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domingo, 3 de marzo de 2019

Capítulo 24


La consulta de Mike Crosby era muy elegante. Pero nadie vivía allí. Le recordó a Zac una de esas ambiciosas casas modelo, decoradas para posibles compradores que jamás se repantigarían en el sofá de brocado ni jugarían sobre la alfombra de Aubusson. Ningún vaso dejaría su marca circular sobre la mesa baja Chippendale. Ningún niño jugaría al escondite detrás de las cortinas de seda ni se acurrucaría para leer en uno de los sillones de mullidos cojines.

Hasta el escritorio de Mike parecía más un adorno que un mueble utilizable. La lustrada madera de roble se veía inmaculada y los herrajes de bronce brillaban. El juego de escritorio de piel burdeos armonizaba a la perfección. El ficus que había junto a la ventana no era artificial pero se veía tan perfecto, sus hojas tan absolutamente libres de polvo, que bien podría haberlo sido.

Zac siempre había vivido rodeado de todas las cosas materiales que el dinero puede comprar; pero aún así la prístina consulta de Mike Crosby, con el leve zumbido del filtro de aire que discretamente absorbía todas las impurezas, le resultaba artificial y sin alma.

Mike: Desde luego cooperaré con la policía. Pero como ya le he dicho, no consideraron necesario interrogarme. ¿Por qué habrían de hacerlo? No tengo nada que declarar.

Zac: Y como yo ya le he dicho, no estoy aquí como periodista. Usted no está obligado a hablar conmigo, Crosby, pero si no lo hace... -apretó los puños. A Jenner le enfadaría que él no hubiese avisado a la policía de esa entrevista, pero era algo personal-. A algunos de mis compañeros podría resultarles interesante que les recordaran cierto incidente entre usted y Brittany hace un par de años.

Mike: No creo que algo tan trivial pueda resultarle interesante a nadie.

Zac: Es curioso la clase de cosas que despiertan el interés de la audiencia. Y las cosas que pueden interesarle a la policía.

Eran puros faroles, por supuesto, se dijo Mike. No había nada que pudiera relacionarlo con Brittany, salvo aquel fugaz error. Sin embargo... una palabra dicha a la persona equivocada podría arrojar como resultado una publicidad negativa que él no podía permitirse.

Decidió que era preferible responder algunas preguntas. Después de todo, era un experto en comunicación. Si no conseguía manipular a un periodista pesado, no se merecía los diplomas colgados en la pared de su consulta.

E incluso disfrutaría mostrándose más listo que el hombre que Vanessa había elegido para sustituirlo en su corazón.

Mike: Mi última cita del día ha sido cancelada y tengo libre hasta las siete, de modo que puedo concederle unos minutos.

Zac: Es todo lo que necesito. ¿Cuándo se enteró de la muerte de Brittany?

Mike: Lo supe por los informativos, la mañana después del asesinato. No me lo podía creer. Tengo entendido que Vanessa estaba con ella en el estudio. Como sabe, Vanessa y yo mantuvimos una relación y, como es natural, estoy preocupado por ella.

Zac: Estoy seguro de ello.

Mike: He tratado de hablar con ella y ofrecerle mi apoyo.

Zac: Vanessa no lo necesita.

Mike: En mi profesión es esencial ser equitativo -sonrió-. Vanessa me importó mucho durante cierto tiempo.

En algunas entrevistas era necesario aguijonear y estimular al entrevistado; en otras, todo lo contrario.

En el caso de Mike, cuanto más breve era la pregunta, más extensa era la respuesta.

Zac: ¿De veras?

Mike: Ha pasado mucho tiempo. Ahora Vanessa está comprometida con usted. De todos modos, quisiera ofrecerle todo el apoyo o ayuda que daría a una persona a la que aprecio, sobre todo en circunstancias tan difíciles.

Zac: ¿Y Brittany Snow? -se reclinó en su asiento. Aunque aparentara permanecer relajado, estaba alerta y observaba la expresión que aparecía en los ojos de Mike-. ¿También la apreciaba?

Mike: No -negó lacónicamente-. En absoluto.

Zac: Sin embargo, fue su desliz con la señorita Snow lo que puso fin a su relación con Vanessa.

Mike: No hubo ningún desliz -agregó y entrelazó las manos sobre el escritorio-. Hubo una fugaz falta de control y sentido común. Enseguida comprendí que Brittany había orquestado todo el episodio para servir a sus propios fines.

Zac: ¿Que eran...?

Mike: En mi opinión, manipular a Vanessa y causarle angustia. Tuvo éxito. Aunque Vanessa no aceptó el puesto que Brittany le ofreció en Nueva York, sí cortó lazos conmigo.

Zac: ¿A usted eso lo agravió?

Mike: Lo que me agravió, señor Efron, es que Vanessa se negase a ver el incidente como lo que realmente fue: una mera reacción física frente a estímulos deliberados. No hubo ninguna emoción en juego, ninguna en absoluto.

Zac: Algunas personas ligan más el sexo con los sentimientos que otras -observó con una sonrisa-. Para Vanessa, ambos son inseparables.

Mike: Ya -asintió. Como Zac permaneció en silencio, añadió-: No entiendo cómo ese lamentable incidente puede estar relacionado con la investigación.

Zac: No he dicho que lo estuviera. Pero, si vamos a eso, ¿por qué no me dice dónde estuvo la noche del asesinato? Digamos, entre las once y las dos.

Mike: En casa.

Zac: ¿Solo?

Mike: Sí, solo. Coincidirá conmigo en que si hubiera planeado un asesinato tendría la sensatez de procurarme una coartada. Sin embargo, cené solo, trabajé unas horas en varios historiales clínicos y finalmente me acosté.

Zac: ¿No habló con nadie ni recibió llamadas?

Mike: Dejé que mi servicio de mensajería tomara las llamadas. No me gusta ser interrumpido cuando estoy trabajando... salvo, por supuesto, si se trata de emergencias. ¿Me aconseja usted que me ponga en contacto con mi abogado, señor Efron?

Zac: Si lo considera necesario... -Si estaba mintiendo, pensó, lo hacía con total frialdad-. ¿Cuándo vio a Brittany por última vez?

En los ojos de Mike apareció una expresión de auténtico placer.

Mike: No veía a Brittany desde que se trasladó a Nueva York. O sea, desde hace más de dos años.

Zac: ¿Tuvo algún contacto con ella desde entonces?

Mike: ¿Por qué lo habría tenido? Como ya le he dicho, lo nuestro no fue una aventura amorosa.

Zac: Tampoco la tuvo con Vanessa -comentó, y tuvo la satisfacción de borrarle la sonrisa-, pero siguió tratando de ponerse en contacto con ella.

Mike: No durante casi un año. Vanessa no es de las que perdonan.

Zac: Pero le enviaba notas. La llamaba por teléfono.

Mike: No lo hice hasta que me enteré de esto. Ella no me ha devuelto las llamadas, así que debo entender que no quiere ni necesita mi ayuda -aclaró, y se puso de pie-. Como ya le dije, tengo una cita a las siete, y debo volver a casa y cambiarme para la noche. Ha sido una conversación muy interesante. No deje de darle mis saludos a Vanessa.

Zac: No creo que lo haga -también se puso de pie, pero no dio muestras de irse-. Tengo otra pregunta. A esta puede considerarla de periodista a psicólogo. -Mike esbozó una mueca-. Es sobre la obsesión -dejó la palabra flotando y esperó cualquier señal: un contacto visual esquivo, un tic, un cambio de tono-. Si una persona se obsesionase con otra durante un largo tiempo, digamos dos o tres años, y tuviera fantasías pero no se atreviese a acercarse a esa persona, y en esas fantasías se sintiera traicionado, ¿cuáles serían sus sentimientos? ¿De amor o de odio?

Mike: Una pregunta difícil, señor Efron, con tan poca información. El amor y el odio están tan interrelacionados como los poetas aseguran. Cualquiera de los dos puede tomar el control de la situación, y cualquiera de los dos, según las circunstancias, puede ser peligroso. Las obsesiones rara vez son constructivas. Dígame, ¿acaso piensa organizar un programa sobre el tema?

Zac: Tal vez -tomó su abrigo-. Como lego, me pregunto si alguien que ha vivido esa clase de obsesión es capaz de ocultarla y llevar adelante sus actividades diarias sin delatarse. -Observó el rostro de Mike-. Como en el caso del que mata una docena de personas en un supermercado y sin embargo los vecinos aseguran que era un hombre agradable y tranquilo.

Mike: Ocurre, es cierto. La mayoría de las personas se las ingenian para que los demás solamente vean lo que ellas quieren. De todas formas, también la mayoría solo ven lo que quiere ver. Si el ser humano fuese más sencillo, nosotros tendríamos que ganarnos la vida en otra actividad.

Zac: Es verdad. Gracias por su tiempo.

Mientras Zac se dirigía a los ascensores, se preguntó si Mike Crosby sería la clase de persona capaz de volarle tranquilamente la cara a una mujer. Tenía mucha sangre fría. De eso estaba seguro. Pero su intuición le decía que ocultaba algo, y que dependía de él descubrirlo.

Valdría la pena darse una vuelta por el hotel y averiguar si alguien había visto a Mike allí, la noche de la muerte de Brittany.

En su consulta, Mike esperó hasta oír el ruido del ascensor. Y volvió a esperar hasta que no oyó nada en absoluto. Luego cogió el teléfono, marcó los números y se pasó la palma húmeda por la cara.

Oyó la voz de Zac informando de lo que él ya sabía: que Vanessa no estaba allí. Mike colgó con rabia.

Maldito Zac Efron. Maldita Brittany. Y maldita Vanessa. Tenía que verla. Tenía que verla ya.


Jeff: No deberías haber vuelto todavía -estaba en el despacho de Vanessa, con cara de preocupación-.

Todavía olía a pintura nueva.

Los dos sabían por qué se habían pintado las paredes y por qué la alfombra era nueva. El escritorio de Vanessa exhibía una serie de marcas. La policía había registrado el despacho cuarenta y ocho horas antes y no había habido tiempo para reparar todo o reemplazarlo.

Ness: Pensé que te alegraría verme.

Jeff: Me alegro de verte, pero no aquí. -Como eran poco más de las ocho de la mañana, estaban solos. Jeff se sentía obligado a tratar de convencerla de que se tomara más tiempo para ella-. Has vivido una pesadilla, Ness, y todavía no ha pasado ni una semana.

Ness: Jeff, ya he discutido esto con Zac...

Jeff: Él no debía dejarte venir.

La reacción de Vanessa fue de furia, pero se contuvo. Admitió que sin duda seguía con los nervios de punta si reaccionaba así contra el pobre Jeff.

Ness: Zac no es quién para dejarme o no hacer algo. Si eso te hace sentir mejor, coincide contigo en cuanto a que debería tomarme más tiempo. Pero yo no opino lo mismo. Necesito trabajar, Jeff. La muerte de Brittany fue horrible, pero esconder la cabeza debajo de la almohada no hará que esa imagen desaparezca ni que las cosas cambien. Y necesito a mis compañeros. -Extendió una mano-. De veras que os necesito.

Jeff se acercó y le tomó la mano.

Jeff: Todos querríamos haber estado allí contigo, Ness.

Ness: Lo sé. -Le apretó la mano y lo hizo sentarse junto a ella, en el antepecho de la ventana-. Supongo que esto no ha sido fácil para nadie. ¿La policía te ha interrogado?

Jeff: Sí. -Hizo una mueca y se ajustó las gafas-. Ese teniente Jenner. «¿Dónde estaba usted la noche de los hechos?» -La mímica de Jeff fue tan perfecta que Vanessa se echó a reír-. Tuvimos que aguantarlo todos. Simon se moría de los nervios. Ya sabes cómo se pone cuando está bajo presión. Se retuerce las manos y traga con fuerza. Se puso tan mal que Ashley lo hizo recostarse y luego acusó al policía de acoso.

Ness: Siento habérmelo perdido -apoyó la cabeza en el hombro de Jeff, feliz de estar de vuelta con sus amigos-. ¿Qué otra cosa me perdí? -Sintió que él se ponía tenso y le apretó la mano para tranquilizarlo-. Me sentiría mejor si lo supiera, Jeff. Solo me dieron una vaga idea de cómo quedó destrozado este despacho. Echo en falta tu árbol de Navidad. Qué tontería, ¿no?, con todo lo que fue destruido aquí, yo me aflijo por ese árbol.

Jeff: Te conseguiré otro. Igual de feo.

Ness: Imposible -afirmó-. Vamos, dímelo. 

Él vaciló un momento.

Jeff: El despacho estaba hecho un caos, Ness. Pero los daños fueron superficiales. Cuando la policía nos dejó entrar, Loren lo limpió, pintó y cambió la alfombra. Estaba furioso. No contra ti -se apresuró a decir-. Contra todo el asunto, ya sabes. El hecho de que alguien hubiera entrado aquí y... hecho lo que hizo.

Ness: Lo llamaré.

Jeff: Vanessa... lo siento. No se me ocurre qué otra cosa decir. No sabes cuánto lamento que hayas tenido que pasar por todo esto. Ojalá pudiera decir también que lo siento por Brittany, pero no es así.

Ness: Jeff...

Jeff: Es verdad, no lo siento en absoluto -repitió y le apretó más la mano-. Ella quería hacerte daño. Intentó arruinar tu carrera. Utilizó a Drew, dijo mentiras, hizo pública toda la historia con aquel jugador de fútbol americano. No puedo lamentar que ya no esté. -Suspiro-. Supongo que eso me convierte en una persona muy fría.

Ness: Nada de eso. Brittany no inspiraba demasiada devoción.

Jeff: Tú sí.

Ella levantó la cabeza, se dio vuelta para sonreírle y en ese momento un sonido procedente de la puerta los sobresaltó a los dos.

Cassie: Dios mío -estaba allí, con un pesado pisapapeles en una mano y una escultura de bronce en la otra-. Creí que algún intruso se había colado.

Se llevó el pisapapeles al pecho.

Ness: He venido temprano -explicó mientras trataba de parecer serena y controlar la situación-. Pensé que había llegado el momento de ponerme al día.

Cassie: Entonces somos tres. -Sin quitarle los ojos a Vanessa, colocó la escultura y el pisapapeles sobre la mesa-. ¿Seguro que estás bien?

Ness: No -cerró un momento los ojos-. Pero necesito estarlo.

Aunque seguía con los nervios de punta y muy irritable, a media mañana Vanessa encontró cierto consuelo en la rutina básica de la oficina. Había que reubicar las citas, pensar y analizar nuevos temas para el programa. Cuando corrió la voz de que estaba de vuelta, los teléfonos comenzaron a sonar y la gente de la sala de redacción comenzó a subir, algunos por pura curiosidad y otros por auténtica preocupación.

Roger: Benny desea que ofrezcas una entrevista -le anunció-. Una exclusiva por los buenos tiempos. Son noticias, Ness. Muy calientes cuando se piensa que ocurrieron aquí mismo, en la CBC, e involucraron a dos grandes estrellas.

Una gran estrella, pensó ella. ¿Qué diferencia había entre una gran estrella y una pequeña estrella? Sabía lo que habría dicho Loren: una pequeña estrella busca salir el mayor tiempo posible en antena. Una gran estrella vende ese tiempo.

Ness: Dame un poco de tiempo, por favor. Dile que lo estoy pensando.

Rober: Por supuesto. Si tu decisión es afirmativa, me gustaría hacerte la entrevista. -La miró y apartó la vista-. Sería algo así como un espaldarazo. En la sala de redacción se rumorea de nuevo que habrá recortes.

Ness: Siempre hay rumores en la sala de redacción. -No le cayó bien el favor que él le pedía, y deseó que no lo hubiera hecho-. Está bien, Roger, por los buenos tiempos. Solo dame un par de días.

Roger: Eres un ángel, Ness. Será mejor que baje. Tengo que hacer unas grabaciones. -Se puso de pie-. Me alegra tenerte de vuelta. Ya sabes que si necesitas un hombro amigo, yo tengo dos.

Ness: Que quede entre nosotros.

Él tuvo el buen tino de ruborizarse.

Roger: Por supuesto. Entre nosotros.

Ella levantó las manos como para borrar esas palabras.

Ness: Lo siento. Supongo que estoy muy quisquillosa. Haré que Cassie organice una entrevista para dentro de uno o dos días. ¿Está bien?

Roger: Cuando tú digas -se marchó-.

Vanessa se reclinó en su sillón, cerró los ojos y trató de oír solamente el murmullo impersonal del televisor que había en el otro extremo de la habitación. Pensó que Brittany estaba muerta y que eso la convertía en una noticia, todavía más «caliente» que cuando estaba viva.

Pero Vanessa sabía que lo más espantoso era que ahora ella misma era también una noticia caliente. Y esa clase de noticias significaban audiencia. Desde el día del asesinato, La hora de Vanessa o, mejor dicho, las reposiciones de La hora de Vanessa habían escalado varios puntos en los índices y superaban ampliamente a la competencia. Ningún programa de entretenimiento o telenovela diurna podía competir con el enorme peso del crimen y el escándalo.

Brittany le había dado a su más importante rival el éxito que había pretendido arrebatarle. Pero había tenido que morir para conseguirlo.

Simon: ¿Vanessa?

Dio un respingo y abrió los ojos de par en par. Del otro lado del escritorio, Simon se sobresaltó tanto como ella.

Simon: Lo siento -se apresuró a decir-. Supongo que no me has oído llamar a la puerta.

Ness: Está bien. -Fastidiada por su propia reacción, sonrió-. Creo que tengo los nervios más descontrolados de lo que pensaba. Pareces agotado.

Él trató de sonreír.

Simon: No consigo dormir bien -comentó y sacó un cigarrillo-.

Ness: Pensaba que te habías ido.

Simon: Yo también. -Incómodo, movió los hombros-. Sé que has dicho que querías empezar a grabar el lunes.

Ness: Así es. ¿Algún problema?

Simon: Es solo que... -Se detuvo y dio una calada-. He pensado que, dadas las circunstancias... pero tal vez a ti no te importa. Pero me parecía que...

Vanessa se preguntó si sería preciso tirarle de la lengua para que terminara la frase.

Ness: ¿Qué te parecía?

Simon: El plató -dijo y se mesó el pelo-. Pensé que quizá querrías cambiar el decorado. Las sillas… ya sabes.

Ness: Dios mío. -Se llevó un puño a la boca visualizando a Brittany allí sentada, muerta, en la silla blanca-. Por Dios, no lo había pensado.

Simon: Lo siento, Vanessa. -Como no se le ocurrió nada mejor, la palmeó en la espalda-. No debí mencionarlo. Soy un idiota.

Ness: Gracias a Dios que lo has mencionado. Creo que yo no habría podido... -Se imaginó entrando en el plató y quedando paralizada por la impresión y el horror. ¿Habría salido huyendo, como lo había hecho antes?-. Oh, Simon. Dios santo.

Simon: Ness. -Volvió a palmearle la espalda-. No era mi intención hacerte sentir mal.

Ness: Al contrario, creo que acabas de salvar mi cordura. Por favor, que el encargado del decorado se ponga a trabajar. Dile que cambie todo. Los colores, las sillas, las mesas, las plantas. Todo. Dile... -Simon sacó un bloc para escribir sus instrucciones. Ese gesto sencillo y habitual, de alguna manera le levantó el ánimo-. Gracias, Simon.

Simon: Yo soy la persona encargada de los detalles ¿recuerdas? -Apagó el cigarrillo a medio fumar-. No te preocupes. Tendremos un decorado completamente nuevo.

Ness: Pero que siga siendo cómodo y acogedor. ¿Por qué no te vas a casa temprano? Consigue alguien que te haga un buen masaje.

Simon: Prefiero trabajar.

Ness: Entiendo.

Simon: No pensaba que me afectaría tanto -reconoció y se guardó el bloc-. Trabajé con Brittany muchos años. No puedo decir que le tuviera afecto, pero la conocía. Yo solía pararme exactamente aquí, donde estoy, cuando ella estaba detrás del escritorio. -Levantó la vista y su mirada se encontró con la de Vanessa-. Ahora está muerta. No puedo dejar de pensar en eso.

Ness: Yo tampoco.

Simon: El asesino estuvo aquí también. -Con cautela, paseó la vista por la habitación, como si esperara que alguien saltara desde un rincón con una pistola-. Caray, lo siento. Lo único que hago es asustarnos a los dos. Supongo que estoy así porque la ceremonia fúnebre será esta noche.

Ness: ¿Esta noche? ¿En Nueva York?

Simon: No; aquí. Supongo que quería ser enterrada en Chicago, donde tuvo su gran oportunidad. No será una gran ceremonia ni nada por el estilo, porque... -De pronto recordó el motivo y tragó con fuerza-. Bueno, solo habrá un servicio en la funeraria. Creo que yo debería asistir.

Ness: Por favor, dale los detalles a Cassie. Creo que también yo debería ir.


Zac: Esto no es solo insensato -afirmó con furia apenas contenida-. Es directamente una locura.

Vanessa observó cómo los limpiaparabrisas arrastraban la sucia cellisca de los vidrios. La nieve caída durante el día se había convertido en fango junto a los bordillos de las aceras. Y la cellisca que la reemplazaba caía, helada, con saña.

Una noche perfecta para un funeral.

Ness: Te dije que no tenías por qué venir conmigo.

Zac: Sí, claro. -Vio un grupo de periodistas apiñados en el exterior y siguió adelante-. Maldita prensa.

Vanessa se sorprendió por el comentario y sintió la extraña necesidad de reírse. Pero temió que pareciera una reacción histérica.

Zac: Aparcaré al final de la calle -anunció con los dientes apretados-. Veremos si podemos encontrar una entrada lateral o posterior.

Ness: Lo siento -repitió cuando él hubo estacionado el vehículo-. Lamento haber hecho que salieses con esta noche. 

Tenía un dolor de cabeza que no se atrevía a mencionar. Y una sensación desagradable en la boca del estómago que prometía acrecentarse.

Zac: No recuerdo que me hayas obligado a venir.

Ness: Sabía que no me dejarías venir sola. Así que es más o menos lo mismo. Ni siquiera yo puedo explicarme por qué creo que debo hacer esto. Pero tengo que hacerlo. -De pronto se volvió hacia él y le apretó la mano-. El asesino podría estar aquí. No hago más que preguntarme si lo reconoceré. Si al mirarlo a la cara lo sabré. Me aterra la posibilidad de que así sea.

Zac: Pero igualmente quieres asistir.

Ness: Tengo que hacerlo.

Pensó que la cellisca ayudaba. No solo era helada sino que exigía abrigos largos y paraguas. Caminaron en silencio, contra el viento. Vio la furgoneta de la CBC antes de que Zac condujera por el lateral del edificio. Él la hizo entrar, y los dos se empaparon cuando él cerró el paraguas.

Zac: Detesto los malditos funerales.

Vanessa lo observó mientras se quitaba los guantes y el abrigo. Ahora lo entendía. Más que fastidio con ella por insistirle en que asistiera, más que preocupación o incluso miedo, en los ojos de Zac había espanto.

Ness: Lo siento. No lo sabía.

Zac: No he estado en uno desde... hace años. ¿Qué sentido tiene? Lo muerto, muerto está. Las flores y la música de órgano no cambian nada.

Ness: Se supone que sirve de consuelo para los vivos.

Zac: No lo he notado.

Ness: No nos quedaremos mucho.

Vanessa le tomó la mano, sorprendida por el hecho de que fuera él más que ella quien necesitaba consuelo.

Zac pareció estremecerse.

Zac: Terminemos con esto de una vez.

Ya alcanzaban a oír el murmullo de voces, el sonido apagado de una música fúnebre. Con alivio, Zac advirtió que no había música de órgano sino un sombrío dúo de piano y cello. El ambiente olía a limón, perfume, flores. Podría haber jurado que también alcanzó a oler whisky, como una hoja filosa que cortaba esa atmósfera dulzona.

Una gruesa alfombra apagó sus pisadas cuando atravesaron un amplio vestíbulo. A ambos lados, unas pesadas puertas de roble se encontraban discretamente entornadas. En el extremo del vestíbulo estaban abiertas de par en par. El humo de los cigarrillos se sumaba al miasma de olores.

Cuando Zac sintió que Vanessa temblaba, la ciñó con firmeza por la cintura.

Zac: Podemos darnos la vuelta e irnos, Vanessa. No es algo de lo que debamos avergonzarnos.

Ella se limitó a menear la cabeza. Entonces vio una cámara de televisión. Al parecer; la prensa no se encontraba solamente reunida en la calle. A varios equipos periodísticos con sus cámaras, micrófonos y luces se les había permitido asistir. El suelo estaba lleno de cables entrecruzados.

Los dos entraron.

En el techo, con sus murales de querubines y serafines, reverberaba el murmullo de voces y el entrechocar de copas.

La habitación estaba repleta de gente. Mientras pasaba la vista de un rostro a otro, Vanessa se preguntó si encontraría pesar o al menos resignación. ¿Brittany sentiría que la estaban llorando lo suficiente? ¿Su asesino estaría también allí, para observarlo todo?

Zac notó que nadie lloraba. Sí vio estupor y miradas serias. La gente, respetuosamente, hablaba en voz baja. Y las cámaras lo filmaban todo. Zac se preguntó si también, sin saberlo, registrarían un rostro al que quizá le resultaría imposible disimular su sensación de macabro triunfo. Mantuvo a Vanessa cerca suyo, al intuir que el asesino estaría allí, mientras miraba todo.

Había una fotografía de Brittany en un marco de oro. Esa halagadora toma publicitaria estaba encima de un féretro brillante de caoba.

Le recordó a Zac, con súbita intensidad, lo que se encontraba discretamente oculto por esa tapa cerrada. Al sentir que Vanessa se estremecía, instintivamente la apretó contra sí.

Zac: Vámonos de aquí.

Ness: No.

Zac: Kansas...

Pero al mirarla, vio algo más que sobrecogimiento y miedo. Vio lo que le faltaba a las otras caras que poblaban la habitación: dolor.

Ness: Cualesquiera hayan sido sus motivos -musitó-, ella me ayudó en cierta época. Y el asesino se justificó en mí. -Se le quebró la voz-. No puedo olvidarlo.

Tampoco Zac. Era lo que más lo aterraba.

Zac: Sería mejor que Dan Gardner no nos viese.

Vanessa asintió y en ese momento lo vio en un rincón del cuarto, recibiendo las condolencias.

Ness: Él la está usando, aunque esté muerta. Es horrible.

Loren: Una escena muy interesante, ¿no creéis? -comentó cuando se unió a ellos. Miró a Vanessa y asintió-. Te veo muy recuperada.

Ness: No, no lo estoy. -Agradecida por el cumplido, ella lo besó en la mejilla-. Pensaba que no vendrías.

Loren: Yo podría decir lo mismo. Sin embargo, de alguna manera me pareció necesario, pero ya lo estoy lamentando. -Su expresión se trocó en fastidio al mirar a Dan Gardner-. Se rumorea que ese tipo planea presentar clips de este evento junto con el especial que Brittany grabó para el próximo mes de mayo. Y les está pidiendo otros cinco mil dólares por minuto a los anunciadores. Lo peor es que el muy hijo de puta los conseguirá.

Ness: El mal gusto a menudo cuesta más que el bueno -murmuró-. Aquí debe de haber quinientas personas.

Loren: Por lo menos. Un puñado de ellas hasta lamenta que ella haya muerto.

Ness: Oh, Loren -exclamó y sintió un nudo en el estómago-.

Loren: Detesto reconocer que soy una de ellas. -Suspiró y se encogió de hombros-. Seguro que a Brittany le habría gustado saberlo. ¿Sabéis una cosa?, no termino de decidir si Brittany merecía o no a Dan Gardner.

Ness: Estoy segura de que no te merecía a ti. Nosotros nos vamos, Loren. ¿Vienes?

Loren: No; me quedaré hasta el final. Pero creo que tú deberías evitar toda clase de publicidad esta noche aquí. Escabullíos discretamente.

Cuando hubieron salido de aquella sala, Vanessa le confió a Zac:

Ness: No sabía que él todavía la quería.

Zac: Yo tampoco. -Miró con fijeza a Vanessa-. ¿Estás bien?

Ness: De hecho, me siento mejor -contestó y apoyó la mejilla en su hombro. Se dio cuenta de que casi todo su temor había desaparecido-. Me alegro de que hayamos venido.

Kate: Perdón -estaba de pie en el umbral, con un vestido de seda negra-. Lamento interrumpiros.

Ness: Descuida. Ya nos íbamos.

Kate: Yo también me voy. No es la clase de fiesta que me gusta. -Esbozó una leve sonrisa-. Ella era una hija de puta y yo la odiaba. Pero no estoy segura de que ni siquiera Brittany mereciese ser usada de manera tan flagrante. -Suspiró y movió los hombros como para alejar esos pensamientos-. Quisiera un trago. Y necesito hablar contigo. -Miró a Zac y frunció el entrecejo-. Supongo que tendrá que ser con los dos, y a estas alturas admito que no me importa. -Vio cómo Zac enarcaba una ceja y volvió a sonreír-. Mira, ¿por qué no vamos a un bar? Os invito a una copa y os contaré una pequeña historia que tal vez encontréis interesante.


3 comentarios:

Caromi dijo...

WOW! Kate le dirá la verdad? habrá sido ella la q discutia con Brittany?
Todo esta muy interesante y me encanta la pareja que hacen Zanessa
Publica el otro pronto pleaseee

Anónimo dijo...

No tardes please!!!

Maria jose dijo...

Pero que cierre de capitulo!!!
Todo es tan emocionante
Ya quiero saber que le dice kate!!!
Siguela pronto que cada vez esta mas emocionante
Saludos

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