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lunes, 6 de abril de 2020

Capítulo 5


Pensó en mandarle flores a Vanessa, pero, de algún modo, no le pareció que ella fuera el tipo de mujer que se deshiciera al ver un ramo de rosas. Consideró también una disculpa sincera, tal y como lo haría un amigo, pero no creyó que Vanessa lo considerara como tal. En cualquier caso, la voz gélida de Vanessa podría congelar las palabras antes de que ella las oyera. Porque le dio lo único que creía que ella aceptaría por el momento: Distancia.

Durante las dos semanas siguientes, trabajaron juntos, a menudo hombro con hombro. La distancia que había entre ellos era tan grande como la que había entre el sol y la luna. Por supuesto, tenían que hacerse consultas, pero Vanessa siempre se las arreglaba para que no estuvieran a solas. Con una habilidad admirable, lo evitó siempre que pudo, y, como él entendía su necesidad de un tiempo de distanciamiento, no hizo nada para cambiar la situación.

Realizó dos breves viajes, uno a las oficinas principales del bufete en Ford Lauderdale y otro para resolver algunos problemas en un centro médico de San Diego. A su vuelta de cada uno de sus viajes, se encontró que las aguas entre ellos seguían heladas.

Con el casco puesto y los ojos ocultos por las gafas de sol, observó cómo colocaban la cúpula de cristal en su sitio. Se relajó un poco cuando comprobó que el cristal encajaba en la abertura como un corcho en una botella.

Will: Un toque muy bonito. Un toque con mucha clase -dijo Barlow, con una sonrisa en los labios-.

Zac: W. W. no sabía que estabas de vuelta en la ciudad.

Will: He venido para ver cómo va todo -comentó Barlow, mientras se secaba el rostro con un pañuelo-. Espero que pongan en funcionamiento el sistema de refrigeración.

Zac: Está programado para hoy.

Will: Muy bien. He de decir que cumples muy bien tu palabra -observó el anciano mientras miraba a su alrededor con un gesto de satisfacción en el rostro-. Admito que a veces lo he pasado mal cuando solo veía el proyecto en los planos, pero mi hijo vio algo en todo esto y me dejé llevar por su buen juicio. Ahora, puedo decir que tenía razón. Has construido algo muy importante aquí, Zac. No todos los hombres pueden echar la vista atrás y decir lo mismo.

Zac: Te lo agradezco.

Will: Quiero que me muestres el resto -requirió, tras darle una palmada en la espalda-. Mientras tanto, ¿hay algún lugar en el que un hombre pueda tomarse una cerveza por aquí?

Zac: Creo que podremos solucionarlo.

Zac lo condujo hacia una nevera que había en el exterior y sacó dos latas.

Barlow dio un largo trago y suspiró.

Will: En mi próximo cumpleaños, cumpliré los sesenta y cinco y te aseguro que no hay nada como una cerveza fría en una tarde calurosa como esta -dijo Barlow. Miró hacia el balneario y vio a Vanessa-. Bueno, tal vez una cosa -añadió. Con una risotada, se sentó en la nevera y se aflojó el cuello de la camisa-. Me gusta considerarme como un estudioso de la naturaleza humana. Supongo que he ganado así la mayor parte de mi dinero.

Zac: Mmm… -respondió de modo ausente-.

Él también había visto a Vanessa.

Will: Me parece que eres un hombre que tiene en la mente algo más que acero y cristal. Tiene algo que ver con una ingeniero de largas piernas, ¿no?

Zac: Podría ser.

Sacó su cajetilla de cigarrillos. Le ofreció a Barlow uno, pero este lo rechazó.

Will: Tuve que dejarlo. Los malditos médicos no hacían más que ordenármelo. Me gusta mucho esa chica -añadió, volviendo a centrarse en el tema de Vanessa-. Por supuesto, a la mayoría de los hombres les gusta el atractivo físico, pero esa mujer tiene, además, inteligencia y agallas. Creo que en mi juventud podría haberme asustado. Me pareció que los dos tuvisteis una discusión en la fiesta que organizó Tim Thornway en su casa.

Zac: Podríamos llamarlo así -admitió tras dar un sorbo a la cerveza-. Estaba celoso de ti.

Will: ¿Celoso? -preguntó Barlow muy sorprendido. Entonces, soltó una carcajada-. Me acabas de quitar veinte años de encima, muchacho. Tengo que darte las gracias. Imagínate un tipo tan guapo como tú, celoso de un viejo como yo. Un viejo muy rico -añadió-. Vaya, vaya… Supongo que la dama en cuestión no se lo tomó muy bien.

Zac: La dama en cuestión estuvo a punto de saltarme los dientes de un puñetazo.

Will: Ya te he dicho que tenía agallas. En realidad, la tenía en mente para mi hijo -comentó. Al ver la mirada de Zac, se echó a reír de nuevo-. No me hagas reír otra vez, muchacho. Un viejo como yo solo puede recibir ciertas dosis de excitación diarias. Además, decidí lo contrario cuando vi el modo en que te miraba.

Zac: Eso lo simplifica todo.

Will: Al menos entre tú y yo. De otro modo, yo diría que estás hundido hasta la cintura en arenas movedizas.

Zac: Creo que es una observación muy exacta -comentó tras tirar la lata en el cubo de la basura-. ¿Alguna sugerencia? Mi padre siempre recurría a las flores.

Will: No estaría mal -respondió Barlow mientras se ponía de pie-, como tampoco en que te arrastraras un poco -añadió. Al ver la expresión de Zac, se echó a reír de nuevo-. Aún eres demasiado joven para eso, pero aprenderás. Seguro que aprenderás -concluyó, dándole a Zac una fuerte palmada en la espalda-.


No estaba dispuesto a arrastrarse. Ni hablar. Sin embargo, le pareció que había llegado el momento de probar con las flores. Si una mujer no había olvidado un enfado en dos semanas, no lo iba a olvidar nunca… al menos sin un poco de ayuda.

En cualquier caso, Zac sabía que le debía una disculpa. Sonrió mientras se cambiaba de mano los lirios tigre. Desde que se conocieron, parecía que no habían hecho otra cosa que disculparse. ¿Por qué acabar con la costumbre?

Se detuvo delante de la puerta de su casa. Si no aceptaba sus excusas en aquel momento, seguiría intentándolo y volviéndola loca hasta que lo hiciera.

Además, la había echado mucho de menos. Era tan sencillo como eso. Había echado de menos hablar con ella sobre el proyecto, escuchar su risa y el modo fuerte y desinhibido en el que lo había tomado entre sus brazos.

Miró las flores que tenía en la mano. Aquellos lirios eran una razón muy frágil, pero eran mejor que nada. Aunque se los tirara a la cara, el gesto supondría un cambio en la tensa cortesía que parecía reinar entre ellos desde la velada en casa de Tim. Llamó a la puerta y se preguntó qué iba a decirle para que ella no la cerrara de un portazo al verlo.

No fue Vanessa quien abrió, sino la rubia de las fotografías. Era una mujer menuda, de mejillas rosadas y de unos cuarenta años. Se parecía mucho a Vanessa. Zac sonrió.

Jessie: Hola -dijo la mujer, ofreciéndole la mano y una sonrisa-. Soy Jessie Peters.

Zac: Zac Efron. Soy… un compañero de trabajo de Vanessa.

Jessie: Entiendo -lo miró de arriba abajo y pareció darle su aprobación-. Entra. Me gusta mucho poder conocer a los… compañeros de trabajo de Vanessa. ¿Te apetece tomar algo? Vanessa se está dando una ducha.

Zac: Claro. Algo frío, si tiene.

Jessie: Acabo de hacer limonada. Siéntete como en tu casa -dijo, al tiempo que desaparecía en el interior de la cocina-. ¿Te estaba esperando Vanessa?

Zac: No.

Miró a su alrededor y notó que el apartamento estaba mucho más ordenado que en su visita anterior.

Jessie: Entonces, se trata de una sorpresa. A mí me encantan las sorpresas -comentó, al reaparecer con dos vasos de limonada muy fría-. ¿Eres también ingeniero?

Zac: No. Soy arquitecto.

Jessie se detuvo un instante. Entonces, esbozó una ligera sonrisa.

Jessie: El arquitecto -murmuró. Le hizo a Zac un gesto para que se sentara-. Creo que Vanessa ha hablado de ti.

Zac: Estoy seguro de ello.

Colocó las flores sobre la mesa.

Jessie: Sin embargo, no mencionó que fueras tan atractivo -comentó tomando asiento también-, aunque es típico de ella reservarse esa clase de detalles. ¿Eres del este?

Zac: Así es. De Florida.

Jessie: Cuando pienso en el este lo asocio con Disneyworld no con Florida.

En aquel momento, Vanessa salió del dormitorio. Llevaba puestos unos pantalones blancos muy anchos y una enorme camiseta con un par de sandalias. Aún tenía el cabello mojado y rizado de la ducha.

Jessie: Tienes compañía -anunció mientras se ponía de pie y recogía las flores-. Te ha traído un regalo.

Ness: Ya veo.

Se metió las manos en los amplios bolsillos de los pantalones.

Con una deslumbrante sonrisa en los labios, Jessie enterró el rostro entre los lirios.

Jessie: ¿Te parece que las ponga en agua, cielo? Tendrás un jarrón, ¿verdad?

Ness: Tiene que haber uno en alguna parte.

Jessie: Por supuesto.

Vanessa esperó hasta que Jessie desapareció en la cocina para buscar el jarrón.

Cuando habló, lo hizo en voz muy baja.

Ness: ¿Qué es lo que quieres?

Zac: Verte.

Ness: En ese caso, ya lo has hecho. Ahora, si me perdonas, estoy muy ocupada esta tarde.

Zac: Y disculparme.

Vanessa dudó. Entonces, respiró profundamente. Ella había ido una vez a verlo para disculparse y él la había aceptado. Si había algo que comprendía muy bien era lo difícil que era intentar tender un puente cuando este ha sido demolido.

Ness: No importa -consiguió esbozar lo que esperaba que fuera una sonrisa casual-. Olvidémoslo.

Zac: ¿No te gustaría que te diera una explicación?

Ness: Creo que no. Sería mejor que…

Jessie: He encontrado uno -regresó al salón con una botella vacía de leche en las manos-. Más o menos. En realidad, creo que quedarán preciosas aquí, ¿no os parece? -colocó el jarrón en el centro de la mesita de café y dio un paso atrás para admirar las flores-. No te olvides de cambiarles el agua, Vanessa. Tampoco estaría de más que levantaras el jarrón cuando limpies el polvo.

Ness: Mamá…

Zac: ¿Es usted su madre? -preguntó atónito-.

Sus palabras hicieron que Jessie esbozara una sonrisa.

Jessie: Ese es el mejor cumplido que he escuchado en todo el día. Si no la quisiera tanto, lo negaría -se puso de puntillas y depositó un beso sobre la mejilla de Vanessa-. Que tengáis una tarde muy agradable. No te olvides de llamarme, hija.

Ness: Pero si acabas de llegar.

Jessie: Tengo un millón de cosas que hacer -entonces, ofreció la mano a Zac-. Encantada de haberte conocido.

Zac: Espero volver a verla, señora Peters.

Jessie: Llámame Jessie -repuso con una sonrisa-. Insisto en que todos los hombres guapos me llamen Jessie. Buenas noches, cielo. Por cierto, te queda muy poco detergente para el lavavajillas.

Vanessa dejó escapar un suspiro cuando la puerta se cerró.

Zac: ¿Estás segura de que es tu madre?

Ness: La mayor parte del tiempo -respondió mientras se peinaba el cabello con los dedos-. Mira, Zac. Te agradezco mucho que hayas venido a disculparte…

Zac: ¿Significa eso que aceptas mis excusas?

Ness: No quiero ser grosera. Creo que ya hemos utilizado todas nuestras reservas de mala educación este año, pero las cosas serían más sencillas si ciñéramos nuestra relación al horario de trabajo.

Zac: Yo nunca dije que quisiera que las cosas fueran simples -dio un paso al frente. Ella lo miró con cautela mientras él jugueteaba con las puntas de su cabello-. Si es eso lo que tú quieres, bien. Te miro y te deseo. No se puede simplificar más.

Ness: Para ti… Mira, no quiero entrar en explicaciones, pero cuando te dije que no estaba preparada estaba siendo completamente sincera. A eso hay que añadir el hecho de que no nos llevamos muy bien. Apenas nos conocemos. No nos comprendemos.

Zac: Muy bien. En ese caso, conozcámonos.

Ness: Estás simplificando el tema.

Zac: ¿No es eso lo que has dicho que querías?

Vanessa se sintió atrapada, por lo que se dio la vuelta y fue a sentarse.

Ness: Zac, ya te he dicho que tengo mis razones para no querer empezar una relación ni contigo ni con nadie.

Zac: Muy bien, Hudgens. ¿Por qué no miramos este asunto desde un punto de vista lógico? Los ingenieros sois personas muy lógicas, ¿no? -dijo sentándose enfrente de ella-.

Ness: Así es.

Zac: Todavía tenemos que trabajar juntos durante unos cuantos meses. Si hay tensión entre dos personas, no trabajan bien. Si seguimos así, tal y como hemos estado las dos últimas semanas, el proyecto va a sufrir las consecuencias.

Ness: Tienes razón, pero te aseguro que no me voy a meter contigo en la cama solo para aliviar la tensión.

Zac: Y yo que creía que eras una profesional dedicada… -se reclinó sobre el asiento y la miró fijamente-. Bueno, si eso está descartado…

Ness: Por supuesto.

Zac: ¿Qué te parece si nos tomamos una pizza y vamos a ver una película?

Ness: ¿Nada más? -preguntó tras pensárselo durante unos instantes-.

Zac: Eso depende.

Ness: En este caso no. Prefiero saberlo con seguridad. Si accedemos a conocernos, a tratar de desarrollar una relación profesional y personal, tengo que saber que la relación personal permanecerá en un cierto nivel. Eso significa que tendremos que poner ciertas reglas.

Zac: ¿Crees que debo anotarlas? -preguntó con cierto sarcasmo-.

Ness: Si quieres…, pero creo que podremos conseguir que todo sea muy simple. Nos podemos ver como amigos y compañeros de trabajo. No habrá connotaciones románticas.

Zac: Define eso de «connotaciones románticas».

Ness: Creo que ya sabes a lo que me refiero, Efron. Tienes razón en lo de que una mala relación personal podría afectar nuestro trabajo. La comprensión y el respeto solo pueden conducir a una mejor comunicación.

Zac: Deberías anotar eso para la próxima reunión del personal. Muy bien -afirmó, antes de que Vanessa pudiera protestar-. Probaremos como tú dices. Compañeros -añadió. Se inclinó hacia delante y le ofreció a ella la mano. Cuando Vanessa se la estrechó, sonrió-. Supongo que me tendré que llevar las flores.

Ness: Oh, no. Me las diste antes de que fijáramos las reglas -se levantó. Se sentía muy orgullosa de sí misma-. Yo pagaré la pizza y tú las entradas de la película.


Iba a funcionar. Durante los días siguientes, Vanessa se felicitó por haber cambiado una situación bastante complicada por un arreglo bastante más conveniente. Inevitablemente, había veces en las que chocaban durante el horario de trabajo. Cuando se veían después de la jornada laboral, lo hacían como amigos para disfrutar de una cena o de un espectáculo. Si a ella le apetecía algo más después de haber dejado a Zac en su hotel o de que él la hubiera llevado a su apartamento, ahogaba aquella necesidad.

Poco a poco, fue aprendiendo mucho más sobre él, sobre la granja en la que había crecido y sobre lo que le había costado terminar sus estudios. Zac no habló de las dificultades económicas ni de las duras jornadas de trabajo que había tenido que hacer, pero, a medida que se iban conociendo, Vanessa supo leer entre líneas.

Todo ello cambió su punto de vista sobre él. Siempre pensó que era un socio mimado y privilegiado del estudio de arquitectura. Nunca se había parado a pensar si, al igual que ella, había tenido que trabajar duro para llegar a donde estaba. Admiraba la ambición cuando estaba unida al empuje y al trabajo duro.

Ella no fue tan detallista sobre su vida privada. No le importaba hablar de los años que llevaba trabajando para Thornway y la admiración que sentía hacia el hombre que le había dado su oportunidad. Sin embargo, no le contó nada sobre su familia o su infancia. Aunque Zac se percató de aquella barrera, no hizo intento alguno por derribarla. Lo que estaba creciendo entre ellos era muy frágil todavía y no tenía intención de tentar su suerte hasta que los cimientos fueran un poco más firmes. Si Vanessa estaba encantada con aquella situación, Zac cada vez estaba más frustrado. Quería tocarla, pero sabía que, si lo hacía, el delicado hilo que se estaba tejiendo entre ellos se rompería. Una y otra vez se dijo que lo terminaría todo, que daría por acabados aquellos platónicos encuentros, pero no podía. Verla, pasar tiempo con ella, se había convertido en un hábito demasiado arraigado. No obstante, estaba empezando a pensar que quien dijo que era mejor media barra de pan que nada, era evidente que no había pasado hambre.

Con las manos en las caderas, Vanessa observaba cómo los mecánicos trabajaban en el mecanismo del tejado móvil sobre la piscina. La estructura estaba terminada y el cristal se instalaría a finales de la semana siguiente. El sol caía a plomo sobre el cemento.

Jessie: ¡Cielo!

Ness: ¿Mamá? -preguntó muy sorprendida-. ¿Qué estás haciendo aquí?

Jessie: Hablas tanto de este lugar que pensé que ya era hora de que viniera a verlo con mis propios ojos -respondió, mientras se colocaba el casco en un ángulo más favorecedor-. He hablado con el señor Blackerman para que me dé un poco más de tiempo a la hora de almorzar -añadió, mientras entrelazaba el brazo con el de su hija-. Vanessa, este lugar es maravilloso. Absolutamente fabuloso. Por supuesto, no sé nada de estas cosas y esas casitas de allí me parecen más bien chabolas sobre montones de tierra.

Ness: Son las cabañas.

Jessie: Lo que sea. Sin embargo, ese gran edificio que vi cuando entré es increíble. Parece un castillo del siglo XXIV. No había visto nada parecido antes. Es tan atractivo, tan majestuoso… Justo como había pensado siempre en el desierto.

Ness: ¿De verdad? -preguntó muy sorprendida-.

Jessie: Sí. Te aseguro que cuando lo vi casi no podía creer que mi hija formara parte de algo tan… grandioso -comentó, mientras observaba la piscina vacía, que, en aquellos momentos, estaba siendo decorada con pequeños azulejos de mosaico-.¡Vaya! Tiene forma de media luna. ¡Qué bonito! Todo aquí está formado por curvas y arcos, ¿verdad? Así resulta más relajante, ¿no te parece? El efecto adecuado para un complejo turístico.

Ness: Supongo que sí -murmuró-.

No quería admitir que hasta ella misma estaba empezando a ver el atractivo.

Jessie: ¿Qué va allí arriba?

Ness: Es una cubierta de cristal movible. Estará algo tintada para que filtre los rayos del sol. Cuando esté abierta, los dos paneles se separarán y se deslizarán en las paredes.

Jessie: Maravilloso. Me encantaría ver todo esto cuando esté terminado. ¿Tienes tiempo para mostrármelo todo o me doy una vuelta yo sola?

Ness: En estos momentos no me puedo marchar. Si puedes…

Jessie: Oh, mira, ahí está tu arquitecto -dijo estirándose la falda automáticamente. Ya se había fijado en el hombre más bajo y corpulento que estaba al lado de Zac-. ¿Quién es ese caballero tan distinguido que acompaña a tu enamorado?

Ness: No es mi enamorado. Ni tengo ni quiero un enamorado.

Jessie: Por eso me preocupas tanto, cielo.

Ness: Te recuerdo que Zac Efron es solo un compañero de trabajo para mí.

Jessie: Lo que tú digas, tesoro, pero ¿quién es ese que está con él?

Ness: Es el señor Barlow. Todo esto es suyo.

Jessie: ¿De verdad? -Ya había empezado a sonreír a Zac. Al ver que él se acercaba, le extendió las dos manos-. Hola otra vez. Le estaba diciendo a Vanessa lo mucho que me gusta tu diseño. Estoy segura de que este va a ser el complejo turístico más hermoso de todo el estado.

Zac: Gracias. Este es William Barlow. Esta es la madre de Vanessa, Jessie Peters.

Will: ¿Su madre? ¡Vaya! No sabía que Vanessa solo tenía dieciséis años -bromeó Barlow-.

Jessie lanzó una carcajada.

Jessie: Espero que no le importe que haya venido, señor Barlow. Me moría por ver el lugar en el que Vanessa trabaja tan duramente. Ahora que lo he visto, estoy convencida de que merece la pena.

Will: Estamos muy contentos con el trabajo de Vanessa. Usted puede estar muy orgullosa de ella.

Jessie: Siempre lo he estado -comentó sin dejar de pestañear. Dígame, señor Barlow, ¿cómo se le ocurrió poner aquí un complejo turístico, y tan hermoso también?

Will: Es una larga historia.

Jessie: Oh -entonces, miró a Vanessa muy apenada-. Bueno, sé que estoy interrumpiendo a todo el mundo en su trabajo. Había esperado que mi hija pudiera enseñarme todo esto, pero veo que tendré que esperar.

Will: Tal vez me permita que se lo muestre yo.

Jessie: Me encantaría -entrelazó el brazo con el de Barlow-, aunque no quiero molestar.

Will: Tonterías. Todo se queda en manos muy capaces mientras nosotros damos un paseo.

Los dos se marcharon, no sin que antes Jessie sonriera a Vanessa por encima del hombro.

Ness: Ya estamos otra vez -musitó-.

Zac: ¿Cómo dices?

Ness: Nada -se metió las manos en los bolsillos y se volvió para mirar a los hombres. Siempre le había molestado ver a su madre en acción-. Deberíamos tener el cableado y los soportes listos para cuando termine la jornada.

Zac: Bien. Ahora, ¿quieres decirme lo que te está molestando?

Ness: Nada. Simplemente hemos tenido algunos problemas con el ángulo -comentó para disimular-.

Zac: Ya los has solucionado.

Ness: Con un gasto económico y temporal considerable.

Iban a discutir. Como lo sabía, Zac se frotó el puente de la nariz entre los dedos.

Zac: ¿No te cansas nunca de cantar la misma canción?

Ness: Con un ligero cambio en los grados de…

Zac: Habría cambiado el aspecto que tiene y las sensaciones que transmite.

Ness: Ni siquiera una mosca pegada al cristal se habría dado cuenta de los cambios que yo quería.

Zac: Yo lo habría notado.

Ness: Tú eres un testarudo.

Zac: No. Tengo razón.

Ness: Obstinado. Igual que te mostraste muy obstinado cuando insististe en que teníamos que utilizar hojas de cristal sólido de gran tamaño en vez de las de menor tamaño.

Sin decir ni una sola palabra, Zac la agarró del brazo y la apartó de allí.

Ness: ¿Qué diablos estás haciendo?

Zac: Cállate. -Prácticamente arrastrando los talones, la hizo bajar a la piscina vacía. Los obreros los miraron y sonrieron. Entonces, Zac tomó el rostro de ella entre las manos y la hizo mirar hacia arriba-. ¿Qué es lo que ves?

Ness: El cielo, maldita sea. Si no me sueltas, tú vas a ver las estrellas.

Zac: Eso es. El cielo. Eso es lo que quiero que veas. Tanto si la cubierta está cerrada como si no. No quiero que veas cristal, ni ventanas ni cubierta, sino solo cielo. Mi trabajo es imaginar, Hudgens, y el tuyo hacer que lo que yo imagino sea realidad.

Vanessa se zafó de él.

Ness: Déjame que te diga algo, listillo. No todo lo que se imagina se puede hacer realidad. Tal vez no sea eso lo que les guste escuchar a la gente como tú, pero así es.

Zac: ¿Sabes cuál es tu problema, morenita? Te cuesta demasiado soñar. Estás demasiado encorsetada por columnas y cálculos. En tu cabeza, dos y dos siempre son cuatro, aunque la vida pudiera ser mucho mejor si, de vez en cuando, dos y dos fueran cinco.

Ness: ¿Sabes lo estúpido que suena lo que acabas de decir?

Zac: Sí. ¿Por qué no te tomas un poco de tiempo para preguntarte por qué no, en vez de asumir siempre lo negativo?

Ness: Yo no asumo nada. Solo creo en la realidad.

Zac: Esto es la realidad. La madera, el cristal, el acero, el sudor… Esto es realidad y, maldita sea, esto también.

Le cubrió la boca con la suya antes de que ninguno de los dos tuviera oportunidad de pensar. Los trabajadores que había a su alrededor se detuvieron durante unos segundos, pero ninguno se dio cuenta. A ninguno le importó. Vanessa descubrió que, aunque la piscina estaba vacía, estaba totalmente sumergida en ella.

Comprendió que aquello era precisamente lo que había deseado. No podía negarlo cuando sentía los cálidos labios de Zac sobre los suyos. Le agarró con fuerza la camisa, pero no para protestar sino para poseer. Lo estrechó con fuerza contra sí cuando la espiral del deseo se desató dentro de ella muy rápida y genuinamente.

Zac no había pensado tocarla así, adueñándose de lo que acababa de poseer para convencerse de que ella se entregaría en su momento. Siempre había sido una persona paciente, era parte su naturaleza.

Tal vez si la respuesta de Vanessa no hubiera sido tan completa, si no hubiera saboreado el deseo en sus labios, podría haberse apartado de su lado. Sin embargo, como Vanessa, se sentía completamente inmerso en la situación. Por primera vez en su vida deseaba llevarse a una mujer como si fuera un caballero sobre un corcel blanco. Deseaba tumbarla sobre el suelo y poseerla como un guerrero primitivo que recoge el botín de su victoria. Como un poeta, ansiaba prender las velas y dejar fluir la música. Más que nada, deseaba a Vanessa.

Cuando se apartó de ella, Vanessa se había quedado completamente sin habla. La había besado antes y había logrado despertar su pasión, pero esta vez había habido algo diferente, más profundo y desesperado. Durante un momento, ella solo pudo permanecer allí de pie, mirándolo, perdida en el conocimiento de que una mujer podía enamorarse en cualquier parte, en cualquier momento, aun cuando hubiera levantado barricadas alrededor de su corazón para protegerlo.

Zac: ¿Es eso lo suficientemente real para ti? -murmuró-.

Vanessa solo pudo sacudir la cabeza cuando el zumbido que sentía en el cerebro se aclaró y se separó en sonidos diferentes. El golpeteo de los taladros, el murmullo de los hombres… Las mejillas se le ruborizaron rápidamente debido a una mezcla de furia, vergüenza y autorecriminación.

Ness: ¿Cómo te atreves a hacer algo así aquí?

Zac se enganchó los pulgares en los bolsillos del pantalón.

Zac: ¿Tienes en mente algún otro lugar?

Ness: Mantente alejado de mí, Efron, o tendrás que enfrentarte a los cargos de acoso sexual.

Zac: Los dos sabemos que lo que ha ocurrido aquí no tiene nada que ver con el acoso sexual ni de ninguna otra clase. Es algo mucho más personal, morenita, y el hecho de que yo mantenga las distancias no va a hacer que desaparezca.

Ness: Muy bien -dijo acercándose un poco más a él al darse cuenta de que la discusión interesaba a los hombres casi tanto como el beso-. Si es personal, que siga siendo así. Fuera del horario de trabajo, Efron. En este momento, estoy utilizando el tiempo por el que me paga Thornway y no tengo ninguna intención de desperdiciarlo discutiendo contigo.

Zac: Bien.

Ness: Bien -entonces, empezó a subir por la escalerilla y salió de la piscina-.

Zac observó cómo Vanessa salía del edificio. Muy pronto, los dos no estarían limitados por el reloj de la empresa.


1 comentarios:

Lu dijo...

Me encanta!
Espero que Ness deje de hacerse la dura y se deje llevar.

Sube pronto :)

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