de salir en su persecución, pero la posibilidad de que Vanessa estuviera en la casa se lo impidió.

Zac: Está bien, Cronkite. -Abrió la puerta y el perro saltó hacia él nerviosamente-. Te has asustado, ¿verdad? Yo también. Ahora busquemos a Vanessa.

Registró cada habitación y cada vez sintió más incredulidad. La casa parecía devastada por un tornado.

Pero lo más aterrador era el mensaje escrito con el lápiz de labios de Vanessa sobre la pared, encima de la cama que ambos compartían.

TE HE AMADO
HE MATADO POR TI. AHORA TE ODIO.

Zac: Gracias a Dios que ella no estaba aquí. Gracias a Dios -musitó-.

Cogió el teléfono y llamó a la policía.


Arnold: Tranquilícese -pidió el teniente Jenner y le dio un vaso de agua-.

Ness: Ya estoy bien. Lo lamento. Sé que antes he estado incoherente.

Arnold: Es comprensible. -Ya había visto el cuerpo de Brittany Snow y le pareció más que comprensible el estado de Vanessa. No la culpaba por haberse encerrado en un camerino y que hubiera hecho falta una suave persuasión para convencerla de que abriera la puerta-. Necesitará que un médico la vea.

Ness: Descuide, estoy bien.

Está en estado de shock, pensó él. El recurso que tenemos de protegernos con la ilusión de que todo está bien. Pero seguía con los ojos vidriosos y, pese a que él le puso su abrigo sobre los hombros, temblaba.

Arnold: ¿Puede contarme qué sucedió?

Ness: La encontré así. Llegué y la encontré.

Arnold: ¿Qué hacía usted en el estudio después de medianoche?

Ness: Ella me pidió que nos reuniéramos aquí. Ella me llamó... ella... Ella me llamó.

Arnold: De modo que convinieron en encontrarse aquí.

Ness: Ella quería hablar conmigo. Dijo que tenía cierta información sobre... sobre algo que me interesaría saber. Al principio pensé no acudir, pero después me pareció mejor que termináramos de una vez.

Arnold: ¿A qué hora llegó aquí?

Ness: A medianoche. Miré el reloj en el aparcamiento. Era medianoche. Entré en el estudio, que se hallaba a oscuras. Así que pensé que ella no había llegado aún, y me alegré. Yo quería ser la primera en llegar. Pero cuando fui a encender las luces, algo me golpeó. Al volver en mí me encontraba en el plató. La cámara estaba funcionando, Dios, la cámara estaba funcionando y la vi, en el monitor, la vi a ella.

Se llevó una mano a la boca para reprimir los gemidos.

Arnold: Tómese un minuto antes de continuar -dijo Jenner y se reclinó en el asiento-.

Ness: No sé nada más. Corrí hacia aquí y me encerré con llave. Llamé a la policía y me desvanecí.

Arnold: ¿Vio a alguien camino al estudio?

Ness: No. A nadie. A esa hora los equipos de limpieza ya se habían ido. Habría algunas personas en la sala de redacción, pero después de la última emisión, el edificio queda desierto.

Arnold: Hace falta tener una tarjeta para entrar en el edificio, ¿no es así?

Ness: Sí. Es un sistema de seguridad que instalaron el año pasado.

Arnold: ¿Este bolso es suyo, señorita Hudgens? 

Ness: Sí, es mío. Debí de dejarlo caer cuando… entré.

Arnold: ¿Y esta tarjeta?

Ness: Sí, es mía.

El policía hizo unas anotaciones.

Arnold: ¿A qué hora la llamó la señorita Snow para concertar esta cita?

Ness: A las cinco de la tarde. Me llamó a la oficina.

Arnold: ¿Su secretaria contestó la llamada?

Ness: No, ya se había ido a su casa. Contesté yo misma. ¿Cree que yo la maté? ¿Por qué haría algo así? -Se puso de pie-. ¿Cree que la convencí de que viniera aquí, la asesiné y lo filmé todo para poder mostrarles el espectáculo a mi audiencia de la mañana?

Arnold: Cálmese señorita Hudgens -dijo Jenner y se puso de pie-. Nadie la acusa de nada. Solamente trato de reconstruir los hechos.

Ness: Yo se lo explicaré. Alguien la mató. Alguien le destrozó la cara y la sentó en esa silla. Dios mío -exclamó y se llevó una mano a la frente-. Esto no puede estar sucediendo.

Arnold: Siéntese y serénese.

Jenner la tomó por el brazo. Oyó una conmoción proveniente del pasillo, y se volvió hacia la puerta.

Zac: Maldición, tengo que verla -se soltó del policía que intentaba sujetarlo y entró en la habitación-. ¡Vanessa! -Se precipitó hacia ella-. Oh, Dios mío, estás bien.

La rodeó con los brazos y hundió la cara en su pelo.

Ness: Oh, Zac. -Se apretó contra él, ansiosa por sentir su tacto, su calidez, su consuelo-. Alguien mató a Brittany. Yo la encontré. Zac, yo la encontré.

Pero él observaba con preocupación la hinchazón y la sangre coagulada de la parte posterior de la cabeza de Vanessa. El alivio se transformó en sed de venganza.

Zac: ¿Quién te hirió?

Ness: No lo sé -contestó y volvió a perderse entre sus brazos-. No pude ver nada. La policía cree que lo hice yo, Zac, que yo la maté.

Por sobre el hombro tembloroso de Vanessa, Zac miró a Jenner.

Zac: ¿Se ha vuelto loco?

Arnold: La señorita Hudgens se equivoca. Nadie la ha acusado de nada.

Zac: Entonces puede irse a casa, ¿verdad? 

Jenner se frotó el mentón.

Arnold: Claro que sí. Necesitaremos que firme una declaración, pero podemos dejarlo para mañana. Señorita Hudgens, sé que ha sufrido un terrible shock, y me disculpo por haberla sometido a un breve interrogatorio. Le aconsejo que vaya al hospital para que la examinen.

Zac: Yo la llevaré. -Con suavidad, la hizo sentar en una silla-. Quiero que esperes aquí un minuto. Tengo que hablar con el teniente Jenner.

Ella le apretó la mano.

Ness: No me dejes.

Zac: Estaré en el pasillo. Es solo un minuto. Teniente Jenner.

Jenner siguió a Zac al pasillo y le hizo señas al agente uniformado de que se alejara.

Arnold: Ha sufrido una experiencia muy difícil, señor Efron.

Zac: Lo sé. Y por eso no quiero que usted aumente sus preocupaciones.

Arnold: Tampoco yo quiero eso. Pero tengo entre manos un homicidio muy desagradable, y ella es la única testigo. ¿Le importa decirme dónde estuvo usted esta noche?

Zac: Estuve filmando en el South Side. Una docena de testigos afirmarán que estuve allí hasta la medianoche. Después, mi chófer me llevó a casa donde me dejó poco después de la una. Llamé al 911 a la una y veinte.

Arnold: ¿Por qué?

Zac: Porque mi casa ha sido allanada. 

Jenner volvió a frotarse el mentón.

Arnold: ¿Dice que a la una y veinte?

Zac: Sí. Quien entró en casa dejó un mensaje para Vanessa en la pared del dormitorio. Puede verificar los detalles con su gente. Ahora me llevaré a Vanessa de aquí.

Arnold: Está bien. -Jenner hizo otra anotación-. Señor Efron, sugiero que la lleve por otro camino para que no tenga que atravesar el estudio.

**: ¡Eh, Arnie! -gritó otro policía de paisano desde el extremo del pasillo que comunicaba con el estudio-. El médico forense ya ha terminado aquí.

Arnold: Dile que espere un minuto. Nos mantendremos en contacto, señor Efron.

Zac no dijo nada y regresó al camerino. Se quitó la chaqueta y se la echó a Vanessa por los hombros.

Zac: Vamos, cariño, salgamos de aquí.

Ness: Quiero irme a mi casa -se recostó contra él-.

Zac: De ningún modo. Vamos a urgencias.

Ness: No me dejes allí, por favor.

Zac: No pienso dejarte. -Dio un rodeo para evitar el estudio y bajaron por la escalera que conducía al aparcamiento. Como sabía lo que les esperaba, antes de abrir la puerta le besó la frente y la cogió por los hombros-. Este lugar estará repleto de periodistas y cámaras de televisión.

Ella apretó los ojos y se estremeció.

Ness: Ya lo sé.

Zac: Aférrate a mí.

Ness: Ya lo hago.

Cuando abrió la puerta, los destellos de los flashes los cegaron. Vanessa se cubrió la cara y vio gente que se precipitaba hacia ella, micrófonos y cámaras en mano.

Profirieron docenas de preguntas, pero se limitó a encogerse de hombros mientras Zac la hacía pasar entre la nube de periodistas.

Ella los conocía a casi todos. Y a casi todos les tenía afecto. En otros tiempos habían competido por alguna noticia. En otros tiempos ella habría estado junto a ellos, para tratar de conseguir la mejor toma y el mejor comentario. Después, hubiera corrido al estudio para poner la información en antena antes que la competencia.

Pero ahora ya no era la entrevistadora sino la entrevistada. ¿Cómo decirles lo que sentía, lo que sabía?

La cabeza le palpitaba, y tuvo la sensación de que se desmayaría.

Zac: Por Dios, Ness.

Una mano se extendió hacia ella y vaciló. Y entonces vio a Joe, con la cámara al hombro, la gorra de béisbol puesta del revés.

Joe: Lo siento. Lo siento de veras.

Ness: Descuida. Yo también estuve en tu sitio, ¿recuerdas? Es tu trabajo.

Subió al coche de Zac y cerró los ojos.


Jenner dejó el lugar en manos de la policía científica y los forenses. Como ya había ordenado a dos de sus hombres que interrogaran a los ocupantes del edificio, decidió esperar hasta la mañana para hacer allí un rastreo. Abandonó el edificio de la CBC y condujo hasta la casa de Zac Efron.

Arnold: ¿Cómo está la señorita Hudgens? -preguntó cuando Zac llegó pocos minutos después-.

Zac: Sufre una conmoción. Estará en observación hasta mañana. Sabía que usted vendría. 

Jenner asintió y los dos se encaminaron hacia la puerta.

Arnold: Una noche muy ajetreada. Según los registros, su llamada entró en la comisaría a la una y veintitrés. La primera unidad llegó a la una y veintiocho.

Zac: Una respuesta muy rápida. -Aunque, en realidad, no le había parecido tan rápida durante los interminables cinco minutos en que estuvo contemplando la destrucción de su hogar-. ¿También se ocupa de robos y otros delitos, teniente?

Arnold: Me gusta diversificarme. Y la verdad es que... -hizo una pausa delante de la puerta- creo que esto me interesa. Me interesan tanto aquel asunto de Greektown como la investigación de esas cartas recibidas por la señorita Hudgens. ¿Eso le molesta?

Zac lo estudió. Parecía cansado, pero estaba completamente alerta. Era una combinación que Zac entendía a la perfección.

Zac: No.

Arnold: Entonces -agregó Jenner al entrar- tal vez quiera ayudarme. ¿Le ha mencionado lo ocurrido aquí a la señorita Hudgens?

Zac: No.

Arnold: No lo culpo. Ha pasado una noche muy difícil. -Paseó la vista por el lugar. Daba la sensación de haber sufrido un bombardeo-. Y usted también.

Zac: Ya lo creo. Casi todas las habitaciones han resultado destruidas.

Arnold: Debe de estar furioso.

Zac: Las cosas pueden reemplazarse -contestó mientras subían por la escalera-.

Arnold: Ya. -Jenner entró en el dormitorio y miró la pared-. De modo que a su admirador le ha dado por escribir en las paredes. -Sacó su bloc y anotó el mensaje. Era la primera vez que ese malnacido se exponía de manera tan flagrante. Observó el estado de la habitación-. A los forenses les costará trabajar en medio de todo este lío. Veamos. El homicidio tuvo lugar cerca de la medianoche. El trayecto desde la CBC hasta aquí supone unos quince minutos. Digamos que el tipo pasa diez minutos en preparar todo en el plató. Otros diez en llegar aquí. Y usted llega a su casa a la una y veinte. Sí, diría que es tiempo suficiente.

Zac: No me está diciendo nada que yo no sepa, teniente. ¿Qué haremos ahora?

Arnold: Mañana peinaremos todo el vecindario. Alguien puede haber visto algo.

Zac: Aún no ha entrevistado a Dan Gardner, ¿verdad?

Arnold: No. Es mi siguiente visita.

Zac: También la mía.

Arnold: Señor Efron, será mejor que vuelva al hospital y acompañe a su mujer. Déjeme el resto a mí.

Zac: Me ocuparé de Vanessa y también quiero hablar con Gardner. Pienso llegar al fondo de esto. Puedo hacerlo con usted, teniente, o por mi cuenta.

Arnold: Bueno, esa no es una actitud precisamente cordial, señor Efron.

Zac: No me siento particularmente cordial, teniente.

Arnold: Supongo que no, pero esto es un asunto para la policía.

Zac: También lo era Greektown.

Jenner enarcó las cejas mientras estudiaba a Zac. Ese hombre sabía qué teclas apretar.

Arnold: Usted me cae bien -reconoció Jenner al cabo de un momento-. Me gustó la forma en que manejó las cosas en Greektown.

Zac: Es mi trabajo.

Arnold: Sí, y este es el mío. Estoy dispuesto a hacer la vista gorda en ciertos aspectos, señor Efron, por un par de razones. La primera es que de veras admiro a su mujer, y la segunda... que hay una chiquilla de diez años que tal vez le deba la vida. No creo haberle mencionado que yo tengo una nieta de esa edad.

Zac: No.

Arnold: De acuerdo -agregó Jenner y volvió a asentir-. Puede seguirme en su coche.

Cuando Vanessa despertó, ya era media mañana. Pero no tuvo necesidad de orientarse: recordaba todo con claridad. Estaba en observación en el hospital. El término le hizo gracia. Sabía que seguiría en observación -en muchos sentidos- durante mucho tiempo.

Giró la cabeza y miró a Zac, que dormitaba en una silla junto a la cama, su mano sobre la de ella. Sin afeitar, agotado y pálido, era una visión maravillosa.

Como no quería despertarlo, se movió muy despacio. Pero ese leve movimiento le hizo abrir los ojos.

Zac: ¿Sientes dolor?

Ness: No. No debiste quedarte sentado toda la noche. Aquí te habrían encontrado alguna cama.

Zac: Yo puedo dormir en cualquier parte. Soy periodista, ¿recuerdas? Tú deberías tratar de dormir un poco más.

Ness: Quiero irme a casa. Una leve conmoción no es suficiente para retenerme en el hospital. -Se incorporó lentamente en la cama-. Veo bien, recuerdo todo sin lagunas, no tengo náuseas.

Zac: Estás blanca como el papel, Vanessa.

Ness: Tampoco tú tienes muy buen aspecto que digamos. ¿Quieres meterte en la cama conmigo?

Zac: Más tarde. -Se sentó en el borde y le acarició la mejilla-. Te quiero.

Ness: Lo sé. Creo que no habría soportado lo de anoche sin ti.

Zac: No tienes que soportar nada sin mí.

Ella sonrió, pero su mirada se desvió al televisor ubicado en la pared.

Ness: Supongo que no habrás visto las noticias de la mañana.

Zac: No. Ya nos enfrentaremos a eso más tarde. 

Sí, pensó ella. Más tarde sería mejor.

Ness: Ha sido espantoso. Necesito pensar en ello, pero no puedo hacerlo.

Zac: Entonces no lo hagas. No te exijas nada, Vanessa. -Volvió la cabeza al oír a Ashley en plena discusión con el policía apostado junto a la puerta-. Le diré que estás descansando.

Ness: No, por favor. Quiero verla.

Zac fue a hablar con el policía, cuando Ashley entró como una exhalación. Corrió hacia la cama y abrazó a Vanessa.

Ash: Dios, no sabes lo nerviosa que estoy desde que me enteré. ¿Estás bien? ¿Te han herido?

Ness: Solo un golpe en la cabeza -le devolvió con fuerza el abrazo-. Estaba a punto de levantarme y vestirme.

Ash: ¿Estás segura? -se apartó y la observó-. Te veo muy pálida. Zac, ve a buscar al médico. Creo que debería echarle otro vistazo.

Ness: No te preocupes -le apretó las manos con fuerza-. He pasado la noche en observación. ¿Cómo están las cosas en la oficina?

Ash: Un caos. ¿Qué otra cosa podía esperarse? La policía le está tomando declaración a todo el mundo.

Ness: Yo tendría que estar allí.

Ash: Ni hablar. No hay nada que tú puedas hacer, y si aparecieras por allí en este momento solo provocarías más confusión. Creo que en cuanto yo vuelva y les diga que estás bien, todo se calmará. -Su boca tembló antes de abrazar de nuevo a Vanessa-. ¿De veras estás bien? Ha de haber sido horrible para ti. Cada vez que pienso en lo que podría haber pasado.

Vanessa apoyó la cabeza en el hombro de Ashley.

Ness: Brittany. Por Dios, Ashley, todavía no puedo creerlo. ¿Quién podía odiarla tanto? 

Tienes para elegir, pensó Ashley.

Ash: No quiero que te preocupes por el programa ni por la oficina. Hoy repetiremos una emisión. Cassie está ocupándose de todo, reubicando a los invitados que teníamos para la semana próxima.

Ness: No es necesario.

Ash: Yo soy la productora y digo que sí lo es. -Después de abrazarla una vez más, miró a Zac en busca de apoyo-. ¿No estás de acuerdo?

Zac: Claro que sí. Pienso llevármela a la cabaña por unos días.

Ness: No puedo irme así como así. Seguro que Jenner quiere hablar de nuevo conmigo. Y yo quiero hablar con Loren y con los miembros del equipo.

Zac la observó.

Zac: Yo lo veo de otra manera. Puedo sacarte de aquí hoy y llevarte a la cabaña. O decirles que te aten a esa cama por un par de días más.

Ness: Qué tontería -se sentía demasiado cansada para enfadarse-. El que vayamos a casarnos no significa que puedas dirigir mi vida.

Zac: Sí puedo hacerlo cuando te pones demasiado obstinada para saber lo que es mejor para ti.

Ash: Muy bien -añadió con expresión satisfecha y besó a Zac en la mejilla-. Ahora que sé que Vanessa está en buenas manos, iré en busca del médico. Necesito hablar contigo -le dijo a Zac en voz muy baja y miró a Vanessa-. Tú no te preocupes por los detalles. El equipo y yo podemos ocuparnos de todo. Volveré dentro de unos minutos.

Ness: Estupendo -se recostó en las almohadas e hizo una mueca de dolor cuando ese movimiento le repercutió en la cabeza-. Dile a todos que me he ido de pesca.

Zac: Buena idea -acompañó a Ashley a la puerta-. Veré si consigo que alguien me firme el alta. Tú quédate en cama -le ordenó a Vanessa y salió-. ¿Qué es lo que no quieres que ella sepa?

Ash: El piso 16 está atestado de policías -dijo mientras los dos se dirigían a los ascensores-. El despacho de Vanessa ha sido destrozado, como si un loco furioso hubiese sufrido allí una crisis aguda. Creo que anoche ella estaba demasiado trastornada para advertirlo. Las listas que ella había confeccionado para la boda y los bocetos del vestido de novia estaban rotos. Alguien escribió en las paredes con pintura roja «Te quiero» una y otra vez. No quiero que ella vea eso, Zac.

Zac: No lo verá. Descuida.

Ash: Lo sé. Pero tengo miedo. Quienquiera que haya matado a Brittany está tan obsesionado con Ness que no creo que jamás la deje en paz.

Zac: No logrará acercarse a ella. Ahora quédate con Vanessa hasta que yo regrese.


Después de una siesta de dos horas, Jenner llamó a la puerta de la suite del hotel donde vivía Dan Gardner. Junto a él estaba Zac, quien repasaba mentalmente una lista de preguntas que quería hacerle.

Zac: Esta vez será mejor que esté de humor para hablar.

Jenner se encogió de hombros. No le importaba tomar el camino más largo, siempre y cuando terminara en el lugar adecuado.

Arnold: No es fácil hablar cuando uno está sedado.

Zac: Muy conveniente -murmuró-.

Arnold: Bueno, al pobre diablo le han convertido en viudo, así que tiene derecho a sentirse abatido, ¿no cree?

Zac: Lo lógico sería que quisiera saber algunos detalles antes de deprimirse. En mi opinión, cuanto más tarde en hablar con usted, más tiempo tendrá para fabricarse una coartada. Brittany Snow era una mujer muy rica. ¿Quiere adivinar quién es el principal beneficiario de su fortuna?

Arnold: Si él la mató, habría sido una estupidez no tener una coartada desde el principio. Tengo la sensación de que usted es un hombre acostumbrado a ponerse al volante.

Zac: ¿Y?

Arnold: Pues que en este caso tendrá que resignarse a un asiento trasero y recordar quién conduce esta investigación.

Zac: Los policías y los periodistas tienen mucho en común, teniente. No somos los primeros en usarnos mutuamente.

Arnold: Ya -reconoció Jenner-. Pero eso no cambia lo que acabo de decirle.

Zac asintió de mala gana mientras la puerta se abría. Dan tenía el aspecto de un hombre que ha pasado una semana borracho. Tenía la cara grisácea, los ojos hundidos y el pelo alborotado. Su pijama y una bata de seda negra le daban un formal toque de elegancia.

Arnold: ¿Señor Gardner?

Dan: ¿Quién es usted? -se llevó un cigarrillo a los labios y dio una calada-.

Arnold: Soy el detective Jenner. 

Le mostró su placa. Dan la miró y después vio a Zac.

Dan: Un momento. ¿Qué hace él aquí?

Zac: Investigación periodística.

Dan: Yo no hablo con periodistas, en particular con este.

Zac: Me resulta muy curioso, proviniendo de alguien que no hace más que cortejar a la prensa -encajó un pie en la puerta antes de que Dan tuviera tiempo de cerrarla-. Considerare confidencial lo que usted diga, pero no haga tonterías. Estoy de muy mal humor.

Dan: ¿Y cómo me siento yo?

Arnold: Mis condolencias, señor Gardner -terció Jenner-. Desde luego, no está obligado a hablar en presencia del señor Efron, pero sospecho que de todos modos él volvería. ¿Por qué no lo intentamos de este modo para que sea lo más breve posible? A usted le resultará más fácil que lo interrogue aquí, en lugar de tener que ir a la comisaría.

Dan los miró un momento, se encogió de hombros y finalmente los dejó entrar.

Las cortinas seguían echadas y daban al salón una atmósfera opresiva. El aire estaba impregnado de olor de tabaco, que se mezclaba repulsivamente con la fragancia de dos floreros con rosas que flanqueaban el sofá.

Dan se sentó y parpadeó cuando Jenner encendió una lámpara.

Arnold: Lamento tener que molestarlo en este momento, señor Gardner -dijo Jenner-, pero necesito su cooperación.

Dan se limitó a darle una calada al cigarrillo.

Arnold: ¿Puede decirnos qué sabe sobre las actividades de su esposa ayer?

Dan: ¿Además de ser asesinada? 

Con una risa amarga, se puso de pie para acercarse al bar y servirse una generosa ración de whisky.

Zac levantó una ceja al ver cómo se lo zampaba de un trago y volvió a servirse. Eran apenas las diez de la mañana.

Arnold: Nos ayudaría mucho -prosiguió Jenner- tener una visión clara de los movimientos de su esposa a lo largo del día. Adónde fue, con quién estuvo.

Dan: Se levantó a eso de las diez -recordó y regresó al sofá-. Tuvo una sesión de masajes, la peinaron y la maquillaron y le hicieron la manicura. Todo aquí, en la suite -bebía con una mano, fumaba con la otra, y sus movimientos eran mecánicos y extrañamente rítmicos-. Ofreció una entrevista a un periodista del Chicago Tribune, después bajó al salón para almorzar. Tuvo otros varios compromisos a lo largo del día: entrevistas, reuniones. La mayor parte aquí, en la suite.

Apagó el cigarrillo y se reclinó en el sofá.

Zac: ¿Usted estaba con ella? 

Dan lo miró con furia y se encogió de hombros.

Dan: La mayoría de las veces, no. A Brittany no le gustaba que la distrajeran cuando trataba con la prensa. Tenía una entrevista a la hora de cenar con la revista Premiere para que le promocionaran su próximo especial. Me dijo que no sabía cuánto tardaría, y que después tenía otra, así que era mejor que yo fuera al bar y me entretuviera.

Arnold: ¿Lo hizo usted? -indagó Jenner-.

Dan: Tomé un par de copas y escuché algunas canciones al piano. 

Jenner lo anotó en su bloc.

Arnold: ¿Estuvo acompañado?

Dan: No tenía humor como para estar con nadie, así que aproveché para estar solo. -Entrecerró los ojos-. ¿Usted quiere saber los movimientos de Brittany o los míos?

Arnold: Ambos -señaló Jenner-. Así puedo tener un panorama claro de la situación. ¿Cuándo vio por última vez a su esposa, señor Gardner?

Dan: Justo antes de las siete, cuando se estaba preparando para la cena.

Arnold: ¿Ella le contó que pensaba reunirse con Vanessa Hudgens en la CBC esa noche?

Dan: No. Si me lo hubiera dicho, la habría disuadido. Él también lo sabe -dijo, y movió la cabeza hacia Zac-. Por eso quiere participar de la investigación, para tratar de manejar la situación. No es ningún secreto que Vanessa Hudgens odiaba a mi esposa, sentía envidia de ella y quería destruirla. No tengo ninguna duda de que ella asesinó a Brittany, o la hizo asesinar.

Zac: Una teoría muy interesante. ¿Eso es lo que le dirá a sus agentes publicitarios? 

Jenner carraspeó.

Arnold: ¿Cree usted que la señorita Hudgens había amenazado a su esposa? 

Dan miró fijamente a Jenner.

Dan: Ya se lo he dicho, ella la atacó físicamente una vez. Dios sabe bien que a lo largo de estos años la atacó también emocionalmente decenas de veces. Quería sacarla del camino. Y ahora lo ha logrado. Que eso quede bien claro. ¿Qué piensa hacer al respecto?

Arnold: Lo estamos investigando -respondió Jenner-. Señor Gardner, ¿a qué hora volvió anoche al hotel?

Dan: Entre las doce y media y la una.

Arnold: ¿Vio a alguien o habló con alguien que pueda confirmarlo?

Dan: No me gusta esa pregunta, teniente. Mi esposa ha sido asesinada. Y, a juzgar por lo que he oído, había solo una persona con ella. -Miró fijamente a Zac-. Una persona que tenía todos los motivos del mundo para hacerlo. No me hace ninguna gracia que me pida usted una coartada.

Zac: ¿La tiene? 

Dan: Pero bueno, Efron, ¿de veras cree que conseguirá que la policía deje de sospechar de Vanessa y sospeche de mí?

Zac enarcó una ceja.

Zac: No ha respondido a mi pregunta.

Dan: Es posible que algún empleado del bar me haya visto entrar. También es posible que la camarera recuerde haberme servido, y a qué hora me fui. ¿Qué clase de coartada tiene Vanessa Hudgens?

Jenner se preguntó si la voz de Dan traslucía furia o miedo.

Arnold: Me temo que no puedo hablar de eso en este momento. ¿Tiene idea de cómo entró su esposa en el edificio de la CBC y en el estudio B?

Dan: Trabajó allí durante un tiempo -contestó con sequedad-. Supongo que sencillamente entró. Conocía el camino.

Arnold: Hay un nuevo sistema de seguridad en el edificio.

Dan: Entonces supongo que Vanessa la hizo entrar y después la mató. Imagino lo que esto significará para la audiencia de su programa, teniente Jenner. Él lo sabe. -Señaló a Zac con un dedo-. ¿Cuánta gente verá el programa de una asesina a sangre fría, Efron? Vanessa acabará con toda la competencia. Igual que acabó con Brittany.

Arnold: Quien haya matado a su esposa no se beneficiará con ello -dijo Jenner. Miró a Zac y se alegró de que mantuviese la calma; le gustaba que los dos trabajaran en equipo-. ¿La señorita Snow tenía una agenda de compromisos?

Dan: Su secretaria le llevaba la agenda, pero Brittany siempre tenía en el bolso una libreta en la que anotaba sus compromisos.

Arnold: ¿Le importaría que echáramos un vistazo a su habitación?

Dan: Mierda, hagan lo que quieran.

Arnold: Debería pedir que le suban el desayuno, señor Gardner -sugirió Jenner al ponerse de pie-.

Dan: Sí, debería hacerlo.

Jenner sacó una tarjeta y la dejó sobre la mesilla junto al cenicero lleno de colillas.

Arnold: Le agradecería que se pusiera en contacto conmigo si recuerda alguna otra cosa. Dentro de algunos minutos nos marcharemos.

Lo primero que Zac hizo en el dormitorio de la suite fue abrir las cortinas para que la luz entrara a raudales. La cómoda estaba repleta de frascos y botes, los costosos juguetes de una mujer vanidosa que podía darse el lujo de pagar lo mejor. Una copa de champán con marcas de lápiz de labios estaba en el centro. Una bata de seda con estampado de flores se encontraba sobre el brazo de una silla, junto a unas zapatillas tipo ballet a juego.

La única prueba de que un hombre compartía esa habitación era un traje colgado en el armario.

Zac: Usted no dijo haber encontrado una libreta en su bolso, teniente.

Arnold: No la había. Contenía cosméticos, una llave de hotel, tabaco, encendedor, un pañuelo de seda, un billetero de piel de anguila con documentos de identidad, tarjetas de crédito y trescientos dólares en efectivo. Pero ninguna agenda.

Zac: Interesante -señaló la copa de champán-. Diría que esa copa era de ella.

Arnold: Es más que probable.

Zac: Hay otra en la sala, sobre el bar, también con marcas de lápiz de labios rojo oscuro.

Arnold: Buen ojo, señor Efron. ¿Por qué no averiguamos si en el servicio de habitaciones saben quién acompañó a Brittany a beber champán?


Carla Méndez jamás había vivido nada igual. Era la mayor de cinco hijos de un vendedor de zapatos y una camarera, y su vida era sencilla y monótona. A los treinta y tres años, tenía tres hijos y un marido fiel que por lo general estaba sin empleo.

A Carla no le importaba trabajar de camarera de hotel. No era el sueño de su vida, pero lo hacía bien, aunque mecánicamente. Solía llevarse pequeños frascos de champú y cremas para manos, además de las propinas.

Era una mujer corpulenta y pequeña, de pelo negro rizado y diminutos ojos oscuros que casi se perdían en una red de arrugas de preocupación. Pero ahora sus ojos brillaban al pasar del policía al periodista.

No le gustaban los policías. Si Jenner se le hubiera acercado solo, ella se habría cerrado en banda. Sin embargo no podía resistirse a Zac Efron. La forma en que se le formaban hoyuelos cuando le sonreía, la manera caballeresca con que le había tomado la mano.

Y él quería entrevistarla.

Para Carla era el momento más importante de su vida. Jenner lo advirtió y dejó que Zac cogiese el timón.

Zac: ¿A qué hora entró en la habitación de la señorita Snow para hacerle la cama, señora Méndez?

Carla: A las diez. Por lo general lo hago mucho más temprano, pero ella me pidió que no la molestara antes de esa hora. Tenía compromisos. No me gusta trabajar hasta tan tarde, pero ella era muy agradable. -La propina de veinte dólares había sido muy agradable-. Yo la había visto por televisión. Pero no era arrogante ni presuntuosa. Era muy educada aunque bastante desordenada. Ella y su marido solían usar seis toallas de baño por día. Ella dejaba colillas de cigarrillos en todos los ceniceros. Y platos sucios por todas partes.

Zac le dedicó una sonrisa.

Zac: ¿La señorita Snow estaba con su marido cuando usted fue a hacer la cama?

Carla: No podría decirlo. Yo no lo vi ni lo oí. Pero sí la oí a ella y a la otra.

Zac: ¿La otra?

Carla: La otra mujer. Se estaban peleando como dos gatas. No es que me pusiera a escuchar, yo solo me ocupo de mis propios asuntos. Hace siete años que trabajo en este hotel, y no podría hacerlo si husmeara en la vida privada de los huéspedes. Pero cuando supe cómo habían asesinado a la señorita Snow, le dije a Gino, mi marido, que había oído a la señorita Snow pelearse con esa mujer en su suite horas antes de morir. Él dijo que tal vez debería informar a mi supervisora, pero pensé que podría meterme en líos.

Zac: ¿De modo que no se lo ha dicho a nadie? 

Carla: No. Cuando ustedes me dijeron que querían hablar conmigo sobre los de la 2403, pensé que ya lo sabían.

Zac: ¿Qué puede decirnos sobre la mujer que estaba con la señorita Snow?

Carla: Yo no la vi, solo la oí. Las oí a las dos. La mujer dijo: «Estoy harta de tener que someterme a tus juegos, Brittany. Y de una manera u otra se va a terminar». Entonces la señorita Snow se echó a reír. Supe que era ella porque, como ya he dicho, la veía por televisión. Rió como lo hace la gente cuando se siente enfadada. Y dijo: «Ya lo creo que seguirás jugando, querida. Las apuestas... hay demasiado en juego para que hagas otra cosa». Durante un rato las dos se insultaron. Entonces la otra mujer dijo: «Podría matarte, Brittany. Pero quizá haga algo mejor que eso». Entonces oí un portazo, y la señorita Snow volvió a reír. Yo terminé rápido y salí al pasillo.

Zac: ¿Sabe, señora Méndez?, creo que debería dedicarse a mi trabajo. Es usted muy observadora.

Carla: Una ve muchas cosas cuando trabaja en un hotel.

Zac: Ya. Me pregunto si vio a la mujer que se fue.

Carla: No. Allí fuera no vi a nadie, pero tardé un par de minutos en terminar de colocar toallas limpias, así que ella podría haberse ido ya. Esa era mi última habitación, por lo que después me marché a casa. A la mañana siguiente me enteré de que habían asesinado a la señorita Snow. Al principio pensé que esa mujer había regresado y la había matado aquí, en la suite. Pero después supe que no había ocurrido en el hotel, sino en el canal de televisión donde Vanessa Hudgens tiene su programa. Me gusta más su programa -agregó-. Tiene una sonrisa franca y preciosa.


Vanessa intentó utilizar su sonrisa cuando Zac vaciló en la puerta de la cabaña.

Ness: Estoy bien -Se lo había dicho repetidamente desde que le dieron el alta en el hospital, veinticuatro horas antes-. Zac, solo vas a comprar algunas cosas que necesitamos, no me estás dejando sola para que defienda el fuerte de un ataque de los apaches. Además -agregó y se agachó para rascar las orejas del perro- tengo un protector.

Zac: Vaya protección. -Rodeó la cara de Vanessa con las manos-. Deja que me preocupe por ti. Sigue siendo una experiencia nueva para mí.

Ness: Con tal que no te preocupes tanto que olvides comprarme ese chocolate que te pedí.

Zac: No lo olvidaré. -La besó. Ese día que habían pasado en la cabaña había aliviado el horror de Vanessa; pero todavía no dormía bien y los sonidos inesperados la sobresaltaban-. ¿Por qué no duermes un rato, Kansas?

Ness: Vete de una vez a comprarme el chocolate -ordenó y sonrió-. Cuando vuelvas podrás dormir conmigo.

Zac: Hecho. No tardaré.

No, pensó ella mientras lo observaba caminar hacia el coche, no tardaría. Detestaba dejarla sola. Aunque no acababa de entender qué creía él que haría ella si se quedaba sola: ¿sufrir un ataque de histeria?, ¿huir de la cabaña?

Con un suspiro, volvió a agacharse y a acariciar al perro mientras el animal gruñía. Le encantaba dar paseos, pero Zac no lo había llevado, lo había dejado como centinela.

Pero no podía culpar a Zac por ser sobreprotector. Después de todo, ella había estado sola con un asesino. Un asesino que la habría matado con la misma rapidez y crueldad con que había asesinado a Brittany. Todos se preocupaban por Vanessa: sus padres, Ashley, Simon, Jeff, Margaret, Cassie, Roger y Joe y muchos otros de la sala de redacción. Hasta Loren y Barlow habían llamado para expresarle su preocupación y ofrecer su ayuda.

«Tómate todo el tiempo que necesites -le había dicho Loren, sin mencionar los índices de audiencia ni los gastos-. Ni se te ocurra volver hasta que te sientas completamente recuperada.»

Pero Vanessa decidió que no se sentía débil. Estaba con vida. Nadie había tratado de matarla. Sin duda todos tenían que comprenderlo. Sí, había estado a solas con un asesino, pero seguía con vida.

Se incorporó y comenzó a ordenar lo que ya estaba ordenado. Preparó un té que no le apetecía y siguió paseándose con la taza entre las manos. Atizó el fuego que ardía alegremente.

Miró por la ventana. Se sentó en el sofá. Necesitaba hacer algo que la distrajese.

Ese no era uno de aquellos fines de semana llenos de risas, amor y discusiones sobre artículos de los periódicos. Había problemas con el satélite, así que tampoco había televisión.

Vanessa sabía que Zac estaba intentando mantenerla alejada del mundo, ponerla dentro de una burbuja protectora donde nada ni nadie pudiera acongojarla ni amenazarla.

Ella se lo permitió, porque lo ocurrido en Chicago había sido demasiado horrible. Pero ahora necesitaba acción.

Ness: Volvemos a Chicago -le dijo al perro, que respondió meneando la cola-.

Se dirigía a la escalera con la intención de hacer las maletas cuando oyó un coche que se acercaba.

Ness: No puede haber llegado ya -murmuró y enfiló hacia la puerta detrás del perro, que ladraba-. Oye, Cronkite, yo también le quiero, pero no hace ni diez minutos que se fue -abrió la puerta mosquitera y se echó a reír al ver que el perro se le adelantaba-.

Pero cuando levantó la vista y vio el coche, su risa cesó.

Era un sedán marrón, y lo conducía Jenner. Debiera de haber sentido alivio al verlo, pero se puso tensa y experimentó una mezcla de miedo y resignación.

Jenner sonrió, divertido con los ladridos y saltos de Cronkite a su alrededor. Se agachó y acarició al perro. Levantó la vista cuando Vanessa salió al porche.

Arnold: Veo que tiene un buen perro guardián, señorita Hudgens.

Ness: Me temo que no es precisamente un asesino en potencia. Ha hecho usted un viaje bastante largo desde Chicago, teniente.

Arnold: Ha sido agradable -afirmó y observó el entorno-. Un lugar precioso. Debe de ser bueno poder salir de la ciudad de vez en cuando.

Ness: Sí, así es.

Arnold: Señorita Hudgens, lamento molestarla, pero quiero hacerle algunas preguntas.

Ness: Entre. Acabo de preparar té, pero puedo ofrecerle un café si lo prefiere.

Arnold: Un té será perfecto -convino Jenner y se encaminó a la puerta con el perro saltándole detrás-.

Ness: Tome asiento -le indicó la sala-. Solo tardaré un minuto.

Arnold: ¿Efron no está aquí?

Ness: Fue a hacer unas compras. Volverá pronto. ¿Ya ha descubierto quién mató a Brittany?

Arnold: No. -Jenner se instaló en el sofá, con el perro a sus pies-. Estamos comenzando a colocar las piezas en su sitio.

Ness: ¿Azúcar, limón?

Arnold: Azúcar, gracias. Señorita Hudgens, no quisiera pasar de nuevo por una declaración...

Ness: Se lo agradezco -suspiró-. Quiero cooperar, teniente, pero no sé qué más puedo decirle. Tenía una cita con Brittany. Pero alguien la mató.

Arnold: ¿No le pareció raro que ella quisiera reunirse con usted tan tarde?

Vanessa lo miró.

Ness: Brittany solía hacer cosas muy extravagantes.

Arnold: ¿Y usted siempre cedía?

Ness: No. En realidad no quería verla. No es ningún secreto que no manteníamos buenas relaciones, y yo sabía que terminaríamos peleándonos. Ese hecho me puso muy nerviosa. Los enfrentamientos no me gustan, teniente, pero tampoco los rehuyo. Brittany y yo teníamos una historia común que estoy segura usted conoce.

Arnold: Ustedes eran rivales -indicó Jenner-. No se tenían simpatía.

Ness: Así es. Yo estaba preparada para decirle las cosas a la cara. Una parte de mí confiaba en arreglar todo de forma amigable, y otra parte estaba impaciente por arrancarle el cuero cabelludo. No niego que deseaba quitármela de encima, pero no quería que muriera. -Miró a Jenner-. ¿Por eso ha venido? ¿Soy una sospechosa?

Jenner se frotó el mentón.

Arnold: Dan Gardner, el marido de la víctima, parece creer que usted la odiaba lo suficiente como para matarla. O para que la mataran.

Ness: ¿Pagarle a alguien? -parpadeó y casi soltó una carcajada-. De modo que contraté a un asesino a sueldo para que asesinara a Brittany, me golpeara hasta hacerme perder el conocimiento y lo filmara todo. Muy original de mi parte. -Se puso de pie y sus mejillas volvieron a recuperar el color-. Ni siquiera conozco a Dan Gardner. Es muy halagador que me considere tan inteligente. ¿y cuál fue el móvil? ¿Los índices de audiencia?

Arnold: Señorita Hudgens, no he dicho que la policía coincida con Gardner.

Ella se quedó mirándolo.

Ness: ¿Quería ver mi reacción? Espero haberlo hecho bien.

Arnold: Señorita Hudgens, ¿fue a ver a la señorita Snow en su hotel la noche en que fue asesinada?

Ness: No. ¿Por qué lo habría hecho? Íbamos a encontrarnos en el estudio.

Arnold: Podría haber sentido impaciencia.

Jenner sabía que solo eran tanteos. Las huellas digitales de Vanessa no habían sido encontradas en la suite, y tampoco en la segunda copa de champán.

Ness: Aunque así hubiera sido, Brittany me había dicho que estaba muy ocupada hasta la medianoche. Tenía varias reuniones.

Arnold: ¿Le mencionó con quién?

Ness: No fue una conversación amigable, detective, y a mí no me interesaban sus cosas personales ni profesionales.

Arnold: ¿Sabía que ella tenía enemigas?

Ness: Sabía que no era precisamente una mujer querida. En parte podía deberse a su carácter, y en parte porque era una mujer con mucho poder. Podía mostrarse cruel y vengativa, aunque también podía ser encantadora y generosa.

Arnold: Supongo que no le resultó precisamente encantadora cuando lo arregló todo para que usted los encontrara a ella y al doctor Crosby en una situación comprometida.

Ness: Eso es agua pasada.

Arnold: Pero usted estaba enamorada de él...

Ness: Casi enamorada -lo corrigió-. No niego que me dolió y me enfureció, y que cambió de manera irrevocable mis sentimientos hacia los dos.

Arnold: Pero el doctor Crosby intentó continuar la relación con usted.

Ness: No veía ese episodio de la misma forma que yo. Pero a mí no me interesaba seguir con él, y se lo dejé claro.

Arnold: Pero él insistió durante cierto tiempo.

Ness: Sí.

Arnold: Con respecto a las notas que usted ha estado recibiendo con regularidad desde hace años, ¿alguna vez pensó que el remitente era él?

Ness: ¿Mike? -Sacudió la cabeza-. No. No es su estilo.

Arnold: ¿Cuál es su estilo?

Vanessa cerró los ojos.

Ness: Creo que eso debería preguntárselo a él.

Arnold: Lo haremos. ¿Ha tenido usted relación con algún otro hombre, aparte de Crosby? ¿Alguien a quien el anuncio de su compromiso con Efron lo hubiera trastornado tanto como para allanar su oficina y la casa de Efron?

Ness: No, solo hubo... ¿qué quiere decir con eso de allanar?

Arnold: Parece lógico que el remitente de las notas sea también el causante de los destrozos en su oficina y en la casa que usted comparte con Efron -afirmó Jenner-.

Y pensó: y también el asesino de Brittany.

Ness: Pero... -se quedó de una pieza-. ¿Cuándo sucedió eso?

Desconcertado, Jenner dejó de hacer anotaciones en su libreta. Vanessa había palidecido. Jenner comprendió que Efron no se lo había contado, y que no le haría ninguna gracia que él se le hubiera adelantado.

Arnold: La noche que asesinaron a Brittany Snow, alguien allanó la casa de Efron.

Ness: Zac no me... nadie me lo dijo. -Cerró los ojos y trató de serenarse-. Cuénteme qué ocurrió. Con todos los detalles, por favor.

Jenner pensó que iba a tener problemas con Efron. Mientras le relataba los hechos a Vanessa, ella hizo muecas, como si las palabras fueran dardos, pero permaneció inmóvil.

Luego se inclinó para servir más té. Su pulso era firme. Jenner admiró su aplomo y autodominio.

Ness: Usted piensa que el remitente de las notas allanó mi oficina y mi casa y mató a Brittany.

Jenner notó el tono de periodista: fría, serena y sin inflexiones. Pero en sus ojos apareció el miedo.

Arnold: Es una hipótesis -admitió Jenner-. Tiene sentido que se trate de una misma persona.

Ness: ¿Entonces por qué no yo? ¿Por qué Brittany y no yo? Si esa persona estaba tan furiosa conmigo, ¿por qué la mató a ella y no a mí?

Arnold: Ella se cruzó en su camino -dijo Jenner, y vio cómo esas palabras golpeaban a Vanessa como un puñetazo-.

Ness: ¿Insinúa que él la mató por mí? Oh, Dios mío...

Arnold: No podemos estar seguros -aclaró Jenner, pero Vanessa ya se levantaba de la silla-.

Ness: Zac. Dios mío, podría atacar a Zac. Entró en casa por la fuerza. Si Zac hubiera estado allí lo habría... Usted tiene que protegernos.

Arnold: Señorita Hudgens...

Pero en ese momento ella oyó el coche de Zac. Se dio media vuelta y corrió hacia la puerta.

Zac ya maldecía al haber visto otro automóvil, cuando la oyó gritar su nombre. Ella salió corriendo de la cabaña. Se arrojó a sus brazos y reprimió los sollozos.

Zac la estrechó contra su pecho y fulmino con la mirada a Jenner, que había salido al porche.

Zac: ¿Qué demonios ocurre?


Zac: Lo siento -fue lo único que se le ocurrió decir-.

Jenner se había marchado. Después, claro de dejar caer la bomba.

Ness: ¿Por qué? ¿Por qué lo he sabido por Jenner? ¿Por qué no confiaste en mí para decírmelo?

Zac: No he hecho bien. Pero no fue una cuestión de confianza, Vanessa. Acabas de salir del hospital.

Ness: Quieres protegerme, lo sé. Por eso no funciona el televisor. Por eso querías ir a hacer las compras solo, y no has traído el periódico. Para que la pobrecita Vanessa no se enterara de noticias que podrían perturbarla.

Zac: Bueno, sí -reconoció y se metió las manos en los bolsillos-. Pensé que necesitabas más tiempo.

Ness: Pero te equivocaste. -Se dio la vuelta y enfiló hacia la escalera-. No tenías derecho a ocultarme nada.

Zac: Sí, es verdad, te lo oculté. Maldita sea, si vamos a reñir, al menos que sea cara a cara.

La detuvo en el pie de la escalera y la hizo volverse.

Ness: Puedo reñir mientras hago el equipaje.

Se soltó y entró en el dormitorio.

Zac: Quieres regresar. Está bien, volveremos cuando hayamos arreglado esto.

Vanessa sacó una bolsa del armario.

Ness: Nosotros no iremos a ninguna parte. Yo me voy. -Arrojó la bolsa sobre la cama y la abrió-. Sola -dijo y empezó a llenarlo con sus cosas-. Vuelvo a mi apartamento. Más adelante recogeré de tu casa mis cosas.

Zac: No. No irás a ninguna parte.

Ness: Pues eso es exactamente lo que haré. Me has mentido, Zac. Si Jenner no hubiera venido aquí para hacerme preguntas de rutina, no me habría enterado de lo ocurrido en mi despacho y en tu casa, ni de que hablaste con Dan Gardner y la criada del hotel. No habría sabido nada.

Zac: Ya. Y tal vez eso te habría permitido dormir bien algunas noches.

Ness: ¡Me mentiste! -se obcecó-. No trates de decirme que ocultar parte de la verdad no es mentir. Es lo mismo. No pienso seguir con una relación que no es sincera.

Zac: Si así lo quieres, de acuerdo. -Se volvió y cerró la puerta con llave-. Haré todo lo que esté a mi alcance para protegerte -afirmó y se le acercó-. No dejaré que me abandones, Vanessa. Y no dejaré que te valgas de tonterías sobre derechos y confianza como vía de escape. Si quieres separarte de mí, al menos sé sincera.

Ness: Está bien -se volvió para que él no viera cómo le temblaban las manos-. Cometí un error cuando acepté casarme contigo, y desde entonces he tenido tiempo de pensarlo mejor. Necesito concentrarme en mi carrera, en mi propia vida. Y no podré hacerlo si tengo que sacar adelante un matrimonio, si tengo hijos. Traté de convencerme de que podía, pero me equivocaba. No quiero casarme contigo, Zac, y no es justo para ninguno de los dos que continuemos con esto. En este momento, mi prioridad absoluta es mi trabajo.

Zac: Mírame, Vanessa. Te he dicho que me mires. -Con las manos firmes sobre los hombros de ella, la volvió-. Sé que me estás mintiendo.

Ness: Pero bueno...

Zac: Por Dios, Vanessa, ¿no sabes que puedo leer en tu cara lo que sientes? Jamás has sabido mentir. ¿Por qué haces esto?

Ness: Suéltame.

Zac: Ni hablar.

Ness: No te quiero -dijo y se le quebró la voz-. No quiero esto. ¿Ha quedado claro?

Zac: No. -La atrajo hacia sí y la besó con ardor. Ella tembló y su cuerpo se estremeció contra el de él-. Pero esto sí ha quedado claro.

Ness: Esa no es la respuesta -arguyó, pero su cuerpo se había despertado-.

Zac: ¿Quieres que me disculpe de nuevo? -le acarició el pelo-. Muy bien. Lo siento. Pero volvería a hacer exactamente lo mismo. Si quieres llamarlo mentira, entonces te mentiría. Haría cualquier cosa por protegerte.

Ness: No quiero que me protejan -se apartó-. No necesito ser protegida. ¿No lo entiendes? Él la mató por mí. No quiere hacerme daño a mí, y por tanto no necesito que me protejan. Pero solo Dios sabe a quién más es capaz de atacar por mí.

Zac: A mí -señaló-. De eso se trata todo esto, ¿verdad? Crees que puede intentar matarme a mí. Y la mejor manera de evitarlo es dejarme para asegurarte de que todo el mundo sepa que hemos roto, ¿no es así?

Ness: No pienso discutir contigo, Zac.

Zac: En eso tienes razón. -Cogió la bolsa y volcó su contenido-. No trates de hacerme esto nunca más. Jamás te aproveches de mis sentimientos.

Ness: Él tratará de matarte. Sé que lo hará.

Zac: De modo que has mentido para protegerme. -Cuando ella abrió la boca para replicar él sonrió-. Quid pro quo, Vanessa. Estamos en paz. Tú no quieres que te protejan... y yo tampoco. ¿Qué es exactamente lo que quieres?

Ness: Que dejes de vigilarme como a una niña.

Zac: Hecho. ¿Qué más?

Ness: Que prometas que nunca más me ocultarás nada, no importa lo mucho que creas que me perturbará.

Zac: Hecho, y lo mismo vale para ti.

Ella asintió y lo miró.

Ness: Sigues enfadado.

Zac: Sí. Ocurre cuando la mujer que quiero me da calabazas.

Ness: Todavía me deseas.

Zac: Sí, todavía te deseo.

Ness: Pero no me has hecho el amor desde que esto sucedió.

Zac: Es verdad. Quería darte tiempo.

Ness: ¡No necesito tiempo! No soy frágil ni débil ni delicada. Quiero que dejes de mirarme como si pensaras que me voy a derrumbar. Estoy viva. Quiero sentirme viva. ¡Hazme sentir viva!

Él le rozó la mejilla con los nudillos.

Zac: Deberías haberme pedido algo más difícil.




OMG! ¡Cuantas emociones en un solo capítulo!
Empiezan las apuestas sobre quien puede ser el acosador.

Gracias por leer!

3 comentarios:

Caromi dijo...

OMG!!
Super interesante este capitulo, que miedo este tipo
ojala lo agarren pronto
Zac es un lindo,yo tb quisiera un novio asi, hasta el final del capi es un lindo
Publica pronto, no me mates de curiosidad

Maria jose dijo...

Oh que capitulo!!!
Zac es un amor
Todo tan interesante
Ya quiero seguir leyendo
Sube pronto
Saludos!!!

Anónimo dijo...

Ya continúa please es una tortura

Publicar un comentario

Perfil