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miércoles, 13 de enero de 2021

Capítulo 10


¿Cómo había llegado hasta allí? Vanessa no paraba de repasar la mañana y el día anterior. De apenas conocer a Zac a que el hombre formara parte de su día a día. Primero en el refugio, después en sus sueños (porque había sido un sueño, ¿verdad? Eso de trineos voladores motorizados, portales a las casas y demás no podía ser real) y ahora en el hospital.

Era un buen hombre, era algo que sabía intrínsecamente, ni siquiera necesitaba pensarlo. Se veía reflejado en sus palabras y acciones. Desde que atravesaron las puertas del ala infantil de oncología, el hombre se había metido tanto en su papel, que ni siquiera la notaba allí. Los niños lo abrazaban, se sentaban en sus piernas y recibían unos preciosos regalos. Parecían contener magia y buenas vibraciones, aunque aquello era imposible.

Los ojos del hombre brillaban, se sentía en su salsa. No podía ser Santa Claus, no el original, con los poderes, los renos y todas esas chorradas, pero desde luego sí tenía un corazón enorme y un alma bondadosa. Se entregaba a ellos como si fuera lo que más le importaba en el mundo. Nunca había conocido a nadie así.

Sacrificar su tiempo, su dinero, su fiesta para estar con aquellos niños en cuyos ojos apenas brillaba la esperanza. Había tanto dolor entre aquellas paredes...

Recordó las palabras de Zac en el coche, justo antes de parar frente a la enorme puerta del hospital.

«Nosotros hacemos la Navidad, Ness, no la fecha o los regalos. Somos nosotros, con nuestras acciones y deseos. Todos los días son Navidad, si así deseas que sea. No necesitas creer en Santa Claus ni en renos voladores, solo necesitas creer en que tú puedes marcar la diferencia y hacer de este mundo un lugar mejor. No podemos resolverlo todo ni curar todas las enfermedades o acabar con la pobreza, ojalá pudiéramos, pero sí podemos hacer que el tiempo que están aquí no esté lleno de tristeza, sino de esperanza, de buenos recuerdos y de risas. Nunca te rindas, Ness, no dejes que la pena dirija tu vida, ríe porque al final, cuando todo termina, lo único que nos queda son los buenos recuerdos. No las posesiones ni la riqueza, tan solo las experiencias vividas y esos pequeños momentos que marcaron la diferencia».

¿Cómo podía hacer una mujer para no enamorarse de Zac? Porque ella no estaba dispuesta a vivir aquello otra vez. No podía permitírselo, no después de todo lo que había perdido, pero él era diferente. El príncipe azul de sus sueños. El hombre ante el que podría perderlo todo y jamás recuperarlo.

«No te enamores, Vanessa».

Era demasiado peligroso, jamás debió haberlo acompañado, pero no pudo evitarlo. No había estado cómoda con su padre y su novia; estaba feliz por él, había encontrado un motivo, se lo merecía, pero no sabía cómo lidiar con aquella nueva situación y no había querido hacer que se sintieran violentos. Zac apareció cual salvador y, cuando se la llevó, solo pudo sentir que un pesado peso se desalojaba de sus hombros. Sus extremidades se movían más rápido, más ligeras, y su corazón voló ya libre de su encierro.

Con Zac, aunque gruñona, haría las cosas bien. En realidad, la había visto en su peor momento y no había corrido asustado, ¿verdad?

Más tarde llamaría a su padre para decirle que lamentaba haber huido, pero también para asegurarle que era muy feliz por él y que debía disfrutar al máximo de aquella nueva aventura.
 
**: Es un hombre muy especial, ¿verdad?
 
Una voz de mujer la sacó de su ensimismamiento, trayéndola de nuevo a la realidad. Era bastante mayor, pero tenía en su gesto una paz que envidió de inmediato. La sonrisa era sincera y sus maneras muy suaves.
 
Ness: Zac es... -¿Qué palabra decir? ¿Guapo? ¿Sexy? ¿Encantador? ¿Tremendamente bueno con los niños?-, diferente.
 
**: Lo es. Lo he conocido desde siempre, ese chiquillo ha sido la ilusión de muchos niños -tomó su mano presentándose-. Me llamo Cassie, aunque los niños me llaman Señora K.
 
Ness: ¿Señora K? Qué curioso nombre -dijo con una sonrisa-. ¿También reparte regalos?
 
Cassie: Oh, no. Lo de los regalos se lo dejo a Zac. Lo adoran y hace mejor el papel de Santa Claus, yo solo leo cuentos y guio a las almas perdidas.
 
La sorpresa que debió reflejarse en sus facciones hizo sonreír a la mujer mayor.
 
Cassie: A veces las personas necesitan un consejo desinteresado. ¿Lo necesitas tú, Vanessa?
 
Ness: ¿Cómo sabe...?
 
Cassie: Zac -dijo señalando al hombre que hablaba con una niña pequeña. No podría tener más de cinco años, llevaba un pijama de princesa y abrazaba con fuerza una muñeca que le acababan de entregar-. Nos lo dijo cuando llegasteis. Eres Vanessa, la ayudante de Santa Claus.
 
Ness: Ah, sí. Es verdad. Aunque no me siento muy navideña.
 
Cassie: ¿Por qué no?
 
La mujer joven se encogió de hombros.
 
Ness: Supongo que pasé la edad, pero debo admitir que Zac hace que quiera creer en milagros. Él es un milagro andante.
 
La imagen que asaltó su mente al tocar aquella bola navideña, regresó a su memoria de pronto. Las risas de los niños, las voces, las manos de Zac rodeándola. Tenía que dejar ese sueño lejos de ella, pues nunca se haría realidad.
 
Cassie: A veces solo hay que abrirse a la posibilidad. Los milagros surgen por sí solos.
 
Ness: Me parece difícil. Viendo lo que nos encontramos a diario, si algo como la magia existiera...
 
Cassie: Ni la magia ni los héroes. Nadie es infalible. Tampoco la medicina o la ciencia. Eso no significa que tengamos que tirar la toalla. El amor a menudo se presenta como el mayor regalo de todos, pero si no adelantas la mano para atraparlo, se escapa. Pasa por delante de tus narices y el momento se esfuma. Hay que arriesgarse, a veces tenemos que hacerlo, incluso a pesar del miedo.
 
Ness: No creo que yo sea de ese tipo de mujer. Tan valiente. Me han hecho daño. Mucho daño.
 
Cassie: La vida no es perfecta, Vanessa. A veces lloramos, pasamos malos momentos, pero eso no implica que tengamos que llorar para siempre. El amor hay que agarrarlo con fuerza y no dejarlo marchar. Zac necesita una buena mujer, alguien como tú.
 
Ness: No. Zac no necesita a alguien como yo, él es todo luz, yo soy tinieblas. Créame, es mejor que me aparte de su camino mientras todavía tenga tiempo.
 
Le dolían aquellas palabras, las pronunció y rechazó haberlo hecho. Por algún extraño motivo, incluso a pesar de todo lo que decía, no quería alejarse de él. Algún tipo de imán místico la atraía en su dirección, haciéndola desear abrazarlo con fuerza para nunca dejarlo marchar.
 
Cassie: Tanta luz, Vanessa, necesita su contrapartida. Un equilibrio para que no se pierda. A veces la fe en los demás lo pierde, comete errores, le hacen daño. No está libre del dolor.
 
Nadie lo estaba, ¿verdad? Ni siquiera un alma tan cándida.

Lo miraba con tanta atención, observando sus movimientos, escuchando el tono ronco de su voz, las voces que imitaba para los niños, el sonido del papel de regalo al ser roto con inquietud por los pequeños. Miraba a Zac y lo veía. Eso era lo que estaba pasando. No era un hombre cualquiera, era el hombre. Se había equivocado con su ex, nunca había tenido tiempo para nada, para nadie, pero jamás se equivocaría con Zac. Con él todo sería claro como el agua, sincero. Lo que sintiera se reflejaría en sus facciones y sus brazos siempre estarían dispuestos a rodearla para que ella se perdiera en él, se sintiera protegida.

No quería enamorarse, pero quizá, de alguna extraña manera, ya lo había hecho.

Se giró hacia la señora K, la miró y supo que ella había adivinado sus pensamientos.
 
Ness: No estoy segura de que sea una buena idea.
 
Cassie: Entonces no pienses en ello. Solo vívelo. A veces tenemos que dejar a un lado la cabeza y escuchar a nuestro corazón.
 
Había una gran verdad en las palabras de la mujer mayor, pero no creía ser capaz de atreverse a dar ese paso necesario hasta Zac. ¿Cómo podría hacerlo?

Su mirada quedó engarzada en la de él, cuando alzó la vista y la pilló mirándolo. Su sonrisa se congeló y la intensidad se grabó en sus ojos, como reconociéndola. Si pudiera leer su mente se habría sonrojado, pero sabía que no podía, así que se limitó a quedarse allí, anhelando que acortara la distancia entre los dos, la tomara entre sus brazos y la besara con toda la pasión que sabía guardaba en su interior.

Era un hombre guapo, incluso disfrazado con aquel tonto traje rojo. Cariñoso y protector. Se notaba en su forma de moverse y controlar que todos los niños estuvieran sanos y a salvo; incluso en la manera en que siempre estaba pendiente de ella, demostrando que no la olvidaba, que era importante para él que disfrutara de aquella visita y que se implicara.

Cuando miró un poco más allá, hacia la mujer mayor que la acompañaba, frunció el ceño y la preocupación se reflejó en su rostro.

No era un hombre de dobles sentidos, era imposible para él ocultar su emoción. Algo había en la Señora K que lo inquietaba.

Cassie sonrió y enlazó su brazo con el de Vanessa llevándosela a un rincón.
 
Cassie: No dejes que te asuste. Mi hijo es un poco posesivo contigo, no quiere que yo te diga cosas vergonzosas de cuando corría con el culo al aire de pequeño o cuando jugaba a disfrazarse con ese adorable disfraz de reno.
 
Ness: ¿Zac es su hijo?
 
¿Había estado hablando con la madre del hombre sin ni siquiera saberlo? ¿Había dicho algo bochornoso? Esperaba que no, pero ¿lo había hecho?
 
Cassie: No te preocupes, Vanessa, no me escandalizo fácilmente. Una vez también fui joven.
 
Y ahora se sentía como una estúpida. Quizá Zac no leía mentes, pero ¿su madre? Oh, sí, desde luego que lo hacía.
 
Cassie: Puedo ver cómo se mueve a toda prisa tu cerebro encontrando una vía de escape y no necesitas hacerlo. Solo quiero lo mejor para mi Zac y sé que lo mejor eres tú. Date una oportunidad, no creer en Navidad, en el mito que rodea estas fechas no es malo, pero ábrele tu corazón. Cree en el hombre que es y te prometo que todo lo demás será sencillo.
 
No quería que fuera sencillo, no quería amar a alguien que podría dejarla sola en cualquier momento.
 
Cassie: Sé que a veces pasan cosas malas -insistió-, pero Zac jamás te dejará sola. Tienes que confiar en mí en esto, pequeña. Nunca jamás.
 
Y sus palabras eran ciertas, Vanessa lo sabía. Zac era un hombre bueno. Uno de esos pocos especímenes que aún quedaban en el mundo. Formar parte de su vida sería un regalo; amarlo, un milagro y formar una vida con él... eso sería el mayor sueño de todos, su cuento de hadas hecho realidad.
 
Ness: Zac es increíble, pero yo no.
 
Cassie: Zac es un hombre muy normal -le acarició el rostro, animándola-. Tú eres preciosa y me daréis unos nietos muy guapos -sonrió llena de ternura-. Muy pronto me marcharé, como su padre hizo antes que yo, necesito saber que vas a cuidar de él, que no lo dejarás solo. Cuando me vaya, él sufrirá, necesito que alguien se ocupe de que esté bien. Que no se hunda en la tristeza.
 
Ness: ¿Se va? -¿Recordando viejos demonios, Vanessa? La voz de su mente era insidiosa y malvada en los peores momentos-. ¿Por qué?
 
Cassie: No me voy por gusto, mi momento está cerca, lo siento en los huesos -sus palabras eran sinceras y tristes. Aquella mujer no quería seguir adelante sin su hijo, pero de alguna manera, parecía tener que hacerlo-. Me muero Vanessa, mi tiempo se agota cada vez más rápido y eso está bien, porque ya es hora de dejar mi puesto a mi heredera, pero necesito saber que vas a quedarte a su lado.
 
Ness: Pero nosotros no somos nada... No una pareja, desde luego.
 
Cassie: Paso a paso. Conoce a mi Zac y el resto vendrá solo -murmuró, muy convencida de sus palabras, mientras miraba más allá, al hombre que había empezado a sumergirse rápidamente en su corazón, más pronto de lo que debería ser posible, teniendo en cuenta lo reacia que se mostraba al amor-. Date una oportunidad y otra a él. Calma los temores de esta anciana que no puede soportar la idea de su hijo solo y perdido sin su amor.
 
Ness: No estará solo. No sé si podré ser la pareja de alguien, pero sí puedo ser su amiga. Voy a estar pendiente y...
 
Cassie: Eso es suficiente para mí. Gracias, Vanessa. Eres una buena chica, sé que cumplirás tu promesa.
 
Ness: Lo haré.
 
La mujer la abrazó con fuerza, como si la quisiera y ella se sintió querida, incluso en contra de toda su lógica. Aquella desconocida tenía la facilidad para tocar algún punto interno que le otorgaba una confianza inmediata.
 
Cassie: Un día tendrás que ver más que él, cuando ese momento llegue, no temas. No tengas miedo, acepta tu destino y vive cada instante de magia que este te dará. Cuando tú seas la guía, cuando seas la esperanza que todos necesitarán, no temas. Solo acéptalo.
 
Ness: No entiendo.
 
¿De qué hablaba la mujer? ¿Qué momento? ¿Qué destino?
 
Cassie: No necesitas entenderlo hoy, ni mañana. Cuando llegue el momento lo sabrás, hasta entonces, quiérete mucho y quiere a mi Zac. Solo vosotros podéis crear vuestro destino. El camino cambia con cada uno de nuestros pasos, Vanessa, recuérdalo. Todo lo que ves, todo lo que sueñas, puede hacerse realidad, si sigues la senda correcta.
 
Cada vez se volvía todo más confuso, sabía que tenía que decir algo, pero no quería parecer una tonta frente a la mujer. Se limitó a asentir, conforme.
 
Ness: Lo haré.
 
Cassie: Buena chica -la besó en la mejilla-. Muy pronto tendrás lo que siempre has deseado, antes incluso de lo que esperas, y te lo mereces.
 
Vanessa asintió nuevamente, casi aceptando aquello como una verdad absoluta. ¿Por qué no? Si lo creía quizá se hiciera realidad en algún momento.

Y solo Dios sabía lo mucho que deseaba aquello.


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