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sábado, 21 de diciembre de 2019

Capítulo 3


Noelle se despertó al oír el canto de los pájaros. Sin abrir los ojos, sonrió y se subió las mantas.

Cuando se movió sintió un fuerte dolor en la sien derecha. Se llevó la mano a aquel lugar de forma instintiva, y tropezó con un montón de gasa. Abrió los ojos, desconcertada.

No estaba en su dormitorio. Se sentó rápidamente y sintió un fuerte mareo. Volvió a cerrar los ojos y apretó las sábanas con el puño.

Entonces recordó lo ocurrido la noche anterior. Seguía sin saber quién era, pero sabía que un policía llamado Zac se la había encontrado herida en un parque. La había ayudado en todo lo posible, y la había bautizado como Noelle.

Estaba en la habitación de su hermana, y él debía encontrarse en el otro lado del dúplex.

Cuando el mareo empezó a desaparecer, Noelle abrió los ojos lentamente. La noche anterior el médico le había asegurado que recuperaría la memoria en unas horas, pero no había sido así.

Volvió a sentirse presa del pánico, e intentó reconstruir los hechos mentalmente. Recordaba con toda nitidez lo que había ocurrido después de que se despertara en el parque, con un terrible dolor de cabeza y muerta de frío. Pero no había nada antes. No podía recordar nada que le hubiera ocurrido antes.

Se estremeció y se frotó los ojos. Pero lo que le fallaba era la cabeza. No sabía si se recuperaría alguna vez.

Miró a su alrededor. La noche anterior se sentía demasiado cansada y desorientada como para prestar atención al dormitorio en el que estaba. Era una habitación pequeña, con cortinas blancas y las paredes pintadas de azul. Los muebles eran de madera clara, y había un gran espejo en la puerta del armario. También había una televisión sobre una cómoda, y varios pósters en las paredes.

Sacó las piernas de la cama con precaución y apoyó los pies en la alfombrilla. Se miró la muñeca, pero no llevaba reloj. Se preguntó por qué. Igual que sabía que siempre usaba bolso, sabía que no salía de casa sin el reloj.

Miró a un lado y vio un despertador en la mesilla. Eran las once y diez.

Se puso en pie y volvió a marearse, pero se aferró a la cabecera de la cama y esperó a recuperar la vista antes de seguir moviéndose. Llevaba un camisón amarillo de algodón, y había un albornoz blanco a los pies de la cama. Lo cogió y salió de la habitación, en busca del cuarto de baño.

Media hora después, tras una ducha reparadora y una sesión de peluquería con el secador y las tenacillas que había encontrado en un cajón, volvió al dormitorio a buscar su ropa. No la encontró. Recordaba vagamente que, después de dejarla en la cama, la madre de Zac había salido de la habitación con su ropa.

Probablemente se la había llevado a lavar, puesto que estaba manchada de hierba y arrugada.

Cuando empezaba a bajar las escaleras oyó el timbre. Recordó que Zac le había dicho que su madre tenía que ir a trabajar, de modo que debía estar sola en la casa. Esperaba que fuera Zac quien llamaba a la puerta. Confiaba en él, pero no estaba dispuesta a abrir a un desconocido.

El timbre volvió a sonar, y Noelle miró por la mirilla. Comprobó que se trataba de Zac, y suspiró aliviada. Estaba muy distinto con ropa de calle.

Zac: Buenos días -dijo, cuando Noelle abrió la puerta-. Espero no haberte despertado.

Ness: No. Acabo de salir de la ducha y estaba buscando mi ropa.

Zac rió.

Zac: Conociendo a mi madre, estoy seguro de que se la ha llevado para dejarla en la lavandería. Pero mi hermana tiene el armario lleno. Puedes coger lo que quieras. Es un poco más alta que tú, pero no mucho -su sonrisa desapareció-. ¿Qué tal te encuentras esta mañana? ¿Recuerdas algo?

Noelle negó con la cabeza.

Ness: No. Lo siento, pero no. Ni siquiera sé en qué día vivo. Tengo entendido que se acercan las navidades.

Zac: Así es. Mañana es lunes, dieciséis de diciembre, y la fiebre navideña ya se ha desatado -la miró detenidamente-. Tienes mejor aspecto esta mañana. ¿Has dormido bien?

Ness: Como un tronco, y me siento mucho mejor. Me sigue doliendo la cabeza, pero me tomaré un analgésico.

Zac parecía aliviado.

Zac: Bueno; me alegro de que el médico tuviera razón al decir que la herida no era grave. Probablemente recobrarás la memoria dentro de poco. Ahora, ¿por qué no subes y te pones algo de Miley para que podamos ir a comer? Mi madre está deseando hablar contigo, de modo que he quedado con ella en un restaurante a las doce y media.

Noelle no estaba muy convencida de que fuera apropiado ponerse algo de una mujer a la que ni siquiera conocía sin pedirle permiso, pero Zac insistió, y poco después se reunió con él en el salón. Llevaba unos pantalones de pinzas y un jersey de punto del mismo color. Había encontrado sus zapatos negros debajo de la cama.

La mirada de admiración que le lanzó Zac la hizo estremecer. Decidió que sería mejor que recuperase la memoria cuanto antes. Aquel hombre podía llegar a gustarle mucho.

Pero ni siquiera sabía si estaba casada, o si tenía novio. Decidió que, por si acaso, sería mejor que no se ilusionara con ningún hombre.

El sol calentaba bastante, y se sentía cómoda sin abrigo. Salieron de la casa y se metieron en el coche.

Ness: ¿Estás casado? -preguntó a Zac mientras conducía-.

Zac: Lo estuve -respondió sin dejar de mirar la calle-. Me casé cuando estaba en el ejército, pero no funcionó. Las separaciones eran demasiado largas.

Ness: Lo siento -mintió-.

En realidad, se sentía aliviada.

Zac se encogió de hombros.

Zac: Fue bastante duro, pero al menos no teníamos hijos, así que no hicimos daño a nadie. Ella se ha vuelto a casar, y vive en Sacramento.

Al oír el nombre de aquella ciudad, Noelle pudo ver una serie de calles umbrías flanqueadas por gigantescos olmos. También entrevió la cúpula dorada del capitolio de la ciudad. Sin duda, conocía Sacramento.

Zac: ¿Y tú? ¿Es posible que estés casada?

Aquella idea la incomodaba.

Ness: No lo sé. No creo. No llevo anillo -dijo, mirándose la mano-.

Zac: Eso no significa nada. Si te robaron el bolso y el abrigo, es posible que también te quitaran las joyas.

Noelle recordó el reloj de pulsera que estaba segura de llevar y sintió cierta ansiedad.

Unos minutos después entraron en un aparcamiento contiguo al restaurante.

Zac: Mi madre sólo tiene una hora para comer, y este sitio está cerca de la clínica. Vamos a pedir una mesa.

Poco tiempo después, Audrey Efron se reunió con él. Llevaba un abrigo sobre el uniforme de enfermera.

Audrey: Hola -saludó alegre-. No os he hecho esperar demasiado, ¿verdad?

Se quitó el abrigo y lo dejó en una silla antes de sentarse frente a Zac y Noelle.

Audrey: ¿Qué tal te encuentras? -preguntó a la muchacha-. ¿Has recordado ya algo?

Ness: No. Es frustrante. Me siento como si no fuera una persona.

Su voz se quebró, y se aclaró la garganta en un esfuerzo por recuperar el control. Audrey cubrió con su mano la de Noelle.

Audrey: No te preocupes. La amnesia es bastante frecuente. He hablado con el neurólogo de la clínica, y te examinará mañana. Aunque tu golpe no sea grave, necesitas una revisión, y si sigues sin recordar, es posible que te ayude.

Los labios de Noelle temblaron.

Ness: Gracias, pero no puedo ir al médico. No tengo dinero.

Zac empezó a protestar, pero Audrey lo hizo callar con una mirada.

Audrey: Hay servicios sociales que te pueden proporcionar una subvención provisional. Zac te pondrá en contacto con ellos -se volvió para mirar a su hijo-. ¿Ha reclamado alguien a una persona que encaje con su descripción?

Zac negó con la cabeza.

Zac: He llamado esta mañana a la comisaría, pero por el momento no consta como desaparecida. Esta tarde la llevaré para que le tomen las huellas, a ver si así averiguan quién es.

Una hora más tarde, cuando habían terminado de comer y Audrey había vuelto al trabajo, Zac y Noelle estaban sentados frente a sus cafés.

Ness: Tu madre es encantadora. No creo que haya muchas personas dispuestas a acoger en su casa a una desconocida en mitad de la noche.

Zac asintió.

Zac: En efecto, es encantadora, pero te aseguro que no tiene por costumbre dar alojamiento a desconocidos. Es demasiado peligroso. Te acogió a ti porque yo se lo pedí, y lo hice porque yo estaba en la casa de al lado.

La alegría de Noelle se desintegró. Había sido estúpida al pensar que podía ser algo especial para aquellas personas. Zac había pedido ayuda a su madre porque no sabía qué hacer con la víctima indefensa de un delito, pero aquello no significaba que confiara en ella.

Pero lo que más la incomodaba era que no estaba más segura que él de ser digna de confianza. Apartó la cabeza para que Zac no observara el daño que le habían hecho sus palabras.

Ness: Os agradezco vuestra amabilidad, pero creo que ya he molestado bastante. Si has terminado, podemos ir a la comisaría. A lo mejor pueden hacer circular una fotografía mía, o algo así. Además, tengo entendido que en los albergues para indigentes acogen a todas las personas que llegan hasta que completan el cupo, y no quiero quedarme sin plaza.

Zac estaba observando a un joven sospechoso de tráfico de drogas que acababa de entrar en el restaurante, y no había prestado demasiada atención a las palabras de Noelle, hasta que la mención de los albergues para indigentes lo hizo reaccionar.

Zac: ¿Qué? -preguntó, mirándola anonadado-. ¿De qué hablas?

Noelle estaba mirando a otro lado. Le puso la mano en la barbilla y la obligó a mirarlo para ver su expresión. Se esforzaba por sonreír, pero sus ojos desmentían la despreocupación que quería aparentar. Se contuvo para no cogerla entre sus brazos y consolarla.

Zac: ¿A qué viene eso de los albergues para indigentes? ¿No te gusta alojarte en casa de mi madre?

Noelle lo miró sorprendida.

Ness: Claro que sí. Me encanta, pero no quiero molestar. Ni siquiera sabes si puedes confiar en mí.

Zac frunció el ceño, intentando interpretar las palabras de Noelle.

Zac: Claro que confío en ti. No creerás que te metería en casa de mi madre si albergara alguna duda, ¿verdad?

Ness: Pero has dicho que…

Zac cayó en la cuenta. Había dicho algo que la había incomodado.

Zac: ¿Qué he dicho, cariño? -preguntó en tono suave-.

Noelle sacó la punta de la lengua para humedecerse los labios, provocando a Zac un estremecimiento involuntario. Jamás había conocido a una mujer que fuera a la vez tan inocente y tan atractiva. A pesar de la herida que tenía en la frente, era muy bella. Sus marcados pómulos y su barbilla redondeada formaban una combinación perfecta. Sus enormes ojos almendrados y sus labios carnosos completaban el efecto.

No iba maquillada. Tenía la piel suave y morena, que acompañaba a su pelo oscuro.

Ness: Has dicho que no me habrías llevado a su casa si no hubieras vivido al lado, porque no confías en mí.

Zac le quitó la mano de la barbilla para no sucumbir a la necesidad de explorar con la boca sus labios temblorosos.

Zac: No quería darte esa impresión -le aseguró-. En realidad, quería que entendieras que eres muy especial, porque normalmente no se me ocurriría meter una desconocida en casa de mi madre. Es peligroso, y jamás la expondría a un riesgo.

Ness: Muchas gracias -dijo con una sonrisa sincera-. Tu madre me parece una persona maravillosa, y jamás haría nada que le molestara -se detuvo un momento-. ¿Dónde está tu padre?

El rostro de Zac se ensombreció.

Zac: Era piloto militar. Murió en un accidente, en unas maniobras de entrenamiento, hace tres años.

La sonrisa de Noelle se desvaneció.

Ness: Lo siento. Debió ser horrible para vosotros.

Zac la cogió de la mano.

Zac: Sí. Fue entonces cuando compré el dúplex. No quería que mi madre estuviera sola, pero tampoco me apetecía volver a vivir con ella. De este modo, estoy seguro de que está bien y los dos tenemos nuestra intimidad.

La mano de Noelle reposaba en la suya. Zac se sintió avergonzado. Debía empezar a comportarse como un policía, y no como un posible amante. No podía enamorarse de una mujer que en cualquier momento podía recordar que tenía novio, o que incluso estaba casada y tenía hijos.

Soltó su mano con brusquedad y se puso en pie.

Zac: Será mejor que nos marchemos. Empiezo a trabajar a las cuatro, y tengo que pasar por mi casa y ponerme el uniforme antes de ir a la ciudad. Normalmente nos cambiamos en la comisaría, pero anoche no quería hacerte esperar, así que me llevé el uniforme a casa.

Noelle se levantó, y Zac no pudo evitar cogerla del brazo mientras salían del restaurante.

Zac: A lo mejor cuando lleguemos a la comisaría nos encontramos con que alguien te busca.

Se sintió incómodo al darse cuenta de que aquella posibilidad le parecía horrible.


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