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domingo, 24 de mayo de 2020

Capítulo 2


Vanessa se ocupó de los zapatos, y como iba muy mal de tiempo, solo se dio el gusto de comprarse un par para ella. Se reunió para almorzar con una novia, con la tía preferida de esta (que sería quien la entregaría) y con su dama de honor para hablar sobre los detalles para los invitados, la música y, curiosa coincidencia, los zapatos.

A continuación, se pasó por la tienda de novias donde, a petición de otra novia, asistió a los retoques finales de los vestidos para las damas y dio su opinión sobre las sujeciones y los tocados, y se encontró todavía con una tercera novia y su séquito para deliberar sobre la elección de las mantelerías. Finalmente salió corriendo hacia el Café de la Amistad para charlar un ratito con Sherry Maguire, la encantadora hermana de Liam, cuya boda era inminente.

Sherry: Diane está idiota perdida -anunció, e hizo un mohín apoyando el mentón en el puño-.

Ness: No es la boda de tu hermana.

Sherry: Ya lo sé, ya lo sé, pero sigue estando idiota perdida. Negativa total. Una aguafiestas.

Ness: Sherry, en menos de dos semanas vas a casarte con el hombre al que amas, ¿es correcto?

Una luz destelló en los ojos azul cielo de Sherry.

Sherry: ¡Sí!

Ness: Ese día se ha diseñado por completo para que seas feliz, para festejar este amor, ¿es correcto?

Sherry: Dios mío… así es, como lo has dicho. Has estado... todas habéis estado increíbles.

Ness: Entonces sé feliz. Celébralo. Y si tu hermana está de mala uva por eso, deja que te diga que es problema suyo.

Sherry: Eso es exactamente lo que dice Nick -se llevó ambas manos al pelo y se recogió su cabello dorado-. Y mi madre. Pero... me ha dicho que no vendrá al ensayo general ni al ensayo de la cena.

Idiota perdida, pensó Vanessa, aunque lo único que dejó en¬trever fue una leve expresión de lástima.

Ness: Lo siento. ¿Por qué no?

Sherry: Dice que no forma parte de esta boda. Y eso es porque no ha querido. Le pedí que fuera mi madrina, y no aceptó. No le entra en la cabeza tener que aguantar tanto lío, ni entiende por qué quiero una madrina y una dama de honor.

Ness: Tu hermana y tu amiga íntima de toda la vida.

Sherry: Exacto -dio un puñetazo en la mesa y luego metió la cucharilla en el café con nata montada que había pedido-. Y ahora no comprende que tenga que buscarse una canguro y venir a la cena. Le he dicho que los niños también están invitados, y entonces va y me suelta que no está dispuesta a andar tras ellos durante la cena, a llevárselos y a tener que volver a repetir la misma operación durante la boda. Demasiados nervios para los niños, me ha dicho, y demasiado agotador para ella. Incluso he llegado a decirle que le pagaríamos la dichosa canguro para que Sam y ella pudieran tener la noche libre. Y se ha mosqueado... No puedo con ella.

Ness: Pues déjala.

Sherry: Pero es mi hermana, Vanessa. Es mi boda.

Le saltaron las lágrimas mientras la emoción asomaba a su voz.

Y esto, pensó Vanessa, ha estado latente durante todo el proceso, en la más alegre, encantadora y flexible de todas las novias.

No permitiría que le amargaran ni un solo momento.

Ness: Hablaré con tu hermana.

Sherry: Pero...

Ness: Sherry -le tomó la mano- confía en mí.

Sherry: Vale -respiró hondo, soltó el aire y parpadeó para contener las lágrimas-. Lo siento. Soy una tonta.

Ness: No lo eres. -Para infundir mayor énfasis a sus palabras, le dio un apretón rápido y firme a su mano-. Si quieres mi opinión, conozco a muchas tontas, y te aseguro que no te ajustas al perfil. O sea que hazme un favor y olvida todo esto. Déjalo correr, y concéntrate en lo bien que van las cosas y en lo maravilloso que será.

Sherry: Tienes razón. Sabía que me harías sentir mejor.

Ness: Para eso estoy aquí. -Por debajo la mesa, giró la muñeca y consultó su reloj. Disponía de otros diez minutos-. Dime, ¿has fijado ya la cita para el spa y el salón de belleza, para los últimos retoques?

Los diez minutos se convirtieron en quince, pero se había guardado tiempo de sobra para el trayecto de vuelta a casa, donde le esperaba la última reunión de la tarde. Ni siquiera la fuerte lluvia que la sorprendió de camino al coche le preocupó.

Le sobraba tiempo para llegar a casa, retocarse un poco, coger los informes, controlar el refrigerio y repasar los datos de los clientes con sus socias. Sin embargo, para ahorrarse tiempo enchufó el teléfono en el coche y se puso en contacto con Brittany con el manos libres.

Britt: Glaseados de Votos.

Ness: Hola, voy para casa. ¿Todo listo?

Britt: Café, té, champán, unos canapés sencillos pero fabulosos y unos bombones. Ashley ya ha cambiado las flores. Todas tenemos, o tendremos, nuestros álbumes de muestra. ¡Vaya! ¿Eso ha sido un trueno?

Ness: Sí, esto no ha hecho más que empezar -echó un vistazo a una amenazadora formación de nubes-. Llegaré en unos veinte minutos. Hasta luego.


La tormenta retumbaba en el cielo, violenta y salvaje, y pensó en lo mucho que habría disfrutado del espectáculo si hubiera estado a cubierto. Pronto lo estaría, se dijo, pero disminuyó la velocidad con prudencia mientras la lluvia azotaba el parabrisas.

Circulaba por la carretera que conducía a su casa repasando mentalmente los pormenores de la reunión con los nuevos clientes.

Sucedió deprisa, y todo fue medio borroso por la lluvia.

El perro... ¿o el ciervo...? cruzó la carretera a toda prisa. El coche que venía de frente se desvió para esquivarlo y derrapó. Vanessa levantó el pie del acelerador, pisó el freno, y su corazón logró acompasarse al ver que el animal había salido ya de la carretera.

Sin embargo, el coche que venía de frente volvió a derrapar y se dirigió hacia ella.

Su corazón volvió a dar un vuelco. Sin alternativa posible, dio un volantazo brusco para evitar la colisión. Su coche patinó y con una sacudida invadió el arcén. La tracción trasera se descontroló y el vehículo dio bandazos de un lado al otro. El auto-móvil que venía de frente pasó rozándolo.

Y no se detuvo.

Vanessa se quedó sentada, con las manos pegadas al volante, las rodillas temblando y el corazón en un puño.

Ness: Vale -dijo, y respiró hondo-. Estoy bien. No hay heridas. No estoy herida.

Dado que su intención era seguir ilesa, se obligó a situar el coche completamente en el arcén y a esperar a que le pasara el temblor. Podría llegar alguien y embestir contra su coche.

Lo único que logró fue avanzar a trancas y barrancas.

La rueda pinchada, pensó, y cerró los ojos. Genial.

Cogió el paraguas plegable de la guantera y salió para revisar los desperfectos.

Ness: Oh, no es un pinchazo -musitó-. Un pinchazo habría sido poca cosa... Dos. Dos malditos neumáticos destrozados.

Alzó los ojos al cielo que, constató con amargura, estaba aclarando.

El leve resplandor del arco iris en un mísero destello de sol le pareció, dadas las circunstancias, insultante.

Casi seguro que llegaría tarde a la reunión, aunque al menos no llegaría empapada.

Visto desde el lado positivo.

Volvió a meterse en el coche y llamó a la asistencia en carretera. Como todavía le temblaban las manos, optó por esperar unos minutos antes de telefonear a casa.

Les diría que había pinchado, decidió, y que estaba esperando a que llegara el chico a cambiarle la rueda. Ella era perfectamente capaz de cambiar un neumático pinchado si hacía falta, claro. Pero solo tenía una rueda de recambio.

Se presionó con la mano el estómago, que notaba revuelto, y sacó un antiácido del tubo que llevaba en el bolso.

La grúa tardaría unos treinta minutos con suerte, y luego tendría que pedir al conductor que la llevara a casa, o bien llamar a un taxi. No quería telefonear a ninguna de sus socias y permitir que vieran cómo había quedado el coche.

Ni hablar antes de una reunión.

Un taxi, decidió. Si llamaba a un taxi llegaría en el mismo momento que la grúa. Era más práctico de esa manera. Si pudiera dejar de temblar podría volver a encauzar las cosas. A manejar la situación.

Oyó el rugido de un motor y su mirada se posó en el retrovisor. Aminora la marcha, pensó, respirando aliviada. Una motocicleta, sin duda con espacio suficiente para pasar de largo.

Contra todo pronóstico, aparcó detrás.

Un buen samaritano, pensó. No todos eran unos imbéciles desconsiderados como el otro conductor. Abrió la puerta para decirle al motorista que ya había pedido ayuda y salió del automóvil.

Y vio a Zachary Efron quitándose un casco negro.

Lo que faltaba, se dijo. Ahora la «rescataría» el amigo de su hermano, el mecánico de todos ellos, un hombre que solía ponerla de mal humor.

Le vio sopesar la situación mientras la fina lluvia humedecía su cabello castaño y despeinado. Llevaba los tejanos rasgados por la rodilla, manchados de grasa en las perneras. La camisa negra y la chaqueta de cuero le daban una imagen de chico malo y sexy, inclinado al pecado.

Y unos ojos, pensó Vanessa cuando su mirada se encontró con la de él, que desafiaban a las mujeres a cometer uno con él. Más de uno.

Zac: ¿Estás herida?

Ness: No.

Zachary se la quedó mirando un buen rato como si fuera a decidir eso por sí mismo.

Zac: Tu airbag no se ha abierto.

Ness: No iba tan deprisa. No he chocado contra nada. Evité a un tarado que dio un volantazo para esquivar a un perro y que iba derecho hacia mí. He tenido que meterme en el arcén y...

Zac: ¿Dónde está? Me refiero al conductor.

Ness: No se ha detenido. ¿Quién haría algo así? ¿Cómo es posible que alguien haga algo así?

En silencio, Zac se asomó al interior del coche y sacó un botellín de agua del soporte para vasos.

Zac: Siéntate. Bebe un poco de agua.

Ness: Estoy bien. Solo un poco enfadada. Bueno, en realidad estoy muy enfadada.

Zac le dio un empujoncito y Vanessa se sentó de lado en el asiento del conductor.

Zac: ¿Está en condiciones tu rueda de recambio?

Ness: Por estrenar. Es nueva. Cambié los cuatro neumáticos el invierno pasado. Maldita sea.

Zac: Necesitarás otro par. -Se agachó un instante de modo que sus insidiosos ojos azules quedaron a la altura de los de ella-.

Le llevó un rato comprender que tanto los gestos como el aplomo de la voz de Zachary estaban estudiados para tranquilizarla. Dado que parecía funcionar, iba a tener que agradecérselo.

Zac: Buscaremos unos a juego con los otros dos -prosiguió-. También quiero repasar el coche, ya puestos.

Ness: Sí, muy bien, vale -bebió y constató que tenía la garganta seca-. Gracias. Solo estoy...

Zac: Muy, muy enfadada -remedó enderezándose-. No te culpo.

Ness: Y llegaré tarde. Odio llegar tarde. Tengo una reunión en casa dentro de... ay, mierda, veinte minutos. Tengo que llamar a un taxi.

Zac: No.

Zachary dirigió la mirada hacia la carretera y vio que se acercaba la grúa.

Ness: Qué rapidez, y tú también. No esperaba... -se interrumpió al notar que su cerebro volvía a ponerse en funcionamiento-. ¿Ibas por esta carretera con la moto?

Zac: Voy por esta carretera con la moto -la corrigió-. Visto que has llamado pidiendo una grúa porque te has salido de la carretera, ¿cómo es que no has avisado también a la policía?

Ness: No he podido ver la matrícula, ni siquiera la marca del coche. -Y eso le daba rabia, muchísima rabia-. Todo ha sucedido muy rápido, estaba lloviendo y...

Zac: Y habría sido una pérdida de tiempo. De todos modos, Bill tomará unas fotografías y pasará el parte en tu nombre.

Vanessa se presionó la frente con la palma de la mano.

Ness: Muy bien. Gracias. De verdad, gracias. Creo que estoy un poco afectada.

Zac: Es la primera vez que te veo así. Espera.

Zachary fue hacia la grúa y, mientras hablaba con el con¬ductor, ella bebió un poco de agua y se obligó a tranquilizarse. No pasaba nada, nada de nada. El conductor la llevaría a casa y ni siquiera llegaría tarde. En diez minutos estaría allí, y aún le quedarían cinco para arreglarse un poco. Dejaría la historia de los neumáticos pinchados para después de la reunión.

No pasaba nada.

Levantó la vista y vio que Zachary regresaba y le tendía un casco rojo de bombero.

Zac: Lo necesitarás.

Ness: ¿Por qué?

Zac: La seguridad es lo primero, Piernas. -Le puso el casco en la cabeza y su sonrisa adquirió un leve deje de complicidad-. Muy mona.

Ness: ¿Qué? -abrió unos ojos como platos-. Si crees que voy a subirme a esa moto…

Zac: ¿Quieres llegar a tiempo a la reunión o no? ¿Quieres conservar la fama de señorita Rápida y Eficiente? Ha parado de llover. Ni siquiera te mojarás -volvió a asomarse al interior del coche, pero en esa ocasión sus cuerpos chocaron. Luego se echó hacia atrás llevando su bolso en la mano-. Necesitarás esto. Vámonos.

Ness: ¿No podría el conductor... no puede dejarme él en casa?

Zac ató el bolso a la moto, pasó una pierna por encima y se montó en ella.

Zac: No tendrás miedo de subir a una moto, supongo. Total, solo son unos diez kilómetros...

Ness: Claro que no tengo miedo.

Zachary se puso el casco, arrancó la moto y dio un par de fuertes acelerones.

Zac: El reloj avanza.

Ness: Será posible... -se mordió la lengua, se acercó a la moto haciendo sonar sus tacones y, apretando los dientes, consiguió sentarse a horcajadas detrás de él. La falda se le subió y se le vieron los muslos-.

Zac: Bonito.

Ness: Cállate.

Vanessa no llegó a oír su risa, pero la imaginó.

Zac: ¿Habías montado alguna vez en una Harley, Piernas?

Ness: No. No he tenido ninguna necesidad.

Zac: Entonces esto va a ser una pasada. Vale más que te agarres. A mí -añadió él al cabo de unos segundos-.

Vanessa apoyó con suavidad las manos en su cintura.

Sin embargo, cuando Zachary volvió a acelerar (Vanessa sabía perfectamente que lo había hecho aposta), se tragó el orgullo y lo agarró con fuerza.

Por qué, se preguntó, iba a querer nadie conducir algo que metía tanto ruido, era tan peligroso y tan…

Segundos después volaban por la carretera, y el viento soplaba fresco y reconfortante en cada centímetro de su piel.

De acuerdo, es emocionante, admitió, y el corazón le dio un vuelco cuando él se inclinó para tomar una curva. Terroríficamente emocionante. Como la montaña rusa, que era otra cosa que consideraba emocionante sin por ello constituir una experiencia necesaria para disfrutar de una vida plena.

El paisaje pasaba junto a ellos a toda velocidad. Vanessa sintió el aroma de la lluvia, de la hierba, del cuero de la chaqueta de Zac, la vibración de la moto entre sus piernas.

Sexual, admitió. Un valor añadido a lo emocionante. Razón por la cual seguramente la gente iba en moto.

Cuando Zac tomó el camino de entrada a la finca, Vanessa tuvo que resistir el impulso de levantar los brazos en alto para sentir el viento chocando contra sus palmas.

Se detuvieron frente a la casa y Drew salió a recibirlos.

Drew: Zac.

Zac: Drew.

Drew: Vanessa, ¿dónde está tu coche?

Ness: Ah, he tenido un pinchazo volviendo por la carretera. Zac pasaba por allí. El mecánico de la grúa lo está arreglando. Tengo una reunión.

Su hermano ladeó la cabeza y Vanessa vio cómo se alzaba la comisura de sus labios.

Drew: Vanessa. Has subido a una moto.

Ness. ¿Y qué?

Intentó bajar con elegancia, pero con los tacones y la falda era todo un reto.

Zac se apeó con toda naturalidad y la levantó como si fuera un paquete para entregar.

Ness: Gracias. Muchas gracias. He de irme corriendo o...

Zac: Llegarás tarde. -Desató su bolso-. No creo que quieras irte con eso.

Le desabrochó el casco y se lo quitó.

Ness: Gracias.

Zac: Ya lo has dicho. Varias veces.

Ness: Bueno...

Sin poder articular palabra, nada típico en ella, Vanessa se volvió y se apresuró hacia la casa.

Oyó que Drew decía:

Drew: Entra a tomarte una cerveza.

E intentó no estremecerse cuando Zac respondió con un «No me vendría nada mal».

Zac entró en la casa siguiendo a Drew y alcanzó a ver a Vanessa subiendo a la carrera. Aquella mujer tenía buenas piernas: unas auténticas piernas a lo Hollywood.

Las demás socias -la rubia estilosa, la belleza de pelo castaño y la esbelta de las mechas- aguardaban en el umbral de lo que supuso que sería el salón, hablando todas a la vez.

¡Menuda estampa!

Drew: Un pinchazo -dijo sin dejar de caminar-.

La mansión de los Hudgens tenía estilo, pensó Zac, tenía clase, tenía peso y, sin embargo, conseguía parecerse a un hogar en lugar de a un museo. Dedujo que eso hablaba muy a favor de los que vivían en ella y de los que los habían precedido.

Colores cálidos, cuadros que atraían las miradas en lugar de desconcertarlas, butacas cómodas, mesas resplandecientes y flores, flores y más flores combinadas con el estilo, la clase y el peso.

No obstante, en ningún momento sintió la necesidad de meterse las manos en los bolsillos por miedo a dejar sus huellas en algún objeto.

Había estado en casi todas las habitaciones de la casa, salvo en el ala particular de Vanessa (¿no sería interesante remediar eso?) y siempre se había sentido cómodo. De todos modos, la zona más desenfadada y acogedora seguía siendo la cocina de la señora Grady.

Ella en persona fue quien volvió la espalda a los fogones sin dejar de remover algo que olía de maravilla.

Grady: Vaya, vaya... si es Zachary.

Zac: ¿Qué tal va, señora Grady?

Grady: Muy bien. -Enarcó las cejas al ver que Drew cogía un par de cervezas de la nevera-. Llévatelas afuera. No os quiero bajo mis faldas.

Zac y Drew: Sí, señora -respondieron al unísono los dos hombres-.

Grady: Supongo que te quedarás a cenar -dijo a Zachary-.

Zac: ¿Me lo está preguntando?

Grady: Lo haré si Andrew ha olvidado sus modales.

Drew: Acaba de llegar -musitó-.

Grady: Como los chicos han negociado que haya cena después de la reunión, puedo incluir a uno más. Si él no tiene manías.

Zac: Si cocina usted, señora Grady, me conformo con un solo bocado.

Grady: Menuda labia, chico...

Zac: Eso dicen las mujeres.

El ama de llaves soltó una carcajada y dio unos golpecitos con la cuchara en el borde de la cazuela.

Grady: Fuera, los dos.

Drew abrió la nevera y tomó dos cervezas más. Colocó tres botellas en las manos de Zac, se quedó con una y sacó el móvil de camino a la terraza.

Drew: Chris. Ha venido Zac. Hay cerveza. Ve a buscar a Liam.

Volvió a cerrar la tapa del teléfono.

Drew todavía iba vestido con el traje, observó Zac, y aunque se había quitado la corbata y llevaba el cuello de la camisa desabrochado, tenía toda la pinta del típico abogado que ha estudiado en Yale. Compartía con su hermana el abundante cabello ondulado y la gran sonrisa. Los rasgos de Vanessa eran más suaves, más dulces, pero cualquiera que se fijara con detalle comprendería que eran hermanos.

Drew se sentó y estiró las piernas. Sus ademanes eran más desenfadados y menos envarados que los de su hermana, razón por la cual Zac y él se habían hecho compañeros de póquer y después amigos.

Abrieron las botellas, y tras el primer sorbo helado el cuerpo de Zachary se relajó por primera vez desde el momento en que había cogido las herramientas, doce horas antes.

Drew: ¿Qué ha pasado?

Zac: ¿A qué te refieres?

Drew: No me la juegues, Zac. Un pinchazo... y una mierda. Si Vanessa hubiera tenido un pinchazo le habrías cambiado tú la rueda, o ella, y no habría vuelto a casa montada en tu moto.

Zac: Ha tenido un pinchazo -volvió a dar otro trago de cerveza-. De hecho, han sido dos. Dos ruedas jodidas. -Se encogió de hombros. No solía mentir a los amigos-. Por lo que me ha contado, y por el panorama que he visto al llegar, un capullo ha dado un bandazo para esquivar a un perro. Vanessa ha tenido que saltar al arcén para no quedar hecha polvo. La carretera mojada, puede que fuera un poco descompensada, el caso es que ha dado un bandazo y le han estallado los dos neumáticos izquierdos. Por las huellas del patinazo parece que el otro con¬ductor iba a toda pastilla, ella no. Y el tío ha seguido circulando.

Drew: ¿La ha dejado tirada? -La indignación asomó a su voz y se reflejó en su cara presagiando tormenta-. Hijo de puta. ¿Vanessa ha anotado la matrícula, la marca del coche?

Zac: No tiene datos, y no la culpo. Ha debido de suceder cuando el chaparrón pegaba fuerte; bastante trabajo ha tenido intentando controlar el coche. En mi opinión, lo ha hecho muy bien. No ha chocado contra nada, ni siquiera se le ha abierto el airbag. Temblaba como una hoja, y además estaba cabreada. Muy cabreada, porque pensaba que llegaría tarde a la reunión.

Drew: Pero no estaba herida -dijo casi para sus adentros-. Muy bien. ¿Dónde ha sido?

Zac: A unos diez kilómetros de aquí.

Drew: ¿Ibas por esa carretera con tu moto?

Zac: No. -Maldito tercer grado-. Mira, mamá ha recibido la llamada y ha salido para decirme que Vanessa se había salido de la carretera y se había quedado tirada, así que me he ido en moto para ver cómo estaba mientras mamá despachaba con Bill.

Drew: Te lo agradezco, Zac.

Levantó los ojos al ver salir a la señora Grady, que dejó en la mesa un cuenco con unos aperitivos salados y un platito de aceitunas.

Grady: Para secar toda esa cerveza. Ahí vienen vuestros amigos -añadió el ama de llaves señalando con un movimiento de cabeza hacia un césped iluminado por el leve resplandor del atardecer-. Tú -dijo dando un golpecito a Zac en el hombro-. Puedes tomar una cerveza más, porque no nos sentaremos a cenar hasta dentro de una hora como mínimo, y luego se acabó hasta que esa máquina del diablo no esté aparcada en tu casa.

Zac: Pero antes usted y yo podríamos ir a bailar.

Grady: Ándate con cuidado. -La señora Grady le miró con unos ojos como ascuas-. Me quedan varios ases en la manga.

Y volvió a meterse en casa dejando a Zachary con una sonrisa.

Zac: Apuesto a que sí -levantó la botella para saludar a Chris y a Liam-.

Chris: Esto es lo que me ha recetado el médico.

Christopher French, el niño bonito de la arquitectura, compañero de facultad de Drew, abrió una cerveza.

Las botas recias y los tejanos le decían a Zac que Chris había dedicado la jornada a visitar la obra en lugar de quedarse en el despacho. Contrastaban con la camisa de tejido oxford y los caquis de algodón de Liam. Las gafas del profesor sobresalían del bolsillo de su camisa, y Zachary se lo imaginó sentado en su nuevo estudio, muy a lo profesor Maguire, corrigiendo exámenes con la chaqueta de tweed bien colgada en el armario.

Supuso que componían un grupo muy variopinto, por lo visto: Drew vestido con su impecable traje italiano, Chris, con sus botas de trabajo; Liam, con los caquis de algodón de dar clases, y él...

Joder, si hubiera sabido que iban a invitarlo a cenar, se habría cambiado los pantalones.

A lo mejor.

Chris tomó un puñado del aperitivo salado.

Chris: ¿Hay novedades?

Drew: Vanessa se salió de la carretera. Zac acudió al rescate.

Liam: ¿Está bien? -se apresuró a dejar su cerveza sin haberla probado-. ¿Se ha hecho daño?

Zac: Se encuentra bien. Un par de neumáticos destrozados. Nada importante. A cambio he conseguido un par de cervezas y una cena. He salido ganando.

Drew: Ha traído a Vanessa en la moto.

Chris rió socarrón y desvió la mirada de Drew para fijarse en Zac.

Chris: Estás de coña.

Zac: No hay mal que por bien no venga -empezaba a divertirse y se metió una aceituna en la boca-. O venía en moto, o llegaba tarde a la reunión. En fin... -Volvió a zamparse otra aceituna-. Creo que le ha gustado. Tendré que llevarla a dar una vuelta de verdad.

Drew: Eso -soltó una risita-. Te deseo buena suerte.

Zac: ¿Crees que no puedo conseguir que vuelva a montar en mi moto?

Drew: Vanessa no es una motera empedernida, que digamos.

Zac: Ojo con hablar mal de las moteras -tomó un sorbo de cerveza con una mirada calculadora-. Apostaría cien dólares a que puedo conseguir que se monte en mi moto durante toda una hora, y en solo dos semanas.

Drew: Si te apetece tirar el dinero de esa manera, voy a tener que seguir invitándote a cerveza.

Chris: Te dejaré sin blanca -dijo metiendo los dedos en el cóctel salado-. No tengo ningún problema en dejarte sin blanca.

Zac: Trato hecho -estrechó la mano de Chris-. Las apuestas siguen en pie -dijo a Drew-.

Drew: Muy bien.

Se estrecharon la mano y Drew miró a Liam.

Drew: ¿Quieres apuntarte?

Liam: No, me parece que no... Bueno, creo que voy a apostar por Zachary.

Zachary miró con interés a Liam.

Zac: Puede que seas tan listo como pareces.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Siguela please!!!!

Lu dijo...

Me encanto!
Interesante que ya se conozcan ellos dos....


Sube pronto :)

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