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viernes, 8 de mayo de 2020

Capítulo 8


Vanessa abrió los ojos despacio, preguntándose por qué no podía moverse. Aturdida, miró la cara de Zac. Se hallaba a sólo centímetros de ella. La había acercado mientras dormía y la tenía inmovilizada con brazos y piernas. Aunque el gesto era protector, le resultó increíblemente dulce.

Siempre había pensado que la gente parecía más suave, vulnerable, mientras dormía. No Zac. Su cuerpo era el de un luchador y sus ojos los de un hombre acostumbrado a encarar los problemas. En ese momento, tenía los ojos cerrados y el cuerpo relajado. Casi.

Sonrió al mirarlo. Con el tiempo, le enseñaría a relajarse, a disfrutar, a confiar. Lo haría feliz. No era posible amar como había amado sin que fuera recíproco. Y no era posible compartir lo que habían compartido durante la noche sin que el corazón de él estuviera tan perdido como el suyo.

Tarde o temprano… temprano si las cosas salían como ella quería, él llegaría a aceptar lo bien que estaban juntos. Y lo mejor que sería en los años futuros. Entonces habría tiempo para promesas, familias y futuros.

«No pienso dejarte ir», prometió para sus adentros. «Aún no lo sabes, pero te tengo agarrado y te va a costar soltarte».

Sabía que era un hombre de emociones, demasiadas de las cuales estaban sujetas. Se preguntó qué le había pasado para volverse tan cauto con el amor, tan temeroso de darlo.

Lo amaba demasiado para exigir una respuesta. Era una pregunta que sabía que él respondería en cuanto confiara lo bastante en ella como para abrirse. Cuando lo hiciera, lo único que debería hacer Vanessa era mostrarle que nada de eso importaba. Que lo único que contaba era lo que sentían el uno por el otro.

Se acercó y le dio un beso suave en los labios. Abrió los ojos al instante. Tardó un latido más en despejarlos. Fascinada, Vanessa observó cómo la expresión pasaba de una de sospecha, a una de deseo.

Ness: Tienes el sueño ligero -comenzó-. Yo sólo…

Antes de que pudiera completar su pensamiento, la boca de él, hambrienta e insistente, estuvo sobre ella. Mientras la derretía con el beso, logró emitir un suave gemido.

Era el único modo que conocía de decirle lo que significaba para él despertar y encontrarla cerca, cálida y entregada. Demasiadas mañanas había despertado solo en camas extrañas en habitaciones vacías.

Era lo que esperaba. Durante años, se había separado adrede de cualquiera que hubiera intentado aproximarse. El trabajo. Lo había justificado por el trabajo. Pero era una mentira… una de tantas. Había elegido quedarse solo porque no había querido correr el riesgo de volver a perder. De volver a sentir dolor. Sin embargo, de la noche a la mañana, todo había cambiado.

Había unas necesidades tan profundas y oscuras en él… Ella las sentía, las comprendía y las satisfacía sin cuestionarlas. A medida que el amanecer desterraba la noche, Zac agitó las de Vanessa hasta que las necesidades de uno fueron el reflejo de las del otro.

Despacio, con facilidad, mientras le besaba cada centímetro de la cara, se deslizó dentro de ella. Con un suspiro y un murmullo, Vanessa le dio la bienvenida.

Se sentía tan fuerte como un buey y tan satisfecha como una gata con leche en los bigotes. Con los ojos cerrados, estiró los brazos en dirección al techo.

Ness: Y pensar que solía pensar que correr era el mejor modo de empezar el día -riendo, volvió a acurrucarse contra él-. He de darte las gracias por mostrarme lo equivocada que estaba.

Zac: Ha sido un placer. Dame un minuto y te mostraré la mejor causa para quedarse en la cama por las mañanas.

Tuvo que reconocer que era tentador. Pero antes de que la sangre pudiera empezar a calentarse, movió la cabeza. Le mordisqueó el mentón antes de sentarse.

Ness: Quizá si dispones de algo de tiempo cuando vuelva.

La sujetó con ligereza por las muñecas.

Zac: ¿De dónde?

Ness: De llevar a Ludwig a su paseo matinal.

Zac: No.

La mano que se había alzado para apartarse el pelo de la cara se detuvo.

Ness: ¿No, qué?

Él reconoció el tono. Volvía a ser la jefa, a pesar del hecho de que el rostro aún le brillaba por hacer el amor y por estar desnuda hasta la cintura. Ésa era la mujer que no aceptaba órdenes. Decidió que iba a tener que mostrarle otra vez que se equivocaba.

Zac: No, no vas a sacar al perro a su carrera diaria.

Como ella quería ser razonable, añadió una sonrisa.

Ness: Claro que sí. Mantuve mi promesa y ayer me quedé en la cama todo el día. Y toda la noche, de paso. Ahora voy a volver al trabajo.

Por la posada, no pasaba nada. De hecho, cuanto antes regresara todo a la normalidad, mejor. Pero bajo ningún concepto le iba a permitir que fuera por un camino desierto.

Zac: No estás en forma para realizar un circuito de un kilómetro y medio.

Ness: Cinco kilómetros. Y sí, lo estoy.

Zac: ¿Cinco? -enarcó una ceja y le acarició el muslo-. No me extraña que tengas tan buen tono muscular.

Ness: Ésa no es la cuestión -se apartó antes de que el contacto pudiera minarle la voluntad-.

Zac: Tienes un cuerpo increíble.

Ness: Zac… -le apartó las manos curiosas-. ¿Lo tengo?

Él sonrió.

Zac: Desde luego. Deja que te lo muestre.

Ness: No. Yo… -le sujetó las manos mientras le acariciaba las piernas-. Probablemente nos matemos si volvemos a intentarlo.

Zac: Correré el riesgo.

Ness: Zac, hablo en serio -echó la cabeza atrás y jadeó cuando los dientes de él le mordisquearon la piel-. Zac…

Zac: Unas piernas fabulosas -murmuró, pasando la lengua por detrás de su rodilla-. Anoche no les presté la atención que merecían.

Ness: Sí, tú… -apoyó una mano en el colchón cuando se tambaleó-. Intentas distraerme.

Zac: Sí.

Ness: No puedes -cerró los ojos. Podía, y lo hacía-. Ludwig necesita correr -logró decir-. Le gusta.

Zac: Bien -se incorporó y le rodeó la cintura con las manos-. Yo lo llevaré.

Ness: ¿Tú? -giró la cabeza para esquivar el beso, luego tembló al sentir los labios en su cuello-. No es necesario. Estoy perfectamente… Zac -musitó casi sin voz cuando los dedos pulgares le rodearon los pechos-.

Zac: Sí, un cuerpo verdaderamente fantástico -murmuró-. Largo, fibroso y entregado. Me es imposible tocarte y no desearte.

Se puso de rodillas mientras él le provocaba otro jadeo.

Ness: Intentas seducirme.

Zac: No se te pasa nada, ¿verdad?

Ness: ¿Es ésta tu respuesta a todo?

Zac: No -le alzó las caderas y la acercó-. Pero servirá.

Incapaz de resistir, lo rodeó con las piernas y dejó que la pasión se apoderara de ambos. Una vez saciada, cayó en la cama, sin fuerzas. No discutió cuando la tapó con la sábana.

Zac: Quédate aquí -le dijo, dándole un beso en el pelo-. Volveré.

Ness: Su correa está en el gancho que hay debajo de los escalones -murmuró-. Al volver, recibe dos huesitos de recompensa. Y agua fresca.

Zac: Creo que puedo ocuparme de un perro, Vanessa.

Ella bostezó y subió la sábana.

Ness: Le gusta perseguir a la gata de los Fitzsimmons. Pero no te preocupes, nunca puede alcanzarla.

Zac: Eso me tranquiliza -se ató los cordones de los zapatos-. ¿Debería saber algo más?

Ness: Mmm -se arrebujó contra la almohada-. Te quiero.

Como siempre, lo desconcertaba oír eso, saber que lo decía en serio. En silencio, salió de la habitación.

Estirándose, Vanessa pensó que no estaba cansada. Pero Zac tenía razón. El sueño no era el mejor motivo para quedarse en la cama por la mañana. A pesar de los golpes y hematomas, sabía que nunca se había sentido mejor en la vida.

No obstante, se dio ese placer y se quedó hasta que el sentimiento de culpa la obligó a levantarse.

Con movimientos automáticos, puso un disco y luego hizo la cama. En el salón, le echó un vistazo a las notas que se había dejado a sí misma y escribió algunas más. Luego fue a darse una ducha. Tarareaba el concierto para violín de Tchaikovsky cuando la cortina se abrió de golpe.

Ness: ¡Zac! -se llevó las dos manos al corazón y se apoyó contra los azulejos-. Me has dado un susto de muerte. ¿Es que no has oído hablar del Motel Bates?

Zac: Dejé el cuchillo de carnicero en los otros pantalones. ¿Se te ha ocurrido enseñarle a ese perro a parar?

Ness: No -sonrió al verlo quitarse los vaqueros-. Supongo que no te iría mal una ducha -sin decir nada, él tiró los pantalones encima de su camisa. Vanessa aprovechó el momento para inspeccionarlo detenidamente-. Bueno, al parecer la carrera no te… agotó -reía cuando él se metió en la ducha-.

Una hora más tarde bajaba al vestíbulo.

Ness: Podría comer de todo -se llevó una mano al estómago-. Buenos días, Bob -se detuvo ante la recepción para sonreírle-.

Bob: Vanessa -sintió que las palmas de las manos se le humedecían al ver a Zac detrás de ella-. ¿Cómo te encuentras? Es muy pronto para que te levantes y te muevas por la posada.

Ness: Estoy bien -distraída, miró los papeles que había sobre el mostrador-. Lamento haberte dejado solo ayer.

Bob: No seas tonta -el miedo le atenazó el estómago al ver la herida que tenía en la Sien-. Nos tenías preocupados.

Ness. Lo agradezco, pero ya no hace falta que nadie se preocupe -le dedicó una sonrisa a Zac-. Nunca en la vida me he sentido mejor.

Bob captó la mirada y el estómago se le hundió. «Si el poli está enamorado de ella», pensó, «la situación va a ser aún más complicada .

Bob: Me alegra oírlo. Pero…

Ness: ¿Hay algo urgente? -detuvo la protesta alzando una mano-.

Bob: No -miró otra vez a Zac-. No, nada.

Ness: Bien -después de dejar los papeles, estudió la cara de él-. ¿Qué sucede, Bob?

Bob: Nada. ¿Qué podría ir mal?

Ness: Se te ve un poco pálido. No irás a caer enfermo, ¿verdad?

Bob: No, todo está bien. Bien. Tenemos unas reservas nuevas. Julio y a está casi cubierto.

Ness: Estupendo. Repasaré las cosas después de desayunar -le palmeó la mano y fue al comedor-.

Había tres mesas ocupadas. Bonnie se hallaba ocupada tomando pedidos. De fondo sonaba música suave. Las flores eran frescas y el café estaba caliente.

Zac: ¿Pasa algo?

Ness: No -se alisó el cuello de la camisa-. ¿Qué podría pasar? Da la impresión de que todo está de maravilla -sintiéndose inútil, fue a la cocina-.

No había ninguna pelea que arbitrar. Mae y Dolores trabajaban codo a codo mientras Lori cargaba una bandeja con el primer pedido.

Mae: Necesitamos más mantequilla para la tostada.

Dolores: Marchando -una alegre Dolores comenzó a recoger precisas bolas de mantequilla. Al ofrecerle el cuenco lleno a Lori, vio a Vanessa de pie junto a la puerta-. Vaya, buenos días -el rostro enjuto se arrugó en una sonrisa-. No esperaba verte levantada.

Ness: Me encuentro bien.

Mae: Siéntate, muchacha -casi sin girar la vista, siguió rociando queso rallado en una tortilla francesa-. Dolores te servirá un poco de té.

Vanessa sonrió con los dientes apretados.

Ness: No quiero té.

Mae: Querer y necesitar son dos cosas diferentes.

Lori: Me alegra ver que te sientes mejor -dijo al marcharse con la bandeja-.

Bonnie entró con un bloc de notas en la mano.

Bonnie: Ah, hola, Vanessa, pensábamos que descansarías otro día. ¿Estás bien?

Ness: Bien -repuso con cierta sequedad-. Estoy bien.

Bonnie: Estupendo. Dos tortillas francesas con beicon, Mae. Y unas salchichas con patatas fritas. Dos tés de hierbas y un bollo. Nos estamos quedando sin café hecho.

Después de clavar la hoja del pedido en el gancho que había sobre la cocina, aceptó la cafetera nueva que le entregó Dolores y se marchó a toda velocidad.

Vanessa fue a recoger un mandil, pero sólo consiguió que Mae le apartara la mano.

Mae: Te dije que te sentaras.

Ness: Y yo te dije que estoy bien. Eso significa b-i-e-n. Voy a ayudar a tomar pedidos.

Mae: Hoy sólo vas a sentarte -le pasó una mano por el brazo. Nadie reconocía o sabía cómo tratar con esa expresión obstinada mejor que ella-. Sé una buena chica. No me preocuparía demasiado si supiera que has tomado un buen desayuno. No quieres que me preocupe, ¿verdad?

Ness: No, claro que no, pero…

Mae: Eso es. Y ahora, siéntate. Te prepararé unas tostadas francesas. Son tus favoritas.

Se sentó. Dolores le dejó una taza de té delante y le palmeó la cabeza.

Dolores: Desde luego ayer nos diste un buen susto. Siéntate, Zac. Te traeré un café.

Zac: Gracias. Estás enfurruñada -le murmuró a Vanessa-.

Ness: No lo estoy.

Mae: El médico vendrá esta mañana para echarte un vistazo.

Ness: Oh, por el amor del cielo, Mae…

Mae: No vas a hacer nada hasta que él dé el visto bueno -con un gesto de asentimiento, comenzó a preparar el pedido de Bonnie-. De mucho vas a servir si no estás al cien por ciento. Las cosas ya fueron bastante duras ayer.

Vanessa dejó de mirar el té y alzó la vista.

Ness: ¿Sí?

Mae: Nos alegraremos mucho cuando el médico te dé el alta para que puedas poner un poco de orden. Que el beicon esté churruscado, Dolores.

Dolores: Lo está.

Mae: No lo suficiente.

Dolores: ¿Quieres que lo queme?

Vanessa sonrió y bebió el té. Era estupendo estar de vuelta.


Al bajar las escaleras, pensó que necesitaba mantener tirante la correa de Bob. Mientras le tuviera más miedo a él que a Block, las cosas irían bien. Sólo necesitaba ejercer la presión unos días más. Block y Vision Tours llegarían el martes. Cuando se marcharan el jueves por la mañana, cerraría la jaula.

Abrió la puerta del despacho para encontrar a Bob con la vista clavada en la pantalla del monitor y bebiendo café.

Zac: Para alguien que se gana la vida con las estafas, esto es un caos.

Bob tragó más café.

Bob: Nunca antes había trabajado con un poli vigilándome la espalda.

Zac: Piensa en mí como tu nuevo socio -le aconsejó. Le quitó la taza de la mano y la olisqueó-. Y deja el alcohol.

Bob: Dame un respiro.

Zac: Te estoy dando uno más del que te mereces. Vanessa está preocupada por tu salud… No quiero que se preocupe.

Bob: Escucha, tú quieres que continúe como si nada hubiera pasado. Le estoy mintiendo a Block, preparándole una trampa -la mano le tembló al pasársela por el pelo-. No sabes de lo que es capaz. Yo no sé de lo que es capaz -miró la taza, que Zac había dejado fuera de su alcance-. Necesito algo que me ayude a pasar los próximos días.

Zac: Aclaremos esto -con calma, encendió un cigarrillo-. Si llegas hasta el final, te respaldaré en tu petición de clemencia. Fastídialo, y me encargaré de que estés encerrado mucho tiempo. Y ahora, tómate un descanso.

Bob: ¿Qué?

Zac: He dicho que te tomes un descanso. Ve a dar un paseo, bebé un café de verdad -echó la ceniza del cigarrillo en un pequeño cuenco de cerámica-.

Bob: Claro -al levantarse, se pasó las manos por los muslos-. Escucha, Efron, estoy siendo legal contigo. Cuando esto acabe, espero que mantengas a Block lejos de mí.

Zac: Yo me ocuparé de Block -era una promesa que pensaba cumplir. Cuando la puerta se cerró detrás de Bob, alzó el teléfono-. Efron -dijo una vez establecida la conexión-.

Conby: Ve al grano. Recibo a unos amigos.

Zac: Intentaré que no se te caliente el martini. Quiero saber si has localizado al conductor.

Conby: Efron, un secuaz carece de importancia en este punto.

Zac: Es importante para mí. ¿Lo has encontrado?

Conby: Un hombre que responde a la descripción que te dio tu informador fue detenido esta mañana en Tacoma. La policía local lo retiene para ser interrogado -puso la mano sobre el auricular y Zac lo oyó murmurar algo que obtuvo de respuesta una risa ligera-. Estamos empleando nuestra influencia para alargar el procedimiento. Volaré hasta allí el lunes. El martes por la tarde me habré registrado en la posada. Me han dicho que tendré una habitación que da a un estanque. Suena pintoresco.

Zac: Quiero que me des tu palabra de que se mantendrá a Vanessa al margen de esto.

Conby: Como ya te he explicado, si es inocente, no tiene nada de qué preocuparse.

Zac: No es una cuestión de si -luchó por contener su malhumor y aplastó el cigarrillo-. Es inocente. Lo tenemos registrado.

Conby: Por la palabra de un gimoteante contable.

Zac: Estuvieron a punto de matarla y ni siquiera sabe por qué.

Conby: Entonces, vigílala más. No tenemos ningún deseo de ver herida a la señorita Hudgens, ni de involucrarla más de lo estrictamente necesario. Allí hay un oficial de policía que comparte la misma opinión apasionada que tú acerca de la señorita Hudgens. El sheriff Roy ce logró rastrearte hasta nosotros.

Zac: ¿Cómo?

Conby: Es un policía inteligente con contactos. Tiene un primo, un cuñado o algo así en la Agencia. No le gustó nada descubrir que lo habíamos mantenido en la oscuridad.

Zac: Apuesto que no.

Conby: Imagino que te hará una visita en breve. Manéjalo con cuidado, Efron, pero manéjalo.

Justo cuando oyó el clic de la conexión al cortarse, se abrió la puerta del despacho. Por una vez, Conby acertaba. Colgó el auricular antes de acomodarse en el sillón.

Zac: Sheriff.

Royce: Quiero saber qué diablos está pasando aquí, agente Efron.

Zac: Cierre la puerta -se reclinó y analizó media docena de maneras de manejar a Royce-. Le agradecería que por ahora dejara el tratamiento de«agente».

Royce apoyó ambas manos en la superficie del escritorio.

Royce Quiero saber qué hace un agente federal operando de incógnito en mi territorio.

Zac: Cumplir órdenes. ¿Se sienta? -indicó una silla-.

Royce: Quiero saber en qué caso trabaja.

Zac: ¿Qué le han contado?

Royce bufó disgustado.

Royce: Llegó al punto en que hasta mi primo comenzó a darme largas, Efron, pero he de suponer que el hecho de que esté aquí tiene que ver con que ayer estuvieran a punto de atropellar a Vanessa.

Zac: Estoy aquí porque me asignaron venir -aguardó un momento y miró a Royce a la cara-. Pero mi primera prioridad es mantener a salvo a Vanessa.

Royce no llevaba como agente de la ley casi veinte años sin ser capaz de tomar la medida de un hombre. Quedó satisfecho con la de Zac.

Royce: En Washington me soltaron un montón de basura sobre que estaba siendo investigada.

Zac: Lo estaba. Ya no. Pero podría encontrarse en problemas. ¿Está dispuesto a ayudar?

Royce: He conocido a esa muchacha toda la vida -se quitó el sombrero y se mesó el pelo-. ¿Por qué no deja de hacer preguntas estúpidas y me cuenta lo que está pasando?

Zac lo puso al corriente, deteniéndose sólo una o dos veces para dejar que Royce hiciera preguntas.

Zac: No tengo tiempo de darle más detalles. Quiero saber de cuántos de sus hombres podría prescindir el jueves por la mañana.

Royce: De todos -repuso de inmediato-.

Zac: Únicamente quiero a los más experimentados. Tengo información de que Block no sólo va a traer el dinero falso, sino también a un hombre que se registrará como Jack Marshall. Su nombre verdadero es Vincent Dupont. Hace dos semanas robó dos bancos en Ontario, mató a un guardia e hirió a un civil. Block lo sacará de Canadá con el grupo turístico, lo mantendrá aquí un par de días y luego lo enviará por rutas cortas hasta Sudamérica. En su servicio de viaje para hombres como Dupont, cobra una bonita tarifa. Tanto Dupont como Block son hombres peligrosos. Tendremos agentes en la posada, pero también habrá civiles. No hay modo de despejar el lugar sin que se den cuenta.

Royce: Es un juego arriesgado.

Zac: Lo sé -pensó en Vanessa durmiendo arriba-. Es el único modo en que se puede llevar.


1 comentarios:

Lu dijo...

Que miedo me da todo esto!
Me encanto el capi, ya quiero leer el proximo!!

Sube pronto :)

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