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martes, 14 de abril de 2020

Capítulo 9


Ness: Zac, ¿te importa abrir la puerta?

Vanessa estaba sentada en la cama, poniéndose sus botas de trabajo. Cuando llamaron a la puerta, frunció el ceño y miró el reloj. No era muy normal recibir visitas a las siete de la mañana. Decidió que haría que la visita fuera breve ya que quería estar en la obra antes de las ocho.

Zac salió de la cocina con una taza de café en la mano. Tenía el cabello aún húmedo de la ducha y la camisa medio abotonada y así abrió la puerta. Era la madre de Vanessa.

Jessie: Oh, hola -dijo algo sorprendida-.

Zac: Buenos días -se hizo a un lado pata franquearle el paso-. Te has levantado muy temprano.

Jessie: Quería hablar con Vanessa antes de que se marche al trabajo. Después, tengo un montón de cosas que hacer. ¿Está en casa?

Zac: En el dormitorio: ¿Te apetece una taza de café?

Jessie: En realidad, yo… Oh, ahí estás, hija.

Dedicó una nerviosa sonrisa a Vanessa.

Ness: Mamá… -repuso muy sorprendida-.

Los tres permanecieron de pie durante un instante, sin saber qué decir.

Ness: ¿Qué estás haciendo aquí a estas horas de la mañana?

Jessie: Quería verte antes de que te marcharas al trabajo -entonces dudó y miró a Zac-. Creo que me encantaría una taza de café.

Zac: Por supuesto.

Inmediatamente se dirigió a la cocina.

Jessie: Vanessa, ¿podríamos sentarnos un momento?

Sin decir palabra, Vanessa le indicó el sofá. Esperaba que su madre no fuera a comentar nada por el hecho de que tuviera a un hombre en su apartamento.

Ness: ¿Ocurre algo malo?

Jessie: No, no ocurre nada malo.

Respiró profundamente y aceptó la taza que Zac le ofrecía.

Zac: ¿Qué os parece si os dejo solas a las dos?

Jessie: No hace falta -de hecho, se alegraba de que su hija tuviera a alguien en su vida-. Por favor, siéntate, Zac. Siento haberos interrumpido, pero no os entretendré mucho tiempo. Acabo de regresar del viaje que he hecho con Willie. Me he casado.

Ness: ¿Cómo dices? -preguntó completamente atónita-. ¿En Las Vegas? ¿Con quién?

Jessie: Con Willie, por supuesto.

Vanessa guardó silencio durante varios segundos. Cuando habló, lo hizo muy lentamente, espaciando cada palabra.

Ness: ¿Te has casado con el señor Barlow en Las Vegas?

Jessie: Hace dos días -entonces, extendió una mano para mostrarles un anillo de diamantes-. Cuando decidimos que esto era lo que queríamos, no encontrarnos ninguna razón para esperar. Después de todo, no somos unos niños.

Ness: Mamá, pero… casi no lo conoces.

Jessie: He podido conocerlo muy bien durante las últimas dos semanas. Es un hombre maravilloso, cielo. Admito que no esperaba que me pidiera que me casara con él, pero cuando lo hizo solo pude decir que sí. Estábamos allí y había una pequeña capilla… así que nos casarnos.

Ness: Ya tienes mucha práctica.

Los ojos de Jessie reflejaron su furia, pero su voz permaneció tranquila.

Jessie: Me gustaría que te alegraras por mí. Yo estoy muy contenta, pero si no puedes, al menos me gustaría que lo aceptaras.

Ness: En esto también tengo mucha práctica.

Jessie: Willie quería venir conmigo esta mañana, pero pensé que sería mejor que te lo dijera yo sola. Te aprecia mucho y tiene una gran opinión de ti, tanto como mujer como profesional. Espero que no se lo pongas difícil.

Ness: Yo también aprecio al señor Barlow -repuso con voz muy seca-. Supongo que no me debería sorprender. Os deseo buena suerte.

Jessie: Bueno, eso ya es algo -dijo algo triste-. Bueno, tengo que marcharme para presentar mi dimisión -añadió mientras se levantaba del asiento-.

Ness: ¿Vas a dejar tu trabajo?

Jessie: Sí. Me voy a vivir a Dallas. El hogar de Willie está allí.

Ness: Entiendo. ¿Cuánto te marchas?

Se levantó también.

Jessie: Esta misma tarde para conocer a su hijo. Volveremos dentro de unos días -le habría gustado abrazar a su hija, pero pensó que era mejor no hacerlo-. Te llamaré cuando regresemos.

Ness: Muy bien. -No había afecto en su voz-. Que tengas un buen viaje.

Zac se dirigió a la puerta para abrírsela. Entonces, antes de que Jessie se marchara, la tocó afectuosamente en el brazo.

Zac: Te deseo lo mejor, Jessie.

Jessie: Gracias -susurró. Estaba muy triste-. Cuida de ella, por favor -añadió, antes de marcharse-.

Zac cerró la puerta y se volvió para mirar a Vanessa, que seguía exactamente en el mismo sitio.

Zac: Has sido muy dura con ella, ¿no te parece?

Ness: No te metas en esto.

Zac: Creo que puedo hacerlo. ¿Cuál es el problema, Vanessa? ¿No crees que tu madre es libre para casarse con quien quiera?

Ness: Por supuesto. Siempre lo ha sido. Ahora, quiero terminar de arreglarme para ir a trabajar.

Zac: No -la agarró por la manga antes de que ella pudiera desaparecer en el dormitorio-. No vas a ir a trabajar ni a ninguna otra parte hasta que hayas hablado conmigo.

Ness: Muy bien. ¿Quieres que hable contigo? Lo haré. Mi madre no cambia nunca. Siempre es lo mismo con ella. Primero fue Jack, mi padre -dijo, tras tomar la fotografía de un hombre-. Murió antes de que cumpliera los veinticinco años. Según me ha dicho mi madre, era el amor de su vida.

Zac: Tu padre murió hace mucho tiempo. Tu madre tiene derecho a seguir viviendo.

Ness: Te aseguro que lo ha hecho. No ha hecho falta que nadie se lo dijera. De hecho, ha resultado un poco difícil seguirle el rastro. Marido número dos, Bob -comentó, tomando otra fotografía-. Yo tenía unos seis años cuando decidió que era libre para casarse con él. Ese le duró dos, tal vez, tres años. A continuación vino Jim. No nos olvidemos de él. Es el marido número tres. Antes de él, hubo tres o cuatro más, pero no llegó a casarse con ellos. Jim era el dueño de una tienda de esas que abre las veinticuatro horas. Se conocieron cuando mi madre fue a comprar unos refrescos y se casaron seis meses más tarde. Eso fue más o menos el tiempo que permanecieron juntos. En realidad, Jessie no lo cuenta. De hecho, ni siquiera se molestó en mantener su apellido. Después vino Bud. El bueno de Bud Peters. No tengo fotografía de él. Bud vendía zapatos y le gustaba hacer cosas en la casa. No era un hombre que fuera a revolucionar el mundo, pero yo lo apreciaba mucho. Supongo que Jessie también, porque estuvieron juntos casi siete años. Eso es un récord para mi madre. El bueno de Bud Peters tiene el récord.

Zac: Es su vida, morenita.

Ness: También era la mía -replicó apasionadamente-. Maldita sea, también era mi vida. ¿Tienes idea de lo que fue para mí no saber nunca el apellido que iba a utilizar mi madre o preguntar qué hombre iba a ser mi siguiente padrastro, dónde íbamos a vivir o a qué colegio iba yo a ir?

Zac: No, no lo sé, pero ahora eres una mujer adulta. El matrimonio de tu madre no tiene por qué afectarte.

Ness: Es lo mismo una y otra vez. ¿No lo ves? La he visto enamorarse y desenamorarse más rápido que una adolescente. Cada vez que se casa o se divorcia, dice lo mismo. Esto va a ser lo mejor para todos nosotros, pero nunca lo era, al menos para mí. Ahora, viene aquí para decirme que se ha casado después de haberlo hecho. Siempre me he enterado de estas cosas después de que ella hubiera dado el gran paso.

Zac: Tal vez no haya mostrado muy buen juicio a lo largo de su vida, pero eso no significa que no te quiera.

Ness: Claro que me quiere, pero a su modo. Nunca ha sido del modo que yo necesitaba. No importa. Creo que tienes razón. Estoy reaccionado de un modo exagerado. Hablaré con ella, con los dos, cuando regresen. Lo siento Zac -añadió, mesándose el cabello-. Lo he pagado contigo.

Zac: No, no lo has hecho. Solo te has desahogado.

Ness: Supongo que me estoy comportando de un modo egoísta y estúpido.

Zac: No. Solo humano -susurró. Le acarició suavemente la mejilla-. Ven aquí -añadió, antes de tomarla entre sus brazos-. Estoy loco por ti.

Ness: ¿De verdad?

Zac: De verdad. He estado pensando que cuando todo esto termine deberías venir al Este… durante un tiempo -añadió, para no asustarla-. Puedes ver la casa que me estoy construyendo y hacérmelo pasar muy mal por el diseño. Ver el océano.

Si se fuera al este con él, ¿podría volver a marcharse después? No quería pensar en ello, ni en finales ni en despedidas.

Ness: Creo que me gustaría hacerlo. Me gustaría que me mostraras el océano. Yo aún no he tenido oportunidad de mostrarte el desierto.

Zac: Podríamos ausentarnos hoy del trabajo.

Vanessa sonrió y se apartó de él. Zac la había ayudado mucho. La había ayudado a volver a levantarse.

Ness: Creo que no. No estaría bien no prestar la debida atención al proyecto del nuevo marido de mi madre.


Cuando llegaron a la obra, Vanessa estaba de mejor humor. Sabía que sin Zac habría permanecido deprimida y enfadada durante días. Él la había ayudado mucho. Deseó poder agradecerlo sin presionar demasiado su relación.

Hasta el momento, no había habido promesas ni habían hablado del futuro ni fingido que habría final feliz. La invitación para ir al este había sido tan casual que no le habría preocupado aceptarla.

Después de llegar a la obra, cada uno se fue por su lado, como hacían normalmente.

Más tarde, compartirían la noche.

Vanessa decidió dirigirse a las cabañas.

Ness: Tunney -dijo saludando al capataz encargado de las instalaciones eléctricas-, ¿cómo va todo?

Tunney: Bastante bien, señorita Hudgens. Pensé que aún estaba ocupada en el balneario.

Ness: Quería ver cómo iban las cosas por aquí. ¿Crees que el tableado se va a terminar a tiempo? Thornway está un poco nervioso.

Tunney: Sí, claro que sí. Tal vez quiera echarles un vistazo a esas unidades de allí -comentó, señalando a una de las secciones-. Los carpinteros están progresando mucho.

Ness: Muy bien. Maldita sea -acababa de engancharse la bota con un trozo de cable-. Hay que mantener esto limpio y recogido. El inspector encargado de la seguridad nos empapelaría por esto.

Tunney: Tiene que tener cuidado por dónde pisa -le aconsejó después de apartar el trozo de cable-.

Lo arrojó a un cubo de basura.

Ness: Sí. ¿Acaba de llegar este pedido? -preguntó señalando tres enormes ruedas de cable-. Mientras los proveedores no nos fallen, todo irá bien.

Se apoyó sobre una de las ruedas y observó la obra. En aquel momento, comprendió que había empezado a ver y a entender la visión de Zac. Aquel sería uno de los lugares más maravillosos del estado. Cuando el centro turístico estuviera terminado, no solo se fundiría a la perfección con el desierto, sino que lo celebraría.

Ness: Va a ser un lugar estupendo, ¿verdad Tunney?

Tunney: Creo que sí.

Ness: ¿Has pasado alguna vez un fin de semana en uno de estos lugares?

Tunney: No.

Ness: Yo tampoco. Nosotros solo los construimos, ¿no es cierto?

Tunney: Supongo que sí.

Ness: Veo que te estoy impidiendo trabajar -comentó al notar la impaciencia del hombre. Tunney no era uno de los obreros más simpáticos. Trató de incorporarse de la rueda, pero el cable se le enganchó en los vaqueros-. Dios, hoy estoy muy torpe. ¿Y dices que estas ruedas han llegado hoy?

Tunney: Hace una hora.

Ness: Maldita sea, creo que este no es cable del catorce, sino del doce -dijo con el conocimiento que daba la experiencia-.

Tunney: Creo que tiene razón, señorita. Nosotros pedimos del catorce, por lo que creo que alguien se ha equivocado en el pedido.

Ness: Llama ahora mismo al proveedor y dile que nos envíen, inmediatamente, el cable del catorce que pedimos. No queremos sufrir ningún retraso.

Tunney: Muy bien, señorita.

De repente, desde el balneario, se escuchó un fuerte ruido de cristales rotos y un grito.

Ness: Dios mío -susurró-.

Se dirigió inmediatamente hacia el balneario. Se escuchaba chillar a los hombres. Cuando llegó, vio que Zac estaba al lado del cuerpo ensangrentado de uno de los obreros. Sintió que se le hacia un nudo en el corazón.

Ness: ¿Está grave?

Creyó reconocer al trabajador vagamente.

Zac: No lo sé. Ya viene una ambulancia de camino.

Ness: ¿Qué ocurrió?

Zac: Parece ser que estaba en el andamio interior terminando parte del tableado. Perdió el equilibrio, dio un mal paso… No sé. Se cayó directamente por la ventana… Han sido más de seis metros.

Ness: ¿No podemos levantarlo de ese cristal?

Zac: Podría tener la espalda rota, o el cuello. No podemos moverlo.

Minutos más tarde, cuando escucharon la sirena de la ambulancia, Vanessa volvió a tomar la palabra.

Ness: Zac, llama a Tim. Cuéntale lo que ha ocurrido. Que se aparte todo el mundo. Dejadles sitio a los de la ambulancia para que puedan trabajar. ¿Cómo se llama ese hombre?

*: Dave -dijo alguien-. Dave Méndez.

Ness: ¿Tiene familia?

**: Su esposa -contestó otro de los hombres, mientras fumaba un cigarrillo con gesto nervioso. Lo que le había ocurrido a Méndez podría haberle pasado a cualquiera de ellos-. Se llama Carmen.

Zac: Yo me ocuparé de eso -anunció mientras los enfermeros de la ambulancia ataban a Méndez a una camilla rígida-.

Ness: Gracias. Yo voy a seguir a la ambulancia. Alguien debería estar allí. En cuanto sepa algo, te llamaré.

Después de intercambiar unas breves palabras con los de la ambulancia, Vanessa echó a correr hacia su coche.

Treinta minutos más tarde estaba en la sala de espera del hospital, paseando muy nerviosa de arriba abajo.

A pesar de que Méndez no era familia suya, estaba muy preocupada por la suerte que podría correr. No dejaba de rezar.

Zac: Vanessa.

Ness: Zac. No creía que fueras a venir aquí.

Zac: He venido a traer a la esposa de Méndez. Está firmando unos papeles.

Ness: Me siento tan inútil. No quieren decirme nada. ¿Cómo está su esposa?

Zac: Aterrada y confusa. Está tratando de soportar todo lo que está pasando. Dios, no creo que tenga más de dieciocho años…

Ness: Yo me quedaré con ella. No debería esperar sola. ¿Has llamado a Tim?

Zac: Sí. Está muy disgustado. Ha dicho que lo mantengamos informado.

Vanessa se quedó atónita. Cuando la empresa la dirigía su padre, si un empleado resultaba gravemente herido, Thomas Thornway se presentaba en persona en el hospital.

Ness: Tal vez podría intentar hablar con el médico ahora.

Estaba a punto de abandonar la sala de espera cuando una joven mujer embarazada entró.

**: ¿Señor Efron?

Zac le rodeó los hombros con un brazo. La mujer estaba temblando.

Rápidamente la condujo a una silla.

Zac: Vanessa, esta es Carmen Méndez.

Ness: Señora Méndez -susurró. Rápidamente tomó las dos manos de la mujer entre las suyas-. Soy Vanessa Hudgens, la ingeniero del proyecto. Si quiere, me gustaría quedarme con usted. ¿Hay alguien que quiera que llame?

Carmen: A  mi madre -musitó sin dejar de llorar-. Vive en Sedona.

Ness: ¿Me puede dar el número?

Carmen: Sí… -susurró-.

Vanessa se sentó a su lado y empezó a hablar con ella en español, un idioma que hablaba con fluidez. Asintió y escuchó atentamente las respuestas de Carmen. Después, se levantó y se dirigió hacia Zac.

Ness: Llevan casados menos de un año -dijo, mientras avanzaban por el pasillo-. Está embarazada de seis meses. Y demasiado asustada para entender lo que el médico le decía, pero creo que se han llevado a Méndez al quirófano.

Zac: ¿Quieres que vaya a ver qué puedo descubrir?

Ness: Gracias. Este es el número de su madre -le explicó tras garabatear rápidamente el número en un papel que llevaba en el bolsillo-.

Regresó con Carmen para reconfortarla. Cuando Zac volvió, les llevó algo de información. Estuvieron cuatro horas esperando en sala de espera. De vez en cuando, Vanessa trataba de que Carmen se tomara un poco de té.

Ness: Deberías comer algo -murmuró-. Por tu hijo. ¿Qué te parece si voy a por algo?

Carmen: Cuando vengan los médicos. ¿Por qué no vienen?

Ness: Sé que resulta muy duro esperar.

Acababa de pronunciar aquellas palabras cuando vio al médico, aún ataviado con la ropa del quirófano. Carmen lo vio también y se aferró con fuerza a la mano de Vanessa.

**: ¿Señora Méndez? -preguntó el doctor. Se sentó enfrente de ella, sobre la mesa-. Su esposo acaba de salir del quirófano.

El miedo hizo que Carmen no comprendiera el inglés y lanzó un gritó de desesperación en español.

Ness: Quiere saber cómo está -tradujo-.

**: Lo hemos estabilizado. Hemos tenido que quitarle el bazo y había otros daños internos, pero es joven y fuerte. Sigue en estado crítico y ha perdido gran cantidad de sangre debido a las heridas internas y las laceraciones. Tiene la espalda rota.

Carmen cerró los ojos. No comprendía casi nada de lo que el médico había dicho.

Solo le interesaba saber si su esposo se iba a poner bien.

Carmen: ¿Va a morir?

**: Estamos haciendo todo lo que podernos por él, pero sus heridas son muy graves. Va a estar en cuidados intensivos durante un tiempo.

Carmen: ¿Puedo verlo?

**: Muy pronto. Vendremos a buscarla cuando haya salido de Reanimación.

Carmen: Gracias -susurró secándose los ojos-. Muchas gracias. Esperaré.

Vanessa fue a hablar con el doctor antes de que volviera a marcharse.

Ness: ¿Qué posibilidades tiene?

**: Para ser sincero, habría dicho que muy pocas cuando lo trajeron. Tenía mis dudas de que sobreviviera a la operación, pero lo ha hecho y, como he dicho, es joven y fuerte.

Ness: ¿Podrá andar?

**: Aún es pronto para decirlo, pero tengo bastantes esperanzas, aunque necesitará una rehabilitación muy larga.

Ness: Queremos que le proporcionen todo lo que necesite. No creo que la señora Méndez comprenda lo del seguro, pero Thornway tiene una excelente póliza para gastos médicos.

**: Le seré muy franco si le digo que habrá muchos gastos, pero, con tiempo y cuidados, se recuperará.

Ness: Eso es lo queremos. Gracias, doctor.

Vanessa se apoyó contra la puerta, completamente agotada.

Zac: ¿Te encuentras bien?

Ness: Ahora bastante bien. Tenía tanto miedo. Es tan joven…

Zac: Te estás portando muy bien con su esposa.

Ness: Si yo estuviera en su lugar, no querría esperar sola. Son solo unos niños… Me ha estado contando lo contentos que estaban por lo del bebé, que habían estado ahorrando para comprar muebles y lo bueno que era que él tuviera un trabajo fijo…

Zac: No llores -susurró. Le secó una lágrima de la mejilla-. Todo va a salir bien.

Ness: Me siento tan inútil…

Zac: Vamos a casa.

Ness: No quiero dejarla sola.

Zac: En ese caso, esperaremos hasta que llegue su madre.

Ness: Gracias. Zac… Me alegro mucho de que tú también estés aquí.

Él le rodeó y la estrechó entre sus brazos.

Zac: Morenita, tarde o temprano aceptarás que no puedes librarte de mí.


Cuando anochecía, Zac estaba sentado en el apartamento de Vanessa, observándola. Ella estaba dormida en el sofá, completamente exhausta.

La conversación que había oído aquella mañana entre Vanessa y Jessie le había revelado muchas cosas. No había sido un único incidente, una traición, lo que la hacía mostrarse tan cautelosa con respecto a las relaciones sentimentales. Había sido toda su vida.

Tenía que ser muy difícil confiar en un hombre después de haber vivido con tantos… Sin embargo, estaba con él. Tal vez seguiría levantando barreras, pero estaba a su lado. Eso significaba algo. Sabía que iba a llevar tiempo, tal vez más de lo que había planeado, pero iba a encargarse de que Vanessa se quedara con él.

Se levantó, se acercó y la tomó entre sus brazos.

Ness: ¿Qué pasa?

Se despertó muy sobresaltada, con los ojos abiertos de par en par.

Zac: Estás agotada, morenita. Deja que te lleve a la cama.

Ness: Estoy bien. Solo necesitaba echar un sueñecito.

Zac: Puedes terminarlo en la cama -dijo mientras ella se acurrucaba contra él-.

La llevó a la cama y, a continuación, se sentó a los pies para poder desabrocharle los zapatos.

Ness: Estaba soñando…

Zac: ¿Sobre qué?

Tras quitarle los zapatos, comenzó a desabrocharle el pantalón.

Ness: No lo sé exactamente, pero era muy agradable… ¿Estás seduciéndome?

Zac: En estos momentos no -le miró las largas piernas y las estrechas caderas, completamente desnudas a excepción de un práctico triángulo de algodón-.

Ness: ¿Y eso?

Zac: Principalmente porque me gusta seducirte cuando estás despierta -susurró-.

La cubrió suavemente con la sábana y se inclinó sobre ella para besarla en la frente. Antes de que pudiera retirarse, Vanessa lo agarró de la mano.

Ness: Estoy despierta -musitó. Tenía los ojos cerrados, pero estaba sonriendo-. Casi.

Zac volvió a sentarse en la sabana y comenzó a acariciarle el cabello.

Zac: ¿Se trata de una petición?

Ness: Mmm. No quiero que te vayas.

Zac se quitó las botas y se metió con ella en la cama.

Zac: No voy a marcharme a ninguna parte.

Vanessa lo rodeó entre sus brazos y acopló el cuerpo contra el de él. Entonces, comenzó a besarlo.

Zac: ¿Vas a hacerme el amor?

Ness: Ya lo estoy haciendo…

La luz fue haciéndose cada vez más tenue. Vanessa se movía con él, con la misma facilidad con la que lo haría una esposa tras muchos años de matrimonio. Sin embargo, sus caricias lo excitaban como si fuera una amante reciente. No hablaron. No era necesario.

Vanessa quería tocarlo, sentir su fuerza en las manos. Resultaba extraño que se sintiera a salvo entre sus brazos, cuando nunca antes había notado que necesitara seguridad. Se sentía protegida, cuidada, deseada. Zac se lo daría todo sin que ella tuviera que pedírselo. Aquello era precisamente lo que había estado soñando. No solo con el placer, sino también con la seguridad de estar con el hombre que amaba. Le enmarcó el rostro entre las manos y trató de mostrarle lo que tenía miedo de decirle.

Vanessa era maravillosa. Aunque hicieron el amor muy lentamente, casi con pereza, ella le arrebató el aliento. No parecía haber límites a su generosidad.

No había prisas. No había más sonidos que los suspiros de ambos y el suave murmullo de los cuerpos sobre las sábanas. Zac la miró con las últimas luces del día. Sus ojos ya no mostraban sueño, sino excitación.

Muy lentamente, como si una parte de él supiera que tendría que recordar aquel día en algún momento de soledad del futuro, le acarició el cabello hasta que le dejó el rostro completamente al descubierto. No podía dejar de mirarla. Se inclinó sobre ella y la besó.

Vanessa lo tomó entre sus brazos, casi temerosa de lo que la ternura de Zac estaba produciendo en ella. Los ojos se le llenaron de lágrimas por la belleza de aquel momento. Susurró suavemente su nombre, dando así rienda suelta a sus emociones.

Muy pronto estuvieron aferrados, como lo habrían hecho los supervivientes de una tormenta. Era como si no se pudieran tocar lo suficiente, como si no les bastara con lo que tenían. Abrazados, besándose, rodaron por la cama. Las sábanas se enredaron a su alrededor. La ternura se vio reemplazada por una avaricia que era igual de devastadora.

Con los dedos entrelazados, Vanessa se irguió sobre él y se deslizó suavemente para acogerlo dentro de ella. Cuando Zac la llenó por completo, se arqueó y gimió de placer. Atrapados en las últimas luces del atardecer, se empujaron mutuamente hacia el crepúsculo y hacia la acogedora noche.




¿Otra vez? 😆
Alguna noche podrían jugar al ajedrez o al trivial 😆

¡Gracias por las felicitaciones!

Espero que estéis llevando bien la cuarentena.

Take care and stay safe! 😏


5 comentarios:

Luz dijo...

No nos dejes tanto tiempo sin cap pot favor, con la cuarentena estoy más impaciente por leer.

Caromi dijo...

Si claro
Como si tuvieras a Zac todas las noches y vas a desperdiciar en jugar uno xD
Me encantó el capi, están super enamorados
Publica el siguiente pronto porfis

Lu dijo...

Me encanto el capi
Vamos descubirendo cosas de la vida de Ness y me gusta, ojala siga todo bien entre ellos



Sube pronto :)

Anónimo dijo...

Por favooooooor sube cap hoy!! 2 si puedes, nos alegraría la cuarentena

Jyswuelkiz dijo...

Está cuarentena me está volviendo loca más que soy impaciente te podrás imaginar, tantas veces que han echo cositas me imagino que llegará la bendición 🤰👶

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