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sábado, 16 de mayo de 2020

Capítulo 12


Zac: Disponemos de un par de horas -murmuró sin dejar de estudiar la posada ni los planos que le había entregado Royce-. No es tan listo como pensé, o quizá tiene demasiado pánico para pensar bien.

Royce: Eso podría sernos de ventaja -indicó Royce cuando Zac negó con la cabeza el café que le ofrecía-. O podría ir en nuestra contra.

Dos horas. No podía soportar la idea de que retuviera a Vanessa tanto tiempo a punta de pistola.

Zac: Quiere un coche, salvoconducto hasta el aeropuerto y un avión -se volvió hacia Conby-. Quiero que te asegures de que crea que los va a conseguir.

Conby: Soy consciente de cómo llevar una situación de rehenes, Efron.

Zac: ¿Cuál de sus hombres es el mejor tirador? -le preguntó a Royce-.

Royce: Yo -no apartó los ojos de Zac-. ¿Dónde me quiere?

Zac: Están en la cocina.

Royce: ¿Se lo dijo él?

Zac: No, Vanessa. Me dijo que le iba a permitir preparar algo de comida. Como dudo de que en este momento piense en comer, me dejaba conocer su posición.

Royce miró hacia donde Mae iba de un lado a otro del embarcadero.

Royce: Es una chica dura. Mantiene fría la cabeza.

Zac: Hasta ahora -pero recordaba bien el sonido de su llanto apagado-. Necesitamos enviar a dos hombres a la parte de atrás. Quiero que guarden la distancia, que permanezcan fuera de vista. Veamos lo cerca que podemos llegar-volvió a dirigirse a Conby-. Danos cinco minutos. Luego vuelve a llamarlo. Dile quién eres. Ya sabes cómo sonar importante. Distráelo, mantenlo al teléfono el tiempo que puedas.

Royce: Tienes dos horas, Efron. Podemos llamar a un equipo de SWAT desde Seattle.

Zac: Tenemos dos horas -dijo con tono lóbrego-. Vanessa quizá no las tenga.

Royce: No puedo asumir la responsabilidad…

Zac lo cortó.

Zac: Desde luego que la asumirás.

Royce: Agente Efron, si no se tratara de una situación crítica, te acusaría de insubordinación.

Zac: Perfecto. Apúntalo en mi cuenta -miró el rifle que había recogido Royce. Tenía una mira telescópica de largo alcance-. Adelante.


Vanessa respiró hondo y decidió que ya había llorado suficiente. No le iba a servir de nada. Como su captor, necesitaba pensar. Su mundo se había visto reducido a un cuarto, con el miedo como compañía constante. «No puede ser», se dijo, irguiendo la espalda. Su vida se veía amenazada y ni siquiera estaba segura de la causa.

Se incorporó de donde había estado acurrucada en el suelo. Block seguía sentado a la mesa, con la pistola en una mano mientras con la otra martilleaba monótonamente la superficie de madera. Las esposas que le colgaban de una muñeca tintineaban. Comprendió que estaba aterrado. Quizá tanto como ella. Debía haber alguna manera de utilizar eso a su favor.

Ness: Roger… ¿quieres un poco de café?

Block: Sí. Es una buena idea -aferró con más solidez el arma-. Pero que no se te ocurra nada. Vigilo cada uno de tus movimientos.

Ness: ¿Van a darte un avión? -puso el fuego bajo-.

Pensó que la cocina estaba llena de armas. Cuchillos, trinchadores, martillos. Cerró los ojos y se preguntó si tendría el valor de utilizar una.

Block: Van a darme todo lo que les pida mientras te tenga a ti.

Ness: ¿Por qué te quieren? -se dijo que debía mantener la calma. Quería permanecer serena, alerta y viva-. No lo entiendo -sirvió el café caliente en dos tazas. No se consideró capaz de tragar, pero pensó que, si lo compartía, él se relajaría-. Dijeron algo de una falsificación.

No importaba lo que ella supiera. De todos modos, había trabajado duramente y se sentía orgulloso de ello.

Block: Durante dos años, he estado llevando una pequeña operación a través de la frontera. Billetes canadienses de veinte y de diez. Puedo fabricarlos a docenas. Pero tengo cuidado, ya sabes -bebió un sorbo de café-. Un par de miles aquí, otro par allí, con Vision como tapadera. Realizamos unas buenas operaciones turísticas, dejamos satisfechos a los clientes.

Ness: ¿Me has estado pagando con dinero falso?

Block: A ti y en otro par de sitios. Pero tú has sido la más duradera y consistente -le sonrió-. Aquí tienes un lugar especial, Vanessa, tranquilo y remoto. Tratas con un banco local pequeño. Fue como la seda.

Ness: Sí -bajó la vista a la taza, con un nudo en el estómago-. Puedo verlo.

Y Zac no había ido a ver a las ballenas, sino a trabajar en un caso. Para él sólo había sido eso.

Block: Íbamos a ordeñar esta ruta unos meses más. Pero últimamente Bob comenzó a ponerse ansioso.

Ness: ¿Bob? -cerró la mano en su regazo-. ¿Bob lo sabía?

Block: No era más que un estafador de tres al cuarto antes de que lo reclutara. Yo lo puse aquí y lo hice rico. Y a ti tampoco te fue mal -agregó con una sonrisa-. Cuando yo aparecí, te movías en terrenos financieros poco firmes.

Ness: Todo este tiempo -susurró-.

Block: Había decidido darle seis meses más, luego trasladarnos, pero Bob empezó a ponerse realmente nervioso con tu nuevo ayudante. El canalla me puso una trampa -plantó la taza con fuerza en la mesa-. Llegó a un acuerdo con los federales. Debí imaginarlo por el modo en que comenzó a comportarse después del atropello del coche.

Ness: El accidente… trataste de matarme.

Block: No -le palmeó la mano-. La verdad es que siempre me has caído bien. Pero quería alejarte de la escena una temporada. Sólo probaba las aguas para ver cómo se comportaría Efron. Es bueno -musitó-. Bueno de verdad. Me convenció de que sólo le interesabas tú. El romance fue un buen toque. Me despistó.

Ness: Sí -desolada, clavó la vista en el patrón de la madera de la mesa-. Fue inteligente.

Block: Me lo tragué -musitó-. Sabía que tú no me engañabas. No va con tu carácter. Pero Efron… Probablemente ya han apresado a Dupont.

Ness: ¿Quién?

Block: No sólo nos dedicamos a blanquear dinero. Hay personas que necesitan abandonar el país con sigilo y que pagan mucho dinero por nuestros servicios. Me parece que voy a tener que aceptarme como cliente -rió y vació la taza-. ¿Qué te parece si comemos algo? Una de las cosas que más voy a echar de menos de aquí es la comida.

Se puso de pie sin decir nada y fue a la nevera. Pensó que todo había sido una mentira. Todo lo que Zac había dicho, todo lo que había hecho…

El dolor era profundo e hizo que luchara contra otra oleada de llanto. La había tratado como a una tonta, tal como había hecho Roger Block. Los dos la habían utilizado a ella y a la posada. Jamás lo perdonaría. Se frotó los ojos para despejarlos. Y jamás lo olvidaría.

Block: ¿Qué tal un poco de pastel de merengue de limón? -relajado y complacido con su propia astucia, golpeó la mesa con el cañón del revólver-. Mae se superó a sí misma con ese pastel anoche.

Ness: Sí -despacio, lo sacó-. Aún queda un poco.

Block había juntado las cortinas amarillas, pero todavía quedaba un espacio de unos cinco centímetros en el centro. En silencio, Zac se dirigió hacia allí. Pudo ver que Vanessa abría un armario y sacaba un plato.

Había lágrimas en sus mejillas. Lo desgarró verlas. Tenía las manos firmes. Eso era algo, aunque pequeño, a lo que aferrarse. No podía ver a Block, a pesar de que se ladeó todo lo que se atrevía.

Entonces, de pronto, como si ella lo hubiera percibido, sus ojos se encontraron a través del cristal. En ese instante, vio una mirada de emociones correr por la cara de Vanessa. Pero sólo duró un segundo. Después lo miró como si hubiera mirado a un desconocido y esperó instrucciones.

Él alzó una mano con la palma hacia fuera, indicándole que aguantara, que mantuviera la calma. En ese momento sonó el teléfono y vio que se sobresaltaba.

Block: Ya era hora. ¿Sí? ¿Quién demonios es? -después de escuchar un momento, emitió una risa satisfecha-. Me gusta hacer tratos con un pez gordo. ¿Dónde está mi avión, inspector Conby?

Hasta donde se atrevió, Vanessa abrió la cortina dos centímetros más.

Block: Aquí -ordenó-.

Ella bajó la mano y el plato traqueteó sobre la encimera.

Ness: ¿Qué?

Él gesticuló con la pistola.

Block: He dicho que vengas aquí.

Zac maldijo cuando ella se interpuso entre él y un buen disparo.

Block: Quiero que les hagas saber que mantengo mi parte del trato -la tomó por el brazo, con menos aspereza en esa ocasión-. Dile al hombre que te trato bien.

Ness: No me ha hecho daño -aseveró con voz apagada-.

Se forzó a mantener los ojos lejos de la ventana. Zac estaba allí… haría todo lo que pudiera para sacarla sana y salva. Ése era su trabajo.

Block: El avión estará listo en una hora -la informó después de colgar-. Tiempo suficiente para esa tarta y otro café.

Ness: De acuerdo -volvió a dirigirse a la encimera. El pánico la recorrió cuando miró por la ventana y no vio a nadie. Se había ido-. Roger, ¿vas a dejarme marchar?

Él titubeó sólo un instante, pero eso bastó para revelarle que sus palabras eran otra mentira.

Block: Claro. En cuanto haya huido.

De modo que se reducía a eso. Su corazón, su posada y en ese momento, su vida. Dejó la tarta delante de él y estudió el rostro de ese individuo al que había considerado un buen cliente. Estaba satisfecho consigo mismo y lo odió por eso. Pero seguía sudando.

Ness: Te traeré el café -fue hasta la cafetera-.

Movió un pie, luego el otro. Los oídos le zumbaban. Mientras encendía el aparato, comprendió que se trataba de más que miedo. Era furia, desesperación y una poderosa e irresistible necesidad de sobrevivir. Con un trapo, cogió la cafetera por el asa.

El aún sostenía el arma y con la mano izquierda se llevaba tarta a la boca. Pensó que la consideraba una tonta. Alguien a quien poder usar, engañar y manipular. Respiró hondo.

Ness: ¿Roger?

Él alzó la vista. Vanessa lo miró directamente a los ojos.

Ness: Has olvidado el café -dijo con calma, luego le arrojó el líquido hirviendo a la cara-.

Gritó. No pensó que alguna vez hubiera oído gritar a un hombre de esa manera. Se incorporó a medias de la silla y manoteó en busca de la pistola. Sucedió con rapidez. Sin importar las veces que repitiera la escena en su mente, jamás estaría segura por completo de lo que sucedió primero.

Ella misma quiso agarrar el arma. La mano ciega de Block la sorprendió en el pómulo. Incluso al trastabillar hacia atrás, oyó el sonido del cristal al romperse. Zac atravesaba la ventana. Vanessa aterrizó en el suelo, aturdida por el golpe, mientras él irrumpía en la cocina. Había hombres que entraban a través de las puertas bloqueadas y corrían a la habitación. Alguien la arrastró por el suelo y la sacó de allí.

Zac sostuvo el arma contra la sien de Block. Estaban arrodillados sobre el cristal roto… o más bien él estaba arrodillado mientras sostenía al hombre que gemía. En su cara ancha ya habían empezado a manifestarse ampollas.

Zac: Por favor -murmuró-. Dame un motivo.

Royce: Zac -apoyó la mano en su hombro-. Se acabó.

Pero la ira le atenazaba la garganta. Hacía que el dedo estuviera resbaladizo en el gatillo de la pistola. Recordó el modo en que Vanessa lo había mirado desde la ventana. Despacio, retiró el arma y la enfundó.

Zac: Sí. Se acabó. Lléveselo de aquí -se puso de pie y fue a buscar a Vanessa-.

La encontró en el vestíbulo, envuelta en los brazos de Mae.

Ness: Estoy bien -murmuraba-. De verdad -al ver a Zac, los ojos se le helaron-. Ahora todo va a salir bien. Necesito hablar con Zac un momento.

Mae: Di lo que tengas que decirle -le besó ambas mejillas-. Luego te voy a meter en un buen baño de agua caliente.

Ness: De acuerdo -apretó la mano de Mae. Era extraño, pero en ese momento parecía más un sueño, como si se abriera paso a través de capas y más capas de cortinas grises de gasa-. Creo que tendremos más intimidad arriba.

Luego, se volvió sin mirarlo y subió las escaleras.

Quería abrazarla. Cerró las manos con fuerza. Necesitaba pegarla a él, tocarle el pelo, la piel y convencerse a sí mismo de que la pesadilla se había terminado.

A ella le temblaban las rodillas. La reacción comenzaba a manifestarse, pero la controló. Se prometió que le daría rienda suelta cuando estuviera sola. Cuando al fin estuviera sola, lo soltaría todo.

Una vez en su salón, giró para encararlo. No quería, no podía hablar con él en la intimidad del dormitorio.

Ness: Imagino que tendrás que redactar informes -comenzó. Se preguntó si era su voz. Sonaba tan desconocida y fría… Adrede, carraspeó-. Me han comunicado que debería realizar una declaración, pero pensé que sería mejor quitarnos esto de encima primero.

Zac: Vanessa -avanzó hacia ella, pero se frenó cuando la vio alzar ambas manos-.

Ness: No -los ojos estaban tan fríos como la voz. Se dijo que no era un sueño. Era una realidad tan dura y brutal como nunca había conocido-. No me toques. Ni ahora ni nunca.

Las manos le colgaron inútiles a los lados.

Zac: Lo siento.

Ness: ¿Por qué? Conseguiste exactamente lo que viniste a hacer. Por lo que he podido deducir, Roger y Bob tenían montado un buen negocio aquí. Estoy segura de que tus superiores quedarán encantados contigo.

Zac: No importa.

Sacó la placa de él del bolsillo, donde la había guardado.

Ness: Sí -se la arrojó-. Sí que importa.

Luchando por mantener la calma, se la metió en el bolsillo. Con indiferencia, notó que las manos le sangraban.

Zac: No podía decírtelo.

Ness: No me lo dijiste.

Había un ligero moretón en el pómulo de ella. Durante un momento, toda la culpabilidad y la furia impotente se centraron en eso.

Zac: Te golpeó.

Ella se pasó un dedo por la marca.

Ness: No me rompo con facilidad.

Zac: Quiero explicártelo.

Ness: ¿De verdad? -giró un momento. Quería mantener su furia fría-. Creo que me hago una idea.

Zac: Escucha, cariño…

Ness: No, escucha tú, cariño -giró como impulsada por un muelle-. Me mentiste, me utilizaste desde el primer minuto hasta el último. Todo fue una mentira enorme e increíble.

Zac: No todo.

Ness: ¿No? Veamos, ¿cómo podemos separar una cosa de la otra? Una conveniente rueda pinchada. Y George, el bueno y afortunado George. Apuesto que valió la pena los miles de dólares que costó apartarlo de en medio para dejarte la puerta abierta. Y Bob… sabías todo sobre Bob, ¿verdad?

Zac: No podíamos estar seguros, no al principio.

Ness: No al principio -repitió. Se dijo que mientras mantuviera frío el cerebro, podría pensar. Podría pensar y no sentir-. Me pregunto, Zac… ¿estabas seguro de mí? ¿O pensaste que yo también formaba parte del asunto? -cuando no respondió, giró otra vez en redondo-. Lo creíste. Oh, ya comprendo. En todo momento estuve sometida a investigación. Y ahí estabas tú, tan a mano para entrar en juego. Lo único que tenías que hacer era intimar conmigo, cosa que yo te facilité -con una risa, pegó las manos a la cara-. Dios mío, me arrojé a ti.

Zac: No tenía que involucrarme contigo -luchando contra la desesperación, midió con cuidado las palabras-. Sencillamente, sucedió. Me enamoré de ti.

Ness: No me digas eso -bajó las manos. Tenía el rostro pálido y distante-. Ni siquiera sabes lo que eso significa.

Zac: No lo sabía… hasta conocerte a ti.

Ness: No se puede tener amor sin confianza, Zac. Yo confié en ti. No te entregué sólo mi cuerpo. Te di todo.

Zac: Te conté todo lo que podía. Maldita sea, no podía contarte el resto. Las cosas que te dije de mí, sobre el modo en que crecí, lo que sentía, era todo verdad.

Ness: ¿Tengo tu palabra al respecto, agente Efron?

Con una imprecación, atravesó la estancia y la sujetó por los brazos.

Zac: No te conocía cuando acepté la misión. Cumplía con mi trabajo. Cuando las cosas cambiaron, la parte más importante de ese trabajo se convirtió en demostrar tu inocencia y en mantenerte a salvo.

Ness: Si me lo hubieras contado, habría demostrado mi inocencia -se soltó-. Ésta es mi posada y ésta es mi gente. La única familia que me queda. ¿Crees que lo arriesgaría todo por dinero?

Zac: No. Yo lo supe, confié en eso, a las veinticuatro horas. Tenía órdenes, Vanessa, y mi instinto. Si te hubiera contado quién era y lo que sucedía, jamás habrías sido capaz de mantener una fachada creíble.

Ness: ¿De modo que soy estúpida?

Zac: No. Eres así de honesta -luchó por recuperar el control-. Has pasado por mucho. Deja que te lleve al hospital.

Ness: He pasado por mucho -repitió y casi suelta una carcajada-. ¿Sabes lo que se siente al descubrir que durante dos años, dos años, personas a las que creía conocer me han estado utilizando? Siempre me consideré una buena jueza del carácter -fue hacia la ventana-. Semana tras semana se han estado riendo de mí. No estoy segura de que alguna vez lo supere. Pero eso no es nada -se volvió-. Eso no es nada comparado con lo que siento al pensar en cómo me permití creer que estabas enamorado de mí.

Zac: Si fue una mentira, ¿qué hago aquí, diciéndote que te quiero?

Ness: No lo sé -cansada de pronto, se apartó el pelo de la cara-. Y no parece importar. Estoy vacía, Zac. Durante un rato hoy, tuve la certeza de que iba a matarme.

Zac: Oh, Vanessa -la abrazó, y cuando ella no se resistió, enterró la cara en su cabello-.

Ness: Pensé que iba a matarme -repitió con los brazos rígidos a los costados-. Y no quería morir. De hecho, nada era tan importante para mí como mantenerme viva. Cuando mi madre se enamoró y ese amor resultó traicionado, se rindió. Yo nunca me he parecido mucho a ella -se apartó de sus brazos-. Puede que sea crédula, pero jamás he sido débil. Pretendo empezar desde donde lo dejé, antes de todo esto. Voy a seguir dirigiendo la posada. Sin importar lo que haga falta, voy a borrarte a ti y estas últimas semanas de mi vida.

Zac: No -furioso, le tomó la cara entre las manos-. No lo harás, porque sabes que te quiero. Y me hiciste una promesa, Vanessa. Sin importar lo que pasara, no ibas a dejar de quererme.

Ness: Le hice esa promesa a un hombre que no existe -dolía. Podía sentir cómo el dolor la atravesaba de un lado a otro-. Y no amo al hombre que sí existe -dio un paso pequeño pero importante hacia atrás-. Déjame sola.

Cuando él no se movió, entró en el cuarto de baño y echó el cerrojo.


Mae se hallaba ocupada barriendo cristales en la cocina. Por primera vez en veinte años, la posada estaba cerrada. Suponía que no tardaría en volver a abrir, aunque por el momento se contentaba con que la pequeña se hallara a salvo arriba, en la cama, y los policías se hubieran marchado.

Cuando Zac entró, apoyó los brazos en la escoba. Había estado acunando a Vanessa durante casi una hora mientras lloraba por él. Había estado preparada para mostrarse fría y distante. Sólo bastó una mirada para hacerla cambiar de parecer.

Mae: Pareces extenuado.

Zac: Yo… -perdido, miró en torno de la habitación-. Quería preguntar cómo estaba antes de marcharme.

Mae: Deshecha -asintió, contenta con la angustia que vio en sus ojos-. Y obstinada. Tienes unos cortes.

Automáticamente, alzó una mano para frotarse el corte que tenía en la sien.

Zac: ¿Le dará este número? -dejó una tarjeta en la mesa-. Ahí me encontrará si… Ahí me encontrará.

Mae: Siéntate. Deja que te cure.

Zac: No, está bien.

Mae: He dicho que te sientes -fue a un armario para sacar un frasco de antiséptico-. Ha sufrido una fuerte conmoción.

Tuvo la súbita imagen mental de Block sosteniendo el cuchillo contra el cuello de Vanessa.

Zac: Lo sé.

Mae: Se recupera con bastante facilidad de casi todo. Te quiere.

Hizo una leve mueca cuando le pasó líquido antiséptico, pero no fue por el escozor.

Zac: Me quería.

Mae: Te quiere -repitió-. Lo que pasa es que ahora no quiere hacerlo. ¿Hace mucho que eres agente?

Zac: Demasiado.

Mae: ¿Vas a cerciorarte de que ese gusano de Roger Block reciba su castigo?

Zac: Sí.

Mae: ¿Quieres a Vanessa?

Zac: Sí -relajó las manos-.

Mae: Te creo, así que te voy a dar algunos consejos -bufando, se sentó junto a él-. Está dolida, muy dolida. Vanessa es la clase de mujer a la que le gusta arreglar las cosas por su cuenta. Dale un poco de tiempo -recogió la tarjeta y se la guardó en el bolsillo del mandil-. Yo la guardaré por el momento.


Mientras corría detrás de Ludwig, llegó a la conclusión de que se sentía más fuerte. Y no sólo físicamente. En todos los sentidos. Los sueños sudorosos que la habían despertado noche tras noche comenzaban a desvanecerse. Ya no le resultaba tan difícil hablar, o sonreír, o fingir que volvía a tener el control. Se había prometido que volvería a rearmar su vida, y eso estaba haciendo.

Rara vez pensaba en Zac. Suspiró y se corrigió. Nunca volvería a ser fuerte si empezaba a mentirse a sí misma.

Siempre pensaba en Zac. Era difícil no hacerlo, y especialmente ese día resultaba más difícil.

Ese día tendrían que haberse casado. Giró hacia la hierba mientras Ludwig exploraba. El dolor apareció, se extendió y fue aceptado. Justo después del mediodía, con la música sonando y el sol cayendo sobre el jardín, habría puesto su mano en la de él. Y pronunciado unos votos.

«Una fantasía», se dijo, y volvió a sacar a su perro a un lado del camino.

Había sido una fantasía entonces, y lo era en ese momento.

Y, sin embargo… Con cada día que pasaba, recordaba con más claridad los momentos que habían compartido. La renuencia y la ira de Zac. Luego su ternura y preocupación. Bajó la vista para ver la pulsera que brillaba en la muñeca.

Había intentado volver a guardarla en el estuche, meterla en un cajón oscuro y que rara vez abriera. Todos los días se decía que lo haría. Y cada día recordaba lo dulce, lo incómodo y lo maravilloso que había estado al regalársela.

Si hubiera sido sólo un trabajo, ¿por qué le había dado tanto más de lo que era necesario? No se refería únicamente a esa joya, sino a todo lo que simbolizaba ese círculo de oro. Podría haberle ofrecido amistad y respeto, tal como había hecho Bob, y habría confiado de la misma manera en él. Podría haber mantenido la relación en un plano estrictamente físico. Sus sentimientos habrían sido los mismos.

Pero le había dicho que la quería. Y al final, prácticamente le había suplicado que lo creyera.

Movió la cabeza y aceleró el paso. Se estaba mostrando débil y sentimental. Sólo era por el día… la hermosa mañana de primavera que tendría que haber sido el día de su boda.

Lo que necesitaba era regresar a la posada y mantenerse ocupada. Ese día pasaría, igual que los demás.

Al principio pensó que lo imaginaba cuando lo vio de pie junto al camino. Los pies le flojearon.

Antes de poder pensar en impedirlo, las rodillas se le aflojaron.

La había oído llegar. Caminaba muy despacio, a pesar del perro ansioso. Se preguntó si sería consciente de que tenía su vida en las manos.

Al detenerse delante de él, Vanessa rezó para que la voz estuviera más firme que sus piernas.

Ness: ¿Qué quieres?

Se agachó para acariciar al perro feliz de verlo.

Zac: Ya llegaremos a eso. ¿Cómo estás?

Ness: Bien.

Zac: Has estado sufriendo pesadillas -tenía ojeras-.

No le facilitaría las cosas haciendo ver que no se daba cuenta.

Ella se puso rígida.

Ness: Van desapareciendo. Mae habla demasiado.

Zac: Al menos ella me habla.

Ness: Tú y yo ya nos hemos dicho todo lo que había que decir.

Cerró una mano sobre su brazo cuando iba a pasar de largo.

Zac: Esta vez no. La última vez te desahogaste y me lo tenía merecido. Ahora me toca a mí -se inclinó para soltar la correa del perro. Libre, Ludwig corrió a casa-. Mae lo espera -explicó antes de que Vanessa pudiera llamarlo de vuelta-.

Ness: Comprendo -enroscó la correa en torno a su puño-. ¿Los dos habéis planeado esto?

Zac: A ella le importas. Y también a mí.

Ness: Tengo cosas que hacer.

Zac: Sí. Esto primero -la acercó y, sin prestar atención a su oposición, le aplastó la boca con los labios-.

Fue como beber después de pasar días en el desierto, como un fuego después de una docena de noches largas y frías. La saqueó, codicioso, como si fuera la primera vez. O la última.

Ella no pudo oponerse más. Ni a él ni a sí misma. Casi sollozando, se aferró a Zac, hambrienta y dolida. Sin importar lo fuerte que intentara ser, jamás sería lo bastante fuerte como para oponerse a su propio corazón.

Anhelante, trató de retirarse, pero él no se lo permitió.

Zac: Dame un minuto -murmuró, pegando, los labios a su cabello-. Cada noche me despierto y lo veo con el cuchillo pegado a tu cuello. Y no hay nada que yo pueda hacer. Extiendo las manos hacia ti y no estás allí. Durante un minuto, un horrible minuto, me siento aterrorizado. Entonces recuerdo que estás a salvo. No estás conmigo, pero te encuentras a salvo. Casi es suficiente.

Ness: Zac -con un suspiro impotente, le acarició los hombros-. No es bueno pensar en ello.

Zac: ¿Crees que podría olvidarlo? -se retiró, pero sin soltarle los brazos-. Recordaré cada segundo el resto de mi vida. Yo era responsable de ti.

Ness: No -la furia surgió con rapidez, tanto como para sorprenderlos a ambos. Lo empujó por el pecho-. Yo soy responsable de mí. Lo era, lo soy y siempre lo seré. Y cuidé de mí misma.

Zac: Sí -le acarició la mejilla. El moretón se había desvanecido, aunque no hubiera sucedido lo mismo con el recuerdo-. Fue una manera terrible de servir café.

Ness: Olvidémoslo -se soltó y se dirigió hacia el agua-. No me siento especialmente orgullosa de haber permitido que me engañaran, así que prefiero no tocar el tema.

Zac: Eran profesionales, Vanessa. No eres la primera persona a la que han utilizado.

Ness: ¿Y tú? -apretó los labios con fuerza-.

Zac: Cuando vas de incógnito, mientes, usas a la gente y te aprovechas de cualquier cosa que se te ofrece -ella tenía los ojos cerrados al volverla para que lo mirara-. Vine aquí a realizar un trabajo. Hacía mucho tiempo que no me permitía pensar más allá del día siguiente. Mírame. Por favor.

Ella respiró hondo y abrió los ojos.

Ness: Ya hemos pasado por esto, Zac.

Zac: No. Te había herido. Te había decepcionado. No estabas preparada para escuchar -con suavidad, le apartó una lágrima de las pestañas-. Espero que ahora lo estés, porque no puedo continuar mucho más tiempo sin ti.

Ness: Fui demasiado dura contigo en aquella ocasión -le requirió casi toda la fuerza que tenía, pero logró sonreír-. Estaba dolida y mucho más conmocionada de lo que imaginaba por haber estado encerrada en la cocina con Roger. Después de declarar, el inspector Conby me lo explicó todo con más claridad. La operación, mis responsabilidades, lo que tú tuviste que hacer.

Zac: ¿Qué responsabilidades?

Ness: El dinero. Nos ha colocado en una situación algo precaria, pero al menos sólo tenemos que devolver un porcentaje.

Zac: Comprendo -rió y movió la cabeza-. Siempre ha sido un príncipe.

Ness: El comerciante es el responsable de la pérdida -ladeó la cabeza-. ¿Desconocías el acuerdo que alcancé con él?

Zac: Sí.

Ness: Pero trabajas para él.

Zac: Ya no. Presenté mi dimisión cuando regresé a Washington.

Ness: Oh, Zac, eso es ridículo. Es como echar al bebé junto con el agua del baño.

Sonrió ante el pragmatismo innato de Vanessa.

Zac: Decidí que me gusta más la carpintería. ¿Necesitas alguna restauración?

Jugó con la correa y miró hacia el agua.

Ness: Últimamente no he pensado mucho en la remodelación de la posada.

Zac: Soy barato -le alzó la cara con un dedo en el mentón-. Lo único que tienes que hacer es casarte conmigo.

Ness: No.

Zac: Vanessa -con una paciencia que desconocía poseer, la inmovilizó-. Una de las cosas que más admiro de ti es tu mente. Eres realmente aguda. Mírame, mírame de verdad. Supongo que tienes que saber que no me estoy dando de cabeza contra el mismo muro por diversión. Te quiero. Debes creer eso.

Ness: Me da miedo -murmuró-.

Experimentó la primera chispa de esperanza.

Zac: Cree esto. Tú cambiaste mi vida. La cambiaste literalmente. No puedo volver al estilo que tenía antes. No puedo avanzar a menos que estés conmigo. ¿Cuánto tiempo quieres que permanezca aquí, a la espera de poder volver a vivir?

Con los brazos cruzados, se alejó una distancia corta. La hierba alta en el borde del agua aún mostraba el rastro del rocío. Podía olerlo, y también la fragancia frágil de las flores silvestres.  Entonces se le ocurrió que había bloqueado de su vida esas cosas desde que lo había echado de su lado. Si lo que le exigía era honestidad, ¿cómo podía ofrecerle menos?

Ness: Te he echado muchísimo de menos -movió la cabeza antes de que pudiera tocarla otra vez-. Trataba de no preguntarme si volverías. Me decía que no quería que lo hicieras. Cuando te vi en el camino, lo único que deseé hacer fue correr hacia ti. Sin preguntas, sin explicaciones. Pero no es tan sencillo.

Zac: No.

Ness: Te quiero, Zac. No puedo evitarlo. Lo he intentado -lo miró-. No con mucha intensidad, pero lo he intentado. Creo que debajo de toda la ira y el dolor, sabía que no me mentías acerca de tu amor. No he querido perdonarte por mentirme en todo lo demás, pero… En realidad, no es más que orgullo. Si tengo que realizar una elección, prefiero aceptar el amor -sonrió y le abrió los brazos-. Supongo que eso significa que estás contratado.

Rió cuando la alzó en vilo y le hizo dar vueltas.

Zac: Conseguiremos que funcione -le prometió, llenándole la cara de besos-. Empezando desde hoy.

Ness: Hoy íbamos a casarnos.

Zac: Y vamos a hacerlo.

Ness: Pero…

Zac: Tengo la licencia -le dio un beso en los labios y otra vuelta-.

Ness: ¿Una licencia de matrimonio?

Zac: Está en mi bolsillo, con dos billetes a Venecia.

Ness: ¿A…? ¿A Venecia? Pero ¿cómo…?

Zac: Y Mae te compró un vestido ayer. No me dejó verlo.

Ness: Vaya -el júbilo era tan abrumador que no le permitió fingir irritación-. Estabas demasiado seguro de ti mismo.

Zac: No -la besó otra vez, sintió la curva de los labios y la bienvenida-. Estaba seguro de ti.


FIN


2 comentarios:

Caromi dijo...

Awwww q lindo final
Bueno el inicio del capi no fue muy lindo xD
Ya quiero ver la siguiente nove
Publica pronto please

Anónimo dijo...

Muy linda hace poco q volvi a leer y son maravillosas las historias. No dejes de publicar

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