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viernes, 15 de marzo de 2019

Capítulo 29


Arnold: Efron, sé que está muy alterado, pero tendrá que dejar que yo coja el timón.

Jenner estaba en la acera, frente a la casa de Jeff, con plena conciencia de que de un momento a otro Zac se decidiría a tomar por asalto la casa. Y eso no podía permitirlo.

Zac: Vanessa está ahí adentro. Lo sé.

Arnold: No es mi intención menospreciar su intuición, pero no podemos saberlo con certeza. Solo sabemos que Jeff Hyatt le pasó un mensaje. Vamos a verificarlo todo -le recordó Jenner-. Del mismo modo que hicimos con el chófer Tim O'Malley.

Zac: Que no estaba en su casa -agregó y observó las ventanas del edificio-. El coche no estaba en el aparcamiento. Y nadie ha visto a O'Malley desde la tarde. Así que, ¿dónde demonios está Tim? ¿Dónde demonios está Vanessa?

Arnold: Eso es lo que trataremos de averiguar. No pienso perder tiempo en decirle que regrese a su casa, pero sí le ordeno que deje que yo me encargue de Hyatt.

Zac: Hágalo, entonces.

Tal vez su voz sonase fría, pero Jenner sabía que Zac estaba a punto de explotar. Un melodioso sonido de campanillas se oyó cuando Jenner llamó al timbre de la puerta de calle. Debajo de sus pies había un felpudo con la palabra BIENVENIDO tejida en negro. En el centro de la puerta había una corona navideña con un moño rojo. Alrededor del marco de la puerta colgaban lucecillas de colores. Hyatt parecía estar preparado para las fiestas.

Él sabía que vendrían, y estaba a punto. Vestido con un chándal, Jeff bajó por la escalera. Los había visto llegar desde la ventana de su dormitorio. Sonrió para sí cuando se detuvo un momento frente a la puerta. Sabía que este era el paso siguiente para liberar a Vanessa.

Abrió la puerta.

Jeff: Hola, Zac -se mostró confundido-. ¿Qué ocurre?

Zac: ¿Dónde está ella? Dime dónde está.

Jeff: ¿A qué te refieres? -Desconcertado, miró a Zac y después a Jenner-. ¿Qué ocurre? ¿Pasa algo malo?

Arnold: Señor Hyatt -dijo Jenner-. Quisiera hacerle algunas preguntas. 

Jeff: Está bien -se masajeó la sien con los dedos-. ¿Quieren pasar?

Arnold: Gracias. Señor Hyatt, ¿le pasó usted un recado a la señorita Hudgens a eso de las tres de esta tarde?

Jeff: Sí. ¿Por qué? -Con una mueca, siguió masajeándose la sien-. Por Dios, tengo un terrible dolor de cabeza.

Se volvió hacia el salón. Los muebles parecían salidos de un catálogo de saldos. Mesas que hacían juego, sillas que hacían juego, lámparas mellizas, un ambiente práctico y aburrido para solteros sin ideas o recién casados sin dinero. Solo Jeff se sentó.

Zac: ¿Le dijiste a Vanessa que yo había llamado?

Jeff: Por supuesto que sí -su sonrisa fue cautelosa, lo mismo que su mirada-. Tu asistente me pidió que le dijera a Ness que tenias una reunión pero que volverías temprano a casa.

Arnold: ¿Usted no habló con el señor Efron? -preguntó Jenner-.

Jeff: No. Me pareció extraño que hubiese llamado a mi oficina, pero cuando fui a decírselo a Ness, estaba con Cassie y se probaba en ese momento el vestido de novia. Estaba muy guapa.

Arnold: ¿Por qué abandonó la oficina temprano?

Jeff: Por este maldito dolor de cabeza. No he podido hacerlo desaparecer en todo el día. Hace que me cueste concentrarme. Oigan. -Volvió a ponerse de pie, impaciente y perplejo-. ¿De qué va todo esto? ¿Es un delito pasar un recado telefónico?

Arnold: ¿A qué hora se fue de la oficina?

Jeff: En cuanto hablé con Ness. Vine a casa... bueno, primero pasé por la farmacia y compré aspirinas. Pensé que si me acostaba un rato... -Su voz se fue perdiendo-. Algo le ha ocurrido a Ness. -Como si las piernas no pudieran sostenerlo, volvió a sentarse en el sofá-. Dios mío. ¿Está herida?

Arnold: Nadie la ha visto desde que se marchó de la oficina -le explicó Jenner-.

Jeff: Por Dios. ¿Han hablado con Tim? ¿No la llevó él a su casa?

Arnold: No hemos podido localizar al señor O'Malley. 

Jeff se frotó la cara.

Jeff: No era un recado de tu asistente, ¿no, Zac? Yo no hice ninguna pregunta. No presté atención. -Le tembló el mentón y dejó caer de nuevo las manos-. En lo único que pensaba era en volver a casa y meterme en la cama. Me limité a decir que sí, que se lo diría. Y lo hice.

Zac: No te creo -no movió un músculo, pero sus palabras fueron como una bofetada-. Eres un hombre meticuloso, Jeff. Es así como Vanessa te describe. ¿Cómo es posible que, con todo lo que ha estado ocurriendo, pases un recado sin averiguar su procedencia?

Jeff: Se suponía que era tuyo. -La forma en que Zac lo observó, como si pudiera ver los vericuetos secretos de su mente, lo puso nervioso-. ¿Por qué no habría de dárselo?

Zac: Entonces no tendrás inconveniente en que registremos la casa -miró a Jenner-. Exhaustivamente.

Jeff: ¿Tú crees que yo...? -cerró la boca de golpe y se puso de pie-. Adelante. Registrad cada habitación. Quiero que lo hagáis.

Arnold: Apreciamos su cooperación, señor Hyatt. Pero sería mejor que nos acompañara mientras lo hacemos.

Jeff: De acuerdo -se quedó parado un momento, mientras miraba fijamente a Zac-. Sé lo que sientes por ella, y supongo que no puedo culparte por esto.

Registraron cada cuarto, y también los armarios, alacenas y el garaje, donde estaba estacionado el sedán de Jeff. Les llevó menos de veinte minutos.

Zac repasó los muebles funcionales y pulcros, la ropa práctica e impecablemente planchada. Como realizador del programa de mayor audiencia, sin duda recibiría un muy buen sueldo. Zac notó también que no gastaba ningún dinero en su persona y se preguntó con qué fin ahorraba su dinero Jeff Hyatt.

Jeff: Ojalá ella estuviera aquí -comentó-. Al menos se encontraría a salvo. Quiero ayudar. Podemos empezar con la prensa y obtener cobertura nacional. Por la mañana tendríamos buscándola a todos los habitantes del país. Todo el mundo conoce su cara. Alguien la verá. Ese tipo no puede tenerla encerrada en una torre aislada.

Zac: Quien la retiene -advirtió y en ningún momento apartó sus ojos de Jeff- debe saber que yo la encontraré.

Sin mirar atrás, Zac salió de la casa. Segundos después, se oyó el rugido de su coche.

Jeff: No lo culpo -murmuró y miró a Jenner-. Nadie podría culparlo.

Cerró la puerta con llave cuando el policía se hubo marchado. Su sonrisa se fue ensanchando a medida que subía por la escalera. Tal vez volverían. Una parte suya deseaba que así fuera. Porque los acompañaría a recorrer otra vez la casa mientras su princesa dormía en la habitación oculta.


Jenner encontró a Zac en su casa. No hizo mención alguna de los límites de velocidad que sin duda habría violado para llegar tan rápido.

Arnold: Investigaremos a fondo a Hyatt y O'Malley. ¿Por qué no se porta como un periodista y pone la noticia en antena?

Zac: Estará en antena. Hyatt le ha dado la impresión de ser tan inocente como un corderito recién nacido, ¿no?

Arnold: Sí, así es.

Zac: Pues su casa me ha dejado ciertas dudas -agregó al cabo de un momento-.

Arnold: ¿Dudas?

Zac: Nada fuera de lugar. Ningún cuadro torcido, ni siquiera polvo en la mesa. Los libros y las revistas alineados como soldados, los muebles dispuestos de manera geométrica. Todo centrado e impecablemente limpio.

Arnold: Yo también lo noté. Sin duda es un tipo obsesivo.

Zac: Eso creo. Encaja en el cuadro.

Jenner recibió ese comentario con una leve inclinación de la cabeza.

Arnold: Un hombre puede ser obsesivamente meticuloso sin ser obsesivamente homicida.

Zac: ¿Dónde estaba el árbol de Navidad? -murmuró-.

Arnold: ¿El árbol de Navidad?

Zac: Tiene la corona y las luces, pero ningún árbol. Cualquiera diría que debería haber un árbol en alguna parte.

Arnold: Quizá es uno de esos hombres tradicionalistas que no lo monta hasta la Nochebuena. 

Pero el detalle era interesante.

Zac: Otra cosa, teniente. Él asegura que volvió a su casa temprano para acostarse. La cama de su dormitorio era la única un poco revuelta. La almohada estaba un poco hundida, y el cubrecama un poco arrugado. Por lo visto lo sacamos de la cama.

Arnold: Eso dijo.

Zac: Entonces, ¿cómo es que tenía las zapatillas puestas? Y con lazo doble en los cordones. Alguien así de prolijo no se acuesta en su cama con las zapatillas puestas.

Maldición, ese detalle se le había pasado por alto, pensó Jenner.

Arnold: Creo haberlo dicho antes, señor Efron. Usted es muy observador.


No podía quedarse en casa. No sin Vanessa. Zac hizo lo único que se le ocurrió: volvió a la CBC, pero evitó la sala de redacción. No soportaría que le hicieran preguntas. Fue a su despacho y se preparó café bien cargado. Le agregó una medida generosa de whisky.

Encendió el ordenador.

Ash: Zac -los ojos hinchados y enrojecidos. Antes de que él hubiera terminado de ponerse de pie, ella dio un paso adelante-. Dios mío, Zac.

Él le palmeó los hombros temblorosos, aunque no sabía qué consuelo ofrecerle.

Ash: Tuve que llevar a Kelsey al pediatra para su revisión de rutina. Yo no estaba aquí. Ni siquiera estaba aquí.

Zac: No podrías haberlo evitado.

Ash: Tal vez sí. ¿Cómo logró él acercársele? He oído una docena de versiones diferentes.

Zac: Entonces has venido a buen lugar. ¿Qué es lo que quieres? ¿La verdad o la precisión?

Ash: Las dos cosas.

Zac: Una cosa no es igual a la otra, Ashley. Has estado suficiente tiempo en este medio. No sabemos nada con precisión. Sabemos que Vanessa se fue temprano, salió al aparcamiento donde se suponía que la esperaban su coche y su chófer. Y ahora ha desaparecido. También su chófer parece haberse esfumado.

A Ashley no le gustó nada el frío control de su voz ni el leve zumbido del ordenador.

Ash: Entonces, ¿cuál es la verdad, Zac? ¿Por qué no me lo dices?

Zac: La verdad es que quien le ha estado mandando esas notas, quien mató a Drew Seeley, Brittany y Crosby, tiene a Vanessa. La policía ha radiado una orden de búsqueda, y otra con respecto a O'Malley y el automóvil.

Ash: Tim no puede haberlo hecho.

Zac: ¿Por qué no? ¿Porque lo conoces? ¿Porque es parte de la familia agregada de Vanessa? A la mierda con eso. Puede haberlo hecho -se sentó y bebió un sorbo de café-. Pero no creo que lo haya hecho. No puedo estar seguro hasta que aparezca. Si es que aparece.

Ash: ¿Por qué no habría de aparecer? Hace dos años que trabaja con Ness. Y jamás ha faltado, ni un solo día.

Zac: Tampoco ha estado muerto antes, ¿no? -Maldijo interiormente a Ashley, y a sí mismo, cuando ella palideció. Se levantó y se sirvió whisky-. Lo siento, Ashley. Estoy enloquecido.

Ash: ¿Cómo puedes quedarte ahí sentado y decir esas cosas? ¿Cómo puedes trabajar, pensar en el trabajo, cuando Ness ha desaparecido? Esto no es una catástrofe internacional que debes cubrir, en la que tú eres el periodista sereno e inmutable. Se trata de Ness.

Él metió las manos en los bolsillos. Ashley se sirvió un dedo de whisky.

Zac: Cuando algo es importante, vital, cuando la respuesta significa todo, uno se sienta, trabaja, lo elabora, toma todos los hechos y crea un guión en el que todas las piezas encajan. Algo preciso. Sabes, creo que nuestro hombre es Jeff.

Ash: ¿Jeff? -se atragantó con el whisky-. Estás loco. Jeff es absolutamente leal a Vanessa, y es inofensivo como una criatura. Jamás le haría daño.

Zac: Apuesto mi vida a ello. Necesito todo lo que tengas sobre él, Ashley. Registros de personal, memorandos, archivos. Necesito tus impresiones, tus observaciones. Necesito que me ayudes.

Ella solo le estudió el rostro. No, no tenía la mirada fría. Tenía los ojos ardientes, y detrás de ellos se adivinaba el terror.

Ash: Dame diez minutos -contestó y lo dejó solo-.

Volvió en menos del tiempo calculado, con un montón de carpetas y una caja de disquetes.

Ash: Su registro de empleo, currículum vitae, solicitud de empleo, informe de Hacienda. Tomé sus calendarios de escritorio. Los guarda de un año a otro. Todos estaban archivados.

Meticuloso. Obsesivo. Aunque se le heló la sangre, Zac puso el primer disquete en el ordenador.

Ash: Esto tiene que ver con el personal de la CBC. Espero que no tengas inconveniente en violar la ley.

Zac: En absoluto. Esta solicitud es de abril del ochenta y nueve. ¿Cuándo salió al aire en la CBC el programa de Ness?

Ash: Alrededor de un mes antes. Pero eso no prueba nada.

Zac: No, pero es un hecho. -El primero sobre el cual se puede edificar algo-. La misma dirección que tiene ahora. ¿Cómo pudo tener una casa como esa cuando solo trabajaba de pinche en una radio?

Ash: La heredó. Se la dejó su tío. Zac, he tenido que llamar a la familia de Ness -se llevó una mano a la boca-. Piensan tomar el primer vuelo de la mañana.

Zac: Lo siento. -Miró la pantalla. Familias. Él nunca había tenido una que se preocupara por él-. Yo debería haberlo hecho.

Ash: No, no es eso lo que he querido decir. Es solo… que no sé qué les diré.

Zac: Diles que la buscaremos y la traeremos de vuelta. Es la verdad. Ashley, trata de encontrar en su calendario la fecha en que mataron a Drew Seeley. Fue en febrero del noventa y dos.

Ash: Sí, lo recuerdo. -Pasó las páginas-. Ese día tuvimos programa. Jeff lo dirigía. Lo recuerdo porque nevó y a todos les preocupaba que hubiera poco público.

Zac: ¿Recuerdas si él estuvo presente?

Ash: Sí, claro. Jamás faltaba. Parece que tenía una reunión con Simon a la diez.

Zac: Habría tenido tiempo -murmuró-.

Ash: Por Dios, ¿de veras crees que fue a Nueva York, le disparó a Drew, volvió y vino al estudio para dirigir un programa, todo antes del almuerzo?

Sí, pensó fríamente Zac. Sí, claro que lo hizo.

Zac: Drew fue asesinado alrededor de las siete de la mañana. Hay una hora de diferencia entre Chicago y Nueva York. Estos son los hechos. Ahora vienen las especulaciones: va y vuelve en avión, tal vez contrató una avioneta. Necesito sus recibos y facturas.

Ash: No guarda aquí sus cosas personales.

Zac: Entonces tendré que volver a su casa. Asegúrate de que mañana por la mañana esté aquí. Y asegúrate de que se quede aquí.

Ella se puso de pie y se sirvió café en el whisky.

Ash: Está bien.

Zac: Veamos qué más podemos encontrar.


Vanessa había perdido toda noción del tiempo. En ese mundo claustrofóbico que Jeff había creado para ella no había diferencia entre el día y la noche. Sentía la sensación de tener algodón en la cabeza y llagas en el estómago, pero tomó el desayuno que él le había dejado. No abrió el sobre blanco que venía en la bandeja.

Durante un buen rato trató de encontrar una abertura en la pared, metió una cuchara e hizo palanca en todas partes hasta que se le acalambraron los dedos. Con el único resultado de estropear el empapelado de la pared.

No podía estar segura de que él hubiera salido de la casa, ni cuánto tiempo estaría sola. Entonces recordó el televisor y cogió el mando.

Todavía era de mañana, pensó, sus ojos velados por las lágrimas mientras hacía zapping. Qué fácil resultaba ordenar el tiempo alrededor de los horarios de la televisión.

Comprendió que se había quedado dormida en el horario de su propio programa, y eso le produjo una risa amarga.

¿Dónde estaba Zac? ¿Qué hacía? ¿Dónde la buscaba?

Mecánicamente se puso de pie y fue al baño. Aunque ya lo había hecho antes, repitió la rutina de pararse en el borde de la bañera, subirse a la tapa del inodoro y buscar cámaras ocultas.

No le quedó más remedio que confiar en la palabra de Jeff, en el sentido de que allí no la espiaría.

Cerró la puerta y trató de no pensar en la falta de cerradura. Y se desnudó.

Tuvo que luchar contra el miedo de que él entrara cuando ella se sentía más vulnerable. Necesitaba una ducha fría para despejarse la cabeza. Se frotó fuertemente, se enjabonó y se enjuagó.

Jeff no había olvidado ni un detalle. Su marca preferida de champú, de talco, de cremas. Las usó todas y esa rutina le proporcionó cierto consuelo. Envuelta en una bata de baño, volvió a la habitación.

Eligió un suéter y pantalones. La clase de atuendo que elegiría para un día de descanso en su casa. Una vez vestida, comenzó a caminar por la habitación. Mientras lo hacía, se puso a trazar planes.

Zac estacionó el coche a media manzana y caminó hasta la casa de Jeff Hyatt. No se molestó en llamar. Acababa de hablar por teléfono con Ashley desde el coche, y sabía que Jeff estaba en el estudio.

Zac tenía el juego de llaves extra que Ashley había sacado del cajón del escritorio de Jeff. Había tres cerraduras. Demasiada seguridad, pensó, para un vecindario tan tranquilo. Abrió las tres y, una vez dentro, tomó la precaución de volver a echar la llave.

Empezó por el piso superior. Buscó meticulosamente, revisó cada cajón, cada papel, con su ojo de periodista en busca de cualquier detalle, por ínfimo que fuera. Quería encontrar un recibo, alguna prueba de que Jeff había viajado a Nueva York y había vuelto el día del asesinato de Drew.

Tal vez Jenner no tuviera instinto de periodista, pero seguro que no pasaría por alto los hechos. Una vez pillaran a Jeff, le sonsacarían el paradero de Vanessa. Mantuvo también los ojos bien abiertos para cualquier prueba que indicara que Jeff tenía otra casa, una habitación, un apartamento. Tal vez tuviera prisionera a Vanessa allí.

Se negaba a creer que estuviera muerta. Hasta el momento, el modus operandi era matar a las personas en lugares públicos.

Cerró el último cajón del escritorio y pasó a los archivos.

Cuando terminó, tenía las manos húmedas. Mientras se sobreponía a su desesperación, salió del despacho y entró en el dormitorio de Jeff. No encontró nada, salvo la prueba de que Jeff era un empleado organizado y meticuloso que vivía modestamente bien, tal vez demasiado bien para sus ingresos.

Mientras Zac registraba el dormitorio, Vanessa caminaba de un lado a otro justo debajo de él, en la planta baja. Sabía que solo tendría una oportunidad, y que el fracaso sería algo más que arriesgado. Podría ser fatal.


Arriba, en el dormitorio, Zac revisaba una hilera de videocasetes. Por lo visto, ese hombre era un fanático. Las etiquetas indicaban series de televisión, películas, eventos especiales. Más de cien estuches negros tapizaban la pared junto al televisor. Zac jugueteó con el mando a distancia, y decidió que tendría tiempo después, cuando terminara de registrar la casa. Había seleccionado algunas cintas para ver si contenían algo más personal.

Colocó el mando sobre la mesa, sin imaginar que con solo oprimir un botón traería a la vida a Vanessa en la pantalla. Comenzó a revisar el armario.

El olor a naftalina inundó su nariz. Los pantalones colgaban bien planchados; las chaquetas estaban en perchas acolchadas, los zapatos, muy ordenados. En el álbum de fotos que encontró en un estante solamente había instantáneas de un hombre mayor, a veces solo, a veces con Jeff al lado. Su mandíbula parecía permanentemente apretada; los labios, marchitos y con expresión severa. Debajo de cada fotografía había una anotación precisa. «Tío Matthew al cumplir 75 años, junio de 1983.» «Tío Matthew y Jeff, Pascua de 1977.» «Tío Matthew, noviembre de 1988.»

No había nadie más en el álbum. Solo un joven, un poco delgado, y su ceñudo tío. Jamás una joven, o un niño riendo, o una mascota traviesa.

Tuvo la sensación de que ese libro era algo enfermizo. Zac volvió a colocarlo en el estante y cuidó de alinear bien los bordes.

Detalles, pensó sombríamente. Dos podían participar de ese juego.

La ropa interior estaba en el cajón superior de la cómoda. Calzoncillos blancos como la nieve, planchados y doblados. Debajo solo había papel blanco, con un leve aroma a lilas.

Eso era casi peor que la naftalina, pensó Zac y pasó al siguiente cajón.

No se habían utilizado los lugares habituales para esconder cosas. No encontró papeles ni paquetes sujetos a la parte inferior o posterior de los cajones, nada valioso oculto en los zapatos. En el cajón de la mesilla de noche había una TV Guide con los programas seleccionados marcados con rotulador fluorescente. Además, un bloc, un lápiz bien afilado y un pañuelo adicional.

Hacía media hora que estaba en la casa cuando lo encontró: un diario personal, debajo de la almohada, encuadernado en cuero y cerrado con llave. Zac buscaba su cortaplumas en el bolsillo cuando oyó el ruido de una llave en la cerradura.

Maldita seas, Ashley, pensó, y miró el armario. Pero lo descartó por considerarlo un tópico y también algo humillante. Prefería enfrentarse a un enemigo que esconderse de él. Dio un paso hacia la puerta del dormitorio en el momento en que Jeff atravesaba silbando el vestíbulo camino de la cocina.

Zac: No pareces muy desolado que digamos, hijo de puta -murmuró y bajó por la escalera-.

No podía esperar para verla. Jeff sabía que se la estaba jugando al abandonar la oficina, cuando Ashley insistió tanto en que se quedara. Pero él se marchó igualmente, impaciente por llegar a casa. Por ver a Vanessa. El estudio era un caos: nadie podía trabajar, y siempre podría alegar que había necesitado estar solo. Nadie le culparía.

Sirvió un vaso de leche, colocó pastelillos en un plato de porcelana y puso ambas cosas en una bandeja con una única rosa.

Ahora ella ya estaría descansada. Sin duda se sentiría mejor, más cómoda. Y pronto, muy pronto, comprobaría lo bien que él podía cuidarla.

Zac esperó en el rellano de la escalera. Oyó silbar a Jeff y ruido de platos. Oyó pasos, un leve clic, seguido de otro.

Y luego, nada en absoluto.

¿Adónde había ido el muy hijo de puta? Empezó a bajar por la escalera en silencio. Se deslizó como una sombra de un cuarto al otro. Cuando llegó a la cocina, quedó sorprendido. Vio la caja de pastelillos, aspiró el aroma dulzón, pero Jeff había desaparecido.

Jeff: Estás preciosa. -Al sentirse seguro en esa habitación insonorizada, le sonrió a Vanessa-. ¿Te ha gustado la ropa?

Ness: Sí, muy bonita -se obligó a sonreír-. Me he duchado. No puedo creer que te hayas tomado la molestia de comprar mis marcas favoritas.

Jeff: ¿Has visto las toallas? Hice que les bordaran tus iniciales.

Ness: Ya. Fue muy amable de tu parte, Jeff. ¿Me traes pastelillos?

Jeff: Son los que más te gustan.

Ness: Así es. -Sin dejar de mirarlo, se acercó, eligió uno y lo mordió con delicadeza-. Exquisito. -Notó que él le miraba la boca cuando se lamió una miga-. Has estado fuera mucho tiempo.

Jeff: He vuelto tan pronto como pude. La semana que viene pienso presentar mi renuncia. Tengo suficiente dinero ahorrado, y mi tío hizo muchas inversiones. No tendré que dejarte nunca más.

Ness: Aquí me siento muy sola -se sentó en el borde de la cama-. Te quedarás conmigo, ¿no?

Jeff: Tanto como quieras.

Ness: Siéntate aquí -pidió y tocó la cama-. Creo que si ahora me explicas las cosas, estoy preparada para entenderlo.

Las manos de Jeff temblaron cuando apoyó la bandeja sobre la mesa.

Jeff: ¿No estás enfadada?

Ness: No. Pero sigo un poco asustada. Me da miedo estar encerrada aquí.

Jeff: Lo siento. -Se sentó en la cama junto a ella, pero dejó un par de centímetros entre los dos-. Algún día será diferente.

Ness: Jeff -apoyó una mano sobre la suya-. ¿Por qué decidiste hacer esto? ¿Cómo supiste que había llegado el momento apropiado?

Jeff: Sabía que tenía que ser pronto, antes de la boda. Cuando ayer entré en tu oficina y te vi con el traje de novia… supe que no podía esperar más. Fue como una señal. Estabas tan guapa, Ness.

Ness: Pero corriste un riesgo muy grande. Tim estaba esperándome abajo.

Jeff: Era yo. Yo te esperaba. Utilicé su chaqueta y su gorra, y sus gafas de sol.

Cuando él bajó la vista y se quedó mirando las manos entrelazadas de los dos, ella preguntó:

Ness: Jeff, ¿Tim ha muerto?

Jeff: No lo hice de la misma manera que con los demás. -Ansioso, la miró con los ojos confiados de un niño-. Tim no te hizo daño. Pero tenía que quitarlo de en medio, y rápido. Yo también le tenía afecto, de veras. De modo que fui rápido. No sufrió. Lo puse en el maletero y después de traerte aquí llevé el coche a un aparcamiento del centro. Lo dejé allí y volví a casa. Para estar contigo. Tienes que entenderlo, Vanessa -dijo cuando apartó la vista-.

Ness: Eso trato. Dios santo. Quiero creer que no le has hecho nada a Zac, ¿verdad?

Jeff: Te prometí que no. Él te ha tenido todo este tiempo y yo he debido esperar.

Ness: Lo sé, lo sé. Pero me están buscando, ¿no es así?

Jeff: No te encontrarán.

Ness: Pero me buscan.

Jeff: Ya. -Se puso en pie. Todo había salido perfectamente bien hasta ese momento, se dijo. Perfectamente. Pero tenía la sensación de estar parado en el borde de un precipicio, y no alcanzaba a ver el fondo-. Y buscarán y buscarán. Y en algún momento dejarán de hacerlo. Y entonces nadie nos molestará. Nadie.

Ness: Está bien. -También se puso de pie, aunque le temblaban las piernas-. Ya sabes lo curiosa que soy con respecto a todo. Siempre haciendo preguntas.

Jeff: No echarás de menos no estar en la televisión, Ness. Yo soy tu mejor público. Podría escucharte horas y horas. Y lo hago. Pero ahora no tendré que mirar un video. Ahora será en la realidad.

Ness: Quieres que sea una realidad, ¿no?

Jeff: Más que nada en el mundo.

Vanessa se acercó y le acarició la mejilla.

Ness: Y tú me deseas.

Jeff: Tú eres todo lo que he deseado en la vida. Durante todos estos años solo te he deseado a ti. Jamás he estado con otra mujer. No soy como Crosby, ni como Efron. Te he estado esperando.

Ness: Quieres tocarme. -Trató de hacerse fuerte, le tomó una mano y se la puso sobre el pecho-. ¿Así?

Jeff: Eres suave. Tan suave...

Ness: Si dejo que me toques, ¿me dejarás salir?

Él dio un salto hacia atrás, como si Vanessa lo hubiera quemado. Se sintió traicionado.

Jeff: Intentas hacerme caer en una trampa.

Ness: No, Jeff. Es solo que no me gusta estar encerrada. Me asusta. Solo quiero salir unos minutos a respirar aire puro. Quieres que yo sea feliz, ¿verdad?

Jeff: Cada cosa a su tiempo -señaló con empecinamiento-. Todavía no estás lista.

Ness: Sabes bien que tengo que mantenerme ocupada, Jeff. -Se acercó a él sin dejar de mirarlo. Cuando deslizó los brazos por su pecho, los ojos de Jeff se nublaron-. Estar sentada aquí, hora tras hora, me pone de mal humor. Reconozco todo lo que has hecho por mí. -Sintió el bulto de la jeringuilla en el bolsillo-. Sé cuánto quieres que estemos juntos.

Jeff: Estamos juntos -afirmó y le puso una mano sobre el pecho. Al ver que ella no retrocedía, sonrió-. Siempre lo estaremos.

Inclinó la cabeza para besarla. En ese momento, ella le sacó la jeringuilla del bolsillo.

Jeff: Vanessa -murmuró desconcertado-.

Ella intentó clavarle la aguja pero él la derribó y se enzarzaron en una pelea desesperada.


Al buscar a Jeff, Zac se acercó de nuevo a la biblioteca. Había notado lo que a él y a Jenner se les había pasado por alto en la primera búsqueda. Las dimensiones, pensó. Las dimensiones estaban mal. La biblioteca no podía estar empotrada en una pared maestra. No podía ser.

Comprendió que ella estaba allí. Vanessa estaba allí adentro. Y no estaba sola. Sintió el impulso de arrojarse contra los estantes, pero solo Dios sabía lo que sería capaz de hacerle Jeff a Vanessa durante el tiempo en que él intentara abrirse paso a viva fuerza.

Mientras luchaba por recuperar la calma, comenzó a buscar metódicamente un mecanismo que le permitiera entrar en ese cuarto escondido.


Vanessa perdía terreno. La jeringuilla se le deslizó de las manos cuando él rodó sobre ella. Ella gritó cuando su cabeza se golpeó contra el suelo. Aunque su visión era brumosa, podía ver a Jeff sobre ella, el rostro distorsionado, las mejillas surcadas de lágrimas. Y sabía que él era capaz de matar.

Jeff: ¡Me has mentido! -gritó con desesperación-. Me has mentido y tengo que castigarte. Tengo que hacerlo.

Y, mientras sollozaba, cerró las manos alrededor del cuello de Vanessa.

Ella le arañó la cara con las uñas. La sangre brotó y se mezcló con las lágrimas. Cuando él aulló de dolor. Vanessa logro liberarse. Sus dedos rozaron la jeringuilla pero él le aferró el tobillo.

Jeff: Te quiero, pero ahora tengo que hacerte daño para que lo entiendas. Es por tu bien. Eso es lo que siempre dice tío Matthew. Es por tu bien. Tendrás que quedarte aquí adentro. Te quedarás a pan y agua hasta que prometas portarte bien. -Entonó las palabras como un cántico mientras la arrastraba de vuelta a la cama-. Estoy haciendo lo mejor para ti, ¿no es así? Te he dado un techo. Te he vestido. ¿Y es así como me lo agradeces? Tendrás que aprender. Yo sé cómo hacerte aprender.

Le apretó la mano y le levantó el brazo. Y entonces ella le clavó la aguja.


Zac oyó el sonido de sirenas a la distancia, pero no significaban nada para él. Toda su concentración estaba puesta en el rompecabezas que trataba de resolver. Había una manera de entrar. Siempre había una manera. Y él la encontraría.

Zac: Está aquí -murmuró para sí-. Justo aquí. Ese hijo de puta no atravesó la pared. 

Su dedo tocó una protuberancia. La giró. Y el panel se abrió en silencio.

Vanessa estaba de pie junto a la cama, con la jeringuilla en una mano. Jeff, con los ojos vidriosos, murmuraba su nombre y reptaba por el colchón hacia ella.

Jeff: Te quiero, Vanessa... -logró balbucir y le tocó la mano antes de perder el conocimiento-.

Zac: Dios mío, Vanessa.

De un salto, Zac llegó hasta ella y la estrechó entre sus brazos. Ella se balanceó, y la jeringuilla se deslizó entre sus dedos.

Ness: Oh, Zac.

Su nombre le quemó la garganta y fue como tocar el cielo. Desde muy lejos, lo oyó maldecir cuando el cuerpo de ella se estremeció.

Zac: ¿Te ha hecho daño? Dime si estás herida.

Ness: No. No, él solo quería cuidar de mí. -Hundió la cara en el hombro de Zac-. Solamente quería cuidar de mí...

Zac: Salgamos de aquí.

La llevó en volandas hasta la calle.

Ness: Yo le pedía todo el tiempo que me dejara salir -explicó y aspiró el aire puro-. Él te disparó, Zac. Fue el que disparó en Greektown. Y mató a Tim.

Se sobresaltó al oír un vehículo que frenaba.

Arnold: Vaya. -Jenner salió del coche, apenas segundos antes que dos policías. La imagen de Zac sosteniendo en brazos a Vanessa no era lo que esperaba ver cuando recibió la frenética llamada de Ashley Tisdale. Pero fue una imagen muy satisfactoria-. Veo que de nuevo ha decidido hacer las cosas por su cuenta, Efron.

Zac: Nunca se fíe de un periodista, teniente.

Arnold: Lo recordaré. Me alegro de verla, señorita Hudgens. Feliz Navidad.


Vanessa observó su imagen en el espejo del camerino. Las marcas del cuello se habían desvanecido bastante y en sus ojos ya no aparecía aquella expresión perturbada.

Pero su corazón seguía acongojado. Como Joe solía decirle en su época de periodista, tenía un corazón que sangraba con demasiada facilidad.

Ahora no podía darse el lujo de que sangrara. Tenía que presentar el programa dentro de treinta minutos.

Zac: Hola.

Volvió la cabeza y vio a Zac. Sonrió.

Ness: Hola.

Zac: ¿Tienes un minuto?

Ness: Para ti tengo varios. -Hizo girar la silla y extendió las manos-. ¿No tienes que subirte a un avión?

Zac: He llamado al aeropuerto. Mi vuelo sufre un retraso de dos horas. Dispongo de mucho tiempo. 

En los ojos de Vanessa brilló el recelo.

Ness: No se te ocurra perder ese avión.

Zac: Ya lo sé. Ya me has impuesto las normas. Tengo un trabajo que cumplir y tú no piensas mantenerme si lo pierdo. Me voy a Roma. Solo por una semana. -Se inclinó y la besó-. Pero se me ha ocurrido intentar convencerte de que me acompañes.

Ness: Yo también tengo un trabajo que cumplir.

Zac: La prensa te acosará.

Ella enarcó las cejas.

Ness: Ya veremos. -Se puso de pie y dio una vuelta-. ¿Cómo me ves?

Zac: Como algo de lo que no quiero estar separado por varios miles de kilómetros. -Le levantó el mentón y la miró a los ojos-. Estás triste.

Ness: Estoy mejor, Zac. Ya hemos hablado de esto. -Vio que el gesto de él se endurecía-. No, Zac.

Zac: No sé cuánto tiempo pasará hasta que pueda cerrar los ojos y dejar de verte en aquel cuarto. Pensar que permaneciste allí todas esas horas y yo sin saberlo... Todavía quiero matarlo.

Ness: Es un enfermo, Zac. Piensa en todos esos años de abuso emocional. Necesitaba una válvula de escape, y fue la televisión. Y un día, el día que encontró muerto a su tío, me vio a mí en la pantalla y yo entré en su vida.

Zac: Me importa un cuerno lo enfermo que esté, o lo patético que sea su caso. No me importa, Vanessa. Y no soporto oír que lo justifiques o te culpes de nada.

Ness: Sé que no fue culpa mía. Nada de lo que él hizo fue mi culpa. -Sin embargo, pensó en Tim, cuyo cuerpo había sido hallado en un aparcamiento del centro, dentro del maletero del coche-. Yo nunca fui real para él, Zac. Incluso durante todo el tiempo que trabajamos juntos, nunca fui otra cosa que una imagen, una visión. Todo lo que él hizo, lo hizo porque había distorsionado esa imagen. No puedo culparme por eso. Pero sí puedo sentir lástima.

Ash: Ness -se asomó a la puerta y le guiñó un ojo a Zac-. Necesitamos a la estrella en el estudio cinco.

Ness: La estrella está lista.

Zac: Puedo postergar el vuelo y quedarme para la conferencia de prensa después del programa

Ness: Puedo manejar a los periodistas. -Besó fuertemente a Zac en la boca-. He tenido experiencia de sobra.

Zac: ¿Quieres casarte conmigo, Kansas?

La rodeó con un abrazo y la condujo al pasillo y luego hacia el plató.

Ness: Ya lo creo que sí. El 3 de abril. No olvides estar allí.

Zac: Jamás dejo de asistir a una cita. -La hizo girar hacia él-. Estoy loco por ti. -Hizo una mueca-. Vaya, he elegido unas palabras muy desafortunadas.

A ella no le sorprendió oírse reír. Ya nada la sorprendía.

Ness: Llámame por teléfono desde Roma. -Marcie se acercó para retocar los labios de Vanessa-. Y no lo olvides: debes ocuparte de las flores para la iglesia y la recepción. ¿Tienes la lista que te preparé?

Él puso los ojos en blanco.

Zac: ¿Qué lista?

Ness: Todas.

Marcie: De ninguna manera -dijo antes de que Vanessa tuviera tiempo de darle otro beso a Zac-. Tienes treinta segundos y no quiero que mi trabajo quede arruinado.

Zac: Piensa en mí, Kansas. Volveré. 

Vanessa se detuvo.

Ness: Al diablo con todo. -Se dio media vuelta y corrió a los brazos de Zac. Por sobre el gruñido de Marcie, lo besó apasionadamente-. Vuelve pronto -le dijo, y corrió hacia el plató-.

El realizador la señaló con un dedo. En medio de los aplausos, Vanessa sonrió a cámara y entró en la vida de millones de personas.

Ness: Buenos días. Me alegro de estar de nuevo en casa.


FIN




OMG! No puedo creer que ya se haya terminado 😢 
Esta novela está la primera en mi top 10.
Ojala hicieran una peli o escribieran una segunda parte con otro chiflado 😆

Espero que os haya gustado tanto como a mí.
Con está novela he dejado el listón muy alto, pero espero que recibáis la siguiente con entusiasmo.

¡Gracias por leer!


4 comentarios:

Anónimo dijo...

Me ha encanntado, un epílogo estaría genial ❤️❤️

Caromi dijo...

Que hermoso!!
me encantó esta nove, es una de mis favoritas, adoro a Zac
Si me imaginaba que era Jeff el loco pero no que habia matado a Tim!
y aunq si me da lastima concuerdo con Zac xD
El final fue hermoso, si yo fuera Marcie tambien me hubiera enojado xD
publica la siguiente pronto que estoy segura que será igual de genial

Lu dijo...

Me ha encantado este final!
Y la novela también, fue muy interesante y distintas a las demás.

Sube pronto

Maria jose dijo...

Me encanto!!!!
Que buena novela
Si merece una pelicula
Fue muy diferente y me gusto que tenga una historia mas que solo amor
Aunque zac fue un encanto
Espero la siguiente con muchas ansias
Sube pronto
Y gracias por compartir tus mejores novelas

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