topbella

jueves, 19 de diciembre de 2019

Capítulo 1


Había sido una de aquellas noches movidas en que toda la delincuencia callejera parecía concentrarse en el distrito del cabo de policía Zachary Efron. Ya hacía una hora que debería haber salido del trabajo, pero aún tenía que redactar unos cuantos informes antes de volver a su casa de Brisbane, una de las ciudades dormitorio que se encontraban entre la ciudad de San Francisco y el aeropuerto.

Abrió la puerta del asiento del acompañante, y mientras se subía al coche patrulla miró a su compañero, que estaba sentado al volante. Los otros coches, las ambulancias y las furgonetas se habían ido ya, dejando la zona llena de botellas rotas, cristales de ventanas y sangre. Afortunadamente, en aquella ocasión no se habían peleado con armas de fuego.

En realidad, los enfrentamientos con armas blancas no le parecían mucho mejores, pero al menos no había muerto nadie en aquella pelea entre bandas juveniles rivales. La calma había vuelto a adueñarse del parque, y Zac se preguntaba si llegaría a acostumbrarse a ver las carnicerías que organizaban los quinceañeros. El escenario de la destrucción contrastaba con las calles decoradas con motivos navideños.

*: No sé qué harás tú -dijo a su compañero-, pero yo ya me considero fuera de servicio. Coge la radio y comunica a la central que vamos a echar un último vistazo al parque y después nos retiramos. Si hay más llamadas de esta zona, que envíen otro coche.

El agente Dylan Griffith asintió y puso en marcha el motor. Sólo tenía veintitrés años, y acababa de salir de la academia. Hacía dos días que era el compañero de Zac, y aquélla había sido su primera experiencia con los enfrentamientos entre bandas rivales. Parecía bastante impresionado, pero se había comportado como un profesional. Zac veía en él a un futuro buen policía.

Zac se reclinó en su asiento y suspiró mientras miraba a ambos lados. De repente vio algo a un lado de la calle.

Zac: ¡Para! -exclamó de forma instintiva, antes de ver de qué se trataba-. Da marcha atrás. He visto algo. -Cogió la linterna y se bajó del coche. Al llegar vio que había una persona acurrucada en la hierba-. Póngase de pie -ordenó-, pero mantenga las manos a la vista.

Aquella persona volvió la cabeza hacia él, y Zac vio que se trataba de una joven. Sus ojos marrones lo miraron de forma inexpresiva. Tenía un golpe en el lado izquierdo de la frente. Se protegió con un brazo de la luz de la linterna, pero no se movió ni dijo nada.

Zac se acercó a ella, apartando la linterna de su rostro, y le tendió la mano para ayudarla a levantarse. Ella bajó el brazo. Ahora tenía el miedo reflejado en los ojos.

Zac: No pasa nada -dijo con tono amable-. Soy policía. No le quiero hacer daño. Sólo quiero ayudar. ¿Me podría decir qué ha ocurrido?

La mujer lo miró como si estuviera hipnotizada. Después debió decidir que podía confiar en él, porque se incorporó levemente y se llevó la mano a la frente.

Ness: Me duele la cabeza.

No parecía una vagabunda. Era muy joven, y con excepción del rostro, que estaba lleno de sangre y manchas de arena o cemento, estaba limpia. Su pelo negro brillaba a la luz de la linterna, y llevaba unos pantalones grises de pinzas combinados con un jersey rosa. Aquella ropa no parecía haber salido de un cubo de basura.

Zac: Estoy seguro de que le duele. Tiene una herida considerable. ¿La ha golpeado alguien? ¿Ha sido asaltada?

Ella volvió a adoptar su mirada inexpresiva.

Ness: No lo sé. Sólo sé que estoy en el suelo, y que me duele la cabeza -miró a su alrededor-. No me podía poner de pie, así que he salido de la carretera a rastras. ¿Dónde estoy? ¿Cómo he llegado hasta aquí?

Zac: Está en San Francisco, en el parque Golden Gate. ¿Me puede decir dónde estaba cuando recuperó el conocimiento?

Ness: Allí -dijo, señalando un punto indeterminado-. Tengo frío.

Zac se puso en pie y caminó hacia su coche, preguntándose cómo podía haber sido tan descuidado. Por supuesto, debía de estar helada. Era una noche de diciembre, y soplaba un viento muy frío procedente del océano Pacífico. La pobre muchacha había estado tendida en la calle durante mucho tiempo, vestida sólo con un jersey.

Volvió junto a ella con una pesada manta de lana y se arrodilló para envolverla.

Ness: Qué bien -dijo, acurrucándose-.

Temblaba violentamente, y Zac temía que fuera a sufrir un colapso. Se volvió hacia Dylan.

Zac: Llama a la central, cuéntales lo que ha pasado y pídeles que envíen una ambulancia.

Se sentó junto a ella y la abrazó para compartir su calor corporal y protegerla del viento gélido, hasta que Dylan gritó desde el coche:

Dylan: La ambulancia va a tardar al menos media hora.

Zac: No podemos esperar tanto tiempo. Llama y di que la llevaremos nosotros al hospital -se volvió hacia ella-. ¿Cree que podrá levantarse para entrar en el coche? Tenemos la calefacción puesta.

Ness: Lo intentaré.

Zac la ayudó a incorporarse, sin dejar de envolverla en la manta. Ella caminaba a duras penas, y cuando llegó al coche e intentó subir, tropezó y cayó. El golpe debió accionar algún resorte en su cerebro, porque empezó por reír, histérica, y se puso a llorar inmediatamente después.

Zac la cogió en brazos y la subió al coche. Después se subió a su lado e intentó tranquilizarla.

Dylan puso la sirena y recorrió a toda prisa las calles de la ciudad. A pesar de que era la una y media, estaban llenas de coches. Zac sabía que subirse al asiento trasero junto a una persona desconocida estaba prohibido, pero no podía hacer otra cosa. Aquella mujer estaba aterida e histérica. Se dijo que no era más que una niña, pero podía sentir a través de la manta su cuerpo de mujer, que ella apretaba confiada contra el suyo. Una vez en el hospital, Zac dio instrucciones a Dylan para que volviera al parque en busca de pistas sobre lo ocurrido. Abrió la puerta y salió del coche. Cogió en brazos a la muchacha y se encaminó con ella a la entrada, donde los celadores la sentaron en una silla de ruedas. Ella seguía llorando, inconsolable.

*: ¿Qué ocurre, agente? -le preguntó la mujer que estaba sentada tras el mostrador-.

Zac: Tiene un golpe en la cabeza, y está histérica. Es todo lo que sé. Creo que la han golpeado. La hemos encontrado en el parque, y acababa de volver en sí. Está muerta de frío.

*: ¿Cómo se llama?

Zac: No lo sé. Está muy aturdida, y no he conseguido sacarle ninguna información -se inclinó hacia ella-. ¿Cómo se llama, señorita?

Ella empezó a sollozar con más intensidad.

*: Déjelo -dijo la recepcionista-. No es probable que pueda decir nada hasta que no se calme. Ahora mismo la atenderemos. Como puede ver, las navidades son temporada alta.

Zac miró a su alrededor. Había muchas personas esperando. Algunas estaban sentadas, otras de pie, y otras tendidas en camillas. A causa de su profesión, sabía que durante las fiestas aumentaba el número de accidentes y delitos.

Tardaron veinte minutos en atenderla, y durante aquel tiempo Zac estuvo intentando tranquilizarla. Zac conocía a muchos empleados del hospital, ya que con mucha frecuencia acompañaba a prisioneros o a víctimas a urgencias. La enfermera que salió a su encuentro era amiga suya. Incluso habían salido juntos en varias ocasiones.

**: Vaya, ¿a quién tenemos aquí? Nada menos que mi policía favorito -dijo con una sonrisa burlona-. ¿Qué nos traes esta vez?

Zac: Hola, Ashley -dijo, apartándose para que viera a la muchacha-. Parece un atraco, pero está demasiado desorientada como para proporcionarnos información.

Ashley se inclinó para examinar su herida.

Ash: Malditos canallas -murmuró-. Por lo menos podrían haber escogido a una persona adulta -cogió la silla de ruedas-. Puedes acompañarnos, pero tendrás que esperar en el pasillo mientras la examino para ver si tiene más heridas.

Quince minutos después, Ashley salió al pasillo y comunicó a Zac que no apreciaba más signos de violencia en el cuerpo de la muchacha, pero tampoco había conseguido sacarle información.

Ash: Haré venir a un médico en cuanto haya uno libre -le aseguró mientras corría por el pasillo para atender a otro paciente-.

La muchacha estaba tumbada en la camilla. Llevaba un pijama blanco de hospital y estaba cubierta con una manta. Miró a Zac aliviada.

Ness: Me alegro de que no te hayas ido.

Zac sonrió.

Zac: Me temo que vas a tener que aguantarme durante cierto tiempo. ¿Te sientes con ánimos para responder a unas preguntas?

Ness: Lo intentaré. Pero todo es muy confuso.

Zac se sacó una libreta y un bolígrafo del bolsillo, y acercó un taburete a la camilla para sentarse junto a ella.

Zac: Haz un esfuerzo. Es muy importante que nos digas qué ha pasado. Para empezar, ¿cómo te llamas?

La chica parpadeó varias veces y después frunció el ceño.

Ness: Me llamo… -se detuvo, desconcertada-. Me llamo… -volvió a detenerse, con el sufrimiento reflejado en el rostro-. No sé. Lo tengo en la punta de la lengua -sus labios empezaron a temblar-. Ni siquiera recuerdo mi nombre.

Zac le puso una mano en el hombro.

Zac: Ya lo recordarás. No te preocupes. Los golpes en la cabeza pueden provocar una amnesia temporal. ¿Sabes dónde vives?

Ella apretó los labios, intentando concentrarse. Al final, negó con la cabeza.

Ness: No sé quién soy ni de dónde vengo -sus ojos se llenaron de lágrimas-. Ni siquiera sé qué me ha pasado. ¿Qué haré si no lo recuerdo nunca?

Zac podía ver el terror en sus ojos, y se apresuró a cogerla de la mano para consolarla.

Zac: No te preocupes. Tienes una ligera conmoción, pero probablemente recordarás todo cuando se te pase. Por el momento, te buscaremos un nombre. En el hospital tienen que identificarte de alguna forma. ¿Cuál prefieres?

Zac: ¿Cómo te llamas?

Zac se alegró de que la muchacha mostrara interés por algo.

Zac: Me llamo Zachary Efron, pero mis amigos me llaman Zac.

Ness: Está bien, pero no me gusta como nombre de mujer.

Zac: No. Tenemos que encontrar algo más bonito. ¿Qué te parecería un nombre navideño? ¿Natividad? No, mejor algo original. Noelle, por ejemplo. En realidad también es un nombre masculino, pero me gusta más para una mujer que para un hombre.

Ness: ¿Noelle? Me gusta. ¿Se te ocurre un apellido navideño?

Zac frunció el ceño, pensativo.

Zac: Ya lo tengo. Un compañero mío de la universidad se apellidaba Santa. Siempre nos reíamos de él, pero queda muy bien. Papá Noel y Santa Claus. ¿Qué te parecería llamarte Noelle Santa?

Ella le apretó la mano.

Ness: Me encanta. Gracias, Zac -añadió con timidez-.

Zac: De nada, Noelle.


0 comentarios:

Publicar un comentario

Perfil