**: Vanessa
Alguien la estaba llamando, desde algún lugar;
podía sentir a Zac, lejos y a la vez muy cerca. Como si tan solo con estirar la
mano pudiera rozar la de él.
Ness: ¿Zac? -Lo buscó por todas partes. Estaba en
su propio dormitorio, acababa de ponerse las botas y tenía el abrigo medio
colgado de su cuerpo-. ¿Dónde estás?
Una ventana se abrió ante ella, no tuvo tiempo de
nada, sino que la masculina mano la atrapó y tiró hacia él. Acabó en el regazo
de Zac, sin saber cómo, totalmente custodiada entre aquellos fuertes brazos.
Las lágrimas rodaban por el rostro del hombre, tenía las gafas empañadas y los
ojos rojos. La nariz y los labios hinchados, mientras se lamentaba, casi
desesperado. No pudo evitar reconfortarlo, no con palabras, sino con su
presencia y sus caricias. Cuidó de él, escuchó sus lamentos.
Zac: Se ha marchado, Ness. Se ha ido, ella no volverá.
No lo hará.
¿Su madre? ¿Su madre se había...?
No, eso era imposible, nadie era consciente de en
qué momento y lugar moriría. Aquella mujer parecía poseer una gran sabiduría,
pero no era vidente. Nadie conocía el futuro a no ser que se suicidara y no
había tenido aspecto de suicida.
Ness: ¿Cómo es eso posible, Zac? Ella estaba bien,
tu madre estaba sana cuando la he visto antes. Es imposible que...
Zac: Siguió su camino. Era su hora y se marchó.
Ness: Oh.
Entonces quizá lo hubiera hecho, después de todo.
Zac: No, no es lo que crees -buscó sus ojos-. Es
complicado, sé que será difícil de entender para ti y no quiero confundirte
más, pero yo... yo te necesito. Esta noche, tienes que creer en mí, solo por
hoy.
Ness: Zac, no voy a ir a ninguna parte. Háblame.
Apartó el pelo de su frente y le quitó las gafas,
dejándolas a un lado.
Zac: Apenas te veo -pronunció, ronco, por el llanto-.
Ness: No lo necesitas, solo siénteme. Estoy
contigo. -Besó sus ojos con toda la ternura que tenía dentro. Hoy, esta noche,
iba a cuidarlo. Lo había prometido y podía ser muchas cosas, pero no una
mentirosa-. Desahógate, cariño.
No soportaba verlo triste. Era un hombre jovial,
lleno de energía y optimismo, pero ahora estaba derrotado. Como si le hubieran
arrebatado el corazón y con él toda su energía.
Zac: Mi madre murió, era su hora. Las cosas aquí
son diferentes.
Y tanto que lo eran, si no estaba dormida había
atravesado un portal mágico, algún vórtice que algún científico había abierto
intencionadamente, quizá por error o qué sabía ella; lo único que entendía era
que no había explicación y tampoco iba a buscársela. Esta noche no iba a pensar,
estaba harta de pensar y equivocarse. Hoy se dejaría llevar, por Zac, porque la
necesitaba y nunca nadie la había necesitado de esa manera tan intensa, como si
fuera su única vía de escape; todo su oxígeno, su mundo, su esperanza.
Ness: Lo sé. Sé que es diferente.
Zac: No puede interferir en mis decisiones, no ahora
que te he encontrado. -Una de sus manos palpó el suelo a su lado, mostrándole una
bola de Navidad similar a la que ella había tenido entre sus manos-. El amor de
mis padres me ha guiado al nuestro. Sé que apenas nos conocemos, que debes de
pensar que estoy loco, con toda esta mierda mágica ensuciándonos las botas,
pero no quiero obligarte a quererme por algún estúpido destino, solo quiero... -Tomó
aire, armándose de valor, mientras ella recuperaba el objeto mágico para
dejarlo a un lado, descartándolo. Los ojos azules del hombre brillaron al
entrar en contacto con los suyos-. Que quieras al hombre, a mí, sin
condiciones, sin magia. No soy especial, soy sencillo. Disfruto de los
juguetes, de trabajar con los niños, de mirarte y sentir tu incredulidad luchando
contra lo que ves; sin querer creer, pero, en el fondo, anhelando hacerlo.
Su mano acarició su pecho, justo donde guardaba su
corazón. No había nada sexual en el toque, tan solo necesidad de sentirla más
cerca.
Zac: No tengo nada más que el hombre imperfecto que
ves, siento algo diferente por ti, llámalo amor, afinidad, química...
Puso su dedo índice en los masculinos labios para
acallarlo. Él lo besó, ella lo retiró y lo intercambió por sus labios. Se aferró
a él, con brazos y piernas, quedando pegados, sin apenas separación entre los
dos.
Susurró en su oído.
Ness: No necesitas darme explicaciones, estar
contigo es suficiente hoy.
Zac: ¿Solo hoy?
Apenas se apartó para mirarla.
Vanessa asintió.
Ness: Es todo lo que tengo.
Desearía prometer todo; entregarle sus sueños, su vida,
su esperanza, pero no podía hacerlo. No estaba lista, confiaba en Zac, él no
era el problema; ella lo era. No sabía si sería capaz de amar a alguien y no
desconfiar. La habían traicionado tantas veces que no quería arrastrarlo a su
dolor. Era tan bueno, era tan increíble. Tan cariñoso. Era un príncipe de
cuento, su sueño hecho realidad, su caballero de brillante armadura.
Y nada de aquello era real, no podía serlo, porque
ella era una tonta mujer que solo se equivocaba.
Zac: No voy a conformarme, Vanessa. No quiero
acostarme contigo hoy y olvidarte mañana. No soy así, ¿entiendes? -La miró, con
su cara atrapada entre aquellas cálidas y enormes manos-. Me dan igual todos
los demás, todos los convencionalismos, no voy a aprovecharme de ti.
Apoyó su frente en la de ella, Vanessa suspiró.
Oh, sí, sería tan fácil amarlo.
Ness: Quizá yo quiera aprovecharme de ti.
Zac: No es así, tú quieres tanto como yo quiero y
no es nuestro momento. Desearía tumbarte y hacerte el amor como te mereces,
pero entonces tendrías una excusa para dejarme mañana.
Y la conocía
tan bien...
Eso era lo que haría, enajenación mental
transitoria. Podría aferrarse a eso, pero ¿a un hombre honorable que solo
quería abrazarla, darle unos cuantos besos y abrirle su corazón? ¿Qué mujer
podría resistir eso?
Lo besó con toda el hambre que sentía por él, para
evitar pensar en todo lo que anhelaba y no debía ser.
Zac respondió a su beso con anhelo, durante un par
de minutos, después la apartó y la miró negando.
Zac: No vamos hacer esto. No hoy, pero no pienses que
vas a librarte de mí. Algún día serás mía y cuando ese día llegue, no van a quedarte
dudas de cuál es tu lugar, de qué posición ocupas en mi vida y de las cosas que
conseguiremos juntos.
Ness: ¿Aquí? ¿En este lugar extraño?
Zac: Este lugar que tan extraño te parece es mi
hogar. Aquí nací, crecí y aquí quiero enamorarme. Quiero vivir contigo. Ven a
mi mundo, Vanessa. Déjame mostrártelo. No te pido una noche, te pido un año. Un
año para que veas al auténtico Zac y me acompañes. Solo mírame y aprende lo que
soy. Descúbreme, sin secretos, sin mentiras, sin declaraciones en palabras,
solo hechos.
Ness: Pero tengo responsabilidades y no puedo
simplemente desaparecer.
Zac: No lo harás. Quiero que veas mi mundo y
también ver el tuyo.
Vanessa apenas podía dar crédito a lo que le estaba
diciendo. ¿Quería que vivieran juntos un año para conocerse y después...?
Ness: ¿Quieres vivir conmigo?
Zac: Pensé que nunca me lo pedirías -dijo sonriendo
de nuevo, la besó, se levantó con ella-. No es lo convencional, puedes negarte,
pero desearía que no lo hicieras -comentó serio ahora-. Sé que no crees en
Santa Claus, que algo dentro de ti te impide hacerlo. Sé que tu mente ha
catalogado de sueño lo que pasó la otra noche, cuando repartimos los regalos, y
sé que no tengo ningún derecho a obligarte a entenderme a mí y a mi mundo. Mi
misión. Pero si me dieras una oportunidad, Ness, solo una. Si te permitieras
conocer al hombre que soy, quizá podríamos formar la pareja que el destino
anticipa. Sin presión, sin obligaciones, sin sexo ocasional.
Ness: No puedo prometerte una relación, Zac -dijo
con sinceridad-. No sé si estoy lista para volver a creer en nadie.
Zac: No quiero que creas en mí, ni que me regales
tu confianza, Vanessa, quiero ganármela. Día a día, minuto a minuto. No soy
perfecto, tengo muchos defectos, hay cosas en mí que odiarás y yo odiaré no
acostarme contigo, pero si queremos que esto funcione...
Ness: Yo también tengo defectos. Muchos, de hecho.
Es posible que en una semana simplemente quieras que desaparezca.
Zac: Lo dudo, pero si así fuera, si por algún motivo
tú o yo no estamos cómodos con este trato, con esta situación, serás libre de
seguir tu camino, te lleve donde te lleve.
Sintió la tensión que inundó el cuerpo del hombre
cuando pronunció aquellas palabras, pero también su decisión. Zac no era de los
que se olvidaban convenientemente de una boda, enviaba un sustituto o no se comprometía.
Tenía la sensación de que con él todo sería... bueno, pero podía equivocarse,
ya lo había hecho antes.
Ness: No puedo darte un año, Zac. Es demasiado.
¿Vivir juntos? ¡Es una locura!
Zac: ¿Y acaso no es una locura el sexo ocasional con
un casi desconocido? ¿Qué locura hay en compartir tu vida durante un breve
suspiro de esta con alguien que está dispuesto a enamorarse de ti, si es que no
lo ha hecho todavía?
Ness: No puedes amarme.
Zac: Te conozco desde siempre, Ness.
Ness: No es cierto y es raro. Incluso aunque
comprara eso de que eres Santa Claus... Prefiero no pensar en ello.
Zac: Si te incomoda no lo hagas, pero dame una
oportunidad. Dánosla, ambos nos la merecemos.
Vanessa sentía cómo iba convenciéndola, una parte
de ella quería gritar que sí, que tenía razón, que quería permanecer a su lado.
¿Y si se arriesgaba? Zac merecía la pena, lo había
visto con los niños, había visto su salón y esa estúpida visión que ahora se empeñaba
en llegar a ella. Hijos, amor. Mucho amor.
Mierda, lo deseaba. Ese deseo, esa promesa, con Zac.
Solo con él. ¿Y si lo intentaba?
Ness: ¿Y que pasa con...?
Hizo un gesto entre los dos, provocando la risa del
hombre que entendió su pregunta a pesar de no esbozarla en voz alta.
Zac: Te deseo, Vanessa, no tenemos que obligar ni
forzar nada, cuando sea nuestro momento, pasará.
Ness: ¿Esta noche?
Zac rio con más ganas, la levantó en sus brazos y
salió de la sala con ella, para llevarla a su habitación.
Zac: ¿Quién sabe, pequeña pícara? Todo es posible.
Dejemos que cada paso del camino llegue en su tiempo. Yo no tengo prisa, me
conformo con acurrucarme contigo y disfrutar de un año a tu lado. No podrás
resistirte a mí después de eso.
Ness: Uuh, ¿así que resulta que Papá Noel es un
engreído?
Zac: Prefiero Zac, si no te importa -le guiñó un
ojo-. Ese título es incómodo, especialmente si tienes en cuenta que no soy el
«papá» de nadie. Todavía -añadió con una chispa de anhelo en sus ojos-.
Ness: Cuando lo seas, brillarás.
Zac: Tendremos que comprobarlo cuando llegue.
Vanessa sabía que lo harían, en algún momento. A
pesar de su reacia aceptación, una parte de ella le gritaba que era correcto,
que iba por buen sitio, que al final encontraría su hogar. Con Zac, en aquel
extraño lugar.
Un momento, ¿reacia aceptación? ¿Acaso había
aceptado?
Frunció el ceño, lo miró.
Ness: No he dicho que sí.
Zac rio, aún quedaban restos de lágrimas, pero el
sordo dolor de la ausencia de su madre, parecía estar aliviándose con algo más.
Quizá con su presencia allí, entre sus brazos, con la esperanza de hacer algo
raro, pero magnifico juntos.
Zac: En realidad, lo has hecho. Santa Claus puede
leer en el corazón de todos sus elfos -dijo con voz más gruesa, simulando a
alguien que solo él conocía, para terminar añadiendo, ya de forma sincera- y en
el de su compañera.
Ness: ¿Compañera? Todavía es pronto para...
Zac: Es un maravilloso principio, Vanessa.
Ella se recostó en su pecho y asintió. Lo cierto
era que tenía razón, así que no planeaba llevarle la contraria.
Ness: Estoy de acuerdo, lo es.
Creyó ver a un grupo de personas disfrazadas de
verde con cascabeles tintineando, pero se dijo que era solo un sueño y, si era
cierto, pues lo entendía. Era la guarida de Santa Claus, ¿no?
Rio, borracha de felicidad.
Ness: Sí que lo es -murmuró con un suspiro feliz-.
Una mujer podía acostumbrarse a ello.
Ninguno de los dos lo notó, pero una vez fuera de
la sala, esta se clausuró. La mágica bola retornó a su lugar, presidiendo la
mesa y la puerta se cerró. Hasta el momento en que la heredera aceptara su
posición, el puesto de la Señora K y lo que ello conllevaba permanecerían a la
espera.
Quizá durante un año, o dos, puede que diez, pero
sucediera cuando sucedería, sería en el momento adecuado, porque el amor era
una magia tan fuerte que nadie podía manipularla.
Ni siquiera los implicados.
0 comentarios:
Publicar un comentario