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martes, 5 de marzo de 2019

Capítulo 25


Kate: Por Hollywood -brindó mientras levantaba su vaso de whisky-. Tierra de ilusiones. 

Desconcertada, Vanessa bebió su vino mientras Zac tomaba un café.

No era la clase de bar donde uno esperaría encontrar una estrella de Hollywood. En el piano se interpretaban blues que ascendían en la atmósfera llena de humo. El rincón donde estaban se encontraba a media luz, tal como Kate quería. Sobre la desconchada mesa, las bebidas estaban cerca de un cenicero de vidrio medio roto.

Ness: Pues has hecho un trayecto muy largo para el funeral de alguien que no te gustaba nada.

Kate: Yo estaba aquí, en la ciudad. Pero si no hubiera estado, habría venido igual. Por el placer de comprobar que realmente Brittany ha muerto. Supongo que a ti no te gustaba más que a mí, pero tu situación es más difícil puesto que tú la encontraste -la miró-. Según dicen, no fue un espectáculo muy agradable.

Ness: No, no lo fue.

Kate: Ojalá hubiera sido yo -afirmó en voz baja-. Tú siempre fuiste más blanda. Incluso después de todo lo que te hizo y trató de hacerte. Sé mucho más sobre ello de lo que imaginas -agregó cuando Vanessa la miró-. Cosas que no aparecieron en la prensa. A Brittany le gustaba hacer alarde. Te odiaba -inclinó el vaso hacia Zac-. Porque tú no acudiste corriendo cuando ella chasqueó los dedos. Y, por esa misma razón, te quería. Pensó que Vanessa estaba en su camino. Habría hecho cualquier cosa para quitarla de en medio.

Zac: Eso no es ninguna novedad -al ver que tenía el vaso vacío, hizo señas para que le sirvieran otro-.

Kate: No, claro, no es más que mi pequeña introducción. No creo que te sorprenda saber que Brittany se tomó bastante trabajo y gastos para desenterrar ese asuntito de tu pasado, Vanessa. Lo de tu violación. Pero el tiro le salió por la culata, por supuesto -sonrió-. Eso ocurría con algunos de sus proyectos. Así los llamaba ella y no chantaje. Rob Winters fue uno de sus proyectos. Y también Mike Crosby. -No miró a la camarera, pero apartó el vaso cuando se lo pusieron delante-. Hubo muchos más. Nombres que os sorprenderían. Contrató a un investigador privado llamado Beeker, de Chicago. Brittany lo mantenía muy ocupado reuniendo datos para sus proyectos. Me costó cinco mil dólares conseguir que una asistente de Brittany me diera su nombre. Pero, bueno, todo el mundo tiene un precio. Yo tuve también el mío.

Ness: ¿Me estás diciendo que Brittany chantajeaba a la gente? -se inclinó-. ¿Que cambiaba secretos por dinero?

Kate: Sí, de vez en cuando. Prefería cambiar secretos por favores. «Hazme un pequeño favor, querido, y yo no le contaré a nadie lo que sé.» «Su esposa tiene un problema de drogas, senador. No se preocupe, no diré una palabra si me hace un favor.» ¿Qué ganador de innumerables Grammys fue víctima de un incesto? ¿Qué astro de la televisión está relacionado con el Ku Klux Klan? Pregúntenselo a Brittany. Ella se las arreglaba para conocer los secretos de todo el mundo. Y si estaba segura de tenerte suficientemente enganchado, tal vez te los contaría. Estaba segura de tenerme a mí.

Zac: Ahora está muerta.

Kate asistió ante el comentario de Zac con una inclinación de la cabeza.

Kate: Qué curioso, ahora que ya no constituye una amenaza para mí, siento el impulso de llevar a cabo lo que ella siempre me amenazó con hacer. Pienso hacerlo público. De hecho, decidí hacerlo la misma noche en que la asesinaron. A la policía le podría resultar muy conveniente, ¿no? Como un mal guión. Yo estuve con ella esa noche. -Vio horror en los ojos de Vanessa-. No en el estudio sino en su hotel. Discutimos. Como había una criada en la habitación contigua, supongo que la policía ya lo sabe. -Miró a Zac-. Sí, ya veo que tú lo sabes. Bueno, pienso presentarme a la policía y hacer una declaración, antes de que ellos vengan por mí. Creo que hasta la amenacé de muerte -cerró los ojos. De nuevo un guión muy malo-. Yo no la maté, pero vosotros tenéis que decidir si creerme o no cuando haya terminado de hablar.

Ness: ¿Por qué nos estás contando esto a nosotros? ¿Por qué no acudes directamente a la policía?

Kate: Soy actriz y me gusta elegir a mi público. Tú siempre fuiste un buen público para mí, Ness. De todos modos, creo que tienes derecho a saber toda la historia. ¿Nunca te has preguntado por qué no asistí a tu programa? ¿Por qué nunca estaba disponible para aparecer en él?

Ness: Sí. Pero creo que ya me has contestado esa pregunta: Brittany te estaba chantajeando para que boicotearas mi programa.

Kate: Este era una. Hace un par de años, cuando te acercaste a mí, yo estaba en la cresta de la ola. Había intervenido en dos películas que fueron éxitos de taquilla. Los críticos me adoraban. La simpática y sexy vecina del tercero. No creas eso que dicen de que las estrellas no leen comentarios críticos de sus trabajos. Yo los leía con avidez. Cada palabra -agregó, con una sonrisa soñadora-. Creo que podría citar algunos de los mejores. Siempre he querido ser una buena actriz. Y ser una estrella -aclaró y se encogió de hombros-. La crítica me bautizó como mejor actriz de la joven generación. Algo así como una Bacall, una Bergman o una Davis. No me llevó muchos años llegar. Un papel secundario en una película que tuvo un éxito fenomenal, y una nominación para un Oscar. Después coprotagonicé otra película con Rob e incendiamos la pantalla, conmovimos millones de corazones. En la siguiente película, mi nombre aparecía antes que el título. Mi imagen había quedado consolidada. Una mujer que fascina con una sonrisa. -Sonrió y bebió un sorbo de whisky-. La buena chica, la heroína, la novia que a todos les gustaría que su hijo llevara a casa a cenar. Esa es la imagen, lo que Hollywood quiere de mí, lo que el público espera. Y eso les di. Me otorgaron bastante crédito por mi talento, pero la imagen es igualmente importante. -Entrecerró los ojos-. ¿Os parece que los más importantes productores, directores y actores, los hombres que deciden qué proyecto vale y cuál queda descartado, llenarían la oficina de mi representante con ofertas si supieran que su perfecta heroína, la mujer que ganó un Oscar por encarnar a una madre devota, quedó embarazada a los diecisiete años y entregó a su hijo en adopción sin pensarlo dos veces? -Se echó a reír cuando Vanessa abrió la boca-. No pega, ¿verdad? Incluso en esta época de mayor tolerancia, ¿cuántas personas gastarían siete dólares en comprar una entrada para verme interpretar el papel de heroína sufriente y valerosa?

Ness: Yo no... -hizo una pausa para ordenar sus pensamientos-. No entiendo cuál sería la diferencia. Hiciste una elección, una elección que estoy segura no fue fácil para ti. Tú misma eras poco más que una niña.

Divertida, Kate miró a Zac.

Kate: ¿De veras es tan ingenua?

Zac: En ciertas cosas. Me parece entender por qué un anuncio de esa naturaleza habría despertado muchas reacciones. Habrías recibido algunos golpes de la prensa, pero habrías salido adelante.

Kate: Tal vez. Pero yo tenía miedo, y Brittany lo sabía. Sentía vergüenza, y ella también lo sabía. Al principio se mostró muy comprensiva: «Qué difícil debió de ser para ti, querida. Apenas una chiquilla, con toda su vida bajo sospecha por culpa de una pequeña equivocación. Qué difícil debió ser para ti hacer lo que pensaste que era mejor para la criatura».-Fastidiada consigo misma, Kate se secó una lágrima-. Y como la experiencia había sido difícil, incluso horrible, y porque Brittany se mostraba tan comprensiva, cedí. Desde ese momento ella me tuvo en sus manos. Me recordó que mi error no les caería bien a ciertos peces gordos de Hollywood. Claro, ella me entendía y me apoyaba. Pero ¿lo harían ellos? ¿Lo entendería el público que pagaba para ver mis películas y que me había colocado en el sitial que ocupaba?

Ness: Kate, solo tenías diecisiete años.

Muy lentamente, ella levantó la vista y miró a Vanessa.

Kate: Tenía edad suficiente para gestar una hija, y edad suficiente para darla en adopción. Y edad suficiente para pagar por ello. Espero tener ahora la fuerza necesaria para asumir las consecuencias. Hace pocos años no la tenía. Es así de simple. No creo que entonces hubiera podido sobrevivir a las cartas insultantes, los periódicos sensacionalistas o las bromas maliciosas. -Volvió a sonreír, pero Vanessa advirtió su dolor-. No puedo decir que esa perspectiva me resulte atractiva ahora. Pero lo cierto es que es inevitable que la policía me siga la pista. Tarde o temprano revisarán el material que tiene Beeker y los archivos de Brittany. Pienso elegir el tiempo y el lugar para mi anuncio público. Me gustaría hacerlo en tu programa.

Vanessa parpadeó.

Ness: ¿Cómo dices?

Kate: He dicho que me gustaría hacerlo en tu programa.

Ness: ¿Por qué?

Kate: Por dos motivos. Primero, para mí sería una manera de vengarme de Brittany. Ya veo que eso no te gusta -murmuró al ver desaprobación en los ojos de Vanessa-. Esto te gustará más: confío en ti, tienes clase y compasión. No me resultará fácil, y necesitaré esas dos cosas. Tengo miedo. Detesto este hecho, pero no me queda más remedio que reconocerlo. Perdí a mi hija por mi ambición -añadió-. Eso ya está perdido, pero no quiero perder lo que he conseguido. Todo por lo que he trabajado. Para mí Brittany es tan peligrosa muerta como en vida. Al menos de esta manera puedo elegir mi tiempo y lugar. Te respeto mucho, Vanessa. Siempre te he respetado. Tendré que hablar sobre mi vida privada, sobre mis desdichas. Me gustaría hacerlo con alguien a quien respeto.

Ness: Arreglaremos la agenda y lo haremos el lunes por la mañana. 

Kate cerró los ojos y reunió todo el coraje que le quedaba.

Kate: Gracias.


La cellisca había cesado cuando llegaron de vuelta a casa. Gruesos nubarrones cubrían el cielo. Había luz en una de las ventanas de enfrente. El perro se puso a ladrar cuando Zac encajó la llave en la cerradura.

Debería haber sido un recibimiento cordial, pero el omnipresente olor de pintura les recordó que la casa había sido violada. Enormes telas cubrían el vestíbulo para protegerlo de la pintura, y los ladridos del perro resonaban en el recinto vacío. De muchos cuartos se habían sacado cacharros rotos y muebles deteriorados. Era como ser recibido por un amigo con una enfermedad terminal.

Zac: Todavía podemos ir a un hotel. 

Vanessa sacudió la cabeza.

Ness: No, eso sería otra manera de esconderse. No puedo evitar sentirme responsable de esto.

Zac: Ese es tu problema.

Vanessa percibió impaciencia en su voz. Se agachó para acariciar al perro mientras Zac se quitaba el abrigo.

Ness: Eran tus cosas, Zac.

Zac: Cosas. -Arrojo el abrigo a la percha del vestíbulo-. Solamente cosas, Vanessa. Aseguradas, reemplazables.

Ella permaneció donde estaba, pero levantó la cabeza. Tenía los ojos bien abiertos y en ellos había cansancio.

Ness: Te quiero tanto, Zac. Detesto saber que ese hombre estuvo aquí, que tocó cosas que eran tuyas. 

Él se acuclilló junto a ella y la cogió por los hombros.

Zac: Tú eres lo único que tengo, y es irreemplazable. La primera vez que te vi, esa primera vez supe que nada de lo que me había pasado antes o me pasara después significaría tanto para mí. ¿Lo entiendes? Lo que siento por ti es abrumador.

Ness: Sí -le tomó la cara con las manos y guió su boca hacia la suya-. Puedo entenderlo. 

Cuando se besaron, el perro se movió y se puso a gemir.

Zac: Estamos haciendo que Cronkite sienta celos -murmuró y ayudó a Vanessa a incorporarse-.

Ness: Deberíamos buscarle una esposa -dijo con una sonrisa que se desvaneció enseguida-. Zac, tengo que hablar contigo.

Zac: Parece algo serio.

Ness: ¿Podemos subir?

Ella quería estar en el dormitorio, puesto que ya estaba restaurado casi por completo. Él se había ocupado de que lo terminaran antes que el resto de la casa. Las cosas que no habían sido destruidas estaban allí. Detrás de la cama, donde ella sabía que habían escrito aquel mensaje, la pared estaba recién pintada. Allí Zac había colgado el cuadro que había comprado hacía tanto tiempo.

Despertares. Esas pinceladas de colores tan vivos, tanta energía y vigor. Sabía que ella necesitaría esa tela allí, como un recordatorio de la vida. Así, esa habitación se había convertido en un refugio.

Zac. ¿Te sientes mal por lo de Kate?

Ness: Sí. -Mantuvo su mano en la de él mientras subían por la escalera-. Pero lo que quiero decirte es otra cosa. -Entró en el dormitorio, se acercó al hogar, luego a la ventana, y enseguida volvió junto a él-. Te quiero, Zac.

El tono con que lo dijo hizo que él se pusiera en guardia.

Zac: Eso ya lo sé.

Ness: Pero el hecho de amarte no me da derecho a meterme en cada parcela de tu vida.

Él ladeó la cabeza. Podía leer en Vanessa como en un libro abierto. Estaba preocupada.

Zac: ¿A qué parcelas crees no tener acceso?

Ness: Estás enfadado. Nunca termino de entender por qué te irrito, sobre todo cuando trato de mostrarme razonable.

Zac: Detesto que te muestres razonable. Dilo de una vez, Vanessa.

Ness: Está bien. ¿Qué información tenía Brittany sobre ti?

La expresión de Zac pasó de la impaciencia a la confusión.

Zac: ¿De qué me hablas?

Ella se quitó el abrigo y lo arrojó a un lado. Con su traje negro y sus zapatos húmedos, se puso a pasear por la habitación.

Ness: Si no quieres contármelo, vale. Acepto que cualquier cosa que hayas hecho en el pasado no está necesariamente vinculada con nuestra relación.

Zac: Cálmate y deja de pasearte como una posesa. ¿Qué es exactamente lo que crees que he hecho?

Ness: No lo sé. Y si crees que no tengo por qué saberlo, de acuerdo. Pero cuando la policía interrogue a ese tal Beeker tu secreto forzosamente saldrá a la luz.

Zac: Un momento. -Levantó las manos mientras ella se desabrochaba la chaqueta de su traje-. Si entiendo bien, y corrígeme si me equivoco, tú crees que Brittany me estaba chantajeando. ¿Es así?

Vanessa se acercó al armario y sacó una percha acolchada.

Ness: Dije que no me inmiscuiría si tú no querías. Me estaba mostrando razonable.

Zac: Ya lo creo. -Se le acercó, le puso las manos sobre los hombros y la llevó hacia una silla-. Ahora siéntate y dime por qué crees que me estaba chantajeando.

Ness: Aquella noche iba a encontrarme con Brittany porque ella me dijo que sabía algo sobre ti. Algo que podía dañarte.

Él también se sentó, en el borde de la cama, mientras una nueva furia crecía en su interior.

Zac: ¿De modo que la manera de hacerte ir al estudio fue amenazándome?

Ness: No directamente. No exactamente. Nada de lo que ella pudiera decirme haría cambiar lo que siento por ti. Yo quería asegurarme de que Brittany lo entendiera, para que nos dejara en paz.

Zac: Vanessa, ¿por qué no acudiste a mí?

Ante esa pregunta sencilla y racional ella hizo una mueca.

Ness: Porque quería arreglármelas sola. Porque no necesito que tú ni nadie hagan las cosas por mí.

Zac: ¿No fue precisamente eso lo que trataste equivocadamente de hacer por mí?

Eso la hizo callar, pero solo por un momento. Vanessa supo que se trataba de una especie de duelo de especialistas en entrevistas en el que ella no pensaba perder.

Ness: Estás escurriendo el bulto. ¿Qué me habría dicho ella, Zac?

Zac: No tengo la menor idea. No soy gay, no consumo drogas, nunca robé nada. Salvo un par de cómics cuando tenía doce años... y nadie pudo probarlo.

Ness: No me parece gracioso.

Zac: Ella no me estaba chantajeando, Vanessa. Tuve un lío con ella, pero eso no era un secreto para nadie. No fue la primera mujer de mi vida, y no hubo nada escabroso o pervertido que yo quisiera ocultar. No estoy relacionado con la mafia y jamás he hecho un desfalco. No oculto hijos ilegítimos. Nunca he matado a nadie. -De pronto se detuvo en seco, y de su rostro desapareció la expresión de divertida impaciencia-. Dios mío -se llevó las manos a la cara y se apretó los ojos-.

Ness: Lo siento -se puso de pie y se acercó a él-. Zac, lo siento, no debería haber tocado el tema.

Zac: ¿Podría ella haber hecho eso? -se preguntó para sí-. ¿Podría haberlo hecho? Y ¿para qué? ¿Para qué?

Ness: ¿Qué es lo que podría haber hecho? -preguntó sin dejar de abrazarlo-. 

Zac se apartó apenas, como si lo que estaba pensando pudiera lastimarla.

Zac: Mi mejor amigo en la universidad, Pete Whitney. Nos gustaba la misma chica. Una noche nos emborrachamos y cada uno trató de poner fuera de combate al otro. Pero nos aseguramos de que la pelea no tuviera lugar en el campus. Después decidimos que ella no valía la pena y seguimos bebiendo. -Su voz sonaba fría e inexpresiva, la voz de un periodista dando una noticia-. Esa fue la última vez que me emborraché. Pete solía bromear con que esa era mi parte irlandesa. Que podía solucionar cualquier cosa con la bebida, una pelea o hablando -recordó cómo era por entonces: rebelde, beligerante, agresivo. Decidido a no parecerse en nada a los padres fríos y civilizados que tenía-. Ya no bebo mucho, y he aprendido que por lo general las palabras son mejores armas que los puños. Él me dio esto -sacó la cruz celta de abajo de su camisa y cerró la mano alrededor de ella-. Él fue mi mejor amigo, lo más parecido a una familia que jamás tuve.

«Fue», pensó Vanessa, y sintió pena por Zac.

Zac: Nos olvidamos de la chica. Ella no era tan importante como nosotros lo éramos el uno para el otro. Nos bajamos otra botella. Yo tenía un ojo a la funerala, así que le di las llaves del coche, me instalé en el asiento de atrás y me dormí. Teníamos veinte años y éramos muy inocentes. La idea de meternos en un coche borrachos como cubas no significaba nada para nosotros. Cuando uno tiene esa edad, piensa que vivirá para siempre. Pero no ocurrió en el caso de Pete. Abrí los ojos cuando lo oí gritar. Y lo siguiente que recuerdo es despertar rodeado de luces y personas, y la sensación de haber sido atropellado por un camión. Él había tomado una curva a demasiada velocidad y nos estrellamos contra un poste. Los dos salimos despedidos del coche. Yo tenía conmoción cerebral, una clavícula rota, un brazo roto e infinidad de cortes y moretones. Pete estaba muerto.

Ness: Oh, Zac -exclamó y volvió a estrecharlo fuertemente-.

Zac: Era mi coche, así que todos pensaron que yo lo conducía. Me iban a acusar de homicidio no intencional causado con un vehículo. Mi padre acudió en mi ayuda, pero para entonces ya la policía había encontrado a varios testigos que dijeron haber visto a Pete al volante. Pero, desde luego, eso no le devolvió la vida. Tampoco modificó el hecho de que yo había estado borracho y me había portado como un estúpido, con una negligencia inadmisible. -Cerró los dedos alrededor de la cruz de plata-. No es algo que oculte, Vanessa. Es simplemente algo que no me gusta recordar. Qué curioso, esta noche, en el funeral de Brittany, pensé en Pete. Yo no había asistido a ninguno desde el de Pete. Su madre siempre me culpó, y yo entendí su sentir.

Ness: Tú no conducías el coche, Zac.

Zac: ¿Importa eso realmente? -la miró, pero ya sabía la respuesta-. Podría haberlo conducido. Mi padre les dio dinero a los Whitney y así terminó todo. No se formularon cargos contra mí ni me consideraron responsable de lo ocurrido. Pero lo era. Fui tan responsable como Pete. La única diferencia es que yo estoy vivo y él no. 

Apretó la cara contra el pelo de Vanessa.

Ness: La diferencia es que a ti se te dio otra oportunidad y a él no -cerró la mano sobre la de Zac, de modo que los dos apretaban la cruz-. Lo siento tanto, cariño.

También él lo sentía. Toda su vida adulta la había pasado tratando de convertirse en el hombre que era, tanto por sí mismo como por Pete. Usaba la cruz todos los días como talismán, y también como recordatorio.

Zac: A Brittany le habría resultado fácil reconstruir los hechos -añadió-. Incluso podría haber mencionado que el dinero y el poder de los Efron había influido en el desenlace. Pero te habría chantajeado a ti, no a mí. Sabía que si se acercaba a mí, le habría dicho que lo publicara en los periódicos.

Ness: Quiero hablar con la policía.

Zac: Les diremos muchas cosas. Mañana. ¿Tú me habrías protegido, Vanessa?

Ness: Sí. ¿Por qué lo preguntas?

Zac: Gracias.

Ella sonrió mientras acercaba su boca a la de Zac.


No muy lejos de allí alguien lloraba. Sus lágrimas, ardientes y amargas, le quemaban la garganta, los ojos, la piel. Una serie de fotografías de Vanessa miraban con una sonrisa benévola a ese cuerpo sollozante. Tres velas constituían la única luz, y sus llamas iluminaban las fotografías, el aro y el mechón de pelo sujeto por un cordón dorado: todos los tesoros colocados sobre el altar del deseo frustrado.

Había también pilas de cintas de vídeo, pero la pantalla del televisor estaba oscura y silenciosa.

Brittany estaba muerta, pero eso no era suficiente. El amor, profundo, sombrío y demencial, había apretado el gatillo del arma, pero no era suficiente. Tenía que haber más.

El resplandor de las velas dibujó el contorno de un hombre acurrucado y lleno de desesperación. Ya vería Vanessa, tenía que verlo, hasta qué punto la amaba, la quería, la adoraba...

Había una manera de demostrárselo.


Zac habría preferido acudir solo a la entrevista. A Jenner le ocurría otro tanto. Pero como ninguno de los dos logró deshacerse del otro, ambos se dirigieron juntos a la oficina de Reeker.

Arnold: Más vale que le saque provecho a esta entrevista -dijo Jenner-. Al dejarlo acompañarme, le estoy haciendo un favor, señor Efron.

Ese comentario le valió una gélida mirada de Zac.

Zac: Permítame recordarle que usted no sabría nada de Kate Lowell ni de Beeker si nosotros no le hubiéramos pasado esa información.

Jenner sonrió y se frotó la barbilla, que se había cortado al afeitarse.

Arnold: Tengo la sensación de que usted no me lo habría dicho si la señorita Hudgens no hubiera insistido.

Zac: Ella se siente más tranquila al saber que la policía está al frente de la investigación.

Arnold: ¿Y qué siente con respecto a que usted participe en la investigación? -Silencio-. No lo sabe -sacó en conclusión Jenner-. Como hombre que en julio cumplió treinta y dos años de casado, permítame decirle que lo que está haciendo es muy arriesgado.

Zac: Ella está aterrada. Seguirá estándolo hasta que usted haya apresado al asesino de Brittany.

Arnold: Ya. Ahora bien, tenemos el asunto de Kate Lowell. Tal vez usted no esté de acuerdo conmigo porque es periodista, pero creo que ella tiene derecho a su privacidad.

Zac: Es difícil alegar privacidad cuando uno se gana la vida gracias al público. Yo creo en el derecho de saber, teniente. Pero no creo en el chantaje, ni en enfocar teleobjetivos en la ventana del dormitorio de una persona.

Arnold: Veo que mi comentario lo ha molestado. Pues a mí esa mujer me da lástima. En aquella época era una chiquilla, y seguro que estaba muerta de miedo.

Zac: Usted es un blando y un sensiblero, teniente.

Arnold: En absoluto. No se puede ser policía y ser blando. -Pero lo era, maldita sea. Como eso lo avergonzaba, su respuesta fue agresiva-. De todos modos, ella bien podría haber matado a Brittany Snow.

Zac aguardó a que Jenner hubo estacionado en doble fila y colocado el rótulo de la policía detrás del parabrisas.

Zac: A ver, convénzame de ello.

Arnold: Ella discute con Brittany en el hotel. Está harta de Brittany, furiosa porque la hizo sufrir por algo ocurrido cuando ella era poco más que una chiquilla.

Zac: De nuevo el blando. Siga -comentó mientras salí del coche-.

Arnold: Está harta de que Brittany la controle y la amenace. Se da cuenta de la presencia de la criada en el dormitorio y se va. Pero sigue a Brittany al edificio de la CBC y la asesina. Entonces llega Vanessa, y a ella se le ocurre una idea. Hace años que trabaja en cine, de modo que sabe cómo emplazar una cámara y hacerla funcionar.

Zac: Ya -dijo cuando ambos cruzaron la calle-. Entonces decide ocultar sus motivos con el recurso de hacer público precisamente aquello por lo que mató a Brittany. Es mejor que el mundo sepa que es una madre soltera y no que es una asesina.

Arnold: No me cuadra -opinó-.

Arnold: Tampoco a mí. Si Beeker tiene en sus archivos la mitad de mierda de lo que Kate piensa, antes de la hora de la cena tendremos una docena más de guiones.

Se dirigieron al edificio de oficinas, y Jenner le mostró su placa al guardia de seguridad del lobby.

Una vez arriba, Jenner observó el largo pasillo. Los óleos colgados eran originales y muy buenos. La alfombra era gruesa. Cada pocos metros había plantas altas de grandes hojas.

Las puertas de cristal de Investigaciones Reeker se abrían a una zona de recepción con un abeto en miniatura para estar a tono con las cercanas Navidades.

Una mujer trigueña, de alrededor de treinta años, se encontraba detrás de una mesa de recepción realizada a partir de un bloque de vidrio.

**: ¿En qué puedo servirles?

Arnold: Queremos hablar con Beeker -dijo Jenner y le mostró su identificación-.

**: El señor Reeker está reunido, teniente. ¿Quiere hablar con alguno de sus socios?

Arnold: Esperaremos, pero yo de usted le avisaría que estamos aquí.

**: Muy bien. ¿Puedo preguntarle para qué tema es?

Arnold: Homicidio.

Zac: Todo un detalle -murmuró cuando se acercaron a los sillones de la sala de espera. Paseó la vista por el lugar-. Muy elegante para un investigador privado.

Arnold: Un par de clientes como Brittany Snow significan que este tipo cobra en un mes lo que yo gano en un año.

**: ¿Teniente Jenner? -llamó la recepcionista-. El señor Beeker los recibirá ahora.

Los condujo por otro par de puertas de cristal y más allá de varias oficinas. Llamó a una puerta y la abrió.

Clarence Beeker era parecido a su oficina: pulcro, sutilmente elegante y servicial. Se puso de pie detrás de su escritorio. La mano que extendió era de dedos finos.

Su pelo exhibía canas en las sienes, y su rostro de facciones suaves se veía favorecido por las arrugas y líneas cinceladas por el tiempo. Era un hombre delgado.

Clarence: ¿Puedo ver su identificación?

Su voz era suave, como crema sobre café.

Jenner se sentía decepcionado. Había esperado que Beeker fuera un hombre desaliñado y mal trajeado. Examinó la placa después de ponerse gafas de montura plateada.

Clarence: A usted lo reconozco, señor Efron. Con frecuencia veo su programa los martes por la noche. Puesto que ha venido con un periodista, detective Jenner, doy por sentado que no es una visita oficial.

Arnold: Lo es -lo corrigió Jenner-. El señor Efron está aquí como portavoz del alcalde. 

Ni Zac ni el propio Jenner pestañearon ante tal mentira.

Clarence: Es un honor. Por favor, tomen asiento. Díganme qué puedo hacer por ustedes.

Arnold: Estoy investigando el homicidio de Brittany Snow -explicó Jenner-. Ella era clienta suya.

Clarence: Lo era -admitió Beeker y se acomodó detrás de su escritorio-. Fue un golpe muy fuerte para mí enterarme de su muerte.

Arnold: Tenemos información que nos hace suponer que la difunta estaba chantajeando a una serie de personas.

Clarence: ¿Chantaje? -Las cejas entrecanas de Beeker se enarcaron-. Un término muy poco atractivo relacionado con una mujer muy atractiva.

Zac: También es un motivo atractivo para el asesinato -observó-. Usted investigó a muchas personas por orden de la señorita Snow.

Clarence: Me ocupé de una serie de casos para la señorita Snow a lo largo de nuestra asociación de diez años. Dada la naturaleza de su profesión, resultaba ventajoso para ella estar enterada de detalles, antecedentes y hábitos de los invitados que pensaba entrevistar.

Zac: Ese interés y el uso que hizo de esos datos pueden haber desembocado en su muerte.

Clarence: Señor Efron, yo realicé investigaciones para la señorita Snow y le informé de los resultados. Estoy seguro de que lo entiende. No tenía ningún control sobre el uso que ella hacía de la información proporcionada por mí.

Zac: Y ninguna responsabilidad.

Clarence: Ninguna -convino Beeker-. Nosotros proporcionamos un servicio. Investigaciones Beeker tiene una excelente reputación porque somos hábiles, discretos y fiables. Respetamos la ley, teniente, y un código de ética. Si nuestros clientes no hacen lo mismo es asunto de ellos, no nuestro.

Arnold: A uno de sus clientes le destrozaron la cara de un tiro -señaló Jenner-. Nos gustaría ver copias de los informes que usted presentó a la señorita Snow.

Clarence: Por mucho que quisiera cooperar, me temo que eso es imposible. A menos que tenga una orden judicial -afirmó con tono cordial-.

Arnold: Usted no tiene una clienta a la que debe confidencialidad, señor Beeker -contestó Jenner y se inclinó hacia delante-. Lo que queda de ella está en un ataúd cerrado.

Clarence: Tengo plena conciencia de ello. Sin embargo, sí tengo un cliente. El señor Gardner tiene contratados los servicios de esta compañía. Como él es el viudo y heredero de la desaparecida señorita Snow, yo estoy moralmente obligado a acceder a sus deseos.

Arnold: ¿Que son...?

Clarence: Investigar la muerte de su esposa. La verdad, caballeros, él no está nada satisfecho con la investigación que hasta la fecha lleva a cabo la policía. Y como él era mi cliente en vida de su esposa, y lo sigue siendo después de su muerte, por una cuestión de ética no puedo entregarles mis archivos sin una orden judicial. Estoy seguro de que lo entienden.

Zac: Usted sin duda también lo entenderá. Soy un periodista y como tal tengo obligación de informar al público. Sería muy interesante informar al público sobre la clase de trabajo que usted hizo para Brittany. Me pregunto si sus demás clientes lo apreciarían.

Beeker se puso tenso.

Clarence: No me gustan las amenazas.

Zac: Estoy seguro de que no. Pero eso no las hace menos efectivas -consultó su reloj-. Creo que tengo suficiente tiempo para una breve nota en las noticias de la noche. Mañana podremos presentar una versión más detallada.

Con los dientes apretados, Beeker llamó a su secretaria.

Clarence: Necesito copias de los archivos de Brittany Snow. Todos. -Colgó y entrelazó los dedos-. Llevará algo de tiempo.

Arnold: Tenemos tiempo de sobra -le aseguró Jenner-. Mientras esperamos, ¿por qué no nos dice dónde estaba usted la noche en que mataron a Brittany Snow?

Clarence: Estaba en casa, con mi esposa y mi madre. Por lo que recuerdo, jugamos una partida de bridge de tres hasta la medianoche.

Arnold: Entonces no objetará que lo confirmemos con su esposa y su madre...

Clarence: Desde luego que no. -Aunque no le gustaba que lo manipularan, Beeker era un hombre práctico-. ¿Puedo ofrecerles café mientras esperamos los archivos?


2 comentarios:

Caromi dijo...

OMG!!
Con razón Britanny era taan poderosa
Me encanta que Zanessa esten más cariñosos pero me da miedo cuando hay mucha calma
Tengo mis teorías sobre quien es el loco capaz de hacer algo así
Pública el siguiente capi pronto!!

Maria jose dijo...

En verdad que ya quiero saber quien fue
Mas que una novela tiene pinta en ser
Una muy buena pelicula
Siguela pronto
Saludos!!!

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