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lunes, 23 de diciembre de 2019

Capítulo 5


Noelle se sentía tan perdida que ni siquiera escuchó la conversación que mantuvieron Zac y su compañero. Al final, Zac la cogió del brazo y la acompañó al exterior de la comisaría.

Se sentía demasiado aturdida para pensar, y demasiado asustada para hablar. El departamento de policía se había lavado las manos. Según había entendido, como no era una delincuente, no eran responsables de ella. No sabía qué podía hacer, ni dónde iba a quedarse. Los Efron le habían ofrecido alojamiento de forma provisional, pero no la habían adoptado.

Zac abrió la puerta de su coche y ella entró de forma automática. Ninguno de los dos articuló palabra mientras recorrían la orilla del océano Pacífico, rodeado de niebla.

Fue entonces cuando Noelle se dio cuenta de que no sólo su mundo se había sumido entre las sombras. Le había pasado lo mismo a toda la ciudad. No entendía cómo podía haber ocurrido tan deprisa. Cuando entraron en la comisaría brillaba el sol, pero ahora estaba oculto por las nubes y el ambiente estaba húmedo, tan lúgubre como su humor.

Noelle se sentía como si estuviera atrapada en una pesadilla. Cada vez que concebía esperanzas pasaba algo que la dejaba sumida en la desesperación, entre un pasado que no recordaba y un futuro incierto.

Zac aparcó frente al mar en la playa desierta. Apagó el motor y se volvió hacia Noelle.

Sabía lo abatida que se sentía por las palabras del agente, y tenía intención de hablar con él en otro momento para recriminarle su brusquedad, pero antes tenía que convencerla de que su situación no era tan mala como creía.

Zac: No hace falta que te deprimas.

Ness: ¿Que no hace falta? ¿Cómo que no hace falta? En la comisaría me han dicho que, puesto que no he cometido ningún delito, les da igual quién sea o qué me haya pasado.

Zac se inclinó hacia ella y cogió entre sus manos uno de sus puños cerrados.

Zac: Tranquilízate. No han dicho eso, y aunque lo hubieran hecho, ¿qué más te da? Te deprimes sin motivo. Podemos…

Ness: ¡Sin motivo! -gritó-. ¿Cómo que no tengo motivo? Estoy sola en una ciudad desconocida, no sé quién soy ni de dónde vengo, ni si tengo una profesión de la que vivir. Pero eso no te parece motivo suficiente.

Zac cogió su otra muñeca y la obligó a mirarlo.

Zac: ¿Quieres calmarte un momento? -preguntó enfadado-. ¿Cómo que estás sola? ¿Qué hay de mí? ¿Qué hay de mi madre? ¿No significamos nada para ti?

La ira de Vanessa fue sustituida por la culpa. Alargó la mano y acarició la mejilla de Zac.

Ness: Claro que sí -dijo en voz baja y provocativa-. Audrey y tú me habéis salvado la vida. No habría podido sobrevivir sola en la calle, y estoy más agradecida de lo que te imaginas.

Agradecida. Aquella palabra fue como un golpe para Zac. Al parecer, lo único que sentía por él era gratitud.

La soltó y apartó la mejilla de su mano.

Zac: No quiero tu gratitud -espetó-. Lo que intento decirte es que yo también te puedo ayudar, independientemente de lo que haya hecho la policía. Van a enviar tus huellas a la central, pero tardarán varias semanas en tener una respuesta. Mientras tanto, podemos pedir ayuda en la televisión y en los periódicos. Siempre están buscando historias como la tuya.

Ness: ¿De verdad? ¿Crees que publicarían mi fotografía?

Zac: Seguro que sí. ¿Por qué no? Junto con un ruego para que cualquiera que crea reconocerte te ayude a ponerte en contacto con tu familia para pasar las fiestas con ellos. A lo mejor tienen convenios con medios de comunicación de otras zonas. Si no, podemos enviar comunicados de prensa.

Vanessa no respondió inmediatamente.

Ness: ¿Lo pagaría el departamento de policía?

Zac: No, pero tampoco costará tanto. Puedo coger copias de la fotografía que te sacaron en la comisaría. Es buena, no como las fotos normales de la policía. Al parecer el fotógrafo no pudo resistirse a la tentación de sacar unas cuantas tomas artísticas de su preciosa modelo.

Tenía intención de pronunciar la última frase con tono despreocupado, pero le salió como una acusación celosa. Afortunadamente, Vanessa no pareció darse cuenta.

Ness: Sólo me quedan setenta dólares. Me he tenido que comprar algunas cosas personales.

Hablaba como si estuviera disculpándose por haber gastado parte del dinero, pero antes de que Zac pudiera recordarle que aquélla era precisamente su finalidad, los grandes ojos marrones de Noelle se llenaron de lágrimas y apartó la mirada.

Ness: No puedo seguir imponiéndoos mi presencia. Si no recuerdo quién soy y nadie me identifica, ¿qué voy a hacer?

La angustia de su voz resultaba insoportable a Zac. Todas sus buenas intenciones de mantenerse apartado de ella mientras persistiera su amnesia se disolvieron al calor de la necesidad que sentía de abrazarla y protegerla.

Echó hacia atrás su asiento y la subió a su regazo. El espacio era muy escaso, pero ninguno de los dos pareció darse cuenta. La estrechó entre sus brazos y besó sus labios temblorosos.

Sin dudarlo, Vanessa abrió los labios y deslizó las manos sobre su pecho para entrelazarlas detrás de su espalda. En las profundidades de la conciencia de Zac sonó una alarma. Vanessa parecía tener bastante experiencia en las artes amatorias. Pero su mente enfebrecida sólo registró que no estaba seduciendo a una virgen, sin darse cuenta también de que aquello podía indicar que no era libre.

Las ventanillas del coche estaban empañadas, de modo que era imposible que los otros conductores vieran lo que sucedía en el interior. Pasó la mano por debajo del jersey de Vanessa hasta encontrar la firme curva de su pecho.

Respiró profundamente e intentó tranquilizarse. No debía haber permitido que aquello empezara, pero estaba seguro de que no podía detenerse a menos que ella se lo pidiera. Ninguna mujer, ni siquiera su ex esposa, lo había excitado con tanta rapidez y hasta tal punto.

Tuvo que utilizar todo su control de sí mismo para no volver a besarla. El encaje de su sujetador separaba su mano de su seno, y sabía que debía volver a colocarle el jersey y devolverla a su asiento.

También sabía que no lo iba a hacer, de modo que empujó el sujetador hacia arriba para liberar su pecho. Gimió de forma involuntaria, y Vanessa se apartó para mirarlo con los ojos nublados por la pasión, pero él volvió a capturar su boca. Ella no parecía molesta con lo que ocurría.

Se esforzó por combatir la necesidad que sentía de poseerla, a pesar de que sabía que estaban dentro de un coche, en una playa pública.

Por fin recuperó el sentido común. Aquélla podía ser una aventura divertida para dos personas acostumbradas a darse placer mutuamente, pero no para la primera vez. No con Noelle. Cuando hiciera el amor con ella, si al final llegaba a hacerlo, tendría que ser en un escenario romántico donde pudieran conocerse con tiempo.

Su cuerpo protestó cuando apartó la cabeza y volvió a colocar el sujetador en su sitio. Vanessa se enderezó lentamente, y Zac estuvo a punto de gritar a causa del dolor que lo recorrió. Ella tenía los labios inflamados por los besos, pero su expresión era vacía, desorientada.

Se había dejado llevar tanto como él. Resultaba difícil no seguir con lo que estaban haciendo, sin pensar en las consecuencias.

Noelle le tocó los labios con la punta de los dedos.

Ness: ¿Zac?

Él devolvió a su sitio un rizo rebelde de la cabellera de Noelle.

Zac: Lo siento, cariño, pero ni el momento ni el lugar son oportunos. Mereces ser amada, no tomada.

Aquellas palabras devolvieron a Vanessa a la realidad. Se sentía avergonzada. Había llegado a estar deseosa de hacer el amor en un lugar público con un hombre al que apenas conocía.

Ness: No puedes saber lo que merezco, ¿verdad? Ninguno de nosotros puede saberlo. Lo que es seguro es que no me he comportado como una recatada virgen. Sé lo que estábamos haciendo, y lo deseaba tanto como tú. No todas las mujeres se comportarían así. ¿Cómo sabes que no soy…?

Zac: ¡No! -interrumpió-. Ni se te ocurra pensarlo. Recuerda que soy policía. Estoy acostumbrado a tratar con prostitutas, y te aseguro que no perteneces al gremio.

Las palabras de Zac no consiguieron tranquilizar a Vanessa. No habría podido saber lo que ella iba a decir si a él no se le hubiera pasado la misma idea por la cabeza. Empezaba a pensar que su amnesia podía deberse a la necesidad de escapar a una vida que le resultaba insoportable.

Ness: ¿Cómo puedes estar tan seguro? No todas se dedican a hacer la calle embadurnadas de pintura. ¿Cómo sabes que no soy una chica de esas que trabajan en un salón de lujo?

Zac la cogió por los hombros para hacerla callar.

Zac: Ya basta -dijo con tono bajo-. Los policías desarrollan un sexto sentido para esas cosas. Podemos identificar a una prostituta a la legua, aunque vaya vestida con ropa cara, e independientemente del lugar donde busque los clientes. Te aseguro que tú no te dedicas a eso.

Vanessa no sabía muy bien si lo creía o no, pero decidió que no valía la pena hacer conjeturas. Respiró profundamente y volvió a su asiento.

Empezaba a sentirse mejor cuando Zac descargó un fuerte impacto sobre su tranquilidad.

Zac: En este trabajo he aprendido a juzgar a la gente -dijo con cierta tristeza-. Estoy completamente seguro de que eres lo que se suele llamar una mujer honrada, y precisamente por eso no podemos descartar la posibilidad de que estés felizmente casada o mantengas una relación estable.


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