topbella

viernes, 10 de abril de 2020

Capítulo 7


Vanessa parpadeó mientras se preguntaba si sería un espejismo.

Ness: ¿Qué estás haciendo aquí?

Zac: De pie en el descansillo. ¿Vas a dejarme entrar?

Ness: Sí, pero… -se hizo a un lado para franquearle la entrada a Zac-. Recibí tu mensaje, pero en él no decías que ya hubieras regresado.

Zac: Así es, pero ahora ya estoy aquí.

Él mismo cerró la puerta y dejó su maleta en el suelo.

Vanessa pensó en todos los planes que había estado haciendo. Observó su desordenado apartamento y se pasó una mano por el cabello.

Ness: Tendrías que haberme dicho que volvías esta noche. No estaba… no estoy lista.

Zac: ¿Y eso qué importa, Hudgens? -Comenzó a acariciarle los hombros y a apartarle la bata-. ¿Acaso tienes otro hombre debajo de la cama? ¿O en el armario?

Ness: No seas estúpido -llena de frustración, se apartó de él. Debía de tener un aspecto horrible, nada que ver con la sofisticada y seductora lencería que se había imaginado-. Maldita sea, Zac, tenías que haberme dicho que venías.

Zac la miró atentamente. Tal vez se había ilusionado pensando que Vanessa se alegraría de verlo tanto como él de verla a ella.

Zac: Lo habría hecho si hubiera conseguido hablar contigo en vez de con tu contestador. ¿Dónde estabas?

Ness: ¿Cuándo? Oh… Había salido a cenar.

Zac: Entiendo -dijo muy serio. Se metió las manos en los bolsillos. Cuando tocó la caja de la joyería, se recordó que no podía exigirle nada-. ¿Con alguien que yo conozca?

Ness: Con mi madre. -Su respuesta provocó un alivio inmediato en Zac, que expresó con una sonrisa-. ¿De qué te ríes?

Zac: De nada.

Ness: Mira, sé el aspecto que tengo, Efron. Si me hubieras dicho que ibas a venir, habría podido hacer algo al respecto. Además, mi apartamento está muy desordenado.

Zac: Siempre está muy desordenado.

Estaba empezando a entender lo que ocurría. Vanessa había querido preparar el escenario y él se había presentado antes de tiempo.

Ness: Podría haber limpiado un poco… Además, solo tengo un vino muy malo.

Zac: Bueno, en ese caso es mejor que me vaya -se dio la vuelta, pero se volvió de nuevo para mirarla como si se le hubiera ocurrido algo de repente-. Antes de que lo haga, tengo algo que decir sobre tu aspecto.

Ness: Ten cuidado -le advirtió cruzándose de brazos-.

Zac: Supongo que solo hay un modo de enfrentarse a esto con sinceridad. Quieres que seamos sinceros el uno con el otro, ¿verdad, Vanessa?

Ness: Tal vez… Bueno, hasta cierto punto.

Zac: Tengo que decirte una cosa y deberías armarte de valor para escucharla.

Ness: Mira, di ya lo que…

Todo tendría que esperar. Zac la tomó entre sus brazos y la besó. Con un rápido movimiento, le quitó la bata y deslizó las manos por debajo de la sudadera para explorar la piel desnuda y las sutiles curvas de Vanessa. Con la respiración entrecortada, ella se tensó bajo las caricias de Zac. Entonces, sintió que las rodillas empezaban a temblarle al notar que él la estaba empujando rápidamente hacia el abismo…

Ness: Zac…

Zac: Cállate -murmuró antes de apretarle los labios contra la garganta-.

Ness: Te deseo -susurró. Le quitó la chaqueta a medida que empezaban a avanzar por el salón. A continuación, fue la camisa, que le sacó sin desabrochar por la cabeza. Con una rápida y posesiva caricia, le recorrió el torso con las manos-. Ahora…

Aquel murmullo de desesperación desató las sensaciones dentro de él. El deseo se presentó en estado puro, impaciente y primitivo. Para ambos el dormitorio quedaba demasiado lejos. Cuando se tumbaron encima del sofá, él aún estaba medio vestido, aunque ambos trataban de librarlo de sus ropas. Las manos de Vanessa eran salvajes, lo acariciaban sin parar, mientras hacía todo lo posible por mantener la boca unida a la de él. Zac podía sentir cómo el calor irradiaba de ella, empujándolo cada vez más lejos de la cordura.

Con un repentino movimiento, él le quitó la sudadera y enterró la boca entre los senos de Vanessa. Con un abandono que nunca había conocido, se arqueó contra él, aceptando de buen grado las caricias de lengua y dientes. La delicada fragancia con la que ella se había rociado antes comenzó a mezclarse con el aroma a almizcle del deseo.

Vanessa iba a volverlo loco. Aquello era lo único que Zac era capaz de pensar mientras se deslizaba hacia abajo, sobre la tersa y suave piel del torso. Donde quiera que la tocara o la saboreara, ella respondía, con un placer tan profundo, que lo asombraba.

Habían esperado demasiado tiempo, casi una vida entera. Por fin estaban juntos, sin excusas ni evasiones. Solo impaciencia.

Cuando la ropa dejó de ser un obstáculo, las largas y hermosas extremidades de Vanessa se enredaron alrededor de Zac. Ella ya no podía pensar ni deseaba hacerlo. Solo quería sentir, murmurarle lo que estaba ocurriendo dentro de ella. Sin embargo, no lograba encontrar las palabras. Nunca antes había experimentado un deseo o una pasión semejantes. Su cuerpo era como fuego que solo él era capaz de avivar. Sentía un enorme dolor en su interior. Instintivamente, extendió las manos y, como si él comprendiera lo que estaba ocurriendo, la condujo a un poderoso clímax.

Vanessa pronunció su nombre y sintió que caía en un abismo interminable y sin ningún peso. Entonces, Zac la atrapó y la hizo subir de nuevo. A la luz de la lámpara, vio la piel cubierta de sudor, sus ojos abiertos de par en par, el cabello extendido sobre la alfombra donde se habían caído. Trató de pronunciar su nombre, pero el aire que tenía en los pulmones le ardía como si fuera fuego. La besó una vez más.

Vio cómo ella alcanzaba el clímax por segunda vez. Sintió cómo le clavaba los dedos en la espalda. Más allá de lo que podía soportar, se hundió en ella. Vanessa se irguió para unirse a él con una velocidad que desgarró por completo el autocontrol de Zac. Rápido, duro y caliente… Así llegaron juntos a un lugar en el que ninguno de los dos había estado antes.

Debilitado y atónito, Zac se desmoronó sobre ella. No tenía ni la energía ni la claridad mental como para separar lo que le había ocurrido de las sensaciones y las reacciones individuales. Era como si una enorme burbuja lo hubiera rodeado para luego estallar repentinamente, dejándolo sin fuerzas.

Ella era tan suave como el agua debajo de él. Su respiración era lenta y profunda. Sintió que la mano que le había colocado sobre la espalda se deslizaba poco a poco y que caía inerte sobre la alfombra. El corazón le latía rápidamente, por lo que Zac cerró los ojos y se dejó atrapar por su sonido y su ritmo.

No hablaron. Aunque les hubiera resultado posible articular palabras, Zac no habría sabido cuáles utilizar para decirle lo que le había hecho. Solo sabía que Vanessa le pertenecía y que él haría todo lo que fuera necesario para mantenerla a su lado.

¿Sería aquello lo que provocaba el amor? Vanessa se preguntó si la llenaría a una de una energía salvaje, para dejarla luego tan frágil como si pudiera disolverse con su propia respiración. Todo lo que había sentido antes palidecía comparado con lo que había experimentado con Zac. ¿Sería amor o tan solo el más abrumador de los deseos? ¿Importaba? Sintió que los dedos de Zac se le enredaban en el cabello. Importaba demasiado. Con solo una caricia había sentido la tentación de echar por la borda todo en lo que creía, todo lo que había planeado si aquello significaba que él volvía a acariciarla otra vez. No había razón para negar lo que sentía por él, aunque carecía de valor para pensar en lo que él podría sentir por ella.

Zac: ¿Estás bien? -susurró tras darle un beso en la garganta-.

Ness: No lo sé… Creo que sí. ¿Y tú?

Zac: Bien, mientras no tenga que moverme durante las próximas dos semanas. ¿Sigues enfadada conmigo?

Ness: No estaba enfadada contigo. Solo quería que todo estuviera preparado.

Zac: ¿Preparado?

Ness: Sí. Había planeado…

No pudo continuar al sentir que él le acariciaba suavemente un pezón con las yemas de los dedos. Empezó a pronunciar el nombre de Zac, pero la palabra terminó en un suspiro cuando los labios de él acariciaron los suyos.


Zac: Sorprendente -murmuró. Los sinuosos movimientos de Vanessa hicieron que se endureciera dentro de ella-. Absolutamente sorprendente.

Vanessa estaba tan sorprendida como él cuando la pasión estalló de nuevo entre ellos tomando el control.

En algún momento de aquella noche, se metieron en la cama, pero no durmieron. Era como si, en las pocas semanas que hacía que se conocían una montaña de necesidades se hubiera adueñado de ellos. Aquella noche se habían soltado en avalancha. No hubo música, ni luz de las velas, ni seducción de seda y encaje. Se unieron sin adornos, sin ilusiones. La energía se alimentaba de la energía del otro, el deseo del deseo. Cuando por fin se quedaron dormidos, se despertaron a primera hora del alba sedientos de más. A pesar de que satisfacieron su pasión una y otra vez, esta permaneció viva hasta que volvieron a quedarse dormidos en medio de un laberinto de extremidades.


Vanessa se despertó con los rayos del sol sobre el rostro y la cama vacía a su lado. Medio adormilada, acarició la sábana con una mano y murmuró:

Ness: ¿Zac?

Suspiró, abrió los ojos y vio que estaba sola. Se incorporó en la cama mirando a su alrededor. No podía haberlo soñado. Nadie podía haberlo soñado. Se frotó el rostro con las manos y trató de pensar.

¿Se habría marchado ya? Podría haber abandonado el apartamento tan fácilmente como había entrado en él. Y si lo había hecho, ¿qué? Habían acordado que no había vínculos ni ataduras entre ellos. Si le dolía, si la entristecía, solo ella era la culpable. El problema era que siempre había deseado más de lo que podía tener. Cerró los ojos y se recordó que él le había dado una noche que ninguna mujer olvidaría nunca. Si no le parecía suficiente, la culpa era solo de ella.

Zac: Esperaba que te despertaras con una sonrisa en los labios -dijo desde la puerta-.

Vanessa miró hacia la puerta. Con un gesto nervioso, se cubrió los pechos con la sábana.

Ness: Pensé que te habías marchado.

Zac: ¿Adónde?

Se acercó a la cama y le entregó una taza de café.

Ness: Yo… Solo pensé que te habrías marchado -susurró-.

Tomó la taza de café que él le ofreció y le dio un sorbo.

Zac: Veo que sigues teniendo una pobre opinión de mí.

Ness: No es eso… Pensé que probablemente tendrías cosas que hacer.

Zac: Sí… -murmuró. Colocó una pierna sobre la cama. No recordaba haber pasado una noche con una mujer que lo hubiera dejado tan trastornado. Y tan incómodo. Tomó un sorbo de café-. Tu café está rancio, ¿lo sabías?

Ness: Nunca tengo tiempo para hacerlo por las mañanas. -Conversaciones sin importancia. Eso parecía lo mejor-. Yo… Te ofrecería algo para desayunar, pero…

Zac: Lo sé. No hay nada en la cocina aparte de un plátano y una bolsa de patatas fritas.

Ness: También hay galletas.

Zac: Yo creía que eran piedras -le colocó a Vanessa una mano debajo de la barbilla-. ¿Quieres mirarme?

Ella lo hizo mientras que su mano libre se movía constantemente sobre las sábanas.

Ness: Habría comprado algunas cosas si hubiera sabido que ibas a venir.

Zac: No creo que el problema aquí sea que no haya beicon o huevos. ¿Por qué no me dices cuál es, morenita?

Ness: No hay ningún problema -respondió, tratando de insuflar un tono casual a su voz-.

Zac: ¿Preferirías que me hubiera marchado?

Ness: No… Escucha, no sé qué se supone que debo hacer ni lo que debo decir ahora. Tampoco sé cómo tengo que comportarme. No he tenido mucha oportunidad de verme en este tipo de situaciones.

Zac: ¿No? ¿Cuántas veces te has visto en una situación así?

A pesar de que sabía que la vida pasada de Vanessa solo le pertenecía a ella, deseaba saber si había habido alguien que hubiera compartido con ella lo que él había experimentado la noche anterior.

Ness: No se trata de una broma.

Zac: ¿Acaso me estoy riendo? Me da la sensación de que estás juzgando lo que está ocurriendo ahora entre nosotros por algo que ocurrió antes. Y no me gusta.

Ness: Lo siento.

Zac: Eso no sirve de nada. Quiero que me hables de ese tipo que te hizo tanto daño.

Ness: No creo que eso sea asunto tuyo.

Zac: Te equivocas.

Ness: Yo no te he preguntado nada sobre las mujeres con las que has estado a lo largo de tu vida.

Zac: No, pero podrías hacerlo si creyeras que es importante. Y yo creo que esto lo es.

Ness: Bueno, pues te equivocas. No tiene ninguna importancia.

Zac: Si es cierto, ¿por qué pareces tan disgustada?

Ness: No estoy disgustada.

Zac: Pensé que habíamos dicho que seríamos sinceros.

Ness: Tal vez. Creo que deberíamos haber mencionado también que no se podía husmear en las relaciones pasadas.

Zac: Me parece muy justo, a menos que sigan afectando al presente. Si se me va a comparar con otro hombre, quiero saber por qué.

Ness: ¿Quieres que te hable sobre él? Bien. Era arquitecto -dijo, con una triste sonrisa-.

Zac: ¿Es por eso por lo que me comparas con él?

Ness: Tú eres el que dice que os estoy comparando. Se podría decir que tengo la costumbre de meterme en la cama con arquitectos. Acababa de salir de la universidad y estaba trabajando ya en Thornway. Me había dado la oportunidad de trabajar como ayudante del ingeniero en un pequeño proyecto. James era el arquitecto. Acababa de mudarse de Filadelfia. Era muy listo, muy inteligente. Yo no.

Zac: Muy bien. Ya me lo imagino -dijo al darse cuenta de que ella estaba sufriendo-.

Se puso de pie y se metió las manos en los pantalones que se había puesto antes.

Ness: No. Querías escuchar la historia y yo te la voy a contar. Empezamos a salir y yo me enamoré. Con la perspectiva que da el tiempo, no puedo decir que él me prometiera nada, pero me dejó creer lo que yo quería. Siempre había querido ser la primera para alguien, ya sabes, ser la persona en la que alguien piensa antes que en nadie más o en ninguna otra cosa.

Zac: Sí, lo sé.

Ness: Yo era muy joven y aún creía que ocurrían cosas así, por lo que cuando él me dijo lo mucho que me deseaba, yo me mostré dispuesta a aceptarlo sin condiciones. Cuando me metí en la cama con él, prácticamente ya escuchaba campanas de boda.

Zac: Pero él no.

Ness: Había mucho más que eso…

Zac: ¿Qué ocurrió?

Ness: Yo estaba haciendo la maleta para irme con él a pasar el fin de semana. Todo iba a ser muy romántico, muy íntimo. Un fin de semana esquiando en el norte. Nieve, fuego en la chimenea, largas noches… Estaba segura de que él iba a pedirme que me casara con él. Ya me imaginaba hasta en donde viviríamos. Entonces, recibí una visita. Estaba a punto de salir por la puerta. No quiero ni pensar lo que habría pasado si me hubiera dado más prisa en marcharme. La visita resultó ser su esposa, una esposa de la que no se había molestado en hablarme. Lo peor de todo fue que ella seguía enamorada de aquel canalla y que venía a verme para suplicarme que lo dejara. Estaba dispuesta a perdonarlo si yo me apartaba de él. Yo no soy el tipo de mujer que se conforma con ser la otra, Zac. Al principio pensé que estaba mintiendo. Estaba prácticamente segura, pero no era así. De repente, lo vi todo muy claro. Me limité a escucharla hablando de si misma y del niño de tres años que tenían y lo mucho que deseaba salvar su matrimonio. Se habían mudado al oeste para volver a empezar porque había habido otros incidentes. Otras mujeres. Me sentí peor de lo que me he sentido nunca. No solo utilizada, sino también traicionada y sucia, muy sucia. Ella no dejaba de llorar y de suplicarme, pero yo no podía decir nada. Me había estado acostando con su esposo.

Zac volvió a sentarse sobre la cama.

Zac: ¿Te habrías… habrías empezado una relación con él si hubieras sabido que estaba casado?

Ness: No. Nunca. No podría haberlo hecho.

Zac: Entonces, ¿por qué te culpas por algo que desconocías? Te engañó a ti tanto como engañó a su esposa.

Ness: No es solo que me culpe. Más o menos lo he superado. Y también a él. Sin embargo, nunca he podido olvidar que me abrí a él sin hacerle ninguna pregunta y tampoco me las hice a mí misma. Cuando se comete un error tan grande, se tiene mucho cuidado para no repetirlo. Por eso, me concentré en mi profesión y le dejé el amor a mi madre.

Zac comprendió que Vanessa no había estado con ningún otro hombre. No había habido nadie más en su vida. Pensó en la noche que habían pasado juntos. Había sido maravillosa, excitante, pero él no se había mostrado cariñoso ni tierno. No le había dado nada del romance que ella afirmaba no necesitar para vivir.

Zac: Vanessa, ¿tienes miedo de estar cometiendo el mismo error conmigo?

Ness: Tú no estás casado.

Zac: No y tampoco hay otra mujer. Tú no eres una diversión ni algo pasajero en mi vida.

Vanessa no podía explicar cómo se sintió con aquellas palabras.

Ness: No te estoy comparando con James… Bueno, tal vez un poco. Soy yo. Me siento una estúpida porque no sé cómo enfrentarme a este tipo de cosas. Mi madre…

Zac: ¿Qué tiene tu madre que ver en todo esto?

Ness: Durante toda mi vida he visto cómo ella iba de un hombre a otro sin sufrir. Para ella siempre resulta tan fácil… A mí no me ocurre lo mismo.

Zac la tomó tiernamente entre sus brazos.

Zac: No quiero que te comportes de un modo que no desees ni pretendas ser nada que no eres en realidad -le rozó suavemente la frente con los labios, sabiendo que si la besaba todo volvería a empezar-. Veamos adónde nos lleva todo esto, morenita. Vivamos día a día. Yo siento algo por ti. De eso puedes estar segura.

Ness: Lo sé. Creo que lo sé…

Zac la abrazó de un modo que la sorprendió. Fue un gesto tan dulce, tan sencillo…

Zac: Tenemos todo el fin de semana por delante. Vístete. Te invito a desayunar.


A Vanessa le sorprendía ver la facilidad con la que Zac podía pasar de ser un amante apasionado a convertirse en un amigo, como también lo fácil que hacía que ella pasara por la misma transición.

Comieron en un restaurante que Zac había descubierto en la carretera. Ya conocía su apetito, así que no le sorprendió ver lo mucho que comía. Lo que la dejó atónita fue la visita que hicieron al supermercado. Cuando regresaron a su apartamento, llevaban lo que para ella hubiera sido los víveres de todo un año.

Ness: ¿Qué se supone que vamos a hacer con todo esto? -preguntó, tras dejar dos bolsas sobre la encimera de la cocina y ver cómo Zac hacía lo mismo-.

Zac: Comérnoslo -contestó mientras empezaba a vaciar el contenido de las bolsas-. Esto solo son productos básicos.

Ness: Tal vez para un regimiento. ¿Sabes cocinar?

Zac: No. Por eso hay que comprar cosas que no necesiten conocimientos culinarios o cosas que solo necesiten calentarse. Mientras tengas un abrelatas y un horno, se puede vivir como un rey.

Ness: Creo que comprar comida para llevar es mucho más fácil -replicó mientras iba guardando las cosas en el frigorífico y en los armarios-.

Zac: Para comprar comida para llevar hay que salir -entonces, la tomó entre sus brazos y le llenó toda la cara de besos-. Y tú no vas a ir a ningún sitio hasta el lunes.

Ness: Pues iba a salir para comprarme un picardías negro -comentó entre risas-.

Zac: ¿Sí? ¿Para mí?

Ness: Es demasiado tarde.

Entonces, tomó el pan y lo metió en un cajón.

Zac: Hablemos sobre eso. Me gusta mucho cómo te sienta el negro -añadió. La agarró por la cintura y la estrechó contra su cuerpo-. Probablemente por eso me comporté como un maníaco celoso en la fiesta de Thornway.

Ness: ¿Celoso? -repitió riendo de nuevo-. ¿Estabas celoso del señor Barlow?

Zac: No me lo recuerdes.

Ness: Pensé que solo te estabas comportando de un modo insufrible e insultante.

Zac hizo un gesto de dolor y bajó la cabeza para darle un suave mordisco en el cuello.

Zac: Olvídate de lo que he dicho.

Ness: Creo que no -murmuró. Entonces, inclinó un poco más la cabeza para facilitarle el acceso-. Por lo que vi aquella noche, estabas muy entretenido con la compañía de Marci Thornway.

Zac: No te creas. Sé distinguir perfectamente un tiburón cuando me encuentro con él. Por muy bonitos que sean los dientes, te hacen daño de todos modos. Además… no me interesa el algodón dulce -añadió mientras acariciaba suavemente los senos de Vanessa-.

Ness: ¿Qué es lo que te apetece?

La había acorralado contra el frigorífico y la estaba haciendo temblar.

Zac: Solo tú, morenita -susurró, antes de darle un largo y apasionado beso-. Solo tú. Dime -musitó al tiempo que le moldeaba las caderas-, ¿has hecho alguna vez algo constructivo sobre esta encimera? ¿Cortar verduras, enlatar fruta, hacer el amor?

Ness: ¿Sobre la encimera? -preguntó atónita-. No. No he hecho ninguna de esas cosas.

Una vez más, Zac estaba moviéndose demasiado deprisa. En menos de un segundo, le resultaría imposible apartarse de ella para darle la atención y el tiempo que se merecía. Con un gran esfuerzo, dio un paso atrás y se llevó la mano de Vanessa a los labios.

Zac: Tendremos que tenerlo en cuenta. Por cierto, te he comprado algo más.

Ness: ¿Algo más? -preguntó mirando a su alrededor-. ¿El qué? ¿Un pavo de diez kilos?

Zac: No. En realidad, lo compré en San Diego.

Ness: ¿En San Diego? ¿Un souvenir?

Zac: No exactamente. ¿Hemos terminado ya aquí?

Ness: Espero que sí.

Zac: Entonces vamos. Te lo mostraré.

Zac la tomó de la mano y la sacó de la cocina. La llevó al dormitorio, donde había colocado su pequeña maleta sobre una silla. Metió la mano dentro y sacó una caja que le entregó a Vanessa.

Ness: ¿Un regalo? -preguntó muy asombrada-. Es muy amable de tu parte.

Zac: No te emociones tanto. Podría ser un cenicero que dijera «Recuerdo de San Diego».

Ness: Seguiría siendo un regalo. Gracias -dijo, tras darle un dulce beso en los labios-.

Zac: Es la primera vez que haces eso.

Ness: ¿El qué?

Zac: Besarme.

Vanessa se echó a reír.

Ness: Veo que tienes una memoria muy corta.

Zac: No -le tomó la mano y le dio un beso sobre la palma abierta-. Es la primera vez que me besas tú primero, antes de que te haya arrinconado en una esquina. Y eso que ni siquiera sabes lo que te he comprado.

Ness: No importa. Me gusta saber que has pensado en mí.

Zac: Claro que he pensado en ti -volvió a besarla ligera y dulcemente-. He pensado mucho en ti. Te lo habría dado anoche, pero no me quitabas las manos de encima.

Ness: Más vale tarde que nunca -bromeó-.

Cuando abrió la caja, se quedó completamente sin palabras.

Había esperado un detalle sin importancia, la clase de regalo que un amigo compraría en un viaje. Las gemas relucían en la caja, tan pálidas como el agua y tan suaves como el raso. No reconoció, como les hubiera pasado a otras mujeres, el brillo de los diamantes. Lo único que vio fueron unas preciosas piedras que atrapaban la luz de la tarde.

Ness: Es precioso -dijo, completamente asombrada-. Realmente precioso. ¿Lo has comprado para mí?

Zac: No. Lo he comprado para Charlie -bromeó. Levantó el collar y se lo colocó alrededor del cuello-. ¿Crees que le sentará bien?

Ness: No sé qué decir. Nadie me ha regalado nunca algo tan precioso -susurró mientras acariciaba suavemente las piedras-.

Zac: En ese caso, supongo que le tendré que comprar a Charlie otra cosa.

Vanessa se echó a reír y fue a mirarse en el espejo.

Ness: ¡Oh! Es tan bonito… Brillan tanto -musitó. Se dio la vuelta y se lanzó a los brazos de Zac-. Gracias -le dio un beso-. Gracias -volvió a besarlo-. Gracias.

Zac: Si hubiera sabido que solo hacía falta un puñado de piedras, lo habría comprado hace semanas.

Ness: Ríete de mí todo lo que quieras. Estoy enamorada de este collar.

«Y yo de ti», pensó él. No pasaría mucho tiempo antes de que ella lo supiera.

Zac: Quiero ver cómo te relucen sobre la piel.

Se acercó a ella y le quitó la camisa que llevaba puesta. Vio el cambio que se producía en su rostro, la invitación que se reflejó en él. Aceptaría lo que ella le ofreciera, pero aquella vez lo haría con mucho cuidado.

Zac: Eres tan hermosa, Vanessa… Me gusta el aspecto que tienes bajo la luz del sol.  La primera vez que te vi estabas iluminada completamente por el sol…

Con un suave tirón, le aflojó el cordón que tenía en la cinturilla del pantalón para que este se le deslizara por las caderas. En aquel momento, ella se quedó vestida tan solo con el collar, que brillaba como el agua alrededor de su garganta. No la tocó, al menos no del modo apasionado y caliente que esperaba. Le enmarcó el rostro entre las manos como si estuviera hecho de cristal y la besó muy dulcemente.

Confundida, Vanessa lo tomó de la mano.

Ness: Vamos a la cama.

Zac: Hay tiempo -susurró, mientras se quitaba la camisa para que ella pudiera sentir la sólida fuerza de su torso contra ella-.

La pasión se había debilitado, cuando antes había ardido como si fuera puro fuego. Los músculos de Vanessa temblaron y se quedaron completamente laxos. Su mente, tan clara solo unos momentos antes, se nubló.

Zac la besó una y otra vez.

Ness: Yo no… -musitó. Echó la cabeza hacia atrás cuando él profundizó el beso-. No puedo…

Zac: No tienes que hacer nada. Déjame demostrártelo.

La tomó suavemente entre sus brazos y la depositó con dulzura sobre la cama. Tanta ternura la llenó de una manera tan poderosa que le resultó imposible levantar sus extremidades. Estaban demasiado pesadas como para poder moverse. No obstante, Zac entrelazó las manos con las de ella y la acarició exclusivamente con los labios. Su mente empezó a flotar con un placer que iba más allá de lo físico.

Nunca la habían tratado como si fuera frágil, delicada o hermosa. Zac le hizo el amor de un modo que ella desconocía y que nunca olvidaría. Si la noche había sido fuego y pasión, la tarde era tranquilidad y delicia. Temblaba sin parar, como una pluma presa de la más ligera de las brisas.

Era exquisita. Había visto la pasión y la fuerza. Las había sentido, pero jamás había visto ni había tocado la fragilidad de Vanessa, lo abierta que estaba al amor. Lo que había sentido antes, prisionero de la pasión y el deseo, palidecía al lado de la intimidad que estaban compartiendo en aquellos momentos. El cuerpo de Vanessa fluía como un río bajo sus manos, caldeado por sus besos como una flor bajo el sol. Cuando ella murmuró su nombre, el sonido se apoderó de él, llegándole hasta lo más hondo. Era la única voz que deseaba escuchar.

Le murmuró al oído… Ella lo escuchó y respondió, pero no pudo comprender las palabras. Las sensaciones fueron acumulándose, envolviéndola en la crisálida del amor. Sintió las manos de Zac, la fuerza que había en ellas mientras le acariciaba la piel. Notó el sabor de su boca cuando él buscó la suya. A pesar de que le resultaba imposible levantar los párpados, la luz del sol teñía su visión de rojo. El tiempo iba pasando, poco a poco. Podrían haber pasado años sin que Vanessa se diera cuenta.

Sintió el roce de su cabello, de su piel. Nada le pareció más importante. Si anochecía o salía el sol no importaba, al menos mientras Zac estuviera a su lado demostrándole lo que podía ser el amor.

Cuando se deslizó dentro de ella, Vanessa dejó escapar un suspiro de bienvenida. Se movía muy lentamente, haciéndola subir pausadamente hasta la cima del placer. Atrapada en el mundo que Zac había construido para ella, se irguió y empezó a marcar el mismo ritmo que él para que sus cuerpos se fundieran por completo.

Se hicieron promesas, aunque ella no lo sabía. Se formó un vínculo sólido y firme.

La respiración de Zac se hacía más superficial. Creía que Vanessa ya lo había vuelto completamente loco durante la noche, y así había sido, pero, en aquellos momentos, fue mucho más que eso. Los músculos le temblaban, el pulso le latía en las venas con la fuerza de los golpes de un martillo. Deseaba saborearla de nuevo. Sintió el aliento de ella en la boca cuando sus labios se unieron.

Entonces, Vanessa abrió los ojos. Aunque ella no lo sabía, nunca había estado más hermosa que en ese momento y aunque ella no lo sabía, desde aquel momento Zac era completa e irrevocablemente suyo.

Vanessa murmuró su nombre y se lanzaron juntos a la cima del placer.




Me da la impresión de que a penas han salido de la cama en todo el capítulo 😆


🎊¡¡HAPPY BIRTHDAY TO ME!!🎂

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Por favor publica más caps!!! Me tienes con el alma en un hilo!!
Happy happy birthday mis mejores deseos!!

Jyswuelkiz dijo...

Dios mío por dios por lo mínimo sale un pequeño Zac o una pequeña Vanessa ha y feliz cumpleaños que la pases genial

Publicar un comentario

Perfil