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sábado, 16 de enero de 2021

Capítulo 13


Un año después
 
Las risas llenaban el aire junto al vapor que desprendía el agua caliente de la ducha. Zac la besaba bajo el cálido chorro, mientras le daba pequeños mordiscos de amor, acariciándola. Se sentía pleno, como nunca antes.

Había pasado un año desde la fatídica noche en que su madre se había marchado. Un año de echarla de menos, pero también uno en que las oportunidades de ser feliz habían surgido por todas partes y a toda prisa. Vanessa había estado a su lado. En el Polo Norte aquella primera noche y después en San Francisco. Cerca de su tienda, en el refugio, visitando a los niños del hospital, el Rudolph's, incluso coincidiendo con viejos amigos. Habían ganado mucho, habían aprendido a conocerse.

Sabía que cuando estaba preocupada, su ceja izquierda se elevaba apenas perceptiblemente; que se sonrojaba cuando la atrapaba mirándolo con deseo y aquel hoyuelo diminuto que aparecía en su mejilla, era señal de que estaba a punto de gastarle alguna broma que él terminaría disfrutando con creces.

No solo era el hecho de acabar pringados de ingredientes inexplicables, era el juego, la persecución, la lucha y posteriormente esa reconciliación que tenía la posibilidad de volverlo loco de deseo, llevarlo al punto de no retorno y hacer que deseara llevarla a la cama y hacerle el amor.

Se conocían. Se anhelaban. Se amaban.

Dormían juntos, incluso le había hecho el amor. Tantas veces que no podía contarlas, pero quería hacerlo de nuevo.
 
Zac: Vanessa -murmuró en su oído-.
 
Ness: Shhh, no hay tiempo, tienes que marcharte.
 
Zac: Navidad ha pasado, no tengo más trabajo.
 
Ness: Te equivocas, tienes trabajo y no voy a entretenerte. Hoy no.
 
Zac: Te deseo, mujer. No puedes dejarme así -ella lo besó, tirando la ropa empapada al suelo y acariciando su velludo pecho-.
 
Besó su cuello y asintió.
 
Ness: Sí, puedo. Dijiste que pasara lo que pasara no dejara que te retrasaras hoy, así que no planeo hacerlo. Es el aniversario de...
 
Zac: La desaparición de mi madre -suspiró cerrando el grifo de la ducha y abrazando a la mujer que se había convertido en todo su mundo. Salió con ella, la envolvió en una toalla y la secó de forma minuciosa-. Hay algo especial para esta noche, tengo que ponerme en marcha.
 
Ness: Si me hubieras dicho de qué se trataba, podría haberte ayudado con los preparativos. Ya no soy tan torpe con todo eso de... Santa Claus -soltó el nombre como si fuera una palabrota, provocándole una genuina risa-.
 
Zac: Mi pequeña Vanessa que no puede decir Santa Claus sin pensar «maldita sea».
 
Ness: ¿Qué quieres, Zac? No es fácil para una atea como yo, entrar en tu mundo tan rápidamente y...
 
Zac: Cariño, no ha sido rápido.
 
Ness: Yo creo que sí.
 
Zac: Te digo que no. Si hubieras querido hacerme caso, a estas alturas tendríamos por lo menos un reno de más, viviendo con nosotros.
 
Ness: No es por despreciar tu intención de ser generoso, pero Zac, los renos no son mascotas.
 
Zac: En mi mundo sí.
 
Empezó a cambiarse observando la resignación de la mujer que iba a convertirse en su esposa antes de lo que esperaba. La Navidad de ese año había sido agotadora, incluso había echado de menos la posibilidad de un romance inesperado, pero teniendo en cuenta que no habría más esferas mágicas, ni más Señora K por un tiempo, había podido concentrarse en llevar a cabo las entregas sin distracciones, con una Vanessa curiosa y aún un poco incrédula, de copiloto.

Había sido una experiencia, de eso no le cabía duda, especialmente ver cómo Jack, su mano derecha, se indignaba con cada comentario de la mujer, que cuestionaba hasta la misma existencia del hombrecillo.

Menos mal que no era diminuto, de haberlo sido, habría acabado ofendiéndolo y él habría tenido que intervenir, pero no lo había hecho y Vanessa se las había apañado muy bien por sus propios medios.
 
Ness: La verdad es que al principio fue complicado, pero ahora no lo llevo tan mal -se encogió de hombros, mirándolo. Él no pudo apartar la vista de ese glorioso trasero-. ¡Zac! -lo regañó-.
 
Zac: ¿Sabes qué? -Se estaba relamiendo mientras lo decía, no planeaba posponer por mucho más lo que tenía que hacer, pero antes de ir, tenía que concluir algo-. Voy a dar un bocado a mi postre favorito.
 
La mujer no tuvo tiempo de prepararse, sino que el goloso Santa Claus llegó a ella y amasó su trasero con deseo, le dejó notar cuán ansioso estaba por ella, listo para poseerla una vez más y entregarse de forma completa. Para darle placer y recibir todo a cambio.

Vanessa no pudo resistirse. ¿Cómo hacerlo? La tenía loca de amor y pasión.

Zac sonrió y sus manos cubrieron sus pechos, la acarició con conocimiento, sabiendo exactamente qué teclas pulsar para volverla loca y tan rápido como la nieve caía en Navidad sobre el Polo Norte, la reclamó, entrando de forma plena en ella.

Mordisqueó su cuello, la acarició entre las piernas, haciéndola gemir necesitada de más.
 
Zac: Rápido e intenso -murmuró-.
 
Ness: Duro y salvaje -exigió-.
 
Y Zac no pudo hacer otra cosa que complacerla.
 
 
Aún sentía el hormigueo provocado por el placer en todo su cuerpo. Sentía la necesidad de aspirar el aroma de Zac, de envolverse en él. De amarlo de nuevo.

«Gracias a quien sea que hizo posible que por una vez tomara la decisión adecuada».

Miró al cielo, ignoraba si alguien escucharía, pero no importaba. Se sentía plenamente feliz.

Su novio, amigo, compañero de piso, amante y toda aquella palabra que aportara una cualidad de relación, era parte entre los dos. No se limitaba a ser el hombre con el que se acostaba, con el que hacía planes o compartía el tiempo, era todo y era más. No había magia en sus días, no en sentido literal, pero la hacían juntos. Cada vez que se encontraban para mirar al mundo y ver que todavía quedaba esperanza.

«¿Quién me lo iba a decir?».

Observó aquella bola mágica que recibió la pasada Navidad y la agitó entre sus dedos, observando la forma en que la nieve descendía sobre la escena que tanto le había gustado.

Quizá no fuera el futuro, o podía ser que sí, pero desde luego el presente era maravilloso. Disfrutaba de cada instante, sin importar qué viniera después.

Su padre y Alyssa eran felices, Zac y ella también, incluso sus amigas, las dos locas que no podían entender qué le estaba pasando, parecían más felices de pronto, como si algún ser con capacidades omnipotentes hubiera decidido bendecirlos a todos ellos.

Y no había sido Santa Claus, de eso daba fe.

Rio con ganas tapándose con la colcha, Zac... ¿Quién lo hubiera dicho? El loco de la Navidad era en realidad Papá Noel, Santa Claus, San Nicolás, el Señor K. Sí, tantos apelativos para un hombre tan sencillo. Un genio de la mecánica y amante de los juguetes. Un entusiasta de hacer reír a su mujer y a cada niño o persona que se cruzaban en su camino.

Un buen hombre, eso era. Un hombre con un corazón tan grande que apenas si lo podía custodiar, por eso la necesitaba. Ella podía ponerle límites, límites buenos, no imposiciones, guiarle de la misma manera que él tenía la capacidad para guiarla a ella.
 
Jack: Vanessa -dijo al otro lado de la puerta-. ¿Puedo entrar?
 
Ness: Un momento -pidió mientras alcanzaba una bata para ponérsela-.
 
Desde que Zac se fue se había quedado descansando, agotada, sin ganas de moverse, tan solo acurrucada en aquella cama que aún conservaba su olor.

En cuanto estuvo dispuesta, atravesó la habitación en un par de zancadas y abrió la puerta a su visita.

El elfo se apresuró a entrar con una larga lista.
 
Jack: Necesito ayuda para revisar esto y Zac no está disponible -comentó con tono casual-. ¿Qué sabes de flores?
 
¿Flores? ¿Para qué necesitarían flores?
 
Ness: No mucho, ¿por qué?
 
Jack: Nosotros repartimos juguetes, pero el jefe quiere flores. Rosas, azucenas, margaritas y tulipanes. Ni siquiera sé que son tulipanes -se quejó revisando la lista una vez más-. Soy un elfo, no un florista. ¿Acaso tengo pinta de florista?
 
La hizo reír, Jack era tan propio cuando Zac estaba cerca, pero perdía los nervios en cuanto desaparecía. Cuando estaba con ella, se relajaba, menos mal. Casi se lo había exigido, no era su jefa, era una más y más le valía que la tratara como a una amiga y no como a otra cosa.
 
Ness: Vamos Jack, no te alteres. Podemos resolver esto. No sé de elfos o magia, pero con las flores podemos apañárnoslas. Déjame esa lista.
 
El hombrecillo se la entregó, tomando asiento a su lado, mientras revisaba algunos datos en su PDA.
 
Ness: ¿Para qué querrá Zac tantas flores? -preguntó sin esperar respuesta, Jack tampoco se la ofreció. Hizo recuento y trató de recordar la ubicación de alguna floristería cercana-. Creo que podríamos encargar algunas de estas, pero no creo que todas. En este tiempo necesitamos flor de invernadero y si planeas traerlas aquí...
 
Jack: No son para este lugar, sino para el Polo Norte.
 
Vanessa puso los ojos en blanco. Claro, mejoraba tanto el clima.
 
Ness: Da igual, allí peor. ¿No ves que con el frío se morirán?
 
Jack: Son órdenes del jefe y tenemos que ocuparnos, Vanessa. Para hoy, no para mañana. Me estoy haciendo viejo.
 
Ness: No te estás haciendo viejo, eres joven y muy guapo. ¿No será que quieres seducir a una chica, verdad?
 
Jack: ¿Yo? ¿Pareja? ¡Ni loco! ¿Tú has visto lo descuidado que se ha vuelto el jefe? -Negó con vehemencia, para después enrojecer, al darse cuenta de lo que había dicho-. Oh, no pretendía... incomodarte, insultarte. Discúlpame, estoy saturado y después de Navidad todo este lío, se me va la fuerza por la boca.
 
Ness: No me incomodas. Yo pensaba como tú... antes.
 
Jack: ¿Qué te hizo cambiar de opinión?
 
Ness: Zac -sonrió, porque era cierto-.
 
No había promesas ni palabras suficientes para convencer a alguien de algo que no quería hacer, pero ver a la otra persona, verla de verdad, nadie podía resistirse a eso.
 
Jack: Tiene mucha labia -dijo el hombrecillo con un suspiro, tras seleccionar la siguiente lista de tareas-. Yo no.
 
Ness: No me has entendido, Jack. Fue Zac, su persona, su forma de actuar, de comportarse, conmigo y los demás, no sus palabras. Ni su labia. De hecho, carece de ella.
 
Jack: Ahí no te creo, hablas de Santa Claus.
 
Ness: Oh, sí. Se me olvidaba -rio entre dientes-.
 
Incluso con sus pegas para creer en ello, había llegado un punto en el que no podía hacerlo más. Él era real, por extraño que fuera. Real, guapo, cariñoso, sexy y un amante maravilloso.

Pero era un mejor compañero. Si para tener a Zac, tenía que mirar a la magia y aceptarla, pues estaba dispuesta a ello. A toda la magia.
 
Jack: Creo que podemos salir, si te vistes apropiadamente. Visitaremos directamente uno de esos invernaderos para conseguir nuestras flores.
 
Ness: No sé si será fácil
 
Jack puso los ojos en blanco.
 
Jack: Por Dios, ¿acaso nadie te lo ha dicho? -Sus ojos brillaron cuando pronunció extasiado-. Tengo un trineo personal, último modelo. Un obsequio por mi buen trabajo -pareció crecer varios centímetros con aquellas palabras-. Es biplaza, puedo llevarte a donde sea que tengamos que ir.
 
Ness: ¿Estás seguro de que quieres mi compañía?
 
Jack: Podría ser peor... -dijo con un toque de diversión-.
 
¿Jack? ¿Divertido? ¿Sin normas?

Le tocó la frente.
 
Ness: ¿Tienes fiebre?
 
Jack: Un elfo tiene derecho a emocionarse cuando tiene un vehículo nuevo. ¿Acaso no sabes nada de mi raza?
 
Ness: Empiezo a descubrir las cosas más inquietantes.
 
Jack: Bueno, incluso yo me rio. Me divierto. Estoy vivo, ¿sabes?
 
Ness: Ya veo, solo te falta una novia.
 
Jack: No, no me falta una novia. He tenido novias. Me falta una pareja, como tú y Zac. Pero los elfos a menudo se quedan solteros, especialmente con un papel tan importante como el mío en la misión de la Navidad.
 
Ness: Serías más feliz con una compañera.
 
Jack: No lo creo.
 
Vanessa no era de la misma opinión, anotó mentalmente hablar con Zac al respecto. Quizá una ayudante para Jack podría ser un alivio en muchas facetas de la vida del hombrecillo. Se estaba ablandando, cada día más. Cuando lo vio la primera vez, casi la acusó de secuestro de su adorado Santa Claus, ahora era su amigo. Y los amigos tenían que ayudarse.

Iba a hacerlo. Por él.
 
Ness: ¿Sabes? Creo que no podré salir, pero conozco a alguien que sabe tanto de flores que te va a dejar extasiado.
 
¿Funcionaría? ¿Hacer las cosas por su cuenta sin Zac? Bueno, ¿por qué no? Ella podía probar, si no funcionaba, acabaría hablando con Zac. Sí, de todos modos, lo haría, porque Alvina merecía un ascenso. Era muy buena en su trabajo, incluso aunque la aterrorizara volar.

Sabía que no dejaría que Jack notara su angustia. Era tozuda y muy dedicada.
 
Jack: ¿Extasiado? Bueno, no creo, pero si crees que no puedes acompañarme...
 
Vanessa alcanzó su móvil, envió un mensaje a la joven elfa y esperó. Casi dos minutos más tarde, la mujer llegaba corriendo a toda prisa y algo verde.

Había olvidado que también se mareaba con los portales.
 
Alvina: ¿Vanessa? ¿Cuál es la urgencia?
 
Ness: Flores -dijo guiándola hasta Jack. El hombre se quedó estático y quizá algo rígido. Ella le dio un ligero empujón-. Jack, te presento a Alvina. Acompaña a Zac en el trineo alfa y no conozco a nadie tan capacitada para resolver problemas.
 
Alvina: ¿Flores? -preguntó perdida, miró a Jack y algo pasó en el instante en que sus miradas se chocaron, dejándolos enlazados-.
 
La chica abrió más los ojos, sus labios separados, a punto de decir algo; a Jack se le cayó la PDA y empezó a comportarse como un adolescente nervioso.

Vanessa sonrió. «Buen movimiento, tengo que decírselo a Zac». Había sentido que esos dos encajarían y no se había equivocado.
 
Ness: ¿Creéis que podréis resolver lo de las flores, Jack, Alvina?
 
Los dos asintieron hipnotizados (o idiotizados, según se quisiera ver). El hombre atrapó la mano de la mujer y solo dijo.
 
Jack: Tengo un trineo nuevo biplaza.
 
Alvina: Me encanta volar -contestó provocando la risa de Ness-.
 
Ness: Pues venga, chicos, a volar.
 
Ambos asintieron, caminando hacia la puerta; Ness se apresuró a recoger la PDA y la lista, se la pegó al pecho de Jack.
 
Ness: No olvides tus guías, Jack.
 
Jack: Gracias -pronunció aturdido, para carraspear y guiar a la otra mujer hacia el vehículo. Pudo escuchar cómo alardeaba de este y cómo Alvina prestaba atención, como si fuera lo más importante del mundo-. De 0 a 300 kilómetros por segundo en medio minuto.
 
Alvina: Oh...
 
Vanessa reía aún cuando las voces se perdieron en la distancia. Recogió su móvil para escribir a su chico.

«Zac, acabo de formar una pareja. Despídete de las flores. A esos no les vemos el pelo hasta año nuevo».

La respuesta no tardó en llegar.

«¿Qué pareja?».

Seguramente no estaba prestando mucha atención, sabía que tenía una misión, pero no sabía cuál. Era tan misterioso cuando se ponía...

«Jack y Alvina. Son tal para cual, llevaba pensándolo un tiempo y lo he hecho. Por eso, despídete de las flores, van a estar dándose el lote en tres minutos. Nunca había visto a Jack tan... despistado. Incluso perdió su PDA».
 
Zac: Jack nunca pierde su PDA -dijo tras ella, atravesando el portal. La miró de arriba abajo, sus ojos brillaron con deseo-. Espero que no lo hayas recibido así, voy a tener que arrancarle los ojos.
 
Ness: Qué va, Zac. Lo recibí desnuda -le guiñó un ojo y rodeó su cuello con los brazos-. Da igual cómo esté, Jack solo tenía ojos para Alvina.
 
Zac: ¿Te vas a hacer casamentera?
 
Vanessa se encogió de hombros.
 
Ness: Lo sentí correcto, solo eso.
 
Zac la miró como si estuviera contemplando algo que nadie más veía.
 
Zac: ¿Correcto, eh?
 
Ness: Sí. ¿Te molesta? Primero pensé en pedirte ayuda, pero me di cuenta de que era el punto exacto, si hubiera esperado...
 
Zac: El momento habría pasado.
 
Ness: ¿Qué pasa? ¿Por qué me miras así?
 
Zac: ¿Así cómo?
 
Ness: Como si fueras un gato que acaba de comerse al canario -dijo un poco desconfiada-.
 
Zac se limitó a sonreír más.
 
Zac: Por nada, me gusta ver que te implicas con mi gente y te preocupas por su felicidad.
 
Ness: ¡Jack es mi amigo! Y Alvina también. No fue algo repentino, llevaba pensando en ello un tiempo, solo que no me había atrevido, pero hoy...
 
Zac: Sentiste que era el momento.
 
Ness: Así es -entrecerró sus ojos, señalándolo con un dedo-. Ni se te ocurra burlarte de mí.
 
Él atrapó su dedo y lo besó.
 
Zac: Jamás me atrevería.
 
Ness: Pues cambia esa cara, me estás poniendo nerviosa.
 
Zac: Es que no sé mirarte de otra manera -se excusó-.
 
Ness: Pues me pones nerviosa, Zac. No sé qué estás planeando y...
 
Zac: Una boda.
 
Ness: ¿Qué? -Lo miró como si se hubiese vuelto loco-. ¿Tan pronto? No creo que debas apresurarte, quiero decir, tan solo los he enviado a comprar tus flores y dudo que lo hagan.
 
Zac: No la de Jack, Ness, la nuestra.
 
Vanessa se quedó muda de la impresión. ¿Acaso iban a casarse? No, desde luego que no. Ella no planeaba casarse.

Se levantó poniendo distancia entre ellos y le dio la espalda, negando.
 
Ness: Eso no es posible, Zac. No me lo has pedido.
 
Zac: Planeo resolver eso -comentó y cuando ella lo miró de nuevo, lo encontró arrodillado, con un anillo entre el pulgar y el índice y mirándola con todo ese amor que sentía por ella-. Si estás dispuesta a prescindir de las flores y a soportar mis obligaciones y mis defectos, sería inmensamente feliz de que aceptaras convertirte en mi esposa. Hoy mismo. Ahora.
 
Lo miró, sintió la mezcla de emociones en su rostro, bailando en sus ojos y se dijo que no era una decisión que debiera tomarse a la ligera. Ya se había equivocado una vez, ahora...

«Escucha a tu corazón». Las palabras lejanas de la mujer a la que solo había visto una vez, la llenaron de inquietud y a la vez le dejaron claro lo que tenía que hacer.

Asintió, tomó valor, avanzó hacia Zac y se lanzó a sus brazos.
 
Ness: Te quiero, Zac. Sí, sí quiero casarme contigo.
 
El hombre la abrazó, puso el anillo en su dedo sin que apenas se diera cuenta y murmuró las palabras de amor que necesitaba escuchar, a pesar de no prestarle atención.

Aquello era lo correcto, así lo sintió y de pronto... Todo estaba en su lugar.

Como un puzle en el que habías encajado la última pieza.


1 comentarios:

Anónimo dijo...

Q hermoso!! Ese fue el fin?? �� sigue pronto

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