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viernes, 27 de diciembre de 2019

Capítulo 9


El rostro de Will Trent experimentó una gran cantidad de cambios en apenas unos segundos.

Will: No es así -gritó-. No sabes de qué hablas. La última vez que te vi estabas en tu casa. Fue el sábado pasado. Tuvimos una discusión, y me dijiste que ibas a pasar fuera las vacaciones para pensar sobre lo nuestro.

Vanessa miró al hombre que tenía frente a sí y se preguntó qué habría visto en él. Su aspecto atractivo y su indudable talento artístico eran todo lo que podía ofrecer. Por lo demás, se trataba de un ser vacío, engreído y enamorado de sí mismo, pero aun así le resultaba difícil creer que se hubiera equivocado hasta tal punto al juzgarlo. La había dejado abandonada, y se había salvado de milagro.

Ness: Mientes, y lo sabes. Es cierto que nuestra relación se tambaleaba, pero el domingo vinimos juntos a San Francisco a ver la exposición de Klee en el museo del parque Golden Gate.

Will: No -protestó-. No estábamos juntos.

Zac: Un momento -interrumpió-. Vanessa, ¿has recuperado la memoria?

Ness: Sí -respondió con una sonrisa-. No me preguntes cómo ni por qué, pero de repente lo he recordado todo. Recuerdo a Will, y también recuerdo que rompí nuestro compromiso y le devolví el anillo. Se enfadó tanto que me empujó, y así fue como me di el golpe.

Zac murmuró una maldición y se enfrentó a Will con la rabia escrita en el rostro.

Zac: ¡Pegaste a Vanessa! ¡Hijo de…!

Will se apartó, y el sargento sujetó a Zac.

**: Tranquilízate -gritó-. Ya nos encargaremos de este tipo más tarde, cuando averigüemos qué ocurrió realmente.

Zac se zafó del sargento y se quedó mirando a Will con expresión amenazadora, pero no hizo ademán de acercarse a él.

Vanessa corrió a su lado y lo cogió del brazo. Necesitaba sentir su contacto, asegurarse de que Will no constituía una amenaza para ellos, pero no podía hacer gran cosa delante de Will y del otro agente.

Ness: No fue así, Zac -explicó-. Hacía varios meses que no nos llevábamos muy bien, y el domingo todo parecía marchar mal. Habíamos llegado muy tarde, y después tuvimos que tragarnos una cola enorme para entrar. Una vez dentro, Will se quedaba tanto tiempo delante de cada cuadro que al final salí del museo y estuve esperándolo sentada en un banco durante más de una hora.

Will: ¡Soy artista! -se defendió-. Estaba estudiando la técnica de Klee, su forma de captar lo abstracto.

Vanessa suspiró.

Ness: Ya lo sé. Debería haber tenido más paciencia. Pero por la noche yo quería ir al cine. Will no dejó de criticar la película, y al final se fue a medias e insistió en que saliera con él, así que nos pusimos a discutir. Los dos estábamos furiosos, y para empeorar las cosas, me equivoqué al interpretar el mapa y acabamos otra vez en el parque Golden Gate. Will empezó a hacer comentarios estúpidos, y yo me enfadaba cada vez más. Cuando aparcó el coche para mirar él cómo se iba a la autopista, salí para dar una vuelta y tranquilizarme.

Se detuvo un momento, pensativa, antes de seguir.

Ness: Por cierto, llevaba el reloj y el abrigo, así que alguien me los debió quitar mientras estaba inconsciente. Dejé el bolso en el coche. El caso es que mientras tomaba el aire reconocí algo que había sabido durante varios meses. No estaba enamorada de Will, y no podía casarme con él. Insistió en que volviera al coche, y al ver que no lo hacía, salió a buscarme. Le dije que no quería casarme con él y le devolví el anillo. Él no quería cogerlo, me empujó y caí al suelo -movió la cabeza con tristeza-. No sé cuánto tiempo después, tú me encontraste.

El rostro de Will había adquirido un tono grisáceo. Se dejó caer en una silla y se pasó las manos por el pelo.

Will: Entiéndelo, Ness. Creí que estabas muerta. Sangrabas mucho, y estabas blanca. No te encontré el pulso y me asusté. Lo siento. Temía que, si llamaba a la policía, pensaran que te había matado, así que huí. Después encontré tu bolso en el coche, quemé todos tus documentos y lo tiré a un contenedor. He estado muerto de miedo hasta que anoche te vi por televisión. ¡Qué alivio!


Había sido un largo día, pero todos los cabos sueltos estaban ya atados. Cuando Vanessa y Zac salieron de la comisaría, ya era de noche. Poco después de que Will confesara habían llamado a Audrey para ponerla al corriente de lo sucedido, pero la tensión a que se habían visto sometidos se hacía notar, y al final se habían peleado sobre la negativa de Vanessa a presentar cargos contra Will.

Zac: ¡Por favor, Noelle, digo Vanessa! -estalló-. Si no quieres denunciarlo por agredirte, permite que al menos lo arreste por poner tu vida en peligro. Ni siquiera intentó buscar ayuda. Eso es un delito.

Pero ella negó con la cabeza.

Ness: No, Zac. Quiero olvidar este tema. Hazle prometer que no se volverá a poner en contacto conmigo y deja que se vaya.

Al final, Will desapareció de su vista y de su vida, pero Zac seguía enfadado. El silencio resultaba muy incómodo mientras iban a casa en coche.

Vanessa se preguntó si podría seguir considerando su casa la casa de Zac. Hasta aquel momento, no se habían visto a solas después de que ella recuperara la memoria. No le había dicho lo aliviada que se sentía al saber que era libre. Él tampoco parecía haberle demostrado que aún quisiera tenerla, ahora que ya no dependía totalmente de él.

Era posible que hubiera perdido el interés ahora que tenía su propia vida y podía cuidarse a sí misma.

Zac mantenía los ojos clavados en la carretera mientras se abría paso entre los coches. Se sentía completamente desorientado. Se alegraba de que Vanessa hubiera recuperado la memoria, pero la idea de que ya no lo necesitara lo aterrorizaba. Ahora volvería a su vida anterior sin él.

Había roto con Will Trent, pero aquello había ocurrido antes de que perdiera la memoria. No significaba que lo hubiera elegido a él, sino que no estaba enamorada de Will.

La deseaba tanto que sentía un verdadero dolor físico, y tenía que esforzarse para no parar el coche y suplicarle que no lo abandonara. Quería rogarle que se casara con él, pero no podía hacerlo. No sería justo.

Por mucho que la necesitara, no estaba dispuesto a hacérselo notar si ella no lo necesitaba igualmente. No quería su compasión ni su gratitud. Quería su amor.

Cuando salieron de la autopista en la desviación de Brisbane, la calle que solían coger para ir a casa estaba bloqueada por un camión que había derramado parte de su carga, y tuvieron que dar un rodeo. Mientras avanzaban entre las casas decoradas con motivos navideños, Vanessa oyó unas campanas a lo lejos, y a medida que se acercaban se dio cuenta de que procedían de la torre de la iglesia.

Vanessa se enderezó y miró los coches que se agolpaban en el aparcamiento. Por supuesto, estaban en nochebuena. Se había olvidado.

Ness: Para, por favor.

En su prisa por detenerlo antes de que pasara de largo, habló con voz más ansiosa de lo habitual.

Zac pisó el freno a fondo y se quedó en mitad de la calle.

Zac: ¿Qué pasa? -preguntó preocupado-.

Vanessa sonrió y le puso la mano en el brazo.

Ness: Lo siento, no quería asustarte, pero es Nochebuena, y me gustaría ir a la misa del gallo. Mis padres iban siempre. ¿Te importa?

Zac cogió su mano y se la llevó a los labios.

Zac: Claro que no.

Dentro de la iglesia, se sentaron entre las vidrieras, los montones de macetas de flor de pascua y el resplandor de cientos de velas blancas, para escuchar los cantos del coro.

Zac la cogió de la mano, y toda su tensión se disipó con el sonido de los villancicos.

Estrechó la mano de Zac, y él la miró con los ojos llenos de amor. En un momento como aquél, les costaba creer que a pesar de vivir a doscientos kilómetros de distancia hubieran estado en el parque en el mismo momento. Casi parecía como si estuvieran predestinados a encontrarse y enamorarse.

Cuando terminó la ceremonia, Zac rodeó sus hombros con el brazo mientras caminaban hacia el coche, pero una vez dentro, no se acercó a ella. Arrancó el motor y se concentró en la conducción.

La alegría de Vanessa se disipó, sustituida por un estremecimiento de incomodidad. No entendía qué le pasaba a Zac. Su actitud no podía deberse únicamente a la discusión que habían mantenido en relación con el asunto de Zac. Se trataba de algo mucho más serio.

Cuando llegaron al dúplex se encontraron con que Audrey no estaba. Probablemente había asistido a la fiesta de Navidad de la clínica.

Zac: Tenemos que hablar -dijo a Vanessa mientras entraban en su casa-.

Entró en el salón e iluminó la antigua lámpara de bronce que estaba junto al sofá. Vanessa se acercó a él por detrás y rodeó su cintura con los brazos, mientras apoyaba la mejilla en su espalda.

Ness: ¿Qué te ocurre, Zac? -preguntó intranquila-. Creía que te alegrarías de que hubiera recuperado la memoria.

Zac: ¿Que me alegraría? Estoy muerto de miedo.

Vanessa abrió la boca, pero antes de que pudiera decir nada, Zac se volvió y la abrazó fuertemente.

Zac: Desde que te traje a casa supe que más tarde o más temprano tendría que despedirme de ti. Creía que tenía bastante fuerza para hacerlo. Esperaba que fuera doloroso, pero no creía que hasta ese punto.

Su voz se quebró, y hundió el rostro en el pelo de Vanessa.

La alegría de Vanessa estaba sólo limitada por la desesperación de Zac. Lo abrazó con más fuerza y lo besó en el cuello.

Ness: No me voy a separar de ti si no me lo pides. Tenía miedo de que ya no me desearas.

Zac: Me muero de deseo, pero hay ciertos problemas.

Vanessa lo miró perpleja.

Ness: ¿Problemas?

Zac: Sí, problemas. No estoy dispuesto a acostarme contigo sin más antes de que vuelvas a la universidad y reanudes tu vida donde la dejaste la semana pasada. Te quiero, y quiero casarme contigo. Quiero que lo nuestro dure para siempre. Quiero pasar el resto de mi vida haciendo el amor contigo, educando a nuestros hijos y disfrutando con nuestros nietos. Quiero envejecer a tu lado.

Vanessa estaba tan atónita que no podía hablar. Durante un momento, lo único que pudo hacer fue mirarlo con la esperanza de que él pudiera leer el amor en sus ojos.

Pero al parecer no fue así, porque la incertidumbre oscurecía su rostro.

Zac: Si tú no quieres lo mismo, lo entenderé -continuó-. Sería muy presuntuoso por mi parte pensar que tú también quieres pasar conmigo el resto de tu vida, pero no lo soportaría si hiciéramos el amor y después te marcharas. Ya lo pasaré bastante mal tal y como están las cosas.

Vanessa logró al fin recuperar la voz. Llevó los dedos a los labios de Zac y sonrió.

Ness: ¿Te importaría dejar de hablar y llevarme a la cama? ¿O vas a esperar a que nos casemos para estar seguro?

Una expresión de alivio iluminó el rostro de Zac.

Zac: No voy a esperar. Ni siquiera sé si conseguiré llegar al dormitorio.

Vanessa miró a su alrededor.

Ness: El suelo es un poco duro, pero el sofá parece cómodo.

Los labios de Zac se arquearon en una sonrisa.

Zac: Ni hablar -dijo cogiéndola en brazos-. No quiero hacer el amor contigo por primera vez sólo para satisfacer el deseo. Quiero que estemos cómodos y nos tomemos nuestro tiempo.

La llevó hasta el dormitorio y la dejó de pie junto a la cama. Después se acercó a ella para besarla. Al principio fue un beso dulce, casi inocente. Sus labios eran cálidos y firmes, y acariciaban la piel de Vanessa.

Ella alzó las manos para acariciarle el pelo mientras se besaban. Sintió la reacción de la parte más íntima de su feminidad, y se apretó fuertemente contra él.

Zac contuvo la respiración mientras buscaba con los dedos temblorosos la cremallera de su vestido. Cuando pudo tocar su piel desnuda, subió para desabrocharle el sujetador. Tenía manos fuertes y callosas, pero la tocaba con delicadeza.

Vanessa le sacó la camisa de los pantalones y le acarició la espalda. Sintió cómo sus músculos se contraían bajo sus manos.

Zac le quitó el vestido y el sujetador y dejó que cayeran al suelo antes de quitarse la camisa.

Después de quitarse la ropa se quedaron de pie, desnudos, mirándose. Sólo estaban iluminados por la luna llena que entraba por la ventana. Lentamente, Zac le colocó las manos a ambos lados de la cintura.

Zac: Sabía que tenías un cuerpo precioso, pero no esperaba que fuera tan perfecto.

Vanessa tembló al mirarlo. Hablando de perfección, había visto estatuas de dioses griegos, pero no podían rivalizar con su desnudo musculoso.

Le puso las manos en los hombros.

Ness: Te quiero, Zac. No sólo porque me rescataste y me cuidaste cuando no podía cuidar de mí misma, aunque también por eso. Pero sobre todo te quiero porque eres amable, considerado y nada egoísta. Preferiste arriesgarte a manchar tu expediente a dejarme sola y sin protección en una ciudad desconocida.

Zac la abrazó con fuerza.

Zac: Cuando alguien se encuentra con un tesoro, lo cuida y lo protege. Tú eres mi tesoro, mi amor, mi regalo de Navidad. Nunca creeré que nos conocimos por casualidad. Estábamos destinados a encontrarnos, mi querida Noelle Vanessa, y creo que lo supe en cuanto te abracé por primera vez, unos minutos después de encontrarte.

Ness: Yo sentí lo mismo -susurró-. A pesar de que estaba atontada por el golpe, supe de inmediato que eras muy especial. Había algo que me atraía hacia ti. A pesar de que estaba aterrorizada, cuando tú estabas cerca me sentía a salvo.

Volvieron a besarse y lentamente se dejaron caer en la cama. Antes de cerrar los ojos, Vanessa vio las estrellas que llenaban el cielo. Una de ellas era mayor que las demás y más brillante, y parpadeaba más que el resto.

Tal vez se tratara de la estrella de la Navidad, que la había llevado hasta San Francisco. Tal vez sí, y tal vez no, pero había una cosa que no dudaba.

Su primera hija se llamaría Noelle.


FIN


2 comentarios:

Lu dijo...

Ayyy que amor!! Por suerte todo termino bien y terminaron juntos :)
Me encanto la novela.

Sube pronto :)

Caromi dijo...

Awwww que hermosooo
Seria genia si hubiera una continuación xD con su hija Noelle Efron
Yo también le hubiera dicho lo mismo a Zac Efron "callate y llévame a la cama" xD
Me encantó
Ya quiero leer la siguiente

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