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viernes, 15 de enero de 2021

Capítulo 12


**: Vanessa
 
Alguien la estaba llamando, desde algún lugar; podía sentir a Zac, lejos y a la vez muy cerca. Como si tan solo con estirar la mano pudiera rozar la de él.
 
Ness: ¿Zac? -Lo buscó por todas partes. Estaba en su propio dormitorio, acababa de ponerse las botas y tenía el abrigo medio colgado de su cuerpo-. ¿Dónde estás?
 
Una ventana se abrió ante ella, no tuvo tiempo de nada, sino que la masculina mano la atrapó y tiró hacia él. Acabó en el regazo de Zac, sin saber cómo, totalmente custodiada entre aquellos fuertes brazos. Las lágrimas rodaban por el rostro del hombre, tenía las gafas empañadas y los ojos rojos. La nariz y los labios hinchados, mientras se lamentaba, casi desesperado. No pudo evitar reconfortarlo, no con palabras, sino con su presencia y sus caricias. Cuidó de él, escuchó sus lamentos.
 
Zac: Se ha marchado, Ness. Se ha ido, ella no volverá. No lo hará.
 
¿Su madre? ¿Su madre se había...?

No, eso era imposible, nadie era consciente de en qué momento y lugar moriría. Aquella mujer parecía poseer una gran sabiduría, pero no era vidente. Nadie conocía el futuro a no ser que se suicidara y no había tenido aspecto de suicida.
 
Ness: ¿Cómo es eso posible, Zac? Ella estaba bien, tu madre estaba sana cuando la he visto antes. Es imposible que...
 
Zac: Siguió su camino. Era su hora y se marchó.
 
Ness: Oh.
 
Entonces quizá lo hubiera hecho, después de todo.
 
Zac: No, no es lo que crees -buscó sus ojos-. Es complicado, sé que será difícil de entender para ti y no quiero confundirte más, pero yo... yo te necesito. Esta noche, tienes que creer en mí, solo por hoy.
 
Ness: Zac, no voy a ir a ninguna parte. Háblame.
 
Apartó el pelo de su frente y le quitó las gafas, dejándolas a un lado.
 
Zac: Apenas te veo -pronunció, ronco, por el llanto-.
 
Ness: No lo necesitas, solo siénteme. Estoy contigo. -Besó sus ojos con toda la ternura que tenía dentro. Hoy, esta noche, iba a cuidarlo. Lo había prometido y podía ser muchas cosas, pero no una mentirosa-. Desahógate, cariño.
 
No soportaba verlo triste. Era un hombre jovial, lleno de energía y optimismo, pero ahora estaba derrotado. Como si le hubieran arrebatado el corazón y con él toda su energía.
 
Zac: Mi madre murió, era su hora. Las cosas aquí son diferentes.
 
Y tanto que lo eran, si no estaba dormida había atravesado un portal mágico, algún vórtice que algún científico había abierto intencionadamente, quizá por error o qué sabía ella; lo único que entendía era que no había explicación y tampoco iba a buscársela. Esta noche no iba a pensar, estaba harta de pensar y equivocarse. Hoy se dejaría llevar, por Zac, porque la necesitaba y nunca nadie la había necesitado de esa manera tan intensa, como si fuera su única vía de escape; todo su oxígeno, su mundo, su esperanza.
 
Ness: Lo sé. Sé que es diferente.
 
Zac: No puede interferir en mis decisiones, no ahora que te he encontrado. -Una de sus manos palpó el suelo a su lado, mostrándole una bola de Navidad similar a la que ella había tenido entre sus manos-. El amor de mis padres me ha guiado al nuestro. Sé que apenas nos conocemos, que debes de pensar que estoy loco, con toda esta mierda mágica ensuciándonos las botas, pero no quiero obligarte a quererme por algún estúpido destino, solo quiero... -Tomó aire, armándose de valor, mientras ella recuperaba el objeto mágico para dejarlo a un lado, descartándolo. Los ojos azules del hombre brillaron al entrar en contacto con los suyos-. Que quieras al hombre, a mí, sin condiciones, sin magia. No soy especial, soy sencillo. Disfruto de los juguetes, de trabajar con los niños, de mirarte y sentir tu incredulidad luchando contra lo que ves; sin querer creer, pero, en el fondo, anhelando hacerlo.
 
Su mano acarició su pecho, justo donde guardaba su corazón. No había nada sexual en el toque, tan solo necesidad de sentirla más cerca.
 
Zac: No tengo nada más que el hombre imperfecto que ves, siento algo diferente por ti, llámalo amor, afinidad, química...
 
Puso su dedo índice en los masculinos labios para acallarlo. Él lo besó, ella lo retiró y lo intercambió por sus labios. Se aferró a él, con brazos y piernas, quedando pegados, sin apenas separación entre los dos.

Susurró en su oído.
 
Ness: No necesitas darme explicaciones, estar contigo es suficiente hoy.
 
Zac: ¿Solo hoy?
 
Apenas se apartó para mirarla.

Vanessa asintió.
 
Ness: Es todo lo que tengo.
 
Desearía prometer todo; entregarle sus sueños, su vida, su esperanza, pero no podía hacerlo. No estaba lista, confiaba en Zac, él no era el problema; ella lo era. No sabía si sería capaz de amar a alguien y no desconfiar. La habían traicionado tantas veces que no quería arrastrarlo a su dolor. Era tan bueno, era tan increíble. Tan cariñoso. Era un príncipe de cuento, su sueño hecho realidad, su caballero de brillante armadura.

Y nada de aquello era real, no podía serlo, porque ella era una tonta mujer que solo se equivocaba.
 
Zac: No voy a conformarme, Vanessa. No quiero acostarme contigo hoy y olvidarte mañana. No soy así, ¿entiendes? -La miró, con su cara atrapada entre aquellas cálidas y enormes manos-. Me dan igual todos los demás, todos los convencionalismos, no voy a aprovecharme de ti.
 
Apoyó su frente en la de ella, Vanessa suspiró.

Oh, sí, sería tan fácil amarlo.
 
Ness: Quizá yo quiera aprovecharme de ti.
 
Zac: No es así, tú quieres tanto como yo quiero y no es nuestro momento. Desearía tumbarte y hacerte el amor como te mereces, pero entonces tendrías una excusa para dejarme mañana.
 
Y la conocía tan bien...

Eso era lo que haría, enajenación mental transitoria. Podría aferrarse a eso, pero ¿a un hombre honorable que solo quería abrazarla, darle unos cuantos besos y abrirle su corazón? ¿Qué mujer podría resistir eso?

Lo besó con toda el hambre que sentía por él, para evitar pensar en todo lo que anhelaba y no debía ser.

Zac respondió a su beso con anhelo, durante un par de minutos, después la apartó y la miró negando.
 
Zac: No vamos hacer esto. No hoy, pero no pienses que vas a librarte de mí. Algún día serás mía y cuando ese día llegue, no van a quedarte dudas de cuál es tu lugar, de qué posición ocupas en mi vida y de las cosas que conseguiremos juntos.
 
Ness: ¿Aquí? ¿En este lugar extraño?
 
Zac: Este lugar que tan extraño te parece es mi hogar. Aquí nací, crecí y aquí quiero enamorarme. Quiero vivir contigo. Ven a mi mundo, Vanessa. Déjame mostrártelo. No te pido una noche, te pido un año. Un año para que veas al auténtico Zac y me acompañes. Solo mírame y aprende lo que soy. Descúbreme, sin secretos, sin mentiras, sin declaraciones en palabras, solo hechos.
 
Ness: Pero tengo responsabilidades y no puedo simplemente desaparecer.
 
Zac: No lo harás. Quiero que veas mi mundo y también ver el tuyo.
 
Vanessa apenas podía dar crédito a lo que le estaba diciendo. ¿Quería que vivieran juntos un año para conocerse y después...?
 
Ness: ¿Quieres vivir conmigo?
 
Zac: Pensé que nunca me lo pedirías -dijo sonriendo de nuevo, la besó, se levantó con ella-. No es lo convencional, puedes negarte, pero desearía que no lo hicieras -comentó serio ahora-. Sé que no crees en Santa Claus, que algo dentro de ti te impide hacerlo. Sé que tu mente ha catalogado de sueño lo que pasó la otra noche, cuando repartimos los regalos, y sé que no tengo ningún derecho a obligarte a entenderme a mí y a mi mundo. Mi misión. Pero si me dieras una oportunidad, Ness, solo una. Si te permitieras conocer al hombre que soy, quizá podríamos formar la pareja que el destino anticipa. Sin presión, sin obligaciones, sin sexo ocasional.
 
Ness: No puedo prometerte una relación, Zac -dijo con sinceridad-. No sé si estoy lista para volver a creer en nadie.
 
Zac: No quiero que creas en mí, ni que me regales tu confianza, Vanessa, quiero ganármela. Día a día, minuto a minuto. No soy perfecto, tengo muchos defectos, hay cosas en mí que odiarás y yo odiaré no acostarme contigo, pero si queremos que esto funcione...
 
Ness: Yo también tengo defectos. Muchos, de hecho. Es posible que en una semana simplemente quieras que desaparezca.
 
Zac: Lo dudo, pero si así fuera, si por algún motivo tú o yo no estamos cómodos con este trato, con esta situación, serás libre de seguir tu camino, te lleve donde te lleve.
 
Sintió la tensión que inundó el cuerpo del hombre cuando pronunció aquellas palabras, pero también su decisión. Zac no era de los que se olvidaban convenientemente de una boda, enviaba un sustituto o no se comprometía. Tenía la sensación de que con él todo sería... bueno, pero podía equivocarse, ya lo había hecho antes.
 
Ness: No puedo darte un año, Zac. Es demasiado. ¿Vivir juntos? ¡Es una locura!
 
Zac: ¿Y acaso no es una locura el sexo ocasional con un casi desconocido? ¿Qué locura hay en compartir tu vida durante un breve suspiro de esta con alguien que está dispuesto a enamorarse de ti, si es que no lo ha hecho todavía?
 
Ness: No puedes amarme.
 
Zac: Te conozco desde siempre, Ness.
 
Ness: No es cierto y es raro. Incluso aunque comprara eso de que eres Santa Claus... Prefiero no pensar en ello.
 
Zac: Si te incomoda no lo hagas, pero dame una oportunidad. Dánosla, ambos nos la merecemos.
 
Vanessa sentía cómo iba convenciéndola, una parte de ella quería gritar que sí, que tenía razón, que quería permanecer a su lado.

¿Y si se arriesgaba? Zac merecía la pena, lo había visto con los niños, había visto su salón y esa estúpida visión que ahora se empeñaba en llegar a ella. Hijos, amor. Mucho amor.

Mierda, lo deseaba. Ese deseo, esa promesa, con Zac. Solo con él. ¿Y si lo intentaba?
 
Ness: ¿Y que pasa con...?
 
Hizo un gesto entre los dos, provocando la risa del hombre que entendió su pregunta a pesar de no esbozarla en voz alta.
 
Zac: Te deseo, Vanessa, no tenemos que obligar ni forzar nada, cuando sea nuestro momento, pasará.
 
Ness: ¿Esta noche?
 
Zac rio con más ganas, la levantó en sus brazos y salió de la sala con ella, para llevarla a su habitación.
 
Zac: ¿Quién sabe, pequeña pícara? Todo es posible. Dejemos que cada paso del camino llegue en su tiempo. Yo no tengo prisa, me conformo con acurrucarme contigo y disfrutar de un año a tu lado. No podrás resistirte a mí después de eso.
 
Ness: Uuh, ¿así que resulta que Papá Noel es un engreído?
 
Zac: Prefiero Zac, si no te importa -le guiñó un ojo-. Ese título es incómodo, especialmente si tienes en cuenta que no soy el «papá» de nadie. Todavía -añadió con una chispa de anhelo en sus ojos-.
 
Ness: Cuando lo seas, brillarás.
 
Zac: Tendremos que comprobarlo cuando llegue.
 
Vanessa sabía que lo harían, en algún momento. A pesar de su reacia aceptación, una parte de ella le gritaba que era correcto, que iba por buen sitio, que al final encontraría su hogar. Con Zac, en aquel extraño lugar.

Un momento, ¿reacia aceptación? ¿Acaso había aceptado?

Frunció el ceño, lo miró.
 
Ness: No he dicho que sí.
 
Zac rio, aún quedaban restos de lágrimas, pero el sordo dolor de la ausencia de su madre, parecía estar aliviándose con algo más. Quizá con su presencia allí, entre sus brazos, con la esperanza de hacer algo raro, pero magnifico juntos.
 
Zac: En realidad, lo has hecho. Santa Claus puede leer en el corazón de todos sus elfos -dijo con voz más gruesa, simulando a alguien que solo él conocía, para terminar añadiendo, ya de forma sincera- y en el de su compañera.
 
Ness: ¿Compañera? Todavía es pronto para...
 
Zac: Es un maravilloso principio, Vanessa.
 
Ella se recostó en su pecho y asintió. Lo cierto era que tenía razón, así que no planeaba llevarle la contraria.
 
Ness: Estoy de acuerdo, lo es.
 
Creyó ver a un grupo de personas disfrazadas de verde con cascabeles tintineando, pero se dijo que era solo un sueño y, si era cierto, pues lo entendía. Era la guarida de Santa Claus, ¿no?

Rio, borracha de felicidad.
 
Ness: Sí que lo es -murmuró con un suspiro feliz-.
 
Una mujer podía acostumbrarse a ello.

Ninguno de los dos lo notó, pero una vez fuera de la sala, esta se clausuró. La mágica bola retornó a su lugar, presidiendo la mesa y la puerta se cerró. Hasta el momento en que la heredera aceptara su posición, el puesto de la Señora K y lo que ello conllevaba permanecerían a la espera.

Quizá durante un año, o dos, puede que diez, pero sucediera cuando sucedería, sería en el momento adecuado, porque el amor era una magia tan fuerte que nadie podía manipularla.

Ni siquiera los implicados.


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