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martes, 26 de mayo de 2020

Capítulo 3


A Zachary, la experiencia le decía que la mayor parte de la gente no se sentaba un martes cualquiera a cenar jamón glaseado con miel, patatas asadas, zanahorias baby y espárragos delicadamente salteados. Y probablemente no comía a la luz de las velas, con flores y un vino servido en centelleantes copas de cristal.

Claro que los que vivían en la casa de los Hudgens no eran la mayor parte de la gente.

Habría pasado del sofisticado vino francés, aunque la señora Grady no le hubiera echado miradas siniestras. Hacía mucho que había superado la etapa en que le habría dado al vino y luego se habría marchado en moto.

Su plan original era irse a casa, sacudirse la larga jornada de encima haciendo ejercicio, darse una ducha, meter algo entre pan y pan, abrir una lata de cerveza y acampar delante de la televisión.

Con eso se habría quedado contento.

Pero tenía que admitir que esto era mejor.

No solo por la comida (aunque... ¡qué bien cocinaba la señora Grady!), sino por el lugar, por todo el lote: mujeres hermosas, hombres de su agrado, la sorprendente señora Grady.

Y, en especial, la siempre intrigante Vanessa Hudgens.

El rostro de esa mujer era digno de ser contemplado a la luz de las velas. Elegante pero sin ser fría a menos que se lo propusiera. Sexy pero sutil, como encaje asomando bajo una blusa almidonada.

Y luego estaba esa voz, registro agudo, voluta de humo, pero mudable como el tiempo, de enérgica a remilgada, de cálida a gélida. Esa mujer conseguía lo que quería según el tono de voz. Sabía cómo emplearlo.

Vanessa había tenido que contar toda la historia de la colisión que había estado a punto de sufrir, y empleó un tono desenfadado con algunos repuntes de genio. Si él no la hubiera visto justo después del incidente, se habría tragado el cuento de que no había corrido un peligro real, de que solo estaba molesta por su reacción exagerada y por la negligencia del otro conductor.

A pesar de la actuación, los demás se mostraron muy preocupados por ella, la acribillaron a preguntas, se indignaron ante la actitud del otro conductor. Y manifestaron tanta gratitud a Zac que este empezó a sentirse agobiado.

Supuso que tanto Vanessa como él acusaron el mismo alivio cuando todos cambiaron de tema.

Le gustaba escucharlos, a todos ellos. La cena en grupo, o más bien en familia, como supuso, fue larga, alborotada y estuvo animada por un montón de conversaciones cruzadas. Le vino bien a Zac. Significaba que no tenía que decir gran cosa; él creía que se aprendía más de la gente cuando dejabas que otros llevaran el timón.

Chris: ¿Qué vas a hacer con el billar? -preguntó a Drew-.

Drew: No lo he decidido.

El comentario motivó a Zachary a hacer una pregunta.

Zac: ¿Qué le pasa al billar?

Drew: Nada.

Liam: Drew vende su casa y se muda aquí -explicó a Zac-.

Zac: ¿La vende? ¿Desde cuándo?

Drew: Noticias frescas -miró a Zac arqueando las cejas mientras untaba de mantequilla uno de los hojaldres de la señora Grady-. ¿Quieres comprarla?

Zac: ¿Qué haría yo con esa casa? Ahí cabe una familia de diez sin contar a los abuelos de Iowa -se quedó pensativo mientras cortaba otro trozo de jamón-. ¿Hay alguna manera de comprar la sala de juegos?

Drew: Me temo que no. Pero tengo un par de ideas sobre eso.

Zac: Cuando te decidas a vender las máquinas del millón, dímelo.

Chris: ¿Dónde vas a ponerlas? Si casi no hay espacio para moverse en el chiringuito que tienes sobre el garaje de tu madre...

Zac: Por los clásicos, tiraría la cama y dormiría en el suelo.

Britt: Los niños y sus juguetes -lanzó una mirada a Drew-. Los tuyos no entran en nuestro dormitorio. Prohibido cruzar la línea, Andrew. Prohibidísimo.

Drew: Lo que tengo en mente es un lugar muy distinto -dijo mirando a Vanessa-. Ya hablaremos.

Ness: De acuerdo. Pensando que querrías aprovechar una de las buhardillas -retomó la palabra-, fui a verlas, pero me ha dado la impresión de que no van a poder soportar tanto peso. Sobre todo si quieres meter ahí el billar de pizarra.

Drew: No estaba pensando en la parte de arriba. Estaba pensando en la parte de abajo.

Ness: ¿Abajo? ¿Dónde...? ¡Por Dios, Drew, en uno de los sótanos, no!

Zac: ¿Cuántas buhardillas y sótanos hay en este lugar? -susurró a Ashley-.

Ash: Tres buhardillas y dos... no, tres sótanos, si cuentas el espeluznante cuarto de la caldera donde viven los diablos que se comen a las niñas.

Zac: Mola.

Ash: Claro, si de pequeño fuiste como Drew, mola -entornó sus oscuros ojos mirando con furia al otro lado de la mesa-, pero si eres una niña que juega a la caza del tesoro puedes acabar traumatizada de por vida por culpa de cierto niño malo que va con una linterna roja, camina arrastrando los pies y suelta unas carcajadas maníacas y guturales. -Tomó su copa y se estremeció-. Todavía soy incapaz de bajar ahí.

Zac volvió a la conversación general. Vanessa y Drew exponían los pros y los contras de los distintos sótanos, Brittany sonreía mirando su copa de vino, Chris cogía otro hojaldre y Miley susurraba unas palabras al oído de Liam que le hicieron enrojecer hasta la punta de las orejas.

Interesante.

Drew: Escucha, vosotras usáis el sótano del ala oeste para guardar el material de los actos: mesas supletorias, sillas, etcétera.

Ness: Compraremos más. Vamos a invertir en el negocio -señaló-. Así nos quedamos con el alquiler en lugar de pasarlo a los subcontratados.

Drew: Eso será un buen negocio. Ni me acuerdo ya de las veces que he estado ahí abajo arrimando el hombro para vuestros actos. Tenéis espacio suficiente para montar vuestra propia exposición.

Ness: No lo digo por el espacio, Drew, puedes quedarte con ese espacio. -Sopesando obviamente las opciones, centró la mirada en su vaso de agua y luego en Drew-. Podríamos trasladar el almacén al ala este, pero incluso así...

Ash: ¡No, no! -exclamó con aspavientos-. Está demasiado cerca de la Boca del Infierno.

Drew: Y él sigue allí -dijo Drew con voz lúgubre-, esperándote...

Ash: Te odio, Andrew. Pégale, Chris -exigió-. Dale una paliza.

Chris: Vale. ¿Puedo terminar primero el hojaldre?

Ness: Este, oeste... -terció-, sigue siendo un sótano. No hay luz natural, los techos miden dos metros escasos, el suelo es de cemento, las paredes están encaladas y hay tuberías por todas partes.

Drew: Tanto mejor para los hombres de las cavernas. Además, ¿por qué crees que siempre tengo a éste cerca? -preguntó señalando a Chris-. Este tío no solo es una cara bonita.

Chris: ¿Y si reestructuramos este sótano-caverna y lo convertimos en una ALM? Área Lúdica Masculina, para los no iniciados -explicó mientras el interés asomaba a sus ojos grisáceos-. Yo podría encargarme de ello.

Drew: Las paredes tienen unos treinta centímetros de grosor, o sea que el espacio podría utilizarse incluso durante los actos y no se oiría ni una mosca. -Levantó la copa y agitó el centímetro de vino que le quedaba clavando sus ojos en Ashley-. Tampoco oye nadie los gritos lastimeros de las niñas que el diablo del ojo rojo se come vivas.

Ash: Imbécil -espetó encorvándose-.

Drew: Vamos a echar un vistazo.

Vanessa se quedó mirando a Drew.

Ness: ¿Ahora?

Drew: Claro.

Ash: Yo no voy ahí abajo -musitó-.

Chris: Oh, cariño… -se inclinó hacia ella y le pasó un brazo por los hombros-. Yo te protegeré.

Ashley negó con la cabeza.

Ash: Eso lo dices ahora.

Miley: Id pasando, chicos -dijo con la copa en la mano- Liam y yo vamos a terminarnos el vino y luego... tenemos cosas que hacer en casa.

Grady: Todavía falta la tarta de melocotón -anunció la señora Grady-.

Miley: Bueno... -sonrió-. Nosotros tomaremos el postre en casa, ¿verdad, Liam?

Las orejas de Liam volvieron a enrojecer.

Liam: Eso parece.

Drew: Vamos, Zac -le invitó-. Te haremos una visita guiada de las profundidades, para que te entre el apetito antes de la tarta.

Zac: Muy bien.

Se levantó el último y fue a retirar su plato.

Grady: Deja eso de momento -dijo la señora Grady moviendo un dedo-. Primero ve a explorar.

Zac: Vale. El mejor jamón que he comido en mi vida.

Grady: Te envolveré unas lonchas para que te las lleves.

Zachary hizo una reverencia al pasar junto a ella.

Zac: Le debo un baile -le susurró al oído, y la hizo reír-.

Ness: ¿De qué iba eso?

Zac: Son cosas nuestras.

Zachary la siguió por una escalera trasera por la que, en otros tiempos, imaginó, debieron de apresurarse los criados, y se pre¬guntó por qué Vanessa todavía llevaba esos tacones finos.

A medida que Drew iba pulsando los interruptores, unas duras luces fluorescentes parpadeaban revelando un inmenso laberinto.

Se fijó en los techos bajos, las paredes sin acabados, las tuberías a la vista y, cuando doblaron la esquina y llegaron a un espacio abierto, en unas estanterías funcionales, en mesas, sillas y taburetes amontonados.

Un sótano, de eso no había duda, con el toque fantasmagórico justo y limpio e inmaculado como la cocina de un restaurante de cinco estrellas.

Zac: ¿Qué pasa aquí? ¿Tenéis unos duendes en el sótano que salen de noche y se ponen a fregar?

Ness: Que sea un almacén para guardar mobiliario no significa que no deba estar limpio. Drew, esto es deprimente.

Drew: Ahora sí.

Entró en un pasadizo, se inclinó bajo otras tuberías con lo que Zac supuso que sería la elegancia de la experiencia y siguió el tortuoso recorrido.

Drew: El viejo cuarto de la caldera -señaló con el pulgar una puerta de madera cerrada-. Donde a los diablos se les hace la boca agua afilando los colmillos con los huesos de...

Britt: Eso no me lo tragué yo a los ocho años -le recordó-.

Drew: Fue una pena.

Le pasó el brazo por los hombros; ella lo cogió por la cintura.

Zachary ajustó el paso para caminar junto a Vanessa.

Zac: Hay mucho espacio.

Drew: Tuvo distintas funciones y sirvió para cosas muy diferentes. Almacén para guardar muebles, como ahora. Mi bisabuelo instaló un taller aquí. Le gustaba fabricar objetos, y dicen que le gustaba también retirarse a un lugar tranquilo cuando mi bisabuela se ponía hecha una furia. Almacenaban conservas, tubérculos y todo lo que podían enlatar durante las cosechas. Mi padre decía que los abuelos lo acondicionaron como refugio antiaéreo en los años cincuenta.

Cuando el espacio volvió a agrandarse, Vanessa se detuvo y se puso en jarras.

Ness: Drew, esto es fantasmagórico. Es como una catacumba.

Chris: Me gusta -dio una vuelta entornando los ojos-. Quitamos ésa pared, ensanchamos la entrada. Vigas, columnas. Eso nos dará una ventana más, un poco más de luz.

Britt: ¿Llamas ventana a esa rendija?

Chris: La iluminación es una prioridad y hay maneras de resolverla -levantó la mirada al techo-. Tendríamos que reconducir algunas tuberías, conseguir más altura. El espacio no es problema, por eso remozaría las paredes, retocaría la instalación eléctrica y completaría la fontanería. Pondría un buen lavabo por ahí y lo equilibraría con un armario por aquí. Yo instalaría una chimenea de gas. Calefacción y ambiente, quizá cubriría esa pared con piedra o ladrillo. Baldosas en el suelo y las tuberías de la calefacción por debajo. También tenéis ésa entrada al sótano desde el jardín. Quiero pensarlo con calma, tomar medidas, pero se puede hacer. Claro que se puede hacer.

Drew miró a Vanessa y arqueó una ceja.

Ness: Si eso es lo que quieres, por mí, perfecto.

Drew: Ahí tienes la luz verde, French.

Chris se frotó las manos.

Chris: Muy bien, tío.

Britt: Ahora empezarán a hablar de paredes maestras y de tuberías empotradas -sacudió la cabeza-. Me voy arriba. Aún no me he librado de la migraña que me provocaron las obras de mi cocina auxiliar. Resueltas por un genio -añadió dirigiéndose a Chris-.

Chris: Aquí hay categoría.

Ness: Te acompaño -dijo a Brittany, y de repente se detuvo-. Chris, ¿podemos poner la calefacción bajo el suelo en la zona de almacén?

Chris: Todo eso, cariño, y mucho más.

Vanessa sonrió.

Ness: Entonces ya hablaremos.

Cuando Zachary regresó a la cocina después de que Chris le hubiera hecho ver un espacio tan logrado, puede que incluso más logrado que el paraíso de testosterona que había en casa de Drew, la señora Grady, Ashley, Brittany y Vanessa ya habían adelantado mucho recogiendo.

Zachary cogió a la señora Grady de la mano meneando la cabeza en un gesto de negación.

Zac: Ni hablar. Usted, siéntese. -Señaló el banco que había en el rincón donde desayunaban-. Quien cocina no lava, son las normas de los Efron.

Grady: Siempre me ha gustado tu madre.

Zac: A mí también. ¿Quiere un poco de vino?

Grady: Ya he tomado bastante, pero me apetecería una taza de té.

Zac: Marchando.

Zac se acercó a los fogones, agitó la hervidora y apartó de en medio a Vanessa para alcanzar el grifo. La observó con otra de sus miradas.

Zac: ¿Algún problema?

Ness: No.

Zac: Tu pelo huele como esa flor blanca del arbusto que había bajo la ventana de mi habitación cuando vivimos un tiempo en Florida. Me recuerda muchas cosas.

Puso la hervidora sobre uno de los quemadores y lo encendió. Los demás hombres entraron cuando Zachary le quitaba a Ashley un montón de platos de las manos.

Drew: Maldita sea -se quejó-. Habríamos tenido que quedarnos ahí abajo un rato más.

Britt: Podéis terminar de recoger la mesa. Nos faltan manos porque Miley y Liam se han escaqueado para ir a tomar el postre en casa. Un postre que se deletrea s-e-x-o.

Zac: Si hubieran aguantado una hora más, habrían podido comer tarta y disfrutar luego del sexo -encontró una taza y un platito en un armario-. No hay nada mejor que eso.

Y la tarta, como no tardó en descubrir, estaba buenísima.

Esperó el momento adecuado para levantarse de la mesa. Drew y Chris estaban encorvados sobre unos diseños que Chris había esbozado en una libreta para asuntos legales que alguien había encontrado por ahí y Brittany comentaba recetas con la señora Grady.

Zac: Tengo que marcharme. Gracias, señora Grady.

Drew: Noche de póquer -dijo levantando los ojos-. Trae pasta.

Zac: Por supuesto, porque voy a marcharme con la tuya.

Grady: Dale muchos recuerdos a tu madre. -La señora Grady dio unos golpecitos con el dedo encima de la mesa-. Vanessa, dale a Zachary las sobras que he apartado para él.

Mejor, imposible, pensó Zachary, y dedicó una sonrisa a la señora Grady cuando ella le guiñó el ojo. Siguió a Vanessa a la cocina.

Zac: Parece que mañana también comeré como un rey -dijo colocándose el paquete bajo el brazo-.

Ness: La señora G. tiene debilidad por los desamparados. No ha sido mi intención… -se apresuró a corregir-.

Zac: No me lo he tomado así.

Ness: Te agradezco mucho que me hayas ayudado esta noche. Me has ahorrado mucho tiempo y padecimientos. Te acompaño a la puerta.

Había abandonado el tono formal, observó Zac. Ese que ordenaba sin tapujos a los hombres que dieran un paso atrás. Se acercó deliberadamente a ella mientras se dirigían a la puerta.

Ness: ¿Puedes decirme cuándo crees que podré recoger mi coche?

Ahora toca hablar de negocios, pensó Zac.

Zac: Mamá te llamará por la mañana para hablarte de los neumáticos y ya quedarás con ella. Como tengo el coche en el taller, puedo darle un repaso.

Ness: Iba a pedir hora para que le hicieras la revisión el mes que viene, pero sí, ya que está ahí.

Zac: ¿Te ha dado problemas?

Ness: No. Ninguno.

Zac: Eso facilita las cosas.

Vanessa fue a abrir la puerta. Él se le adelantó.

Ness: Gracias otra vez. Ya hablaré con tu madre mañana.

Rápida y seca como un apretón de manos, pensó Zachary. Dejó el paquete sobre una mesa en la que había un jarrón de voluminosas rosas naranja. Unas veces hay que moverse rápido, pensó; otras, hay que moverse despacio.

Zac se movió rápido, tiró de ella y su cuerpo chocó contra el de Vanessa. La manera en que ella dijo «¿perdón?», como una maestra veterana diría a un estudiante revoltoso, le hizo sonreír antes de tomar sus labios.

Sabían incluso mejor que la tarta.

Suaves, sabrosos, maduros, con un matiz de estupor para contrarrestar la dulzura. Notó que le clavaba los dedos en los hombros, y un ligero temblor que podría ser de indignación, que podría ser de placer.

Había probado sus labios antes. La vez que ella lo agarró y le plantó un beso para desafiar a Drew, y esa otra vez en la que Zac fue a verlos a la casa de los Hamptons y decidió seguir sus impulsos.

Y probar sus labios le hizo desear seguir probándolos.

Seguir probando más.

No se molestó en ser amable. Imaginaba que estaría ya cansada del prototipo dulce, del prototipo educado, y él no se sentía inclinado a ser ninguna de las dos cosas. Por eso se dio la satisfacción de recorrer con las manos el cuerpo realmente excepcional de aquella mujer, disfrutando de la lenta fusión de ese cuerpo contra el suyo.

Cuando oyó el grave ronroneo de su garganta, cuando lo saboreó en su lengua, la soltó. Dio un paso atrás y recogió el paquete con las sobras.

Le sonrió. Era la primera vez que la veía aturdida y sin habla.

Zac: Nos vemos, Piernas.

Zac salió por la puerta y ató el paquete a la moto. Se montó, encendió el motor y la miró. Vanessa seguía de pie en el umbral.

Estaba impresionante, pensó, con su traje de ejecutiva un poco descompuesto y con la inmensa y maravillosa casa enmarcando su figura.

Se tocó el casco a modo de saludo y se alejó con un rugido y una imagen de ella en la cabeza, tan clara como el sabor que conservaba en la lengua.

Vanessa dio un paso atrás, cerró la puerta, se volvió y se sobresaltó al ver a Brittany en el pasillo.

Britt: ¿Me dejas decir «uau»?

Vanessa sacudió la cabeza y deseó tener algo en que ocupar las manos.

Ness: Él... me ha agarrado.

Britt: Qué fuerte... Deja que diga otra vez «uau».

Ness: Es invasivo, dominante...

Britt: Y está buenísimo. Y eso que hablo como mujer que está locamente enamorada de tu hermano. También diré -prosiguió acercándose a Vanessa- que como no he sido tan educada para apartar los ojos y marcharme, me he fijado en que tú no has tratado de sacártelo de encima, exactamente.

Ness: Me ha pillado por sorpresa. Además, no le habría dado esa satisfacción.

Britt: Perdona, pero él me ha parecido más que satisfecho. ¿Sabes qué, Vanessa? -le dio unos golpecitos en el brazo-. Estás roja, radiante y deslumbrada.

Ness: No estoy radiante.

Brittany se limitó a tomar a Vanessa por los hombros para darle la vuelta y que se viera en el gran espejo del vestíbulo.

Britt: ¿Qué decías?

Quizá un rubor asomaba a sus mejillas, y quizá su mirada parecía un poco deslumbrada, pero...

Ness: Eso es la rabia.

Britt: No te llamaré mentirosa, Ness, pero bajo esa falda tus bragas echan humo.

Ness: Muy bien, vale. Vale ya. Besa muy bien, si te va el estilo arrogante y brusco.

Britt: Pues parecía que a ti sí que te iba.

Ness: Eso es solo porque me ha acorralado. Esta es una conversación estúpida sobre una nadería. Me voy arriba.

Britt: Yo también me iba, por eso he podido ver esa nadería.

Subieron juntas, pero antes de separarse Vanessa se detuvo en el rellano.

Ness: Llevaba puesta la capa invisible de Vade Retro.

Britt: ¿Qué?

Ness: No soy idiota. Zac hizo un leve intento en la cocina. En realidad, hace leves intentos cada vez que me tropiezo con él y eso es desconcertante, aunque soy capaz de controlarlo. Por eso cuando lo he acompañado a la puerta he pensado que quizá se haría ilusiones.

Brittany abrió unos ojos como platos.

Britt: ¿Te has puesto la capa invisible de Vade Retro? ¿El famoso escudo protector que repele a los hombres de todas las edades, credos y filiaciones políticas?

Ness: Sí.

Britt: Y a él no lo ha repelido. Es inmune -dio una palmada a Vanessa en el brazo-. Podría ser la única criatura de toda su especie.

Ness: Muy divertido...

Britt: Claro que sí. Y también sexy.

Ness: No me interesa entrar en temas divertidos y sexis con Zachary Efron.

Britt: Vanessa, si no estuvieras interesada te las habrías ingeniado para sacudírtelo de encima como te sacudes un bicho que ha volado a tu solapa. Él... -buscó la palabra exacta-. Él te intriga.

Ness: No, él... quizá.

Britt: Como amiga tuya deja que te diga que es bueno verte intrigada por un hombre, sobre todo teniendo en cuenta que ese hombre me gusta, y que me he fijado en que tú también le intrigas a él.

Vanessa alzó un hombro.

Ness: Solo quiere llevarme a la cama.

Britt: Pues claro que quiere llevarte a la cama. Aunque ese «solo» no me convence.

Ness: No voy a acostarme con él. Tenemos una relación de trabajo.

Britt: ¿Porque es tu mecánico?

Ness: Ahora es el mecánico de Votos, y es amigo de Drew.

Britt: Ness, tus excusas no se tienen en pie, y eso me hace pensar que estás preocupada porque quieres acostarte con él.

Ness: Esto no tiene nada que ver con el sexo. No todo tiene que ver siempre con el sexo.

Britt: Tú has sacado el tema.

Me ha pillado, admitió Vanessa.

Ness: Pues a otra cosa, mariposa. Tengo demasiadas cosas en la cabeza para pensar en eso. Mañana iremos a tope. Iremos a tope durante los próximos cinco días.

Britt: Lo sé. ¿Quieres que suba y me quede un rato contigo?

Quería que subiera, mucho, hecho que le confirmó que estaba dando demasiada importancia a algo que no la tenía.

Ness: No, gracias, estoy bien. Y quiero despachar una tarea que me queda antes de acostarme. Nos veremos por la mañana.

Vanessa subió sola y encendió el televisor para sentirse acompañada. Tras quitarse los zapatos comprobó que no tuvieran arañazos o peladuras. Satisfecha, los colocó en su lugar, en el compartimiento vertical del armario destinado al calzado. Metió el traje chaqueta en la bolsa de la tintorería y dejó las joyas en los cajones bandeja.

Se puso el camisón y la bata y se guardó el teléfono en el bolsillo. Pensó en darse un baño largo y caliente, pero lo descartó porque los baños largos y calientes inducen a pensar y soñar y a ella no le apetecía hacer ninguna de las dos cosas.

Prefirió concentrarse en el programa del día siguiente mientras se limpiaba, tonificaba e hidrataba la piel.

Radiante, pensó mirando su reflejo con frialdad. ¡Qué palabra tan tonta! Y del todo inexacta, además.

Brittany tenía la fiebre del amor. Casi todas las novias la cogían, y debido a sus efectos secundarios veían las cosas y las personas a través de un halo amoroso.

Eso era bueno para ellas, admitió Vanessa mientras se quitaba la goma del pelo. Y un buen negocio para Votos.

Y hablando de negocios, dedicaría una hora a entrar todos los datos nuevos de la reunión de la tarde y las elecciones iniciales de los clientes.

Una lista de doscientos veinticinco invitados, pensó mientras regresaba al dormitorio con la intención de ponerse a trabajar con el portátil en la sala de estar. Un cortejo nupcial de seis personas, incluyendo a la niña de las flores, que ya habría cumpli-do los cinco en junio, cuando se celebrara la boda.

La flor favorita de la novia era la peonía, y los colores elegidos (de momento al menos), el rosa y el verde. Tonos suaves.

Suaves, repitió Vanessa para sus adentros, y cambiando de dirección fue a abrir las cristaleras y salió a la terraza. Primero tomaría un poco el aire, tan solo quería tomar un poco el aire fresco de la noche.

La novia quería suavidad y delicadeza. Le había pedido a Vanessa que se reunieran en el salón para admirar el vestido que había elegido, gesto que demostraba que esa novia entendía el vestido como el núcleo a partir del cual se creaban los tonos, el tema o el aire que tendría la boda.

Todas esas preciosas capas vaporosas, recordó Vanessa, el resplandor sutil de las cuentas de perlas y unas tiernas notas de encaje.

Tonos pastel y peonías, tul brillante y promesas susurradas.

Podía verlo. Ella se encargaría de todo. Era buenísima encargándose de todo.

No había ningún motivo para sentirse tan inquieta, tan nerviosa, tan confundida.

Ningún motivo para estar al aire libre contemplando unos jardines sumidos en la humedad nocturna y recordando la inesperada excitación de un paseo en moto que solo había durado unos minutos.

Y que había sido veloz, peligroso y emocionante, una locura.

Parecido, muy parecido, al beso duro y rudo que un descarado le había dado en el vestíbulo de su propia casa.

No le interesaban esas cosas. De ninguna manera. Puede que le intrigaran, pero eso era un asunto diferente. Vanessa encontraba intrigantes a los tiburones nadando en silencio, misteriosos, en la piscina de un acuario, pero eso no significaba que tuviera el más mínimo interés en darse un chapuzón con ellos.

Comparación que no era justa, admitió con un suspiro. Nada justa.

Zachary podía ser arrogante, ser descarado, pero no era un tiburón. Había estado muy natural con la señora Grady, incluso dulce. Vanessa tenía un radar infalible para detectar a los que se comportaban con falsedad con la gente a la que ella quería, y no había detectado ni una sola nota falsa en Zachary.

Luego estaba su amistad con Drew. Su hermano era capaz de mantener una relación profesional con personas falsas y con tiburones, pero jamás una relación personal.

Por consiguiente, el problema, si existía alguno, estaba obviamente en ella. Tendría que corregir eso. Corregir, solucionar y eliminar problemas era su especialidad.

Encontraría la solución para este en concreto, la pondría en práctica y pasaría página. Pero primero necesitaba concretar e identificar el susodicho problema, aunque tenía una idea bastante exacta de su raíz.

En cierto modo y en lo que respectaba a esa curiosidad -que no era interés, sino curiosidad-, se sentía atraída.

De una manera elemental, estrictamente química.

Era humana, una persona sana, y Brittany tenía razón. Zachary estaba buenísimo. Con su estilo primitivo y algo tosco.

Motos y cuero, tejanos gastados y sonrisa descarada. Manos fuertes, boca hambrienta.

Vanessa se llevó la mano al vientre. Sí, definitivamente sentía una cierta atracción. Una vez admitido eso, ya sabría encontrar la manera de esquivarlo.

Como una bomba.

Como la bomba que le había explotado dentro cuando Zachary la atrajo de un tirón... La atrajo de un tirón, volvió a considerar. No le gustaba que la atrajeran de un tirón.

¿O sí?

Ness: Da igual -farfulló-.

Los problemas se solucionan con respuestas, no con más preguntas.

Ojalá no tuviera tantas preguntas.

El teléfono sonó en su bolsillo. Lo sacó como una mujer que busca un salvavidas en un mar embravecido.

Ness: Gracias a Dios -suspiró aliviada-.

La Novia Loca sin duda le plantearía un problema que podría resolver con eficacia. Y le permitiría apartar de la mente el suyo.

Ness: ¡Hola, Sabina!, ¿qué puedo hacer por ti?


1 comentarios:

Lu dijo...

Ay me encanto!!
Parece que tienen un mini pasado estos dos, veremos como sigue todo

Sube pronto :)

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