¿Cómo había llegado hasta allí? Vanessa no paraba
de repasar la mañana y el día anterior. De apenas conocer a Zac a que el hombre
formara parte de su día a día. Primero en el refugio, después en sus sueños
(porque había sido un sueño, ¿verdad? Eso de trineos voladores motorizados,
portales a las casas y demás no podía ser real) y ahora en el hospital.
Era un buen hombre, era algo que sabía intrínsecamente,
ni siquiera necesitaba pensarlo. Se veía reflejado en sus palabras y acciones.
Desde que atravesaron las puertas del ala infantil de oncología, el hombre se
había metido tanto en su papel, que ni siquiera la notaba allí. Los niños lo
abrazaban, se sentaban en sus piernas y recibían unos preciosos regalos.
Parecían contener magia y buenas vibraciones, aunque aquello era imposible.
Los ojos del hombre brillaban, se sentía en su
salsa. No podía ser Santa Claus, no el original, con los poderes, los renos y
todas esas chorradas, pero desde luego sí tenía un corazón enorme y un alma
bondadosa. Se entregaba a ellos como si fuera lo que más le importaba en el
mundo. Nunca había conocido a nadie así.
Sacrificar su tiempo, su dinero, su fiesta para
estar con aquellos niños en cuyos ojos apenas brillaba la esperanza. Había
tanto dolor entre aquellas paredes...
Recordó las palabras de Zac en el coche, justo
antes de parar frente a la enorme puerta del hospital.
«Nosotros hacemos la Navidad, Ness, no la fecha o los
regalos. Somos nosotros, con nuestras acciones y deseos. Todos los días son
Navidad, si así deseas que sea. No necesitas creer en Santa Claus ni en renos
voladores, solo necesitas creer en que tú puedes marcar la diferencia y hacer
de este mundo un lugar mejor. No podemos resolverlo todo ni curar todas las
enfermedades o acabar con la pobreza, ojalá pudiéramos, pero sí podemos hacer
que el tiempo que están aquí no esté lleno de tristeza, sino de esperanza, de
buenos recuerdos y de risas. Nunca te rindas, Ness, no dejes que la pena dirija
tu vida, ríe porque al final, cuando todo termina, lo único que nos queda son
los buenos recuerdos. No las posesiones ni la riqueza, tan solo las
experiencias vividas y esos pequeños momentos que marcaron la diferencia».
¿Cómo podía hacer una mujer para no enamorarse de Zac?
Porque ella no estaba dispuesta a vivir aquello otra vez. No podía permitírselo,
no después de todo lo que había perdido, pero él era diferente. El príncipe
azul de sus sueños. El hombre ante el que podría perderlo todo y jamás
recuperarlo.
«No te enamores, Vanessa».
Era demasiado peligroso, jamás debió haberlo
acompañado, pero no pudo evitarlo. No había estado cómoda con su padre y su
novia; estaba feliz por él, había encontrado un motivo, se lo merecía, pero no
sabía cómo lidiar con aquella nueva situación y no había querido hacer que se
sintieran violentos. Zac apareció cual salvador y, cuando se la llevó, solo pudo
sentir que un pesado peso se desalojaba de sus hombros. Sus extremidades se
movían más rápido, más ligeras, y su corazón voló ya libre de su encierro.
Con Zac, aunque gruñona, haría las cosas bien. En
realidad, la había visto en su peor momento y no había corrido asustado,
¿verdad?
Más tarde llamaría a su padre para decirle que
lamentaba haber huido, pero también para asegurarle que era muy feliz por él y
que debía disfrutar al máximo de aquella nueva aventura.
**: Es un hombre muy especial, ¿verdad?
Una voz de mujer la sacó de su ensimismamiento,
trayéndola de nuevo a la realidad. Era bastante mayor, pero tenía en su gesto
una paz que envidió de inmediato. La sonrisa era sincera y sus maneras muy
suaves.
Ness: Zac es... -¿Qué palabra decir? ¿Guapo? ¿Sexy?
¿Encantador? ¿Tremendamente bueno con los niños?-, diferente.
**: Lo es. Lo he conocido desde siempre, ese
chiquillo ha sido la ilusión de muchos niños -tomó su mano presentándose-. Me
llamo Cassie, aunque los niños me llaman Señora K.
Ness: ¿Señora K? Qué curioso nombre -dijo con una
sonrisa-. ¿También reparte regalos?
Cassie: Oh, no. Lo de los regalos se lo dejo a Zac.
Lo adoran y hace mejor el papel de Santa Claus, yo solo leo cuentos y guio a
las almas perdidas.
La sorpresa que debió reflejarse en sus facciones hizo
sonreír a la mujer mayor.
Cassie: A veces las personas necesitan un consejo
desinteresado. ¿Lo necesitas tú, Vanessa?
Ness: ¿Cómo sabe...?
Cassie: Zac -dijo señalando al hombre que hablaba
con una niña pequeña. No podría tener más de cinco años, llevaba un pijama de
princesa y abrazaba con fuerza una muñeca que le acababan de entregar-. Nos lo
dijo cuando llegasteis. Eres Vanessa, la ayudante de Santa Claus.
Ness: Ah, sí. Es verdad. Aunque no me siento muy
navideña.
Cassie: ¿Por qué no?
La mujer joven se encogió de hombros.
Ness: Supongo que pasé la edad, pero debo admitir
que Zac hace que quiera creer en milagros. Él es un milagro andante.
La imagen que asaltó su mente al tocar aquella bola
navideña, regresó a su memoria de pronto. Las risas de los niños, las voces,
las manos de Zac rodeándola. Tenía que dejar ese sueño lejos de ella, pues nunca
se haría realidad.
Cassie: A veces solo hay que abrirse a la
posibilidad. Los milagros surgen por sí solos.
Ness: Me parece difícil. Viendo lo que nos
encontramos a diario, si algo como la magia existiera...
Cassie: Ni la magia ni los héroes. Nadie es
infalible. Tampoco la medicina o la ciencia. Eso no significa que tengamos que
tirar la toalla. El amor a menudo se presenta como el mayor regalo de todos,
pero si no adelantas la mano para atraparlo, se escapa. Pasa por delante de tus
narices y el momento se esfuma. Hay que arriesgarse, a veces tenemos que
hacerlo, incluso a pesar del miedo.
Ness: No creo que yo sea de ese tipo de mujer. Tan
valiente. Me han hecho daño. Mucho daño.
Cassie: La vida no es perfecta, Vanessa. A veces
lloramos, pasamos malos momentos, pero eso no implica que tengamos que llorar para
siempre. El amor hay que agarrarlo con fuerza y no dejarlo marchar. Zac necesita
una buena mujer, alguien como tú.
Ness: No. Zac no necesita a alguien como yo, él es
todo luz, yo soy tinieblas. Créame, es mejor que me aparte de su camino
mientras todavía tenga tiempo.
Le dolían aquellas palabras, las pronunció y
rechazó haberlo hecho. Por algún extraño motivo, incluso a pesar de todo lo que
decía, no quería alejarse de él. Algún tipo de imán místico la atraía en su
dirección, haciéndola desear abrazarlo con fuerza para nunca dejarlo marchar.
Cassie: Tanta luz, Vanessa, necesita su contrapartida.
Un equilibrio para que no se pierda. A veces la fe en los demás lo pierde,
comete errores, le hacen daño. No está libre del dolor.
Nadie lo estaba, ¿verdad? Ni siquiera un alma tan cándida.
Lo miraba con tanta atención, observando sus
movimientos, escuchando el tono ronco de su voz, las voces que imitaba para los
niños, el sonido del papel de regalo al ser roto con inquietud por los
pequeños. Miraba a Zac y lo veía. Eso era lo que estaba pasando. No era un
hombre cualquiera, era el hombre. Se había equivocado con su ex, nunca había
tenido tiempo para nada, para nadie, pero jamás se equivocaría con Zac. Con él
todo sería claro como el agua, sincero. Lo que sintiera se reflejaría en sus
facciones y sus brazos siempre estarían dispuestos a rodearla para que ella se
perdiera en él, se sintiera protegida.
No quería enamorarse, pero quizá, de alguna extraña
manera, ya lo había hecho.
Se giró hacia la señora K, la miró y supo que ella
había adivinado sus pensamientos.
Ness: No estoy segura de que sea una buena idea.
Cassie: Entonces no pienses en ello. Solo vívelo. A
veces tenemos que dejar a un lado la cabeza y escuchar a nuestro corazón.
Había una gran verdad en las palabras de la mujer
mayor, pero no creía ser capaz de atreverse a dar ese paso necesario hasta Zac.
¿Cómo podría hacerlo?
Su mirada quedó engarzada en la de él, cuando alzó
la vista y la pilló mirándolo. Su sonrisa se congeló y la intensidad se grabó en
sus ojos, como reconociéndola. Si pudiera leer su mente se habría sonrojado,
pero sabía que no podía, así que se limitó a quedarse allí, anhelando que acortara
la distancia entre los dos, la tomara entre sus brazos y la besara con toda la
pasión que sabía guardaba en su interior.
Era un hombre guapo, incluso disfrazado con aquel
tonto traje rojo. Cariñoso y protector. Se notaba en su forma de moverse y controlar
que todos los niños estuvieran sanos y a salvo; incluso en la manera en que
siempre estaba pendiente de ella, demostrando que no la olvidaba, que era
importante para él que disfrutara de aquella visita y que se implicara.
Cuando miró un poco más allá, hacia la mujer mayor que
la acompañaba, frunció el ceño y la preocupación se reflejó en su rostro.
No era un hombre de dobles sentidos, era imposible
para él ocultar su emoción. Algo había en la Señora K que lo inquietaba.
Cassie sonrió y enlazó su brazo con el de Vanessa
llevándosela a un rincón.
Cassie: No dejes que te asuste. Mi hijo es un poco
posesivo contigo, no quiere que yo te diga cosas vergonzosas de cuando corría
con el culo al aire de pequeño o cuando jugaba a disfrazarse con ese adorable
disfraz de reno.
Ness: ¿Zac es su hijo?
¿Había estado hablando con la madre del hombre sin
ni siquiera saberlo? ¿Había dicho algo bochornoso? Esperaba que no, pero ¿lo
había hecho?
Cassie: No te preocupes, Vanessa, no me escandalizo
fácilmente. Una vez también fui joven.
Y ahora se sentía como una estúpida. Quizá Zac no
leía mentes, pero ¿su madre? Oh, sí, desde luego que lo hacía.
Cassie: Puedo ver cómo se mueve a toda prisa tu cerebro
encontrando una vía de escape y no necesitas hacerlo. Solo quiero lo mejor para
mi Zac y sé que lo mejor eres tú. Date una oportunidad, no creer en Navidad, en
el mito que rodea estas fechas no es malo, pero ábrele tu corazón. Cree en el
hombre que es y te prometo que todo lo demás será sencillo.
No quería que fuera sencillo, no quería amar a alguien
que podría dejarla sola en cualquier momento.
Cassie: Sé que a veces pasan cosas malas -insistió-,
pero Zac jamás te dejará sola. Tienes que confiar en mí en esto, pequeña. Nunca
jamás.
Y sus palabras eran ciertas, Vanessa lo sabía. Zac
era un hombre bueno. Uno de esos pocos especímenes que aún quedaban en el
mundo. Formar parte de su vida sería un regalo; amarlo, un milagro y formar una
vida con él... eso sería el mayor sueño de todos, su cuento de hadas hecho
realidad.
Ness: Zac es increíble, pero yo no.
Cassie: Zac es un hombre muy normal -le acarició el
rostro, animándola-. Tú eres preciosa y me daréis unos nietos muy guapos -sonrió
llena de ternura-. Muy pronto me marcharé, como su padre hizo antes que yo,
necesito saber que vas a cuidar de él, que no lo dejarás solo. Cuando me vaya,
él sufrirá, necesito que alguien se ocupe de que esté bien. Que no se hunda en
la tristeza.
Ness: ¿Se va? -¿Recordando viejos demonios, Vanessa?
La voz de su mente era insidiosa y malvada en los peores momentos-. ¿Por qué?
Cassie: No me voy por gusto, mi momento está cerca,
lo siento en los huesos -sus palabras eran sinceras y tristes. Aquella mujer no
quería seguir adelante sin su hijo, pero de alguna manera, parecía tener que
hacerlo-. Me muero Vanessa, mi tiempo se agota cada vez más rápido y eso está
bien, porque ya es hora de dejar mi puesto a mi heredera, pero necesito saber
que vas a quedarte a su lado.
Ness: Pero nosotros no somos nada... No una pareja,
desde luego.
Cassie: Paso a paso. Conoce a mi Zac y el resto
vendrá solo -murmuró, muy convencida de sus palabras, mientras miraba más allá,
al hombre que había empezado a sumergirse rápidamente en su corazón, más pronto
de lo que debería ser posible, teniendo en cuenta lo reacia que se mostraba al
amor-. Date una oportunidad y otra a él. Calma los temores de esta anciana que
no puede soportar la idea de su hijo solo y perdido sin su amor.
Ness: No estará solo. No sé si podré ser la pareja
de alguien, pero sí puedo ser su amiga. Voy a estar pendiente y...
Cassie: Eso es suficiente para mí. Gracias, Vanessa.
Eres una buena chica, sé que cumplirás tu promesa.
Ness: Lo haré.
La mujer la abrazó con fuerza, como si la quisiera
y ella se sintió querida, incluso en contra de toda su lógica. Aquella
desconocida tenía la facilidad para tocar algún punto interno que le otorgaba
una confianza inmediata.
Cassie: Un día tendrás que ver más que él, cuando
ese momento llegue, no temas. No tengas miedo, acepta tu destino y vive cada
instante de magia que este te dará. Cuando tú seas la guía, cuando seas la
esperanza que todos necesitarán, no temas. Solo acéptalo.
Ness: No entiendo.
¿De qué hablaba la mujer? ¿Qué momento? ¿Qué destino?
Cassie: No necesitas entenderlo hoy, ni mañana.
Cuando llegue el momento lo sabrás, hasta entonces, quiérete mucho y quiere a
mi Zac. Solo vosotros podéis crear vuestro destino. El camino cambia con cada
uno de nuestros pasos, Vanessa, recuérdalo. Todo lo que ves, todo lo que
sueñas, puede hacerse realidad, si sigues la senda correcta.
Cada vez se volvía todo más confuso, sabía que
tenía que decir algo, pero no quería parecer una tonta frente a la mujer. Se
limitó a asentir, conforme.
Ness: Lo haré.
Cassie: Buena chica -la besó en la mejilla-. Muy
pronto tendrás lo que siempre has deseado, antes incluso de lo que esperas, y
te lo mereces.
Vanessa asintió nuevamente, casi aceptando aquello
como una verdad absoluta. ¿Por qué no? Si lo creía quizá se hiciera realidad en
algún momento.
Y solo Dios sabía lo mucho que deseaba aquello.
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