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jueves, 14 de marzo de 2019

Capítulo 28


Vanessa soñó que nadaba entre nubes teñidas de rosa; que lentamente y con torpeza emergía a la superficie, donde una débil luz blanca brillaba a través de capas brumosas. Gimió y forcejeó. No de dolor sino por las náuseas que comenzaba a sentir y que le quemaban la garganta.

Mantuvo los ojos cerrados e hizo una serie de inspiraciones profundas con la esperanza de vencer el malestar. Su cuerpo se perló de sudor, y su fina blusa de seda le colgaba de los brazos y la espalda.

Cuando lo peor pasó, abrió con cautela los ojos.

Recordó que estaba en el coche. Que Tim la llevaba a su casa y que había comenzado a sentirse mal. Pero ahora no se hallaba en su casa. Se preguntó si estaría en un hospital. La habitación estaba tenuemente iluminada y el empapelado de las paredes tenía un diseño de flores. Un ventilador de techo susurraba quedamente. En una cómoda de caoba había una colección de bonitos frascos y botes de colores. Una magnífica planta de flor de fuego y un abeto en miniatura, decorado con campanillas plateadas, le conferían un aire navideño.

¿Un hospital?, se preguntó de nuevo. Aturdida, trató de incorporarse. La cabeza comenzó a darle vueltas y de nuevo sintió náuseas. Su visión se duplicó. Cuando intentó llevarse la mano a la cara, la sintió pesada y torpe. Por un momento lo único que pudo hacer fue permanecer tendida e inmóvil. Vio que el cuarto era una especie de caja, una caja cerrada y sin ventanas. Como un ataúd.

Sintió una oleada de pánico. Se levantó de la cama, tambaleándose como una borracha. Avanzó a tientas hacia una pared y deslizó los dedos por el horroroso empapelado en busca de una abertura. Estaba atrapada. Se volvió, los ojos abiertos de par en par. Estaba atrapada.

Entonces vio lo que colgaba de la pared, sobre la cama: una enorme fotografía que le sonreía. Perpleja, Vanessa contempló a Vanessa. Lentamente con el palpitar de su corazón resonándole en los oídos, escudriñó el resto de la habitación.

No había puertas ni ventanas, solo flores y otras fotografías, decenas de fotografías suyas poblando las paredes laterales. Instantáneas, portadas de revistas y fotografías de prensa alternaban con el papel floreado.

Ness: Dios mío... -susurró presa del pánico y se mordió el labio-.

Se quedó mirando la mesa de refectorio, con su mantel blanco almidonado como fondo de los candelabros de plata. Allí se encontraban dispuestos decenas de pequeños tesoros: un aro que ella había perdido unos meses atrás, un lápiz de labios, la bufanda de seda que Simon le había regalado por Navidad, un guante de cuero rojo que le había desaparecido el invierno anterior.

Había más. Se acercó para estudiar la colección de objetos. Un memorándum que le había escrito a Jeff, un mechón de cabello caoba sujeto con un hilo dorado, otras fotografías suyas, siempre suyas, en marcos elegantes y trabajados. Los zapatos que llevaba en la limusina también estaban allí, junto con su chaqueta, cuidadosamente doblada.

Aquel lugar era un santuario, comprendió con un estremecimiento. En un rincón había un televisor, y en un estante una pila de álbumes de fotos. Y lo más aterrador: cámaras sujetas en la parte superior de las esquinas del cuarto. Los puntos de sus luces rojas brillaban como ojos diminutos.

Se tambaleo hacia atrás y el pánico la inundó. Su vista pasó de una cámara a otra.

Ness: Me está viendo. Sé que lo está haciendo. Pero no se saldrá con la suya. Ellos me buscarán, y usted sabe que me encontrarán.

Se miró la muñeca para comprobar la hora, pero ya no tenía el reloj. Se preguntó cuánto tiempo habría pasado. Tal vez minutos, o días, desde que perdiera el conocimiento en el coche.

El coche.

Tim.

Tim, tienes que dejarme ir, suplicó mentalmente, trataré de ayudarte. Te lo prometo. Haré todo lo que pueda por ti. Por favor, déjame ir.

En ese momento una sección de la pared se abrió. Instintivamente, Vanessa se precipitó hacia allí, pero tuvo que detenerse cuando la cabeza comenzó a darle vueltas. Igualmente, enderezó los hombros y confió en guardar la compostura.

Ness: Tim -se quedó mirando, totalmente confundida-.

Tim: Bienvenida a casa, Vanessa.

Con la cara encendida de placer, Jeff entró en el cuarto. Llevaba una bandeja de plata con una copa de vino, un plato de pasta y un único pimpollo de rosa.

Jeff: Espero que la habitación te guste -comentó y colocó la bandeja sobre la cómoda-. He tardado mucho en tenerla preparada. No quería que solamente estuvieras cómoda sino que te sintieras feliz. Ya sé que no tienes vistas al exterior. -La miró con los ojos brillantes aunque había un dejo de disculpa en su voz-. Pero es más seguro. Nadie nos molestará cuando estemos aquí.

Ness: Jeff. -Cálmate, se ordenó. Debía mantener la calma-. No puedes retenerme aquí.

Jeff: Sí que puedo. Lo he planificado todo con mucho cuidado. Hace años que lo planeo. ¿Por qué no tomas asiento, Ness? Es posible que te sientas un poco mareada, y quiero que estés cómoda mientras comes.

Dio un paso adelante y, aunque ella se preparó para defenderse, él ni siquiera la tocó.

Jeff: Más tarde -prosiguió-, cuando lo hayas comprendido todo, te sentirás mucho mejor. Solo necesitas tiempo. -Adelantó una mano para rozarle la mejilla, pero se abstuvo, como si no quisiera asustarla-. Por favor, trata de distenderte. Nunca te relajas. Sé que en este momento tal vez tienes un poco de miedo, pero todo saldrá bien. Si opones resistencia tendré que... -Como no podía pronunciar las palabras, sacó una jeringuilla del bolsillo-. Pero no quiero hacerlo. -El gesto de negación de ella hizo que volviera a guardar la jeringa-. De verdad, no lo deseo. Y tú no podrías alejarte. -Sonrió de nuevo y acercó una mesa y una silla a la cama-. Necesitas comer -dijo con tono cordial-. Siempre me ha preocupado lo poco que te cuidas. Todas esas comidas rápidas, olas que te salteabas. Pero yo te cuidaré muy bien. Siéntate, Vanessa.

Ella decidió seguirle la corriente. Conocía a Jeff, o creía conocerlo, desde hacía años. Recordó que podía mostrarse muy empecinado, pero ella siempre conseguía hacerlo entrar en razón.

Ness: Tengo hambre -señaló, y confió en que su estómago no se rebelaría-. ¿Te quedarás conmigo y me hablarás mientras como? ¿Me lo explicarás todo? 

Le dedicó su mejor sonrisa de entrevistadora.

Jeff: Sí. Pensé que estarías enfadada...

Ness: No estoy enfadada. Solo tengo miedo.

Jeff: Yo jamás te haría daño. -Le cogió una mano y se la apretó-. Y no permitiré que nadie te lo haga. Sé que tal vez pienses en escapar, Vanessa. Pero sería una tontería. No importa lo que hagas, seguirás aquí conmigo. Siéntate. 

Ella obedeció. Tenía ganas de echar a correr, pero sus piernas se negarían a obedecer.

¿Cómo correr si apenas podía mantenerse en pie? La droga seguía anegando su sistema. Era precisamente la clase de detalle que él no hubiese descuidado. Precisamente la clase de detalle que lo había convertido en un miembro tan valioso de su equipo de trabajo.

Ness: No está bien que pretendas retenerme aquí, Jeff.

Jeff: Ya lo sé. -Colocó la bandeja sobre la mesa, delante de ella-. Lo he pensado mucho tiempo, pero creo que es lo mejor para ti. Siempre estoy pensando en ti. Más adelante podremos viajar juntos. He estado buscando villas en el sur de Francia. Creo que te gustará vivir allí. Te quiero tanto...

Ness: ¿Por qué no me lo dijiste nunca? Podrías haberme hablado de tus sentimientos.

Jeff: No podía. Al principio pensé que era por timidez, pero después comprendí que era una especie de proyecto. Un proyecto de vida. De tu vida y de la mía, juntos.

Impaciente por contárselo, acercó otra silla. Al inclinarse hacia delante, las gafas se le deslizaron por la nariz. Ella lo observó ajustárselas; un viejo hábito, en alguna época algo que le inspiraba ternura, pero ahora le helaba la sangre.

Jeff: Había cosas que tú necesitabas hacer, experiencias (y hombres) que debías eliminar de tu vida antes de que pudiéramos estar juntos. Yo lo entendí, Ness. Jamás te he culpado por lo de Zac. Me dolió, eso sí. Tampoco lo he culpado a él. -Su cara se iluminó-. ¿Cómo culparlo sabiendo lo perfecta que eres? La primera vez que te vi por televisión quedé sin aliento. Te confieso que me asustó un poco. Me mirabas a los ojos. Jamás lo olvidaré. ¿Sabes?, antes yo estaba muy solo. Fui hijo único. Crecí en esta casa... No estás comiendo, Vanessa.

Obedientemente, ella cogió el tenedor. Él quería hablar, parecía ansioso por hacerlo. Vanessa pensó que la mejor manera de escapar era tratar de entenderlo.

Ness: Pero me contaste que tu infancia transcurrió en Iowa.

Jeff: Allí me llevó mi madre más tarde. Mi madre era una mujer indómita. Jamás escuchaba a nadie, nunca obedecía las reglas. Así que, como es natural, tío Matthew tuvo que castigarla. Él era el mayor, el cabeza de familia. La encerraba en su cuarto y trataba de que comprendiera que existían maneras adecuadas y maneras inadecuadas de hacer las cosas, pero mi madre jamás aprendió. Huyó de la casa y quedó embarazada. Cuando yo tenía seis años, se la llevaron. Tuvo un colapso nervioso y yo vine a vivir con tío Matthew. No había nadie más que pudiera hacerse cargo de mí. Y era su deber familiar.

Vanessa logró tragar dificultosamente un bocado de pasta, que se le pegó a la garganta; pero tuvo miedo de probar el vino. Jeff podía haberle puesto alguna droga, como había hecho con el zumo de frutas.

Ness: Lo siento, Jeff.

Jeff: Descuida -se encogió de hombros-. Ella no me quería. Nadie me ha querido nunca, salvo tío Matthew. Y tú... Es solo vino, Ness. De tu marca favorita. -Mientras sonreía, cogió la copa y bebió un trago para demostrárselo-. No le he puesto nada. No hacía falta, porque ahora estás aquí. Conmigo.

No obstante, ella evitó el vino, porque no estaba segura de cómo se combinaría con la droga que había consumido.

Ness: ¿Qué fue de tu madre?

Jeff: Estaba loca. Murió. ¿Tu cena está bien? Sé que la pasta italiana es tu plato favorito.

Ness: Sí, está muy bien -se llevó otro bocado a la boca-. ¿Qué edad tenías cuando ella murió?

Jeff: No lo sé ni me importa. Yo estaba feliz aquí, con mi tío. -Lo ponía nervioso hablar de su madre-. Era un gran hombre, fuerte y bondadoso. Casi nunca tenía que castigarme, porque yo también era bueno. No fui un problema para él, como lo fue mi madre. Los dos nos cuidamos mutuamente. -Ahora hablaba con rapidez, cada vez más excitado-. Estaba orgulloso de mí. Yo estudiaba mucho y no perdía tiempo con otros chicos. No los necesitaba. Quiero decir, lo único que ellos querían era ir en coche a toda velocidad y escuchar música chillona y pelearse con sus padres. Yo, en cambio, era respetuoso. Nunca olvidaba cosas como limpiar mi habitación o cepillarme los dientes. Tío Matthew siempre me decía que yo no necesitaba a nadie excepto a la familia. Y él era la única familia que yo tenía. Después, cuando él murió, apareciste tú.

Ness: Jeff -echó mano de todas sus habilidades para conducir la conversación en la dirección que ella quería-. ¿Crees que tu tío aprobaría lo que estás haciendo ahora?

Jeff: Oh, sí, desde luego que sí. Me habla todo el tiempo desde allí arriba. Me dijo que fuese paciente, esperar hasta el momento adecuado. ¿Recuerdas cuando empecé a mandarte cartas?

Ness: Sí, lo recuerdo.

Jeff: En esa época soñé por primera vez con tío Matthew. Solo que no parecía un sueño. Era tan real. Me dijo que debía cortejarte, tal como lo haría un caballero. Que debía ser paciente. Siempre solía decir que las cosas buenas llevan tiempo. Me dijo que tendría que esperar, y que debía cuidarte. Se supone que los hombres deben valorar a sus mujeres y protegerlas. Hoy en día eso se ha olvidado. Nadie parece valorar a nadie.

Ness: ¿Por eso mataste a Brittany, Jeff? ¿Para protegerme?

Jeff: Lo planeé durante meses. -Volvió a echarse hacia atrás y cruzó las piernas. Las conversaciones con Vanessa siempre habían sido un punto importante en su vida. Pensó que esa era la mejor de todas-. Tú no sabías que yo le hice creer que ocuparía el lugar de Drew.

Ness: ¿De Drew? ¿De Drew Seeley?

Jeff: Después de matarlo...

Ness: Drew. -El tenedor golpeó contra el plato cuando se le deslizó de los dedos-. Mataste a Drew.

Jeff: Él te traicionó. Tenía que castigarlo. Y usó a Simon. Hasta que empecé a trabajar contigo jamás había tenido verdaderos amigos. Simon es mi amigo. Yo pensaba matarlo también a él, pero después comprendí que lo habían usado. En realidad no fue su culpa, ¿verdad?

Ness: No -se apresuró a decir, y puso una mano sobre la de Jeff-. No, Jeff, no fue culpa de Simon. Yo le tengo mucho afecto a Simon. No querría que lo lastimaras.

Jeff: Eso pensé. -Sonrió, una criatura elogiada por un adulto indulgente-. Verás, te conozco muy bien, Vanessa. Lo sé todo sobre ti. Tu familia, tus amistades, tus comidas y colores favoritos. En qué sitio te gusta hacer la compra. Sé todo lo que estás pensando. Es como si estuviera dentro de tu cabeza. O tú dentro de la mía. A veces creo que estabas dentro de la mía. Sabía que querías librarte de Brittany y también que jamás le harías daño. Eres demasiado bondadosa. -Le apretó la mano-. De modo que yo lo hice por ti. Quedé en encontrarme con ella en el aparcamiento de la CBC. Ella despidió a su chofer, tal como le dije que hiciera. La hice entrar en el edificio y la llevé al estudio. Le había dicho que había fotocopiado una serie de papeles de la oficina. Ideas para los programas, listas de invitados, planes para filmaciones en exteriores. Ella me los iba a comprar, pero no me dijo que tú irías al estudio. Me mintió sobre eso.

Ness: Tú la mataste. Tú pusiste en funcionamiento las cámaras.

Jeff: Estaba enfadado contigo -se justificó, y bajó la vista-.

Vanessa volvió a empuñar el tenedor y pensó en clavárselo en la frente. Los efectos de la droga comenzaban a desvanecerse, y se sentía más fuerte.

Jeff: Sabía que estaba mal, pero quería herirte. Creo que casi tenía ganas de matarte. Tú pensabas casarte con él, Ness. Entendía que te acostaras con él. La carne es débil. Tío Matthew me explicó cómo el sexo puede pervertir a la gente, y lo débiles que pueden ser las personas. Incluso tú. De modo que lo entendí y tuve paciencia, porque siempre he sabido que al final vendrías a mí. Pero no podías casarte con él, no podías comprometerte. Supe que eras tú cuando abriste la puerta. Siempre sé cuándo eres tú. Te golpeé. Quise golpearte de nuevo, pero no pude. Así que te llevé a una silla y puse a Brittany en la otra, y encendí la cámara. Quería que vieras lo que yo había hecho por ti. Ya había estado arriba, en tu oficina. -Apretó los labios y le soltó la mano-. Estuvo mal que destrozara tu oficina. Tampoco debería haber ido a la casa de Zac. Lo siento.

Ness: Jeff, ¿le has hablado a alguna otra persona sobre tus sentimientos?

Jeff: Solo a mi tío, cuando hablo con él en mi cabeza. Él estaba seguro de que tú lo entenderías muy pronto y vendrías a casa conmigo. Y cuando me enteré de lo que ese pervertido te había hecho en el aparcamiento, supe que ya casi había llegado el momento.

Ness: ¿Te refieres a Mike?

Jeff: Él trató de hacerte daño. Joe me lo contó, así que lo maté de la misma manera que a los otros. Era algo simbólico, Vanessa. Mi visión destrozó la visión de ellos. Es algo casi sagrado, ¿no lo crees?

Ness: No es sagrado matar, Jeff;

Jeff: Eres demasiado buena -escrutó su rostro, con expresión de adoración-. Si perdonas a las personas que te hieren, volverán a hacerlo. Tienes que proteger lo que es tuyo. -Se puso de pie y se acercó a la cómoda. Abrió el cajón superior y sacó una lista-. Yo lo planeé. Tú y yo siempre hacemos listas y planeamos las cosas de antemano. No somos personas de actuar impulsivamente, ¿verdad? -resplandeciente, le ofreció la lista-.

DREW SEELEY, BRITTANY SNOW, MIKE CROSBY, DAN GARDNER, JAMIE THOMAS

¿ZAC EFRON?

Ness: Zac... -fue todo lo que consiguió decir-.

Jeff: Él no es seguro. Lo anoté por si te trataba mal. Una vez estuve a punto de matarlo, pero en el último momento me di cuenta de que iba a matarlo porque me sentía celoso. Fue como si tío Matthew estuviera allí, y en el último instante me desvió el arma. Me alegré de no haberlo matado cuando vi cómo te pusiste al saber que lo habían herido.

Ness: En Greektown -dijo con labios temblorosos-. Aquel día en Greektown. ¿Tú le disparaste?

Jeff: Fue un error. Lo siento.

Ness: Oh, Dios -horrorizada, se echó hacia atrás-. Dios mío...

Jeff: Fue un error -apartó la vista-. He dicho que lo sentía. No le haré nada a menos que te haga daño.

Ness: No lo ha hecho. No lo hará.

Jeff: Entonces no tendré que hacerle nada.

Ness: Prométeme que no lo harás, Jeff. Es importante para mí que Zac esté a salvo. Ha sido muy bueno conmigo.

Jeff: Yo soy mejor para ti.

En su rostro apareció la expresión petulante de un chico. Vanessa sacó partido del momento.

Ness: Prométemelo, Jeff, o me sentiré muy desdichada. Y tú no quieres eso, ¿verdad?

Jeff: No -luchó entre sus necesidades y las de ella-. Supongo que ya no importa. No ahora que estás aquí.

Ness: Tienes que prometérmelo. Sé que no quebrantarías tu palabra.

Jeff: Está bien. Si te hace feliz. -Para demostrarle su sinceridad, sacó un bolígrafo y tachó el nombre de Zac de la lista-. ¿Satisfecha?

Ness: Gracias. Y Dan Gardner...

Jeff: No -con voz decidida, dobló la hoja-. Él ya te ha hecho daño, Ness. Ha dicho cosas terribles sobre ti; ayudó a Brittany a tratar de arruinarte. Debe ser castigado.

Ness: Pero él no tiene importancia, Jeff. Él no es nadie. -Ten calma, se recordó. Muéstrate serena pero firme. Como un adulto que le habla a un chico-. Y lo de Jamie Thomas ocurrió hace muchos años. Esos dos no tienen ninguna importancia para mí.

Jeff: Para mí sí. A mí me importa. Lo habría matado a él primero, enseguida, pero estaba en Europa. Se escondía -dijo con sorna-. No es fácil pasar un arma por la aduana, así que tuve que tener paciencia. Pero ahora ha vuelto, como sabrás. Está en New Hampshire. Pienso ir allí muy pronto.

La droga ya no la hacía sentir mal, pero seguía con náuseas.

Ness: Él no me importa. No me importa ninguno de ellos, Jeff. No quiero que hagas daño a nadie más por mí. 

Él apartó la vista.

Jeff: No quiero seguir hablando de esto.

Ness: Yo quiero...

Jeff: Tienes que pensar también en lo que quiero yo. -Volvió a poner la lista en el cajón y lo cerró de un golpe tan fuerte que hizo tambalear los frascos-. Yo únicamente pienso en ti.

Ness: Sí, lo sé. Pero si vas a Nueva York a matar a Gardner, o a New Hampshire a liquidar a Jamie, yo me quedaré sola aquí. No quiero estar encerrada y sola, Jeff.

Jeff: No te preocupes. Tengo suficiente tiempo por delante, y tendré mucho cuidado. Me alegro tanto de que estés aquí.

Ness: ¿Me dejarías salir fuera, por favor? Necesito respirar aire puro.

Jeff: No puedo. No todavía -volvió a sentarse y se echó hacia adelante-. Necesitarás tres meses para habituarte.

El horror la hizo palidecer.

Ness: No puedes tenerme aquí encerrada tres meses.

Jeff: Tendrás todo lo que necesites. Libros, televisión, compañía. Alquilaré vídeos, te prepararé la comida. Te he comprado ropa. -Se puso de pie y abrió otro panel-. ¿Ves? Pasé semanas para elegir lo más adecuado. -Señaló el interior del armario lleno de pantalones, vestidos y chaquetas-. Y hay también camisas y suéteres, ropa para dormir y ropa interior en la cómoda. Aquí... -Abrió otra puerta oculta-. El cuarto de baño.

Se ruborizó y clavó la vista en sus propios pies.

Jeff: En el baño no hay cámaras. Yo jamás te espiaría en el baño. He comprado tus sales de baño y jabones preferidos, y también los cosméticos que usas. Tendrás todo lo que necesitas.

«Todo lo que necesitas. Todo lo que necesitas.» Las palabras le dieron vueltas en la cabeza.

Ness: No quiero estar encerrada.

Jeff: Lo lamento. Es la única cosa que no puedo darte en este momento. Pronto, cuando realmente lo hayas entendido, será diferente. Pero cualquier otra cosa que quieras te la conseguiré. Cada vez que yo tenga que salir, tú estarás bien aquí. El cuarto es seguro, insonorizado. Aunque alguien entrara en la casa, no podría encontrarte. Del otro lado, la puerta es una biblioteca. Yo mismo diseñé todo. Nadie adivinaría siquiera que aquí hay un cuarto, así que estarás segura y a salvo cuando yo no esté. Cuando me encuentre atareado por la casa, podré verte. -Señaló las cámaras-. De modo que si me necesitas, lo sabré.

Ness: Me encontrarán, Jeff. Tarde o temprano. Ellos no lo entenderán y te harán mucho daño. Debes dejarme ir.

Jeff: No, te quedarás aquí. ¿Quieres ver televisión? -Cruzó el cuarto y cogió el mando a distancia-. Tenemos televisión por cable.

Mientras reprimía una risa histérica, Vanessa se apretó los ojos con los dedos.

Ness: No, ahora no.

Jeff: Puedes ver televisión cuando quieras. Y el estante está lleno de vídeos. Películas y cintas en que te he filmado. Y los álbumes de recortes. Los he guardado para ti. Todo lo que se ha publicado sobre ti está allí. También tienes un equipo estéreo. Tengo toda tu música favorita. En el baño hay una pequeña nevera con refrescos y bocadillos.

Ness: Jeff -sintió que el pánico aumentaba. Las manos le temblaban cuando se puso de pie-. Te has tomado mucho trabajo. Lo entiendo. Y entiendo que has hecho lo que creíste debías hacer. Pero esto está mal. Me tienes aquí prisionera y eso no puede ser.

Jeff: Te equivocas. -Se le acercó deprisa y le cogió las manos-. Eres como la princesa del cuento de hadas, y yo te estoy protegiendo. Es como si estuvieras sumida en un hechizo, Ness. Un día despertarás y yo estaré a tu lado. Y seremos felices.

Ness: No estoy bajo ningún hechizo. Y no soy una maldita princesa. Soy un ser humano, con derecho a hacer mis propias elecciones. No puedes encerrarme y esperar que yo te agradezca el privilegio de ir al baño sin que me espíes.

Jeff: Sabía que al principio te enfadarías -reconoció con decepción mientras se inclinaba para recoger los platos de la cena-. Pero te serenarás.

Ness: Y un cuerno.

Saltó hacia él y lo golpeó con las manos. El primer golpe rebotó en su mejilla. Los platos cayeron al suelo haciéndose pedazos. Vanessa trató de recoger uno filoso.

Gritó y forcejeó cuando él la derribó. Era un hombre fuerte, mucho más fuerte de lo que parecía con esos brazos largos y delgaduchos. Él no hizo ningún ruido, simplemente le aferró la muñeca y se la apretó hasta que ella soltó el trozo de plato.

La arrastró a la cama y soportó con estoicismo sus puñetazos y puntapiés. Cuando quedó apretada debajo de él, y sintió su erección contra el muslo, su terror se duplicó.

Había cosas peores que estar encerrada.

Ness: ¡No! -Asqueada, volvió la cabeza-. No eres mejor que Jamie. Me estás haciendo daño, Jeff. Tienes que dejar de hacerme daño.

Cuando él levantó la cabeza le resbalaban lágrimas por las mejillas.

Jeff: Lo siento, Vanessa. Lo siento mucho. Es solo que he esperado tanto... No haremos el amor hasta que estés lista. No temas.

Ness: Tengo miedo. -Comprendió que él no la violaría, y casi le dio vergüenza que estuviera dispuesta a resignarse a eso-. Me tienes encerrada. Acabas de decirme que nadie podrá encontrarme. ¿Y si te ocurre algo? Podría morir aquí.

Jeff: No me pasará nada. Lo he planeado todo hasta el menor detalle. Te quiero, Vanessa y sé que en el fondo tú también me quieres. Me lo has demostrado de mil maneras. La forma en que me sonríes. La manera en que me tocas, o ríes. La forma en que tu mirada se cruza con la mía desde el otro extremo de una habitación. Tú me convertiste en tu realizador. No sabría explicarte lo que eso significó para mí. Confiaste en mí para que yo te guiara. Creíste en mí. En nosotros.

Ness: Eso no es amor. Yo no te quiero.

Jeff: Todavía no estás preparada. Ahora necesitas descansar. 

Le aferró las muñecas con una mano y sacó la jeringuilla con la otra.

Ness: No... No lo hagas -forcejeó, luchó, suplicó-. Por favor, no. No me iré a ninguna parte. Tú mismo dijiste que no puedo escapar.

Jeff: Necesitas descansar -afirmó con calma y le clavó la aguja debajo de la piel-. Yo te cuidaré, Vanessa. 

La cabeza de ella cayó hacia atrás, y las lágrimas de él cayeron y se mezclaron con las suyas. Jeff aguardó hasta que Vanessa dejó de luchar. Cuando el cuerpo de ella se aflojó, él reprimió su deseo de acariciarle todo el cuerpo.

No hasta que ella esté preparada, se recordó, y se limitó a secarle las mejillas. Con suavidad, la colocó sobre la cama y la besó en la frente.

Mi princesa, pensó mientras la observaba dormir. Le había construido una torre de marfil. Vivirían allí, juntos y para siempre.

Jeff: ¿No te parece perfecta, tío Matthew? ¿No es preciosa? Tú también la habrías querido. Habrías sabido que ella es la mujer que me estaba destinada, la única.

Suspiró. Tío Matthew no le estaba hablando. Se equivocó al permitir que el deseo sexual modificara sus planes. Debía ser castigado. Solo pan y agua durante dos días. Eso es lo que tío Matthew habría dictaminado. Se agachó para recoger los platos rotos. Ordenó el cuarto y apagó las luces. Con una última mirada a Vanessa, salió de la habitación y cerró silenciosamente el panel.


Arnold: Creo que será mejor que lleve usted a su casa a la señorita Hudgens. -Jenner subía en el ascensor con Zac. Seguía sintiéndose agraviado por la presión que Zac había ejercido sobre él un rato antes, pero lo encajó con serena dignidad-. Preferiría que no estuviera en la oficina cuando volvamos a interrogar a su equipo de trabajo.

Zac: En cuanto Vanessa se entere de lo que usted piensa hacer, no querrá moverse de allí. -Complacido de que todo pareciera estar progresando, se recostó contra el tabique-. Haré lo que pueda para convencerla de que se mantenga al margen, pero es lo máximo que puedo ofrecerle. Vanessa es una mujer ferozmente leal. No querrá aceptar que uno de los suyos pueda estar involucrado.

Arnold: Es posible que tenga que hacerlo. -Jenner salió del ascensor cuando se abrieron las puertas-. Si ella interfiere, siempre podemos llevar a su gente a la comisaría. Eso le gustará menos.

Zac: Puede intentarlo. Usted no la conoce como yo, teniente. Cassie -dijo al entrar en recepción-. ¿Está Vanessa?

Cassie: No. -Sorprendida, dejó de recoger la correspondencia que se proponía despachar por correo camino a su casa-. ¿Qué haces aquí?

Arnold: ¿Cassie Harrisson? -Jenner inclinó la cabeza-. Nos gustaría hacerle unas preguntas. Me imagino que usted podría reunir al resto del equipo de trabajo de la señorita Hudgens.

Cassie: Yo... en realidad no sé quiénes siguen en el edificio. ¿Zac?

Zac: ¿Por qué no llamas a todos por el intercomunicador? -sugirió-. Y encuéntrame a Vanessa, ¿quieres? -Quería sacarla de allí, y lo más pronto posible. Algo le decía que debía darse prisa-. Dile que tengo ganas de prepararle la cena.

Cassie: Se marchó a casa. Se fue en cuanto llamaste.

Zac: ¿Que yo llamé? -se alarmó- ¿Vanessa dijo que yo la llamé?

Cassie: No. Le dejaste un mensaje acerca de una reunión y que volviera temprano a su casa. Ella se estaba probando el vestido de novia, y se marchó enseguida que terminó.

Zac abrió la puerta del despacho de Vanessa y lo recorrió con la mirada.

Zac: ¿Tú escuchaste el mensaje?

Cassie: No, yo estaba con ella. Lo escuchó Jeff.

Los ojos de Zac eran de un azul glaciar cuando giró la cabeza.

Zac: ¿Él dijo que había hablado conmigo?

Cassie: Sí... supongo. ¿Ocurre algo? -En medio de la confusión, miró a Jenner, luego a Zac, y de nuevo a Jenner-. ¿Ha ocurrido algo con Vanessa?

En lugar de contestar, Zac cogió el teléfono y marcó el número de su casa. Cinco tonos después, oyó el mensaje del contestador. Con los dientes apretados, esperó a que el mensaje terminara.

Zac: ¿Vanessa? Contesta si estás ahí. Coge el auricular, maldita sea.

Cassie: Tendría que estar ya en casa. Se fue hace más de dos horas. Zac, ¿qué está pasando?

Zac: ¿Qué le dijo Jeff a ella?

Cassie: Que habías llamado.

Zac: ¿Por qué no contestaste tú el teléfono?

Cassie: Yo... -Asustada, puso una mano sobre el escritorio para mantener el equilibrio-. Yo no oí sonar el teléfono. No lo oí.

Zac: ¿Dónde está Jeff?

Cassie: No lo sé. Él...

Pero Zac ya corría por el pasillo. Entró en una habitación y encontró a Simon hablando con Margaret.

Simon: Eh, Zac. No te molestes en llamar antes.

Zac: ¿Dónde está Jeff?

Simon: No se sentía bien. Se fue a su casa. -Mientras lo decía, se puso de pie-. ¿Qué sucede?

Cassie: Zac -tiró de la manga a Zac-. Yo misma me comuniqué con Tim. Hablé con él. Él la esperó abajo.

Zac: Llámalo. Ya.

Arnold: Señor Efron -dijo Jenner con calma mientras Cassie salía corriendo para telefonear a Tim-. He mandado un coche a su casa. Lo más probable es que la señorita Hudgens no haya contestado el teléfono. Eso es todo.

Simon: ¿Qué demonios pasa? ¿Qué ha ocurrido ahora?

Cassie: Tim no contesta -estaba de pie en el vestíbulo, con una mano en la garganta-. He llamado a su casa y sale el contestador automático.

Arnold: Deme su dirección -pidió Jenner-.




A Jeff lo crió un chiflado, no me extraña que él también lo sea 😆

2 comentarios:

Maria jose dijo...

Ahora ya sabemos quien es!!!!
Que capitulo y me gustaria que fuese mas largo
Ya quiero seguir leyendo
Sube pronto
Saludos

Caromi dijo...

OMG!!! Sabá que era el loco de Jeff!!
Esos tranquilos son los peores, por menos "esperara hasta que este lista", si no ay :/ no me quiero ni imaginar
Pon el siguiente capi pronto!! necesito saber que pasa!

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